[FMA] - El Führer de Oz

Oct 01, 2006 22:54

Título: El Führer de Oz
Fandom: Fullmetal Alchemist
Resumen: Realidad Alternativa. Para el resto, remitirse al título.
Raiting: PG.
Género: Humor, Parodia.

Capítulo dedicado a veneotaqueen, quien se ha ofrecido como sufrida mártir beta-reader de este desvarío. :3

I

Resembool no era una zona de tornados, así que cuando aquel llegó tomó desprevenidas a las casas diseminadas por el lugar. Los habitantes del pueblo habían corrido a meterse en los sótanos, esperando que pasara pronto, y que sus propiedades no se vieran demasiado afectadas. Winry Rockbell fue la única que se quedó rezagada; Den, su mascota, en el último momento decidió que sería más divertido correr detrás de una familia de ardillas en lugar de seguir a su ama.

La perra estaba tan ensimismada ladrando, apoyadas sus patas delanteras contra el tronco de un árbol, que Winry tuvo que abrazarla por el torso y arrastrarla de vuelta a la casa. Entretanto, el viento iba aumentando hasta convertirse en una masa terrible, lo cual terminó por convencer a Den. Apenas alcanzaron, ama y mascota, a cruzar la puerta cuando el vendaval hizo retumbar las paredes de tal manera que la chica no pudo tenerse en pie, y mucho menos llegar al sótano donde la esperaba Pinako. La chica optó por la siguiente mejor opción: esperar debajo de la sólida mesa de trabajo a que pasara todo. Den, asustada, se apretujó contra ella, gimoteando.

Tras un tiempo del que no se llevó la cuenta, el viento dejó de soplar y la casa de moverse, por lo que Winry consideró prudente salir de su refugio. Lo primero que hizo fue correr al sótano a averiguar si su abuela estaba bien. Al abrir la puerta del sótano, empotrada en el piso, Winry no encontró más que pasto. Confundida, la chica se asomó por la ventana, preguntándose cuáles eran las posibilidades de que la casa se hubiera desplazado algunos metros, aunque debido al peso de la estructura y a sus sólidos cimientos, hubiera sido imposible, en especial porque el edificio parecía por lo demás intacto.

El ruido que hizo Den al rascar la puerta llamó su atención. Tiene razón, pensó Winry, lo más lógico es salir para cerciorarnos de lo que sucede. Después de todo, parecía no haber ningún peligro.

Lo que Winry encontró fuera de su casa fue un paisaje pastoril pero que definitivamente no era Resembool. Decir que el tornado lo había cambiado a su paso no tenía sentido, ya que no había ningún árbol tirado, ni tampoco había ninguna casa alrededor, ni destruída ni de pie.

Los ladridos de Den desde la esquina del edificio sacaron a Winry de su ensimismamiento. La jovencita corrió a ver de qué se trataba: su mascota había encontrado un par de botas militares color rojo brillante, de cuyo extremo superior salían unos pantalones del azul reglamentario. Dichos pantalones se perdían a medio muslo debajo del edificio.

Winry, aterrada por la visión, dio un par de pasos hacia atrás, hasta que su espalda chocó con algo. De un brinco dio la media vuelta vio un soldado que la miró de arriba a abajo, y cuya cara tenía una expresión muy seria. Winry se quedó petrificada. El soldado no le permitió quedarse así mucho tiempo.

-¿Quieres ver fotos de mi hija?-dijo con una sonrisa de oreja a oreja y una voz varias octavas más arriba de lo esperado.

-¿Pe-perdón?

Por toda respuesta, Winry se vio bombardeada por varias docenas de fotos, todas protagonizadas por una niña pequeña que era, por cierto, en verdad adorable.

-¿Verdad que es preciosa?

-Sí...

-Mira, esta es cuando aprendió a caminar, y esta cuando fuimos de día de campo al parque y esta otra...

