Título: Piratas del Cielo.
Fandom: SHINee, f(x); leve aparición de EXO y After School; mención de miembros de Super Junior, Mblaq y TRAX.
Pairings: 2min (en este capítulo).
Resumen: Nacido en una prestigiosa familia de médicos, Taemin ha querido ser siempre pirata del cielo. Su hermano se fue hace 10 años para convertirse en uno y ahora que por fin puede acceder a su parte de la herencia, Taemin va a seguir sus pasos. Su objetivo es claro: encontrar El Susurro para darle a su capitán, Onew Sonrisa de Sol, el cofre que cierto pirata le confió hace tres años, cuando llegó moribundo al hospital de su familia, a cambio de dejarle formar parte de su tripulación.
Advertencias: AU de piratas del cielo, evidentemente xD. Inspirado en El planeta del tesoro, One Piece, Final Fantasy XII y Piratas del Caribe.
Notas: Respuesta a la
petición de
allalabeth_san con
esta imagen y
esta canción. No sé si es lo que tenías en mente, pero es lo que me ha salido a mí. ¡Espero que te guste!
Parte A |
Parte BCapítulo 1: El susurro de Lucifer.-¡Ya vienen!
La tormenta había embravecido el mar. Desde el timón, situado en la popa del barco, podía ver el infierno convertido en agua que tenía delante. Su tripulación seguían las órdenes que su contramaestre gritaba, repitiendo sus propias palabras, y todos ejercían de forma eficiente su trabajo. Pero no escaparían, lo sentía en cada poro de su piel tan bien como sentía el fuerte viento en contra.
Lo único bueno era que sus perseguidores también tenían el viento en contra, pero eran una docena de galeones y carabelas contra su, en comparación, pequeño bergantín. No quería mirar atrás y ver que prácticamente los tenían pisándoles los talones. Continuaban disparando sus cañones, pero sólo estaban malgastando munición, porque el objetivo no era hundirles, sino acorralarles. Sabía que su viejo rival no se arriesgaría a perder el tesoro que él poseía y que tanto ansiaba.
-¡Capitán! -su contramaestre subió corriendo las escaleras del castillo de popa, donde se encontraba el timón-. Está todo listo, pero no creo que...
-Luhan -le cortó-, encárgate del timón y mantén el rumbo -le dijo muy serio y su contramaestre no pudo hacer otra cosa que obedecer.
-¿Qué vas a hacer? -le preguntó preocupado.
-Magia.
La respuesta fue sencilla y concisa. Vio cómo su amigo abría la boca para volver a cerrarla, porque aunque no le gustaba la idea, no les quedaba otra alternativa a ser capturados.
Subió con maestría hasta la cabina del vigía sin que la lluvia o el viento le impidiese su ascenso. Utilizó el catalejos para poder encontrar al capitán de la flota que le perseguía y en su búsqueda reconoció a muchos miembros de su tripulación: Taecyeon Martillo Atronador, Joon Pies Ligeros, Junhyung Dos Segundos, Jonghun Pluma Rápida... todos ocupaban altos cargos en la tripulación de Onew Sonrisa de Sol, cuyo capitán localizó al lado del timón, lugar en el que él mismo había estado en su propio barco antes de subirse al mástil mayor. No pudo evitar sonreír: un pirata novato como él había conseguido hacerse con el mayor tesoro del mundo y tan sólo había necesitado un bergantín y una tripulación de doce miembros. Su nombre se convertiría en leyenda... si lograba escapar esta vez.
Se sacó el colgante de debajo de la camisa para apresarlo en sus manos. Cerró los ojos y se concentró para poder canalizar la magia que había en su interior. El colgante comenzó a emitir un destello verde cada vez más grande hasta acabar por envolver todo el barco y después, justo cuando abrió los ojos, se extendió como una explosión.
Como cada vez que eso sucedía, Taemin abrió los ojos sobresaltado. Estaba empapado en sudor y tenía la respiración alterada. Le costó reconocer que estaba en la cabina del vigía, pero no se sorprendió lo más mínimo. Cada vez que tenía un sueño de esos, despertaba en un lugar similar al que había visto.
La sala era alargada y bastante espaciosa, con grandes ventanales con prismáticos para que los pasajeros pudiesen observar el paisaje mientras viajaban. Su acceso cerraba después de la cena, por eso mismo si alguien le descubría, se metería en problemas.
Caminó con precaución por los pasillos, habiendo sido prudente al cubrirse el rostro con la capucha. Nunca usaba una prenda que no tuviese capucha con la que poder ocultar su rostro; todavía no era pirata, pero se había obligado a sí mismo a acostumbrarse a ese tipo de vida para cuando le llegase la oportunidad. Si bien viajar en un barco turístico del gobierno no era el modo más adecuado para acostumbrarse a la vida pirata, había sido el único barco que salía esa semana para Londail, y no le había quedado más remedio que pagar (y, ya puestos, se había cogido una buena habitación, no había escatimado gastos en la comida y había practicado todas las actividades de ocio que el viaje ofrecía).
