Fic: El apartamento de la calle Marshall ¡Regalo para Harukana! Cap 11

May 27, 2012 16:50

Título: El apartamento de la calle Marshall
Autora: Anónimo
Reto: # - 11 Película "Como si fuera cierto"
Reto proporcionado por: ha_ru_ka_na
Número de palabras: ~62,000 en 11 capítulos
Rating: NC-17
Beta: loredi
Gráficos: aradira
Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6 Parte 7 Parte 8 Parte 9 Parte 10



Capítulo 11

Durante mucho tiempo, Harry no volvió a ver a Draco.

Pero eso no significaba que no hubiese sabido de él.

~

Quiso la suerte que el día que Draco había despertado en San Mungo, Harry se había llevado su varita sin darse cuenta. Así que el moreno, todavía entumecido por el dolor y sin poder creerse lo que había pasado, decidió visitarlo en el hospital al otro día para devolvérsela. Tal vez, pensaba él, si quedaba alguna esperanza… sólo así lo descubriría de una vez por todas.

Ron intentó disuadirlo, alegando que era una pésima idea.

No se equivocó. Astoria ni siquiera dejó que Harry llegara hasta Draco; lo atajó en el corredor y le explicó que su esposo agradecía que lo hubiese salvado (y que más tarde se vería generosamente recompensado), pero que de ninguna manera le parecía adecuado que un mago homosexual y con el historial de perversión que Harry se cargaba, intentara entablar amistad con él.

Harry, luchando por controlar su respiración agitada y el sinfín de emociones que amenazaban con desbordársele, le entregó la varita de espino a la mujer de Draco y se fue de San Mungo sin decir palabra.

~

Los días comenzaron a trascurrir con una lentitud y un tedio que se sumaban a la pena que Harry sentía, atormentándolo hasta casi arrastrarlo a la locura. Le angustiaba imaginar a Draco convaleciente en el hospital y no tener modo de acercarse a él para, al menos, saber cómo lo estaba pasando.

Una tarde en que la desesperación fue muchísimo más que suficiente, decidió que usaría su capa de invisibilidad para ir a San Mungo y saber de él.

Para verlo.

Ron casi lo ató a su sofá para hacerlo entrar en razón, para que comprendiera que esa idea era todavía peor que la anterior. Afortunadamente, en esa ocasión Harry terminó por dejarse convencer. Con manos temblorosas, dobló y guardó la capa. Luego, Ron se quedó en el apartamento a acompañarlo y ambos pasaron la noche entera mirando la televisión.

~

Hubo días en los que se levantaba creyendo que todo había sido sólo un sueño y en los que intentaba convencerse de eso porque creía que así dolería menos y sería más fácil olvidar.

Pero su mundo estaba lleno de detalles y evidencias de que la presencia del espíritu de Draco había sido algo demasiado real como para poder negárselo.

Que Ron le creyera era la prueba más grande de todas de que en verdad él se había enamorado de un espíritu que, ahora que había retornado a su cuerpo, sencillamente había olvidado todo lo sucedido entre ellos.

Como si no hubiera pasado jamás.

~

Supo de Draco por los periódicos. Éstos dedicaron páginas completas a narrar la asombrosa historia del mago secuestrado por su propio amigo y que había estado dos meses en coma por culpa de una maldición y una poción. Gracias a este medio, Harry se enteró del día preciso en el que Draco, quien había presentado un cuadro tremendo de desnutrición y deshidratación, fue dado de alta del hospital.

Por alguna bienaventurada casualidad, el nombre del bar donde Draco había sido raptado nunca salió a relucir, por lo que el escándalo que el rubio había temido si es que se sabía su verdadera preferencia sexual, nunca se presentó.

Harry, a pesar de su desolación, se alegraba por Draco. Se alegraba por eso y porque el rubio se había convertido en una especie de héroe en el mundo mágico, el cual, por primera vez, se portaba bien con él.

Harry luchaba por alegrarse cuando leía los reportajes de los periodistas que se dedicaban a acosarlo en su mansión para continuar enterándose de la evolución de su salud. Pero sentirse feliz por Draco no era tan sencillo cuando veía que Astoria siempre aparecía a su lado en todas y cada una de las fotografías que ilustraban esas notas. Solícita y cercana. Como Harry nunca podría.

Después de leer, Harry se veía en la imperiosa necesidad de destruir todos y cada uno de esos periódicos con la mayor saña.

~

El Profeta y Corazón de Bruja intentaron entrevistarlo más de una vez (en vano), intrigados como estaban por averiguar cómo el nuevo jefe de los aurores había conseguido encontrar y rescatar al mago secuestrado. Pronto, los periodistas y fotógrafos tuvieron que reconocer que el auror Potter era un hueso duro de roer e incluso publicaron varios artículos donde criticaban su reciente inestabilidad emocional, donde le recordaban a todo el mundo mágico que era un desviado sexual, y donde ponían en duda sus capacidades para liderar al departamento de los aurores.

Harry, por su parte, no perdía oportunidad para demostrarles a los reporteros qué era lo que opinaba de ellos y de su periodismo de mierda.

Llegó un momento en el que los periodistas aprendieron a tenerle miedo al anteriormente amable Harry Potter y a sacarle la vuelta.

~

Aproximadamente un mes después del despertar de Draco, uno de los Malfoy (Harry apostaba por Astoria) intentó hacerle llegar un costosísimo regalo. El elfo arrogante que se apareció en su apartamento para entregárselo, no hizo más que hablar sin parar de algo relacionado con un “objeto invaluable hecho por duendes”. Harry, sabiendo que el elfo no aceptaría un no como respuesta, recibió la caja y despidió al sirviente. La devolvió enseguida vía lechuza sin ni siquiera abrirla y sin añadirle ni una mugrosa nota.

