A hard rain is gonna fall (ii)

Sep 20, 2012 23:37

Anterior | Masterpost




II. I’ve stepped in the middle of seven sad forests
20 de mayo de 1965

Querido Tony,

Saigón es asombrosamente verde. Verde y llena de pequeñas calles cargadas de aromas y sabores desconocidos. Creo que te gustaría, aunque fuera solo por eso, por la cantidad de cosas nuevas que experimentar. Las calles están siempre llenas de gente y casi todos se mueven en bicicleta. No sé si eso te gustaría. A mí me gusta.

Hay cierta familiaridad en la ciudad, aunque sea lo más diferente a Brooklyn que haya visto en la vida. Puede que sea... No sé cómo describirlo, pero hay algo en las ciudades acostumbradas a la guerra, algo que se siente tanto en París como en Praga, como aquí, en este lugar que a primera vista podría ser un mundo distinto. Es una especie de miedo de fondo, una desconfianza omnipresente. No lo no ves directamente en nadie, no lo sientes en la superficie, pero está allí, por debajo de todo. Es un poco triste que tras tantos años de ser colonia francesa el nexo más obvio entre Saigón y París sea la guerra.

Lo siento, no sé por qué te cuento esto. ¿Cómo va la universidad? ¿Encontraste la solución para esos propulsores? Seguro que sí. La base es bastante cómoda, aunque todos se quejan de los mosquitos y el calor. Yo no lo noto mucho por… ya sabes, aquello. Esta mañana conocí a mi brigada. Parecen buenas personas. Es raro. Tienen mi edad, pero se ven tan jóvenes… Ahora dirás que hablo como un viejo. Y encima tendrás razón…

Hay un bar cerca de la base. Como todos los bares cerca de una base militar, está lleno de soldados que quieren olvidar por un momento donde están y de damas dispuestas a ayudarlos. A Steve nunca le ha gustado mucho aquello. Una cerveza con los amigos, seguro. Pero las damas no son objetos que utilizar para olvidar los problemas (y luego olvidarlas a ellas con la misma facilidad).

Llega con un par de compañeros de brigada. Frank tiene 22 y Charlie 25, lo que significa que ambos son mayores que Steve. Hablan esperanzados, vibrando con las ganas de luchar por su país. Y a Steve le gustan sus ganas, su idealismo. Pero es obvio que ninguno ha estado en una batalla. Están tan verdes como la selva en la que van a meterse.

- Dicen que el Capitán América está en Saigón,- anuncia Frank.

Steve le da un trago a su cerveza sin inmutarse.

- ¿El Capitán América? ¿En serio?- pregunta Charlie, la emoción brillándole en los ojos.- ¿Va a ir al frente con nosotros?

Frank sacude la cabeza.

- No sé. Dicen que va a entrenarnos. Pero no tendría sentido despertar al Capitán América y no enviarlo al frente, ¿verdad?

Charlie asiente con entusiasmo.

- Ningún sentido.

- Yo no creo que vaya,- interviene Clint, dejándose caer sobre una silla. Tiene la edad Steve pero por algún motivo parece más curtido que los otros.- El Capitán América es un personaje de historieta. Sirve para el afiche, no para la guerra. A lo mejor nos da un discurso o algo,- termina en tono sarcástico.

A Steve le arden un poco las orejas.

- Peleó en Europa,- se oye decir antes de pensarlo.

Clint le da un trago largo a su cerveza.

- Sí. Hace veinte años. Suero o no suero, dudo mucho que esté en condiciones de meterse a esa maldita selva. Además, ¿por qué el tío Sam arriesgaría a su precioso Capitán enviándolo a pelear con los demás mortales?

- El Capitán América es un héroe de guerra,- dice Frank, muy serio.- Muestra un poco de respeto, Barton.

Clint se ríe sobre el pico de la botella.

Lo peor, piensa Steve, es que no está tan equivocado. Si no hubiera insistido tanto, si no lo hubiera puesto como condición irrevocable, el gobierno lo tendría encerrado en la base de Saigón entrenando novatos y dando discursos hasta que la guerra se resuelva. Pero los años en que él mismo era un novato que seguía órdenes sin cuestionarlas han pasado hace mucho. Y si consiguió que lo enviaran al frente cuando era un chico enclenque de Brooklyn que ni siquiera pasaba los exámenes físicos, no hay fuerza en la tierra (o el gobierno) que vaya a encerrarlo en una base ahora.

*

En junio, Vietnam cambia de gobierno por décima vez en dos años. Steve lo menciona en una de sus cartas, pero Tony está demasiado borracho cuando la lee como para enterarse. Hey, las notas de sus finales son increíbles. Se lo ha ganado.

- No es que no me guste hablar de enzimas digestivas en insectos terrestres, Pym, pero si vamos a pasarnos la noche en este rincón, también podríamos haber metido un par de whiskies al laboratorio.