Los pasillos eran de un color azul perlado uniforme, con escasa decoración. Las puertas se abrían por sensores de calor corporal, y cada una de ellas tenía un cartel electrónico en la parte superior que indicaba la fecha, el tiempo que hacía y cuánto quedaba para llegar al destino. Taemin no pudo evitar pensar que esa madrugada hacía un año desde que se había marchado de casa.
Estaba pensando distraído en ello cuando se chocó contra alguien al doblar la esquina de uno de los pasillos, poco antes de llegar a la cubierta. El desconocido le agarró con fuerza por la muñeca antes incluso de que pudiese soltar una exclamación por la sorpresa o una disculpa.
-¿Qué haces aquí? -le preguntó con voz imperial, provocándole un escalofrío, pero al momento, su expresión se suavizó considerablemente y esbozó una sonrisa cordial-. Discúlpame, suelo reaccionar de forma brusca cuando me asustan.
Le aflojó el agarre sin llegar a soltarle; Taemin volvió a respirar entonces pero no fue capaz de apartar su mirada de sus enormes ojos, o al menos a él le parecieron que eran muy grandes. El tipo le sacaba media cabeza y tenía el pelo completamente negro y corto, al contrario que él, que lo tenía rubio y más bien largo. Sus ojos eran negros y rasgados, característica de la gente de Siha, al igual que él. Debajo de su elegante y sofisticada indumentaria, se ocultaba un cuerpo cuyos músculos estaban entrenados sin duda alguna, no como el suyo, que a pesar de no ser enclenque, no terminaba de ser varonil, y por eso mismo le restaba años a su apariencia. Seguramente se trataba de un pasajero de primera clase, porque no iba vestido con el uniforme de los marines que trabajaban en el barco.
-No pasa nada -logró articular Taemin, cuando se dijo que habían pasado casi cinco segundos desde que el hombre le había hablado. Si comparaba sus voces, la suya era muchísimo más suave, mientras que la de él era ronca y grave, masculina.
-¿Te has perdido? -inquirió, soltándole al fin.
-Sí -mintió con naturalidad y justo se dio cuenta de que había un gran mapa en la pared de al lado que le indicaba el punto exacto en el que estaba de la inmensa nave-. No me llevo bien con los mapas -sonrió avergonzado.
El otro hombre pareció relajarse por completo y le sonrió con calidez antes de que ambos se acercasen al mapa.
-Los camerinos están en la otra parte de la nave -le señaló-. Tienes que salir a la cubierta y dirigirte a la popa por el pasillo de la izquierda.
-Se te da bien esto -no pudo evitar comentar.
Le volvió a parecer que le miraba con sospecha; Taemin no sabía quién era ese tipo, pero si no era parte de la Armada, también estaba donde no debería estar y era tan culpable como él.
-No te creas, estaba mirándolo antes de que te chocaras conmigo -sonrió, y Taemin no supo si creerle o no, pero tampoco le importaba demasiado-. ¿En qué clase vas? Si no es demasiada indiscreción preguntar.
-Clase B, ¿y tú?
-A. Mis padres insistieron en ello -rodó los ojos y luego sonrió. Taemin decidió que podía confiar en él en ese momento.
-¿Viajas solo?
-Sí, ¿y tú?
-También.
Llegaron a la cubierta enfrascados en una amena charla. A Taemin nunca se le había dado mal entablar conversación con desconocidos y este parecía propenso a charlar, así que respondió a sus preguntas y formuló las suyas sin que la conversación dejase de ser algo superfluo y normal para tratarse de dos desconocidos.
-¿Vas a Londail por algo especial?
Se habían acabado apoyando en la barandilla de la cubierta. El barco volaba sin prisa alguna y ellos podían disfrutar de la brisa nocturna. No eran los únicos que habían decidido salir a mirar las constelaciones de todas formas, pese a no ser horas.
-Busco a una persona -Taemin no supo por qué le había dicho la verdad en esta ocasión, pero estaba demasiado ocupado mirando las luces de la ciudad que sobrevolaban-. En realidad, hoy hace un año que salí de casa para encontrarle.
Notó su mirada clavada en él. Taemin estaba con los codos apoyados en la barandilla mirando hacia fuera, mientras que su compañero tenía apoyados los antebrazos y estaba de espalda al exterior, con el resto de la cubierta delante.
-¿En serio? -pareció sorprenderse-. ¿De quién se trata? Puede que haya escuchado hablar de él.
Taemin le miró entonces. Decidió en ese momento que le gustaban sus ojos, también sus cejas y su nariz, pero sobretodo, le gustaban sus labios carnosos, se le antojaban apetitosos, pero no sabía si esos labios podrían guardar su secreto y no había sido prudente durante todo un año para cometer un error estúpido ahora que por fin estaba tan cerca.
