En el capítulo anterior...
-¿Quieres que me coma tu comida? -alza las cejas Kangin, todavía más sorprendido que cuando se ha acercado a hablarle. Gente tan amable como Sungmin no existe, así que le mira con ojos de sospecha.
-Sí, no me importa... -ante la mirada de desconfianza de Kangin, Sungmin se ve obligado al momento a confesar la verdad-, en realidad, me gustaría comer de la comida de mi amigo Shindong, pero no va a darme y, bueno, como tú no has comido, pues...
Kangin desvía la mirada sonriendo y esta vez se le ven los dientes; Sungmin no puede evitar pensar que tiene una sonrisa bonita. Él mismo sonríe contagiado.
-Ya veo.
-¡Venga, vamos! -exclama Sungmin, efusivo-. Os presentaré.
*
-Como eres nuevo no te lo tendremos en cuenta, Kangin -le dice Leeteuk, que se ha parado en frente de él y le mira con superioridad-, pero será mejor que te adaptes rápido o te verás en problemas -le dice, mientras le sacude la chaqueta y finaliza dándole un par de palmaditas en la mejilla derecha, que no hace más que aumentar la ira de Kangin-. Buen día, amigos.
Nadie dijo que fuera fácil, Siwon.
El despertador suena a las 6:15 como cada mañana, pero el propietario de la habitación ya se ha levantado, usado el baño y vestido con el chándal. Lo apaga y sale de la habitación. En realidad, el despertador es una alarma para advertirle de que es hora de salir.
Empieza a trotar después de cruzar el jardín de su casa. Apenas está amaneciendo, las farolas de las calles todavía están encendidas; la ciudad está despertando. Hace el frío característico del otoño coreano, pero en cuanto corra un par de manzanas dejará de sentirlo.
Corre durante 45 minutos a buen ritmo, descansando unos minutos en el parque de siempre para realizar los estiramientos antes de retornar a casa. Él es sólo un estudiante de bachillerato, pero su cuerpo le hace parecer ser un veinteañero, y únicamente ciertas expresiones de su rostro revela su verdadera edad. Es alto, su cuerpo es atlético, su cabello y ojos son negros, y su nombre es Siwon.
Regresa a casa justo una hora después de haber salido. Sube a su dormitorio con el mismo sigilo con el que ha salido, se ducha en el cuarto de baño personal que tiene en su habitación y se viste con el uniforme del instituto. Dobla la ropa de deporte para mañana y hace la cama que se dejó deshecha. Su habitación está tan ordenada y limpia que no parece la de un chico de diecisiete años.
Cuando baja a desayunar, la criada ya está preparando el desayuno para su familia. Él le ayuda y ella se queja porque no debe hacerlo, pero le sonríe encantada. Se sienta en la mesa con su café y lee el periódico que ha recogido cuando ha salido a correr, por eso se entretiene más de la cuenta. Sale a las 8 en punto de su casa, impecable, dispuesto a trabajar duro como cada día.
El pequeño Ryeowook le está esperando a la salida. Su casa no pilla de camino, pero siempre madruga para que vayan juntos a la escuela; ha sido así desde que empezaron la secundaria. Se sonríen y comparten un buenos días como es costumbre. El pequeño Ryeowook en realidad no es tan pequeño, pero a su lado lo parece: es bajito, muy delgado y enclenque a simple vista, todo lo contrario a él.
Se preguntan qué tal han dormido esa noche y luego planean las tareas para el día de hoy, porque Siwon es el líder del consejo estudiantil y Ryeowook su secretario. Conforme van llegando al instituto Paran, se les van uniendo los miembros del consejo y seguidores, porque puede que en otros institutos no ocurra así, pero en el Paran, ser el líder del consejo estudiantil supone ser la figura más admirada y respetada.
Cuando la puerta del instituto ya se ve, Siwon se permite hacer oídos sordos de la charla de sus seguidores y le busca con la mirada. Es algo a lo que se ha acostumbrado, algo rutinario sin lo que no puede pasar, porque el día que no le ve algo no funciona.
Apoyado contra el muro al lado de la puerta se encuentra él. Es alto, pero no tanto como Siwon, tampoco tiene un cuerpo atlético, es más bien canijo. Lo único que lleva intacto del uniforme es el pantalón del instituto, porque el resto de la ropa lleva su marca personal. Pero sin duda lo que más destaca de él es ese cabello largo anaranjado que no pasa desapercibido por donde quiera que vaya. Es descarado como él, un color cálido y brillante, que no quema como el rojo, que no es débil como el amarillo. En la justa medida. Es un secreto, pero ese color se ha vuelto el favorito de Siwon.
Sus miradas se cruzan un momento y un escalofrío le recorre la espalda. Como siempre, él es el primero en desviar la mirada, mientras que Siwon se permite un par de segundos más contemplándole.
