Título: El apartamento de la calle Marshall
Autora: Anónimo
Reto: # - 11 película "Como si fuera cierto"
Reto proporcionado por:
ha_ru_ka_naNúmero de palabras: ~62,000 en 11 capítulos
Rating: NC-17
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loredi Parte 1 Parte 2 Parte 3 Parte 4 Parte 5 Parte 6 Parte 7 Parte 8 Capítulo 9
Tal vez si Draco no lo hubiese asaltado en la ducha, Harry habría podido desayunar antes de que Ron llegara a su apartamento a buscarlo. No que hubiesen planeado que fuera a recogerlo para ir al Ministerio, pero eso fue lo que hizo; señal de que se moría de la impaciencia por hablar del asunto “Malfoy” con el moreno.
Harry, un tanto sorprendido de que alguien tocara al timbre a esa hora de la mañana, abrió la puerta y descubrió a su amigo pelirrojo parado bajo el dintel con cara de pocos -muy pocos- amigos, y supo que había llegado el momento de decirle la verdad. Se movió a un lado y lo invitó a pasar al apartamento; lo sentó en el comedor y preparó café para los dos.
Mientras tanto, Harry notó que Draco estaba de pie ante la mesita de patas largas donde había puesto sus cosas la noche anterior. El rubio observaba la foto, la varita y la cajita de los posavasos con aire meditabundo, pero entonces pareció reaccionar y miró hacia Harry cuando éste llevaba las dos tazas de café al comedor. Le sonrió pícaro mientras señalaba con un dedo la cajita de los posavasos.
-Conque… ¿nos ha salido cleptómano, el paradigma de lo Gryffindor?
Harry sonrió y no respondió nada, aunque no le cupo duda de que más tarde tendría que verse sometido a un duro interrogatorio. Se sentó frente a Ron y confió en que su amigo tendría el valor de aguantar la verdad que estaba a punto de narrarle.
Ron ignoró su taza de café todo el tiempo que Harry tardó en contarle acerca de la alucinación que se convirtió en fantasma que se convirtió en espíritu. Comenzó enumerando todos los detalles que habían terminado de convencerlo de que ese Malfoy que estaba viendo y escuchando, era en verdad el espíritu aún vivo de su antiguo rival. Le refirió lo que Luna le había dicho la ocasión en la que Ron la había llevado al apartamento, e intentó explicarle el porqué de su raro comportamiento en el hospital. Le relató también que Malfoy le había pedido ayuda, que él y Harry habían recorrido el Soho hasta dar con el bar donde había sido visto por última vez y cómo todo eso los había conducido hasta la casa de Zabini. ¿De qué otro modo Harry se habría dado cuenta de todo eso? ¿De qué otra manera Harry habría sabido la dirección del apartamento de Zabini? Ron tenía que creerle. Era demasiada evidencia para no hacerlo.
Para no perjudicar seriamente la salud mental de su amigo, Harry evitó a propósito temas tan candentes y prohibidos como las ocasiones en que Draco se había posesionado de su cuerpo, lo que él sentía cuando ocurría eso y lo que había sucedido después. De igual forma y sobre todo porque Draco estaba presente, Harry no pudo confesarle a Ron la verdad más grande de todas: que él creía que se había enamorado estúpida e irremediablemente de Draco Malfoy.
Ron lo estaba mirando de una manera muy rara que Harry no podía definir, así que continuó hablando nerviosamente:
-Y anoche lo dejé… bueno, él se quedó en el hospital, contigo y Astoria, pero luego regresó aquí… conmigo. Me contó lo del Filtro de Muertos en Vida y del antídoto que Astoria tendrá que administrarle por medio de un… de un… beso -tragó pesadamente mientras miraba de reojo a Draco, quien, de pie a unos metros de ellos, lo observaba con intensidad.
Ante esos últimos comentarios, Ron pareció recuperarse de su trance. Se bebió el café -que seguramente ya estaba frío- de un solo trago, se limpió la boca con la manga de la camisa y miró a Harry con cara de sufrimiento antes de preguntar:
-Harry… ¿el hurón está aquí en este momento?
Harry lo vio con ojos muy abiertos.