-A mi hermano -optó por decir y, de entre todas las personas que había conocido, se preguntó por qué le había venido precisamente él a la cabeza. No lo sabía pero, al comenzar, no pudo parar-. Nos llevamos diez años. Se fue hace once, cuando pudo acceder a su parte de la herencia. Yo cogí mi parte el año pasado, y desde entonces le he estado siguiendo la pista.
-Así que tienes diecinueve años -calculó con agilidad mental y Taemin asintió-. Soy dos años mayor que tú -volvió a sonreírle.
-¿Sí? -se sorprendió-. Te echaba más.
Esa fue la primera vez que escuchó su risa y, realmente, no hubiera sido muy exagerado decir que se había enamorado de ese sonido nada más escucharlo.
-Vaya -fue todo lo que dijo al respecto-. ¿De dónde eres?
Taemin decidió que había llegado el momento de acomodarse, por lo que se sentó en el suelo y sacó las piernas por la barandilla. No había peligro alguno de caerse porque el barco estaba rodeado por una esfera transparente que dejaba ver el exterior, creando la sensación de estar volando de verdad, no como esos otros barcos voladores que carecían de cubierta y no dejaban ver el exterior más allá de la cabina del piloto.
-Soy de Puerto Escarlata -volvió a serle sincero.
-Eso está cerca de La Bahía de los Caídos, ¿verdad? -le preguntó mientras se sentaba a su lado, también sacando las piernas por la barandilla.
-Sí. ¿Sabes la historia? -se giró a mirarle y le vio negar con la cabeza-. Se dice que la Primera Era Pirata terminó allí, cuando la Armada capturó al último de los grandes piratas: Zico Wanabe. Fue una gran batalla que tiñó toda la bahía de rojo, llegando el agua al puerto de ese color. Se supone que le cambiaron el nombre a la ciudad a raíz de eso.
-¿Te gustan las historias de piratas? -frunció el ceño y eso no le pareció buena señal a Taemin, quien volvió a desviar la mirada hacia el exterior.
-Son entretenidas -se encogió de hombros.
-A mí no me gustan los piratas, ni siquiera en historias.
Por su tono de voz, Taemin supuso que habría tenido algún tipo de encontronazo con ellos y decidió desviar el tema.
-Vivía en el Castillo Escarlata, ¿sabes? -volvió a atraer su atención.
-¿Vivías en un castillo? Debes ser alguien importante.
Ahora fue el turno de Taemin de reír y el desconocido le sonrió; era poco probable, pero tal vez le hubiese pasado lo mismo que le había ocurrido a él con su risa.
-Para nada -hizo aspavientos con la mano-. Fue un castillo hace algunos siglos, pero se reestructuró y ahora es una casa de médicos. Es bastante famosa en todo el país, me extraña que no te suene.
El desconocido se encogió de hombros simplemente.
-Nunca he estado allí, no me parece tan raro.
-Heechul odiaba aquel lugar -comentó a contarle, sin poder evitar ponerse melancólico-, mi madre también, pero se quedó por mi padre, que lo adoraba.
-¿Heechul es tu hermano?
-Sí.
-¿Y a ti te gustaba?
Taemin inspiró y luego dejó escapar el aire por las fosas nasales muy despacio. Dejó de mirar las luces de abajo para dirigir su mirada a las luces de arriba, al manto estrellado. En lugar de responder a su pregunta, comenzó a relatarle su historia sin saber muy bien por qué; nunca antes había necesitado contársela a nadie, pero esa noche era diferente.
-¿Alguna vez has sentido que estás en un lugar demasiado grande para ti y que, a la misma vez, no es lo suficiente espacioso? Que te ahogas en una prisión que no existe, que hay todo un mundo esperándote ahí afuera...
-No, la verdad es que no.
Taemin sonrió con tristeza.
-Yo tampoco. Me gustaba el Castillo Escarlata, pero creo que mi hermano sí se sentía de esa manera...
Cuando tenía ocho años, Taemin vio cómo su hermano y único familiar, le dejaba solo en el inmenso Castillo Escarlata. Fue una noche blanca; los copos de nieve caían despacio en el exterior, como si fuesen plumas de ángeles. Una de las pocas cosas que recordaba de su madre era una frase que solía repetir a menudo: «la nieve no es más que las lágrimas de los dioses congeladas por el frío del invierno», a lo que él preguntaba: «¿por qué lloran los dioses, mamá?», y ella siempre decía que era por su padre fallecido antes de su nacimiento.
Desde pequeño, Taemin había odiado y amado la nieve a partes iguales. Por más que intentase recordar, no se le venía ni un sólo momento en que su madre no hubiese estado triste, pero dejaba de llorar cuando nevaba, y por eso Taemin se pasaba todo el año deseando que llegase el invierno. Pero había sido esas mismas lágrimas de dioses las que se habían llevado a su madre cuando él tan sólo tenía seis años.
Su hermano nunca había querido a su madre ni a él, Taemin lo había sabido siempre. Estaba deseando alcanzar la mayoría de edad para coger su parte de la herencia y marcharse, por eso la noche en que lo hizo, Taemin no lloró, pero no pudo apartar su mirada de la ventana incluso cuando el punto en la lejanía que llegó a ser Heechul desapareció.
