Todavía tengo que repasar la última historia que tenía por aquí, la subo un día de estos. ^^
Título: La tarea entre manos (original aquí:
The task at hand)
Autora:
tjonesyTraductora:
arkady_Pareja: Adama/Roslin
Spoilers: final 3ª temporada
Rating: Mature (NC-17)
Palabras: 6.289
Argumento: La historia de un hombre y su sofá.
Notas: Traducido y publicado en abierto con permiso de la autora. ^_^ (Es muy maja, pasaros por su diario a decirle algo si queréis.)
PARTE UNO
William Adama pasó una mano por la incipiente y áspera barba que cubría su cansada cara y mandíbula. Dos turnos dobles seguidos y todavía no se le había acabado el día. Sus soñolientos ojos miraron el reloj del CIC una vez más, aliviados al descubrir que su guardia por fin se había acabado.
Cuarenta y cinco minutos.
Ese era el tiempo que tenía antes de que Laura, Tory, Zarek, Saul y Gaeta bajaran a sus habitaciones para el siguiente odioso pedazo de negocios en su interminable horario: la reunión semanal de gastos y recursos de la flota.
Fatigado, le dio el mando a Helo y salió del CIC, recorriendo los pasillos de Galáctica a un razonablemente vigoroso paso, estimando que le llevaría aproximadamente dos minutos llegar a su habitación y se podría dar el lujo de una ducha caliente y puede que una siesta rápida, antes de ponerse a la odiosa tarea de examinar una infinita serie de hojas de datos.
“Almirante.”
Adama detuvo su camino al oír el sonido de la voz de Laura. Se volvió, sorprendido de verla recorrer el camino hasta él vestida con un ajustado chándal y unas camisetas reglamentarias. Su cabello estaba recogido en una cola de caballo. Apartando con dificultad sus ojos de ella, vio a los otros miembros de su séquito. Uno de sus guardaespaldas llevaba una pequeña bolsa de gimnasio, mientras Tory llevaba su traje cuidadosamente colgado en una percha.
“Señora Presidenta,” respondió cortésmente, intentando mantener sus ojos fijos en su cara y no en el escote del suéter que le distraía y torturaba, bajando desde su largo cuello para desaparecer bajo el ajustado tejido que cubría las suaves elevaciones de sus pechos.
Se colocó delante de él e inclinó la cabeza a un lado. “Parece sorprendido.”
“¿Ah, sí?” La miró desconfiado, preguntándose qué estaría haciendo exactamente en ese momento su cara.
“Sí,” afirmó, cruzando sus brazos por encima del pecho en una postura que había adoptado recientemente en su presencia. Él se preguntó si tenía algo que ver con la forma en que él parecía cogerse las manos delante de su cinturón siempre que ella estaba cerca. “Dijo que siempre sería bienvenida en el gimnasio de Galáctica”, le recordó gentilmente.
“Así es,” admitió él, sacudiendo la cabeza con el pensamiento, preguntándose por qué se lo había dicho en primer lugar. “Sólo que no pensé que fuera a aceptar la oferta.”
Ella alzó una ceja en respuesta. “Bueno, está bien saber que todavía puedo sorprenderle.” Detrás de ella, Tory suspiró sonoramente, volviendo a recordarle a Laura el tema en cuestión. “Le iba a preguntar si me dejaría usar su ducha, pero veo que se dirigía a sus habitaciones y estoy segura de que le gustaría meterse en ella tanto como yo.”
La brillante sugerencia de ducharse juntos pasó brevemente por su mente antes de apartarla. “Está bien, es bienvenida a usar mi ducha, si quiere. Yo siempre puedo usar la de Saul.” O puedo simplemente mirarte usar la mía.
“No seas ridículo. Sólo dime si los cuartos de invitados habituales están libres e iré allí. No te voy a echar de tu propio cuarto, Bill.”
“No me importa.”
“Bueno, a mí sí.”
Sacudió la cabeza por su obstinación, sabiendo que no había discusión posible con ella cuando se empeñaba en algo. “Eres bienvenida a usar tus cuartos de invitados habituales, Laura.”
Ella dio un paso atrás, fingiendo sorpresa. “¿Te estás rindiendo tan fácilmente? Me sorprendes, Bill.”
Él levantó las manos en señal de rendición. “Acaba de estar en el gimnasio, Señora Presidenta. No quiero discutir con usted ahora mismo.”
“¿Tiene miedo de que le pueda echar abajo, Almirante?”
“Algo así,” contestó él sarcástico, notando que “abajo” no era el problema por el que ella estaba preocupada. Él ya estaba respondiendo a la cercanía y aroma de ella, lo que sólo era exacerbado por su ejercicio reciente. Parecía que la reacción de su cuerpo estaba en piloto automático estos días en lo que a ella se refería.
Laura miró su reloj. “¿Nos veremos en cuarenta minutos, entonces?”
