Tabla: Melódica
Fandom: Glee
Título: La semana más solitaria de Blaine Anderson
Claim: Blaine Anderson/Kurt Hummel
Personajes: Blaine Anderson. Kurt Hummel. Menciones de Rachel Berry.
Parejas: Klaine.
Tema: #06: Escala
Extensión: 2002 palabras
Advertencias: No use la apalabra escala en el sentido de escala musical, sino más simbólicamente, sino como algo que va avanzando y a la vez subiendo en intensidad.
Había sido la semana más solitaria en la vida de Blaine Anderson, con todo y contando las semanas de suplicio en su anterior escuela. Allí, solía tener algún que otro amigo, y en Dalton no le faltaban, pero el problema era que la soledad no venía sola: venía acompañada de la nostalgia, que solo podía hacerlo todo mucho peor. No era que Blaine se sintiera solo porque estaba más solo que medio año antes, si no porque en ese tiempo había aprendido lo que era estar verdaderamente acompañado.
La fiesta de Rachel había sido un sábado.
El domingo se había levantado en la cama de Kurt. No había hecho muchas preguntas, porque no necesitaba las respuestas. Se había levantado, había acomodado un poco su ropa, había murmurado torpemente algo que esperaba que Kurt hubiera sobreentendido como un Gracias y se había dirigido derechito a su casa, su cuarto y su cama. Muerte cerebral durante el resto del día.
Había discutido con Kurt el lunes siguiente. Había llegado a su casa, furioso, triste, dolido. Furioso, porque no podía soportar que nadie pretendiera decirle qué hacer o cómo actuar, aunque fuera con las mejores intenciones del mundo. Triste, porque se sentía solo, y sentía que necesitaba el apoyo de Kurt más que nunca, y Kurt, en cierta forma, le había fallado. Blaine no se daba cuenta de que, así como le molestaba que Kurt se hubiera hecho una idea idealizada de él, él mismo en cierta forma había idealizado al contratenor. Dolido, porque, pese a todo, lo último que quería en su vida era perder a Kurt, y tenía miedo de haberse sobrepasado un poco, especialmente con ese chiste de despedida sobre la bisexualidad. Se cambió de ropa intentando auto convencerse de que tenía que dejar de pensar en Kurt, y concentrarse en su inminente cita con Rachel. De todas formas, se durmió pensando en Kurt y en sus ojos tristes, y por la mañana se levantó con un persistente dolor de cabeza. No recordaba que había soñado con un profundo mar verde azul, en el que se veía a sí mismo ahogándose, sabiendo que había una salida, sabiendo que había una solución, pero sin poder advertirse a sí mismo.
El martes, de puro despecho, había salido con Rachel, adelantando la cita que tenían para el viernes. Se había dado cuenta de que podía ser que le gustaran las chicas, pero Rachel no le gustaba (sin ofender). Le caía simpática y todo (especialmente cuando se quedaba callada por más de treinta segundos seguidos), pero en ningún momento de la noche había sentido esos deseos irrefrenables de besarla que esperaba sentir. Hubiera querido salir corriendo a contárselo a Kurt, pero no podía; primero, porque no se hablaban, y segundo, porque la espina del orgullo herido seguía clavada en exactamente el mismo lugar, y haber acudido precisamente con ese comentario hubiera sido una derrota, y Blaine no creía poder soportarlo. El martes se había ido a dormir con menos furia y menos dolor, pero una aprehensión insoportable en el pecho.
El miércoles ensayó con los Warblers, y fue entonces que notó la enorme diferencia. El día anterior no lo había sentido tanto, pues el café diario con Kurt se suspendía eventualmente por un día, si alguno de los dos tenía algo urgente que hacer y, mal que mal, su necesidad de compañía había sido contentada con la cita con Rachel. Durante la práctica con los Warblers, en cambio, la diferencia fue radical. Blaine y Kurt solían sentarse juntos, afinar juntos (no exactamente juntos, pues tenían registros diferentes, pero si juntos físicamente), intercambiar miradas y sonrisas cómplices, reírse a escondidas de la rigidez de Wes (si, Blaine lo consideraba uno de sus mejores amigos, pero eso no quitaba que alguien debiera decirle que se sacara el palo de la columna durante los ensayos). El ensayo fue, literalmente, triste. Kurt le esquivaba la mirada, y Blaine no podía culparlo. De hecho, ni siquiera estaba seguro sobre si quería que Kurt le correspondiera la mirada. Luego del ensayo, Blaine volvió directamente a su hogar, inesperadamente temprano. Jamás se le había hecho tan larga una tarde de miércoles.
