Disclaimer: Glee pertence a FOX y Sky High tampoco me pertenece, escrito sin ánimos de lucro.
Este fic lo quería escribir hace algún tiempo ya, desde que llegara a mis manos el manga de Sky High, el cual recomiendo ciento por ciento. Creo que es interesante juntar el concepto con el que trabaja este manga y los personajes de Glee, en especial Brittany y Santana que me despiertan tantos sentimientos encontrados (y me impiden estudiar). Ojala que les agrade, pero si no es asi también son bienvenidos su comentarios. De verdad me interesa saber que piensas del concepto y de la historia, ya que es la primera vez que intento escribir algo más largo para el fandom.
Bueno, este es el comienzo, tan largo no es.
~PREÁMBULO~
"Los hombres temen la muerte, como los niños temen adentrarse en la oscuridad; y tal como ese temor natural en los niños es alimentado con cuentos, también lo es lo otro."
- Francis Bacon, Essays, 2, 'Of Death'
Lo primero con lo que se encuentra al abrir los ojos es con la llanura más desolada que ha visto en su vida. Rodeada de unos pocos cúmulos de niebla, observa el horizonte y solo ve un paisaje seco y solitario extenderse por kilómetros a la redonda.
¿Dónde rayos estoy?
Se pone de pie y se palpa el pecho, los brazos y el rostro para comprobar que esta bien. Su cabeza no lo procesa en ese momento debido a la confusión, pero no puede sentir realmente las cosas que toca. Aun así, no ve ni siente ninguna herida a la vista, lo único que nota es que parece tener un incesante dolor de cabeza que no le permite pensar con claridad.
Vuelve a observar la extraña vista a sus pies, intentando rememorar cada uno de los paisajes que ha visto en los libros de viaje de su padre. Pero no puede relacionarlo con ninguno. Era como estar parada en una foto gastada, con los colores desteñidos y una gran presencia de gris.
Lo único que me queda es caminar - pensó a la vez que daba los primeros pasos. Al principio le pareció extraño lo pesado que se sentía su cuerpo, como si las fuerzas se le hubieran agotado hace décadas y solo la voluntad los moviera. Pero dado que no podía recordar que había ocurrido ni porque se encontraba en ese lugar, no tenía más remedio que seguir moviéndose. Es decir, tenía que llegar a algún lado ¿no? - tenía serias dudas sobre lo su último pensamiento, pero decidió ignorarlas.
Cuánto tiempo pasó o cuántos kilómetros caminó, no estaba segura de que la magnitud de aquella respuesta fuera siquiera calculable. O más bien solo había caminado quince minutos y no lo sabía. Y es que el tiempo en ese extraño lugar parecía no correr. El oscuro manto del cielo sin estrellas no cambiaba ni parecían cambiar sus alrededores. Ni siquiera estaba segura de que hubiera salido del lugar donde despertó.
¿Qué diablos sucede joder?
Es entonces cuando la ve aparecer entre la niebla, una extraña construcción de estilo oriental. Sabe que es de un país lejano cruzando el mar, porque su padre le había hablado de él. La construcción la atemoriza, pero no se detiene, algo le dice que en ese lugar encontrará respuestas. A medida que avanza hacia el lugar va dándose cuenta de lo colosal de la estructura. Un gran portal con dos anchas puertas de madera se alza ante ella, y las murallas que nacen a cada lado de esta parecen extenderse hasta el infinito, perdiéndose en la niebla. Ahora nada tenía sentido para Santana.
De repente, todo enmudece a su alrededor. No es que antes escuchara el más mínimo ruido, pero ahora estaba experimentando el verdadero silencio absoluto, y el simple hecho de saberlo la hace sentir frágil y pequeña, como nunca antes en su vida.
- Bienvenida.
La voz a su espalda era una de las más extrañas que había oído nunca. Como si todas las voces que conocía se unieran en una única voz universal. Lo extraño era que por más terrorífico que pudiera sonar esa idea, la voz de la muchacha que había aparecido a los pies de la puerta ponía a su corazón en calma.
- ¿Quién… quién eres? - notó cierta dificultad para sacar esas palabras de sus labios, pero no le tomó atención a ese detalle.
¿Qué me esta ocurriendo?
La presencia no le contestó inmediatamente, mas bien se dedicó a examinarla. Esa mirada tan profunda y sabia, le daba la impresión de que había vivido tanto como los humanos en la Tierra y aun más. Que había visto cosas, sucesos, personas, que nadie podría imaginar. Que lo había presenciado todo, desde lo más mundano hasta los grandes acontecimientos que marcaran el destino de este planeta y sus habitantes. Esa mirada contrastaba con lo joven que parecía ser. Además, Santana nunca había visto a nadie así. De tez tan blanca como hueso expuesto y cabello tan negro que podría confundirse con la noche misma. La chica vestía un traje oscuro pero que a veces parecía dejarse ver con leves destellos rojizos cual sangre y que le recordaba a los kimonos de las geishas, personajes de la cultura japonesa a los que dedicaban capítulos enteros en los libros dedicados al país del sol naciente. No podía verle los pies, era como si la niebla se moviera junto a ella y la escoltara a donde fuera.