Frak, ¿sólo cuarenta minutos ahora? “Sí, señora.”
“Le veré pronto, Almirante.”
Adama prácticamente fue haciendo footing durante el resto del camino a sus cuartos, parando para hablar con los dos marines de guardia antes de entrar a sus habitaciones. “Nadie entra aquí hasta cinco minutos antes de la reunión de esta noche. 20:25 es lo más temprano que alguien cruza esta compuerta, ¿entendido?”
“Sí, señor.”
Adama cerró la compuerta detrás de él antes de darse cuenta de que ahora tenía un dilema. Tenía cuarenta minutos. Más que suficiente tiempo para darse una ducha y una pequeña siesta pero eso no contaba con el hecho de que estaba medioduro por su encuentro accidental con la presidenta.
Se movió incómodo por la tirantez de sus pantalones. Si la ignoraba, se iría, seguro. Pero después acabaría sentado enfrente de ella durante las próximas dos horas y sabía por experiencia que el problema sólo se reafirmaría. Y ella llevaría la camisa de los melones esa tarde. Se había fijado en la tortuosa pieza de ropa en la percha que Tory llevaba. No habría forma de que mantuviera la compostura si iba a llevar eso, y los dioses le ayudaran si decidía quitarse la chaqueta.
Su polla latió con la sugerencia y Adama gruñó. Personalmente, había tenido suficiente de sentarse enfrente de ella en esas reuniones, miserable e incómodo durante horas. Así que la cuestión seguía siendo lo que iba a hacer con sus cuarenta… No, treinta y ocho minutos.
Su polla se endureció más, empujando contra la tienda de sus pantalones, pidiendo atención.
Vale, tú ganas.
Se quitó cuidadosamente la chaqueta y la puso en el respaldo de la silla de su escritorio mientras pensaba en su plan de acción. Podría ocuparse del asunto rápidamente y después saltar a la ducha y, si le sobraba algo de tiempo, puede que permitirse una muy rápida siesta.
Su mente se decidió, se acercó a su camastro y abrió uno de los cajones de la base donde guardaba su único y precioso tubo de lubricante escondido. Miró el casi vacío envase, rezando, no por primera vez, por que todas esas extrañas deficiencias se resolvieran milagrosamente una vez llegaran a la Tierra.
Cerró el cajón de un golpe y fue hasta el baño, cogiendo rápidamente una toalla de la percha. Ahora sólo faltaba la cuestión de ‘dónde’.
Echó un vistazo a su camastro, la elección más obvia, pero se dio cuenta de que no quería alterar las sábanas frescas. Se vería forzado a hacer la maldita cosa antes de la reunión y eso le robaría algo de valioso tiempo.
Miró por encima de su hombro al retrete utilitario montado contra la pared de su baño. El acero inoxidable estaría frío contra su piel desnuda y cuanto más pensaba en ello más depresiva le parecía la idea de masturbarse en el retrete. Se preguntó cuándo había empezado a pensar en el inodoro como una localización en vez de una cosa y lo que eso decía de él.
Adama consideró la silla de su escritorio. No una mala elección, en verdad. La base era giratoria y tenía un agradable movimiento inclinatorio, pero el tejido firmemente trenzado tendía a crear pequeñas marcas cuadradas en el envés de sus piernas y culo. No es que alguien lo fuera a ver pero aún así…
Sus ojos se posaron en su sofá por piezas. “Couch One” como a veces le gustaba pensar en él. No era el mueble más estratégicamente colocado de su habitación pero si se ponía al final su espalda estaría casi dando completamente a la puerta. Además, el cuero era agradable y se podría estirar si quería.
“Couch One” sería.
Caminó hasta el destino elegido y se asentó en el suave cuero antes de desabrochar eficientemente su cinturón y desabrochar su cremallera. Alzó sus caderas, quitándose los pantalones y calzoncillos en un movimiento fluido antes de abrir el tubo de lubricante y cuidadosamente echar una pequeña cantidad del líquido sedoso en su mano.
Señores de Kobol, dejad que haya una gran droguería con descuentos en la Tierra cuando finalmente lleguemos allí.
Se cogió a sí mismo en la mano y empezó a trabajar su carne semi-rígida con caricias deliberadamente lentas. Su cabeza cayó contra la espalda del sofá y permitió a su mente errar.
Laura.
Empezó su pequeña fantasía en los pies. Tenía pies bonitos. Monos. Los había visto unas pocas veces cuando se quitaba los zapatos en su cuarto para subir los pies al sofá. Le gustaba cuando hacía eso. A veces su falda se subía un poco, dejándole ver un poco de sus muslos. Tenía uno de los mejores pares de piernas de la flota y, por lo que había podido ver, un culo bastante espectacular. Estaba casi seguro de que llevaba tanga porque le miraba el trasero cada vez que tenía oportunidad, pero nunca había podido distinguir una visible línea de ropa interior. ¿A lo mejor es porque no lleva ninguna?