Ese día le ve saludando a otro chico y de nuevo, siente una punzada en su corazón porque no es a él a quien espera cada mañana, ni a quien dirige su primera sonrisa del día. Ve como le pasa el brazo por los hombros y se lo lleva al interior del instituto sin mirar atrás ni una sola vez. Ese tal Kibum no es consciente de la suerte que tiene.
Siwon suspira resignado y decide hacer caso a la insistencia de los que le siguen. Le recuerdan la reunión del recreo y piensa que esa mañana va a ser muy larga.
Siwon no se da cuenta, pero Heechul le mira cuando sabe que no puede verle y sonríe, porque le encanta ese pequeño juego.
*
El resultado no le extraña lo más mínimo, de hecho, cuando ha ido a mirar las notas colgadas en el tablón de anuncios del pasillo se ha buscado directamente al final de la lista y se ha encontrado rápidamente. Todo suspendido, que ya es difícil.
Por si no fuera suficiente la humillación pública al estar expuestas las notas para todo el mundo, le habían llamado a la sala de profesores y su tutor le había echado una charla que había durado media hora; si por lo menos le hubiera ofrecido ayuda sería otra cosa, pero no era el caso.
Kangin está asqueado y harto de todo y de todos. Ha echo lo que ha podido y sin ayuda, pero nadie va a reconocer su esfuerzo.
Al entrar en el comedor sólo quiere un almuerzo tranquilo, pero no va a tenerlo. Ni siquiera le da tiempo a llegar a la barra cuando el trío de siempre le intercepta y empiezan a escupir sandeces una detrás de otra. Kangin no está de humor, sin embargo, todavía puede controlarse y se da cuenta, de que algo realmente ha cambiado en él porque antes les hubiera partido la boca sólo por haberse atrevido a cortarle el paso, pero cuando les mira, sólo ve a dos niñatos enclenques que saldrían corriendo al menor gesto de oposición. Leeteuk sin embargo es diferente.
Sabe dónde, cuándo y cómo debe decir las cosas para conseguir putearle de la peor manera; sabe qué tono exacto de voz emplear para sacarle de sus casillas; sabe qué momento es el mejor para dejarle como algo peor que la escoria. Y Kangin sabe perfectamente por qué le tiene tanta tirria.
-¿Has terminado ya de adaptarte? -le había preguntado hacía un par de días cuando estaba cambiado los libros en su taquilla. El pasillo no estaba completamente vacío, pero nadie les prestaba atención. Leeteuk había salido de la nada y se había cruzado de brazos, apoyándose en la pared de enfrente.
Kangin no contestó, sino que continuó con lo que estaba haciendo sin girarse siquiera. Leeteuk aprovechó para fijarse en lo que había dentro de su taquilla, pero aparte de los libros, no había absolutamente nada más.
-¿Sabes? Ahora que te miro de espaldas me resultas aún más familiar... -Leeteuk se había llevado una mano a la barbilla y con la otra se sujetaba el codo-, quiero decir, el día que nos conocimos tuve la sensación de que ya te había visto antes, ¿pero dónde?
Kangin se puso nervioso. Su instituto quedaba en la otra punta de la ciudad, así que había considerado que esa sería una distancia más que suficiente para que nadie le pudiese reconocer, había tratado de convencerse a sí mismo de eso, pero era una tontería en realidad, porque podría cruzarse con cualquiera de su barrio en cualquier momento y esa idea simplemente le aterraba.
Cerró la taquilla un poco más fuerte de lo que había pretendido y ese fue el gesto que Leeteuk necesitaba para terminar de interesarse por él. Sonrió un momento antes de que Kangin terminase de girarse para encararle. Su expresión simplemente le fascinó.
Leeteuk estaba cansado de la gente del Paran, tan sencilla, tan aburrida, por eso tenía altas expectativas en el nuevo, en ese que había llegado a mediados de octubre de la manera más sospechosa. Ese que no hablaba de sí mismo, aunque ya se había enterado de que su madre había encontrado trabajo en el extranjero y que se había quedado en casa de su primo Kibum. Oh sí, Leeteuk conocía muy bien a Kibum, por eso no le extrañaba que él y su primo se tratasen como desconocidos, pero aún así le causaba mucha curiosidad. Por no hablar de que no terminaba de tragarse esa historia de la madre y de que realmente le sonaba familiar.
-No te he visto en mi vida -le aseguró Kangin-, me acordaría de alguien como tú.
-¿Alguien como yo? -alzó una ceja Leeteuk, que cada vez estaba más entretenido.
-Un niñato que se cree un Dios andante sólo porque dos idiotas sin personalidad obedecen todo lo que les ordena -Kangin no supo por qué le dijo eso, porque él no era de palabras, quizás como ahora no podía usar los puños había encontrado otra vía de escape para su temperamento.
Compartieron un duelo de miradas hasta que finalmente Leeteuk comenzó a aplaudir lentamente.
-Te felicito, eres el primero que se atreve a decirme lo que piensa.
-Alguien tenía que serlo.