Hank lo mira alarmado.

- Hay tres terrarios de vidrio en el laboratorio. Y la última vez quisiste emborrachar a mis Eciton burchelli.

Tony rueda los ojos.

- Alguien necesitaba divertirse esa noche. ¡No quiero a tus hormigas, Hank! ¡Quiero que socialices! Vamos a bailar.

- ¿A bailar?- Hank se ríe.- Tony, no puedes ni caminar.

- ¡Claro que puedo!- protesta Tony, pero en cuanto lo intenta, tiene que cogerse de la mesa. La observa un rato con el ceño fruncido, como si ella tuviera la culpa.- Dame dos minutos.

- Los que quieras,- responde Hank con media sonrisa.

No son los amigos más obvios del mundo. Tony es como una tormenta eléctrica, fascinante y un poco aterrador, y para ser al menos 5 años menor que cualquiera de sus compañeros, tiene una popularidad admirable. O al menos, siempre está invitado a todas las fiestas (aunque eso tiene un poco más que ver con la fortuna Stark de lo que a Tony le gustaría). Hank, por otro lado, es el típico ratón de laboratorio, siempre hablando de biología e intentando fundirse en el paisaje. Ni siquiera llevan las mismas clases, pero Tony dice que es una de las pocas personas con las que se puede tener una conversación interesante en este maldito lugar, y cuando Tony Stark decide que quiere ser tu amigo, hay muy poco que puedas hacer al respecto. Casi no salen juntos, pero en raras ocasiones (como ésta) Tony consigue sacarlo del laboratorio a rastras.

- Se acabaron las clases, Pym. Si no te diviertes ahora, ¿cuándo?

- Me divierto en el laboratorio.

Tony da un trago largo directo de la botella y lo mira con cara de “sí, bueno, claro.” Luego pasea una mirada lenta por la fiesta, que empieza a vaciarse.

- ¿Sabes qué? Tienes razón. Vámonos al laboratorio.

- Acabo de decirte que no puedes…

Pero Tony ya se balancea hacia la puerta. Avanzan a oscuras por el campus, entre parejas y borrachos repartidos sobre el pasto.

- Steve me escribió,- dice Tony de pronto.

- ¿Steve?

Tony lo mira como si no lo conociera.

- Steve,- repite.- Está en Vietnam.

- Oh. ¿Es un amigo tuyo?

Tony se encoge de hombros.

- Es Steve.

Avanzan un rato en silencio. Hank decide hablar para llenar el vacío (y tal vez distraer a Tony lo suficiente para desviarlo del camino hacia el laboratorio).

- ¿Qué dice la carta?

Tony lo mira. Por un segundo Hank piensa que ya no recuerda de qué están hablando, pero entonces se saca un papel doblado del bolsillo. Lo abre y finge leer en la oscuridad.

- Blablablá… todo verde… blablablá… compañeros… blablablá… Vietnam esto, Vietnam lo otro… blablablá… no me van a dar permiso tan pronto, que pases un buen verano solo en Nueva York, un abrazo, Steve.

Tony vuelve a doblar la carta y se la mete al bolsillo.

- ¿Tenían planes para el verano?- pregunta Hank después de un rato.

Tony niega con la cabeza (mala idea) y se tambalea.

- Pero lo extrañas,- dice Hank, ayudándolo a recuperar el equilibrio. Tony se sacude para soltarse. A veces es un poco raro con eso de recibir ayuda.

- ¿Qué eres, mi consejero espiritual?- Se frota los ojos con las manos, como despertándose.- ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer en verano?

- Me voy al sur. Bruce Banner está haciendo cosas interesantes y quiero hablar con él.

- ¿Banner? ¿El de las partículas gamma?

Hank asiente.

- Nuevo Mexico acaba de contratarlo.

Tony parece impresionado (o a lo mejor le ha dado mucho aire) y se apoya en un árbol.

- Hazme un favor.

- Dime.

- Recuérdamelo cuando el mundo deje de dar vueltas.

*

4 de julio (o lo será cuando esto llegue)

¡Feliz cumpleaños!

Quise enviarte fuegos artificiales, pero hay un montón de regulaciones estúpidas en el correo respecto a los explosivos controlados. Se llaman “controlados” por un motivo, Steve. En todo caso, feliz cumpleaños. Tendremos fuegos artificiales el próximo año, cuando no me abandones a mi suerte todo el verano.

Hablando de lo cual, me voy a Nuevo Mexico con Hank a ver si conseguimos permiso para volar laboratorios ajenos. O si nos colamos sin permiso. Lo que sea que funcione. Hay un tipo haciendo cosas brillantes en física nuclear y…

- ¡Tony!

- ¡Dame un minuto! ¿Qué va a pasar? ¿Va a dejarnos el maldito avión? ¡El maldito avión es mío!

- Y te encanta recordármelo,- dice Hank rodando los ojos.- ¡Llevo una hora esperando!

