A reason to live 21

Jan 09, 2012 17:52



All will fall down.

Llevaba - aproximadamente - una semana exhausto, falto de sueño, ansioso, preocupado y sufriendo nuevamente pesadillas, que se mezclaban con un millón de cosas más que rondaban su mente. La conversación de había tenido con Saga hace unas noches seguía repitiéndose incansablemente en su cabeza. Seguía sin ver a Dohko, con excepción de un par de minutos al día. Se valía de Saga para hacerlo y con eso, conseguía sentirse doblemente culpable; por un lado, comenzaba a sentir culpa por no decirle como eran las cosas al chino; por el otro, por abusar de Saga para salirse con la suya.

Comenzaba a desconfiar de que el moreno creyera las excusas que le daba, pero Dohko nunca preguntaba demasiado. De hecho, sólo una vez le preguntó, como jugando, que había hecho para lograr que lo dejara en paz. ‘Para recordarlo la próxima vez’, le había dicho, palmeándole un brazo a modo de despedida. Dohko había reído esa vez, pero Kanon no había pasado por alto la pequeña preocupación que se oía en su voz. No sabía que las mismas horas que él se había pasado trasnochando, dándole vueltas a todos los asuntos que creía necesitar atender, el moreno las había ocupado en preguntarse que había comenzado a ir mal entre ellos. Ambos sabían, de una forma u otra, que la discusión que habían tenido esa vez en el templo de Libra no había sido el comienzo.

A pesar de la distancia que había puesto él mismo con Dohko, Kanon pronto empezó a extrañar la presencia del chino. En realidad, no había empezado a extrañarla; llevaba días haciéndolo, sin embargo, ahora comenzaba a volverse intolerable. Sabía que estaba volviéndose algo dependiente de Dohko, especialmente porque todas sus ansiedades se volvían minúsculas cuando estaban en el mismo cuarto. Más que extrañar besarlo por minutos y entretenerse recorriéndole el cuerpo - aunque ya lo hubiese hecho miles de veces -, extrañaba la calma que sentía estando con él. No sabía que pensar de esa necesidad que sentía por el moreno, no sabía si confiar en esa dependencia. Si en algún momento quería ser sincero, asumía que le asustaba lo adictivo que resultaba. De lo contrario, negaba que verdaderamente significase mucho para él.

Y sin embargo, luego de dormir un par de horas (tal como Saga le había aconsejado tan consideradamente), se le fue el día dando vueltas en Géminis hasta que se rindió y se encaminó al séptimo templo. Incluso - para su sorpresa -, arrinconar al chino contra la pared y besarlo por todas las veces que no lo había hecho en esa semana, no fue su primera idea. Lo primero que hizo fue hacerlo rabiar comiéndose unos dulces que Shion acababa de llevarle, riéndose mientras llevaba a cabo su fechoría. A continuación, fue Dohko el que lo buscó. Se sentía bien pensar que el chino lo había extrañado. Se sentía bien a pesar de que cada vez que el moreno lo besaba de esa forma (lentamente, saboreando cada porción de sus labios, como si pusiese todo de si en esos besos y como si tratara de dejarle algo en claro), la inquietud se le asentaba en el estómago y se le expandía desde allí, como una sombra que amenazaba con cubrirlo todo. Eran las dudas, desde luego. Como siempre. Eran las dudas y los miedos los que aparecían siempre que Dohko lo besaba así, y por eso, él siempre lo besaba de la forma contraria; asfixiante, acelerado, a revoluciones muchas veces insostenibles. Porque era la única forma de acallar todo lo que en esos momentos quería salir a flote. A veces lograba salirse con la suya, a veces no. Todo dependía del ánimo que Dohko llevase ese día. Y esa tarde en específico, Dohko no tenía ganas de seguirle el ritmo.

Relamió sus dudas y temores en silencio, manteniéndolas siempre ajenas a Dohko, al menos, hasta que el cansancio pudo más. Gracias al agotamiento y al relajo que lo invadió de un minuto a otro, pronto se encontró dormitando, hundido en uno de los sillones de la sala, con el murmullo del televisor llegándole a los oídos como algo lejano y difuso.

