Disclaimer: Glee pertenece a FOX, escrito sin animos de lucro.
Brittany recuerda la mayoría de esas fotos.
Cuando se quedaba una semana con Santana en las vacaciones de verano y los padres de esta no podían cuidarlas debido a sus trabajos, las subían a la gran camioneta del Sr. López y las llevaban a pasar los días con la abuela. Era un recorrido largo en el que Santana siempre caía dormida, cosa que no molestaba a Brittany ya que ella aprovechaba de observar el paisaje. Aquellas instancias eran las únicas en las que lograba ver cómo era Lima más allá del centro de la ciudad.
La primera vez que Brittany bajó de la camioneta y de la mano de Santana caminó hacia la puerta de esa modesta casita, no sabía que pensar. Pero estaba segura de lo que sentía, era una extraña mezcla de miedo y excitación. No sabía que esperarse. Pero lo menos que esperaba era que tras la puerta apareciera una señora de suave pelo gris y delgados brazos que la sostuvo contra su pecho y antes de que pudiera reaccionar le dijera “¿Así que tu eres Brittany? Santanita me ha hablado mucho de ti”. La expresión de sorpresa en su rostro debió de ser obvia, ya que la anciana rio y les invitó a pasar.
Sí, Brittany recordaba bien esas fotos, algunas ella misma las había traído como obsequio alguna vez.
Fue un día, mientras jugaban en el pequeño patio trasero de la casa, que Brittany escuchó un pequeño click proveniente desde un costado. Ella y Santana se detuvieron en seco y miraron hacia la puerta de la cocina, donde la anciana les sonreía, sosteniendo en una se sus manos lo que parecía ser una cámara algo pasada de moda y en la otra un papel que movía de arriba abajo. Al acercársele pudieron observar que el papel era en realidad una foto que poco a poco iba apareciendo más nítidamente. Esto a Brittany le pareció magia en estado puro y sin pensárselo le pidió a la anciana que sacara más fotos con su cámara mágica. Esta accedió, y entre juego y juego la mesa de la cocina fue llenándose de retratos de la tarde. En esa misma mesa fue donde la anciana eligió su favorita, que era una donde Brittany salía haciéndole muecas a Santana y ella reía tanto que tenía las manos en el estomago por el dolor. Esa foto terminó pegada en el refrigerador con un imán de pingüino sosteniéndola, junto con otras que eran de la familia López, en especial de Santana.
Al ver esa foto ahí Brittany sintió un pequeño calor en el pecho aunque en ese momento no lo supo identificar con claridad. Con los años se dio cuenta de que esas fotos la hacían sentir parte de algo especial, parte de la maravillosa familia de Santana. Eran como un segundo hogar, al igual que esa casa en Lima Heights.
También, con los años, vio aumentar la cantidad de fotos en ese refrigerador.
Santana puso ahí la tarjeta que le hiciera a su abuela para el día de las madres. Brittany le había ayudado a confeccionarla por lo que en una de las fotos salían las dos juntas saludando a la cámara. También había otras fotos de Santana con sus primos o con sus padres, dibujos hechos por ella y Brittany, o dieces que había sacado en las últimas pruebas. A Brittany le gustaba observar ese refrigerador porque, aunque pareciera algo mundano, era una muestra de cuanto se querían Santana y su abuela. Y esto la alegraba, porque Santana no era muy cercana a sus padres, pero en su abuela siempre había tenido a alguien a quien recurrir.
Cuando fueron aceptadas en las Cheerios, a la primera persona a la que Santana le dio la noticia fue a su abuela, llorando por el teléfono y Brittany podía jurar que escuchaba los sollozos de felicidad de la anciana al otro lado de la línea. Y es que la anciana sabía cuánto se habían esforzado ese verano para estar listas para las pruebas de ingreso, saliendo a correr muy temprano en la mañana para terminar la sesión con un delicioso aperitivo proveniente de la tierra natal de la abuelita. El siguiente fin de semana una foto de Santana con el uniforme de las animadoras apareció pegada al centro de las demás imágenes, alzándose sobre las demás. Con orgullo, diría Brittany.
Y era por ese amor que se profesaban por lo que Brittany no entendía del todo lo que estaba ocurriendo. Y si ha ella le dolía tanto no podía imaginarse como se sentiría para la chica que estaba a su lado.
No había escuchado la conversación que habían mantenido. Habría querido acompañar a Santana, pero esta le dijo que esto era algo que necesitaba hacer por su cuenta, por lo que ella se quedó esperando en la entrada, murmurando en voz baja una de las canciones para la locales de ese año, junto a esa puerta que a los seis años le había parecido tan grande.
Al rato deseó haber desobedecido a Santana. Obviamente nada había salido como esperaban. ¿Por qué? - era lo único que cruzaba por su mente en ese momento, eso y la chica que se deshacía en llanto en sus brazos.
- No quiere… no quiere verme nunca más, B… - sollozó Santana, alejándose un poco.
- Preciosa… - Brittany solo atinó a besar la frente de su novia. Se sentía tan impotente en esos momentos. Nada había ido de acuerdo al plan y cuando esas cosas sucedían ella se quedaba sumergida en la confusión, normalmente era Santana quién la sacaba de tales aprietos, pero ahora…
Brittany recordaba cada una de esas fotos. Y le dolía ver como aquella persona las sacaba de su lugar y sin siquiera echarles un segundo vistazo las rompía para luego echarlas en la basura.
