Tema: 16# Experiencia
Autor:
lia-kon-neiaPareja: William Odergand/Mattesa Oxford
Rating: Creo que R.
Palabras: 500
Tabla:
Pr0nNotas: Buen, hacía tiempo que no escribía XDU y para no perder la costumbre~...
Si se pone a compararlos, William queda bastante debajo en su tabla de amantes.
Mattesa deja que William la recuesta en el sofá y ella roza con sus dedos el tapizado fino callándose el ‘vamos a dejar un desastre’, pasando sus manos por la espalda del niño, atrayéndole un poco más, sintiendo la respiración en su cuello junto con el roce de los labios demasiado cálidos y demasiado finos.
Ella entiende que William es un sólo niño. Torpe, inexperto.
Su respiración se agita cuando siente la mano colándose bajo su falda y no evita la sonrisa al ver la caricia recién comenzada en sus senos ser interrumpida cuando su sobrino se obliga a bajar ambas manos para quitarle las bragas. Ella lo disfruta así, enredando una mano entre el cabello negro, dejándose llevar.
Mattesa se sabe casi una puta, pero peor, porque a ella no le pagan. Porque William no le paga ni agradece, como nunca lo ha hecho ninguno de los hombres que han calentado su cama. Ni aquel profesor de piano, cuyos dedos eran hábiles no sólo para la música, tampoco ese amigo de su padre con el que follaba en el auto cuando la llevaba de compras. Menos lo han hecho los demás, aún más insignificantes en su vida.
Se muerde los labios cuando una mordida sobre su pezón la hace gemir, suavemente y Odergand le sonríe, con esa mirada de lasciva diversión. Mattesa sólo puede corresponder, rasguñando en su espalda y arrancándole un quejido. Cuando él la ha desnudado -con suavidad infinita, con una lentitud nacida de la torpeza- y ella lo hace con él, se atreve a besarle, profundo y arrancándole el aliento. Un beso caliente sin sentimientos, es sexo casual sin lazos fuertes.
En pocos minutos siente la oleada de sensaciones fluyendo en un ritmo constante mientras William embiste, el contacto estrecho, justo sobre ella, pegando sus cuerpos lo más posible, lamiendo el sudor de su cuello, hasta su pecho. Entonces, ella le abraza y se funde en él, en su cuerpo, el vaivén, los gemidos entrecortados y el placer que lo arrastra todo, que lo borra todo.
Tras la cegadora venida del orgasmo, cuando las respiraciones aún están agitadas pero e van calmando, William sale, con cuidado y aún cansado permanece en el lugar, hundiendo el rostro entre sus pechos y ella se dedica a acariciarle, con la punta de los dedos, el contorno de sus labios y la forma de sus pómulos.
- ¿Puedes quedarte un rato más? - La voz entre el silencio la hace abrir los ojos y observar el blanco techo y el horrible candelabro de cristal. Y no responde, guardándose las palabras y preguntas, prefiriendo no saber razones ni buscar el porqué el corazón de William actúa así.
Quizá sea torpe y le falte experiencia. Quizá no sea el mejor amante que ha tenido, ni el primero ni el último.
- Me quedaré.
- Gracias.
Pero es especial. Por alguna razón que no alcanza a comprender, es especial.