Y con esa última frase, Kangin puso marcha hacia su próxima clase, con intención de dejar la conversación ahí, pero por supuesto, Leeteuk tenía otros planes. Le dejó dar unos cuantos pasos antes de volver a hablarle:
-¡Eh! -Kangin se paró, suspirando con pesadez-. Te dije que te adaptaras, ¿no es cierto? -escuchó que le decía, y cuando se giró para contestarle le encontró justo detrás de él. No supo en qué momento se había acercado pero se puso en alerta al instante-. Pero no lo has hecho -le susurró muy cerca, tanto que incluso pudo notar su aroma.
De pronto, Leeteuk le asestó un golpe directo en el estómago que le hizo soltar un quejido de dolor. Acto seguido le cogió de las solapas de la chaqueta y le estampó contra la pared, donde le mantuvo de ese modo a la espera de que se le bajasen los humos, pero Kangin no le apartó la mirada en ningún momento.
-No necesito a nadie para poner a la gente en su sitio; por favor, no me tomes como a un matón de pacotilla -después de decir eso, le soltó y le alisó las arrugas provocadas por el agarre-. Pronto te darás cuenta de que no puedes venir a mi escuela y hacer lo que te dé la gana -le susurró, de esa forma que intimidaría hasta al más valiente, pero no a Kangin-. Ah y, no me des la espalda cuando estemos hablando, podría costarte caro.
Y como la vez anterior, Leeteuk le dio unas palmaditas en la mejilla y se marchó dejándolo con las ganas de reventarle la cabeza a alguien.
Kangin sabe que ese fue el momento en que Leeteuk le puso en el ojo de mira, porque desde entonces no ha perdido oportunidad de lanzarse a su cuello cada vez que se han cruzado por los pasillos, así que no le sorprende lo que está comenzando en el comedor.
Lo que Kangin no sabe, es que esta vez es diferente y que va a ir mucho más allá.
Hay un círculo de alumnos alrededor de ellos y todos, sorprendentemente, parecen animar a Leeteuk y sus chicos. Kangin no es del todo consciente de la situación porque le parece surrealista; el tipo de cosas que sólo ocurren en las películas americanas.
Pero le está pasando justo a él.
-Queridos compañeros -dice Leeteuk-, dejadme presentaros a la vergüenza del instituto Paran: Kim Kangin -Kangin no aparta la vista de Leeteuk porque no necesita mirar a su alrededor para saber de qué forma le están mirando, o quizás es porque realmente no quiere mirar-. Gracias a nuestro compañero, el esfuerzo de todos nosotros no ha servido para nada y la imagen de chicos trabajadores y respetables se ha ido al garete -Leeteuk se pasea por el círculo, para hacer que la atención quede todavía más centrada en Kangin.
Sungmin y Shindong están entre la multitud, observando sin ser capaces de hacer nada. Se sienten imponentes y angustiados, pero a la vez aliviados de no estar ellos en la situación de Kangin en ese momento. Sungmin mira con ansiedad a Shindong porque sabe cómo va a acabar eso, pero su amigo niega con la cabeza. No pueden hacer nada por él.
Heechul por su parte es uno de los pocos que permanecen sentados en su mesa de origen; él mira todo divertido desde una posición cómoda. No tiene nada en contra de Kangin, pero tampoco a favor, por eso simplemente no va a intervenir. Busca con la mirada a Kibum entre la gente pero no le encuentra y piensa que lo mejor es que no esté presente porque estaría en un compromiso moral, aunque sabe perfectamente que Kibum no haría nada al respecto.
-No queremos a basuras como tú en nuestro instituto -finaliza Leeteuk su monólogo y le da la espalda. Hace un simple gesto con la mano y Kangin siente al momento como algo es estampado contra su cara.
De repente le llueve comida desde todas direcciones, pero Kangin no se cubre con los brazos, sino que mantiene la mirada fija en la espalda de Leeteuk, quien parece sentirle, porque se da la vuelta y le mira por encima del hombro, ocultando su asombro por su entereza a pesar de la humillación. Eunhyuk también está sorprendido de que no caiga a pesar de que todo el mundo le está abucheando así que se acerca a él y le da una patada en pleno estómago, que le hace romper su postura de estatua. Donghae le sigue y juntos empiezan a patearle; otros alumnos también se unen.
Kangin, que ha acabado en el suelo, busca en todo momento centrar su mirada en Leeteuk, que sigue mirándole desde esa perspectiva hasta que se da la vuelta por completo y ya no ve nada.
Por suerte no dura mucho más, porque una voz se alza por encima del griterío.
-¡Agua, aguaaaaa! -grita alguien que se acerca corriendo y todo el mundo instantáneamente vuelve a sus posiciones originales, actuando como si nada hubiese ocurrido.