Pasaban los minutos pero ninguna de las dos hacía nada más que quedarse paradas ahí, mirando a través de la ventana como eran borradas de ese lugar. Como si nunca hubieran pasado por ahí en primer lugar. Cuando la mujer llevaba casi la mitad del refrigerador despejado fue que Brittany se dio cuenta del frío que comenzaba a hacer.
- San… - llamó una vez - Santana… - llamó nuevamente, algo más fuerte, pero no recibió respuesta. Así que despegó la vista de tan triste escena para encontrarse con otra que no era mejor.
Ahí estaba Santana, observando como parte de su vida se hacía literalmente trizas a sus pies. Ahí estaba con lágrimas en los ojos y con esa respiración errática en el pecho. Las manos en puño, fuertemente apretadas. Temblando de pena, de rabia. El entrecejo algo fruncido y los ojos tristes, llorosos, fijados en su abuela. Con ese hermoso brillo que los caracteriza perdido. Estaban como muertos. Perdida en el dolor. Ese era el aspecto que tenía Santana cuando quería parecer más fuerte de lo que era en los momentos en los que realmente no importaba. En los momentos en que Brittany pensaba “este es, este es el momento en que la perderé”. Porque había veces en que Santana se aprisionaba en si misma, en una oscuridad tan profunda que incluso para Brittany era a veces difícil de penetrar. Por suerte, siempre había logrado asir su mano antes de la caída.
Esta no era la excepción. Con cuidado tomó la mano de Santana, entrelazando sus dedos y aferrándose a ella con firmeza.
- Algún día entenderá - le dice con toda la confianza que posee.
- ¿Tu lo crees…? - la voz de la chica es tan frágil que por un momento la confianza flaquea y Brittany olvida lo que va a decir.
- Sí, porque tu abuela te ama, San - la chica la miro por unos segundos con una expresión de escepticismo que era difícil de digerir, pero Brittany no mentía. Alguien no puede dejar de querer a alguien de un minuto para otro, por consiguiente estaba segura que esa mujer seguía amando a Santana. Y que lo sucedido solo era fruto de la ignorancia, como siempre.
No obtuvo respuesta. ¿Por qué a la gente esto le parecía tan complicado de entender? No hacían nada malo, no molestaban a nadie. Se amaban, solo eso.
- ¿Aún tienes la vieja cámara de tu abuelita? - pasaron un par de segundos antes de Santana diera muestras de responder o de siquiera haber escuchado la pregunta.
- Eh… si, pero… - la pregunta había tomado desprevenida a Santana - ¿Qué importa eso ahora? No creo que mi nana me acepte de nuevo porque le devuelva su estúpida cámara ni algo por el estilo.
- No le digas estúpida, sabes que amas ese aparato.
Santana permaneció en silencio.
- No es eso, Britt, es solo que… mi abuela es tan apegada a sus ideas, sus principios. Nunca los abandonaría por nada del mundo, ni siquiera por mí…
- San…
-Y pensar que eso era lo que más admiraba de ella - la chica sonrió a medias, encontrando un poco de gracia en lo irónico que podía sonar eso.
Brittany se le quedó mirando y sintió cuan real era la situación en la que se encontraban. El suave tacto de la mano de Santana contra la de ella, aun temblando ligeramente. El frío de la noche que se internaba en sus cuerpos, inclemente. El sonido del vecindario, que nunca parecía estar tranquilo y que les recordaba que la Tierra seguía girando a su alrededor a pesar de que para ellas el mundo parecía haberse detenido desde que Santana saliera llorando de aquel lugar. Tomando un respiro, habló.
- Lo digo porque llegará un día, Santana, en que ella entienda, tarde o temprano… y cuando lo haga nosotras volveremos a visitarla, tal como cuando éramos pequeñas - en este punto Santana se aferró con aún más fuerza a la mano de Brittany - tu traerás su vieja cámara y nos sentaremos en la banca junto al manzano, y todas sonrientes nos sacaremos una foto más, la más importante de todas, y luego, si quieres, la colgaremos en la cocina.
Santana tardo en responder pero al hacerlo tenía una leve sonrisa en la comisura de sus labios. Brittany también sonrió, porque era una sonrisa esperanzadora.
- Así que algún día…
- Si, algún día… o puede que cuando nos casemos ella venga a verte caminar hacia el altar, quién sabe - Brittany rió por lo bajo cuando notó la cara contrariada de su novia y como un leve tono rojizo aparecía en sus mejillas.
Las luces en la cocina y la casa ya se habían apagado, y las dos permanecían sentadas en el auto de Santana. Sin querer aún ir a casa.
- Hey, B, ¿decías en serio lo de antes?
- ¿Qué cosa?
- Ya sabes, lo que dijiste sobre la foto y…
- ¿Qué un día serás mi esposa y Lord Tubbington llevará nuestros anillos?
Santana volvió a sonrojarse y Brittany no pudo evitar el impulso de besarla. No es que tuviera que hacerlo, era su derecho, como dos personas que se quieren. Aun así, con los eventos de esa tarde, no estaba del todo segura de cómo iba a reaccionar Santana a partir de ahora. Esa inseguridad solo duro hasta que Santana comenzó a devolverle el beso y una de sus manos paso a descansar sobre su mejilla.
Cuando se separaron, Santana tomó el meñique de Brittany con el suyo y le preguntó, sonriente.
- ¿Pinky promise?
- Pinky promise.
Brittany siempre recordaría esas fotos. Pero ese día, con la suave y cálida caricia de los labios de Santana sobre los suyos, se hizo la promesa de volver a llenar ese refrigerador con fotos de Santana y ella, y de su futuro juntas.