Tema: 8# Enfermedad
Autor:
lia-kon-neiaPersonaje: Kyle Makepeace
Rating: G
Tabla:
Inteligencia emocional.Notas del autor:Hace mucho que no escribía de Ky e.eu en fin, algo corto y creo que me desvié de la idea, además que subo sin corregir porque si leo sé que no querré subirlo XP
Tiembla un poco, cuando despierta esa mañana y con los ojos cerrados se aferra a la sábana y trata de cubrirse más y protegerse del frío. Tiene casi los siete años, un espíritu aún incorrupto y fiebre, bastante fiebre. Tarda un poco en abrir los ojos y mucho más tarda en descifrar el significado de esa sonrisa que se dibuja en labios de su hermano cuando le toca la frente y las mejillas y luego le revuelve el cabello, para, por último, darse la vuelta y salir corriendo soltando un -demasiado alegre- ‘¡mamá! Kyle está enfermo’.
- ¡No estoy enfermo!- Grita desde la cama y trata de levantarse, pero un par de manitas le aprisionan contra la cama y la mirada entre castaña y rojiza de Aishi le ordena dejar de resistirse.
- Kota dice que tienes fiebre. - Menciona ella, con tono muy serio y él trata de empujarla, pero no tiene las fuerzas suficientes para hacerlo.
- No tengo fiebre - Gruñe, considerando la posibilidad de morderla y está a punto de hacerlo cuando ella coloca ambas manos en su pecho y presiona, sin dejarle moverse.
- Estás enfermo y debes descansar. - Maldita, maldita sea.
- ¡Estoy bien!
- … Eres igual a tu padre. - Cuando Kyle alcanza a levantar la cabeza, logra verla por encima del hombro de Aishi. Loren entra, de la mano de Kotaro y se sienta en la cama, acción que indica a Aishi que puede apartarse y así lo hace, dejándole espacio. Kyle prefiere ignorar lo falso de aquel comentario o no logra captarlo, pero se queda quieto, sentándose con la espalda recargada en el cabecero.
- Me siento bien.
- Desde ayer has actuado extraño - Dice ella, llevando una mano a la frente del pequeño, la otra en la suya, ante la mirada curiosa de los otros dos - Ni siquiera te molestaste cuando William se comió tu helado.
- Si Will quiere mi helado, se lo daré. Además, William…
- No te importa si te quita cosas, con tal de verlo feliz - Kyle asiente y ella suspira, apartando ya las manos, acariciando por algunos momentos los cabellos oscuros de su hijo y levantándose despacio - Deberías ser un poco más egoísta.
- ¿Cómo Kotaro? - Y el comentario a Aishi le cuesta un golpe en el hombro de parte del mencionado que la hace inflar las mejillas. - ¡Es cierto!
- No tanto - Dice Loren y ahora es el pequeño quien la fulmina con la mirada, murmurando cosas en voz baja. - Pero sí… - Kyle la observa cuando se ha levantado, grabándose en la memoria la manera en que su cabello cae como una cascada oscura. Y luego su mirada suave y esa sonrisa amable que de pronto se ve revestida de algo más que no sabe identificar - Por cierto, sí tienes algo de fiebre. Traeré el termómetro y llamaré al médico, así que quédate en cama.
- ¡Loren!
Y se ríen, Aishi y Kotaro, cuando Kyle reclama en un casi grito, con ese tono característico de desanimo y que busca compasión en su madre que ya ha salido y que ordena, desde quien sabe qué parte de la casa, que dejen en paz al pequeño.
* * *
Loren le dice que duerma, mientras arregla lo del médico y Kyle trata de ser obediente, pero no puede, porque hay mucho que decir (“¿Y Will?”, “En el trabajo”, “¿Sabe que estoy enfermo?”, “Dijiste que no estabas enfermo”, “¿William sabe que dices que estoy enfermo?”, “Sí, sí sabe”, “¿Y qué dijo? ¿qué?”) y demasiado con qué distraerse. Es cuestión de tiempo para que Loren quite todo, que aparte los libros de colorear que el enano tenía ya en la cama, que cierre la puerta del estudio de música para que no vaya a tratar de tocar algo y en general, aleje todo, menos la televisión que Kyle mira sin ver, aburrido y cambiando de canal, calculando cuánto tiempo tarda en dar la vuelta a todos los canales contratados.
Y no es por la enfermedad, está seguro, que a los veinte minutos se encuentra dormido.
* * *
- No necesita un médico.
Kyle escucha voces entre sueños y sólo entonces se da cuenta de que está -o estaba- dormido.