No recordaba haberse dormido, pero si recordaba - muy vagamente - una risa leve, quizás enternecida, una mano que se cerraba apretándole los dedos y jalaba con fuerza, obligándolo a levantarse medio dormido y luego, guiarlo a tropezones por los pasillos del templo. Lo último que recordaba era que lo habían empujado con suavidad contra la cama y que, instintivamente, había rodado sobre su cuerpo hasta acurrucarse sobre un costado.

A la mañana siguiente, Kanon sólo podía pensar que si alguien le ofreciera despertar así cada día, seguramente aceptaría sin rechistar ni leer las condiciones. Firmaría y ya.

Porque había sido despertado por delicadas caricias que se extendían con lentitud por su torso. Recuperando algo de conciencia, se había removido sobre el colchón hasta acomodarse de espaldas, suspirando. Apenas procesaba que sucedía, pero supuso que en algún momento, Dohko le había desabotonado la camisa que vestía desde la tarde anterior. Eso explicaría que sus manos se pasearan libres por su pecho y su abdomen. Se negó a abrir los ojos, aún cuando sentía los labios de Dohko posarse contra los suyos en un intento por despertarlo. Su lengua respondía lerda las caricias de la otra y un suspiro lento y contento se le escapaba sin quererlo realmente. El gemelo se dejó hacer, secretamente disfrutando la iniciativa de Dohko.

Kanon removió las piernas al sentir las manos del chino deslizarse por sus costados, presurosas desatándole el pantalón y bajándolo lo suficiente para liberar la erección que empezaba a formarse bajo ellos. Su respiración comenzaba a agitarse paulatinamente y su mente empezaba a liberarse de ese adormecimiento que la mantenía aturdida, volviéndose conciente de las reacciones de su cuerpo. Lo que sucedió de allí en adelante fue una sucesión borrosa de imágenes; desde que su mente asimilaba a tiempo real cada movimiento, hasta que el peso de Dohko se recargaba sobre su cuerpo, pasando por el momento exacto en que se vio obligado a abrir los ojos para encontrarse con los del chino fijos en los suyos, los labios separados ligeramente para permitir que la respiración cada vez más acelerada del moreno escapara.

En ese momento, Kanon miraba embelesado como el rítmico vaivén que Dohko establecía, a horcajadas sobre él, parecía intentar nublarle la razón una vez más. La forma en que se movía era lo suficientemente controlada como para permitirle al gemelo seguir un hilo de pensamiento ligeramente lógico, pero lo suficientemente intensa como para que Kanon sintiera su propio cuerpo temblar en tensión. Las rodillas del chino apretaban sus costados, mientras sus manos se aferraban precariamente a su pecho, en un intento por mantener el balance. Dohko mantenía la cabeza inclinada hacia delante, logrando que el cabello humedecido ocultara el sonrojo que le cubría las mejillas. Los gemidos sin aire del chino eran todo cuánto llegaba a sus oídos y amenazaban con volverlo lenta y dolorosamente loco.

Kanon cerró sus dedos con fuerza en los temblorosos muslos de Dohko y en un arranque de impulsividad, levantó con fuerza las caderas para embestir contra el moreno. Un quejido placentero abandonó la boca de Libra, obligando al chino a apretar los ojos con fuerza y a llevar la cabeza hacia atrás, exponiendo sus facciones al escrutinio ansioso del gemelo. En situaciones como esa, a Kanon le encantaba observar la tensión en el cuello de Dohko cuando lo exponía de ese modo, con las venas dilatadas insistiendo ser lamidas, ver los labios entreabiertos luchando por captar algo de aire, notar que las pestañas escondían un poco lo dilatadas que tenía las pupilas en esos instantes. Le gustaba seguir las gotitas de sudor que resbalaban por el puente de una nariz que resultaba demasiado perfecta para alguien que se había pasado la vida luchando y, sobretodo, como mechones rojizos de cabello se adherían a su rostro y cuello, enmarcando una expresión que a Kanon le robaba el aliento hace semanas y cuya certeza el gemelo se negaba a aceptar completamente.