El jueves, decidió que la solución era concentrarse profundamente en sus estudios. Quizás eligió el peor momento, pues ese día cursaba francés, y como en el mismo horario Kurt cursaba cálculo, y cada uno odiaba su respectiva asignatura, se habían hecho a la costumbre de intercambiar mensajes vía celular durante toda la clase, y por la tarde se juntaban para darse clases mutuamente sobre la asignatura que el otro detestaba. Odiaba francés, pero nunca había pensado que podía llegar a encontrarla tan profundamente dolorosa, porque el acento de su profesora le resultaba extremadamente irritante comparado con la manera de Kurt, que Blaine siempre había encontrado tan agradable y tan sensual. Decidió ir esa tarde al café al que solían ir juntos, y al que había evitado ir el día anterior porque sabía que Kurt no iba a dejar de ir, y prefería no encontrárselo. Blaine sabía que para él hubiera sido devastador ir solo, pero no para Kurt, que estaba mucho más acostumbrado a la soledad, y a quien le era más fácil sonreír simplemente con buenos recuerdos. Blaine necesitaba hechos para poder sonreír.
Al entrar, Blaine dirigió la primer mirada a la mesa que él y Kurt solían ocupar. Por supuesto que Kurt estaba allí, y acompañado. Blaine no se detuvo a fijarse por quién estaba acompañado. Alzó la barbilla (Kurt siempre decía que hacia eso porque tenía complejo de pequeño, y se reía un poco cuando lo decía, inclinando la cabeza, brillantísimos los ojos azules; ¡Demonios! ¿No podía simplemente sacarse a Kurt de la cabeza aunque solo fuera por un minuto?) y se dirigió derecho hacia la fila para pedir el café, simulando que estaba tan ciego como si tuviera anteojeras. No se esperaba que Rachel fuera la acompañante de Kurt (de hecho, se sentía un poco culpable porque pensaba que había arruinado su amistad), y mucho menos se esperaba el ataque sorpresa (para ser sinceros, había perdido un poco de perspectiva el beso con Rachel, demasiado ocupado en subirse a las paredes y rasgarse las vestiduras por la ausencia de Kurt, como decían Wes y David, y, por esta vez, Blaine tenía que admitir que tenían un poco de razón). De todas formas, besar a Rachel fue un profundo alivio: adiós dudas, adiós inseguridades (deseaba que eso significara un Hola, Kurt, pero las cosas no eran tan sencillas). Fue el jueves por la noche que decidió que si no hacía algo al respecto iba a volverse loco. Iba a disculparse si era necesario, cualquier cosa con tal de que Kurt volviera a hablarle.
El viernes se levantó por la mañana sintiéndose un poco mejor. Las resoluciones le hacían sentirse bien, sentía que encaminaba su vida. Kurt solía decir que era la maldita inseguridad la que lo llevaba a pensar demasiado antes de actuar, que tenía que soltarse un poco. Dejar de ser tan premeditado y vivir un poco. Por primera vez en la semana, un pensamiento sobre Kurt no le provocó ganas de llorar ni de golpear a alguien, si no ganas de sonreír. Su ansiedad fue creciendo a medida que se acercaba el mediodía. Había planeado tres o cuatro discursos diferentes en su cabeza, pero con ninguno estaba del todo satisfecho. Suspiró y se dijo que iba a tener que hacer lo que Kurt tanto quería que hiciera: soltarse un poco, observar sus circunstancias, tomar decisiones sobre la marcha, adaptarse a la versatilidad de la vida. Se había preparado mentalmente tanto para ese acontecimiento que se frustró bastante cuando vio que Kurt no se presentaba para la hora de almorzar. Escuchó a uno de sus compañeros decir que se había quedado encerrado terminando una tarea de cálculo, lo cual era muy extraño, pues solía tenerla hecha el mismo jueves por la tarde. A Blaine se le contrajo el estómago.