- Está bien, Loren, pasa que tú eres muy exagerada. Por tu culpa el bastardo ha perdido un día de clase.
Es la voz de William, está seguro, por el tono, el timbre y la dureza de las palabras que se gritan en su contra. Entreabre los ojos, despacio, pero la luz es demasiado brillante, aunque alcanza a ver, antes de volver a cerrar los ojos, la silueta difusa de sus padres.
- Ve tú por los niños, yo me quedo con la lapa.
Lo que sigue son protestas, refunfuños y el sonido seco de la puerta principal al cerrarse. Luego el sonido del auto y silencio, mucho silencio.
Hace frío y de pronto tiene sueño. Siente el roce de algo frío contra su frente y deslizándose por sus mejillas, un tacto no demasiado suave que le hace alzar una mano y sostener el objeto, apoyándolo contra su rostro.
- Realmente tienes fiebre - Y esa voz es la de su tutor, demasiado cerca y lo que Kyle aferra entre sus manos es la de Will, que se suelta pronto para volver a acariciar, apartando los mechones de cabello con una delicadeza que Kyle desconocía.
- William… - Logra verlo cuando abre los ojos y se acostumbra a la luz. Aproximándose, los ojos del hombre se ven más rojizos, más grandes, un poco brillantes y demasiado hermosos y luego se cierran cuando el niño siente el beso en la frente, roce de labios nada más y pareciera que Will sonríe.
- Te daré algo para la fiebre. Ya si mañana regresa, te llevaré al médico. - Y la mirada de William va hacia arriba, mirando la nada; Kyle aprovecha para tomar con sus manos el brazo completo del adulto y aferrarse a él, en silencio, tratando de no molestar demasiado - Conozco a un muy buen pediatra, pero creo que ahora vive en Alemania, ese estúpido Eysenck.
- Estoy bien.
Kyle siente el empujón y aunque trata de aferrarse con más fuerza del brazo de su tutor, no puede hacerlo, soltándose cuando William se levanta y sonríe, divertido y con un aire de burla que antes no tenía.
- Si estás bien, cuanto me vaya comenzarás a perseguirme como siempre, lapa.
¿Es eso un reto? Kyle le mira confundido, logrando sentarse en la cama, observando cómo su Will se da la vuelta, despidiéndose con un ademán y cerrando la puerta tras de sí con un sonido seco.
* * *
Tarda tres minutos en bajar de la cama y tenerse en píe y él no recordaba sentirse tan débil en la mañana. Son otros dos para llegar a la puerta y la mitad de uno para abrirla. Luego varios más para atravesar el pasillo y comienza a buscarle, sin hablar, porque sabe que William escapará, se alejará todavía más y será imposible de atrapar.
Se guía por el sonido del piano que resuena en el primer piso y trata con mucho cuidado de no hacer ruido al bajar las escaleras. Falta poco, falta poco, se repite, cuando ve la puerta del estudio abierta y la música sigue, constante.
Hace demasiado frío cuando entra, pero no importa, porque William está ahí, figura frente al piano que desliza los dedos por las teclas con una dedicación asombrosa y un cariño que Kyle envidia. Es Badineire y el tono rápido y alegre le parece una burla a su estado actual, pero la sensación le dura poco.
- Creí que te matarías al tratar de bajar las escaleras. - De nuevo es burla y Kyle esta seguro de eso, pero lo ignora, avanzando despacio y cuando llega al lado de su tutor le hala de la camisa, tomando apoyo contra su cuerpo, el necesario para mantenerse de píe.
- Estoy bien.
Lo siguiente es difuso en su mente, sólo un conjunto de sensaciones agradables, la certeza de que William le tomó en brazos y frescor envolviéndole. Casi paz, casi felicidad y muchos susurros -”así que necedad Odergand…” - aunados a la melodía más suave que sonaba en un estéreo cercano.
- Esto bajará la fiebre. - Sabe mal, lo que sea que William le da, pero se obliga a beberlo todo y se recarga en él, tratando de arrullarse con el sonido de ese corazón que late a un ritmo específico, constante.
- Gracias, Will…
Gracias, papá.
* * *
- ¿Te sientes muy mal? - Mirna se acerca demasiado, tocando la frente de Kyle y él mantiene la vista fija en un punto distante. Si no me muevo, se dice, quizá crea que estoy muerto y se vaya, como los osos. - Tu mamá hizo comida, ¿quieres que te ayude a comer un poco?
Silencio.