-Eh, disculpe...-logró decir Winry en algún punto de su aturdimiento.

-...cuando organizamos la fiesta de disfraces, casi muero al verla con ese tutú...

-¿Disculpe?

-...incluso le mandé a hacer un pequeño uniforme de oficial a su medida...

Winry tomó aire.

-¡Disculpe!-gritó, lo que pareció por fin surtir efecto.

-¿Sí?

-¿Qué lugar es este?

-El país de Oz. ¡Mira! Aquí está dándole de comer a sus muñecas...

Winry gruñó. La niña era muy linda, pero todo tenía un límite. Por fin se le ocurrió algo para obtener más información:

-¿Cómo se llama su hija?

-Elicia.

-¿Elicia qué?-preguntó Winry rápidamente, antes de darle oportunidad al soldado de explicar la siguiente fotografía.

-Elicia Hughes.

-Entonces usted es el señor Hughes.

-De hecho, soy el teniente coronel Maes Hughes -respondió él, apoyando ambas manos en su cintura..

-Mucho gusto, teniente coronel. Yo soy Winry Rockbell.

-Encantado.

-¿Dónde me dijo que estábamos?

-En Oz.

-Nunca había oído de ese lugar; ¿en qué parte de Amestris está?

-¿Amestris? ¿Qué es eso?

Winry parpadeó. Seguramente había oído mal.

-¿No estoy en Amestris?-preguntó.

El teniente coronel negó con la cabeza.

-Desconozco ese nombre.

Winry se cubrió la cara con las manos. Seguramente era un sueño, todo eso era un sueño; no había manera de que la casa hubiera volado tan lejos como para llegar a un país cuyo nombre no había escuchado nunca.. Se pellizcó el brazo, pero el teniente coronel seguía ahí.

-Oh, no, no...

Winry retrocedió hasta que sus pies tocaron las botas rojas, las que se movieron al contacto, como si no tuvieran nada dentro. Cuando las miró, los pantalones estaban aplastados contra el suelo, completamente vacíos. La chica se dejó caer al suelo.

-¿Qué...? ¿Dónde...?

-Ah, ¿el cuerpo? No te preocupes -dijo el teniente coronel agitando una mano en el aire-, el coronel del sur era un mal elemento; iban a destituirlo de todas formas.

-Pero...

-En el cuartel general estarán felices al saber que no será necesario pagarle la jubilación.

El teniente coronel tomó las botas e hizo lo que pudo para sacar el pantalón. La confusión de Winry comenzó a dar paso a la desesperación. Se recargó contra la pared y se abrazó las piernas. Den se sentó a un lado y apoyó su peso contra su dueña.

-¿Sabes?-dijo el teniente coronel sin separar las manos de su labor-. Si quieres ir a ese lugar que dices, deberías ir primero a Ciudad Central. La biblioteca central es muy grande, tal vez tengan un mapa.

Winry levantó los ojos. Esa era una excelente posible solución.

-Cuando estés allá -continuó él-, asegúrate de ver al führer, sin su permiso no podrás salir de Oz.

-¿Cómo llego a Ciudad Central?

-Sigue las vías del ferrocarril.

Winry asintió.

-Bien, ¿está muy lejos la estación?-preguntó mientras pensaba en si tendría suficiente dinero para pagar el boleto.

-No, el ferrocarril no, las vías -repitió el teniente coronel-; el tren fue descontinuado después de la última guerra. Tendrás que ir caminando. Pero no está muy lejos, y el clima es agradable en esta época del año. Toma, mejor que uses estas botas en lugar de esos zapatos o vas a ampollarte los pies -añadió después de pensarlo un momento, agitando el calzado frente a la nariz de la chica-, me parece que son de tu talla. No puedo regresarlas así pintadas como están, de cualquier manera.

