Medio de espaldas, te pasas una de ellas de una mano a la otra, y tienes que admitir que su peso es normal, y que no parece tener nada malo. Alicia pasa por tu lado, con cara inexpresiva, y se la lanzas con miedo, pero ella la recibe sin despegar ni un poquitín las rendijas que tiene por ojos. Un momento. ¿Y si precisamente lo que quieren es eso? ¿Que te vuelvas loco? Te giras, entonces, para pillarlos partiéndose de risa después de tus comprobaciones. Pero ni siquiera te están mirando, ocupados uno con las protecciones y el otro con los bates. Sin que las sonrisas se les borren de la cara, ¡claro está!
Y... y... Miras sospechosamente a Alicia. Y a Angelina. No, ellas no están especialmente alegres. No parecen más despiertas que de costumbre. De hecho, Angelina está literalmente roncando sobre su escoba, femenina y sin duda adorablemente, pero roncando. Katie gruñe, mira mal a los gemelos, vuelve a gruñir, pero ahí tampoco hay diferencia. Con lo que, a no ser que se hayan vuelto de un promiscuo que no sospechaba en ellos, no ha habido sexo que justifique su comportamiento. Y Percy... Percy estaba sano y salvo, la última vez que lo vio. No le han gastado ninguna broma nueva, que él sepa. Y lo de Penny aún no lo saben, según Perce...
Así que al final tienes que respirar hondo y seguir con el ritmo habitual de las cosas, y resignarte a esperar lo peor en cualquier momento. De forma que les das un par de minutos más para estar listos y cuando te parece que, aproximadamente, todos están a punto, les obsequias con la colección de tácticas nuevas que ideaste ayer en la biblioteca. Evidentente, la normalidad no podía seguir mucho rato. Y, aunque los giros y las figuras que explicas hoy van más que nada dirigidos a las chicas, ellos dos no paran de interrumpir para hacer preguntas y observaciones. Qué buena idea. ¿Podrías comentar eso otra vez? Ah, interesante, ¡con eso te cargas la defensa de Davies! Vale. ¿Va a durar mucho más?
Oh, sí. Oh, sí. Al parecer, todo el entrenamiento. Acabas con las figuras, y los pones a trabajar. Duro. Las chicas por una parte, ellos por la otra y, sólo por si acaso, les encargas un poco más de ejercicio del que hacen normalmente. Sólo para cansarlos. Sólo para tenerlos ocupados mientras tú enloqueces intentando entender por qué están ni remotamente activos. Y ellos van y lo hacen sin rechistar, con mucha energía, muy rápido, y tienen tiempo hasta de vitorear a las chicas cuando tiran, a ti cuando paras goles, a Harry cada vez se coloca bien las gafas. Qué. Qué. ¡¿Qué?!
Te preguntas si sería seguirles mucho el juego pedirles que se quedaran después de entrenar. Luego te horrorizas, se van a tronchar en tu cara. Pero más tarde la idea vuelve a revolotear en tu cabeza. Mira que no pueden hacer nada raro. Que todo está en juego. Parece que no se den cuenta de lo que representa esa copa. Todo tu futuro. Todo. Les mandas más ejercicios, algo largo, que requiera mucha concentración. Mientras las chicas practican los tiros desde lejos, no les quitas el ojo de encima. Aunque al cabo de un rato no puedes evitar que un poco de alivio te libere de la tensión aferrada en los músculos. Quizá no tiene nada que ver con el quidditch. Quizá sólo es que han vaciado el tubo de dentrífico en las zapatillas de Lee. Quizá.
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Un momento. ¿Y si precisamente lo que quieren es eso? ¿Que te vuelvas loco? Te giras, entonces, para pillarlos partiéndose de risa después de tus comprobaciones. Pero ni siquiera te están mirando, ocupados uno con las protecciones y el otro con los bates. Sin que las sonrisas se les borren de la cara, ¡claro está!
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Con lo que, a no ser que se hayan vuelto de un promiscuo que no sospechaba en ellos, no ha habido sexo que justifique su comportamiento. Y Percy... Percy estaba sano y salvo, la última vez que lo vio. No le han gastado ninguna broma nueva, que él sepa. Y lo de Penny aún no lo saben, según Perce...
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Evidentente, la normalidad no podía seguir mucho rato. Y, aunque los giros y las figuras que explicas hoy van más que nada dirigidos a las chicas, ellos dos no paran de interrumpir para hacer preguntas y observaciones. Qué buena idea. ¿Podrías comentar eso otra vez? Ah, interesante, ¡con eso te cargas la defensa de Davies!
Vale. ¿Va a durar mucho más?
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Y ellos van y lo hacen sin rechistar, con mucha energía, muy rápido, y tienen tiempo hasta de vitorear a las chicas cuando tiran, a ti cuando paras goles, a Harry cada vez se coloca bien las gafas.
Qué. Qué. ¡¿Qué?!
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Les mandas más ejercicios, algo largo, que requiera mucha concentración. Mientras las chicas practican los tiros desde lejos, no les quitas el ojo de encima.
Aunque al cabo de un rato no puedes evitar que un poco de alivio te libere de la tensión aferrada en los músculos. Quizá no tiene nada que ver con el quidditch. Quizá sólo es que han vaciado el tubo de dentrífico en las zapatillas de Lee. Quizá.
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