Kangin no cabe en sí mismo de la sorpresa, realmente parece estar viviendo en una película americana. Todo el mundo se ha puesto a charlar y comer como si él no estuviera ahí tirado en el suelo; el grupo de Leeteuk también ha vuelto a su mesa actuando como si fuera otro día normal para ellos. Pero Leeteuk le dirige una última mirada, una que le manda un mensaje claro y directo: este es mi instituto y esto es lo que pasa cuando no te adaptas a mis normas.
Los dos profesores que están de guardia entran al comedor y echan un vistazo por encima. Ven a Kangin en el estado en el que está pero le ignoran como si no existiese, lo cual no hace sino alucinar más a Kangin, quien se acaba levantando y los mira a todos furioso. Le tiemblan los puños de la ira y se marcha del comedor rápidamente antes de que pierda la poca paciencia que le queda y se líe a ostias con todo el mundo hasta que no quede una sola dentadura perfecta. El comedor estalla en carcajadas cuando él se va, pero le da realmente igual.
En el pasillo se encuentra con Kibum, que lo mira sorprendido, pero Kangin le ignora y le pasa de largo. Kibum se le queda mirando sin decir nada hasta que desaparece por el pasillo; no necesita entrar al comedor para saber lo que ha pasado porque Heechul ya le ha contado acerca de la nueva fijación que Leeteuk tiene por su primo.
*
-¿Estamos todos? -pregunta Siwon, al entrar y cerrar la puerta tras de sí.
-No señor, falta Yesung -responde Ryeowook antes que nadie, como es costumbre.
-¿Otra vez? En serio, ¿por qué a mí me regañas por todo y a él, que ni siquiera viene a las reuniones, no? -cuestiona Leeteuk.
Siwon se dirige hasta el principio de la mesa y toma asiento sin contestarle; los demás, que se han puesto en pie cuando él ha entrado, se sientan también. El sitio de Leeteuk está justo en la otra punta de la mesa.
-Empezaremos sin él -da por toda respuesta el líder, y los demás notan que ha vuelto a ver otro nuevo roce entre ellos-. ¿Cuál es el punto del día?
-¡La fiesta de Halloween, señor! -se apresura en contestarle Yu Jin, una chica pequeña y delgada que admira mucho a Siwon e intenta quitarle a Ryeowook su puesto de secretario.
-Bien, ¿propuestas?
El grupo comienza a leer las propuestas del resto de los alumnos y las suyas propias, mientras que Siwon selecciona las factibles. Sólo son el consejo estudiantil del instituto Paran, pero actúan como si fueran los ejecutivos de una importante empresa.
-Entonces decoraremos el gimnasio para el baile, buscaremos a alguien que se encargue de la música y a unos cuantos para que estén pendientes de que no falta bebida ni comida, ¿algo más?
Leeteuk rodó los ojos. Después de llevar un rato escuchando las ideas ridículas de los demás se había aburrido de tanta falta de originalidad.
-Se supone que es Halloween, no una boda -interrumpe al que hablaba, captando toda la atención. Está sentado con los pies sobre la mesa sin importarle lo más mínimo si es una falta de educación o no-. Se trata de gente que asusta y gente que son asustados. Con este plan casi que prefiero irme a pedir caramelos, en serio.
Siwon coge aire para armarse de paciencia.
-En lugar de quejarte, ¿por qué no propones tú algo? Me encantará escucharte.
Leeteuk le sostiene la mirada mientras una peligrosa sonrisa aflora en sus labios. Baja los pies de la mesa y se incorpora para que se le vea bien.
-Propongo un juego -dice, y todo el mundo le presta atención-. Ya que la fiesta en el gimnasio será de disfraces, propongo que los que no vengan disfrazados tengan que superar una prueba de valor.
-¿Pero eso no es un poco...? -se atreve a objetar un chico, pero por la mirada que le dirige Leeteuk, prefiere no terminar.
-Unos cuantos nos esconderemos por el castillo y los asustaremos. Los elegidos tendrán que subir hasta el último piso, coger una prueba de que han llegado, y regresar al gimnasio. El primero que lo consiga, gana.
-¿Qué gana? -pregunta Siwon, sin estar muy convencido del todo.
-Eso te lo dejo a ti, presidente -sonríe Leeteuk.
-Pero... ¿y si viene mucha gente sin disfraz? -objeta Ryeowook, que es el único que se atreve a cuestionar a Leeteuk de los presentes, aparte de Siwon.
-Sorteemos al principio unos números y a medianoche escojamos 5.
Nadie sabe de dónde ha salido Yesung, pero está sentado en el marco de la ventana y parece que lo ha escuchado todo. Algunos dieron un bote al escucharle hablar y todos se giraron a mirarle.
-Sin que sirva de precedente, lo que dice Yesung parece lo más sensato -comenta Yu Jin, y se gana una mirada fulminante del aludido.
-Está bien, a sorteo -acepta Leeteuk-, pero yo me encargo del equipo de fantasmas.
-¿Equipo de fantasmas? -repite uno de ellos.
-Es un buen nombre para los asustadores, ¿verdad? -sonríe Leeteuk.