-Pues sí, de hecho así es. Está justo ahí -señaló hacia la mesita que estaba junto a Draco. Ron miró hacia ahí con recelo y Draco le enseñó el dedo medio aunque el pelirrojo no podía verlo-. ¡Espera! -exclamó Harry, dirigiéndose a Ron-. ¿Eso quiere decir que sí me crees?
Ron hizo un gesto que era mezcla de resignación y asco.
-¿Cómo no creerte? Lo último que dijiste fue lo que terminó de convencerme. No existe modo alguno de que tú supieras lo que los sanadores nos dijeron anoche a la mujer de Malfoy y a mí. Al menos, claro, que ella te hubiera escrito para contarte, cosa que dudo mucho…
Harry se sentía tan aliviado de que Ron le creyera que pensó que podía levantarse y besarlo.
-Me estaba volviendo loco tratando de evitar que todos pensaran que estaba loco -le confesó-. No te lo dije antes porque estaba seguro de que me internarías en San Mungo.
Ron lo miró largamente antes de suspirar y decir:
-Qué poca fe me tienes, Harry. ¿No creerte, después de todo lo que hemos pasado juntos? La verdad, hay un solo punto que me preocupa en todo esto y fue lo que Luna nos dijo ayer… -Harry lo miró inquisitivamente y Ron completó-: ¿Cómo es eso de que el cretino de Malfoy está comenzando a… albergar sentimientos hacia ti? -susurró con angustia-. ¡¿Qué demonios significa eso?!
Harry sonrió y miró hacia Draco, quien, a su vez, miraba a Ron con expresión indignada.
-¡Potter! -bramó Draco súbitamente-. ¡Dile a la Comadreja que el único sentimiento que albergo son unas ganas asesinas de ponerles a todos ustedes, Blaise incluido, las manos encima!
Harry soltó una risita mientras pensaba que no había nada que él anhelara tanto como “tener encima” las manos de Draco, pero le pareció que el pobre de Ron no estaba como para escuchar semejantes declaraciones. Así que sólo le dijo a su pelirrojo amigo:
-Dice Malfoy que eso significa que está muy agradecido contigo y conmigo por lo que estamos haciendo, que cree que somos un par de aurores grandiosos y que, ahora que te mira bien, se ha dado cuenta de que te ves adorable cuando te sonrojas.
Draco puso los ojos en blanco, soltó un resoplido de fastidio y desapareció. Ron se sonrojó y miró a Harry con tanto azoramiento que cualquiera hubiera creído que de repente al moreno le habían brotado alas. Lo que, de cierta manera, no era tan desacertado.
-¿Estás bromeando, verdad? -preguntó Ron en tono de súplica.
Harry sólo sonrió y arqueó las cejas. Se sentía tan ligero y feliz que no le habría sorprendido en lo más mínimo si de repente salía volando por la ventana al más puro estilo aerostático de su tía Marge.
~
Antes de salir al Ministerio por la red flu, Ron le contó a Harry lo poco que había conseguido averiguar la noche anterior cuando había tratado de entrevistar a una doliente Astoria que no paraba de sollozar, especialmente cuando le habían informado que Zabini era el presunto culpable del secuestro de Draco.
-Te lo juro, camarada, casi me hace llorar a mí también. No comprendo cómo un hurón desalmado como Malfoy consiguió que una bruja tan hermosa lo quisiera tanto…
Harry apretó los dientes y no hizo comentario. Él, sintiendo lo que sentía por Draco, sí podía entenderlo; y no quería ni imaginar lo que Astoria sufriría cuando el otro despertara sólo para confesarle que en realidad no le gustaban las brujas sino los magos (Harry Potter, entre ellos) y que prefería el divorcio a seguir llevando aquella doble vida.
Ron continuó poniéndolo al tanto, aunque no tenía ninguna novedad en la información. Astoria había dicho que no tenía idea de por qué Blaise Zabini, tan amigo de Draco -casi hermano-, lo había secuestrado para luego mantenerlo dormido. De hecho, Astoria estaba tan consternada que insistía en que Zabini tenía que ser inocente y que todo eso seguramente debía tratarse de algún terrible error.
