[BSG] Traducciones: Arreglos domésticos

Oct 11, 2009 18:23

Aquí van unas traducciones más. De Galáctica, porque tocaba; Adama/Roslin, porque no eran para mí. La verdad es que las tenía aquí hace tiempo ya pero por una cosa u otra no las subí hasta ahora.

La traducción es bastante mala porque en su momento lo hice con prisa, no tengo muchas ganas de romperme la cabeza por cada pequeña expresión rebelde y nadie me lo repasó, pero al menos se entiende. Que las disfrutéis. =)

Título: Arreglos domésticos (original aquí: Domestic Arragements)
Autora: tjonesy
Traductora: arkady_
Pareja: Adama/Roslin
Spoilers: 2ª temporada
Rating: T
Palabras: 1.581
Notas: Traducido y publicado en abierto con permiso de la autora. ^_^ (Es muy maja, pasaros por su diario a decirle algo si queréis.)



Cuando había sugerido por primera vez que sería más fácil para Laura quedarse en Galáctica durante su tratamiento con diloxin, no había sido una propuesta totalmente desinteresada. Cuando ella le había presionado sobre la oferta de “una de sus camas” y él había aclarado que eso quería decir específicamente “su cama”, estaba seguro de que ella también se había dado cuenta.

Y así empezó el extraño arreglo doméstico entre los dos. Él estaba atolondrado mientras redistribuía los cajones, haciendo espacio para las cosas de ella al lado de las suyas. Hacer espacio para ella en su vida se había vuelto sorprendentemente fácil. Vivir con ella no.

Se había mudado a sus cuartos durante las primeras horas de la noche, atemorizada porque la prensa se enterara de su poco ortodoxa situación doméstica y lo volviera un asunto político. Tras una breve discusión sobre cómo dormirían, lo que pareció algo más que preparado, ella aceptó quedarse con la cama mientras él usaría el sofá. Él siguió felizmente con la charada, razonando que estarían compartiendo su camastro antes de que acabara la semana. No había contado con el desgaste que el tratamiento de diloxin le provocaría a su cuerpo.

Al principio había estado resentido, echándose solo en el sofá, miserable y excitado más allá de lo sano, mientras ella dormía plácidamente en su camastro. Esto no era por lo que él había firmado, se decía. Cuando ella le despertó una noche, intentando vomitar en su baño por enésima vez, le llegó a irritar. Había pasado buena parte de su vida de casado atendiendo a su ex-mujer tras sus borracheras y pensaba que no quería revivir esa específica parte de su pasado. No ahora, durante el fin del mundo.

Los sonidos de sus arcadas se habían vuelto sollozos amortiguados, y eso es lo que finalmente sacó su santurrón culo del sofá y hasta su lado. Se había arrodillado detrás de ella en el frío suelo de baldosa y sujetaba su pelo hacia atrás, frotando entre sus omóplatos en calmantes círculos mientras vomitaba una y otra vez.

Había vaciado su estómago mucho antes de que él entrara en el baño, pero su cuerpo todavía estaba intentando echar lo que no tenía y estaba vomitando copiosas cantidades de espuma blanca. Era espantoso verla, y en ese instante entendió que esto no tenía nada que ver con Carolanne y todo que ver con Laura Roslin.

Tras lo que pareció una eternidad, su estómago se había finalmente rendido a su rebelión, dejándola aletargada con la cabeza apoyada contra el borde de la taza. Él la había apartado gentilmente del retrete y se había apoyado contra la pared de azulejo con ella acurrucada protectoramente en sus brazos. Se acabaría durmiendo, más por extenuación que otra cosa.

Mientras la metía a salvo en la cama y la arropaba, pensó brevemente en unirse a ella, pero se dio cuenta de que eso no sería jugar limpio. Así que, en su lugar, acercó una silla y la vigiló durante el resto de la noche, deseando que sus sueños fueran más placenteros que su realidad.

Las incursiones nocturas al baño se convirtieron en una rutina predecible después de eso. Oía sus movimientos cansados en el camastro y salía del sofá medio segundo antes de que ella pudiera arrastrarse fuera de la cama. Estaba ahí para recibirla, ofrecerle un brazo seguro para guiarla al baño y poner una suave toalla en el suelo para que no se raspara las rodillas en las duras baldosas.

Ocupaba su posición habitual detrás de ella. Ella le había confesado una noche que prefería sentir su cuerpo presionando contra ella a sus manos tocando su espalda. Así que él envolvía el cuerpo de ella con el suyo y sujetaba su pelo hacia atrás con una mano mientras acariciaba su cuello, sus sienes y los lados de su cara con la otra.

Odiaba verla así de enferma, pero estaría mintiendo si dijera que no disfrutaba de la temporal intimidad que seguía a estas terribles incursiones en el baño. Sus sesiones siempre terminaban con él acunándola y calmándola hasta que se quedaba dormida en sus brazos, con su cabeza acurrucada bajo su barbilla.