- Y un minuto más no va a matarte.

- ¿Qué tanto escribes?

- Una carta. Por dios, dame un maldito minuto.

- ¿Una carta para Steve?- pregunta Hank. Tony levanta la vista del papel. No recordaba haber mencionado a Steve en la universidad.

- ¿Qué sabes tú sobre Steve?

- Que está en Vietnam,- dice Hank con gesto curioso y de pronto se acerca mucho a la cara de Tony.- Y que tus pupilas se dilatan cuando hablas de él. Mmm… Interesante. La otra noche pensé que era el alcohol, pero es un patrón, ¿verdad?

- Mis pupilas no…

- El parasimpático no miente, Tony.

- ¿Quieres ir en bus hasta Nuevo Mexico, Pym?

Hank se ríe pero no dice nada más. A veces a Tony se le olvida por qué es amigo de estos malditos genios.

*

Y luego lo recuerda con la fuerza de mil soles.

Porque por supuesto que los gorilas de uniforme en la puerta del laboratorio los revisan con cara de “¿quién le dio un pase a estos niños?” Y en cambio, Banner sale con los lentes de seguridad en la cabeza y les da la mano sin inmutarse.

- Henry, es un placer conocerte por fin.

- El placer es mío, Dr. Banner.

- Por favor, creo que hemos hablado lo suficiente de partículas subatómicas como para que me llames Bruce,- dice con una sonrisa. Cuando gira hacia Tony parece un poco más reservado.- ¿Tony Stark, cierto? Henry dijo que vendrías.

- Mucho gusto,- responde Tony, dándole la mano.

Banner lo observa un momento como animándose a decir algo.

- ¿Qué?- pregunta Tony, un poco a la defensiva. Sí, tiene dieciséis. Y es un maldito genio. Solo necesita pasar al laboratorio para empezar a probarlo.

Pero Banner lo sorprende.

- ¿Qué hay de cierto en el rumor de que fuiste tú el que diseñó el sistema de dispersión inteligente de las minas Stark?

Tony sonríe. Eso es diferente.

- No sé quién le ha estado contando chismes, Dr. Banner, pero no todos son… falsos.

Banner se ríe.

- Estoy trabajando en un sistema de dispersión para metales pesados en estudios de…- sacude la cabeza.- Mejor vamos adentro y se los muestro.

Y así de simple, los gorilas se quedan (pasmados) en la puerta y los genios se encierran en el laboratorio.

Tony detesta el desierto (Hank lo encuentra fascinante… por supuesto que lo encuentra fascinante, está lleno de insectos). Pero Banner resulta ser un tipo genial y las conversaciones sobre transformación de masas cobran un sentido completamente nuevo cuando la bioquímica, la física y la ingeniería se dan permiso para ir más allá de las limitaciones establecidas.

Nuevo Mexico es un banco de arena apilada sobre brasas calientes. Pero sentado en la terraza con una cerveza en la mano y diagramas extendidos sobre la mesa, oyendo a Hank y Banner discutir las posibilidades de empaquetar materia en espacios subatómicos, con el sol cayendo lentamente sobre las dunas (tanta energía, tantas posibilidades), a Tony se le ocurre que en realidad, el desierto no está tan mal.

*

En agosto, el Capitán América participa en la primera victoria importante de los Estados Unidos contra el Vietcong en años. Las tropas celebran, la nación celebra, y por unos días todos olvidan que llevan años perdiendo.

En la radio, voceros del gobierno anuncian cinco años de prisión para aquellos que quemen sus tarjetas de reclutamiento (previsiblemente, la quema de tarjetas aumenta al doble) y el locutor pone a un tipo cantando sobre grandes bolas de fuego. Steve no está seguro de que sea una canción apropiada.

Clint, por otro lado, se desarregla el cabello y canta, fingiendo tocar el piano. Charlie se le une a media estrofa. Hay momentos en los que gritan “¡grandes bolas de fuego!” y Steve está seguro de que les está dando un ataque. Pero termina la canción y se tumban riendo.

- Amo este locutor,- anuncia Clint, matando mosquitos con una cerbatana. Tiene un talento especial para ello.- Por otro lado, no sé cómo no se me ocurrió a tiempo lo de quemar la tarjeta.

- Cierra la boca, Barton,- dice Frank, sentándose con un cuenco de arroz.- Nadie quiere oír tus ideas desertoras.

- No son ideas desertoras, son sueños frustrados. Ideas desertoras son las de los locos que robaron el Banco de Hanoi y le echaron la culpa a un coronel muerto.

Y luego escaparon, piensa Steve. Pocos saben sus nombres, pero todos han oído la historia. Lynch está desesperado por cogerlos.

- No seas negativo, Halcón,- dice Charlie.- Las cosas están mejorando. Con el Capi aquí la guerra va a terminar pronto, ya verás.