-De acuerdo, ¿quién aprueba la propuesta entonces? -alza la voz Siwon, y todos los presentes levantan sus manos, incluso Yesung que está tras él-. Bien, será incluido en el programa...
-Dejémoslo mejor como un secreto entre nosotros, así será más emocionante luego -propone Leeteuk.
Siwon le mira sin estar del todo convencido pero a los demás miembros parece que les gusta la idea, así que no se opone.
-Hablaremos de los detalles cuando me haya reunido con los profesores; ahora tenemos que hablar de tu comportamiento reciente, Leeteuk -saca el tema Siwon, el que tanto ha estado esperando Leeteuk.
Vuelve a acomodarse sobre la silla, subiendo las piernas en la mesa y entrecruza los dedos de las manos reposándolos sobre su barriga. Está preparado para que todo lo que le diga le entre por un oído y le salga por el otro.
El resto de los presentes se ponen tensos, menos Yesung, que parece haberse ensimismado y no presta atención.
-Como miembro del consejo de estudiantes, no puedes ir por ahí haciendo lo que te plazca. ¿A qué ha venido el numerito del comedor?
-¿Qué numerito...? Ah, te refieres a... ¿cómo se llama? -claro que Leeteuk sabía su nombre, pero si actuaba de ese modo sabía que acabaría con la buena templanza del presidente-... no lo recuerdo.
-Se llama Kangin y tiene sentimientos como todos nosotros. ¿Quién te crees que eres para jugar con ellos de ese modo? -le regaña Siwon, que no eleva el tono de su voz pero se siente imponente.
-¿Jugar? ¿Quién juega? Lo de antes no ha sido una humillación, mi querido presidente -dice muy despacio Leeteuk, disfrutando de la expresión de furia contenida en el rostro de Siwon-, mi intención no era otra que la de alentarle. El chico necesitaba que alguien le diese un motivo por el que estudiar.
-Que esta sea la última vez que haces algo semejante, Leeteuk. La próxima vez me encargaré personalmente de que te expulsen por acoso escolar -dice Siwon muy serio, y se pone en pie-. La reunión ha terminado, volveremos a reunirnos después de tener la aprobación de los profesores.
Los demás se levantan también y hacen una reverencia hacia Siwon antes de salir. Leeteuk sale con ellos pero se queda fuera, a la espera de que todos desaparezcan por el pasillo, incluido el pequeño Ryeowook. Siwon se queda el último como siempre, y para cuando sale, Leeteuk se apoya en el marco de la puerta y estira un brazo para impedirle pasar.
-Que sea la última vez que me pones en evidencia delante de nadie, Siwon -repite lo mismo que él ha dicho, en el mismo tono-. Si conservas esta posición es simplemente porque eres amigo de Heechul -le dice, mirándole a los ojos, en un duelo de miradas que Siwon sostiene muy bien-; no lo olvides.
Leeteuk le da una palmadita en el pecho y se marcha antes que él. Siwon se queda en el sitio un poco más, debatiéndose entre la ira y la intimidación.
Finalmente se marcha rumbo al aula que tiene para él solo como presidente del consejo estudiantil. No es muy grande, lo justo para tener un par de sofás, un escritorio y un par de muebles más.
Entra en la sala cerrando la puerta un poco más fuerte de lo usual. Deja su cartera sobre la mesa y se deja caer sobre la silla, soltando un profundo suspiro mientras se pasa las manos por la cara y sin notar a la persona que yace sobre el sofá.
-Amen a sus enemigos -Siwon se sobresalta al escuchar la voz de Heechul-, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan -recita, aún tumbado de cara al techo, con un libro en la cara y las manos en la nuca-. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra...
-¿Has estado leyendo la biblia? -se sorprende Siwon, confiando ingenuamente una vez más de que Heechul haya vuelto al camino del Señor.
-Le he echado un vistazo -afirma Heechul, quien se quita el libro de la cara y se incorpora para mirarle-, me he dado cuenta de que tiene muchas frases que puedo utilizar en tu contra -le sonríe.
Siwon baja la cabeza en señal de derrota, cerrando los ojos con una pequeña sonrisa.
-¿Qué haces todavía aquí? -decide preguntarle, cambiando de tema.
-Esperarte, ¿no es obvio? -le contesta, sin despegar la mirada de él.
-Tengo que hacer cosas... -dice Siwon, que toma su cartera y mete en ella unos papeles que ha sacado del cajón del escritorio.
-¡¿Qué?! -exclama Heechul, molesto de pronto- ¡Venga ya! Los parciales se han acabado por fin, ¿qué se supone que tienes que hacer?
-Encargarme de los preparativos de la fiesta de Halloween -le responde Siwon, sin alterarse lo más mínimo y continuando con lo suyo.
-Ya veo -contesta Heechul, con voz sospechosa-, ¿cuál es el plan?
-¿No te lo ha contado tu amigo? -le mira por encima de su cartera.
