El diario del teniente

Jul 27, 2009 17:48

Fandom: Adiós al Séptimo de Línea.
Claim: Alberto del Solar/Alberto Cobo.
Advertencias: Leve insinuación de slash.
Palabras: 1009.
Para: crack_and_roll.
Rating: T.
Resumen: Era la guerra, demasiado larga y aquello nublaba el corazón del teniente Alberto del Solar.



Entre todo el implemento que el teniente Alberto del Solar debe de cargar de forma obligatoria, existe una pequeña libreta que su madre encuadernó antes de ir a la guerra, libreta que el muchacho utiliza a modo de diario y la apretuja entre los víveres secos que lleva en el morral.

En ese diario, el teniente lleva los meses que él y el regimiento Esmeralda llevan en el desierto.

Escribe en las mañanas, antes del toque de la diana, cuando los rayos del sol comienzan a acariciar todo el campamento y a sonreírles burlón, porque él manda en el día y los achicharra mientras todos corren por los ejercicios que el coronel Amengual, el viejo como lo llaman de cariño, les hace realizar.

- ¿Ya estás escribiendo, del Solar? -Cuestionó uno de los tantos compañeros de campamento, el aludido entre su escrito reconoció la voz de quién le hablaba-. Me sorprende que escribas con el poco de luz que llega…

-No es como si haga caligrafía exactamente, Alberto -contestó él, una fina sonrisa adornando sus picarescos rasgos.

Quién le hablaba era Alberto Cobo, subteniente del regimiento y su mejor amigo.

La risa ronca del subteniente llenó los oídos del teniente.

-Oh, cuando el sol nos acompañe te muestro el cuaderno.

-Claro.

De todo el regimiento, con Alberto era el único con quién compartía su diario (que hacía más las veces de una bitácora, que otra cosa, porque anotaba más que nada el día y lo que hacían como regimiento) porque con él tenía una confianza descomunal, se sentía a salvo, por así decirlo. Porque Alberto (rió un momento al pensar en que tuvieran el mismo nombre, era divertido) era una persona no romántica, pero tenía un agrado por las personas letradas.

Y como lo consideraba de esa forma, el teniente no iba a dejar de hacerlo pensar así; le hacía gracia que Alberto lo comparase con alguien de letras, cuando él no alcanzaba ni a llegarle a los talones a aquellas personas.

- ¡Buenos días, regimiento Esmeralda!

Todos los que estaban allí, vistiéndose elevaron la cabeza con rapidez, girándola hasta la puerta. Allá a lo lejos estaba su comandante, su jefe; el viejo Amengual que se encontraba listo para hacerlos partir ya a entrenar.

- ¡Firmes! -Exclamó el viejo coronel con fuerza, sin siquiera haber entrado a la carpa donde estaban sus esmeraldinos.

Aunque nadie lo veía, todos se cuadraron con rapidez. Alberto del Solar guardó su cuaderno en su morral.

El coronel les explicó que al fin ese día saldrían a la tan ansiada lucha que estaban esperando ¡Saldrían al desierto a luchar y a demostrar que tanto valía el regimiento! El goce, la alegría y todo el entusiasmo que los soldados presentan antes de ir a la guerra; recorrieron los rostros de cada muchacho y aquel día cuando salieron a entrenar, lo hicieron como nunca.

El regimiento Esmeralda salió a las cuatro de la tarde, metiéndose en el desierto y enfrentando al duro enemigo del sol, con la intención de ayudar al Regimiento Atacama que estaba en una estación de tren, muriendo de sed.

- ¡Calor infernal! -Exclamó del Solar cuando llevaban horas andando bajo el calor, su vista estaba nublada y los pies llenos de yagas sangrantes-. Éste sol nos matará antes de ayudar a los del Atacama.

Cobo, que iba a su lado, resopló ante aquella falta de aliento.

-Tenemos que llegar aunque tengamos que arrastrarnos con las uñas -espetó con rudeza, su voz estaba reseca y aquellas palabras le costaron varios segundos en los que casi se ahogó-. Hay que salvarlos.

Adelante, el coronel les gritaba palabras de aliento, disfrazándolas con rudos castigos.

- ¡Pobre del que se me salga de la formación; porque lo haré entrar a puntapiés!

Todos seguían, sedientos, con las bocas apretadas y el cansancio nublando sus ojos; nadie replicaba y avanzaban como espectros; llenándose de arena a cada instante.

La muerte avanzando a su lado, esperando a que cayeran por el cansancio y por la sed.

--

Un día después, lograron llegar donde los del Atacama.

A medio morir, pero haciendo todo lo posible por disimularlo, el Esmeralda se acercó, entregando sus cantimploras a los atacameños, quienes agradecidos casi les besaban los pies.

- ¿Cómo estás, del Solar? -Preguntó Cobo pasado un rato, cuando llegó el tren del comandante Stuven que llegaba con una salvadora ración de agua en el tren-. Te ves algo pálido.

El teniente se tendió cuan largo era en la arena, sus pies rozando la sombra del tren del comandante.

-Es cansancio, nada más, Alberto.

Cobo le miró un rato y le tocó la frente; no tenía fiebre pero su aspecto no era nada bueno.

-No te puedes enfermar, imagínate si eso pasa. El viejo te parte en dos con su espada…

Rieron un poco y bromearon otro tanto, Alberto del Sola más alegre y con mejor aspecto se puso de pie y tironeó a su compañero.

-Vamos a estirar las piernas, de seguro que el viejo nos hará entrenar más tarde.

-Vamos entonces.

Y tal como predijo, el jefe del regimiento los hizo entrenar hasta cansarlos.

- ¡A trote mis niños! -Exclamó con fuerza, corriendo delante de su regimiento-. ¿Qué pasa si hay que ir a luchar ahora? ¡No nos ayudarán los desconocidos! ¡A trote, mar!

A la noche, cuando les dieron permiso para dormir, todos prácticamente se desplomaron sobre el campamento que habían armado.

Alberto del Solar abrió su diario, unas cuantas hojas más allá de la mañana. Tal como se lo había mostrado a Cobo, al escribir de noche no tenía certeza por donde lo hacía ni si escribía correctamente; por eso marcaba las hojas para saltárselas y así llevar un poco de orden.

Escribió la agotadora maniobra de aquellos días, de cómo se sintió morir y como siempre su fiel amigo, Alberto Cobo estaba allí para ayudarle, gritarte o golpearle y así hacerle entrar en razón. Entre la oscuridad sonrió y giró la cabeza donde se escuchaban los ronquidos suaves del subteniente.

Por él profesaba un sentimiento extraño, lo sentía muy cercano a su alma.

La guerra se estaba extendiendo demasiado y él necesitaba ampararse en el amor que le tenía a Alberto. Demasiado tiempo alejado de las mujeres ya y cuando la posibilidad de morir estaba caminando a tu lado, no tenías por donde escoger y te aferrabas a lo primero que encontrases. Aunque el teniente sabía que era pasajero; porque él era un conquistador nato y porque su compañero sólo tenía ojos para la novia que tanto buscaba en aquellos lares, Leonora.

Pero por mientras, estaba bien.

fandom: adiós al séptimo de línea, personaje: alberto del solar, comu: crack and roll, !dotación anual de crack, personaje: alberto cobo

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