Le mira de reojo. Podría ser un chico normal ─probablemente lo es. Podría, simplemente, ser un estudiante más de la universidad. Un hijo ejemplar. Un joven tranquilo. Un chico perfecto.
Podría.
Algo le dice lo contrario. No sabe exactamente por qué lo piensa. Quizás por el disimulado destello que ha visto desprenderse de sus ojos cuando ha abajado la mirada para otear su reloj de muñeca. Quizás por el mortecino gesto con que ha fruncido los labios; casi impaciente. Quizás porque, por primera vez, la tez de sus mejillas se contrae suavemente y desdibuja una sonrisa arrogante, oscura. Imperfecta. Y abre los labios. Y los sonidos se deslizan dulcemente entre el silencio y el aire invernal.
Entonces Naomi comprueba, en una fracción de segundo, que sus sospechas sobre el joven Yagami son ciertas. Y en la siguiente fracción piensa que, probablemente, era un chico demasiado perfecto para ser real.
+ + +
Fandom: Vidas Paralelas (Original)
Claim: Mike/Sam
Título: Adorable
Palabras: unas 1000
Para:
fanfic100_es Prompt: Luna
Está sentado en el suelo con las piernas cruzadas. En mitad de la azotea. En el centro, en el punto justo en que la luna proyecta más luz derretida sobre el suelo de cemento. Debe gustarle eso de ser el centro de atención, ser la persona a quien todas las luces apuntan. Quizás así se siente importante. Quizás así la sensación de ser un chico invisible para todo el mundo amengua… un poco.
Sonríe, sus ojos miran una nada que le parece divertida. Tiene una bolsa de patatas al lado y, de vez en cuando, la toma con una mano y encasta la otra en el interior para sacar un par y llevárselas a los labios. El crujido que emiten es lo único que se oye en el ambiente sepulcral.
Parece contento. Siempre lo parece. Quizás, simplemente, nació contento.
Lo es la primera vez que Sam se despierta durante la madrugada porque no puede dormir. Ni mucho menos es la primera vez que se escabulle a la azotea del edificio para comprobar que sus sospechas son ciertas: Mike no duerme. Nunca. Ni él ni su primo menor, ese niñato callado que se llama… ¿Ethan? Pues ese.
Menudo par de polos opuestos. Mientras que el tal Ethan hace como todos los demás y se reúne en el dormitorio, saca un par de mantas mugrientas del armario y finge dormir en el suelo -con todos-, su primo no parece tener esa santa paciencia. A veces lo intenta. Imita a Ethan como un niño pequeño que quiere seguir los pasos de su hermano mayor, pero siempre termina revolviéndose entre las sábanas y saliendo a fuera para estirar las piernas.
Es inquieto. Es infantil. Si no fuera por sus dos metros de altura, su torso musculoso y su complexión de oso, cualquiera pensaría que es un crío de cinco años.
Probablemente el interior lo es.
Y claro, Sam podría decir más cosas de él… para su inexplicable desgracia, parece haber desarrollado alguna especie de molesta obsesión por ese gigante rubio y risueño. Podría decir que, desde que él y su primo han llegado al Ático, Mike no ha dejado de sonreír ni un instante. Ni un instante. Ojo, que se dice rápido… ¿acaso alguien ha intentado pasarse las veinticuatro horas del día sin relajar los músculos faciales? Pues eso.
También podría decir que, quizás el chico no tiene paciencia para estarse quieto, pero sí la tiene para aguantar los insultos. Y es que no hay manera de hacerle enfadar; Sam le ha llamado de todo: niñato, gilipollas, imbécil, cabrón… y él sólo sonríe. Ah, y ha veces incluso se disculpa. Suelta un par de “Perdón, perdón” o “Vale, vale” y allí termina la discusión.
Para Sam, es frustrante que haya alguien a quien sus palabras envenenadas no afecten. Es raro. Ilógico.
Y a la vez, fascinante.
Sucede a veces. Cuando esa palabra se abre paso entre las toneladas de rencor, Sam se apresura a ahuyentarla como si tuviera la peste. Y es que ella es una tía dura y arrogante nada sentimental; pensar que algo puede fascinarla es simplemente ilógico, anormal.