Su madre había odiado el Castillo Escarlata porque la había atado a ese lugar cuando se había casado con su padre, amante por igual tanto de su trabajo como de ella. Su hermano también había detestado ese lugar toda su vida, y había escapado en cuanto había podido. Él no lo odiaba, pero sí era cierto que se había pasado toda su adolescencia contando los días que faltaba para que llegase la hora en que él mismo partiría, aunque sus motivos para hacerlo habían sido muy diferentes a los de su hermano mayor.
Sin embargo, tardó cerca de un mes en hacerlo. Desde que Heechul se había ido, él había pasado a ser el señor del Castillo Escarlata, la gran casa de medicina. No era sólo un hospital, también era una universidad y un centro de investigación, por lo que jamás estaba sola. Su primo Jungmo se había convertido tanto en su tutor legal como en el director del hospital, y si Taemin había tardado tanto en poder marcharse había sido por el papeleo del traspaso de los títulos y la elaboración de su propio testamento en el que se lo cedía todo a él. Taemin volvería al Castillo Escarlata, por supuesto, pero sólo de visita, nunca para quedarse.
La última vez que lo miró tuvo claro que ése ya no era más su hogar, y aunque sintió una punzada de nostalgia, su determinación e ilusión por la nueva vida que le esperaba fuera de esos muros le hizo seguir adelante.
Tenía un sueño: convertirse en el mejor pirata de todos los tiempos.
Su padre había tenido problemas con la ley más de una vez porque acogía en su hospital a todo el que lo necesitase, y eso incluía piratas del cielo, los peores criminales de la actualidad. Jungmo había seguido su filosofía de curar a todo aquel que lo necesitase, independientemente de quién era o qué había hecho.
Cada vez que llegaba un pirata al hospital, Taemin se pegaba a él y le hacía contarle sus historias. Algunos le echaban malhumorados, pero otros, más amigables, le relataban sus hazañas a cambio de favores; Taemin había aprendido de esa manera que ningún pirata actuaba por caridad.
Había escuchado hablar de todo tipo de lugares, aventuras con las que él sólo podía soñar. Había aprendido las partes de los barcos, tanto los de mar como los de aire, e incluso conocía la jerga. El Castillo Escarlata estaba situada en las afueras de Puerto Escarlata, una gran ciudad famosa por su marisco, sus tabernas y sus fiestas, además de la leyenda. Su puerto era el tercero más grande del país y, como tal, estaba controlado por la Armada, pero no era raro ver a piratas pasearse por sus calles y acabar en trifulcas.
Él había preguntado a cada pirata que había encontrado por El Susurro, pero sólo un pirata borracho le había hablado acerca de ello y no habían sido buenas noticias precisamente, pero era todo lo que tenía y Taemin había zarpado en el primer barco que había puesto rumbo al lugar que el pirata borracho le había indicado.
No había tenido suerte allí tampoco, y durante más de un año fue de puerto en puerto buscando información sobre El Susurro y su capitán Onew Sonrisa de Sol. No había preguntado por su hermano ni una sola vez, pese a saber que también se había convertido en pirata. En ese tiempo había oído todo tipo de leyendas sobre ambos, porque no había pirata que se preciase que no conociesen sus nombres. Heechul era el capitán de la banda de piratas Chocoballs, cuyo territorio y flota le había llevado a ganarse el título de uno de los cuatros Reyes del Cielo.
Por otro lado, la historia decía que Onew Sonrisa de Sol había sido un pirata de la Primera Era, aquella en la que los barcos todavía navegaban por el mar y la magia aún existía en el mundo, esa magia que supuestamente se había ido apagando conforme la tecnología avanzaba. Taemin no creía en la magia, por más que soñase con ella, pero le resultaba divertido cómo transformaba la historia. Onew Sonrisa de Sol había pertenecido a la banda del Rey de los Piratas, Gold Sujong, y había ayudado a su capitán a hacerse con un inmenso tesoro que había ocultado en alguna parte del mundo. La leyenda decía que había partido el mapa en tres partes y se lo había entregado a sus tres subordinados más fieles para que lo protegiesen con su vida. A Taemin siempre le había resultado un poco tontos los piratas de la Primera Era porque, en lugar de disfrutar de sus tesoros, los escondían y dibujaban mapas para que alguien, en el futuro, los encontrase. Pero claro, sin mapas y sin tesoros, no había aventuras, y Taemin agradecía a esos piratas su estupidez.
Solía soñar a menudo con Onew Sonrisa de Sol y sus piratas, viéndose a sí mismo al mando de una tripulación que rivalizaba con él en hacerse con el tesoro de la leyenda. Siempre soñaba con grandes combates, peligrosas aventuras e intrépidas hazañas, con magia y criaturas fantásticas, y esos sueños le hacían caminar sonámbulo a un lugar semejante al que veía dormido; le llevaba ocurriendo desde pequeño, por eso ya ni se sorprendía cuando se despertaba en un lugar diferente al que se suponía debía estar.