Los Malfoy no volvieron a molestarlo o a tratar de contactarlo.

~

Un día, Ernie le dijo que fuera contemplando la posibilidad de que, ahora que Draco estaba de vuelta, los Malfoy querrían su apartamento desocupado en algún futuro cercano. Harry, más deprimido que nunca antes, comenzó a empacar. Sin embargo, después de una semana de haberle avisado, Ernie le contactó de nuevo y le informó que la pareja había cambiado de opinión, que al parecer Draco Malfoy ya no estaba interesado en pasar temporadas en Londres como antaño. Sin tener la más mínima idea del dolor que le provocaba a Harry, Ernie le contó que la misma Astoria le había dicho con una gran sonrisa en la cara que Draco, después de haber estado tan cerca de la muerte, ahora lo único que deseaba era pernoctar todo el tiempo en Wiltshire y pasar más tiempo a su lado.

Esa noche, casi dos meses después del despertar de Draco, fue la primera vez que Harry sucumbió al dolor pesado y helado que lo aplastaba igual que una losa de cruel mármol. Lloró hasta que el cansancio lo venció y se quedó, más que dormido, prácticamente inconsciente sobre la cama que alguna vez compartió con el espíritu de Draco.

~

Maldijo una y otra vez la hora en la que había decidido regresar a su trabajo y aceptar aquel ascenso de mierda que lo obligaba a estar en el cuartel casi todos los días de la semana. Lo maldecía porque, de no haber sido por eso, al menos le quedaría el consuelo de poder emborracharse noche a noche hasta dejar de pensar, hasta dejar de sentir, hasta dejar de saber de él y dejarse perder en las brumas de la piadosa inconsciencia.

Sin embargo, incluso eso le había arrebatado el mismo Draco. Su compromiso como jefe de los aurores (puesto que no habría tenido que aceptar si no hubiera sido porque lo necesitó para poder ayudar a Draco), lo forzaba a irse sobrio cada noche a la cama.

El problema era que Harry, sin el embotamiento que el alcohol le causaba, simplemente pasaba sus noches sin poder dormir.

Muchas veces optaba por levantarse e irse a sentar a la sala. Ahí, las horas nocturnas transcurrían lentamente mientras Harry pasaba sus dedos, una y otra vez, y otra, y miles, por el trazo suave y plateado del escudo de Slytherin grabado en un pequeño cuadro de madera de ébano.

El amanecer lo encontraba así. Entonces, Harry se levantaba, se duchaba y se largaba al Ministerio sin poder dejar de preguntarse si algún día ese infierno llegaría a su fin.

~

Cada paso, cada actividad, cada objeto… cada segundo en su apartamento. Todo le recordaba a Draco. Todo lo hacía pensar en él mientras creía que se volvería loco por la soledad y el silencio.

Ron ya no lo visitaba sólo los martes. Aparte de esas noches y de cuidarle la espalda todo el tiempo en el trabajo (donde Terry continuaba teniendo el buen tino de incordiarlo), Ron iba al menos tres o cuatro veces a la semana a casa con él. Lo obligaba a cenar e intentaba conversar de algún tema trivial.

En ocasiones llevaba a Hermione y entre los dos intentaban convencer a Harry de que dejara ese lugar.

-Insisto, compañero… y no, no me mires así. De verdad creo que vivir aquí te está haciendo muchísimo daño. Mamá y papá no dejan de decirme que deberías pasar una temporada en La Madriguera. De hecho, mi papá está más que emocionado de que te lleves contigo todos los artefactos muggles que estás acostumbrado a usar. Especialmente la televisión… ¿Ya viste las ojeras que tienes? No duermes una mierda, ¿verdad?

Y Ron no dejaba el tema por la paz.

En el fondo, Harry sabía que su amigo tenía razón. Sabía que vivir en ese apartamento de la calle Marshall lo estaba matando.

Dolorosa, lenta, y efectivamente.

Pero la alternativa le resultaba tan terrorífica que no quería ni pensarlo. Porque al menos, al vivir ahí, se sentía cerca de Draco. Lo más cerca que podría estar.

Sabía que era patético, pero no podía evitarlo.

~

Un día de verano, casi cuatro meses después del despertar de Draco, Harry estuvo a punto de perder la vida por un error estúpido causado directamente por culpa del cansancio y la falta de concentración. Esa noche, después de que le cerraran las heridas en San Mungo y su cuerpo por fin dejara de sangrar, Ron prácticamente lo secuestró y se desapareció con él rumbo a La Madriguera.

Harry no tuvo más remedio que dejarse envolver en el cálido abrazo de la familia Weasley completa, quienes le cedieron su mejor cuarto, lo alimentaron hasta casi hacerlo reventar y lo ayudaron a volver a dormir.

Fue entonces cuando Harry supo que era hora de dejar el pasado atrás.

~

Ron le ayudó a mudarse. Sacó tan pocas cosas del apartamento que en realidad necesitaron un solo viaje por la red flu: sólo se llevó la TV, la maleta con su ropa y otra con sus objetos personales. La foto muggle de Draco que él mismo había hecho, se la guardó en el bolsillo de sus jeans sin que Ron se diera cuenta.

Caviló mucho tiempo en si tenía derecho o no a llevarse los posavasos grabados con el escudo de Slytherin. Pasó más de diez minutos acariciándolos, trazando con su dedo la plata que dibujaba la serpiente sobre el negro.