¿Mis padres sabrán que estoy acá?
- ¿Puedo… puedo hacerte una pregunta? ¿Dónde…?
- Esta es la Puerta del Rencor - volvió a hablar la muchacha, sin despegar la vista de los ojos de Santana, sobrecogiendo su alma hasta lo más profundo - aquí llegan quienes, como tú, han sido asesinados.
Asesina- ¡¿Asesinados?
- Oye, baby doll, ¿a que rayos te refiere con asesin-? - Santana no pudo terminar de hablar ya que un dolor inmenso en el costado de su cuerpo la dejó sin aire, luego uno en las piernas, y luego en su espalda. Las punzadas de dolor se extendían por su ser y se maximizaban. Cayó al suelo de rodillas y se llevó una mano al corazón, fue ahí que se percató por primera vez que no podía sentir su propio latir - ¡Q-Qué… dime qué… sucede! - logró formular antes de derrumbarse por completo a los pies de la presencia.
- Tu sufrimiento se debe a que aún no se han percatado de tu muerte.
- ¿C-Cómo…? - ya no podía aguantar el dolor, estaba a punto de desfallecer.
- Tus asesinos no se han percatado aún que has muerto.
Santana no podía creer lo que estaba escuchando. Pero a pesar de lo ilógico y descabellado que podía sonar todo, el dolor era tan intenso y real, el mundo en el que se encontraba era tan extraño y onírico, todas esas cosas se juntaban en su cabeza y un presentimiento la hacía decirse que sí, era cierto lo que le estaba diciendo esa muchacha, ella estaba muerta.
Ahora la chica estaba en cuclillas a su lado, observándola en su tortura.
- ¿Cuándo… se detendrán?
- No podría decirte con exactitud.
- ¿Quién eres…?
- Soy Izuko, la guardiana de la Puerta.
Santana volvió a dirigir su mirada al gran portal. Las puertas se mantenían cerradas y parecía que nadie las hubiera movido en años. No podía imaginar que era lo que se hallaba más allá de los pilares que la sostenían, pero sabía que ahí encontraría su destino, fuera este bueno o malo.
Entonces el dolor cesó de improviso, desapareciendo tan bruscamente como había aparecido. Y por fin los pulmones de Santana pudieron llenarse de aire nuevamente - hablando metafóricamente, claro - se supone que estoy muerta, ¿no?
- Así que de verdad estoy muerta… - dijo poniéndose de pie con dificultad.
- Acabas de morir, Santana López, te has separado de tu cuerpo y ahora existes solo en alma - para sorpresa de la chica, esta presencia parecía estar dispuesta a responder todas sus preguntas, lo que era un gran alivio dentro de tantas malas noticias.
- ¿Qué es este lugar?
- A partir de ahora tu alma debe prepararse para ir al paraíso y reencarnarse - respondió la muchacha sin inmutarse, como si hubiera pronunciado esas palabras millones de veces ya - para almas como la tuya este es el lugar de espera antes de emprender el camino.
Asesinada… asesinada… asesinada…
No le cabía en la cabeza que su vida hubiera terminado de esa forma. Podía aguantar un atropello, una muerte inesperada, incluso una enfermedad mortal como tantas había en el mundo, pero un asesinato… era cruel.
- Espera, si estoy verdaderamente muerta, ¿cómo es que estoy hablando contigo? - su alma lo sabía, sabía que la chica no le estaba mintiendo, pero Santana se resistía a creer en un destino tan cruel.
Ahora la chica estaba a su lado, pero dándole la espalda, y Santana tragó saliva.
No puedo recordar…
- ¿Recuerdas como era tu vida?
Santana no entendía a que venía la pregunta, pero sin intentarlo ya estaban apareciendo imágenes de su existencia en su mente. Sus primeros días de escuela, las salidas con sus padres, cenas familiares y con amigos, el coro de la escuela, las animadoras, Brittany…
- Brittany… - susurró y algo hizo click en su memoria.
- Ahora, haz un esfuerzo por recordar tu muerte.
Un miedo sin medida se apoderó del alma de Santana y no porque su cabeza se estuviera llenando de imágenes de su muerte, el cese de su existencia era lo de menos comparado con lo que estaba viendo. Imágenes escabrosas, sangre, gritos y Brittany, su Brittany, en medio de todo aquello.
- Esfuérzate por recordar…
TBC