Onew Sonrisa de Sol había sido uno de los tres piratas elegidos por Gold Sujong para custodiar uno de los trozos del mapa y, abordo de El Susurro, se había perdido entre la neblina del mar (o un resplandor verde producto de un colgante mágico en sus sueños). Pero El Susurro existía, sólo que ahora no navegaba por mar sino por aire, y muchos habían sido los piratas que lo habían visto. Su capitán se hacía llamar Onew Sonrisa de Sol, por supuesto, pero no era el auténtico. La Segunda Era de los Piratas había surgido hacía dos siglos con la invención de los barcos voladores y el resurgimiento de viejas leyendas, entre ellas, el tesoro que dejó Gold Sujong. Desde entonces, El Susurro había surcado los cielos y su capitán siempre se había llamado Onew Sonrisa de Sol, pero era evidente que no se trataba del mismo hombre porque era humanamente imposible. Taemin sabía que el verdadero nombre del actual Onew era Jinki, un pirata se lo había dicho hacía tres años.
Lo recordaba como si hubiese sido ayer. Taemin tenía dieciséis años y, desde hacía tres, ayudaba en el hospital con los pacientes convalecientes. Jungmo se había negado a que ayudase con los casos más graves porque él carecía de los conocimientos médicos adecuados para ello, y Taemin lo había entendido, por eso estudiaba para ser de mayor utilidad. Un día, un viejo pirata se desplomó a las puertas del Castillo Escarlata y fue el propio Taemin quien lo transportó hacia una de las camillas vacías de la sala de urgencias. El viejo tenía heridas muy serias, todas infectadas, y varios disparos; había sido un milagro que hubiese podido llegar desde el puerto hasta el castillo. Habían hecho todo lo posible por él, pero estaba condenado a morir. Aún así, Taemin le pidió que le contase su historia y, cuando el viejo pirata le preguntó por qué la quería saber, Taemin se sorprendió a sí mismo confesándole que le gustaría ser pirata del cielo.
Ningún otro pirata le había preguntado antes, y él tampoco había hablado de ello con nadie porque no quería darle un disgusto adelantado a Jungmo, quien por supuesto no aprobaría la idea de seguir los pasos de Heechul. Pese a que Taemin no había hecho nada por detener a su hermano, Jungmo había intentado de todo para persuadirle, pese a que desde el principio, ambos supiesen que no iba a tener éxito. Jungmo había sido su mejor amigo, su auténtico hermano, o al menos sí recibió el reconocimiento de Heechul, no como él. Decirle a Jungmo que quería enrolarse en una tripulación pirata habría sido demasiado para él, por lo que cuando se marchó, le dijo que se iba a explorar el mundo, a buscar su lugar, su vocación. Jungmo no dijo nada, pero Taemin presentía que sabía la verdad, que la había sabido desde que él no era más que un chiquillo que se emocionaba con las historias de los piratas.
El viejo pirata se llaman Joon; tenía el pelo blanco sucio y la barba descuidada comenzaba a colgarle. En su ojo derecho tenía tres cicatrices verticales y le faltaba la mitad de su brazo izquierdo. Taemin estaba curado de espanto respecto a amputaciones, y las cicatrices siempre le habían gustado porque prometían historias interesantes, más o menos tristes, pero entretenidas al fin y al cabo.
Seguía desconociendo el motivo, seguía sin comprender por qué ese viejo moribundo le había elegido, pero le había hecho acercarse a él y le había confiado un secreto antes de morir. Taemin había escuchado sus últimas palabras y soportado su aliento fétido. Le había cerrado los ojos luego y cubierto el rostro con las sábanas.
Había sido prudente sin embargo. Taemin había sido prudente durante toda su vida, de pequeño para no provocar las lágrimas de su madre o la ira de su hermano; luego se había dado cuenta de que muchos piratas habían acabado así de mal por impacientes, y él no se iba a permitir a sí mismo cometer sus mismos errores. Había tardado dos meses en ir al lugar al que el viejo pirata le había dicho. Había tardado todo ese tiempo porque había esperado que los piratas que estuvieron en la sala con ellos en el mismo momento en el que se lo reveló se hubiesen ido tanto del Castillo Escarlata como de la ciudad. Entonces, sólo entonces, fue al haya que el viejo le había indicado.
Los dominios del castillo no se limitaban únicamente a la enorme construcción, sino a los amplios jardines y al bosque que los aislaba de la ciudad. Todo el territorio había pertenecido a su familia desde que su bisabuelo mandase construir la propiedad. No siempre había sido un hospital, eso había sido cosa de su abuelo, y su padre lo había ampliado con la universidad y las salas de investigación, consiguiendo que al Castillo Rojo llegasen jóvenes de todas partes del mundo con la esperanza de convertirse en grandes médicos.