Al final, decidió que no y los dejó en la misma mesita donde los había encontrado. Le temblaban las manos cuando, uno a uno, los guardó en su estuche y lo cerró. Le dio la espalda a la mesa de patas largas y caminó hacia la chimenea sin mirar atrás.

~

Al otro día, llamó a Ernie y le pidió una cita para entregarle las llaves. Ernie se quejó de que no podía hacer eso, que tenían un contrato que respetar. Harry suspiró hondamente y preguntó por el precio.

-Simplemente dime a cuánto asciende la indemnización o lo que sea que tenga que pagar. No me importa lo que cueste, el punto es que ya no quiero vivir ahí ni un solo día más.

Ernie dijo que lo consultaría y que lo visitaría al otro día en el cuartel para recoger el pago y las llaves. Quedaron a cierta hora y Harry, resignado, le agradeció su ayuda y le suplicó que por favor, le buscara otro apartamento, casa, buhardilla o lo que fuera.

-Nada más procura que esté lo más lejos posible del Soho -fue lo único que Harry le pidió.

~

Había citado a Ernie en su reluciente oficina nueva -la que había sido de Robards y quien se había jubilado casi inmediatamente después del incidente de Draco- justo a las seis de la tarde, cuando el trabajo ya estaba más relajado. Sin embargo, Ernie le mandó una lechuza temprana donde le decía que, por razones prácticas, prefería verlo en el apartamento.

A Harry no le agradó la idea en absoluto. Había pensado que no regresaría ahí jamás y no quería volver a experimentar el dolor que representaba mirar de nuevo las cosas que eran de Draco.

Le escribió diciendo que no.

Pero Ernie insistió. “Por favor, Harry, es necesario para cancelar el contrato. Requiero revisar que todo esté completo y en perfecto estado si es que no quiero meterme en un problema con los Malfoy. Sé que comprenderás y me ayudarás a cumplir con el requisito."

A regañadientes, Harry no tuvo más remedio que aceptar. Así que, a las seis en punto, entró a una de las chimeneas del Ministerio y salió a la sala del apartamento de la calle Marshall.

Pero no era Ernie quien lo esperaba ahí sentado en uno de los sofás.

Era Draco.

Harry se quedó congelado justo junto a la chimenea; el corazón y todas las entrañas se le habían vuelto un doloroso nudo dentro del cuerpo. Sin poder evitarlo, comenzó a respirar agitadamente y por un breve momento estuvo a punto de regresarse por donde había llegado.

-¿Qué haces aquí? -soltó sin pensar.

Draco frunció el ceño ante su pregunta y se puso de pie. Harry no resistió la tentación de mirarlo de arriba abajo. Dios bendito… Draco estaba guapísimo. A Harry, que se había acostumbrado a verlo siempre con el mismo atuendo, le pareció extraño y fascinante mirarlo vestido diferente. Draco llevaba un bonito traje gris oscuro que le quedaba como un guante y una camisa púrpura que, por más raro que fuera el color, se le veía muy bien.

Harry se sintió más feo y desarreglado que nunca: él sólo llevaba unos jeans viejos y descoloridos y un suéter de color verde botella bastante sencillo. En el Ministerio acostumbraba usar túnica encima de su ropa muggle, pero por lo regular se la quitaba allá y la guardaba en un armario que tenía a su disposición. Luchó con todas sus fuerzas para no ceder a la urgencia de llevar las manos hacia su cabello y tratar de alisárselo; sabía que viajar por la red flu siempre se lo dejaba todo alborotado.

Draco carraspeó y dijo mientras miraba alrededor del apartamento:

-Es curioso e inexplicable, pero de pronto he sufrido una momentánea paramnesia que me ha impedido contestarte esa pregunta maleducada tal como te lo mereces.

-Una… ¿para-qué? -farfulló Harry, sintiéndose como si de pronto hubiese saltado a una dimensión desconocida.

Draco puso los ojos en blanco y suspiró con hastío.

-Un breve periodo de paramnesia, mejor conocido por el vulgo como déjà vu -le explicó-. ¿Al menos sabes qué es eso?

Harry asintió. Ahora ya estaban entendiéndose.

-Bien -continuó Draco, embutiendo las manos en los bolsillos de su pantalón y provocando que Harry tuviera que pasar la gran cantidad de saliva que se le acumuló en la boca-. Como te decía, miles de respuestas sarcásticas e inteligentes cruzaron mi mente en cuanto tú, macaco sin modales, me has preguntado qué es lo que estoy haciendo en mi propio apartamento, pero…

-¡Es que yo tenía cita con Ernie, no contigo! -jadeó Harry alterado, pensando frenéticamente en cómo salir de eso. Draco no tenía idea del daño que le hacía a Harry estar tan cerca de él cuando justo lo que necesitaba era dejar de verlo.

-¿Dejarás de interrumpirme algún día, Potter? -exclamó Draco alzando la voz. Harry entrecerró los ojos con enojo y apretó los labios, y Draco, aparentemente conforme, continuó-: Cuando me preguntaste eso, algo relampagueó en mi mente. Una escena que no me explico de dónde ha surgido… tal vez de un sueño, no lo sé. Tú haciéndome esa misma pregunta pero en el baño de este mismo apartamento, y yo tuve la imperiosa necesidad de preguntarte de vuelta: “¿Qué hace él aquí?”, aunque no tengo idea a cuál “él” me tendría que referir.

