Título: Rouge.
Fandom: Detrás del Sofá (Historia Original).
Pairing: Livier/Leonor, con menciones de Livier/Amelie.
Palabras: 1679.
Reto: Tabú.
Notas/Advertencias: Marcado femmslash y algo de lime, pero nada para quedarse traumados.
-Oye, Ame.
El largo cabello esparcido sobre el césped se removió un poco.
-No te pasaré la tarea de Cálculo.
La cabeza blanca se ladeó un poco.
-Qué grosera.
-Gracias.
La chica hippie volvió a acostarse junto a la otra, que seguía sin abrir los ojos. Miraba su perfil y sonreía. Después miró al cielo y volvió a hablar.
-Hey, Ame.
-Dime, Livier.
-¿De qué color es el amor?
Amelie abrió los ojos café claros sorprendida. Livier esperaba cualquier respuesta, o tal vez ninguna, menos lo que a continuación pronunció.
-Del color de tu cabello seguro no.
La sonrisa que le siguió puso el corazón de Livier a bailar tango.
La duda surgió del comentario de su medio hermano, el día en que llegó de sorpresa a la casa. Tenía la cara de tonto que ponía siempre que se veía con la extraña hada de cabello violeta que rondaba por la calle entrada la noche. Así la llamaba él, un hada. Y parloteaba a cada instante que el color del amor definitivamente era el violeta chicloso.
Pero Livier se reservaba sus dudas.
-Eso es porque estás hechizado, Israel. El amor no puede tener un color tan horrible.
-Eso es lo que lo hace interesante, Liv.
Si Livier escogiera un color, no sería ese violeta de la chica extraña. Tampoco sería el rojo, porque eso era un enorme cliché que detestaba. No se le ocurría cómo definir siquiera al amor como tal, así que descartando esas dos opciones se quedaba en ceros. Pronto le daba la vuelta al asunto y se descubría pensando en el negro, azulado, oscuro.
-No es violeta, tonto.
Pero tal vez tampoco era negro.
-Es mi capricho. ¿A ti qué te importa?
La chica se paró en seco. Era verdad, parecía estar encaprichándose por una cosa insignificante como la fantasía de un hombre por una prostituta. Defendió una posición tonta y debatió argumentos en el aire. Y, lo más desastroso, se puso a pensar en Amelie.
-Ya lárgate de mi casa, Israel.
Él se fue una hora después, argumentando que saldría a un viaje por parte de la Universidad junto a su padre y por ello había pasado a la casa. Colocó unos cuantos billetes sobre la mesa y después de decir que eran por parte de su padre, se marchó. Livier los contempló, frunció el ceño y se fue a su habitación.
Entonces recordó súbitamente que el nombre del hada era Leonor y le llegó un olor a fresas.
La idea le rondó la cabeza por semanas, y después de hacer la prueba con Amelie, decidió probar con el idiota de su mejor amigo.
-Hey, bobo.
-Qué, tonta.
-¿Estás muy enamorado de Amelie?
Escupió el refresco de manzana con la expresión chistosa de siempre. Livier ya se lo esperaba, pero en esa ocasión no rió. A contraste, parecía bastante serie y con el semblante tranquilo. Fue por eso que Viktor no comenzó a gritar ni a cambiar el tema, como acostumbraba. Dio una calada grande al cigarro y él fue el que retomó la plática.
-Explícate mejor, Reeves, porque no te entiendo.
-Claro que no lo haces, eres un idiota.
Abrió la boca para reclamar, pero paró al instante al ver la cara de la chica.
-Fui muy clara. ¿Estás muy enamorado de ella?
Viktor no entendía muy bien el motivo del la pregunta, ni porqué le temblaba ligeramente la voz al preguntarla. Sólo sabía que cuando a Livier Reeves le temblaba la voz y hablaba sobre Amelie, es que iba muy en serio. Todo era en serio cuando se trataba de la reina de hielo, Amelie.
Él sabía porqué el ambiente se ponía tenso entre ellos cuando ella aparecía como tema de conversación.
-Si ya sabes la respuesta - dijo, mirando hacia el pavimento - ¿para qué preguntas?
Livier ladeó la cabeza y sonrió, recargándose un poco en su amigo, reteniendo las ganas de ponerse a gritar como loca por la escuela. Así era él. Tan seguro pero con un afán extraño por rodear las respuestas sin decir nada en concreto. "Hombres".
-Para darle vueltas al asunto.
Viktor tomó el cigarro de su mano izquierda.
-Ah.
-Viktor.
La combinación de refresco de manzana con el del cigarro rayaba en lo intolerable. Se prometió a sí mismo que nunca volvería a mezclarlos.
-Mande.
-¿De qué color es el amor?
El hada de cabellos violetas y raíces negras olía a fresas. Livier ponía en automático ese olor en su cabeza cada que la veía, pero no recordaba porqué. Tampoco recordaba haber visto antes más allá de sus escotes y ver sus labios sin el labial verde ó el rojo. Ni de dónde sabía que el color natural de su cabello era negro.