Winry arrugó la nariz por un instante y tomó las botas con algo de cautela; no le parecía muy correcto (o higiénico) usar las botas de un muerto, pero la intención del teniente coronel era buena, ¿verdad? Además, no quería darle ningún pretexto para volver a atacarla con las fotos.

Mientras el teniente coronel terminaba de sacar lo que podía del uniforme del coronel del sur para utilizarlo como identificación en el cuartel general, Winry fue a cambiar su ropa por algo más cómodo para viajar. Preparó también una mochila con lo que juzgó sería necesario. Por supuesto, se puso las botas rojas con la intención de cambiarlas por sus propios zapatos tan pronto como saliera de la vista del teniente coronel.

-Nos vamos ya -dijo la chica.

-Bien -respondió el teniente coronel, aún excavando debajo de la casa.

-Mucho gusto en conocerlo.

-Igualmente.

Así, Winry y Den abandonaron su casa rumbo a las vías de tren que los llevaría a Ciudad Central.

-

Tras caminar un par de kilómetros, Winry se dio cuenta de que las botas militares eran mucho más cómodas de lo que parecían. Decidió que, debido a que tendría que caminar mucho, se las dejaría, coronel muerto o no.

El paisaje era agradable, eso había que concedérselo. Pero, excepto por el teniente coronel Hughes, Winry no había visto ni una sola alma, y la única huella de civilización eran las vías del tren, las cuales ya manifestaban deterioro por falta de uso. Den, sin embargo, disfrutaba del paseo, y su compañía era agradable. Mas tanto silencio comenzaba a ponerle a Winry los pelos de punta.

-

Un par de horas más tarde, la jovencita se sentó bajo un árbol a descansar un poco. Pero Den no parecía cansada y se fue a corretear por ahí buscando ardillas.

Winry se estiró y decidió relajarse hasta que vio muy cerca de ahí unas rocas grandes apiladas, detrás de las que se podía esconder un grupo de personas que podrían no tener buenas intenciones...

Los ladridos de Den despabilaron a Winry. Mezclada con ellos, se escuchaba también una voz que, molesta, le pedía al perro que se fuera. Winry corrió hacia allá a disculparse con quien quiera que fuese que Den estuviera molestando. Lo que encontró, justamente detrás de las mencionadas piedras, fue un hombrecillo de paja vestido de negro tirado en el suelo; le faltaba el brazo derecho y parte de la pierna izquierda. Den estaba sentada sobre él, lamiendo su cara e ignorando los gritos.

Sin aún reaccionar por lo ilógico del muñeco parlante, Winry arrastró a su perra a un lado y se inclinó sobre el hombrecillo.

-¿Den te hizo esto? ¡Lo lamento mucho! ¿Dónde están tu brazo y tu pierna? ¡Te los pegaré de inmediato!

-No, no fue el perro -gruñó el hombrecillo de paja en un tono que decía muy claramente que no estaba dispuesto a aclarar cómo fue que llegó a ese estado lamentable. Por su parte, Den pareció comprender que esas palabras la exoneraban de toda culpa, así que se acercó a seguir lamiendo la cara de tela.

-¡Den!-exclamó Winry, apenada. Tomó al animal del cuello y lo tironeó.

El hombrecillo de paja suspiró.

-Es mi suerte -dijo.

-¿Puedo hacer algo para ayudarte?-preguntó la chica, aún forcejando con Den.

-A menos que tengas una pierna y un brazo de repuesto...

Winry no tenía ni una pierna ni un brazo de paja de repuesto, pero había llevado algunas de sus herramientas consigo. La chica tomó algunos de los durmientes de las vías que estaban sueltos y en estado aceptable y se puso a tallarlos. Además de ser el único material disponible, ese cuerpo era demasiado frágil como para cargar con automail.