Dohko abrió los ojos apenas, observando a través de párpados ligeramente caídos el rostro de Kanon. Una pequeña sonrisa cruzó sus labios al verlo repentinamente tan alerta. El gemelo lo miraba hipnotizado, con la boca apenas abierta para dejar escapar mudos jadeos. Podía notar la tensión en su cuerpo, especialmente en sus hombros, haciéndose conciente de que el griego hacía grandes esfuerzos para permitirle llevar el ritmo que quisiera. Siguió con la mirada el sudor que resbalaba por el pecho del muchacho hasta perderse contra sus dedos, o caer hasta ser absorbido por la tela de la camisa, que se abría hacia los costados del cuerpo sobre el que se movía. Se mordió los labios para impedir que un nuevo quejido se escapara cuando Kanon, nuevamente, alzó las caderas para encontrarlo. Esta vez, levantó la mirada para clavarla en los orbes esmeraldas que no perdían gesto de su rostro. Instintivamente, le secó el sudor de la frente con una mano, enredando al mismo tiempo los dedos en el cabello azulado que encontraba a su paso. Enseguida, Dohko enderezó la espalda, aumentando con ello la profundidad de sus movimientos. Disfrutó desmedidamente los suspiros que obtuvo con esa acción y un escalofrío le subió por la columna al sentir que los músculos de su abdomen comenzaban a contraerse con fuerza. Cerró los ojos, manteniéndolos así hasta que sintió a Kanon incorporarse levemente, encontrando al gemelo equilibrándose con una mano, mientras que con la otra lo atraía cerca para rozarle los labios. Entonces, Kanon le acarició el hombro, dejando resbalar la mano por su costado - hasta la cadera - y luego, cerró los dedos alrededor de su miembro, que se erguía firme entre ambos. Un gimoteo prolongado del moreno los obligó a romper el beso en el que se encontraban envueltos, sin embargo, la distancia que Dohko interpuso entre ambos fue lo suficientemente escasa como para que sus labios continuaran rozándose, mientras respiraciones frenéticas chocaban a instantes de abandonar sus bocas.

Dohko aumentó drásticamente la velocidad de sus movimientos a partir de entonces, sus dedos crispándose desesperados a la camisa que aún cubría los hombros de Kanon, resoplando contra la mejilla del griego quien, en una petición muda, rozaba la nariz contra su rostro para que lo mirara. El chino no tardó en obedecer, viéndose rápidamente absorbido por la intensidad que relucía en las pupilas del geminiano. Para Kanon, perderse en las diferentes tonalidades que se mezclaban en los ojos de Dohko era un arma de doble filo. Era fácil para él ahogarse en ellos, dejarse arrastrar, creer que se veían así - afiebrados y necesitados -, sólo para él y al mismo tiempo, temer encontrar algo más. Algo que contradijera todo lo que creía que había nacido durante esos meses.

Deseoso de amedrentar esas ideas apabullantes, incrementó la velocidad y fuerza que ejercía su mano y por un segundo, se arrepintió de haberlo hecho, viéndose privado de observar el rostro del chino por más tiempo cuando éste apoyó la frente contra su hombro, dejando escapar un gemido largo y excitado. Kanon lo imitó al sentir como los músculos alrededor de su erección se contraían violentamente y las uñas de Dohko se clavaban sin clemencia contra su piel.

Segundos después, los cuerpos de ambos se tensaban casi al mismo tiempo y el gemelo sentía un cálido liquido escurrir a través de sus dedos. Dohko se removió ligeramente incómodo unos instantes después, respirando con esfuerzo, sintiendo que la esperma de Kanon resbalaba con lentitud por sus muslos.

El moreno cerró las manos en la espalda del griego, casi sin fuerza, dejándose arrastrar descuidadamente al grato sopor que comenzaba a apoderarse de él. Sintió el aliento de Kanon quemándole la piel antes de sentir que le besaba la sien, apenas tocándolo. Sintió que cerraba los brazos alrededor de su cuerpo y de inmediato, se desplomaba sobre su espalda, llevándolo con él. Dohko aún resoplaba tembloroso cuando el palpitar de Kanon comenzó a arrullarlo, a pesar de que el gemelo todavía no lograba controlar su respiración. Talvez por eso mismo, por el subir y bajar rítmico de su pecho, fue que Dohko comenzó a adormecerse.

Kanon acarició la espalda del chino, apenas rozando sus dedos contra la piel, como si así fuese capaz de recolectar todo el sudor que la cubría. Otra vez, el sueño y la fatiga volvían a hacerse presente. Asumió, por la respiración acompasada del moreno, que Dohko se había quedado dormido. Le acarició los cabellos, sonriendo cuando el chino refregó la mejilla contra su pecho.