Un suave gruñido escapó de sus labios con el pensamiento y sus ojos se abrieron con el sonido. Déjalo, Bill. Ella lleva ropa interior. Contente un poco. Miró hacia abajo a su pene, todavía envuelto en su mano. Una cosa que tenía ahora mismo era contención. Jugó con la cabeza de su polla durante un momento, extendiendo la pequeña humedad que se había acumulado alrededor y a lo largo de la flecha, antes de cerrar los ojos de nuevo y volver a coger el ritmo.
Deseó que no fuera su propia mano la que le estuviera trabajando. Estaba cansado de la predecible naturaleza de estas sesiones - su cerebro siempre iba un paso por delante de su mano, sabiendo a dónde iba un momento antes de que llegara allí. Quería sentir sus manos en él. Impredecibles. Tocándole. Acariciándole. Espera un momento… Tacha eso. Quería sentir su boca en él.
Sí.
Los músculos de sus muslos se contrajeron ante esta mucho mejor idea, y sus caderas se movieron hacia delante muy levemente. Abrió un ojo para mirar el reloj de la mesa. Quedaban treinta y tres minutos. Joder, Bill, mejor empiezas.
Se volvió a aplicar a la tarea que tenía entre manos, sabiendo que si dejaba la fantasía y se concentraba en la mecánica, probablemente acabaría en menos de cinco minutos.
PARTE DOS
Laura Roslin llegó a las habitaciones de Adama diez minutos antes de la reunión. Su pelo todavía estaba ligeramente húmedo pero se había apresurado esperando que compartieran un trago antes de que llegaran los demás.
“Presidenta Roslin,” uno de los marines del Almirante la saludó mientras llegaba al cuarto.
“Buenas tardes.” Esperó a que uno de los hombres abriera la compuerta para ella pero los dos se quedaron de pie atentos.
“¿Podría alguno de ustedes, caballeros, abrir la compuerta para mí, por favor?”
“El Almirante ha pedido que nadie entre en sus cuartos hasta dentro de cinco minutos, Señora.”
“¿De verdad?”
“Sí, señora.”
“No creo que eso me incluya a mí, caballeros.”
“De hecho yo creo que sí, Señora Presidenta.”
“Ya veo.” Asintió, asimilándolo mientras buscaba una profunda estrategia de debate.
“¿Para quién trabaja el Almirante, caballeros?”
Los dos marines intercambiaron una mirada intranquila. “El Almirante trabaja para la flota, Señora Presidenta.”
Qué mono. “Como todos hacemos, caballeros. Pero técnicamente, ¿para quién trabaja el Almirante?”
Los marines se movieron nerviosos en sus botas, entendiendo ambos a dónde iba exactamente esta línea de pensamiento.
¿Quién es su inmediato superior?” Presionó ella.
“Eh… ¿Lo es usted, Señora?”
“Eso es correcto. Entonces, ¿abrirían esa puerta para mí?”
“El Almirante no va a estar contento, Señora Presidenta.”
“Estoy segura de que no lo estará. Yo me haré responsible, caballeros.”
Los marines se miraron una vez más antes de uno de ellos se encogiera de hombros y abriera la compuerta.
*~*~*~*~*~*~*
Estaba un poco más oscuro de lo que esperaba, y le tomó un momento a sus ojos acostumbrarse a la baja iluminación. Se quedó quieta, preguntándose si todavía estaría en la ducha, pero no oyó agua corriendo. Un rápido vistazo a su derecha le dejó ver que la puerta del baño estaba abierta y dentro estaba oscuro. Entonces es cuando oyó un ligero ronquido. Sonriendo para sí misma, buscó en su dormitorio y se sorprendió al descubrir que no estaba allí.
Sus ojos buscaron por la oscura habitación y finalmente se posaron en el largo sofá de piezas. Sólo podía ver la parte trasera de su cabeza desde donde estaba, así que rodeó la esquina del mueble silenciosamente y se paró abruptamente.
Sentado delante de ella estaba William Adama, profundamente dormido, lo que habría sido de alguna forma enternecedor si sus pantalones no hubieran estado amontonados alrededor de sus tobillos.
No mires, no mires, no mires.
Demasiado tarde, sus ojos asimilaron el resto de la sorprendente escena. Un tubo de lubricante y una pequeña toalla descansaban contra un muslo desnudo, y su pene fláccido descansaba felizmente en su mano derecha, mientras sus pelotas estaban acunadas amorosamente en la izquierda.
Oh. Dioses. Míos.
Sus propias manos volaron para taparse la boca, sin saber si iba a reír, gritar o llorar.
Cálmate, Laura, se dijo a sí misma, bajando sus manos para tirar de la parte inferior de su traje de chaqueta en un intento de calmarse físicamente. Cerró los ojos para acompasar su respiración, intentando imaginarse una forma de salir de esta embarazosa situación.