Harry abrió mucho los ojos. Sabía cuál momento era el que Draco estaba describiendo. Había sido la noche en que Kerry había ido al apartamento y Draco se había enfrentado con Harry en el baño. ¿Acaso era posible que Draco estuviese comenzando a recordar? Una oleada de esperanza recorrió su torrente sanguíneo y comenzó a respirar todavía con más rapidez que antes, aunque, por otra parte y después de casi cuatro meses de sufrimiento, lo que menos quería era forjarse falsas ilusiones.

-Eso… -comenzó a decir Harry cautelosamente-. Eso que recuerdas no fue un sueño. En verdad pasó. Pero no me creerías si te dijera cómo.

Draco lo miró con los ojos entornados durante un minuto completo.

-En realidad, estaría encantado de escuchar qué tienes que decir al respecto, Potter -dijo en tono mordaz-. Porque estos estados de paramnesia han sido algo recurrente desde que desperté en San Mungo, y aunque los sanadores insisten en que es normal, yo no estoy tan convencido. Sobre todo -bajó la voz sin dejar de observar fijamente a Harry- porque todos y cada uno de esos malditos déjà vus tienen que ver contigo.

Harry no le contestó. ¿Qué podía decirle? Por alguna razón que no entendía (tal vez porque estaba asqueado de tener déjà vus con él), Draco parecía furioso y Harry dudaba muchísimo de que se tragara la historia de que su espíritu había salido de su cuerpo para ir a buscarlo, convivir con él y, finalmente, enamorarlo. ¿Para qué exponerse a declarar su amor si Draco jamás le creería y mucho menos, le correspondería?

Entonces, Draco dio un paso hacia Harry y éste apretó los puños a sus costados. La necesidad de salir corriendo de ahí le picaba, las ganas de coger su varita y desaparecer eran casi insoportables. Se obligó a quedarse quieto mientras Draco proseguía con su charla.

-Llegó un momento en el que comencé a pensar que tú me habías colocado encima algún tipo de embrujo…

-¡Yo no hice tal cosa! -gritó Harry, enrojeciendo de rabia.

-¡Ya lo sé, Potter! -gritó Draco también-. Hice que el mejor sanador me revisara en búsqueda de hechizos y no encontró nada. Pero -Draco dio otro paso hacia él-, entonces tuve que hacerme esta pregunta: ¿de dónde demonios vienen esos malditos recuerdos o ideas o lo que carajos sea que sean?

-No sé -dijo Harry con voz tensa, necio como estaba a no confesarle nada a Draco.

Era obvio que esa no era la respuesta que Draco quería oír. Lo miró con resentimiento durante algunos segundos y luego suspiró.

-Como sea. También he venido porque necesitaba hablar contigo de otro asunto.

Harry se permitió relajarse un poco. Perfecto. Draco quería hablar de otro asunto. Cualquier otro tema que no fuera a exhibirlo a él como el idiota que se había enamorado de su antiguo enemigo, estaba genial. Eso sí podía hacerlo.

-¿De cuál?

-Verás, Potter. Hace cuatro meses desperté de un sueño inducido por magia. Para conseguir eso, según me informaron, los sanadores tuvieron que usar el antídoto Wiggenweld. -Hizo una pausa en la que taladró a Harry con la mirada. Éste dio un paso atrás y su espalda chocó con la repisa de la chimenea-. Y apenas al recuperarme, me dieron la grandiosa noticia de que fue el auror Harry Potter, ni más ni menos, el que me lo administró.

Harry hizo una mueca de dolor. ¿Por qué, hiciera lo que hiciera, todo apuntaba a que de todas maneras Draco se enteraría de sus más oscuros secretos y anhelos?

-Astoria intentó primero y no funcionó -masculló Harry entre dientes-. Simplemente sentí que al darte la poción cumplía con mi deber. Lamento si haberte “besado” te ha dado pesadillas y te ha arruinado tu perfecta y hermosa vida -agregó con sarcasmo.

-Más que el hecho de haberme besado, está la asombrosa realidad de que, para poder hacer que el antídoto funcionara, tú tenías que haber estado enamorado de mí. Más enamorado de lo que Astoria está, obviamente. -Harry comenzó a temblar; el rumbo de la conversación no le gustaba en absoluto-. Imagina el impacto que recibí cuando me informaron que San Potter, líder de los aurores y de todo lo que es bueno en el puto mundo mágico, alberga sentimientos así de intensos hacia mí.

-Debió de haber sido un shock espantoso -siseó Harry irónicamente.

-Potter, ¿por qué tengo el presentimiento que detrás de todo esto hay algo más? -preguntó Draco con algo que parecía verdadera curiosidad e ignorando el anterior comentario de Harry.

-Ya te dije que no sé -continuó mintiendo Harry, cada vez más desesperado y deseoso de desaparecerse de ahí.

-¿En qué maldito momento te enamoraste de mí? -cuestionó Draco en un susurro, yendo directo a la yugular-. ¿Cuándo pasó si tú y yo teníamos años sin vernos?

Harry no respondió. Sólo se le quedó viendo, avergonzado y sabiéndose patético, queriendo largarse y meterse debajo de una enorme roca y no tener que enfrentar al mundo jamás. Al ver que Harry no decía nada, Draco suspiró y se alejó unos pasos. Harry se sintió más que aliviado al ver recuperado su espacio personal.

-Hace poco fui a ver a Blaise a Azkaban -dijo Draco de pronto-, y me contó cosas bastante interesantes.

-Te creo -se burló Harry-, ese perverso tiene una imaginación desbordante.

Para su sorpresa, Draco soltó una risita.