- Podría acostumbrarme a despertar así más seguido - murmuró de pronto, sintiendo la lengua pesada por el agotamiento y cerrando los ojos.

Escuchó una risa suave, algo cansada, antes de sentir que Dohko se recargaba sobre sus antebrazos para alzarse y darle un beso lento, sentido, como al chino parecía gustarle besar. Esos besos que a Kanon le producían aquella sensación extraña en el fondo del estómago, que hacían de ese ínfimo momento algo tan especial como atemorizante. Fueron sólo unos segundos, hasta que Dohko recuperó su posición inicial y Kanon dejó escapar un par de carcajadas débiles al oírlo soltar un simulado ruidito de asco, sintiendo sus pieles pegoteadas.

Dohko sonrió contra el pecho del gemelo, tamborileando los dedos sobre sus costillas y atrapando entre los dientes su labio inferior, titubeando antes de decidirse a romper el silencio que los rodeaba.

- Estuve pensando… - dijo y Kanon lo apretó entre sus brazos, riendo.

- Sería extraño si no lo hicieras.

En otra ocasión, Dohko habría imitado su risa. Esta vez, sin embargo, el tema le parecía lo bastante serio como para conservar la madurez.

- Se lo diré a Shion - Kanon arrugó las cejas.

- ¿Qué cosa? - tenía una idea, podía imaginarla y visualizarla, pero rogaba equivocarse.

- Esto - murmuró Dohko, con los labios acariciando la piel de Kanon - Lo de nosotros.

Una carcajada seca fue todo lo que obtuvo. Eso y dejar de sentir los brazos del gemelo rodeándolo, para enseguida escucharlos caer pesadamente sobre la cama. Se incorporó un poco, lo suficiente para notar que Kanon lo miraba estupefacto.

- Sabía que esto era demasiado bueno para ser verdad. O gratis.

Dohko entrecerró los ojos al oírlo y cuando el griego habló otra vez, se mordisqueó el labio nuevamente, desviando la vista.

- Creí que no querías decírselo.

- Nunca he querido ocultárselo - Dohko frunció los labios y Kanon bufó, aún incrédulo.

- ¡Dijiste que sería problemático que se enterara! - Kanon dejó caer la cabeza contra la almohada, mirando fijamente el techo, como si con eso lograra que los dioses se pusieran de acuerdo e hicieran cambiar de opinión al moreno. Puede que también haya rezado un poco, rogando porque Dohko no percibiera lo tensó que se había puesto.

- Es que… ¡Dioses! - resopló Dohko, de pronto sintiéndose como un niño confundido y falto de fundamentos razonables - Odio que Shion tenga esa manía de meterse en mis asuntos, pero sigue siendo mi amigo. Y yo le confiaría mi vida las veces que fuese necesario. No me gusta ocultarle cosas. Siento que lo estoy menospreciando cuando lo hago.

Kanon resopló, pero se mantuvo callado. Sabía que Dohko no era muy dado a ocultarle cosas a Shion. Suponía que era lógico después de una vida cuidándose las espaldas. Era necesario para conservar esa fe ciega en el otro. Sabía que al moreno le pesaba tener que dar rodeos cada vez que Shion le hacía preguntas más personales. El gemelo acomodó un brazo bajo la nuca, sopesando los diferentes puntos de vista.

Shion iba a enfadarse, no había duda. Con él, en primer lugar. Porque no era una estrategia que hubiesen planeado desde un principio. También podría enfadarse con Dohko. Era menos probable, pero factible. Sobretodo porque se había encargado de recordarle, cada cierto tiempo al menos, que él y Defteros no eran la misma persona. Que no podría reemplazar a uno con el otro. Y Dohko lo había ignorado a conciencia.

Existía la posibilidad de que, además, Dohko terminara atando cabos de una vez y se enfadara con él. Podría serle útil en esos momentos, pero muy en el fondo, no quería que ocurriese de ese modo. Era uno de los riesgos que había corrido al meterse en ese embrollo sin pensar en las consecuencias; el riesgo a que ahora las cosas le importasen de verdad. Que realmente le importara la reacción de Dohko y que, aunque lo negara las veces que se le antojara, el chino era importante para él. Sonrió, sabiendo que sería algo que se llevaría a la tumba de ser necesario. Además, no podía negarse sin dar argumentos, si lo que quería era evitar que Dohko sumara uno más uno.