Era otoño, por lo que las hojas marrones de los árboles crujían bajo sus botas cuando caminaba sobre ellas. A Taemin le encantaba los jardines de los dominios porque adquirían un color diferente en cada época del año: el marrón anaranjado en otoño, el blanco en invierno, el rosado en primavera y el verde intenso en verano. De pequeño, solía amontonar un gran puñado de hojas con la ayuda de su madre y luego se dejaba caer en ellas, haciendo que éstas se esparciesen. De buena gana hubiese hecho lo mismo en esa ocasión, pero llevaba dos meses esperando poder ir al haya y la curiosidad le había llegado al límite de su paciencia.
El árbol en cuestión lo había plantado su bisabuelo cuando su abuelo no era más que un niño. Su madre solía llevarle a él porque había sido el lugar favorito de su padre en su juventud. El haya estaba junto a un pequeño lago en el que se bañaban en verano y, cuando no medía más de un metro, solía meterse entre las raíces y jugar a que esa era su base secreta o el camarote de su barco pirata. Había sido el único niño de todo el castillo, por lo que siempre había jugado solo, aunque nunca le había importado.
A sus dieciséis años, Taemin podía ver su interior si se asomaba, pero le era imposible entrar. Se había arrodillado y había metido el brazo esperando encontrar el pequeño cofre que el viejo le había mencionado. Sonrió de alegría al encontrarlo pero tuvo la prudencia de llevárselo a su dormitorio en el caserón en cuanto lo encontró.
Intentó abrirlo, por supuesto, pero era necesaria una clave para ello y el viejo no se la había dado.
Las palabras del viejo antes de morir habían sido: «busca El Susurro, dáselo a Jinki, es el verdadero nombre del capitán; dile que te envía Dubu Joon y te dejará quedarte con ellos».
Y así fue como Taemin decidió que, en cuanto cumpliera los dieciocho años y dejara el Castillo Escarlata en manos de Jungmo, partiría en su búsqueda. Pero ya había pasado un año y seguía igual de perdido que el primer día.
Había habido una guerra pirata hacía tres años, poco antes de que el viejo Joon llegase al castillo, en la que se habían enfrentado la banda de su hermano contra el Gobierno y la Armada. El Susurro había llegado al final de la contienda para detener la guerra que, finalmente, se había decantado de parte del Gobierno, y desde entonces no se había sabido nada de El Susurro o de su tripulación. Taemin tenía recortes de fotografías que habían salido en los periódicos, pero no sabía cuál de ellos era exactamente Onew Sonrisa de Sol; nadie lo sabía con certeza.
No le interesaba lo más mínimo qué había sido de su hermano tras la revuelta. Sin embargo, su revuelta había conseguido motivar el espíritu pirata en el resto de las bandas de los siete mares, y ellos se habían asentado en El Puerto de la Plata, el puerto espacial más grande del mundo, ahora libre del control del Gobierno, creando así la primera ciudad pirata de la Segunda Era.
Pero Taemin estaba muy lejos de allí. Los últimos rumores le habían conducido a Londial, una pequeña pero igualmente bulliciosa ciudad al sur de la península. Había escuchado que el último navegante de El Susurro había nacido ahí; no era gran cosa, pero menos era nada. Tenía todavía mucho dinero consigo, pero lo gastaba con sabiduría, aunque a veces se permitía algún que otro capricho, como ir en clase B en lugar de en clase D. Pero cuando estaba en las ciudades solía usar ropas desgastadas, con jirones, y no cuidaba demasiado su aspecto para pasar desapercibido, de esa forma evitaba ser una tentación para el pillaje, aunque ya le habían atracado más de una vez e incluso tratado de apuñalar. A Taemin no se le daba bien luchar, pero era un especialista en huir y su capacidad para advertir el peligro se había desarrollado considerablemente desde que vivía en las calles. Tenía todo su dinero en el banco, y sacaba pequeñas cantidades cada vez que lo precisaba, procurando hacer trabajos sencillos en las ciudades que le asegurasen un techo y al menos una comida al día.
Todavía no se había atrevido a enrolarse en ninguna tripulación pirata, sobretodo porque los piratas que había conocido no le habrían dejado marcharse cuando encontrase El Susurro, e incluso le habrían robado el cofre de enterarse de lo que era.
Le contó toda su vida al desconocido, omitiendo evidentemente, la parte que involucraba al pirata Joon y a su verdadero objetivo, y cuando terminó, le sorprendió que continuase escuchándole.
-¿Te sientes mejor? -le preguntó tras casi un minuto de silencio en el que Taemin se dedicó a perderse en su mirada.
-¿Eh?
El desconocido no se molestó en responder porque cogió su mentón para posicionar bien su rostro antes de besar sus labios. No era su primer beso, ni siquiera su primer chico, pero igualmente se sorprendió. Para cuando fue consciente, estaban caminando por los pasillos de la clase B hacia su camerino, y Taemin tuvo que darse cuenta de que había sido él quien le había guiado entre besos y manos ansiosas recorriendo cuerpos ajenos.