Recordar porqué le trajo muchas consecuencias. Después de que Israel dejó la casa, la fragancia de perfume barato a fresas inundó su nariz, dentro de sus mismos recuerdos. Ella de seguro estaba jugando con algún desafortunado ó desafortunada que cayera en su trampa de seducción, llenándolos de esa vitalidad de joven que emanaba de ella a pesar de no ser tan joven ya.
Sí. Leonor. A oscuras. A escondidas de Amelie y Viktor que estaban platicando muy a gusto, sin ella.
Livier entonces recupera los trozos de memoria dispersos como piezas de rompecabezas y los va armando mientras camina detrás de Amelie para la clase de Inglés. En su cabello y ropa aún hay pedacitos de hojas pegados, así que alza una mano y los retira con tranquilidad. Amelie ya no se inmuta, ya están en cuarto semestre y se acostumbró a la presencia de la hippie del cabello blanco.
-Es violeta, después de todo.
La chica volteó para verla, con una expresión interrogante.
-No, nada, Ame.
-Ya sé que no quieres entrar a inglés. Pero estás consiente de que debes mejorar tu promedio, ¿no?
-Vaya que lo sé. Si mi amiga se la pasa recordándomelo desde que agarró confianza conmigo.
Ambas sonrieron y Amelie siguió caminando.
"Mi cabello natural es negro. ¿Quieres ver si te digo la verdad?"
Se sonroja, como toda persona cuerda. Pero ella tampoco es una santa. Sonríe y trata de ser igual de seductora que ella, que se encuentra encima y no la deja moverse.
"Inténtelo."
Se avergüenza de sí misma, algo que nunca antes le había pasado. Marcaba sus errores con tinta roja y volvía a comenzar; pero con Leonor le resultó difícil pasar página, se le complicó demasiado dejarlo en el olvido. Su amnesia momentaria sólo le sirvió para preocuparse más. El color negro natural se le tatuó en la cabeza y no pudo evitar susurrar "Amelie" en algún momento.
Paró en seco, cuando su amiga entró al salón. El sentimiento le llenaba el corazón y se desbordaba por segundos, sentía que ya no podría más.
La imagen de Leonor con cabello negro besándole el cuello era demasiado para una joven enamorada de alguien imposible.
-Amelie. Amelie. Amelie.
A Livier le hubiera gustado ser Viktor para poder rechazar el dolor y sonreírle, pero ella no podía.
"Supongo que es rojo, Reeves."
La música es fuerte y Leonor lleva encima unos tragos de más. Israel se perdió desde hace un rato y Livier tiene el deber moral de media hermana de hacerle compañía a la mujer con la que su hermano se acuesta. Se ríe pero su rostro es serio. Leonor no lo nota, y se acerca a ella por momentos.
Livier mira hacia un punto en específico. Una chica de largos cabellos negros que parece estar todo el tiempo enojada, y un joven guapo, muy alto, a su lado. Los observa la mayoría del tiempo, despega su vista de ellos sólo cuando la mujer de cabello púrpura la atosiga para que la mire a ella. Le funciona un segundo pero la chica del cabello blanco regresa hacia ellos.
-¿Te duele mucho?
Da un pequeño respingo y casi se le cae la bebida. Observa a la mujer.
-No sé a qué te refieres.
Leonor sonríe. Livier no lo admitiría jamás pero esa sonrisa le hace sentirse menos sola.
-Yo puedo hacer que no duela tanto.
-¿Eso es lo que le dice a todas tus presas, o sólo corrí con suerte de que hoy esté cariñosa?
Cualquiera que haya sido la respuesta, Livier se dejó llevar hacia un rincón oscuro sin darse cuenta de la mirada azabache sobre ella. Sabe que Leonor está borracha y que a lo mejor ella también, pues al momento en que siente una mano en su pecho se le olvida todo y la toca a ella también. No puede negar que siempre le pareció guapa. Tampoco que su colonia de fresas silvestres le gusta y que besa bien, besa excelente, besa con todo.
-Yo también tengo el cabello negro. ¿Te gustan morenas?
Es de las pocas cosas que Livier le deja decir. Intenta comerle la boca para que se calle, para que se enoje y la tome con más fuerza, en silencio porque cualquiera podría venir y abrir completamente la puerta. No la deja hablar porque así le es más fácil pensar en Amelie y su larguísima cabellera negra danzando sobre su cara.
Le toca en sitios que sabe que la harán contenerse y morderse los labios para después pedir más. Leonor se remueve y después la pone debajo de su cuerpo, le hace danzar, se bebe el sudor. La hermana de Israel en ningún momento abre los ojos.
Cuando gime en el clímax de todo, Livier susurra otro nombre pero Leonor no dice nada.
El hada se marchó diciéndole que para todo laberinto existía una salida. Después, recuerda que Israel apareció y se fueron a algún lado, a hacer cosas que no se pueden decir en público. Recuerda que en ese momento en su mente sólo pudo decir "gracias por el recuerdo" y caminar hacia sus dos amigos, que le buscaban.
-Algún día tendré que decirle que es buena.
Livier no entra a la clase de Inglés e inventa muchas excusas para cuando Amelie la encuentre y la regañe.
-Y tendré que decirle también al idiota que el amor sí que es rojo.