Llegaron al cuartel y Harry, extrañando a Draco -ya que éste tenía mucho rato sin aparecerse ante él-, se dedicó en cuerpo y alma a llenar el reporte que tenía que presentarle a Robards; situación difícil porque todo el mundo a su alrededor no dejaba de felicitarlo por la magnífica resolución del caso del secuestro de Draco Malfoy. Ron lo ayudó un poco manteniendo alejada a la gente mientras Harry escribía a toda prisa.
Necesitaba regresar a San Mungo antes de que despertaran a Draco. Se lo había prometido y aun si no fuera así, él quería hacerlo de todas maneras. Se moría de ganas de ver su expresión de alivio y felicidad cuando por fin consiguiera recuperar su corporeidad.
Por fin pudo entrevistarse con Robards, y éste no cabía en sí de contento. Le repitió un centenar de veces que sabía que no se había equivocado al elegirlo como su sucesor y que ahora por fin podría jubilarse tranquilo. Harry, sabiendo que en el fondo había hecho trampa en el caso de Draco -porque el mismo espíritu del secuestrado le había brindado un montón de información indispensable-, no pudo saborear ninguna de las felicitaciones y en cambio se sintió mucho más abochornado de lo habitual.
Además, lo único que tenía en la cabeza era a Draco, y la urgencia de ir al hospital no lo dejaba en paz.
-Jefe, necesito pedirle algo… -le dijo a Robards cuando éste por fin terminó de halagarlo-. ¿Podría escaparme un rato a San Mungo? Estoy seguro de que Malfoy no demorará en ser despertado por los sanadores y me gustaría estar ahí… ya sabe, para interrogarlo. Y eso…
Robards asintió enérgicamente.
-¡Por supuesto, muchacho! Adelante, a finiquitar este caso como corresponde. ¡Qué gran acierto para tratarse de tu primer delito resuelto como jefe en entrenamiento! No dudo que la familia Malfoy esté ansiosa por agradecerte, o incluso, ofrecerte una recompensa.
Harry le sonrió forzadamente y salió pitando de ahí. Se dirigía al cubículo de Ron para pedirle que lo acompañara, cuando de pronto tuvo a Terry enfrente de él. Apenas sí alcanzó a detenerse antes de estrellarse contra el que había sido su novio.
-¡Terry…! ¿Qué hay? -lo saludó con voz tensa.
La sonrisa de burla que Terry tenía no le gustó para nada.
-Tengo que reconocer, Harry… Qué valor el tuyo para darle la cara al mundo después de que todos hemos visto tu… otra cara.
Harry apretó los puños al tiempo que la furia lo invadía. Estaba abriendo la boca para responder, cuando la voz de Draco lo atajó.
-¡Potter!
Harry se sobresaltó un poco, pero fue suficiente para olvidar lo que había estado a punto de decirle a Terry. Se giró hacia un lado, a donde provenía la voz de Draco. Éste estaba parado tan cerca de él que Harry podía sentir su calor irradiando desde su espíritu aunque no alcanzaba a tocarlo. Se sintió estúpidamente feliz de verlo de nuevo -estaba temiendo que los sanadores ya lo hubiesen despertado en San Mungo- y de que pareciera querer matar a Terry con el puro poder de su mirada.
-Ignóralo -le ordenó Draco con voz tranquila, aunque Harry podía escuchar también un dejo de furia en sus palabras-. ¿No te das cuenta de que lo único que quiere es que pierdas los estribos para que pases otra vergüenza? ¡No seas tan impulsivo y piensa un poco antes de actuar, caramba!
Harry sabía que Draco tenía razón. Respiró con profundidad; no podía darse el lujo de permitir que el idiota lo hiciera perder el control y consiguiera que ahora sí lo despidieran de su trabajo. Intentó pasar al lado de Terry sin decirle nada, pero éste tuvo el descaro de tomarlo del brazo y detenerlo.
-¡Pero qué grandísimo cabrón! -exclamó Draco con incredulidad.
-¡No me ignores cuando te hablo! -masculló Terry con la cara deformada por el enojo.
-¿Qué más quieres de mí, Terry? -le preguntó Harry en un siseo, luchando con todas sus fuerzas para contener el flujo de magia que amenazaba con explotar violentamente-. ¿No has tomado todo lo que podías ya?
