Aquí vengo con el capítulo ocho (que como me pasa siempre, podría haberlo hecho mejor, pero no quiero darle más vueltas) De aquí en más va a diferir mucho en lo que sucederá en la serie. Vamos, que tenía que darle algo más de estilo.
Me hubiera gustado haberlo colgado la semana pasada, pero la fiaca me pudo. Y podrán ver algo que según los spoilers se contradice, pero ya lo tenía pensado de esa forma y no lo iba a cambiar.
Muchas gracias por esperar.
A disfrutar
Con Crowley fuera del tablero de juego se abrían nuevos horizontes, y dependiendo del punto de vista; estos podrían ser favorables o perjudiciales.
Dean mismo no sabía como digerir este nuevo panorama. Por un lado era bueno que ese demonio haya desaparecido de sus vidas; nunca fue su sueño ser el perro de nadie y menos de un demonio, los seres más inescrupulosos con ansias de dominación mundial que puedan encontrarse en el averno.
Con su muerte, Crowley se llevó gran parte de la esperanza que Dean tenía puesta en recuperar del foso el alma de Sam.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero jamás dicen que esta no pueda ir difuminándose, achicándose entre tus manos, como si fuera arena y se diluyera entre tus dedos cada vez que quieres aferrarte más a ella. Cada pelea perdida, cada pista falsa con la que te topas y se te hace como que llegas a un callejón sin salida debiendo volver atrás. Y tú sigues, sigues y sigues, y el camino se te hace más largo y te niegas a rendirte. Te lees cada maldito libro de cada maldita biblioteca y no das con la fórmula mágica que solucione el problema. Ni nada que te lleve un día a abrir los ojos y descubras que todos esos malos momentos fueron nada más que una pesadilla, que posees una vida feliz, rodeado de una gran familia en medio de alguna celebración en tu patio trasero y mientras das vuelta la carne, ves a Sammy feliz abrazado a una bella chica radiante de felicidad devolviéndote la sonrisa. Brindan de lejos pero con paz en sus corazones.
Como lo del genio, pero mejor porque en ese ideal el lazo que tienen sigue existiendo, no son dos extraños que comparten lazos sanguíneos.
Dean veía como Sam se aferraba cada vez más a su estado actual.
“Si un ángel y un demonio coinciden en algo Dean, llámame loco, pero presto atención” fueron sus últimas palabras que denotaban su determinación sobre el asunto. El niño solo lo seguía en esa empresa por tenerme a su lado. Es la sensación que le quedó al Winchester mayor.
Fue tajante en su decisión, y fueron sus últimas palabras antes de darse vuelta para marcharse de su lado. Sam no quería su alma de regreso; pero un Sam sin alma era insoportable para Dean, era como si le quitaran todo el oxígeno de su alrededor.
Es por eso que no descansaría hasta recuperar a su hermano.
Por el otro lado, Sam no sabía que más hacer para que Dean deje todo como estaba. Al fin y al cabo ya podían volver a cazar sin que nadie les respire en la nuca, dándoles órdenes sobre que bicho cazar. Nadie más que ellos dos decidiendo como antaño (como ocurría desde que Sam dejara Stanford) sobre sus cacerías. Nadie que les tire, dirija.
Nada más que ellos dos. Eran “libres” de nuevo. Era libre otra vez; todo lo “libre” que se podía ser con Dean cerca.
Prefería eso a que su hermano decidiera encerrarlo como en anteriores ocasiones.
Él creía que si seguía las instrucciones de su hermano mayor nada podría salir mal. Pero, como obstinado y cabezota eran otras de las perfectas cualidades de Dean, le resultaría más que difícil quitarle la idea de seguir buscando la receta mágica de “obtenga su alma ya”
Momentáneamente fuera del radar de Dean, y sin nada que cazar a la vista había decidido irse a caminar para dejar despejar la mente luego de tanta presión demoníaca. No sin antes de prometerle a su hermano que trataría de responder con monosílabos cualquier cosa que le pregunten en la calle.
¡¡¡Como si en ese año separados no se hubiera manejado por su cuenta!!! Dean a veces era un exagerado.
En medio del desguace de Bobby, Dean caminaba distraído, disfrutando de su nuevamente obtenida libertad. Después de todo no todos los días un pez gordo como Crowley desaparecía para siempre de su camino. Este hecho no paso desapercibido, ya que en una íntima celebración en la sala, con Bobby, Sam y algunas cervezas extras brindaron los tres.
Un aleteo familiar a sus espaldas le hizo salir de su silenciosa soledad.
- ¿Qué te trae por estos rincones Cas?. Llegas algo tarde, la fiesta terminó hace rato.
El ángel inclina la cabeza, sin terminar de entender las palabras dichas por el cazador.
- Sam sigue igual, ¿No entiendo que deberías festejar?
Dean se le quedo viendo. Con todo el tiempo que compartieron y aún no terminaba de entender cuando decía algo con sarcasmo o ironía.
Sacudió la cabeza para que el ángel se olvide de lo último dicho. Pero no pudo evitar que se le vengan a la mente ciertos actos realizados por Castiel; actos que si hubieran sido realizados por cualquier otro ser humano no le hubieran llamada la mínima atención (como si fuera un ser humano más que se deja llevar por los impulsos), pero se trataba de su ángel en particular cosa que le hizo recordar a cierto momento en el futuro que le provocó un gran escalofrío.
No le gustó para nada ver a Castiel actuando de la manera más mundana posible, como era el compartir un beso. Fue como tener nuevamente frente a él al ex ángel cuyas únicas constantes eran la de empastillarse y acostarse con quién se le pusiera delante.