-Oh, mi amigo... -dice con voz cantarina; le encanta que llame a Leeteuk de esa forma cuando está enfadado con él. Heechul se levanta y camina hasta él con una sonrisilla-, mi amigo, mi amigo; ¿qué te ha hecho esta vez mi amigo?
Se coloca detrás de él y empieza a masajearle los hombros. Su simple presencia tan cerca pone nervioso a Siwon, pero no lo muestra.
-Ya has visto la que ha montado en el comedor -dice serio, intentando no caer ante su intento de quitarle hierro al asunto.
-Sí, algo he escuchado -se hace el despistado Heechul, cuando lo cierto es que lo ha presenciado todo desde la mesa en la que estaba comiendo-. Es Leeteuk, hace estas cosas.
Siwon gira la cabeza para mirarle a los ojos, molesto por ese comentario.
-¿Pretendes justificarlo diciendo simplemente que él es así?
-No -le sonríe-, pretendo que me cuentes qué es lo que de verdad te ha hecho para que estés tan mosqueado -le corrige, retomando el masaje.
-No es nada... -vuelve a desviar la mirada Siwon, pero sabe que no puede mentirle- es que había trabajado tanto en lo de Halloween...
Heechul deja el masaje y le rodea con sus brazos, depositando su barbilla en su hombro derecho, provocando una sensación muy agradable en Siwon.
-Se le ha ocurrido una idea más sencilla que la tuya y ha sido aprobada, ¿no? -le susurra en su oído, y Siwon puede notar su sonrisa gracias al roce de sus labios, el mismo que le ha provocado ese escalofrío en la espalda.
-Vamos a hacer juegos a medianoche, que está bien, pero lo que me preocupa es que se encarga él de organizarlos -le dice, mientras se agarra a sus brazos-. Está tramando algo.
-Sólo quiere divertirse -le murmura Heechul, que en algún momento ha empezado a jugar con el lóbulo de su oreja.
-Sí, a costa de los demás -se reafirma en su posición Siwon, luchando contra la tentación de dejar la disputa y atender al claro placer que está llamando a sus puertas.
Por suerte, Heechul desiste y se sienta en la mesa. Siwon agradece en silencio que le deje un poco de espacio.
-Quitando los videojuegos y el sexo, ¿hay otro modo de divertirse? -le pregunta Heechul, mientras coge la hoja en la que ha anotado lo que han hablado en la reunión-. No espera, el sexo también es a costa de otro.
-¡Heechul! -se escandaliza Siwon, como hace siempre que pronuncia esa palabra. Heechul le mira sonriente, porque le encanta cuando se avergüenza.
-Los videojuegos online también son a costa de otros... -añade, y Siwon le mira alzando las cejas-, está bien, está bien, te diré para que te relajes que la idea de Leeteuk es mía -le suelta tan campante, con una sonrisa de orgullo-; se la solté como quien no quiere la cosa en el recreo, sabía que se la adjudicaría.
-¿Qué? ¿Por qué? -el rostro de Siwon es de absoluta sorpresa. A Heechul siempre le ha encantado que gesticule tanto, hace que sus reacciones hacia todo lo que él hace o dice sean mucho más divertidas.
-¡Porque tu Halloween era un churro! Perdona que te lo diga -se ríe Heechul, y Siwon se ofende un poco-. Pero además, esta es una oportunidad única para que se las devuelvas todas juntas a Leeteuk.
-¿Qué quieres decir? -frunce el ceño Siwon, desconfiado y, a la vez, Heechul sabe que ha captado toda su atención.
Sonríe, es esa sonrisa suya que no augura nada bueno; Siwon la conoce muy bien.
-El cazador cazado. Seguro que Teukie se ha ofrecido voluntario para dirigir al equipo que asustará a los pringados, ¿verdad?
-Sí, y no les llames pringados.
-Vale, vale. Pues si jugamos bien nuestras cartas, podemos darle la vuelta a la tortilla -Heechul mueve las cejas y se hace el interesante.
-¿Quieres que hagamos trampas? -pregunta Siwon, aunque es obvio, pero la idea no le gusta.
-Sin trampas no hay diversión. Además, Leeteuk también las hará; sólo usaremos sus mismas reglas -sonríe, como un niño que no ha roto nunca un plato-. Todo saldrá bien.
Siwon sonríe también, porque a esas alturas no puede negarse más.
-A veces no sé quien es peor, si Leeteuk o tú -suspira resignado. Termina de recoger sus cosas y se pone de pie. Le da un beso rápido en los labios y se encamina hacia la puerta-. Me voy a casa.
Heechul, que se ha quedado un poco atontado porque normalmente es él quien lo empieza siempre todo, mira su espalda indignado.
-¡¿Qué?! ¡Pensé que no lo decías en serio! -se pone de pie; otra vez parece molesto-. ¡Me he tirado una hora esperándote, joder!
Siwon abre la puerta y le mira por última vez, copiándole una de sus sonrisas.
-Estoy ocupado con tu idea -dice, y se marcha sin más.