Quizás por eso el comentario de Kara de la enfermera mojada le había tocado tan hondo. Porque era consternadoramente cierto, y empezó a preocuparse de que otra gente pudiera verlo también. Que pudieran ver que estaba perdiéndose en ella. Que pudieran ver lo que él no podía soportar ver: que el Almirante William Adama se había enamorado sin esperanza de una mujer que iba a morir, y que cuando lo hiciera, se llevaría el último rastro de quién era él con ella. Y ese pensamiento le hizo sentirse débil, viejo y completamente impotente.

Así que había ido a la fiesta de despedida de Lee para tener una excusa para emborracharse sin contención, sabiendo que sacarían la bebida buena y que podría emborracharse hasta el olvido evitando a la vez la terrible resaca que solía traer el tóxico licor del Jefe.

Volvió a su cuarto deliberadamente tarde, evitando a drede su turno vespertino en el baño. Había obtenido un perverso placer en no estar ahí para ella, demostrándole implícitamente que seguía siendo su propio dueño - una entidad separada, independiente de ella y su mierda de destino.

Ella estaba, desde luego, furiosa, y le dejó saberlo, recriminándole su indiscreción etílica y cualquier otra jodida cosa que se le ocurría en el momento. Fue sorpresivamente parecido a las peleas que había tenido con Carolanne, y cayó fácilmente en sus viejas costumbres, llamándole la atención a ella por su inconsciente abandono. Se burló de ella, de sus creencias y, los dioses le ayuden, incluso de la muerte.

Después de dar el golpe mortal, se encerró en el lavabo, se echó agua fría a la cara e intentó mirarse en el espejo, lo que resultó ser imposible. Así que huyó de sus habitaciones como un jodido cobarde para errar sin destino por los pasillos de Galáctica, con las piernas temblorosas, buscando respuestas a las preguntas que su nublado cerebro apenas podía formular.

Estaba profundamente arrepentido de su comportamiento y asqueado por el hecho de que se las había arreglado para romper este frágil lazo que había entre ellos. Ya era lo suficientemente difícil aceptar la expectante muerte que ella insistía que la estaba esperando. Era impensable contemplar la posibilidad de que ella saliera de su vida más pronto aún por sus acciones irracionales.

Volvió a su cuarto varias horas después, quitándose la chaqueta rápidamente mientras el calor de la habitación caía como un peso sobre él. Le había dado el control del termostato poco después de que se mudara allí. El tratamiento la hacía tener frío constantemente esos días y, como resultado, él tenía calor constantemente.

Encendió una pequeña lámpara en su escritorio, iluminando ligeramente la oscura habitación. Era lo suficiente para diferenciar su pequeña forma curvada contra la pared, en su cama. No estaba durmiendo. Se había pasado el suficiente tiempo mirándola en reposo como para saber que lo estaba fingiendo.

“¿Laura?”

No respondió ni se movió, así que él tomó la iniciativa y caminó hasta el camastro, posando suavemente una mano en su hombro. Ella se lo sacudió obstinadamente y se enroscó más en las sábanas.

La miró durante varios minutos, calculando sus opciones, antes de sentarse al lado de ella y, calmadamente, empezar a quitarse los zapatos y calcetines. Sus movimientos sentado en la cama acabaron por captar su atención y se giró, siguiendo desconfiada con los ojos sus movimientos, vacilando entre la ira y la curiosidad mientras le observaba.

Él se levantó y se quitó los pantalones sin comentar, colocándolos ordenadamente sobre la silla que había ocupado incontables noches mientras la miraba dormir. Sus ojos se encontraron cuando se quitaba las camisetas, y pudo ver cómo ella adivinaba lo que se proponía medio segundo antes de alcanzar las sábanas y deslizarse a su lado. Ella inmediatamente intentó alejarse pero la agarró y la acercó firmemente a su cuerpo, enganchando una pierna sobre las suyas para mantenerla quieta.

Pasaron varios incómodos segundos mientras esperaba que se relajara en su abrazo. Incluso cuando la sintió relajarse ligeramente, tuvo miedo de soltarla, sabiendo que podía ser la última vez que la tuviera en sus brazos. Su corazón protestó cuando finalmente aflojó el agarre, y casi se resquebraja cuando la sintió alejarse de él. Contuvo la respiración cuando su mano alcanzó la que le había sujetado posesivamente la cadera momentos antes y que ahora descansaba casualmente junto a la misma suave curva. Ella la apartó de su posición de posesión inconsciente antes de envolverla alrededor de ella, posándola en el profundo valle entre sus pechos, donde podía sentir los latidos de su corazón contra las yemas de los dedos.

“Ya puedes dormir,” murmuró ella en la oscuridad. “Te tengo.”

Él dejó escapar un ligero suspiro que movió gentilmente el pelo castaño que descansaba en su almohada, y entonces William Adama se durmió.

bsg: adama/roslin, otros: traducciones

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