Quizás le da miedo pensar que detrás de su muro de hierro puede quedar algo de ingenua curiosidad. Quizás. Quién sabe.
─¿Estás ahí, verdad?
Tuerce una sonrisa perversa. Un par de crujidos de patatas fritas tintinean en el aire nocturno. Mike no se gira, y su mata de cabello rubio es el punto fijo en que Sam tiene clavada su expresión segura de sí.
─¿Debería preguntarte como te has dado cuenta? ─inquiere ella con aire fingidamente desinteresado.
─Ajá. Me gustaría contártelo.
─Idiota ─Sam se cruza de brazos─. No me interesa. Sé de sobras que tienes los sentidos más desarrollados que la mayoría de personas. ¿Te crees que soy ignorante?
─No. Creo que eres orgullosa.
─Vete a la mierda.
Mike gira la cabeza y, por primera vez, la mira por encima del hombro. Luce una sonrisa ingenua para la ocasión.
─¿Lo ves? Eres muy orgullosa.
─Soy lo que soy. Y punto.
─Y también adorable.
Sam siente que todos los músculos del cuerpo se le tensan al oír aquello. Un sentimiento que mezcla la indignación y la incomprensión asciende por su garganta como líquido burbujeante y fresco.
Al hablar, trata de que su voz no delate la curiosidad.
─¿Adorable?
─Ajá.
─¿Por qué? ─ordena, desafiante─. Y depende de la respuesta, puede que te parta la cara. Tenlo presente.
─Vale, vale ─Mike suelta una pequeña risa y vuelve a mirar al frente─. Eres adorable porque me recuerdas a una niña pequeña que quiere parecer mayor. Como un cachorrito que ladra mucho pero no muerde nunca porque teme hacer daño a los demás con sus dientes apenas afilados aún.
─Yo no soy ningún cachorro.
─Ya, ya ─dice conciliadoramente él─. Pero lo pareces. Además… ─ríe un poco─ tu físico me da razón. Quiero decir… ¿Te has dado cuenta de que cuando estamos al lado te doblo en altura? Yo dos metros, tú apenas metro cincuenta. Ya sabes… eso no es algo que pase desapercibido.
Sam gruñe.
─Vale, ahora ya te has pasado. Que sepas que dentro de cinco minutos exactos te partiré la cara.
─¿Cinco minutos?
─Cinco minutos.
─Oh. Entonces, ¿tengo tiempo antes de preguntarte algo más?
Sam entrecierra los ojos con desconfianza, pero al fin responde.
─Habla, imbécil.
─¿Por qué siempre me espías cuando subo a la azotea?
Oh. Tema crudo. Sam estaba esperando que lo preguntase hace tiempo, y para su desgracia, no tiene una repuesta preparada. Tendrá que improvisar.
─Porque me aburro. Y fijarme en todos tus defectos me entretiene.
─¿Te fijas en mis defectos?
─Es imposible ignorarlos.
─¿Y las cualidades?
─¿Qué cualidades? ─inquiere ella con una sonrisa burlesca.
Mike ríe una vez más.
─Eres rara.
─Y tú gilipollas.
─Orgullosa.
─Gilipollas.
─… y adorable…
─Gi…-
Se queda con las palabras en la boca. Mike ha vuelto a girarse para mirarla por encima del hombro y en esta ocasión su sonrisa no es ingenua ni divertida. Es tierna. Cariñosa. Muy distinta de las despreocupadas que suele regalar a la gente.
Mike es un niño pequeño en cuerpo de un adulto. ¿Acaso los niños pueden sentir ternura al ser insultados?
Pero Sam recobra la compostura, por supuesto. Como siempre. Porque ella es una chica dura que no va a permitir que un niño grande la altere de ese modo. Se cuadra de hombros, cruza los brazos y cierra los ojos engreídamente.
Da un paso en dirección a la mata de cabello rubio.
─Ya han pasado cinco minutos.
─¿Hora de partirme la cara?
─Hora de partirte la cara ─responde ella con burlona diversión.
Sabe de sobras que eso es lo último que hará. Al menos, esa noche.