Mientras trabajaba, Winry se presentó a ella misma y a Den. El hombrecillo de paja asintió muy solemne y dijo llamarse Ed. Tras hablar un poco sobre el clima y los efectos de la humedad sobre la paja, Ed pareció ablandarse un poco. En un momento, se rascó la comisura de la boca y dijo:

-Esto te va a parecer raro, pero, ¿no has visto un hombre de hojalata? Es gris, le gustan los gatos y...-en este punto las palabras hicieron un gran esfuerzo por salir- es dos veces más... grande que yo.

-No, no he visto nada similar -respondió Winry tras pensarlo un poco, pero no demasiado: un hombre de paja con movimiento independiente ya era lo bastante extraño-. ¿Es amigo tuyo?

-Es mi hermano. Íbamos de camino a Ciudad Central por un permiso de Alquimista del Estado, pero nos separamos.

¿Hermanos? Ese país de Oz era más extraño que el sueño más loco que hubiera tenido jamás, se dijo Winry cuando le daba los últimos toques al brazo de madera.

Ambas extremidades estuvieron terminadas poco antes de caer la noche. Winry las ató con unas cuerdas al torso y al muslo de Ed respectivamente. El hombrecillo de paja contempló la mano, la cual incluso tenía todas articulaciones de una natural gracias a estratégicos tornillos; Winry las había hecho sólo porque era una perfeccionista, pero sabía que no serían funcionales.

-Lamento no haber podido hacer nada mejor -dijo Winry.

-¿Nada mejor? ¡Pero si es estupendo!-exclamó Ed, abriendo y cerrando los dedos.

-¿Ah? Eso no lo esperaba...-murmuró la chica, los ojos muy abiertos.

-¿Que se moviera? Es lógico -comenzó a explicar Ed adoptando de pronto un dejo de arrogancia-, la fuerza que me anima a mí ha pasado al brazo, y también a la pierna.

Lo mejor será evitar razonar esta información, pensó Winry.

-Vas a Ciudad Central, ¿cierto?-dijo la chica mientras guardaba sus cosas.

-Tan pronto como encuentre a Al, claro -respondió Ed en medio de ejercicios de estiramiento-, ¿por qué?

-Porque yo también voy para allá.

Ed se detuvo en seco y se volvió hacia ella con el dedo índice levantado.

-Y quieres que vayamos contigo -dijo más que preguntó-. Lo siento, Winry, pero nosotros no...

-¡Es un pago justo por tus partes nuevas!-replicó Winry irguiéndose a todo su alto y amenazando al hombrecillo de paja con una de sus herramientas.

Aterrorizado por el repentino cambio de actitud de la chica, Ed levantó a Den y la puso frente a sí como si fuera un escudo.

-Es tarde y he caminado todo el día -dijo Winry de nuevo toda dulzura-. Mañana a primera hora buscaremos a tu hermano, y ¡después iremos todos a Ciudad Central!

Ed asintió sin despegar los ojos de la enorme llave de tuercas que Winry aún no metía en la mochila.

-

A la mañana siguiente, fiel a su palabra, Winry desató a Ed y comenzaron la búsqueda del hombre de hojalata.

-La última vez que nos vimos -dijo Ed-, fue en la estación de tren que está detrás de aquella colina.

-En ese caso, creo que debemos comenzar por ahí.

Llegar a la mencionada estación les tomó poco menos de una hora. Una vez allí, Winry le preguntó a Ed si no tenía algo que le perteneciera a su hermano, para que Den lo rastreara. Mas no fue necesario, porque Ed escuchó unos maullidos provenientes de la oficina de la taquilla. Al instante, el hombrecillo de paja se puso a temblar. Apretó los puños y, con una cara capaz de asustar a cualquiera, arremetió con furiosas zancadas en aquella dirección. Winry tragó saliva y lo siguió a una distancia prudente.

Al entrar en la taquilla, encontraron una enorme armadura que ocupaba casi toda la habitación. La pieza del pecho estaba a un lado, en el suelo y, en el interior del torso, relleno con una increíble cantidad de trapos viejos, había una familia de gatitos.