Le dijo que hiciera lo que se le viniera en gana, resoplando y enfurruñándose para demostrarle que aceptaba a regañadientes.

- Trata de decírselo cuando esté lejos de aquí, si no te importa. Al otro lado del mundo, de preferencia.

¿Eso de esconderse y pasar desapercibido? ¿Lo de saber vivir entre las sombras? Iba a resultarle una habilidad muy ventajosa de ahora en adelante.

***

Dohko asomó la cabeza en el despacho de Shion sin tocar y lamentó haberlo hecho.

Dentro, el semblante de Shion lucía extremadamente preocupado y frente a él, Aioros estaba desplomado en el sitial que enfrentaba al Patriarca, luciendo demacrado. Parecía que respiraba por obligación, pestañeaba desganado, tenía ojeras marcadas y las mejillas más afiladas que de costumbre. Los rizos desordenados, como siempre, le caían sobre la frente con descuido. Tenía los ojos ligeramente brillantes, un poco enrojecidos; perdidos. Desesperados. Tenía una leve sombra de barba oscureciéndole aún más el rostro, realzando la desdicha que se dibujaba en sus facciones. Se lamía con saña un corte que tenía en el labio y cuando no hacía eso, rechinaba inconcientemente los dientes. A veces parpadeaba un poco más rápido, a ratos el pecho se le inflaba un poco más. Se veía exactamente como Dohko creía que una persona descorazonada debía verse. Tartamudeó una disculpa de inmediato.

- Volveré más tarde.

Justo entonces, Aioros pareció abandonar el trance en el que estaba sumido y se esforzó por sonreír levemente.

- No es necesario - dijo y tuvo que carraspear para aclararse la voz - Yo ya me iba - se puso de pie y se acomodó la ropa por la simple necesidad de hacer algo con las manos. Tamborileó los dedos sobre el escritorio de Shion unos segundos antes de añadir - Supongo que querrás que te diga si sucede algo más.

- Sólo si lo crees necesario - contestó el Patriarca y Aioros asintió en silencio, agradeciéndole la libertad para decidir si lo hacía o no.

- Nos vemos, entonces.

Aioros abandonó el cuarto sin decir una palabra más y en cuanto la puerta se cerró, Dohko volteó hacía Shion, interrogante.

- ¿Debo asumir que Saga…?

Shion resopló, apoyando la frente en el escritorio.

- Aioros le dijo hace unos días que podría haber evitado su rebelión y que yo le ordené no hacerlo - murmuró quedamente - Le dijo que todo el tiempo supo que era él ocupando mi lugar. Que sabía que controlaba a los demás caballeros con ayuda de Ares y que no había hecho nada hasta el final porque le ordenaron no hacerlo - Dohko se acercó un par de pasos, cauteloso; Shion susurraba, sin creer lo que decía - La culpa se lo comía vivo y sin embargo, no hizo nada para evitarlo - negó con la cabeza - Aioros cree que todo lo que Saga está sufriendo ahora es culpa suya. ¡Athena santísima! ¡En ningún momento me ha hecho responsable! Ni a mí ni a los dioses - Shion resopló. Resultaba incapaz de creer que lo que decía fuese realmente la verdad y no la trama retorcida de algún guión. Descansaba la mejilla contra el escritorio y su voz sonaba algo apagada - Acabo de enterarme de que Saga lo sabía. Hablé con él ayer por la tarde, ¿y tú crees que noté algo extraño?

- ¿No?

- ¡Nada! - Shion se cubría la nuca con los brazos, frustrado - Es imposible leer a esos gemelos. ¡Imposible! - Dohko rió entre dientes, sabiendo lo cierto que era lo que decía. Shion prefirió cambiar de tema antes de que el estrés aumentara - ¿Qué haces aquí?

Su amigo ni siquiera alzó el rostro para hacerle tal pregunta, así que Dohko no se molestó en dar grandes rodeos.

- Tengo que decirte algo - el Patriarca lo miró con ojos terriblemente esperanzados.

- Por favor, dime que son buenas noticias.

Dohko torció la boca, reconsiderando.

- Bueno…- balbuceó y realmente, la esperanza de Shion por poco se materializaba y empezaba a dar saltitos de alegría frente a él; desistió, obviamente - No, no es nada.

- Necesito una buena noticia, Dohko.

