Son las seis de la mañana. Muchas cosas han pasado. Pero en este momento, me encuentro sentada en mi escritorio, escuchando suavemente a mi compañera de cuarto murmurar sus oraciones matutinas, recibiendo un nuevo día. Ella es de Bután. Y tiene un gran corazón de oro, pues ha cuidado de mi más veces de las que he podido contar desde que llegué a
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