- Creo que ya se murió - Kotaro habla, asomándose por la puerta y entrando, dejando la comida en la mesita de noche, sentándose en la cama, rodeando los hombros de su hermano y acercándole a él. - Ni modo, no es la gran pérdida.
- ¡Suéltame! - Kyle trata de liberarse, forcejeando y Mirna pone los ojos en blanco, echándose sobre ellos y separándoles cuando ya no están sólo hablando. A Kyle le duele un poco el cuerpo y la cabeza, pero es poco importante, está seguro, nada que no pueda soportar.
- Se va a morir de todos modos, sólo trato de hacer que el bastardo no sufra - se excusa el mayor, sonriendo un poco.
- Te dije que no le llamaras así - Ryu habla desde el umbral de la puerta, con ambas manos en la cintura y la postura es tan cliché que Kyle sonríe y Mirna ríe un poco bajo, mientras Kotaro frunce el ceño, molesto por ser regañado.
- Ya, pues… - Y cuando Ryu le sonríe, Kotaro desvía la vista, trata de no sonreír y finalmente se levanta de la cama. Voy por agua, dice y cuando pasa junto al chico le da una palmada en el hombro, sin significado o quizá con uno que aún desconocen.
- Ese idiota… ¿cómo te sientes, Kyle? - El chico se acerca, tomando el lugar que antes ocupara el hermano del enfermo y acaricia el cabello del niño. Kyle, simplemente, piensa que ha perdido la cuenta de cuántas veces le han hecho esa pregunta y cuántas veces le han hecho eso a su pobre cabeza.
- Bien. - Y cuando ve que el amigo de su hermano no parece creérselo del todo, inhala profundo - William me dio medicina. Mañana iré al doctor,
- ¿Irás a la escuela? - Es Mirna quien habla, llevando el plato con comida a la cama, comenzando a soplar sobre una cucharada de sopa. Kyle se encoge de hombros. - Haces mucha falta. - Es un lindo gesto, sí, se siente lindo ser extrañado - No tenía a quién arrojarle las bolas de papel. Tratamos de molestar a Evan, pero él sí se defendió. Samara y yo nos aburrimos mucho sin ti.
Vaya amigas.
- William dice que no estoy muy enfermo. William dice que me curaré pronto y podré regresar a la escuela - Por alguna razón, conforme habla, las facciones de Ryu se tornan duras, su semblante serio y Kyle no entiende. - William…
- Es hora de dejar al moribundo morir en paz.
Kotaro entra, deja el vaso de agua en la mesita y se planta frente a todos. Parece que bromea, pero Kyle sabe que no es así, que en el fondo es su manera de ser considerado y algún día, se promete, le agradecerá todo eso.
- No tienes remedio - Ryu musita, por lo bajo, levantándose, dando unas cuantas palmadas más al pequeño y saliendo, dejando en los oídos de Kotaro un ‘te espero en tu habitación’ que en unos años tendrá otro significado. - Mejórate pronto, Kyle.
Kotaro sale rápido y Kyle queda solo con la pequeña que le mira, con los ojitos verdes brillantes fijos en los de él. Eso y mucho silencio. Demasiado.
- … ¿Qué? - Se rinde, preguntando cuando la curiosidad se ha vuelto desesperante y Mirna se muerde el labio inferior. Parece que va a echarse a llorar.
- ¿De verdad te vas a morir? - Kyle guarda silencio, sólo viéndola, sin dar crédito a lo que ella dice y eso ella lo malinterpreta, lo asume como una afirmación y cuando él menos se lo espera, la pequeña está llorando, densos lagrimones resbalando por sus mejillas.
- Tú eres tonta - Le cuesta saber cómo reaccionar y sólo atina a llevar una mano a revolver el cabello castaño y la otra a levantarle del mentón. - Ya no llores, tonta, no me voy a morir.
- ¿Seguro? Porque nos vamos a casar y si te mueres no se puede.
Kyle suspira. No es culpa de ella, claro que no, sino de Kotaro por haberlo dicho tan seriamente y de él por enfermarse y… bueno, también es culpa de ella por ser tan ingenua, pero se lo perdona, porque son niños, aún.
- No me moriré.
- ¿Y nos casaremos?
- Nos casaremos. Con una condición.
- ¿Qué condición?
- Que te limpies las lágrimas. Y los mocos, de paso.
* * *
La fiebre regresa en la noche, sin que Kyle mismo se dé cuenta y es Aishi la que se levanta, inquieta y avanza luchando contra la oscuridad del infinito pasillo hasta llegar a la habitación de sus padres, tocando con fuerza la puerta un par de veces, abrazándose a aquel peluche de perro que alguna vez Airon le regalara.