-Sí, tengo que admitir que su plan para quitarme de en medio fue de lo más inteligente. Lástima que no se atrevió a arrojarme al río para deshacerse de mi cadáver. En fin, como te decía, él me contó sus razones para hacerlo. Me habló del amor que siente por Astoria y de lo furioso que estaba conmigo porque era un verdadero cretino con ella.

-Pero por lo visto, tú y Astoria están más que bien ahora, ¿no? Sus fotos de feliz pareja enamorada no han hecho más que adornar todos los malditos periódicos desde hace meses -se le salió a Harry y enseguida se mordió la lengua. Dios, ¿cómo podía decir esas cosas y creer que no sonaba como un estúpido niñato celoso y despechado?

Draco lo miró inquisitivamente.

-Hay algo que se llama “cubrir las apariencias” -explicó-. Ni ella ni yo estamos locos de pasión el uno por el otro, pero continuamos juntos porque no tenemos un motivo real para divorciarnos… -Miró tan fijamente a Harry que éste sentía como si le atravesara el cerebro-. ¿O debería tenerlo, Potter?

Harry no pudo responder. Quería gritarle que sí, que él (su espíritu) le había prometido que se divorciaría, que se sinceraría, que tendría una relación con él. Pero Harry sabía que nada de eso tenía caso, que esas promesas ya no tenían ningún valor.

Draco le dedicó una mirada cargada de rabia al ver que no le contestaba nada.

-Blaise también me habló de ti y de tu raro comportamiento -continuó-. Él cree que estás tan obsesionado conmigo que te has vuelto loco, que decías que mi fantasma se te aparecía aquí. Luego, vengo al apartamento y siento encantamientos emocionales por todos lados. Especialmente en eso…

Con la cabeza, Draco señaló hacia la mesa donde descansaba el estuche de los posavasos. Harry jadeó aunque no estaba seguro a qué se refería Draco con “encantamientos emocionales”.

-Pe-pero, yo no recuerdo haber encantado nada de…

-¿De verdad crees, Potter, que un mago tan poderoso como tú puede manipular objetos mientras experimenta una fuerte emoción sin dejar remanentes de su magia en ellos? -explicó Draco en tono burlón pero indulgente, como si hablara con un niño pequeño-. Para mí, llegar y tocar esos malditos posavasos ha sido como leer una carta de amor desesperada y ardiente escrita por ti, ¿sabes?

Harry lo miró angustiado y abochornado.

-No fue mi intención, la verdad yo…

-¡Potter, ya cállate! -gritó Draco, acercándose de nuevo a él hasta quedar justo enfrente-. ¡Deja de mentir! ¡Quiero la verdad! ¡Quiero saber qué fue realmente lo que sucedió! ¿Por qué estás enamorado de mí? ¿Por qué mi mente está llena de recuerdos de cosas que nunca pasaron? ¿Por qué demonios rechazaste mi regalo? ¿Por qué, cuando supe que casi morías en una redada el otro día, tuve la urgencia irresistible de ir a verte? ¿Por qué cuando la prensa habla mal de ti me enfurezco sin razón cuando antes era motivo de alegría? ¿CUÁL ES LA MALDITA VERDAD DETRÁS DE TODO ESTO? -Draco tomó a Harry de su suéter y lo zarandeó con fuerza-. ¡DÍMELO!

-¡SUÉLTAME! -suplicó Harry con un grito, porque tenía terror de no poder contenerse más, porque Draco estaba tan cerca de él que podía sentir su calor (Dios, ahora sí era su calor corporal real, y eso lo estaba volviendo loco) y sabía, lo sabía, que no soportaría tenerlo así y no…

Y no…

No pudo resistirlo.

Tomó a Draco de las solapas de su elegante chaqueta y, bruscamente, se giró e invirtió posiciones con él. Apoyó al rubio contra la repisa de la chimenea, silenciándolo por la sorpresa. Sin darle tiempo a reaccionar, pegó su cuerpo contra el suyo y le dio un beso animal.

Nada de todo lo que le había sucedido en su vida lo habría podido preparar para la sensación ardiente y avasalladora que lo dominó cuando Draco abrió su boca y comenzó a corresponderle el beso casi de inmediato. El rubio, que todavía tenía las manos sobre su suéter a la altura del pecho, aflojó los puños y los abrió, depositando las palmas sobre los pectorales de Harry y apretando fuerte. Harry gimió largamente, a punto de las lágrimas por lo abrumador de la situación: tantas sensaciones, tantas emociones, tanta felicidad. Justo cuando había creído que ni siquiera volvería a verlo, ahora resultaba que, de alguna manera y aunque no pudiese recordar, Draco sí correspondía a sus sentimientos.

Harry, desesperado por obtener más, llevó sus manos hacia arriba y acunó las mejillas de Draco mientras profundizaba el beso, todo mientras deseaba con todo su corazón que algún día Draco pudiese recordar. Y entonces, un flujo inesperado de magia pareció explotar entre los dos, haciéndolos vibrar y jadear.

Harry se separó bruscamente y miró a Draco con los ojos muy abiertos.

-¿Qué demonios ha sido eso?

Draco no le contestó. Estaba observando a Harry con un gesto de incredulidad, la boca abierta y jadeante. Parecía querer decir algo y no encontrar las palabras adecuadas para hacerlo.

-Todo eso… -susurró Draco por fin, recorriendo con sus ojos grises el rostro de Harry, como si lo estuviese reconociendo-. Todo eso… no fue un sueño. ¿Cierto?

Harry cerró los ojos y negó con la cabeza. Todavía tenía las manos sobre las mejillas de Draco y no pensaba quitarlas de ahí. Comenzó a acariciar con sus pulgares la aterciopelada tez del rubio.