+ + +
Fandom: Vidas Paralelas (Original)
Claim: Ethan/Mike
Título: Heridas
Rating: K+
Palabras: unas 700
Para:
fanfic100_es y
crack_and_roll Prompt: ¿Cómo?
Reto: yaoi I
Advertencias: muy leve slash. Inciesto de primos. ¿Spoilers?
Cura sus heridas. No se puede decir que lo haga con especial cariño; sus gestos son fríos y calculados, el paño mojado de agua se desliza por la piel de sus brazos sin demasiado cuidado.
Cura sus heridas, pero sabe que no puede hacer nada más. Quizás por eso pone tanto empeño en ello.
Mike sonríe. Sonríe. ¿Cómo puede sonreír en una situación así?
¿Cómo?
─¿Te duele?
─No mucho…
Silencio. Los dedos del niño se crispan un poco entorno al borde del paño, aunque no dejan de dibujar su metódico trayecto por los brazos morenos de Mike. Los finos cortes se abren y la tela adquiere una coloración roja al entrar en contacto con la sangre.
Nunca debió de pasar esto.
Ethan abaja un poco más la cabeza, derrotado.
─Mentiroso ─musita.
Mike no responde. Sólo sigue sonriendo.
¿Por qué lo hace?
─Papá se ha pasado esta vez contigo ─ susurra Ethan. El paño rojo se detiene cuando llega a la altura del codo─. Si te hubiera golpeado una sola vez más… pensé que ibas a perder la conciencia o algo…
¿Por qué no se enfada? ¿Por qué no hace más que sonreír de ese modo tan… estático?
─Soy un chico con suerte, Ethan.
Los hombros del aludido tiemblan ligeramente. Aún tiene la mirada desdibujada por el cabello negro que le cae sobre la frente.
─Mentiroso ─repite─. Eres demasiado falso…
─No lo soy ─responde Mike con calma. Suspira─. No deberías tomártelo todo tan a pecho. Son simples golpes; sanarán.
─No me des órdenes. Soy libre de hacer lo que se me dé la gana.
─Vale, vale.
Sigue curando las heridas. Planea no volver a abrir la boca en todo el tiempo, ya que si lo hace, sabe que no conseguirá nada con sus palabras. Mike es una fuerza inamovible, una sonrisa estática que no desaparece ni con la tormenta ni con la sangre.
Es tonto.
─La gente suele llorar cuando sangra, ¿sabes, Mike?
─Ah.
─¿Por qué no lo haces tú?
El aludido se rasca la cabeza mirando el techo. Cuando aparta la mano del cabello se la mira unos instantes y repara en que debe tener una herida en el cráneo también, porque los dedos se han teñido de rojo. Ethan, sin decir palabra, se acerca un poco más y le pasa el paño mojado por la cabeza.
─¿Por qué? ─repite Mike, confuso, mientras el otro sigue a lo suyo─. No lo sé. Supongo que porque sé que tu padre no tiene otra opción de hacer lo que hace.
La mano de Ethan queda suspendida en el aire; su propietario permanece incrédulo.
─¿¡Qué no tiene otra opción!?
Mike le saca la lengua a modo de disculpa muda. Sus ojos ya no sonríen.
─Ponte en su lugar: tiene que hacerse cargo de un niño de nueve años que no es ni su hijo. Un niño que sólo le causa problemas… es normal que de vez en cuando caiga alguna paliza ─se encoge de hombros.
Ethan apenas puede creerlo.
─Mike… lo que papá te hace no son simples palizas. Él quiere mata-
─No lo digas ─ruega Mike─. No lo digas, por favor. Así… ─los músculos faciales se contraen una vez más, aunque la mueca despreocupada es tan falsa que duele de ver─. Así es más fácil.
Y no lo dice. Nadie dice nada. Pero las palabras flotan, giran y trastabillan en el aire cerrado de la habitación.
Ethan cada noche, después de que su padre llegue borracho y apalice a Mike, se encuentra a solas con su primo un año mayor y le cura las heridas como si de un hermano se tratase.
Cada noche Ethan le cuestiona a Mike porque siempre tiene esa jodida sonrisa en la cara.