-¡ALPHONSE!-gritó Ed-. ¿Se puede saber qué estás haciendo?

Al soltó una risita nerviosa.

-Hola, hermano. Eh... la mamá de estos gatitos no tenía dónde dar a luz y...

-¡Agh! ¡Deja eso ya y vámonos, o nunca llegaremos a Ciudad Central!

-Perolosgatitossonmuypequeños...

Ed se pasó la mano por la cara; cualquiera diría que hacía lo posible por evitar ver las pequeñas bolitas de pelo que apenas levantaban la cabeza para mirar el exterior de la armadura donde habían nacido.

-Bien, como quieras-dijo Ed de pronto. Salió de la taquilla, tomó a Winry del brazo y la arrastró consigo.

-¡Oye...!

-Ayúdame a buscar una caja dónde meter los gatos -gruñó el hombrecillo de paja.

-

Ahora con dos compañeros (además de Den), el viaje se hizo mucho más entretenido. Los hermanos, excelentes alquimistas -en sus propias palabras- reñían continuamente. El tópico que más salía a relucir era que Al se sentía culpable porque aún pensaba que aquellos gatitos eran aún muy jóvenes para sobrevivir solos.

-Su madre estará con ellos para cuidarlos-decía Ed, quien aún resentía haber sido abandonado durante días.

-Ella se alejaba por mucho tiempo a buscar comida-replicaba Al.

-Eso hacen todas las gatas, y el mundo está lleno de gatos.

-¿Podemos regresar después y quedarnos con uno?

El tono de voz que Al utilizaba para esta pregunta cada vez, frenaba el "no" de Ed a medio articular. El hombrecillo de paja mascullaba entonces un "quizás" difícil de entender.

-¿Y qué tal dos?

-No presiones tu suerte, Al.

Durante estos intercambios, Winry tenía que esforzarse mucho para no reír. Ed tenía muy mal genio, pero era obvio que en el fondo se escondía un buen corazón, y que quería mucho a su hermano. En cuando a Al, el hombre de hojalata era todo dulzura; incluso se ofreció a ayudarla a cargar su mochila. Además, gracias a él, no fue necesario que Winry lo atara durante la noche, segura de que su hermano no lo dejaría escabullirse durante la madrugada mientras ella dormía.

-

La tarde siguiente, el grupo descubrió que las vías del ferrocarril se internaban dentro de un bosque de aspecto un tanto lúgubre. No había, sin embargo, más remedio que pasar por ahí, ya que rodearlo y encontrar el camino de nuevo al otro lado los haría perder mucho tiempo.

-Además -dijo Ed-, Al y yo hemos pasado por aquí antes, no es un lugar peligroso.

Cuando se acercaron a los lindes, vieron un pedazo de madera claveteado en un árbol.

-Eso no estaba ahí la última vez -comentó Al.

Ese trozo de madera tenía escrito lo siguiente: "Cuidado con el león. Entrar bajo su propio riesgo. Traiga comida." Debajo del letrero había unos garabatos extraños. Tras especular un poco, los tres concluyeron que probablemente se tratara del mismo mensaje en un alfabeto que no conocían.

-Tal vez del país de donde son los leones -dijo Al-, porque este no es su hábitat natural.

-En cualquier caso, podemos ahuyentarlo sin problemas, ¿no, Al?

-Supongo que sí.

-¿Están seguros?-preguntó Winry. Los hermanos voltearon hacia ella presentando una expresión dolida (por lo menos Ed, cuyo rostro de tela era más flexible, pero no había duda de que el sentimiento hacía eco en el hombre de hojalata).

-

Una vez dentro del bosque, Den iba y venía olfateando todo lo que tenía al alcance: tierra, piedras, hojas, ramas, insectos... Con su constante cruzar de un lado al otro de las vías, en más de una ocasión estuvo a punto de hacer tropezar a sus compañeros, hasta que Ed sugirió que le pusieran una correa. Winry se opuso al principio, pues Den era una perra muy obediente, hasta que ella misma estuvo a punto de caer.