-Todo… -continuó murmurando Draco-. Dios, ¿en verdad pasó?

Harry asintió.

-¿Lo recuerdas? -preguntó en un jadeo mientras abría los ojos-. Pensé que nunca lo harías.

-Sí -respondió Draco en un hilo de voz-. Todo ha venido a mí de repente, pero, ¿cómo pudo sucedernos algo así? Es… es imposible.

Harry, embriagado de una felicidad que no había sentido nunca en su vida, se rió de una manera que casi parecía llanto.

-Una amiga muy sabia me dijo una vez que cuando pasan estas cosas inexplicables, no hay que preguntarse el cómo, sino el porqué. Y el porqué, te lo juro, Draco, lo tengo clarísimo.

Apretando las mejillas de Draco como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento, Harry se inclinó de nuevo hacia él y volvió a besarlo. Draco gimió y permitió que la lengua de Harry dominara su boca; abrió las piernas para darle acceso a la rodilla que luchaba por frotarse contra él y sus manos recorrieron el torso del moreno por encima de su suéter hasta que encontraron el dobladillo de su cintura y se colaron por debajo de la tela.

Las manos de Draco sobre su piel se sintieron tan bien que Harry tuvo que dejar de besarlo para poder respirar e intentar recuperar un poco de aire.

Draco aprovechó para mordisquearle el labio inferior mientras mascullaba la pregunta que había quedado pendiente.

-¿Por qué, Potter?

Harry gimió y bajó las manos hasta llegar al cuello de la chaqueta de Draco. Comenzó a quitársela con urgencia mientras suspiraba contra sus labios:

-Porque te amo y soy completamente tuyo.

~

Cuando llegaron a la cama, Draco ya no traía puesta ni su chaqueta ni los zapatos. Harry, de algún modo, también había dejado sus botas en el camino. Con suavidad y todavía sin poder creer ese increíble giro en su suerte, Harry recostó a Draco sobre el colchón y procedió a abrirle, uno a uno, los botones de su bonita camisa de diseñador.

El torso de Draco, marcado por unas cicatrices que hablaban de su conflictiva y añeja relación, era blanco, suave, de músculos enjutos y firmes, y Harry sintió que salivaba sólo de verlo. Tragó y lentamente, casi con reverencia, empezó a lamer, a besar y a probar. La piel de Draco estaba tan caliente que Harry presentía que lo quemaría, y en el momento en que su boca llegó a uno de sus pezones y lo mordió, Draco se arqueó tanto hacia arriba que Harry creyó que se quebraría.

A regañadientes, Harry dejó de besar el recién descubierto pecho y estómago de Draco y se incorporó hasta quedar arrodillado sobre la cama enfrente de él. Draco aprovechó el movimiento para tomar su suéter del dobladillo y tirar hacia arriba; Harry captó la intención y él terminó de quitárselo. El suéter fue a dar a un rincón del cuarto seguido enseguida de la camiseta que Harry traía.

Draco lo miraba como si fuera una invaluable pieza de la más fina joyería.

-Ven -le pidió con la boca seca mientras tiraba de él.

Harry se dejó caer suavemente sobre Draco y el contacto pecho a pecho casi lo enloquece. Aparentemente a Draco también; ambos gimieron largamente mientras Harry se frotaba y aprovechaba los restos de saliva que él mismo había dejado en esa piel para aumentar la sensación. Volvió a besar a Draco como si la vida se le fuera en ello durante un largo rato.

-Dios mío, Draco, no tienes idea de lo mucho que te deseo -jadeaba Harry entre besos-, no tienes idea de todo lo que he pasado al pensar que nunca…

Draco lo calló al cubrir su boca con la suya y llevar sus manos hacia su trasero todavía enfundado en jeans. Tomó sus nalgas y apretó fuerte, ocasionando que Harry se arqueara hacia él y alcanzara a sentir la erección del rubio contra la de él.

No pudo resistirlo más. Dejó de besar a Draco y se arrastró hacia abajo, comenzando a desabrochar con frenesí el bonito y elegante pantalón del rubio, el cual no podía ocultar el bulto de su necesitada erección.

Apenas consiguió abrirlo, bajó la tela de los calzoncillos y se clavó de boca sobre el miembro hinchado y húmedo de Draco. Lo devoró de un solo bocado, saboreando en la lengua el gusto deliciosamente amargo de las gotas de líquido preseminal que ya escurrían en la punta. Era maravilloso. Gimió mientras se llevaba la mano derecha a su propia erección imposiblemente dura, todavía prisionera debajo de la mezclilla de sus jeans. Draco también gimió y tiró de su cabello con las dos manos.

-No, no, Potter, espera… no.

Harry no quería ni soltarlo, pero llegó un punto en que los tirones en su cabello se volvieron francamente dolorosos. Levantó la cabeza y miró hacia la cara de Draco.

-¿No? -preguntó con desencanto.

Draco estaba tan ruborizado y jadeante que Harry casi se corre nada más por la pura visión.

-¡No, Potter, por Dios, aléjate de mí! -masculló el rubio con voz ronca-. Casi me haces terminar. ¿No recuerdas que yo te prometí que esto sería lo primero que yo te haría a ti?

Harry sonrió ampliamente mientras un escalofrío de placer recorría su piel ante la certeza de que Draco en verdad había recordado. Su libido se disparó de sólo pensar que…

Draco tiró de él y de un empujón lo acostó a su lado. Terminó de quitarse el pantalón y los calzoncillos que Harry sólo le había bajado a medias (y Harry no podía quitarle los ojos de encima, era una imagen celestial) y ya completamente desnudo, se levantó hasta quedar sentado a un lado de Harry. Le sonrió coqueto mientras gateaba sobre la cama para colocarse en medio de las piernas del moreno.