-¡Boot! -gritó Ron de pronto. Al instante, el pelirrojo estaba interponiéndose entre Harry y Terry, intentando forzar a éste a soltar al otro-. ¡Te lo advierto, si no dejas en paz a Harry, te arrepentirás! -lo amenazó con una voz helada que Harry muy, muy pocas veces le había escuchado usar.
Terry soltó un resoplido sarcástico al tiempo que liberaba el brazo de Harry y levantaba ambas manos como pidiendo paz.
-¿Acaso nuestro grandioso jefe en entrenamiento no puede defenderse solo? -murmuró venenosamente-. ¡Eso es lo que llamo ser patético! ¿Tú no, Weasley?
Ron estuvo a punto de echársele encima a golpes pero, afortunadamente, ya se habían acercado otros aurores a ver qué estaba ocurriendo y entre todos obligaron a Ron a serenarse. Terry soltó una risita y se alejó, dejando a Ron hecho un energúmeno. Harry lo tomó del brazo y lo hizo salir a toda prisa del cuartel.
-¡Tienes que aprender a controlarte, Ron! -le susurró cuando los dos (acompañados de un silencioso Draco) ya estaban en camino a las grandes chimeneas del Ministerio-. ¡No puedes ir por todos lados atacando al primero que se meta conmigo! ¿Quieres que me vea obligado a suspenderte?
Ron sólo gruñó cosas ininteligibles. Draco soltó una risita.
-Weasley es un neardenthal con ganas, pero… creo que está empezando a caerme bien -dijo. Harry lo miró divertido y Draco sólo alzó una ceja-. ¿Qué? No tiene caso que me chantajees con decírselo, Potter, estoy seguro de que no te creerá.
Harry meneó la cabeza y sofocó una sonrisa: Draco tenía toda la razón. Azkaban sería primero un paraíso de recreo antes de que Ron creyera que Draco sentía algún tipo de simpatía por él. Finalmente y ya sin decir palabra, Ron y Harry tomaron una chimenea directo a San Mungo; Draco acompañándolos, como siempre, pegado a Harry y provocándole escalofríos de placer.
-¿Malfoy sigue con nosotros, verdad, Harry? -preguntó Ron con gesto sufrido cuando llegaron al hospital. Harry le dio una mirada de disculpa y un leve asentamiento de cabeza a modo de respuesta-. Demonios. Ya decía yo que tu comportamiento tan raro y todas esas sonrisas sin ton ni son, tenían que deberse a algo. Creo que en toda mi vida nunca antes había pasado tantas horas junto al hurón.
-Igual yo. ¿Y sabes qué? He descubierto que uno termina teniéndole cariño -se le salió a Harry sin pensar. Tanto Draco como Ron casi se desnucan por lo rápido que se giraron a verlo, y parecía que al pelirrojo los ojos iban a saltársele de las órbitas. Harry intentó arreglarlo un poco-: Bueno, la verdad es que… en el fondo, Malfoy no es… no es tan malo.
-Muy, muy en el fondo, supongo -masculló Ron mientras los tres caminaban a paso veloz por los corredores del hospital.
-Cállate, Comadreja. Ya verás que terminarás amándome -susurró Draco. Harry lo miró de reojo y el rubio sólo se encogió de hombros mientras le daba una de las sonrisas más encantadoras que el moreno pudiera recordar-. Soy adorable y lo sabes, Potter… además, si en verdad es tu amigo, tendrá que hacerlo.
Seguramente no había sido la intención de Draco, pero para los oídos de Harry, ese “tendrá que hacerlo” había sonado como un millón de promesas. A promesas de un futuro juntos.
La perspectiva de tener a Draco -al Draco real- en su vida, era tan asombrosa que a Harry todavía le costaba asimilarlo. Volvió a sonreír y, Ron, a su vez, volvió a mirarlo con la expresión acongojada de quien piensa que su mejor amigo ahora sí ha perdido la chaveta de manera definitiva.
~
Corrieron con mucha suerte: apenas estaban entrando a la sala donde tenían a Draco cuando los sanadores llegaron con el antídoto y todo se precipitó.