Lo curioso de Charlie, es que su nombre es Charlie. Charlie Lee, nieto de inmigrantes chinos y tan perfectamente asiático que el comando pensó seriamente usarlo como agente de infiltración, hasta que se dieron cuenta de que para los locales, Charlie no se ve ni de lejos tan local como para los extranjeros (sin contar con que el chino aprendido en la colonia cantonesa de San Francisco tiene poco que ver con alguno de los dialectos vietnamitas). En el tiempo que llevan juntos, Clint se ha convertido en “Halcón”, por aquello de la puntería. Steve, de forma bastante menos imaginativa, ha pasado a ser “Brooklyn”. Pero nadie llama a Charlie “Shakespeare” (tiene un cuaderno en el que escribe todo el tiempo) o “San Francisco”, a pesar de las obvias confusiones que se generan, porque es demasiado divertido que el único asiático en la brigada se llame “Charlie”.

(Tal vez eso no es lo más curioso. Tal vez lo más curioso de Charlie es que conserve el buen humor tras cuatro meses oyendo las mismas bromas.)

Clint se encoge de hombros.

- El Capitán América es solo una persona,- dice Steve de pronto.- Muchos más participaron en el ataque.

- ¿Ahora te vas a poner del lado de Barton?

- ¡Hey, yo no he dicho nada!- protesta Clint.- De hecho, me tocó ver al Capi en el frente. Retiro lo dicho. El tipo es una máquina.

- Te lo dije,- dice Charlie con una sonrisa.

- Me lo dijiste,- admite Clint.

- Y también Frank.

- Eso no lo recuerdo,- evade Clint y apunta la cerbatana.

Charlie ríe, el locutor pone a unos tales “chicos de la playa” y por un segundo todo está bien en el frente.

*

23 de agosto

Te vi en las noticias. O bueno, vi la batalla. Y la entrevista del Capi. Cuídate, ¿sí? No te confíes demasiado en… ya sabes. El país te necesita entero. Y vivo.

Nuevo Mexico sigue como la semana pasada (y la anterior, y la anterior), demasiado caliente y cubierto de arena. Pero voy a extrañar a Banner. Te llevarías bien con él. Es un poco tímido, pero cuando empieza a hablar de física no lo para nadie. Y defiende sus ideas con una pasión que, tristemente, tienen pocos científicos. Las aguas mansas y todo eso.

Vamos a pasar por NY de regreso. Hank quiere ver el taller y yo quiero ver a Rhodey. ¿Te conté que va a unirse a la fuerza aérea? El maldito no me dijo...

- ¡Tony!

- Um… Hola. ¿Cuánto… tiempo sin verte?

La casa está llena de gente. Es una de esas fiestas que da Howard una vez cada fin de siglo para entretener inversionistas. La comida es excelente, pero Tony está acostumbrado. Aburrido. Aburrido es más exacto. Rhodey da vueltas, despidiéndose de las pocas personas que conoce en el círculo de los “ricos y famosos”. Hank tiene cara de querer meterse debajo de la mesa.

- ¿No tienes idea de quién soy, verdad?- dice la chica con una ceja alzada.

Es preciosa y, ahora que la tiene cerca, debe tener más o menos su misma edad. Es difícil notarlo a primera vista, con los tacones y el maquillaje y ese porte de reina de la fiesta. Lleva un vestido largo de satén oscuro con un corte que Tony nunca había visto en una chica de su edad y el cabello negro le enmarca el rostro con una naturalidad que tiene que haber costado una fortuna.

- Er…

La chica rueda los ojos en un gesto que delata su edad.

- Tony Stark… No vas a decirme que ya has olvidado a la primera mujer que te rompió el corazón.

Tony entrecierra los ojos. Se acordaría de haber salido con una chica tan… Un momento.

- ¿Jan?

La chica suelta una carcajada y lo abraza.

- ¡Jan!- grita devolviendo el abrazo.- ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Suiza reformándote de tus pecados?

- No eran tantos pecados,- dice, quitándole importancia con un gesto.- No tantos como los tuyos, en todo caso, y aquí estás.

- Hey, cumplí mi condena. No es mi culpa que los genios tengan sentencia reducida.

- Por dios, Tony. Llevas años en la universidad. Es de muy mal gusto que se lo sigas restregando en la cara a los pobres mortales.

Tony ríe con ganas por primera vez en la noche.

- ¡Hey, Rhodey! ¿Te acuerdas de…?

- ¡Jan!

- ¡Jim! Por dios, qué alto estás. ¿Es cierto que vas a entregarle ese cuerpo a tu país?

Rhodey, previsiblemente, se sonroja hasta las orejas. Jan se gira hacia Hank, que lleva un buen rato con la boca abierta.

- ¿Y tú eres…?

- Um… Hank. Henry. Henry Pym.

- Janet Van Dyne,- dice Jan, estirando una mano hacia Hank, que la mira sin saber qué hacer hasta que Tony le da un codazo y reacciona lo suficiente para tomarla.