Puede que se lo tome bien, nunca se sabe.
Ya, claro.
Aunque, se recordó, hubo esa vez en la que entraste y le pillaste en calzoncillos...
Él se había estado afeitando y la había invitado a sus habitaciones, pensando que era Saul el que picaba en la puerta en vez de ella. Apenas había echado un vistazo cuando se dio cuenta de su error, y había estado notablemente pragmático en su enfoque de la situación. Después de posar calmadamente la cuchilla, se había secado las manos y entonces había procedido a ponerse sus pantalones del uniforme como si nada raro hubiera pasado.
Se preguntó si sería tan magnánimo en cuanto a esta pequeña escena. Se había vuelto casi imposible predecir sus humores esos días. A veces, cosas por las que estaba segura que se enfurecería, las obviaba con una sonrisa tranquila. Otras veces, se cerraba en los detalles más tontos y se agarraba a su ira durante semanas.
Estará bien, Laura. No es como si hubieras explotado y hubieras robado un bebé... otra vez.
Con ese pensamiento calmándola, se acercó al sofá.
“¿Bill?” dijo casi con un quejido.
“Mmmm.” Una pequeña sonrisa curvó las esquinas de su boca, pero no se despertó.
Laura se movió incómoda en sus tacones y se mordió nerviosa el labio inferior. Necesitaba hacer algo y rápido. Los otros estarían aquí en cualquier momento, y por mucho que Bill odiara la idea de que ella le encontrara así, odiaría mucho más la idea de que Tory le encontrara así.
Suavemente le tocó el hombro. “Bill.”
Sus ojos se abrieron con el contacto y el sonido de su voz. “Hey,” murmuró adormilado.
“Hey.” Repitió ella.
“Me debí quedar dormido,” murmuró.
“Sí.”
Sus ojos se cerraron otra vez.
Frak.
Le tocó el hombro suavemente otra vez. “Bill, tienes que despertarte.”
“Vale,” murmuró, pero no se movió.
“¿Bill?”
“¿Mmmm?”
“Estás un poco... desabrochado.” Enfatizó la última palabra.
Sus ojos se abrieron otra vez, un poco más esta vez, y ella le observó mientras la conciencia volvía a él con una fuerza sorprendente.
“¡Joder!” La mano que había estado agarrando su polla se movió rápido para ocultarla de su vista mientras intentaba levantarse, taparse, y subir los pantalones a la vez, con variable grado de éxito. El ímpetu de ayudarle estaba ahí pero lo suprimió, girándose para darle algo de privacidad, rezando porque no se pillara con la cremallera por la prisa.
Quería suspirar de alivio cuando cuando él acabó su tarea y se posicionó enfrente de ella. Y lo habría hecho, si William Adama no hubiese estado tan soberanamente irritado.
“¿Cuánto llevabas ahí?” preguntó enfadado.
Oh, mierda. “¿No mucho?”, le dedicó una medio sonrisa. Uh, oh, puede que esa no fuera la mejor elección de palabras.
“No mucho,” gruño mientras pasaba por delante de ella de camino al baño, cerrando de un portazo la puerta detrás de él.
¿Por qué coño tuve que ser yo la que lo encontrara y por qué está siendo tan jodido infantil sobre todo esto?
Se volvió hacia el sofá y el lugar donde lo había descubierto hacía unos momentos. El tubo de lubricante y la toallita la estaban mirando en toda su brillante gloria, recordándole que esto no era, de hecho, una mala experiencia con chamalla.
No podemos dejar eso por ahí tirado, ¿no?
Recogió el tubo, pero dudó antes de coger la toalla, preguntándose de repente si había completado ‘su tarea’ antes de su llegada. Parecía que se había dormido a la mitad pero… Laura cautelosamente cogió la toallita por una esquina y suspiró de alivio al descubrir que no había sido usada.
Fue hasta la puerta del baño y picó suavemente.
“¿Bill?”
“¿Qué?”
Suena enojado.
“Um… Te dejaste algunos artículos aquí afuera.”
La puerta del baño se abrió y su enfurecida cara le devolvió la mirada.
No dejes que te intimide, Laura. No es realmente atemorizante, sólo lo parece.
Le tendió el lubricante y la toalla, lo que sólo pareció dar más combustible a su humor.
“¿Qué?”, soltó. “¿Crees que es mi culpa?”
“No quiero hablar de ello.” Replicó enfadado y volvió a cerrar la puerta de golpe.
Ella posó una mano contra la barrera de frío metal, tamborileando suavemente con la palma de su mano, deseando que fuera su grueso cráneo en su lugar. “Somos adultos, Bill,” le recordó en la voz que solía usar con gran éxito con pre-escolares cuando estaba a punto de derrumbarse.
Él no respondió.
Suspiró profundamente. “Sé que tú… mira, todo el mundo lo hace.”