Cada noche Ethan se da cuenta con más nitidez de que no es más que un niño iluso que cree que pasando un simple paño húmedo por las cicatrices del otro podrá curar heridas que no se ven.
Y cada noche termina discutiendo con él, insultándole, pegando puñetazos a su pecho y abriendo las heridas que minutos antes le ha curado. Sólo recibe como respuesta un “Eh, eh, tranquilo. Mañana será un día mejor… o al menos eso dicen”.
Después caerá dormido en el suelo, entre mantas grises y mugrientas, entre los brazos de su primo. Como siempre.
Mike, sólo entonces, cuando está seguro de que nadie le ve, deja que la máscara llamada “sonrisa” se desvanezca y comprende porque la gente suele llorar cuando sangra.
+ + +
Fandom: Vidas Paralelas (Original)
Claim: Ker/Naike. Algo de Ker/May.
Título: May
Palabras: unas 500
Para:
fanfic100_esPrompt: triangulo.
Cuando la ve por primera vez, una sola palabra acude a su mente.
May.
Su corto cabello color chocolate se agita, vuela, revolotea sobre la brisa dorada. Parece fino, delicado. El de una muñeca. Cuando anda, los pies desnudos se le antojan extremadamente blancos y pequeños en contraste con la negrura condensada del asfalto. Sus piernas son las de una niña pequeña, y el vestido blanco y vaporoso deja ver el inicio de un muslo de porcelana.
Cuando los pies se detienen, ella vuelve la cabeza. Un cascabel tintinea entre el aire y el silencio. Es un sonido dulce. Le trae demasiados recuerdos.
Sus ojos le otean desde la lejanía. Irises negros, un negro intenso y vacío. Transparentes. No son ojos de una hermosura radiante ni cegadora.
Son ojos… bonitos. Pero nada más.
Pero es más que suficiente.
Ella parpadea y ladea la cabeza con gestos infantiles. Indeciso, Ker da un paso en su dirección. Alza una mano con lentitud, como invitándola a tomarla.
Ella retrocede. Tiembla. Sus labios se entreabren y el vaho del pánico ondea en las partículas negras de su pupila.
─May… ─susurra Ker.
Y en ese momento la realidad le golpea como agujas de hielo clavadas en la garganta. Esa niña no es May. May nunca actuaría así al verle. May jamás se abría encogido de ese modo, presionando la espalda contra la pared y oteándole llena de horror.
May hubiera esbozado una ancha sonrisa y abría acortado la distancia que les separaba para lanzarse a sus brazos.
No es May.
No es May…
… pero se le parece tanto...
+ + +
Fandom: Death Note
Claim: Light/Misa
Título: Inhumana
Palabras: 200
Para:
10fandomsPrompt: Dios
Inhumano.
Probablemente, esa sería la palabra con que cualquier persona definiría sus acciones.
Probablemente es inhumana. Pero no importa, porque todo está bien así. Es más fácil. Más dulce.
Tararea una canción que recuerda haber oído en algún lugar. Quizás cuando era pequeña su madre solía cantársela. Quizás ella misma la ideó cuando se quedó sola. No lo sabe.
En algún rincón de su pecho quizás, -quizás- aún se divisa el resquicio de luz que antaño amó. Hoy la oscuridad la ciega. Hoy quiere hacerlo desaparecer a toda costa.
Tararea. Tararea con los ojos entornados y vahos de inconsciencia nublándole la pupila cristalina. Lo labios se mueven con lenta ternura, acarician el aire y la voz que calma fantasmas de niebla invisible.
El bolígrafo posado sobre el papel con la sutileza de una mariposa. El latido lejano de lo que alguien nombró “corazón”. El alma atrapada entre cuatro paredes suplicantes.
Desliza la tinta helada por una realidad blanca y parpadea la imagen desconocida dentro de su cabeza. Lentamente. Dulcemente.
Inhumana.
Una muñeca…
… a las ordenes de Dios.
+ + +
Fandom: Death Note
Claim: Light/Misa
Título: Corazón
Palabras: 200
Para:
10fandoms Prompt: "Corazón"
Notas: inspirado en una imagen del primer opening owo.