Harry ya estaba temblando cuando Draco comenzó a abrirle el pantalón. Le pareció que transcurrían minutos completos, pero al fin Draco liberó su miembro y, lentamente, se inclinó sobre él y lo lamió. Harry jadeó y dio un respingo hacia arriba, buscando más de aquella lengua ardiente, obligándose a permanecer con los ojos abiertos porque ver a Draco haciendo eso, con el rostro furiosamente sonrojado, los ojos plateados destellando y el cabello rubio cayendo en mechones sudorosos sobre su frente y ojos, era la imagen viva de la perfección y Harry no podía pensar en una manera más perfecta de morir que contemplando aquello.

Draco tomó la punta de su erección entre sus labios y chupó. Harry echó la cabeza hacia atrás y toda su piel se erizó. Sabía que no aguantaría mucho más.

-Joder, Draco, espera -jadeó-, voy a… ya…

Draco se comió toda su erección, la tomó completa, lo más lejos que pudo llegar; y Harry se arqueó sobre el colchón, la inminencia del orgasmo asaltando todos sus sentidos, bullendo bajo su piel y paralizando sus miembros. Entonces Draco liberó su miembro y se colocó encima de él, arrastrándose voluptuosamente hasta que pudo juntar sus bocas y devoró la del moreno con un apasionado beso donde ambos ahogaron los gemidos provocados por la grandiosa sensación de tener sus erecciones frotándose la una contra la otra.

Una mano de Draco se apoyó en el pecho de Harry para incorporarse un poco, pellizcándole el pezón con ansias y ocasionando que Harry siseara de dolor y placer combinados. La otra mano la utilizó para envolver sus dos erecciones juntas y comenzar a acariciarlas sin delicadeza y sí con toda la furia de la urgencia que ambos sentían.

Harry se quedó sin aire. Abrió los ojos y la boca, luchando por respirar, esforzándose por no perderse detalle de ese maravilloso momento. Draco, una oda al desenfreno, encima de él, despeinado y sofocado, arqueándose mientras su mano aprisionaba sus erecciones y los llevaba a los dos directo al orgasmo.

-Dios, Harry…

Harry levantó sus manos, atrapó la nuca de Draco y tiró de él. Lo besó con furor mientras el orgasmo llegaba, reclamaba e imponía, lo mataba y lo volvía a la vida. Draco correspondió mordiéndole la lengua mientras él también se corría.

Nada, jamás, se había sentido así de correcto y bien.

Cuando la erección de Harry cesó de arrojar chorros de semen ardiente, cuando todo su cuerpo dejó de estremecerse y convulsionarse, y cuando por fin pudo volver a respirar, Harry se dedicó en cuerpo y alma a lamer los labios de Draco y acariciar su delgada espalda llena de sudor. Draco, quien se había quedado exánime con todo su peso sobre él, todavía tenía la mano alrededor de sus miembros ya agotados. Ambos estaban pringados, mojados y extenuados, pero aparentemente nada podía importarles menos en ese momento.

Harry envolvió a Draco entre sus brazos y apretó firmemente, agradeciendo que éste tuviera la cara clavada sobre su pecho y no hubiera podido ver la lágrima traidora que acababa de correr por la mejilla del moreno.

Le costaba creerlo, pero era verdad. Por fin había dejado de ser un maldito sueño y se había convertido en realidad.

~

Se quedaron dormidos sin apenas darse cuenta. Al otro día, no bien había amanecido, Draco ya estaba de nuevo devorándose la erección matutina de Harry, volviéndolo loco cuando lo obligó a abrir las piernas y comenzó a preparar su entrada con mucha loción y un dedo. Después de lo que a Harry le parecieron horas de agonía, Draco por fin tuvo piedad y sumergió lenta y tortuosamente su erección dentro de él.

Harry, embargado por la sensación de pertenecer a Draco por completo, por estar siendo tomado por él de aquel modo íntimo y secreto, no pudo dejar de maravillarse de lo hermoso que se veía Draco encima de él, el cabello sobre la cara y los ojos dilatados de placer, bañado como estaba por la tenue y tímida luz del alba que entraba por la ventana. Harry gemía a cada estocada que Draco le daba, necesitado, deseoso, descarado, y no le importó.

Draco era un amante que sabía lo que hacía. Durante minutos completos se dedicó a follarse a Harry lenta y profundamente; al no permitir que éste se tocara su propia erección, consiguió que se volviera una masa aguada de gemidos, suspiros y súplicas desesperadas. Finalmente pareció no poder soportarlo más. Tomó las piernas de Harry y las empujó hacia arriba hasta doblarlas por completo sobre su torso, entonces se apalancó y de un modo certero, consiguió golpear ese punto en el interior de Harry que hizo que el moreno explotara en un destello de blanco y placer.

~

Ese día Harry no pudo ir al trabajo. Draco no lo dejó. El moreno apenas sí tuvo oportunidad de enviarle una nota a Ron para avisarle que estaba tratando asuntos concernientes a su alquiler con el dueño del apartamento y que no les permitían abandonar la cama.

El pelirrojo le devolvió un “Ewww, Harry. ¡Demasiada información, camarada! ¿Quieres que más tarde te mande tus cosas por la red flu? Aunque, ahora que lo pienso, dudo que papá quiera devolverte la televisión. Tendrás que adelantarle su regalo de cumpleaños, lo siento. Por cierto, salúdame al hurón. Dile que me alegro de que su cabeza de teflón haya vuelto a la normalidad.”

