Apr 21, 2008 22:08
Naike recordaba como había sido su primer beso. ¿Y quién no? Supuestamente, ese debía ser el recuerdo más dulce y delicioso de todos.
Supuestamente.
Aún hoy, cuando cierra los ojos, puede verlo. La imagen al principio es borrosa, tímida, como si no quisiera salir de su subconsciente a la luz del día. Luego se aclara -quizás demasiado- y las sensaciones se vuelven tan reales como el aire que respira. Eso la entristece y la llena de esperanza. Todo a la vez. Es terriblemente contradictorio.
Él no tuvo ni un poco de consideración. Ella no opuso ningún tipo de resistencia real. Esos débiles golpes que daba con los puños cerrados en su pecho y ese mero intento de alejarle con sus manitas de porcelana era pura fachada. Ella lo deseaba. Era patético, pero era verdad. No hizo más que fingir resistirse.
Y él lo supo. Siempre lo sabía todo. Incluso cosas que la propia Naike desconocía, a Leo no le pasaban desapercibidas. Simplemente, era como un dios arrogante y posesivo que engañaba, destrozaba, mutilaba el alma de sus creyentes hasta que sólo quedaban los resquicios.
La acorraló, ni ella supo como. Quiso gritar, pedir ayuda. Estuvo segura que moriría. Y de hecho, lo hizo, aunque sólo fuera por dentro. El comienzo de una muerta lenta e invisible.
No hizo nada.
Nada.
Se limitó a sentir como los fríos labios de él impactaban contra los suyos, pequeños y quebradizos. Sólo se quedó paralizada. Sólo notó como la desesperación crecía dentro de sí, acorde con un extraño y delicioso embrujo. Era angustia y deseo mezclados.
No fue doloroso, realmente… sólo sintió como una sacudida de viento helado le acuchillaba el corazón, pero nada más. Nada más.
O eso quería creer.
Pero, ¿qué importancia podía tener eso ya? El primer beso ya había acabado, la primera oportunidad para no ser atrapada por un dios había huído. Ya sólo le quedaba el remordimiento de no haber tenido más fuerza y haberle empujado con más contundencia. Quizás podía haber apartado el rostro cuando vio venir ese beso robado a la fuerza. O quizás podía haberse suicidado en ese preciso instante. Sin duda, todo eso hubiera sido un camino más adecuado que el que había elegido.
Y ya no queda nada. Sólo recordar, recordar… y de vez en cuando -sólo de vez en cuando (y en completa soledad)-…
… llorar.
+ + +
Prompt: "Necesidad" en la lemon, "¿Por qué" en fanfic100_es
La nubla, la eleva, la mata. Quiere gritar, suspirar, dormir para no despertar jamás. Hay una cosa llamada remordimientos, ¿sabes? También hay otra llamada necesidad, deseo, amor.
¿Cuál es más fuerte? ¿Cuál de las dos eres capaz de sacrificar para que la otra viva en agonía?
Naike aún se hace esas -estúpidas e infantiles- preguntas. Trata de justificarse con ellas. Por que, claro, ¿tú hubieras sido capaz de renunciar al amor de tu vida por un par de -tontos e inútiles- remordimientos? ¿O hubieras sido tan patéticamente egoísta para hacer oídos sordos a la vocecita de la conciencia y seguir amando?
De todos modos da igual. Todo da igual. Probablemente cuando despierte, esas preguntas sólo serán espejismos borrosos de su mente -terriblemente masoquista, por cierto. Las recordará de un modo vago, como esas veces que nos preguntamos para qué hemos venido al mundo y al instante cambiamos de tema porque la respuesta es aburrida, ¿sabes de lo que te hablo? Pues eso mismo sucederá.
¿Por qué te has acostado con tu mayor enemigo, pequeña mentirosa?
No lo sé.
¿Por qué aún sigues teniendo la esperanza de que te vea como algo más que un cuerpo sin alma? Acéptalo, eres su muñeca. Se cansará de ti y te guardará en el frío baúl de sus falsificaciones de vidas.
¿Es eso lo que quieres?
Y Naike niega vehemente con la cabeza, da igual dónde esté -y eso le causa problemas, créeme-. Se contesta así su muda y personal pregunta. No. No, no y no. No quiero ser un objeto. No quiero ser una muñeca. Pero, es que simplemente…
… le necesito.
+ + +
Prompt: "Juegos" en la tabla lemon, "oscuridad" en la 100fanfic.
─Te odio.
Naike se detiene en seco. Sus manos, situadas sobre el pecho desnudo de él, de pronto son esculturas de hielo blanco.
Leo sonríe. Con ese sarcasmo tan suyo, con esa mueca burlesca que tan pronto la puede elevar al cielo como hacerla caer en picado contra el suelo de la dura realidad. Sonríe y la observa esperando una reacción, como el científico que ansía ver los progresos de su pequeña ratita de laboratorio.
La chica traga saliva, pero más bien se le antoja una bala de plomo áspera y pesada. Abre la boca para protestar, para pedir una explicación, para decir algo, cualquier cosa… pero la voz ha huido de ella. Gesticula torpe y suavemente, como una marioneta con hilos quebradizos. Nada emerge de sus labios helados.
─Acéptalo, criatura… ¿quién podría amar a alguien como tú? Por favor, mírate… das pena.
La voz sigue sin querer regresar, temblorosa, paralizada. Los ojos amenazan con anegarse de nubes que le emborronan la vista. El dolor palpitante en el pecho es todo lo que puede sentir, todo lo que es capaz de sentir. El resto no es más que una ilusión lejana de la consistencia de la piedra. Pesada. Irreal.
Imposible…
Entonces sucede. Leo cierra esos ojos rojos que tanto la hechizan y se encoge de hombros. Es un niño pequeño que se ha cansado de su juguete, un niño que se aburre de no ver lo que quiere. Chasquea la lengua. Dice un par de palabras que, en primer término, no tienen sentido dentro de la cabeza de Naike. Y cuando su cerebro por fin las procesa a duras penas, representan toda su salvación.
─Era mentira, niña tonta. Por supuesto que no te odio. Reacciona, te has quedado blanca.
No vive, no muere; no es nada y lo es todo a la vez. La felicidad se expande por su pecho, asciende por su garganta como oxígeno nuevo y fresco. A su vez, a contracorriente, la angustia desciende para almacenarse en su vientre y quedarse ahí, palpitante, oscura. Una plaga.
Por fin cree que ha recuperado el don del habla. Vuelve a abrir los labios. Los sonidos parecen roncos y feos al ser pronunciados con su voz.
─¿No… me… odias…?
─No, claro que no. Te amo.
Y acto seguido, sin darle tiempo siquiera a reaccionar, pasa un brazo por encima del pequeño hombro de ella y posiciona la mano en su nuca, enmarañando el cabello negro. De un empujón más bien brusco, atrae su cabeza hacía él y captura sus labios en una mordaza de carne cálida. Y ella calla.
Como siempre.
Como siempre.
Se limita a seguir el sutil e inocente juego que Leo le dicta. Un juego del que es protagonista, asesina y victima.
claim: leo/naike,
fandom: vidas paralelas,
comu: fanfic100,
tabla: lemon,
tabla: 100prompts,
comu: retos a la carta,
tema: het