- ¿Eres amigo de Tony, Hank?

Hank asiente sin decir una palabra. Tony se apiada de él.

- Hank es una de las mentes más brillantes del MIT. Por favor, deja algo de su cerebro intacto para la ciencia.

Jan ríe con una risa cristalina que no parece augurar un buen futuro para el cerebro de Hank.

- No prometo nada.

Hablan de Jan y su regreso a Nueva York, de sus planes de convertirse en diseñadora de modas (“una muestra de mi talento,” dice mostrando el vestido con un giro que hace que a Hank se le caiga la copa de la mano), de Rhodey y su ingreso a la academia de pilotos, de Nuevo Mexico y los proyectos de Hank (“en castellano, por favor”), de sus anécdotas en la primaria y esa manía de Tony de volar laboratorios (“todos y cada uno,” dice con orgullo). Jan arrastra a Hank a la pista de baile y Rhodey se niega a bailar con Tony para acompañarlos (“deja de respirar químicos en el laboratorio, Stark, te están haciendo daño”). Cuando los Van Dyne se van a casa, Jan los hace prometer que seguirán en contacto. Hank pasa el resto de la fiesta con cara de cachorro perdido. Terminan la noche en una mesa abandonada, con una botella de whisky (el whisky nunca se acaba en las fiestas de Howard) y el equipo de limpieza zumbando a su alrededor.

- Jan Van Dyne… Hank, amigo, debo reconocer que si me hubieran preguntado, hubiera dicho que estaba completamente fuera de tu alcance. Pero supongo que hasta yo me equivoco.

- Um… Tony… Tú sabes que yo nunca…- Tony alza una ceja.- Es la primera chica que te rompió el corazón… y tú eres mi amigo…

Tony suelta la carcajada.

- Lo digo en serio. Yo nunca…

Bebe un trago largo.

- Estábamos en primer año y era San Valentín. La profesora nos dio a cada uno un corazón para decorar. Yo rompí la muñeca de Jan. Ella rompió mi tarea.

- Oh.

- Oh,- asiente Tony.- No te preocupes, Hank. Tienes mi bendición.

- Pero… tiene dieciséis años.

- Diecisiete. Y si lo siguiente que piensas decir es “solo es una niña,” anda pensando en buscar un hotel.

Hank asiente, pensativo. Luego sonríe.

- ¿Qué edad dices que tiene Steve?

Tony lo tira de la silla de un empujón.

*

A mediados de octubre más de cuarenta ciudades, dentro y fuera de los Estados Unidos, marchan contra la guerra de Vietnam.

Dos semanas después, veinticinco mil personas lideradas por cinco Medallas de Honor, marchan a favor.

*

18 de noviembre de 1965

Querido Tony,

Esta semana tuvimos una victoria importante. Fue larga y difícil, pero los hombres pelearon con todo lo que tenían y los norvietnamitas retrocedieron. Llevamos helicópteros y morteros contra un ejército que ni siquiera tenía botas de combate. Aún así perdimos a más de 70 valientes. Por lo que dicen, ellos perdieron cerca de 2000.

Tenías que haberlos visto, Tony. Ninguno parecía mayor que tú.

Ayer, 150 soldados americanos murieron en una emboscada mientras intentaban cruzar la selva a pie. Dicen que mueren más soldados intentando llegar a las batallas que peleándolas. Por lo general, nos llevan en helicóptero. Nos sueltan, peleamos, nos vuelven a elevar. Cuando miras hacia abajo, no tienes idea de dónde estás.

Nuestro campamento suele moverse por aquello de las "operaciones especiales", pero hay escuadrones que llevan meses…

- ¡Brooklyn! ¡Nos vamos!

Con cuidado, Steve hace una bola de papel y la deja caer en la bolsa de basura de camino al helicóptero.

Hay cosas que Tony no necesita saber.

*

A fines de noviembre, el Secretario de Defensa vuelve de una visita a Vietnam y, en una reunión privada, confiesa que las bajas estadounidenses podrían ascender a mil hombres por mes en un futuro cercano.

Al día siguiente, Industrias Stark decide finalmente tomar un papel activo en la guerra.

*

10 de diciembre

Um… ¿Feliz navidad?

Si mis cálculos no fallan (y aceptémoslo, rara vez lo hacen) esto debería llegarte el 25. Espero que las cosas estén bien por allá y que por lo menos tengas tiempo de sentarte con una taza de chocolate y abrir tu regalo. ¿Toman chocolate en Vietnam? Probablemente no, con eso del calor. Aquí nos estamos congelando. Howard tiene “mucho trabajo en Washington,” así que voy a llevarme a Hank, a ver si Jarvis consigue que engorde un poco. Además, Jan está organizando una especie de fiesta y Hank necesita un empujón (y alguien que le diga qué ponerse, lo juro, algún patólogo debería estudiar su atrofia del sentido de la moda).