- No, si no es nada, de verdad.

- Absolutamente nada puede ser peor que lo que acabo de escuchar. Dime.

- Te digo que no es nada. Era una tontería.

- Una tontería me sirve en estos momentos - Shion rogaba.

- Te digo que no…

- ¡Dime!

- ¡Que no es una buena noticia!

- ¡Dohko, dime! - Shion exigía que le dijera de que se trataba.

Dohko masculló un par de palabras y, no sabía si era verdad o no, pero tenía la sensación de haberse enrojecido de golpe. Shion arrugaba la nariz.

- ¿Qué? - Dohko balbuceó un ‘Ya te lo dije’ y Shion lo observó divertido, preguntándose que podría ser lo que avergonzaba de esa forma al chino - En serio, no entendí una palabra.

Dohko retuvo el aire un par de segundos, antes de soltarlo pausadamente y susurrar con calma, desviando la mirada:

- Creo que estoy saliendo con Kanon - Shion se enderezó y por el rabillo del ojo, Dohko notó que arrugaba la frente. El chino se cubrió los ojos con una mano y apretó los labios, preparándose para oír el sermón de siempre.

- ¿Creo? - el moreno contestó antes de meditarlo.

- Estoy.

El silencio que siguió obligó a Dohko a separar los dedos y ver, a través de ellos, la expresión de Shion. Recordaba qué significaba la mirada suave y ese rictus, torciendo levemente la boca hacia un lado; resignación.

- Supongo que no es la buena noticia que querías - susurró Dohko, bajando la mano hasta descansarla en su regazo, junto a la otra. Shion apoyó el mentón en la palma, suspirando y luego, apretó los labios mientras se tocaba repetidamente la punta de la nariz con el dedo.

- Supongo que ya lo sabía - dijo, sin quitarle los ojos de encima, buscando leer cada pequeño gesto, por débil que fuese.

Dohko no dijo nada. El silencio otorga, decían, así que prefirió no decir nada. Nunca habría creído a Shion tan estúpido como para no haber sospechado algo así desde el comienzo. Intuía que lo sabía, pero de todos modos, necesitaba decírselo él mismo. Escuchó que Shion movía algunas cosas del escritorio y luego, las volvía al mismo lugar. Sonrió, deduciendo que se aproximaba una de las tantas preguntas de rigor.

- ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?

Esta vez, sí reflexionó brevemente en su respuesta. Reclinó la cabeza hasta fijar los ojos en la lámpara que colgaba sobre ellos. Infló las mejillas. Al cabo de unos segundos, encogió los hombros. ¿Cómo podría estar seguro? ¿Cómo saber si había tomado la decisión correcta? ¿Se sabía alguna vez, acaso, antes de llegar al destino que cada decisión engendraba? No tenía manera de asegurarlo.

- Pero quiero arriesgarme.

Dohko no bajó la vista, lo que fue considerado una suerte por Shion. Así no podría ver la preocupación que anidaba en sus ojos. Empujó el sitial con el cuerpo, alejándolo del escritorio, para reclinarse hasta una posición más cómoda. Creía conocer la respuesta de lo que preguntaría a continuación.

- ¿Y por qué quieres hacer eso?

A pesar de la posición en que permanecía Dohko (que no le permitía ver directamente su expresión), notó que sonreía. Con la punta de la lengua asomando tímidamente entre los dientes. Podía notar en su gesto que pensaba ‘Dioses, Shion, haces las preguntas más obvias’. Tal vez tenía razón, pero quería comprobarlo. Estar seguro de que su intuición era correcta. Porque podría cambiar las cosas para bien o para mal; dependía. Dependía mucho, también, de otras circunstancias que tendría que empezar a considerar a partir de la respuesta que esperaba.

- Porque lo quiero - Shion lo escuchó fuerte y claro, pero Dohko sintió la necesidad de mirarlo directamente y repetírselo - Lo quiero.