-¿Convencida?-preguntó Ed mientras la sujetaba del brazo para ayudarla a reestablecer el equilibrio.

-Me parece que me sobró algo de cuerda...-murmuró ella.

Poco después, Den caminaba atada a una correa improvisada cuyo extremo se encontraba en la mano firme de su dueña. Sin embargo, el método reveló ser contraproducente menos de quince minutos más tarde, cuando Winry, Ed y Al se encontraron de pronto en el suelo, en medio de dos vueltas de cuerda. Den permaneció a un lado, agitando feliz la cola.

-¡Maldito perro!

-Por eso prefiero los gatos...

-¡Ya me las pagarás, Den!

Los improperios y los intentos de desamarre se vieron interrumpidos por una risa burlona. Los tres giraron la cabeza al unísono. Cerca de ellos estaba, sentado en el suelo y las piernas cruzadas, no un felino grande ni una quimera, sino un chico vestido con un traje de león, a cuya cintura estaba atada una espada. Su cara alargada se veía minúscula rodeada con la enorme melena que sólo podía ser de estambre. Mientras reía, golpeaba el suelo con una mano.

-Sigan, sigan -dijo limpiando una lágrima de la comisura del ojo-. Por mí no se detengan, ¡son comiquísimos!

Esta frase encendió (aún más) a Ed.

-¡No soy el payaso de nadie!-rugió haciendo ademán de lanzarse hacia el desconocido, pero el peso de Al lo tenía firmemente anclado en el piso, así que el hombrecillo de paja se contentó con añadir-: ¡Y menos de un tipo ridículo en una pijama estúpida!

Al momento, de entre las copas de los árboles salieron disparados dos pequeños cuchillos de forma triangular que se clavaron muy cerca de las piernas de Ed. Uno de ellos rozó la cuerda y partió unas pocas fibras, lo suficiente para que Al lo tomara como pretexto para terminar de romperla mientras su hermano y Winry se recuperaban del susto.

-Creo que es mejor irnos ahora -dijo el hombre de hojalata al oído de Winry. Ella asintió y él se apresuró a tomar a Ed de los hombros para jalarlo consigo, pero el chico en traje de león extendió la palma de la mano y dijo, sin dejar de sonreír:

-¿Quieren pasar a través del bosque? Paguen.

-¿Qué? ¿Pagar?

-¿Y por qué tendríamos que pagarte?

El chico del traje de león se puso de pie.

-¡Yo soy Ling Yao, el señor de este bosque!-declaró con toda la majestuosidad posible-. Y quien pase por aquí debe rendirme tributo.

-¿El señor del bosque?-exclamó Ed-. ¿Y quién votó por ti?

-Por la realeza no se vota -explicó Ling condescendiente-. Ahora, denme la comida que tengan o deberán regresar por donde vinieron.

Ed estaba furioso, por decir lo menos. Winry y Al trataron de calmarlo, pero de nada les valió; el hombrecillo de paja se arremangó y arremetió contra Ling. Se detuvo a la mitad del salto y volvió hacia atrás en el aire (un movimiento que Winry no había visto nunca antes), pues un nuevo cuchillo lanzado desde las alturas se atravesó en su camino.

-¿Quién está ahí?-preguntó Ed mirando hacia las copas de los árboles-. ¡Sal de ahí, cobarde!

-Lan Fan no es ninguna cobarde -dijo Ling. Al momento, bajó del árbol y se situó junto a él una figura vestida enteramente de negro, cuyo rostro estaba cubierto por una máscara que tenía forma de cabeza de leona. La recién llegada adoptó una pose de pelea, el pie derecho ligeramente adelante de los de su señor, indudablemente lista para cualquier cosa.

-Me parece -suspiró Winry metiendo mano a la mochila-, que podríamos darles parte de...