La puerta del baño se abrió y pasó rápidamente al lado de ella.
Le siguió a su oficina donde salvajemente agarró chaqueta del uniforme del respaldo de una silla y se metió en ella, abrochando los botones eficientemente mientras ella seguía ballbuceando.
“Venga, Bill. Es una función humana normal. No hay nada de lo que estar avergonzado.”
Él continuó ignorándola.
“¿Qué, nunca me vas a volver a hablar, porque te pillé?”
Él dejó de abotonarse la chaqueta y la miró. “No estamos teniendo esta conversación.”
“Bill…” Puso una mano en su cadera e inclinó la cabeza hacia un lado, empezando a enfadarse un poco ella. Se movió errante hacia la habitación y la escena del crimen. “Creo que deberíamos airear esto.”
Sus ojos se posaron brevemente en el sofá antes de volver a ella. “Escúchame porque sólo lo voy a decir una vez. Si vuelves a hablar de esto alguna vez, te voy a echar de mis habitaciones.”
“No puedes hablar en serio.”
Él puso sus manos en las caderas y la miró desafiante. “Pruébame.”
Ella abrió la boca, preparada para hacer precisamente eso, pero Saul y Tory escogieron ese momento para llegar a la reunión, felizmente desconocedores del abismo que había entre los dos líderes de la humanidad.
“Bill. Señora Presidenta,” cabeceó Tigh felizmente mientras tomaba su habitual asiento en la mesa de Adama. “¿Qué ocurre?”
Laura ahogó una risa.
“Nada.” Adama gruñó sin que sus ojos se apartaran de los de ella.
“Vaaaaaaaaaaale.” El único ojo de Tigh se abrió ampliamente ante la curiosa respuesta. Le lanzó una mirada a Tory, que estaba ocupada depositando informes en la mesa. Ella se encongió de hombros ante su mirada interrogativa.
“Resolveremos esto más tarde, ¿sabes?,” murmuró Laura de camino a la mesa.
“Oh, no, no lo haremos,” susurró Bill en respuesta, mientras se asentaba en la silla enfrente de ella.
PARTE TRES
Había pasado una hora de reunión y Laura Roslin estaba muy indignada. Bill estaba sentado directamente enfrente de ella fingiendo que no existía. Había intentado llamar su atención varias veces dirigiéndole preguntas sobre las raciones de la flota directamente a él, pero de repente se había vuelto un estúpido, respondiendo a sus preguntas con una serie de gruñidos desconfiados.
Probablemente se está hirviendo en sus propios jugos, pensó ella, y casi palideció con el sonido de la frase. Una vez más, el recién construido teatro porno en su cerebro retransmitió su última película estrella interpretada por William Adama y su sofá.
No sabía que tenía piernas tan peludas.
Le robó otra mirada al hombre cabezota que se sentaba enfrente de ella y se sorprendió al encontrarle mirándola. Los ojos de ella se estrecharon, mientras los de él se ensancharon con el accidental contacto visual, y rápidamente miró a otro lado.
Jodido cobarde.
~*~*~*~*~*~
La reunión fue un asunto tan miserable como Adama había predicho que sería, y su humillante encuentro con Laura sólo había exacerbado las cosas. Su atención estaba ahora dividida entre el enorme dolor de cabeza que estaba criando por culpa de la minúscula letra que Gaeta parecía preferir en estos informes de consumo, y la imagen de Roslin encontrándole en su sofá, lo que parecía repetirse en su cabeza en un bucle infinito.
Frak me.
Se masajeó las sienes, intentando frotar la perturbadora imagen y el dolor latente de detrás de sus ojos.
Zarek continuó hablando monótonamente de fondo sobre una insuficiencia de sopa en una de las naves más pequeñas. Era un problema civil y por ello no algo en lo que él tuviera que concentrarse, así que usó la oportunidad para robar una mirada a través de la mesa a Roslin, sólo para mirar a otro lado cuando la encontró a ella mirándole.
Sólo podía imaginar lo que estaba pensando. De hecho, podía imaginar exactamente lo que estaba pensando.
Frak me.
“¿Almirante?”
Su cabeza atendió rápidamente a la mención de Zarek de su título. La mirada de sorpresa en la cara de todos le confirmó lo que él ya había sospechado, que había dicho en voz alta su último pensamiento.
“¿Está todo bien ahí, Almirante?” preguntó Laura con un timbre juguetón en su voz.
“Bien,” contestó a través de sus dientes apretados.
“Porque parece distraído,” observó ella felizmente.
Él se quitó las gafas y se frotó los ojos. “Un dolor de cabeza por la tensión,” se las arregló para gruñir antes de volver a ponerse las lentes e intentar concentrarse en el informe de suministros enfrente de él.
“¿Puedo conseguirle algo para aliviar la tensión?” Ofreció ella voluntariosa.
Él se preguntó si había algo deliberado en la forma en que acababa de hacer la pregunta, pero su cara permanecía ilegible.