Heechul se queda parado como un tonto con la boca ligeramente abierta y el lado derecho del labio superior ligeramente elevado sobre el resto del labio, denotando su desconcierto. ¿Desde cuándo sabe Siwon dar esos desplantes? Desde luego, lo malo lo aprende rápido.
*
Al llegar a casa, Kibum se encuentra con el mismo silencio de siempre. Su padre no volverá hasta la noche y Kangin nunca hace ruido. Se quita los zapatos y deja la cartera en la entrada. Va a la cocina, abre la nevera y mira con pereza algo que poder merendar, pero al no encontrar nada apetecible desiste. No siente absolutamente ningún ruido y se pregunta si Kangin está en casa. Sube las escaleras hasta poder mirar en su habitación y comprobar que ni el futon de Kangin está echado ni él está recostado en su cama, así que llega a la conclusión de que no está en casa porque el baño también está vacío.
Vuelve a la nevera y se coge un refresco. Se sienta en el sofá y pone la tele. Busca en los canales hasta encontrar un programa de variedades que parece estar entretenido, pero se aburre en seguida.
De pronto se escucha la puerta de la calle cerrarse. Dirige su mirada al pasillo esperando ver aparecer al recién llegado. Kangin no tarda mucho en entrar; viste el uniforme del instituto e incluso lleva su cartera.
-Hola -le saluda, igual de seco que siempre.
-Hola -le responde Kibum, que sigue mirándole.
Kangin sube a la habitación directamente, llevándose las dos carteras consigo. Al poco baja con una muda limpia y se mete en el baño sin decir nada. Kibum trata de continuar viendo el programa pero lo cierto es que no puede concentrarse. Sabe lo que ha ocurrido en el comedor porque Heechul se lo ha contado con pelos y señales en el último intercambio, y eso explica el que Kangin se haya saltado las últimas horas de clase.
Kibum no es de los que se involucran en la vida de los demás, pero esta vez es diferente. Algo le impulsa a levantarse del sofá y caminar hasta la puerta del baño, en donde se queda de pie sin saber qué hacer.
Dentro, Kangin se ha desnudado y se ha quedado mirándose en el espejo. Los moratones en los costados y espalda ya han comenzado a salir, pero los ha tenido peores y no son una gran molestia a decir verdad. Se mira la sangre seca del puño derecho, el mismo que estampó contra la fachada del instituto una vez salió de él. No se ha roto la mano pero le duele mucho y tal vez debería vérsela un médico pero él no puede ir a médicos. Se lava las manos para quitarse el rastro de sangre y se mete en la bañera con cuidado, porque su cuerpo duele.
Deja que el agua caliente se lo lleve todo mientras se abraza a sus rodillas y hunde la cabeza.
Kibum sigue al otro lado de la puerta, escuchando como el agua cae, pero no escucha nada más. Kangin no parece estar llorando, o eso se dice a sí mismo. Ese pensamiento no es más que una excusa barata que se da a sí mismo para dar media vuelta y regresar al sofá, aparentando que no se ha movido de ahí en todo el rato.
Kibum no se siente mal por nadie porque en primer lugar no se interesa por nadie, por eso no está acostumbrado a ese tipo de emociones y no sabe qué hacer al respecto. Así que guarda silencio, que es lo que mejor se le da.
Todavía es demasiado pronto para ambos el ejercer de primos.
*
Ese sitio es espantoso. Es lo más sucio y asqueroso que ha visto en mucho tiempo. No es que él provenga de una familia rica como Siwon y esté acostumbrado a los lujos, pero su madre nunca ha permitido que su hijo comiese en un lugar como ese, así que simplemente no está acostumbrado. Casi prefiere comerse con las manos el plato que le han puesto por delante porque no se fía de que los cubiertos estén bien lavados.
Es un restaurante, si es que se le puede llamar así, de comida rápida. No hay ningún plato demasiado elaborado en el menú ni tampoco mucho en lo que elegir, pero para las familias de bajo salario que les apetezca llevar a los niños a cenar fuera alguna noche está bastante bien. La música es animada y el ambiente bueno, si te gusta el ajetreo, claro.
Heechul está sentado en una de las mesas más retiradas, mirando con desagrado como el niño de la mesa de al lado se come la comida de esa forma tan animal. No entiende cómo su madre puede permitírselo, aunque viéndola a ella, la verdad que es no le parece tan raro.
Vuelve a preguntarse mentalmente qué hace ahí cuando le ve pasar con una bandeja que lleva más platos de esa comida que tan poco le gusta y sonríe de forma estúpida. Es el tío más follable que ha visto en muchísimo tiempo y simplemente quiere conocerle; bueno, no quiere sólo eso, pero paso a paso.
Lo primero que hizo fue seguir a Sungmin hasta su casa; le sorprendió que el tímido Sungmin tuviera un dojo y se le diesen bien las artes marciales... no es que le espiara intencionadamente, pero se aburría esperando. Tuvo que ir a su casa cada tarde durante casi una semana y justo el día en que iba a tirar la toalla apareció.