William despierta al pequeño, le da algo para la fiebre y le hace volver a dormir, ahí, en la misma cama que él y Loren y por suerte que la cama es grande y caben más que bien. Cuando es todo silencio y William no han podido dormir, aunque finja que sí, Kyle susurra varias veces su nombre y él le abraza, despacio, con cuidado, como si temiese romperlo y dice al pequeño que ésta vez, sólo por ésta vez, le permitirá llamarlo papá.
* * *
Kyle reclama cuando llegan a la clínica y trata de bajar de los brazos de Loren. No ha ido a la escuela, otra vez y la clínica resulta un lugar tenebroso. Debe de serlo, porque William parece incómodo y cuando a un pequeño le ponen una vacuna, cerca de ahí, Will desvía la vista, dice haberse mareado y aunque Loren se ría disimuladamente, Kyle no le encuentra la gracia.
Lo que tiene es fiebre, dicen, dolor de cabeza, dolor de garganta, algo de tos y nada más, así que la consulta dura poco y Kyle guarda silencio, apenas asintiendo o negando, la mirada fija en los instrumentos y en algún momento pregunta si le inyectarán. No, le dice el médico, porque es sólo gripe y no es grave, ya se le pasará.
- Te dije que estaba bien - William conduce de regreso a casa, como aburrido y Loren sonríe, susurrando al oído de Kyle un “ya ves qué cobarde es tu padre”. - ¿Qué le estás diciendo al niño de mí?
- Nada, ¿qué podría estar diciéndole? - Ella es de pronto como una niña y Kyle se queda mirándola más rato del que debiese, escuchando la conversación que cambia vertiginosamente y termina cuando llegan a casa y William finaliza con un ‘te obliviaré para que dejes de molestar con el asunto de Sasamine, tú, malvada’ y unas cuantas risas de parte de su madre.
Ahora se trata de descansar. Kyle se recuesta en la cama, observando el techo y William se queda a su lado, acaricia despacio en su cabeza, casi como por accidente, mientras lee un libro.
- ¿Te vas a quedar con él? - Pregunta Loren, cuando sube con agua para Kyle, porque debe mantenerse hidratado.
- Un rato.
Un rato. Un rato puede ser mucho o poco tiempo, razona el pequeño, mientras bebe y da el vaso a William, quien lo pone en su lugar. Kyle se permite recargarse en su tutor, abrazándose un poco a su brazo y está cansado, muy cansado, pero no quiere dormir, porque tiene miedo que al despertar él ya no esté.
- ¿Cuánto tiempo se va a quedar, William?
- Hasta que te cures, enano.
Kyle no quiere curarse, quiere seguir enfermo, aunque le duela, porque así William está ahí. Sin embargo, en menos de una semana, ya está sano y todo acaba. William ya no le mira.
* * *
No estoy enfermo.
Kyle tiene catorce años, el cuerpo marcado por las cicatrices que tarde o temprano se borrarán y está enfermo o al menos es lo que los demás dicen, cuando le observan, cuando le miran negar cada acusación contra William y busca protegerlo, como sea, a cualquier costo.
Gabrielle habla de muchas cosas. Complejos de Electra, daños en el súperyo, patologías que él no conoce pero que según ella -según todos- padece, manifiesta. Pero él no le cree, no va a creerle.
Él no cree estar enfermo, no lo está, no puede estarlo. Porque es amor, ¿cierto? Es sólo amor, de verdad, fuerte, puro, porque él le ama, lo único que sabe es que le ama.
No estoy enfermo.
Sabe que no lo está porque si lo estuviera, William estaría a su lado (William, ¿dónde está? ¿por qué no está?) esperando, dedicándole caricias suaves hasta que sanara (¿Por qué se lo han llevado? ¿Por qué?) hasta que las heridas desaparecieran y la enfermedad no fuese tal y no existiera. Pero William no está.
A veces no duerme, esperando su regreso. A veces no siente, esperando sólo sentirlo a él.
¿Estoy enfermo?
Y a veces, muchas, demasiadas veces, Kyle se queda en su habitación, observando el techo, abrazándose a alguna almohada, con fuerza y cierra los ojos y William está ahí, esperando, calmando su fiebre de medianoche y se siente bien, se siente agradable, dulce, suave. Es como una brisa fresca en una noche de verano.
Kyle no quiere sanar, porque sabe que cuando lo haga, la ilusión desaparecerá.