El viernes por la tarde prácticamente tuvo que hacerle una toma de yudo en un pasillo para evitar que Kurt se fuera directamente al estacionamiento a buscar su auto. Había buscado la oportunidad de cruzar miradas y darle a entender que tenía algo que quería decirle durante todo el ensayo, pero, una vez más, Kurt lo había ignorado, como si el lugar de Blaine hubiera estado ocupado por un agujero vacío. No era el escenario ideal que había ideado para una reconciliación, él agitado y sudoroso, Kurt tratando de poner en perfecto orden su desarreglado uniforme (y Blaine verdaderamente agradecía que no lo hubiera golpeado, porque sabía cuan maniático era Kurt con su ropa).
- - ¿Blaine? - Preguntó interrogante el muchacho de ojos azules.
Blaine estaba tan ocupado intentando recordar cómo era respirar que casi se olvidó de que se suponía que él debía iniciar la conversación. Carraspeó, incómodo. Nunca se había dado cuenta de lo profundo que podían calar los ojos de Kurt.
- - Kurt…- Y las palabras se le atoraron en la garganta y, prácticamente por primera vez en su vida, no supo que decir.-… Yo… lo siento.
Kurt frunció el entrecejo. Parecía más confundido que enojado, y eso fue un alivio para Blaine.
- - ¿Lo sientes? ¿Se puede saber acaso qué es lo que sientes?
Blaine inhaló profundamente. Ahí vamos.
- - Siento haberte hecho enfadar. Siento no haberme comportado de una forma correcta en la fiesta de tus amigos, a la que amablemente me invitaste. Siento haber hecho o dicho cualquier cosa que pudiera ofenderte. Pero, sobre todo…- Demonios, le temblaban las manos. Que horror.-… siento no haberte tenido conmigo esta semana.
Kurt parpadeó. Parecía incrédulo.
- - Te comportaste todo lo correctamente que deberías haberte comportado en una fiesta. No hiciste nada que no hayan hecho los demás. Si algo de eso me molestó particularmente, bueno, creo que eso es algo con lo que yo tengo que lidiar, y no tú.- Sonrió. Blaine quiso interrumpirlo para decirle que eso no tenía por qué ser así, pero Kurt no se lo permitió.- Déjame terminar. Es verdad que ambos hemos dicho cosas ofensivas, y me disculpo por eso. Prefiero no recordarlo. Prefiero vivir con la idea de que ninguno de los dos lo sentía verdaderamente. Y respecto a que me has hecho enfadar, no estoy enfadado contigo. No puedo estar enfadado contigo.
- - Y entonces, ¿por qué me has estado evitando toda la semana?
Kurt se encogió de hombros.
- - No te he estado evitando. Creí que tú estabas enfadado conmigo, y no quería presionarte.
Blaine no pudo contener una carcajada de felicidad y alivio que le nació de lo más profundo del estómago.
- - Somos un par de pájaros los dos.
Kurt también rió. Blaine sintió como si le hubieran echado encima un balde de agua tibia.
- - No por nada nos llaman Warblers, ¿no?
Rieron los dos.
- - ¿Café?- Ofreció Blaine. Quizás podía sonar un poco infantil, pero esa solía ser la solución a casi todos sus problemas, su mejor manera de consolar a alguien, su celebración por una reconciliación.
- - Siempre.- Respondió Kurt, sonriente.
Y se dirigieron al estacionamiento, hombro con hombro, intercambiando chismes apresurados sobre todo lo que les había pasado en la semana. Sólo cuando llegaron al auto de Kurt, se animó a preguntar lo que realmente tenía ganas de saber.
- - No dijiste nada respecto a que dije que sentía no haberte tenido conmigo esta semana.
Kurt volvió a sonreír. Blaine no dejaba de asombrarse de la manera en la que todo él sonreía.
- - Creo que no necesitas que te lo diga para saber lo que pienso.
Mientras se sentaba en el auto del acompañante, Blaine no pudo evitar pensar que, luego de esa solitaria y triste semana, había descubierto cuál era la armonía de su vida. Se le ocurrían pocas cosas más para pedirle a la vida que viajar con Kurt rumbo a la cafetería, riendo, cantando a voces sus temas favoritos, entendiéndose mutuamente como solo ellos sabían hacerlo. Se le ocurrían pocas cosas, pero, progresivamente, y de a poco, como si estuviera despertando de un largo y demorado sueño, se daba cuenta de que pronto empezaría a pedir mucho más.