Light.
Light.
Eran dulces y arrolladores ecos dentro de su cabeza.
Él la miró desde la lejanía. No sonreía. No lo necesitaba. En cambio ella sí que parecía necesitar mantener a flote esa desesperada sonrisa de felicidad en llanto que amenazaba con petrificarle los rasgos. En algún rincón de su conciencia resonaban cuatro palabras sin sentido: un ángel no llora. Un ángel no se desespera por la partida de su señor. Un ángel es sólo el consentido esclavo de su Dios.
Llegó hasta dónde estaba. Cayó, tropezó. Él la tomó en brazos.
La piel era fría, helada. Recordaba ligeramente al abrazo protector y posesivo de una pétrea estatua. Impenetrable. Inalcanzable.
Light.
Ella hundió el rostro en su pecho, aferró las con las manitas su camisa del tacto del hielo. Lloró. Los ecos se hicieron más fuertes, arrolladores entre las cuatro paredes de su cabeza. Dijo muchas sandeces, y preguntó otras más; cuestionó, por ejemplo, si la amaba. La voz pendía entre un sentimiento de tristeza y inseguridad.
Él soltó un escueto y embriagador “sí”.
Y ella no trató de encontrar una explicación al hecho de que en el pecho de su Dios no se escuchase el latido de ningún corazón.
+ + +
Fandom: Vidas Paralelas (Original)
Claim: Ethan/Arín
Título: Esconderse
Palabras: 200
Para:
fanfic100_es Prompt: "Verde"
Notas: inspirado en la canción "Hide away", de la Hilary Duff =D.
¿Por qué se esconden?
Arín se lo pregunta a menudo. Son sólo cuatro palabras, cuatro sonidos ni dulces ni amargos, vacíos. Aún busca una repuesta. Aún está convencida de que no existe tal cosa.
¿Por qué se esconden?
No lo sabe. A veces siente la imperiosa necesidad de gritarle a la soledad esa tonta pregunta. Otras veces es sólo una frase en ecos que de vez en cuando suelta algún que otro latigazo de pánico dentro de su pecho. Por suerte o por desgracia, Ethan suspira en aquel momento sobre su cuello y las palabras vuelan, giran en el aire, se desvanecen.
No está mal. Nunca lo ha estado. No tienen nada de qué avergonzarse.
¿Por qué?
A su amo no le importaría; probablemente, si se lo contase, sólo se encogiera de hombros y respondiese que, si ella se las arreglaba para matarle cuando llegase el momento, que de mientras hiciera lo que quisiera. Y Ethan tampoco tendría problemas por su lado, si se enteraran. Quizás tendría alguna que otra discusión con sus compañeros. Quizás no podrían aceptarlo de primeras. Pero lo harían; eventualmente.
Entonces todo sería perfecto. No más ojos preocupados y enmarcados por la sombra de una capa de viaje. No más manos frías por las perpetuas noches a la intemperie porque no tienen otro lugar dónde ir. No más latigazos de pánico, ni de culpabilidad, ni de ira. Sólo ellos.
Sería bonito, ¿no? Ethan lo sabe. Sabe que esas impertinentes preguntas pasan constantemente por la cabecita pelirroja de Arín. Pero aún y así, calla. Se levanta y se va. Huye.
No entienden nada. Ninguno de los dos.
Arín le seguirá; eventualmente. Le encontrará en algún callejón sin salida, sentado sobre una amargura de asfalto y con la espalda recostada en un muro de frustración. Se acercará con una indecisión impropia porque, aún hoy, todavía le imponen escalofríos esos ojos verdes y serios.
Se arrodillará frente a él. Le pasará los brazos por encima de los hombros, abrazándole por el cuello. Y llorará en su lugar, si hace falta. Dirá las palabras cursis que él no quiere decir.
En el fondo sabe que Ethan se avergüenza de estar enamorado. Y aún más si está enamorado de una chica desquiciada y sádica.
Se avergüenza de haberse enamorado de ella. Tiene que ser eso.
Por eso se esconden. Y…
… Arín cree que ese es motivo suficiente.