~

A partir de entonces día, Harry sintió que ese apartamento de la calle Marshall era su verdadera casa. Como nunca antes, como ningún otro lugar.

Que Draco se hubiese mudado ahí con él, tenía todo que ver.

Epílogo

Lo mejor de todo, aparte del sexo, claro está, eran las charlas interminables.

Harry no estaba muy seguro de creerle o no a Draco cuando éste le contó que jamás tuvo oportunidad de ver su tan cacareado video porno.

-No lo vi, Potter, te lo juro. Ya ni siquiera está en la red.

Harry lo miró extrañado y decidió, más tarde, ir con Hermione (que era la única persona que conocía que tuviera una computadora con conexión a internet) a revisar a ver si era cierto. Cuando le comentó a Draco lo que pensaba hacer, éste se rió mucho antes de advertirle:

-Si lo que quieres es conseguir que la computadora de Granger explote con todos los virus que le meterás, allá tú.

-¿Virus? -preguntó Harry y Draco sólo sonrió enigmáticamente-. ¿Algo que quieras contarme, Draco?

Draco suspiró dramáticamente.

-Es imposible guardar secretos contigo, auror metiche. Sí, así es. La situación es que esos videos desaparecieron misteriosamente de todos los sitios donde estaban subidos y, no sólo eso, cualquier persona que intente buscarlos… también misteriosamente se queda sin computadora.

Harry se mordió los labios para no reír. Dios, se suponía que el jefe de los aurores no tendría que alegrarse de que su novio fuera un mago hacker, ¿o sí?

-Misteriosamente, ¿eh?

Draco asintió.

-Síp, tan súper misteriosamente que nunca sabrán qué fue lo que los golpeó. -Draco dejó de sonreír y se acercó hasta Harry, abrazándolo y poniéndose serio de repente-. Tú eres sólo mío y nadie más que yo tiene derecho a verte. Quiero que permanezca así.

Harry, sin saber qué decir, correspondió el abrazo con tanta fuerza que le sacó el aire a Draco.

-Argh, no. ¡Quítate, Potter! ¡Ya te he dicho que te bañes en cuanto regreses del Ministerio! Apestas a heroísmo y eso me marea.

-En cambio, tú hueles a pijo y yo, no tienes idea, adoro ese olor.

Harry enterró el rostro en el suave cabello de Draco, quien, de pronto, ya no se resistía tanto al abrazo como un segundo antes. El moreno se maravilló al darse cuenta de que también Draco parecía estar cumpliendo con su parte de su “asunto sin resolver” al salvar a Harry de ese maldito video, aunque ya fuera un poco tarde.

Sin embargo, alguien muy inteligente había estipulado que siempre, siempre, era mejor tarde que nunca. Harry tuvo que darle la razón.

~

El día que Terry desapareció, Harry no quiso ni pensar que Draco hubiese tenido algo que ver. Sin embargo, no pudo resistir y en la noche le preguntó.

Draco, poniendo cara de pascua, le dijo a Harry que él sólo le había dado a Terry la oportunidad de hacer lo que éste había dicho que haría si Blaise no era gay.

-¿Qué? -cuestionó Harry con voz estrangulada-. ¿No lo mataste, verdad?

Draco suspiró mientras negaba con la cabeza.

-¿No lo recuerdas, Potter? El día que encontraron mi cuerpo, Boot dijo que Blaise y yo teníamos de heterosexuales lo que él tenía de obrero de una plataforma petrolera en medio del océano. Como tú sabes bien, yo sí soy marica, pero Blaise no. El hecho de que Astoria esté esperando que salga de Azkaban para casarse con él, es prueba suficiente. Así que, a palabras de Boot: si Blaise es heterosexual, él es obrero en una plataforma petrolera.

-¡Draco! ¿Qué demonios hiciste?

Draco sólo sonrió y no respondió. Harry decidió dejar de preguntar porque tenía miedo de saber y sobre todo porque, ahora que Terry no estaba haciéndole la vida imposible, las cosas eran mucho más sencillas para todos en el cuartel.

Un par de meses después, recibió una postal de Terry enviada desde una plataforma petrolera ubicada en el Mar del Norte. En ella, Terry le explicaba que por una razón que no podía comprender, de pronto le habían surgido unas ganas irrefrenables de irse a trabajar ahí por el resto de su vida, lo cual era raro porque él siempre había sido más bien del tipo perezoso y odiaba el frío, pero que al menos ahí la paga era buena. Finalizaba diciéndole a Harry que renunciaba a su puesto en el Ministerio y que no lo esperaran nunca de regreso.

Harry se rió durante horas enteras y puso la postal en el refrigerador. Cuando Draco llegó más tarde y la vio, la quitó de ahí y le aplicó un cariñoso incendio hasta que no quedaron más que cenizas.

-Entre menos sepas de ese imbécil, mejor -le dijo a Harry mientras se sentaba en el sofá junto a él.

Harry le quitó la copa de vino que Draco llevaba en la mano y la colocó encima de uno de los posavasos de Slytherin que, por lo regular, siempre estaban sobre la mesita de la sala listos para usarse. Entonces, ya sin obstáculos, Harry procedió a devorar la apetecible, deliciosa y mordaz boca de su novio. Adoraba cuando sabía a vino francés.

Delante de ellos, la TV nueva continuaba emitiendo sus eternos shows muggles sin que nadie en ese apartamento le prestara la más mínima atención. La verdad era que tenían cosas muchísimo más interesantes que hacer.



# fluffyfest 2012: fic

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