¿Estás bien, verdad? Las noticias por aquí no son nada alentadoras. Me digo “es Steve, no puede pasarle nada,” pero ya sabes… no hace daño preguntar. ¿Están seguros en el campamento? ¿Te tratan bien los otros niños? Ya sabes que si alguno de los monitores te pide que hagas algo indebido siempre puedes...

- ¿Carta de tu chica?

- ¿Qué?- pregunta Steve distraído.

Clint se quita el poncho y sacude la cabeza, salpicando toda la tienda. Frank protesta entre sueños. Empezó a llover hace tres días y no parece que vaya a amainar pronto.

- Siempre pones esa cara de tonto,- dice.- ¿Es linda? Seguro que sí. Podrías pegar una foto. Digo, para alegrar el ambiente.

- Es un chico,- aclara Steve. Clint abre los ojos como platos.

- Hey,- dice bajando la voz,- no es que yo tenga ningún problema, pero…- hace un gesto señalando a Frank.- Ya sabes, deberías tener cuidado cuando hablas de eso… aquí.

- Es un chico de dieciséis años.

- Oh,- dice Clint y hace el gesto más extraño del mundo.- Entonces puede que sí tenga un problema.

- Oh por… Es el hijo de un amigo. Es como un hermano pequeño. O algo así. No lo sé. No somos familia, pero de alguna manera…- termina Steve en un susurro. Le da un poco de vergüenza, porque nunca se lo ha dicho a ninguno de los dos, pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte ha empezado a pensar en Howard y Tony como su familia. La única que ha tenido en mucho tiempo.

Clint asiente y su rostro vuelve a parecer humano.

- Ok, eso tiene sentido. Y menos probabilidades de que vayas preso. Ok. Sí. Me gusta.

Steve sacude la cabeza.

- Eres un tipo raro, Barton.

Clint sonríe con todos los dientes, como si fuera un halago.

- ¿Y qué te mandó tu hermanito por navidad?- dice tumbándose a su lado y cogiendo el paquete.

- No lo sé,- dice Steve, quitándole el paquete de las manos. (La etiqueta dice “para las noches de insomnio” y no quiere darle más ideas raras.)

- ¿No vas a abrirlo?

Steve pensaba esperar a quedarse solo. Pero es tonto, claro. ¿Por qué iba a necesitar privacidad para abrir el regalo de Tony? Charlie le enseñó la camiseta de la banda de su hermana a todo el mundo. A lo mejor es solo que le hubiera gustado tener un poco más de tiempo para preguntarse qué podría haber en el paquete. Cuando era pequeño, le gustaba jugar a adivinar qué le traería Santa. Los regalos nunca eran lo que esperaba, pero el juego no se trataba de los regalos. Se trataba de imaginar cosas sorprendentes. Y un regalo de Tony es una oportunidad invaluable para imaginar cosas sorprendentes.

Con mucho cuidado (para exasperación de Clint), despega la cinta y abre el paquete. Dentro hay un libro pequeño con cubierta de cuero.

No. Un momento. No es un libro.

- ¿Por qué tu libro tiene baterías?- pregunta Clint.

Steve abre la cubierta y, por supuesto, dentro no hay ningún libro. Lo que hay es una pantalla, algunos botones y una nota que explica qué hace cada uno. Steve presiona el que sirve para “encender/apagar” y la pantalla se enciende, mostrando una larga lista de… ¿frases sin sentido? Steve presiona “elegir”. La página se llena de letras brillantes.

- ¿Un libro con luz?

- No,- dice Steve, comprendiendo con una sonrisa brillante.- Todos los libros que quiera.

No son frases sin sentido. Son títulos. Steve ríe, sin creérselo.

Clint parece impresionado.

- Nunca había visto algo así.

- Debe ser un experimento,- dice probando botones.- A Tony se le da bien la ingeniería.

- Ya,- dice Clint.- ¿Cuántos años dices que tiene?

- Dieciséis.

- A-ha.

Steve suspira.

- Tony… no es como otros chicos.

- Ya veo,- dice Clint sin despegar los ojos del regalo.

*

Tony cumple diecisiete en Boston, entre chicas con flores en el cabello, guitarristas de esquina y estudiantes tomando las calles. Hank tiene ideas muy claras sobre la guerra, pero rara vez deja el laboratorio para ir a alguna manifestación. Tony aprovecha para encerrarse con él. Sus ideas sobre la guerra no están tan claras.

- No lo tomes así… estoy contra la guerra, no contra los soldados. ¿No preferirías que Steve esté seguro en casa?

- Golpe bajo, Pym.

- Lo digo en serio.

- Yo también.

Tony sube la música y vuelve al trabajo.

- ¿Qué estamos escuchando?

- A Bob Dylan. ¿En qué planeta vives? Pensé que tú eras el activista político.