“¿Una aspirina, quizás?” Sugirió ella ante su desconfiada mirada.
No, una pura coincidencia, razonó él y alcanzó un vaso de agua para aliviar su repentinamente seca garganta. “Estoy seguro de que se irá solo.” Contestó en un tono cortante antes de tomar un trago del líquido.
“Bueno, mientras tenga el problema en sus manos.”
El líquido hizo un pequeño rodeo hacia su laringe antes de cambiar de dirección rápidamente para salir por su boca y nariz con una sorprendente velocidad. El agua se dispersó por el informe que tenía en la mano, la parte delantera de su chaqueta y una buena parte de la mesa antes de que sus ocupantes saltaran en un bizarro ballet mientras intentaban evitar el líquido expelido
Adama empezó a toser espasmódicamente. Alzó su mano derecha para taparse la boca y nariz, tirando sin querer el vaso de agua en el proceso, añadiéndolo al ya extendido desastre. Tory y Gaeta se apresuraron a apartar papeles y lápices del migrante charco.
“¿Bill?” La voz preocupada de Laura le alcanzó mientras rodeaba la mesa y le empezó a dar golpes en la espalda con lo que sospechaba que era una fuerza un poco mayor de lo necesario.
“¿Qué?” se las arregló para croar.
“¿Tienes una toalla o puede que una toallita en el baño?”
La mención de la toallita precipitó otro ataje de tos salvaje, lo que Roslin utilizó como excusa para golpearle en la espalda unas pocas veces más hasta que Tigh, agradecido, le indicó la dirección del baño.
“¿Está todo bien, Bill?” Preguntó él con verdadera preocupación.
Adama asintió distraído, con los ojos fijos en la puerta del baño, preguntándose lo que estaría tramando Roslin allí dentro, aterrorizado porque lo iba a descubrir.
Ella salió un momento después con una toalla grande. Adama contuvo la respiración mientras se acercaba, preguntándose si iba a ser víctima de más inmerecidos golpes, pero ella le sorprendió, yendo en su lugar hacia la mesa de conferencias para empezar a secar el lío que había en la mesa. Cuando la mayoría del líquido había sido absorbido para su satisfacción, se volvió hacia él.
“Tu uniforme está empapado.”
“Se secará,” dijo enfadado.
“Toma, usa esto.” Le tendió la toallita incriminatoria que no se había dado cuenta que había traído. “Agárralo, Bill,” añadió astuta, antes de volver al baño a dejar la toalla mojada.
Adama se sentó en la mesa y usó la toallita para secar las gotas húmedas de su chaqueta. Estaba quitando una pequeña mancha de agua que había caído al frente de sus pantalones cuando miró hacia arriba y encontró a Laura mirándole fijamente con una expresión divertida en la cara.
“Oh frak me!”
“Empezamos otra vez,” murmuró Tory.
PARTE CUATRO
Una incómoda hora más tarde...
“Eso finaliza esta reunión, caballeros.” Roslin recogió los incontables informes y ficheros repartidos delante de ella en una ordenada pila que tendió a Tory. “¿Llevarías esto de vuelta al Colonial One por mí? El Almirante y yo tenemos unos asuntos que discutir.”
“Desde luego, Señora Presidenta.” Tory aceptó agradecida los informes y prácticamente salió corriendo de la habitación.
Tigh, Gaeta y Zarek miraron su salida con una extraña mezcla de melancolía y pura envidia. Todos ellos sabían que algo iba mal entre los dos líderes, pero nadie quería quedarse para saber qué era. Varias miradas furtivas fueron intercambiadas antes de que un extraño y comunitario levantamiento tuviera lugar mientras los tres hombres se dirigían hacia la salida a la vez, apresurándose más que los otros en su urgencia por salir de la habitación.
Adama y Roslin se quedaron sentados en la mesa durante el extraño éxodo, sólo atreviéndose a mirar hacia arriba cuando la compuerta se cerró con un metálico ‘clank’. Se miraron durante un momento, breves segundos antes de que Bill se levantara repentinamente y caminara hasta la pequeña cocina.
Laura observó sus acciones curiosa, viendo cómo se echaba un vaso de licor, preguntándose si le ofrecería la habitual cortesía y echaría un segundo vaso.
No lo hizo.
“¿Estás preparado para discutir esto como adultos?” Preguntó ella finalmente, rompiendo el significativo silencio.
“¿Adultos?” Concedió él con su típica mirada. “¿Cómo llamarías a esa serie de bromas infantiles que hiciste durante la reunión?”
“Efectivas.”
Adama tomó un trago y se sentó en el escritorio, dándole la espalda a ella. “Sal de mis habitaciones, Laura.”
“No, Bill.” Observó sus hombros ponerse rígidos ante su obstinada negativa.
“No tenemos nada más que discutir.”
“Bill…” Soltó ella.