Harry, Ron y el espíritu de Draco fueron prácticamente echados al extremo más alejado de la habitación mientras montones de sanadores, magos y brujas, rodeaban la cama donde estaba el cuerpo del rubio. Hablaban al mismo tiempo y sin cesar; parecía que estaban bastante emocionados porque, aparentemente, ver a alguien recuperarse con una poción Wiggenweld no era algo de todos los días. Entre varios condujeron a Astoria -quien hasta hacía un segundo había estado sentada en un sillón ubicado a unos cuantos metros de la cama- hasta acercarla al cuerpo inerte de Draco. Le dieron un vial que contenía una poción espesa de color magenta y le pidieron que se la bebiera de un trago.
-¿Ves, Potter? -susurró Draco a su lado-. Hasta el color de la poción es ridículo. Mi buen Dios…
Harry, Draco y Ron aguardaron expectantes y casi conteniendo la respiración mientras Astoria, muy dubitativa, tomaba el vial. Harry sentía que el corazón iba a salírsele del pecho: en verdad le costaba creer que el espíritu de Draco estuviera a punto de irse de regreso a su cuerpo. Se giró hacia él y le sonrió, intentando infundirle ánimos con el gesto. Draco parecía mucho más pálido que nunca y también lucía un poco asustado.
-¿Están seguros de que esto está elaborado correctamente y yo no corro ningún riesgo al beberlo?
La pregunta que Astoria acababa de hacer bastó para que Harry dejara de mirar a Draco y se fijara de nuevo en ella. ¿Qué demonios había sido eso? Draco dependía totalmente de esa acción para recuperarse, y en cambio, ¿a ella lo único que le preocupaba era su propia integridad?
Los sanadores -varios a la vez- le afirmaron a Astoria que sí, que la poción había pasado todos sus estándares de calidad.
-Por el precio que pagué por su preparación, más les vale que así sea -dijo Astoria con fastidio, y Harry frunció el entrecejo intentando no molestarse por las palabas frívolas de la mujer.
Tal vez era el cansancio o el estrés.
Finalmente, Astoria abrió el vial y se tomó la poción. Los sanadores, Harry, Ron y el mismo Draco, la miraban atentos. Fue entonces cuando una de las sanadoras le pidió que por favor besara profunda y sentidamente a su marido dormido.
-Está indicado que debe prolongar el beso lo más posible, señora. Y tiene que ser ejecutado mientras usted piensa y desea su recuperación. Es parte del conjuro que hace que el antídoto consiga funcionar.
Astoria no dijo nada. Simplemente suspiró -como si estuviera ya bastante harta-, se tomó su larga cabellera rubia con una mano para que no le cayera hacia delante, y se inclinó sobre el cuerpo de Draco.
Harry tuvo que desviar la mirada cuando Astoria comenzó a besarlo. En vez de observar el espectáculo que tenía lugar, miró hacia el espíritu de Draco, quien, atónito, no se perdía detalle de lo que pasaba. Harry casi podía morir por todos los sentimientos contradictorios que lo desbordaban, y aunque esperaba ver desaparecer a Draco de un momento a otro, eso no sucedió.
Draco, o mejor dicho, su espíritu, continuó visible para él sin importar los segundos que transcurrían. Segundos que se transformaron en minutos mientras Astoria besaba y besaba a Draco sin que sucediera nada en absoluto.
-¿Falló algo? -preguntó Ron en voz baja.
Los sanadores, que hasta ese momento habían estado muy callados, comenzaron a murmurar entre ellos preguntándose lo mismo. Parecían bastante consternados, pues según sus cálculos y pruebas, el antídoto era el correcto y estaba bien hecho.
Astoria por fin pareció cansarse de que no pasara nada y se incorporó. Harry no pudo evitar una punzada de dolorosos celos al ver sus labios enrojecidos e hinchados por haber besado durante tanto tiempo a los inmóviles del cuerpo de Draco.
-Pues… -dijo ella-. Parece que no funcionó. ¿Alguna idea?
La sala estalló en cuchicheos. Todos los sanadores parecían hablar al mismo tiempo, y todos parecían decir cosas diferentes que Harry no alcanzaba a comprender.
-Tal vez algún error en la elaboración.