El silencio entre el cazador y el ángel no era incómodo, por eso Castiel lo rompió de manera suave, para decirle a Dean que ya se había hecho cargo de todos esos alphas que se encontraban capturados en esa abandonada construcción.
Cuando Dean preguntó sobre la suerte que habían corrido, el ángel le respondió que era un asunto cerrado y que podía quedarse tranquilo, que esos seres nunca más volverían a cruzarse en el camino.
- Gracias Castiel. Realmente has hecho mucho por nosotros, más de lo que realmente estaba a tu alcance, más de lo que deberías…
- No hace falta que me agradezcas, Dean. Siempre puedes contar conmigo. Pero no vine sólo para decirte eso, sé que sigues empecinado en retribuirle el alma a tu hermano… y sabes que opino sobre ello.
- ¡Cas…! Le corta Dean - si sigues intentando que desista, no gastes saliva. Es algo que voy a hacer con o sin tu ayuda. Pese a la negativa de Sam; así sea que tenga que ponerme yo mismo a leer los polvorientos libros de Bobby o la mismísima Alejandría.
- Entiende Dean que el alma es lo que define al ser humano del resto de los otros seres vivos. Es algo que Dios le otorgó sólo a tu especie, algo inigualable e irrepetible. Sólo un ser tan poderoso como Él puede manejar algo tan perfecto como lo es el alma.
Ningún Ángel, Arcángel o demás servidores de Dios tiene el poder de manipularlas.
Debes saber que entre Dios y su primera creación celestial existe milenios. Sólo un ser de similares características a Dios puede manipular un alma sin que intervenga ningún tipo de trato.
O más viejo.
Pocas veces Dean lograba que Castiel rompiera esa fidelidad extrema hacía los secretos celestiales, de forma tal que mediante la información de ciertos datos “relevantes”, con no-respuestas directas; conseguía idear algún plan para llevar a cabo y así lograr su objetivo.
Para Castiel los gestos de Dean asintiendo silenciosamente, comprendiendo la magnitud de la información brindada, era más que suficiente. Respondió con un gesto afirmativo a modo de cierre de esa conversación, para distender la charla procedió a recorrer con la vista el lugar en el que estaban.
Dean se percató de que el ángel permanecía en el desguace de Bobby, le extraño que no haya desaparecido ya que creía que todo estaba dicho ya. Lo miró, percibiendo que las próximas palabras eran algo complicadas de decir. No intuyo a ciencia cierta sobre que serían.
Queriendo ayudarlo, comenzó con alguna frase trivial.
-¿Y bien? ¿Cómo van las cosas por allá arriba? …la Guerra civil ¿No te dan tregua?
- Algo más controlado. Pero antes que sigas preguntando, quiero decirte que no lamento el haberte besado aquella vez. Debería haberte dicho algo, no tomarte de sorpresa. Pero de alguna forma fue mejor ese abrupto acto.
Ante la inminente interrupción de Dean ya que estaba abriendo la boca y para empezar a decir algo, el ángel le hizo un gesto para que no lo haga y lo deje hablar a él.
- Sé que no tienes cabeza para otra cosa que no sea Sam. Lo entiendo y lo respeto, pero no me retracto de lo que hice. No puedo obligarte a corresponderme, me dolería mucho que me alejes o me prives de tu amistad. Pero sería grandioso que me dieras una chance.
Cuando escucho esto de boca de su hermano, le pareció un cuento, algo irreal. Pero al escucharlo de boca del ángel, del propio Castiel; lo convertía en real, como si el monstruo de tus pesadillas se convirtiera en algo más tangible.
No es que se horrorizaba de lo que le estaba diciendo el ángel, la cosa era que no esperaba eso de él. ¿No que se supone que los ángeles no podían mezclarse con los seres humanos?
- No necesito me respondas nada, esto que te digo es para quedar claros entre tú y yo. Seguiré viniendo mientras me necesites… debo irme. Me están llamando.
No fue fácil convencer a Bobby para que le suministre la dirección, pero si Sam era su punto débil, él lo era de Bobby. No tan extremo, pero punto débil al fin y al cabo. Tuvo que jurarle que le diría palabra por palabra todo lo que se dijera en esa reunión, y desistir en llevarla a cabo si representaba una nueva amenaza a la integridad de alguno de ellos. Si la cura era peor que la enfermedad, ya encontrarían algún placebo.
Con la información suministrada por el ángel, más alguna consulta realizada a Bobby dio con el lugar en el cual podría encontrar la posibilidad de dar con la solución definitiva.
Debería jugar bien sus cartas para que Muerte acepte el trato.
Volviendo al desguace, Sam pudo ver a su hermano un poco más animado que de costumbre, podría ser que el no tener a Crowley encima fuera uno de los motivos, pero algo le decía que no era sólo eso.
Había pasado toda la mañana fuera de la casa y si su olfato de cazador no fallaba (que no lo hacía) algo había pasado. Y creía saber sobre que era.
En la sala Dean le contó su plan. Cosa que a Sam no le gustó para nada. No podía poner en riesgo su vida por ir a hacer una pregunta.
- No, ¡NO LO HARAS! Fueron las palabras del menor.
- Patalea lo que quieras, no hay forma en que me hagas cambiar de idea. Y con esas palabras Dean cerró la discusión yéndose hacía una de las habitaciones superiores.
Estaba que volaba de furia, Dean se creía con el poder de pasar por sobre su voluntad, pero él se encargaría de encontrar la manera en que todo quede como hasta ahora. Y si no querían escucharlo, deberían haberlo pensado antes.