Él sacudió la cabeza, tomó otro trago de ambrosía y permaneció furiosamente callado.
“Lo que vi,” empezó, atreviéndose a mencionar ‘el incidente’ de nuevo. “No importa. No cambia nada entre nosotros.”
“Eso es basura, Laura, y lo sabes.”
“Estás siendo demasiado dramático.”
“No, estoy siendo honesto.” Se volvió en su sitio, finalmente atreviéndose a mirarla. “Había un balance entre nosotros.” Gesticuló entre ellos con las manos buscando las palabras correctas. “Un… equilibrio. Y ahora se ha ido.”
“Dame un respiro.” Soltó ante su insufrible niñería. “¿Crees que todo lo que hemos construido durante los últimos años ha sido comprometido porque yo te pillé… comprometido?”
Los ojos de él se endurecieron con la mención de lo inmencionable, otra vez. “No lo hagas, Laura.”
“Oh, déjalo ya, Bill. Estabas jugando contigo mismo. Menuda jodida cosa.”
“Se acabó.” Él se levantó del escritorio y llegó hasta ella en tres cortas zancadas, cogiéndola bruscamente por el brazo y arrastrándola hacia la compuerta.
Ella luchó contra él. “Necesitamos arreglar esto.”
“No podemos,” ladró él mientras la acercaba más a la puerta.
“Sí, podemos,” insistió ella.
“Imposible,” dijo él firmemente.
Su mano estaba en la rueda de la compuerta antes de que ella se consiguiera librar finalmente de su agarre y se escabullera hasta el centro de la habitación. Él se negó a mirarla, eligiendo mirar a sus pies en su lugar mientras su mandíbula se cerraba y abría frustrada.
“Vamos a arreglar esto ahora, Bill.” Le informó ella en un tono decidido, comedido, mientras empezaba a enredar con un pequeño lazo en la parte inferior de su blusa. Tiró del cierre oculto y la mitad del material se deslizó y quedó abierto.
Eso atrajo su atención.
“¿Qué crees que estás haciendo?”
“Estoy restaurando tu precioso balance,” soltó irritada mientras deslizaba un botón a través de un agujero de su ropa y la otra mitad de la blusa se separó, invitándole a una vista sin obstáculos del transparente sujetador que estaba debajo.
“Laura,” le advirtió.
Ella le ignoró descaradamente mientras deslizaba el sedoso material por sus hombros y lo tiraba a su cabeza.
La camisa aterrizó de una forma extraña en su hombro y él la manoseó un segundo antes de devolvérsela. “Póntela otra vez.”
“¡No!” Replicó obstinada, moviendo las manos por detrás de ella mientras luchaban por liberar el cierre del sujetador.
“No hagas esto.” La voz de él sonaba baja y peligrosa.
Ella continuó trabajando con el cierre, sin apartar los ojos de él. “Vamos a nivelar esto de una vez por todas.”
“No seas idiota.”
“¡QUE TE JODAN!”
Él la miró completamente sorprendido, no sólo por la obscenidad que había usado si no porque se dio cuenta de que iba en serio. Iba a hacerlo en serio… tumbarse delante de él porque se estaba comportando como un jodido gilipollas.
“¡Laura, para!” No pudo esconder la nota de pánico de su voz. Demasiado tarde, se dio cuenta de que si no la hubiera prevenido de seguir con su loca hazaña, su propio comportamiento cabezota habría inconscientemente creado una situación entre ellos que habría sido realmente irreparable.
Se movió rápido, agarrando sus brazos en un torpe intento por parar el amenazado descubrimiento, pero ella continuó luchando contra él. Finalmente él hizo lo único que su confuso cerebro podía pensar; la acercó en un aplastante abrazo, dificultando efectivamente sus esfuerzos.
“No lo hagas, Laura.” Enterró su cabeza en su cabello. “No quiero que lo hagas,” acabó en un suspiro roto.
“Pero dijiste...”
“Sé lo que dije,” dijo bajando la voz. “¿Qué haces escuchándome?”
“Siempre te escucho,” murmuró ella contra su cuello, sus labios moviéndose contra la piel de su garganta en un casi-beso mientras sus manos se rendían en desabrochar el sujetador y le rodeaban para acariciar su espalda en su lugar.
“Tú escuchas,” admitió él, saboreando el abrazo, “pero nunca haces lo que te pido.”
“Ahora sabes por qué.”
Eso sacó un exasperado suspiro de él mientras aflojaba su abrazo de la muerte de ella. “Si te dejo ir, ¿te pondrás la camisa otra vez?”
“Averigüémoslo.”
La liberó y se dobló a recoger la ropa descartada del suelo, con los ojos rozando su cuerpo, confiando la tentadora extensión de carne blanca y cremosa a la memoria, antes de tenderle la blusa.
Ella miró el material en sus manos. “Supongo que realmente no me quieres ver desnuda.”