Ese día también le siguió con la intención de descubrir dónde vivía, pero le condujo hasta su trabajo, y por eso había acabado en ese mugriento sitio. En esa última semana se había aprendido su horario, había descubierto que se llamaba Hangeng, que era chino, y que no había salido con ninguna chica desde que estaba trabajando ahí, lo cual le indicaba claramente que era gay, porque las otras camareras y las clientas no se cortaban un pelo a la hora de ligar con él. Mujeres desesperadas, que patéticas.
Claro que cualquier diría que él no era quien para hablar porque había actuado como un acosador las últimas dos semanas, pero no era así, claro que no. Era sólo que al ser un chico mayor no podía entrarle como le entraría a uno de su edad, y tenía que conocer bien el terreno antes de adentrarse en él.
Además, había algo que le molestaba. Llevaba ya varias noches viniendo a ese lugar y todavía no le había atendido. ¿Por qué? A ver, ¿por qué? Que alguien se lo explicase porque no lo entendía. Que le llamasen paranoico pero empezaba a pensar que le estaba ignorando a propósito, por muy imposible que pareciese porque nadie podría ignorar a una belleza como él, ni chica ni chico (bueno, Kibum sí, pero porque él no entendía de belleza ni de nada que implicase vida social).
Pero en serio, era indignante. Le daban ganas de plantarse delante de él y gritarle que le mirase, porque había intentado tener contacto visual con el mil veces, pero siempre miraba hacia otro lado y hacía como que no le veía, cuando era evidente que él no podía pasar inadvertido (todavía se preguntaba cómo había podido seguir a Sungmin sin que éste se diese cuenta, suponía que simplemente era muy bueno camuflándose, aunque sus pelos naranjas no le ayudasen precisamente).
El caso era que de esa noche no pasaba, no señor, no pensaba irse hasta que no lograse intercambiar con él un par de palabras. Y por supuesto, había desarrollado toda una gran estrategia para conseguirlo.
-Camarero, ¡camarero! -le llamó, cuando pasó cerca de él con una bandeja llena de platos sucios, pero Hangeng ni siquiera se molestó en girar la cabeza.
Vale, su plan A había fallado, pero por suerte tenía un plan B de reserva.
Se llevó la mano al cabello y enredó los dedos dispuesto a arrancarse un par de pelos pero... primero, su cabello era demasiado hermoso como para arrancarlo, y segundo, su color naranja le delataría, así que su plan de meter pelo en la sopa para quejarse al camarero también había fallado. Mierda.
Miró impaciente a su alrededor y se fijó en la cabellera negra de la señora que comía en la mesa de al lado; si alargaba un poco el brazo podría cogerle algún pelo del moño seguro y como tenía el pelo oscuro, no le delataría. Bien, era buena idea.
Comprobó que nadie le estuviese mirando -le decepcionó un poco al ver que nadie le miraba, pero se dijo que era porque todas las personas que habían eran o viejos o matrimonios con hijos-, y estiró el brazo para arrancar un pelo rápido y volver a su posición original, pero... bueno, no sabía que la mujer llevaba una peluca y al tirar del pelo se lo había descolocado.
-¡Aigoo! ¡¿Se puede saber qué haces, niñato?! -gritó indignada, mientras se lo recolocaba.
-¿Eh? ¡Ah, no, no! ¡Es que tenía algo en el pelo, Ahjuma! Sólo quería quitárselo y... -improvisó Heechul, hablando muy rápido.
-¡Has destrozado mi peinado! ¡¿Qué piensas hacer al respecto?!
A la señora se le sumó su marido en seguida y juntos montaron un escándalo que llamaron la atención de todos los presentes. Las camareras en seguida llegaron para mediar en el asunto y acabaron pidiéndole que pagase y se marchase del lugar. Heechul, indignado, montó un escándalo todavía mayor porque él no había hecho nada para que se le expulsase de esa forma, así que la cosa derivó incluso a amenazas de llamar a la policía.
Heechul estaba indignado y muy enfadado. Encima de que comía en ese sitio asqueroso le echaban como a un delincuente, y para colmo, no había podido hablar con Hangeng ni una vez porque el chino ni siquiera se había acercado a mediar como el resto de las camareras.
¡Pero si creían que este altercado iba a frenar a Kim Heechul, estaban muy equivocados! Iba a volver, iba a volver con una mejor estrategia y un look irresistible que haría que ni el mismísimo Dios de Siwon se pudiese resistir a él.
Ya se podía ir preparando el chino porque le quedaba Heechul para rato.
Lo que no sabía, era que desde la ventana de la cocina, Hangeng estaba sonriendo al verle alzando el brazo contra el restaurante mientras murmuraba cosas. Posiblemente era el tipo más extraño y extravagante que había visto en su vida.
Continuará...
Siguiente capítulo: A
veces es divertido participar, Kibum