- Pacifista. Y eso no significa que tenga que conocer a todos los músicos que protestan por algo.

- Bob Dylan, Hank. Una vez más, ¿en qué planeta vives?

- En el planeta ciencia. ¿Qué demonios es eso?- dice, señalando las piezas sobre la mesa de Tony.

- Una celda de energía. Hice una autorecargable para el regalo de… pero estoy tratando de darle más potencia. Banner me dio algunas ideas. ¿Te imaginas un mundo que no tenga que recargarse?

- ¿Energía perpetua?- Hank frunce el ceño.- ¿Eso es posible?

- Dice el tipo que quiere meter un elefante por el ojo de una aguja.

*

En Europa, todos eran católicos o protestantes. Algunos detalles eran diferentes, como la visión del divorcio, pero en general, las costumbres eran bastante similares.

El budismo es un mundo nuevo.

A Steve le gustan sobretodo los cuencos cantarines, esas vibraciones que se te meten en el cuerpo y parecen alinearte con el universo. Siempre ha sido una persona muy física (incluso cuando su físico no colaboraba con los intentos) y tal vez por eso comprende la conexión, limpiar el cuerpo para limpiar el espíritu, usar el movimiento para alcanzar la armonía.

A Clint le da igual “el blablablá espiritual,” pero le gustan los templos, siempre en la cima de la montaña, ascendiendo y ascendiendo hasta tocar las nubes.

- Podría darle a Frank desde aquí,- dice soltando una flecha imaginaria hacia el campamento en la base de la colina.

- No tengo la menor duda.

Hay etapas como ésta, de esperar y esperar a que lleguen nuevas órdenes. A veces, para combatir el aburrimiento, suben al templo. Clint lleva el arco y practica su puntería (no lo demuestra, con esa actitud suya de “nada me importa” pero Steve nota cuánto necesitaba el respiro). Steve lleva el cuaderno y dibuja. Vietnam está lleno de insectos y plantas que no había visto en la vida.

- ¿Qué dibujas?

- Un nido de hormigas.

Hay unas hormigas, por ejemplo, que hacen algo sorprendente. Unen las hojas de los árboles con una membrana, cerrándolas hasta formar nidos que llegan a ser del tamaño de la cabeza de una persona. El amigo de Tony, Hank, dice que se llaman Oecophylla. Los locales las llaman hormigas tejedoras. A Steve le gusta observarlas. Primero llegan las obreras, que tiran de las hojas para acercarlas. Una tras otra se unen al esfuerzo, más y más hormigas tirando de una hoja cien veces más grande que cualquiera de ellas, formando cadenas para cubrir distancias que ninguna podría cubrir por sí misma. Y el trabajo no termina cuando consiguen unirlas, porque es entonces cuando llegan las “niñeras” (como las llama Steve) cargando a las larvas que producen la seda que sostendrá la estructura y le dará sentido al esfuerzo de las hormigas adultas.

Uno de los monjes le explicó una vez que las larvas pueden producir una cantidad limitada de seda y que cuando la usan en los hormigueros deben crecer sin crisálida. A Steve le pareció un poco triste, pero el monje dijo “todos nos sacrificamos por el bien de la comunidad,” y desde entonces las hormigas tejedoras cobraron una dimensión distinta en la mente de Steve.

Bucky tenía la edad de Tony. Lo bastante adulto para sacrificarse por otros, pero muy joven (demasiado joven) para tomar esa decisión. Y a veces recuerda la mirada de Howard haciéndole pruebas en el taller, observándolo reír con Tony en la mesa, y se pregunta si otros pensarán lo mismo de él. No se siente joven para la batalla. No sabe si es por las cosas que ha visto en el frente o porque había perdido la crisálida mucho antes de enlistarse. Cuando se pone el uniforme (su verdadero uniforme, ése que es rojo, azul y blanco y se le pega al cuerpo como una segunda piel) y avanza, sabe que la tropa avanza con él. Lo ven como un líder, como una inspiración, pero Steve sabe que es solo una hormiga con un traje distinto, incapaz de mover una hoja por sí solo, por mucha fuerza que le haya dado el suero. La tropa lo sigue, y ésa es su verdadera fuerza. Que la tropa lo sigue.

Las hormigas tejedoras se amontonan sobre una hoja, tiran con toda la fuerza que les da la unión.

Todos nos sacrificamos por el bien de la comunidad.

Steve piensa en Bucky, rogando que le enseñe a pelear, que lo lleve a misiones que podrían costarle la vida. Piensa en Clint, en Frank, en Charlie. Piensa en niños vietnamitas con machetes en las manos, inmóviles y vacíos sobre un colchón de hojas muertas. Piensa en monjes inmolándose en las calles de Saigón.

- Tú y las hormigas… ¿no te cansas de dibujar insectos?

- ¿No te cansas de lanzar flechas?

Clint hace una mueca.

- Buen punto,- dice, y vuelve a alinear el arco.