-¡Pero si ha estado perfecta! Los mejores pocionistas se encargaron…
-Me parece probable que el paciente pueda tener una maldición aparte que impide que…
-¡Cierto! Un encantamiento que necesite ser cancelado de otra manera, ya que…
-O también pudiera deberse a que la señora no posee suficientes sentimientos por el paciente como para hacer trabajar la poción.
Eso último, dicho por la sanadora más vieja y que parecía tener más experiencia, obró igual que un hechizo silenciador. Todos los demás se quedaron callados de inmediato mientras se giraban a ver a Astoria. Harry quiso intercambiar una mirada horrorizada con Draco, pero éste parecía estarse negando a verlo a los ojos. Tenía los suyos clavados en su esposa y lo curioso es que no parecía realmente sorprendido por lo que acababa de sugerir la sanadora.
Astoria se irguió en toda su estatura y le regaló a esa sanadora una mirada sumamente desagradable.
-¿Está usted insinuando que yo no quiero a mi marido? -preguntó con voz helada.
La sanadora no se amedrentó.
-Me parece que existe la gran posibilidad dado los resultados obtenidos. Que quede claro, señora, que no estamos juzgando su vida marital; simplemente nos atenemos a los hechos prácticos. Y es un hecho que si usted no ama a su esposo, no habrá poder mágico que haga funcionar al antídoto.
Astoria enrojeció apenas un poco mientras fruncía la boca en una mueca de indignación.
-Si no hay más que ustedes puedan hacer para ayudar a Draco, entonces exijo que me entreguen sus papeles de alta para llevármelo a casa. Inconsciente o no, yo puedo hacerme cargo de él.
-¿Qué? ¡NO!
Todo el mundo en la sala se giró a ver a Harry en cuanto hubo soltado esos gritos. Era como si se hubiesen olvidado de la presencia de los aurores y de pronto recordaran que estaban ahí.
Harry sentía que la sangre le hervía en cada vena; estaba tan enojado que pensó que no podría articular palabra. Ron y Draco lo miraban asombrados.
-¡Por supuesto que no va a llevarse a Draco en ese estado! -dijo casi a gritos-. ¡Tiene que haber algo que los sanadores puedan hacer para despertarlo! Porque llevárselo así es como firmar su sentencia de muerte, ¿o me equivoco? -les preguntó a los sanadores.
De nuevo, éstos comenzaron a hablar todos al mismo tiempo, afirmándole a Astoria que Harry tenía razón, dándose ideas e intentando encontrar una solución. Astoria, en medio de todas esas personas que le hablaban sin parar, tuvo tiempo de dirigirle a Harry una mirada llena de resentimiento.
-Compañero -susurró Ron-, creo que por andar de entrometido, te has ganado una enemiga formidable.
Harry se giró a verlo y le dedicó una larga mirada de impotencia. Si tan sólo Ron hubiera sabido que Harry ya estaba condenado de antemano a ser “el rival” de Astoria y que no había nada que pudiera hacer al respecto.
-Elaborar otra poción Wiggenweld -sugirió finalmente la sanadora principal-. Se descartaría la posibilidad de que la de hoy hubiera tenido un error en su preparación.
-Me parece perfecto -jadeó Harry, quien no podía creer que Astoria, la supuestamente amorosa esposa de Draco, aceptara rendirse así de fácil.
-¡Yo no pagaré por otra poción que no sirva para nada! -dijo ella, fulminado a Harry con la mirada-. ¿Sabe usted, auror, lo que me ha costado? ¡Toda una fortuna!
Draco no parecía enojado por lo que Astoria estaba diciendo, más bien se le veía sólo deprimido e incluso culpable. Harry lo miró y le dio la impresión de que el rubio se había dado por vencido y que estaba comenzando a resignarse a morir. Eso sólo consiguió que la ira de Harry se acrecentara.
-Eso no es problema, Astoria -masculló en voz baja, luchando por controlarse-. Yo la pagaré.
De nuevo pareció que alguien aplicaba en la sala otro hechizo silenciador. Todos, incluyendo a Ron, miraban a Harry enmudecidos y con la boca abierta.
Astoria rompió aquel incómodo momento con una risa sarcástica.
