Título: Real
Autor:
shioritaFandom: The Hunger Games
Personaje/Pairing/Grupo: Katniss/Peeta
Rating: PG
Resumen:Había pasado ya un tiempo desde que Katniss y Peeta abandonaron el distrito trece, convencidos de que, a partir de ese momento, eran absolutamente dueños de su propia vida. Desde entonces, habían ocurrido muchas cosas.
Advertencias: Spoilers de Sinsajo. De la 2ª parte, si sólo se han visto las películas.
Especial de Navidad: Prompt #7
Nota de Autor:
La primera vez que Peeta le preguntó aquello, Katniss hizo como que no le había oído. Un escalofrío le recorrió la espalda y, para no darle la sensación de que estaba ignorándolo, simuló estar muy concentrada en aquello que se traía entre manos.
En realidad, la cuestión le había pillado totalmente por sorpresa ya que tenía toda su atención focalizada en aquel horno. Aquella casa de la Villa de los Vencedores, en la que nunca había pensado como su hogar, tenía ciertos artilugios cuyo uso desconocía por completo. Sin embargo, Sae le había hecho un tour por su propia cocina explicándole cómo funcionaba cada cosa.
Y aquel día, aquella extraña fecha era un momento especial, por lo que Katniss había decidido cocinar algo para la cena que tendría lugar en su salón esa noche.
Muchas veces se preguntó si había otras ciudades, además de los distritos de Panem y el Capitolio, pero hasta ahora nadie había tenido posibilidad de interesarse por eso. Quizás allí tuvieran unas fechas de celebración diferentes a las suyas, pero cuando hacía preguntas sobre aquello, nadie sabía contestarla. Sin embargo, con Snow fuera del poder y los Juegos del Hambre erradicados, algunos habitantes había dirigido su mirada más allá de las montañas y el mar. Se abrían nuevos horizontes, viejas metas ya casi olvidadas y una serie de expediciones se lanzaba en busca de respuestas cada año.
Había pasado ya un tiempo desde que Katniss y Peeta abandonaron el distrito trece, convencidos de que, a partir de ese momento, eran absolutamente dueños de su propia vida. Desde entonces, habían ocurrido muchas cosas.
Habían construido una biblioteca con libros llenos de recuerdos, como la cabra de Prim, las canciones que el señor Everdeen solía cantar, las recetas de los pasteles que el señor Mellark cocinaba en la panadería... Con ayuda de los pocos amigos que habían sobrevivido a aquel horror añadieron los cuentos que Mags solía contarle a Annie para tranquilizarla cuando tenía que ver cómo se desarrollaba la batalla en la arena, o los comentarios de Finnick, que alguna vez repetían los vencedores como dichos populares.
Como el fin de la guerra había sido, para Katniss, un día de luto y tragedia, en su casa no se celebraba aquella fecha. Curiosamente, era la cosecha lo que seguía marcado en el calendario. Sólo que esta vez, lo que se recogía no era dolor, rabia y angustia, sino tranquilidad, sueños y libertad.
La casa que el Capitolio había cedido a Katniss tras sus Juegos del Hambre se llenaba de unos gritos y movimientos que comenzaron siendo tímidos para llegar a estar llenos de algarabía, chistes de un humor extraño y abrazos.
Al principio, fue el pequeño Finnick el que trajo la esperanza a la casa. Junto a ella, poco a poco, tanto Annie como Haymitch y Johana fueron comprendiendo que aquel infierno en el que llevaban tanto tiempo encerrados se había terminado. Si bien eso no había conseguido que Haymitch se volviera un abstemio, sí podía encontrárselo más sobrio de lo habitual.
El mundo era nuevo para ellos y tampoco sabían muy bien cómo disfrutar de él, así que, al menos, trataban de mantener el contacto entre ellos lo más posible, para recordarse que no estaban solos. Que todavía les quedaba alguien. Por eso, la cosecha era tan especial, tan única. Era una mirada hacia atrás, hacia aquel pasado que se había llenado de demasiados fantasmas; y una más hacia adelante, hacia un futuro que era toda una incógnita. Una duda eterna que los llenaba de serenidad y sosiego.
Los primeros años fueron complicados, más aún en el día a día. Pero con el tiempo, hasta la señora Everdeen pudo traspasar las puertas de aquel mausoleo y sentarse a comer junto a su hija. Ese año, Katniss no sabía qué sorpresas podía depararle la cosecha, así que había decidido dedicarse por entero a hacer un pastel para celebrar el séptimo cumpleaños del joven Odair.
Johana había llegado hacia una semana, ya que le encantaba vagabundear por aquellos bosques donde Katniss y su padre habían cazado tantas veces. Sin embargo, esa mañana, se había ido sola, espantada por la aparición sorpresa de Effie. Ésta llevaba un vestido verde botella con una peluca de color caoba que era la última moda del Capitolio. Últimamente las tendencias eran más sobrias de lo que habían sido nunca, pero eso a Effie no le molestaba.
Aún así, Katniss decidió que lo mejor que podía hacer era aislarse durante un rato en la cocina, con la excusa de que tenía algo que hacer y el horno resultó un gran aliado, pues no tenía ni idea cómo funcionaba. Eso era cosa de Peeta, que en ese momento estaba demasiado ocupado enseñándole a Effie la nueva imagen del distrito 12.
Sin embargo, había vuelto antes de lo que Katniss había previsto. Se había quedado mirándola desde el resquicio de la puerta, tan ensimismada ella en tratar de conseguir no quemar esa masa deforme que había en la bandeja que no pudo percatarse de con cuanto ardor la observaba Peeta.
Éste, sin poderlo evitar, lanzó su pregunta y aunque Katniss hizo como si no lo hubiera oído, esto la paralizó durante unos segundos totalmente vitales para el pastel. Peeta lo repitió y Katniss, finalmente, se atrevió a mirarle.
Buscaba en su cabeza las palabras correctas para responderle, para hacerle entender qué es lo que ella sentía por él, pero no acudieron a su boca. Su voz se quedó atascada en la garganta y su mente sólo podía pensar que, precisamente la presencia de Peeta en esa habitación, con ella, con ellos, es lo que hacía que todo mereciera la pena.
Que, en comparación, no era tanto si su madre o Gale no volvían a pasar una sola cosecha con ellos; o que Haymitch, Johana o Annie hubieran sobrevivido al eterno juego; porque Peeta estaba ahí. Evidentemente, eso no hacía menos dolorosa la pérdida de cuántos quiso, pero al menos, conseguía hacerse con las ganas de seguir luchando por vivir, por disfrutar de sus días.
Asustada por el olor que salía del horno, se volvió rápidamente y apagó el electrodoméstico. Cogió la bandeja y la soltó sobre la mesa. Ésta rebotó con un sonido metálico y el pastel, quemado en su mayor parte, estuvo a punto de esparcirse por el suelo.
Nerviosa, miró a Peeta que no se había movido, esperando la típica risa suave que solía dedicarle él cuando pasaban estas cosas. Sin embargo, éste sólo dio un paso hacia ella, y le rozó la muñeca con los dedos. Su cercanía llevó a Katniss a aproximarse más y, cuando Peeta volvió a hablar, bastó un susurro para pronunciar de nuevo la pregunta.
-Me quieres, ¿real o no real?
-Real.