Se desnudaron mutuamente antes de llegar a la cama y las caricias adquirieron un grado más de intensidad ahora que tocaban la piel desnuda y sentían las reacciones del otro. Taemin no podía parar de retorcerse de placer por la sensación de su boca besando, lamiendo, mordiendo y succionando por todas partes en su cuerpo y sus manos tocándole como si hubiesen sido creadas sólo para eso.
Estaba ya dentro de él, embistiendo a buen ritmo, gimiendo ambos (Taemin un poco más escandaloso que él), cuando se detuvo para preguntarle:
-¿Cómo te llamas?
-¿Eh? -Taemin le miró con los ojos entrecerrados por el placer y el cansancio-. ¿En serio? No me puedo creer que hayas parado para preguntármelo... -movió la cabeza, haciendo que se despeinase todavía más.
-Dímelo -le pidió sonriendo por su reacción.
-Taemin -suspiró, porque había vuelto a moverse en su interior, aunque muy despacio en comparación con cómo iban antes.
-Así que somos dos min -su sonrisa se amplió y Taemin le miró sin entender-. Tu nombre termina como empieza el mío -le reveló y se acercó a su oreja para lamerla y darle un pequeño mordisco, provocándole un escalofrío-. Me llamo Minho -le susurró de la forma más sensual que Taemin había escuchado en su vida.
-Minho... -repitió en otro susurro, y le acarició el cabello antes de descender hasta su mejilla.
Se besaron al tiempo que Minho volvía a aumentar el ritmo gradualmente y no pudieron concentrarse en los besos por la falta de aire, aunque no separaron sus labios abiertos de los del otro, llegando al orgasmo de esa manera.
El encuentro no terminó ahí, en cuanto descasaron unos minutos volvieron a tocarse y a buscar sus labios. Después del cuarto orgasmo, cada uno de ellos habiéndolos tenido en una postura diferente, se desplomaron en la cama de Taemin y se abrazaron como si el cuerpo del otro fuese la manta más caliente en la noche más fría del peor invierno. Taemin se movía mucho y tenía el sueño muy ligero, siendo normal que se despertase varias veces en la noche, y cada vez que lo hacía y veía que, aunque en posturas diferentes, Minho seguía abrazándole, sonreía y volvía a dormirse.
El día siguiente lo pasaron entero en su habitación, explorando sus cuerpos como si la noche anterior no hubiesen tenido suficiente, pidiendo que les trajesen la comida, hablando de todo y de nada a la vez, riendo como hacía meses que Taemin sentía que no lo hacía. En definitiva, pasando un día inolvidable. Por eso cuando el barco llegó al puerto y tuvieron que despedirse, a Taemin casi le dio pena.
Se dieron el último abrazo y el último beso; se desearon suerte en la vida y cada uno tomó un rumbo diferente, sin mirar atrás ni una sola vez, sabiendo que no volverían a verse jamás.
*
Era noche cerrada y Taemin buscaba por las callejuelas alguna posada o pensión de mala muerte en la que poder alojarse, cuando pasó por delante de un burdel y vio a unos tipos musculosos y con aspecto de haber perdido el humor junto a su infancia, lanzando a la calle a un hombre joven que iba completamente ebrio. Su cabellera parecía negra por la oscuridad, pero Taemin se dio cuenta de que era marrón en realidad; tenía la nariz ancha en proporción con su boca grande, cuyo labio inferior era más carnoso que el superior, los ojos rasgados y oscuros, y un cuerpo cuyos músculos parecían estar desarrollados bajo sus prendas anchas.
-¡Vuelve la próxima vez que tengas dinero, Jonghyun! -le dijo la mujer que se alzaba entre los dos gorilas-. Mis chicas no se abrirán de piernas para ti a menos que pagues, ¿te queda claro?
-¡Pero Kahi, somos amigos! Estoy teniendo una mala racha, eso es todo. ¡Te pagaré el mes que viene, te lo prometo! -se arrastró el hombre por el suelo de forma patética.
-Eso llevas diciendo tres meses, Jonghyun, y ya me he cansado. Da gracias a que somos amigos y a que le debo mucho a Jinki, porque sino te aseguro que te habría cortado la polla hace mucho tiempo.
Taemin hubiera pasado de largo sin darle importancia alguna al suceso, como hacía siempre que presenciaba una escena como esa, de no ser por la mención del tal Jinki. No era la primera vez que escuchaba el nombre de forma casual, por supuesto, y todas esas ocasiones no había resultado ser el Jinki que él buscaba, pero no podía simplemente ignorarlo.
-¡Kahiiii! -se lamentaba Jonghyun incluso cuando le habían cerrado las puertas del burdel.
-Eh -le llamó la atención Taemin-, vamos, no hagas que te peguen una paliza...
-¡Chico! -exclamó el tal Jonghyun, como si acabase de notar su presencia. Se puso en pie con dificultad y trató de llegar hasta él, pero se tropezó y se hubiera caído de boca de no haberlo llegado a coger Taemin a tiempo-. ¿Me prestas dinero? Te lo devolveré...
