Título: El patronus de Lily
Autor:
shioritaFandom: Harry Potter
Personaje/Pairing/Grupo: Lily Evans/James Potter, casa Gryffindor
Rating: G
Resumen: Así que, cuando en sexto, tuvieron que trabajar los patronus, Lily no sabía muy bien a qué recuerdo acudir. Mirando con ansiedad alrededor de la Sala Común, atisbó a Mary y a Alice contando cuentos de terror que el pequeño Peter escuchaba con avidez y, de pronto, lo supo.
Advertencias:
Especial de Navidad: Prompt #6
Nota de Autor:
La primera vez que Lily Evans conjuró un patronus estaba en la Sala Común de Gryffindor escuchando a Mary contarle cuentos de terror a Alice. Ésta, muggle orgullosa de toda la vida, había intentado aterrorizar a su amiga durante la noche de Halloween, en lo que ambas descubrieron que magos y muggles vivían en mundos paralelos.
Peter Petigrew estaba acodado en una esquina del sofá escuchando con avidez y pegando brincos allá donde Mary cambiaba los tonos de voz. Ese septiembre el pobre Peter había conseguido convencer a Remus para que se cambiaran a Estudios Muggles porque no soportaba la pesada mirada de la profesora Trenawley indicándole que iba a morir por su propia mano después de condenar a la oscuridad a sus amigos.
La primera vez que se lo soltó, Sirius se echó a reir, le espetó a la profesora que estaba totalmente colocada y se llevó a Peter de ahí. Fue una tarde de Quidditch y una noche de borrachera en la Casa de los Gritos, las cuales sirvieron para devolver al pobre Peter el ánimo.
Sin embargo, en cuanto llegó cuarto, se matriculó en otra asignatura y, no queriendo ir solo, había conseguido arrastrar a Remus. Desde entonces, se pasaba muchas tardes frías acurrucado en el sofá escuchando como Alice y Lily hablaban de su vida muggle y de aquella cultura que le parecía tan lejana. De vez en cuando, Mary y Remus aderezaban las historias con algún toque mágico, con alguna referencia por la cual se notaba que ambos mundos siempre habían estado en contacto.
Eran tardes felices, que se pasaban como un suspiro, y antes de que Lily se pudiera dar cuenta se había echado la noche sobre aquel sofá frente a la chimenea en el que descansaban sus amigos. Alice solía sentarse en una silla que se balanceaba hacia delante y hacia atrás, muy cerca de Peter, que procuraba estar cerca del fuego para sentirse más arropado. En el sillón, bien sentado se apoyaba Remus, con las piernas abiertas para que Sirius pudiera colocarse entre ellas. Mary se hallaba a su derecha, y a su izquierda, un James inusualmente callado y tranquilo.
Curiosamente, la propuesta de apuntar aquellos cuentos fue cosa de Potter. Lily hubiera esperado que saliera de Remus, pero aquel cambio de planes tampoco le molestó mucho. Durante esas tardes que solían comenzar cuando James, Sirius y Alice volvían de sus entrenamientos de Quidditch, y que duraron hasta la llegada de abril, siempre había una vuelapluma dibujando garabatos y runas sobre los pergaminos.
Cuando llegó octubre del siguiente año ya casi lo habían olvidado. James y Lily se llevaban, quizás, peor que nunca y Sirius no soportaba estar cerca de ellos cuando Evans gritaba. Los merodeadores se habían auto bautizaron con unos apodos que a Mary le hacían rodar los ojos en cuanto los oían, y al final, sólo soportaba estar cerca de Remus y Peter. Alice seguía hablándose con los nuevos Canuto y Cornamenta porque, como le explicaba a Lily, no le quedaba otra. Y Frank no iba a permitir que por un montón de hormonas, su equipo de Quidditch se descontrolara.
Así que, cuando en sexto, tuvieron que trabajar los patronus, Lily no sabía muy bien a qué recuerdo acudir. Mirando con ansiedad alrededor de la Sala Común, atisbó a Mary y a Alice contando cuentos de terror que el pequeño Peter escuchaba con avidez y, de pronto, lo supo.
Se acordó de aquellas tardes que parecía haber sucedido hacía mucho tiempo y de pronto, un destello plateado se desprendió de su varita y cabalgó hacia el cuadro de la entrada, con tan mala seurte que justo entraba alguien por ella.
-¿En serio, Evans? ¿Me acabas de lanzar una cierva? -Exclamó una James Potter tan sumamente sorprendido, que se dividía entre la certeza de que todo iba a salir bien y el resquemor de un rechazo constante al que Lily le había habituado.