Y Shion sabía que era cierto. Lo sabía porque si Dohko hubiese estado simplemente perdiendo el tiempo - como había sucedido un par de veces, hace tiempo - hace días se lo habría dicho. No se habría esforzado en ocultarlo. También sabía que era cierto porque había convicción en su voz; esa convicción y seguridad que Dohko sólo lograba después de días enteros pensando en todas las variantes posibles. Y porque tenía una entonación distinta. Una entonación que le hacía pensar que era primera vez que decía semejantes palabras en voz alta y que muy probablemente, ni Kanon se había enterado aún (lo que le parecía lógico, siendo Dohko de aquellas personas que no decían las cosas que le parecían obvias). Además, estaba esa mirada y esa sonrisa. Las había visto una vez, muchos años atrás, cuando no cargaban años de experiencia aún y, sin embargo, seguía siendo exactamente la misma mirada y la misma sonrisa. Esas que decían ‘Jo, estoy acabado. Es un poco confuso. Estoy hasta el cuello pero mira si es divertido, porque quiero quedarme así. No importa si las cosas salen bien o mal, si salgo de esto erguido o renqueando, quiero hacerlo. ¿Qué tal? Estoy perdido’. Nada de lo que le dijera lo haría cambiar de opinión. Shion se encontró aceptando en silencio, después de todo, ¿qué más podría hacer a esas alturas? Excepto, claro, tener cierta conversación con cierto gemelo que llevaba cierta cantidad de días evitando pasar más de tres minutos a solas con él.

Dohko estiró el cuerpo hasta apoyar los codos en el borde del escritorio, cruzar los brazos y apoyar la cabeza en ellos. Lo observó con curiosidad.

- ¿Cómo es que no estás molesto? - le preguntó, una brillo divertido en sus ojos al creer que había pasado por alto algo importante. Dohko no sabía que eso era exactamente lo que pasaba, pero Shion evitó pensar en ello.

- ¿Qué saco? - contestó el Patriarca e hizo un gesto, como dándole a entender que aún tenía el orgullo herido - No me escuchaste antes, no me escucharás ahora.

- De todas formas me interesa lo que opines.

- Son tus decisiones, Dohko. Lo que hacemos los amigos es apoyarte cuando tomas decisiones. Decirte que son estúpidas, pero apoyarte de todos modos.

- ¿Decir ‘te lo advertí’ cuando salen mal?

- Burlándonos, si es posible - contestó Shion. Sonrió al recordar cómo habían sucedido las cosas aquella vez - Y no quejarnos cuando nos golpean por hacerlo.

- Supongo que estaba un poco enfadado todavía.

Shion ahogó una carcajada.

- Me alegro de no haberlo hecho cuando estabas ‘más’ enfadado.

Dohko escondió el rostro contra los brazos y Shion sonrió suavemente, con algo de tristeza. Deseaba que las cosas fueran diferentes. Que no terminaran igual que aquella vez, pero años estudiando la vida en el Santuario desde la cima, desde la quietud de su templo, le habían enseñado que todo era un ciclo. Que las cosas se repetían una y otra vez casi con sincronización perfecta. Que todo parecía estar escrito desde mucho antes y por más que uno creyera que cambiaba el destino por desviar un poco el camino, la verdad era que sólo cumplía con lo que estaba predestinado. No podía dejar de pensar que eso era lo que había sucedido hace catorce años y de cierta forma, no podía evitar pensar que con Dohko y Kanon sería lo mismo. Daría todo lo que tenía - aunque no fuese mucho - por equivocarse. En ese momento, Dohko alzó el rostro nuevamente y lo miró con una expresión suave que, literalmente, le estrujó el pecho.

- Gracias - su desconcierto debía ser visible porque enseguida el moreno agregó - Gracias por tomarlo tan bien. Pensé que me harías una pataleta. Ya sabes, uno de los berrinches que guardas sólo para mí.

- Tienes cinco minutos para irte si no quieres que empiece.

Dohko se veía feliz cuando abandonó su despacho; la sonrisa de Shion permaneció unos minutos más pero luego, lentamente, se volvió difusa. Se trasformó en una mueca preocupada. Servía a una Diosa, regía un lugar que giraba en torno a ella, y sin embargo, pocas veces le rezaba.

- Athena, permite que las cosas salgan bien esta vez - murmuró - Estos chicos merecen algo más que salir de un sufrimiento para caer en otro. Merecen mucho más que eso. Todos ellos…Dohko más.

