Título: A Song About A Friend (2/5)
Autor:
hoomygothFandom Teen Wolf
Personajes: Jackson Whittemore, Danny Mahealani
Longitud: 1.100~
Rating | Advertencias: G | ¿Sangre?
Summary: Cinco veces que Jackson y Danny compartieron cama, parte 2.
Viene de:
parte 1: 2001 2005
Era una noche de verano, cálida y húmeda. Habían montado la tienda de campaña en el jardín trasero de los Whittemore, todo lo alejado de la casa que pudieron, y estaban pasando la noche comiendo Doritos y contando historias de miedo sentados sobre los sacos de dormir, porque se suponía que era lo que tenían que hacer.
Era la primera vez que Jackson hacía eso de dormir en una tienda de campaña, después de haber oído a todos los niños de clase durante el año comentar que habían celebrado su cumpleaños así. A él nunca le invitaron ninguno de esos fines de semana, porque no tenía muchos amigos. A Danny le invitaron a todos, y siempre decía que sus padres no le dejaban, pero Jackson sabía que sí lo hacían. A Danny le dejaban hacer de todo.
Todos esos sábados mientras el resto de su clase comía palomitas y bebía Coca-Cola sin cafeína sin ellos, Jackson y Danny los pasaron juntos, viendo las pelis viejas de Batman una y otra vez y jugando a la GameCube.
-Todo el mundo en el cole es idiota -dijo Jackson, tumbándose en el saco de dormir con los brazos cruzados bajo la cabeza. Danny se limpió el polvo de queso en la camiseta y le miró-. No necesitamos que sean nuestros amigos. Cuando sea mayor voy a ser mejor que ellos y querrán ser mis amigos y no les dejaré.
-Vale -aceptó Danny.
-Y cuando quieran venir a mi casa a jugar con mi sistema de realidad virtual en tres dimensiones les diré que... que se vayan a la mierda -susurró, porque su padre no le dejaba decir palabrotas.
-Tú no tienes un sistema de...
-Pero lo voy a tener cuando sea mayor, Danny. Cuando lo inventen. Y sólo podrás venir tú a jugar con él, porque eres mi mejor amigo.
-Vale -repitió él, aunque no parecía muy convencido. Jackson se incorporó y apoyó la barbilla sobre la palma de la mano.
-No le caigo bien a nadie -confesó, como si le estuviera contando un secreto-. Mi madre dice que tienen envidia, pero yo creo que sólo les caigo mal, y ya está. Y no quiero que sean mis amigos porque son idiotas.
Danny se puso de lado, para mirarle, y se apoyó sobre un codo.
-A mí me caes bien.
-¿Por qué?
Él frunció el ceño, y Jackson durante un momento se asustó, porque estaba seguro de que no iba a encontrar una respuesta. Él tenía mil para esa misma pregunta. Danny le caía bien porque le hacía reír, y le gustaban los mismos cereales que a él, y aún veía series de dibujos y le daba igual que todo el mundo pensara que eso era de niños pequeños, y porque a veces cuando estaban juntos no hacía falta hablar. Y sobre todo, porque era el único que quería ser su amigo, cuando todo el mundo quería ser amigo de Danny.
-No sé, Jackson. ¿Por qué me cae bien Poppy?
-Porque es tu perro -contestó, lanzándole una mirada-. Yo no soy tu perro.
-Eres mi mejor amigo -dijo él, como si fuera una verdad absoluta como las que daba la señorita Perrins en clase de mates. Como si eso fuera suficiente. Danny y Jackson eran mejores amigos porque lo eran, y ya.
-¿Para siempre?
-Siempre.
-¿Seguro? -preguntó, mirando muy dentro de sus ojos.
-Sí.
Jackson cogió una de las latas de refresco del suelo y vació lo que quedaba, para dejarla de lado en el suelo de nuevo. Se levantó y la miró con determinación un momento, antes de pisarla con todas sus fuerzas, sin importarle estropear sus deportivas nuevas. Levantó el pie y la observó, pisándola otra vez, y otra, y otra, hasta que quedó contento con su obra.
-¿Qué haces? -preguntó Danny, mirándole con curiosidad y puede que un poco de preocupación por si se había vuelto loco.
Jackson recogió la lata y pasó los dedos por el borde, asegurándose de que el metal se había rajado lo suficiente como para crear un filo, y la presionó con fuerza contra la palma de su mano. El dolor punzante y frío le recorrió todo el cuerpo como una corriente eléctrica, pero apretó los dientes y le pasó la lata a Danny. Cerró el puño y la sangre goteó entre sus dedos.
Danny ni siquiera lo pensó, cortándose con el metal exactamente igual que él.
-Mi madre me va a matar por esto -dijo, y cerró los ojos con fuerza hasta que pasó el primer latigazo de dolor.
Jackson extendió su mano y él la colocó encima, estrechándola con fuerza. La sangre era caliente y pegajosa y daba un poco de asco, pero no era capaz de dejar de mirar la manera en la que se mezclaba entre sus manos. Cuando las separaron, Jackson examinó su palma y se dio cuenta de que no sabía dónde empezaba su sangre y dónde acababa la de Danny.
-Ahora somos hermanos -dijo con solemnidad, rescatando uno de los calcetines que se había quitado Danny y enrollándoselo en la mano para parar la hemorragia. El dolor ya no era más que un latido lento y sordo.
-Eh, que tengo que usar eso para volver a casa.
-Mañana te doy unos. Tápate la herida o te morirás.
-No me voy a morir -dijo él, poniendo los ojos en blanco-. Ya ni siquiera sangro.
-No quiero que te mueras. -Danny bufó, pero cogió el otro calcetín y lo ató en su mano. -No manches nada, porque mi madre se enfadará y no nos dejará dormir más en la tienda de campaña. Es nueva. Me la compraron ayer.
-La próxima vez lo podemos hacer en mi casa -sugirió él, volviendo a tumbarse. Cruzó un brazo bajo la cabeza y dejó el otro, el de la mano magullada, descansando sobre su pecho-. Aunque mi jardín es más pequeño. Y nuestra tienda tiene tantos años como mi hermano Seth, así que es súper vieja.
Jackson se dio cuenta de que no importaba.
-Vale. Pero el sábado que viene no, porque tengo que ir a ver a mis abuelos -dijo, arrugando la nariz con disgusto. Se quitó las zapatillas y se peleó con los pantalones para meterse en el saco de dormir, aunque hacía calor.
Danny era más valiente que él y no necesitaba taparse. Ni siquiera en la cama, cuando dormía solo y con la ventana abierta.
La luz del jardín se quedó encendida toda la noche, y por la mañana les despertaron los pájaros cantando y el frío del amanecer. Y el dolor en la mano, aunque eso nunca lo reconocerían.
Sigue en:
parte 3