“Más de lo que crees,” admitió él. “Pero no así.”
Mientras deslizaba los brazos por el tejido, sus ojos se engancharon, y un poderoso acuerdo tácito pasó entre ellos.
La mirada, unida a su presencia allí medio-vestida, era demasiado para él, así que se fue al sofá, sentándose cansado en la esquina antes de darse cuenta de que estaba en el lugar exacto en que ella le había descubierto hacía horas. Pensó brevemente en moverse, pero decidió en su lugar acatar su penitencia aquí, en este lugar.
El asiento se hundió cuando ella se le unió en el sofá, y su mano buscó la de él. Él miró en silencio mientras ella entrelazaba sus dedos con los de él, consiguiendo con esta acción traer de vuelta a casa lo que casi habían perdido por sus tercas acciones esa noche.
“Lo siento,” dijo con tono áspero, acariciando su pulgar donde descansaba junto al suyo.
Ella asintió, aceptando su disculpa con una gracia benevolente, y apoyó la cabeza contra su hombro. “¿Puede que algún día nos riamos de esto?”
Sinceramente lo dudo.
Su falta de respuesta la instó a separarse ligeramente. Fijó los ojos en los de él, con los labios curvándose en una casi-sonrisa. “Bill, admítelo… Fue algo divertido.”
¿Divertido? Sólo pudo gruñir como respuesta. “Eso es porque no fuiste tú la que estaba sentada ahí con tus cosas colgando afuera.”
“Lo sé,” suspiró ella y se acurrucó contra su hombro una vez más. “Por eso es algo divertido.”
Eso finalmente le sacó un amago de risa a él y ella sonrió triunfante, acurrucándose a su lado. “¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Puedes hacerla,” respondió él cauteloso.
“¿Cómo se duerme una persona a la mitad de...”
De todo el...
“... ¡Estaba cansado!” Replicó irritado antes de que ella pudiera acabar la frase.
Ella descartó rápidamente lo que consideraba una explicación completamente inverosímil. “Nadie está tan cansado. Quiero decir,” buscó una comparación razonable. “Eso es como quedarse dormido en medio de un polvo.”
Él aspiró sonoramente con el ejemplo elegido.
“¡No!” Se apartó para mirarle incrédula. “¡No lo hiciste!”
Él se encogió de hombros, incapaz de mirarla.
“Oh, dioses, ¡lo hiciste!” Le miró boquiabierta completamente sorprendida. “¿Cómo es eso posible?”
“¿Por qué no dejamos esa historia para otro día,” sugirió él. “Creo que ya he expuesto mi suave bajo vientre lo suficiente para ti esta tarde.”
“Mmm, sí.” Sonrió pícaramente con algún recuerdo personal, lo que hizo que algo en su interior se retorciera. “Y tu suave bajo vientre es bastante mono, ¿sabes?”, añadió, moviendo una mano por su pecho hacia abajo y sobre la pequeña elevación de su estómago.
“Lo es, ¿eh?” Paró su mano donde descansaba contra su ombligo y se relajó contra el sofá, cuidadoso de no desequilibrarla en el proceso. “Si eso era para hacerme sentir mejor, no lo consiguió.”
“¿No?”
“No. No hay hombre en el universo que eligiera las palabras ‘bastante mono’ para describir ninguna parte de su cuerpo.”
“Lo recordaré.”
La envolvió con su brazo y la acercó más a él pero ella se resistió, moviéndose en sus brazos hasta que estaba descansando sobre sus rodillas. Sin aviso, posó una mano en su pecho para equilibrarse y se inclinó hacia delante para rozar sus labios con los suyos.
Él se movió con ella, saboreando el gusto de su boca mientras alzaba sus manos para acercarla, deseando profundizar el contacto, pero ella le sorprendió alejándose en su lugar.
Laura se levantó del sofá como si nada fuera de lo común hubiera pasado y empezó a moverse resueltamente por la habitación, recogiendo sus pertenencias.
Bill se tocó los labios, confuso por su atrevido movimiento y su repentina retirada. “¿De qué iba eso?” preguntó finalmente cuando ella estaba lista al lado de la compuerta, preparada para salir.
Ella le favoreció con una tranquila sonrisa y un guiño sexy. “Sólo algo para alimentar tus fantasías,” bromeó, rompiendo en un puñado de adorables risas mientras salía de su camarote y entraba en los pasillos de la Galáctica.
Un lento dolor familiar se enraizó en su ombligo pero lo ignoró. Sabía que tenía que hacer un movimiento en algún momento, ponerle freno a esta interminable danza que parecían llevar uno alrededor del otro, más que nada debido a su obstinada insistencia. Ella se merecía algo mejor. No era justo hacerla esperar así.
Puede que después del juicio, cuando las cosas se calmen, razonó, antes de levantarse del sofá y dirigirse al dormitorio para el tan necesitado descanso.