-Sí, el mes que viene, ya te he escuchado -sonrió Taemin; no podía culpar a alguien de querer evadirse del mundo con prostitutas y alcohol. Tanto en sus viajes como en el hospital, había escuchado historias espantosas, tragedias y males que no se los deseaba ni a su peor enemigo.
-¡Sí, sí! ¡Eso es! Veo que me entiendes... -a Jonghyun le apestaba el aliento a ron y para Taemin el alcohol siempre había sido muy desagradable, por lo que apartó la cara todo lo que pudo ahora que se había pasado uno de sus brazos por los hombros y le había cogido del costado para cargar con él-. Uy, qué guapo eres... -rió el borracho.
-Anda vamos, dime dónde vives, te llevaré -suspiró resignado Taemin.
-¡No! ¡Kahi! ¡Quiero entrar! -se rehusó, y Taemin tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para llevárselo calle abajo hasta la fuente de una plaza en la que le metió la cabeza del tirón para que se tranquilizase.
Jonghyun no paró de gritar y lloriquear a pesar de todo, llamaba a Kahi y a más chicas que Taemin supuso que serían las prostitutas del burdel. Por un momento estuvo a punto de dejarlo ahí tirado, pero necesitaba saber quién era ese Jinki que había mencionado la mujer.
-Escúchame, ¿conoces a Jinki? -le preguntó acuclillado a su lado, cuando Jonghyun se había acabado sentado en el suelo, contra la fuente.
-¿Jinki? Sí, mi buen Jinki, ¡le dije que no fuéramos, pero no me hizo caso! ¡Nunca me hace caso y luego siempre pasa lo que pasa! ¡Estúpido! Le dije que no era de fiar, pero...
-Vale, vale, conoces a Jinki -le interrumpió Taemin su retahíla de incoherencias-. ¿Te suena el barco pirata El Susurro?
Jonghyun le miró entonces a los ojos y, por un momento, Taemin temió que se le fuera a echar al cuello.
-¡Claro que sí! -se echó a reír-. ¡Yo lo construí!
Taemin cerró los ojos y dejó escapar el aire por las fosas nasales. «Estúpido», se dijo, ¿cómo iba un borracho como él poder darle información útil? Se levantó con intención de dejarle ahí sin más y continuar su búsqueda de un lecho en el que dormir, pero el borracho se le agarró al tobillo con fuerza.
-¡No, espera! ¡No me dejes aquí!
-Suéltame, bastante tiempo me has hecho perder ya.
-¡No! ¡Has hablado de Jinki y de El Susurro! ¿Qué quieres de ellos?
-Como si se lo fuera a contar a un borracho como tú... -rodó los ojos.
-Éramos los mejores, ¿sabes? Ni siquiera G-Dragon y su banda podían compararse a nosotros... pero Jinki es demasiado bueno, confía en quien no debe, y eso nos costó un alto precio...
«Cree que es uno de los piratas de la Sonrisa del Sol», sintió compasión por él y le ayudó a levantarse de nuevo.
-Vamos, dime dónde vives.
-Por allí, por allí... -señaló calle abajo; Taemin no estaba muy seguro de si se lo decía de verdad o señalaba por señalar, pero no tenía más remedio que hacerle caso.
Estuvieron dando vueltas por las callejuelas durante más de una hora, pasando varias veces por los mismos lugares, hasta que Taemin se cansó y le dijo que como no le guiase bien iba a dejarle ahí tirado y se marcharía sin él. No encontraron su casa al final, pero sí una pensión, y Taemin pagó por una habitación de dos camas.
-¡Tienes tu propia cama! ¡Sal de la mía! -le gritó cuando Jonghyun se coló entre sus sábanas.
-¡No quiero dormir solo! -le lloriqueó-, ¡Krystal! ¡Abrázame, Krystal!
Taemin forcejeó con él para que no se le pegara y, al final, se apartó justo a tiempo para que Jonghyun vomitase en la cama.
-¡Joder! Mira lo que has hecho.
-Krystal... -continuó llamándola, y Taemin supuso que era una de las prostitutas del burdel.
-Krystal no está, y no va a venir, así que será mejor que te duermas, ¿vale? Mañana se te pasará la borrachera y te encontrarás mejor, con resaca, pero mejor, supongo...
Jonghyun comenzó a quedarse dormido al lado del vómito y Taemin estuvo tentado a dejarle ahí y cambiarse él de cama, pero volvió a sentir lástima de él y se lo llevó como pudo a la otra cama, acabando por tumbarse a su lado. Jonghyun le dio un beso rápido en los labios que le dejó muy sorprendido y luego se le enroscó al brazo izquierdo antes de quedarse profundamente dormido. Taemin se limpió los labios con su manga con asco y acabó suspirando resignado, cerrando él también los ojos para olvidarse de todo y tratar de dormir por fin.
Parte B.