-¿Usted? -se rió más-. De acuerdo, como quiera. Supongo que tiene la bóveda llena de oro después de…
Se calló, mordiéndose los labios. Pero por su expresión de asco y desdén, resultó muy obvio para Harry qué era lo que estaba insinuando. Y después de todo, ¿cómo le extrañaba que Astoria no se lo hubiera echado en cara al menos una vez? ¿Cómo Harry había podido ser tan ingenuo para imaginarse que la gente en el mundo mágico lo respetaría nada más porque sí después de que semejante video continuaba a la vista y al alcance de todos?
Furioso y humillado, abrió la boca para rebatir, pero la cálida presencia de la mano de Draco sobre su brazo, lo detuvo.
-Harry -le dijo Draco-, por favor. No. Déjalo así. Ella ya tiene suficientes problemas.
Harry, sobrecogido, se giró hacia Draco. Éste lo miraba con súplica.
-Vámonos ya, Harry -le pidió Ron a su vez-. No tenemos nada más que hacer aquí. Que nos avisen cuando hayan elaborado la otra poción, por favor -dijo, dirigiéndose a la sanadora en jefe.
Harry se dejó llevar por Ron hacia afuera de la sala, con Draco completamente pegado a su costado, brindándole calor, apoyo y compañía suficientes para olvidar casi de inmediato qué era lo que acababa de pasar con su propia esposa. No supo cómo llegó, pero de pronto se percató de que estaba sentado ante una de las mesas del salón de té del hospital, con Ron enfrente y Draco a un lado de él, todavía de pie.
Harry se mordió el labio pensando -no sin un poquito de culpa- que ahora ya no le mortificaba en absoluto lo que Astoria sufriría por su futuro divorcio. También, de cierta manera, comprendía por qué Draco no se lamentaba de tener que separarse de alguien así.
Que se jodiera.
-Harry -dijo Ron en un momento dado después de que le llevara a la mesa una bandeja con té y galletas-, me gustaría hablar contigo, pero a solas. ¿Crees que puedas pedirle a Malfoy que…?
No bien había levantado Harry su mirada hacia Draco -quien seguía de pie junto a él como un celoso centinela-, cuando éste le dijo:
-Ya entendí, Potter. Mientras voy a darme una vuelta por el cuarto de Blaise a ver si por algún milagro puedo matarlo antes de que recupere el cerebro -finalizó con una sonrisa forzada.
Les dio la espalda y salió caminando del salón de té. Harry lo miró marcharse y se giró hacia Ron.
-Ya se fue. ¿Qué pasó?
Ron suspiró hondamente antes de hablar.
-Que me parece que hay algo que me estás ocultando. -Harry sólo lo miró con los ojos muy abiertos mientras el pelirrojo proseguía-: Lo que tú sientes por Malfoy… ya no es normal. Supera por mucho a lo que un auror debería sentir por la víctima que está auxiliando. ¿O me equivoco?
-Bueno, no, pero…
-¡Demonios, Harry, lo sabía! -Ron dio un puñetazo contra la mesa-. ¿En qué estabas pensando? ¡Está casado, por Dios!
Harry tragó duramente antes de responder.
-Va a divorciarse. Me lo dijo hoy en la mañana.
-Bueno, por lo que acabo de ver, no me extraña. Su mujer es una auténtica perra -reconoció Ron-, ¡pero que sea un mago divorciado no lo convierte en gay, Harry, por amor a Merlín! ¿Cómo esperas que te corresponda?
-¡Es que es gay! -jadeó Harry, mirando a todos lados en el salón con la esperanza de que nadie estuviese escuchando su bizarra conversación. Estaba por contarle a Ron que Draco, de cierta manera, también gustaba de él, cuando la repentina aparición de éste a su lado se lo impidió.
-¡Potter! -gritó Draco-. ¡Blaise ya despertó!
Harry se levantó como impulsado por un resorte.
-¡Ron! ¡Draco dice que Zabini ya despertó!
El té de ambos quedó olvidado en la mesita del salón mientras se apresuraban a la sala donde tenían a Zabini. Era una oportunidad perfecta para saber con certeza qué era lo que estaba sucediendo con Draco, y Harry no iba a dejarla pasar así tuviera que sacarle la verdad al cretino a base de hechizos, Veritaserum o tortura medieval.