Ed giró el torso hacia ella y gruñó:

-¡No les daremos nada a este par de advenedizos!

Winry iba a protestar, pero Al le puso una mano en el hombro.

-No te molestes -dijo el hombre de hojalata en tono resignado-, se lo ha tomado personal.

-Vamos a pasar por ahí -dijo Ed-, así que podrían quitarse del medio y hacer todo más fácil.

-Danos la comida y nos quitaremos -dijo Ling.

-¡No tienes ningún derecho a pedirme nada!

Este comentario pareció molestar a Ling.

-Este bosque no tenía dueño cuando nosotros llegamos -dijo-. Ahora es mío y tengo el derecho de pedir tributo.

-¡El bosque no pertenece a nadie! ¡Eres un embustero chantajista y ladrón!

Ed apenas tuvo tiempo de quitar el pie del lugar a donde Lan Fan lanzó el cuchillo.

-Al, ¿estás seguro que no podemos hacer nada?-preguntó Winry.

-Podríamos intentar llevárnoslo por la fuerza -respondió el hombre de hojalata-, pero le va a dejar un malhumor horrible para todo el resto del viaje.

Siguió un momento de silencio en que los adversarios se estudiaron mutuamente. De pronto, Lan Fan saltó hacia adelante y Ed emprendió una no muy elegante retirada. Pronto quedó claro, no obstante, que había sido sólo una treta por parte del hombrecillo de paja, ya que corrió directamente a donde se encontraban los pedazos de cuerda. Uno de ellos era lo suficientemente largo como para amarrar con ella a su contrincante, cosa que casi logra. Lan Fan logró esquivar el lazo en el último momento.

-¡Maldición!-gruñó Ed. No soltó la cuerda, pues tenía la intención de seguir intentando, pero Lan Fan ya estaba sobre aviso y concentró su atención y sus cuchillos en cortar la cuerda hasta convertirla en fragmentos demasiado pequeños. De esta forma, Ed no tardó en encontrarse parado sobre incontables pedacitos de cuerda.

-¡Oye!-exclamó.

Winry estaba segura de que Lan Fan sonreía detrás de la máscara. La chica de Amestris volteó hacia Ling; este tenía una cara de completa satisfacción, como si no esperara menos de su compañera.

-¿Por qué dejas que ella peleé en tu lugar?-lo interpeló Winry.

-¿Eh? Es mi guardaespaldas, ese es su trabajo -respondió Ling encogiéndose de hombros.

Winry iba a replicar, pero con el rabillo del ojo se dio cuenta que, una vez eliminado el riesgo de que la ataran, Lan Fan volvía a brincar sobre Ed. El hombrecillo de paja saltó hacia atrás. Lan Fan se irguió sobre los trozos de cuerda y en ese momento Ed sonrió con una sonrisa tan diabólica que Winry sintió que se le ponían los pelos de punta. Su mente, no obstante, alcanzó a registrar un suspiro resignado más por parte de Al.

Lan Fan también fue tomada por sorpresa por esa sonrisa, que la hizo inclinar su torso hacia atrás un par de centímetros. Ed aprovechó ese pequeño margen de tiempo; el hombrecillo de paja presionó sus palmas una contra la otra y luego las colocó sobre el suelo. Hubo una descarga de luz que se extendió desde ellas hasta donde estaba Lan Fan. Duró segundos. Cuando se disipó, Lan Fan estaba tirada cuan larga era, atada de pies y manos.

-Pudiste haber hecho eso desde el principio -dijo Al.

-Quería que se confiara -respondió Ed frotando las puntas de los dedos contra su saco, destilando soberbia.

-¿Eso fue la alquimia de este país?-preguntó Ling con algo de asombro.

-Síp -respondió Ed sin separar los ojos de sus dedos-. Supongo que ahora que sabes que te enfrentas con dos capaces alquimistas vas a quitarte de nuestro camino.