*

En mayo, Hank consigue meter un ratón por el ojo de una aguja.

En junio, Bruce Banner desaparece de la faz de la tierra.

*

10 de agosto de 1966

Querido Tony,

Hay una canción que Charlie y Clint cantan a coro cada vez que suena en la radio.

Tenemos que salir de este lugar
Así sea lo último que hagamos

Por alguna razón, no puede sacársela de la cabeza.

La desolación es absoluta. Los campos están en llamas, las casas están en llamas, los cuerpos quemados se doblan en ángulos imposibles. El rugir del helicóptero no consigue acallar los gritos.

- Halcón, tenemos que irnos.

Clint está inmóvil. No responde. No respira.

- Clint.

- Son…

Civiles. Son civiles. El ataque aéreo tenía la información equivocada. ¿Cómo iban a saberlo desde allá arriba? ¿Cómo iban a…?

El llanto de un niño se eleva por sobre todas las voces. Una mujer sale de una de las casas con el cuerpo en llamas y rueda por el piso para apagarlas.

- ¡Un médico!- grita Steve hacia el helicóptero.- ¡Necesitamos un médico!

- ¿Estás loco, Rogers? ¡Tenemos cinco minutos para que Charlie nos caiga encima!

- ¡Hay sobrevivientes!

- ¡Vietnamitas!- grita Frank.- ¿Crees que el Vietcong se va a apiadar de ti cuando nos encuentre aquí? ¡Sube al maldito helicóptero! ¡Barton, tú también!

- Hay sobrevivientes,- dice Clint, reaccionando por fin.- Podemos llevar a los que estén más graves...

El disparo hace el silencio en la jungla. La mujer deja de moverse.

- Los más graves están muertos,- dice Frank, todavía con el rifle en posición.- Sube al helicóptero.

Lo peor es que Frank tiene razón, de una manera retorcida y terrible. Ningún rescate iba a salvar a esa mujer. No del napalm. No en medio de esa selva donde las vendas se pudren y los insectos se propagan en heridas infectadas.

Tenemos que salir de este lugar
Así sea lo último que hagamos

Nadie dice una palabra de regreso al campamento. A diez pasos del punto de aterrizaje, Clint se lanza sobre Frank y lo tumba de un golpe.

- Teníamos una misión,- dice Frank sin inmutarse.

- ¡No era matar civiles heridos!

- Era verificar que el campamento estuviera destruido. Y estaba destruido.

- ¡Eran civiles!

- Eran vietnamitas,- dice Frank. Y lo cree. Realmente cree que todo el maldito país, la gente que están intentando proteger, es el enemigo.

- Eres un maldito psicópata, Castle,- dice Clint.

Y a Steve le encantaría pensar que ése es el problema. Que la mitad de las tropas, que la mayoría del gobierno, no piensa exactamente lo mismo que Frank Castle.

Tenemos que salir de este lugar
Nena, hay una vida mejor para ti y para mí

*

- Steve, fue un error. Fue un error terrible, pero los errores suceden. ¿Nunca atacamos el lugar equivocado en la segunda guerra?

La estática de la radio no lo deja oír lo siguiente que dice Steve, pero no hace falta. Lo conoce. Sabe lo que está pensando. Los errores suceden. Pero cuando suceden en una guerra, muere gente inocente.

- No son nazis, Howard. Son campesinos defendiendo su pueblo. Cuando nos miran, no ven a un ejército que viene a salvarlos de los invasores. Ven a los invasores.

Ten cuidado con lo que dices, Capi. El gran hermano está escuchando.

Nadie convirtió a Steve en el Capitán América. Erskine le dio fuerza física, agilidad, resistencia. Pero fue Steve quien tomó todo eso y construyó un héroe. Howard duda que el gobierno comprenda lo que eso significa, la magnitud de lo que ayudó a construir. Duda que Steve mismo lo comprenda. (Una parte suya tiene miedo de lo que sucederá cuando se dé cuenta. Otra se muere de ganas de verlo.)

- Estoy trabajando en los sistemas de detección aérea. No puedo darte detalles, pero cuando esté listo debería recoger información suficiente de la superficie para que esto no vuelva a ocurrir.

- ¿Cuándo va a estar listo?

En un mes, si consigo no dormir hasta entonces.

Termina el café y vuelve a llenar la taza.

- Pronto.

Oye a Steve respirar del otro lado de la línea. Lo oye cuestionarse cosas que nunca tuvo que cuestionarse cuando el mundo era blanco y negro y sus enemigos eran esvásticas sin nombre que experimentaban con la gente en campos de concentración.

- ¿Cómo está Tony?- dice finalmente.- No hemos recibido correo las últimas semanas.

- Steve…- responde Howard, agotado.- Si tú no sabes cómo está Tony, ¿cómo pretendes que lo sepa yo?

Masterpost | Siguiente

baby bang, avengers

Previous post Next post
Up