-De hecho, no -respondió Ling en tono de circunstancias, ganándose la completa atención de Ed; Winry pensó que el hombrecillo de paja seguramente no podría estar más fastidiado-. Pero les propongo un trato -continuó el chico en traje de león-: no les cobraré el derecho de paso si nos escoltan hasta Ciudad Central.

Winry descubrió entonces que Ed sí podía verse más fastidiado.

-¿Quién demonios te crees que eres?-rugió Ed.

-Ling Yao, el magnánimo señor del bosque. Ahora, ¿nos vamos?

Al corrió a taparle la boca a su hermano y a jalarlo consigo para que él y Winry pudieran hablarle en relativa privacidad.

-Es mejor que darles la comida -dijo Al.

-No tenemos por qué darles nada -replicó Ed, o lo intentó, porque Al seguía sin dejarlo hablar.

-Además, mientras más grande sea el grupo, más seguros estaremos -dijo Winry.

Den ladró. Ed se retorció unos momentos en los brazos de la armadura. Finalmente pareció quedarse sin energías y se convirtió en la viva imagen de la resignación. Fue entonces que Al se atrevió a destaparle la boca.

-Bien-dijo el hombrecillo de paja-, pero que quede registrado que acepto bajo protesta.

-¡Excelente!-dijo Ling; aparentemente había estado detrás de ellos todo el tiempo después de haber desatado a Lan Fan. El chico del traje del león estrechó entusiasta las manos de todos (incluyendo la pata de Den). Lan Fan prefirió quedarse un par de metros atrás; era obvio que no bajaría la guardia.

-

El variopinto grupo caminó por un par de horas más, hasta que se ocultó el sol. Durante ese tiempo, Ling cantó canciones de su tierra natal que, a decir de Ed, sonaban como si estuvieran destripando un gato. Ling no pareció tomar ofensa del comentario, pero Lan Fan sí.

-Quisiera saber de dónde saca tanto cuchillos -se preguntó Al mientras la guardaespaldas de Ling perseguía a su hermano unos metros más allá, en el fondo. El hombre de hojalata estaba sentado junto a Winry y Ling alrededor de una fogata en donde asaban un par de conejos que habían atrapado.

-No estoy muy seguro -dijo Ling-, es una técnica secreta de su familia. Pero creo que no quiero saber.

-¿Ciudad Central está muy lejos de aquí, Al?-preguntó Winry.

-Dos o tres días más -respondió el aludido.

-¿A qué van ustedes a Ciudad Central?-preguntó Ling.

-Mi hermano y yo necesitamos un permiso de Alquimista del Estado.

-Yo necesito el permiso del führer para salir de este país y regresar a casa.

Winry y Al esperaron a que Ling explicara su propio motivo para ir a Ciudad Central, pero este no se dio por aludido. Sólo arrancó una pierna de uno de los conejos que habían cazado un poco antes y procedió a devorarla como si no hubiera comido nunca nada en su vida. El hombre de hojalata iba a hacer un comentario cuando Ed se dejó caer a su lado.

-Cuánta resistencia tiene esta chica -masculló el hombrecillo de paja.

Lan Fan, por su parte, se sentó al lado de Ling, quien arrancó otra pata del mismo conejo para dársela a ella. La chica le dio la espalda antes de quitarse la máscara y comer.

-Espero que no haga eso por órdenes tuyas -comentó Winry.

-Por supuesto que no -dijo Ling con la boca llena-. Lo que pasa es que es muy tímida.

-¿Qué buscan ustedes en Ciudad Central?-preguntó Ed.

Ling masticó un par de bocados más antes responder:

-Nada que les importe.

Al se apresuró a detener a Ed y Winry se encontró pensando una vez más que hubiera sido mejor haberles dado la comida a sus nuevos compañeros desde el principio.

Siguiente capítulo

español, fma

Previous post Next post
Up