Recordó porqué era que no rezaba a menudo cuando el silencio fue su única respuesta. También recordó una respuesta que Athena le había dado hace muchos años, cuando él era aún muy joven. ‘No todos pueden obtener lo que se merecen’. Resopló, pensando que era cierto pero creyendo, muy en el fondo, que a veces los dioses se lo tomaban muy a pecho y se ensañaban con algunos. Necesitaba hablar con Saga, pero aún no era el momento adecuado. Necesitaba hablar con Kanon, pero si de niño encontrarlo podía llevarle horas, ahora iba a tardar un par de días, siendo optimista.

***

Cuando Dohko regresó a su templo, un par de horas más tarde, Kanon estaba allí. Lo miró entrecerrando los ojos; estaba tendido sobre su estómago, con un brazo sirviéndole de almohada, en la mitad de la sala, con la televisión encendida y absolutamente absorto. El chino no había entrado precisamente en puntillas, así que le sorprendió no ver que reaccionara.

- Creí que estabas en Géminis.

- Mmm.

Lógicamente, algo no estaba del todo bien. El moreno se sentó en uno de los sillones y le tocó la pierna con el pie.

- ¿Pasa algo?

Kanon chasqueó la lengua.

- ¿Tengo que cuidarme de la ira posesiva de Shion? - dijo, aunque más parecía un balbuceo al no cambiar su posición. Dohko alzó las cejas, divertido.

- ¿Es eso lo que te preocupa? - Kanon movió un hombro, pero permaneció con la vista fija en la televisión. Dohko suspiró - Lo tomó exactamente de la forma contraria a como creí que reaccionaría.

- Ah.

El chino frunció el cejo.

- ¿En serio es eso lo que te preocupa?

- Estoy aburrido - Dohko rió, incrédulo.

- Te he visto aburrido antes y eso…- dijo haciendo un círculo con el dedo para abarcar la televisión y a Kanon -…no es lo que haces cuando estás aburrido.

Vio que Kanon sonreía al estirar la mano para tomar el mando del televisor y apagarlo. Una vez hecho eso, giró hasta encontrarse de espaldas.

- ¿Sabes por qué estuve casi una semana sin salir de Géminis? - Dohko negó - Saga sabe que podría haberse evitado. La revuelta, las órdenes…todo lo que lleva meses ahogándolo. Aioros se lo dijo hace como una semana. Estaba furioso.

- Ah, eso - murmuró el chino - Si, acabo de enterarme - Kanon alzó ligeramente la cabeza para preguntarle cómo - Aioros estaba con Shion cuando fui a verlo.

Kanon se levantó sobre los codos, expectante.

- ¿De verdad? - interrogó, juntando las cejas, como si estuviese molesto. Dohko afirmó con la cabeza - ¿No sabes de qué hablaron?

- No, ¿por qué? - dudó - ¿Qué pasó?

El gemelo resopló, sentándose y cruzando las piernas.

- No lo sé - dijo - Fui a Géminis poco después de que te fuiste y un rato más tarde, llegó Saga. Es decir, estaba en mi cuarto y lo escuché. Y cuando fui a verlo, estaba tendido en su cama - Kanon se revolvió el cabello con una mano, nervioso - Se veía muy turbado. Le pregunté que le pasaba y lo único que hizo fue hacerse un ovillo y cubrirse la cabeza con la almohada, murmurando…No quiso hablarme, me pidió que lo dejara solo y la verdad, no sé, no quise quedarme allí. ¡Dioses, sabía que esto iba a pasar! ¡Se los dije!

Dohko comprendía a qué se refería Kanon; ver a Aioros tal como lo había visto en el despacho de Shion había sido como atestiguar una premonición de desastre. Tendió una mano hacia Kanon.

- Ven acá - le dijo, buscando ofrecerle algo de apoyo.

Kanon gateó hasta él y se recostó en el sofá, apoyando la cabeza en las piernas del moreno. Dohko pasó los dedos entre su cabello.

- No me gusta - murmuró el gemelo. Dohko detuvo el movimiento de sus dedos, observando el perfil del griego - Saga ya tenía suficiente con culparse por todo. Ya tenía suficiente viéndome la cara todos los días como para sumarle esto con Aioros. Las cosas iban bien; estaban saliendo bien. Lo estaba asumiendo, estaba contento; está tan enamorado de Aioros que verlo tan feliz llega a ser repugnante a veces - Dohko rió y una sonrisa tenue se dibujó en los labios de Kanon - Es…

- ¿Te duele verlo así? - Kanon hundió la nariz en el estómago de Dohko, cerrando los ojos al mismo tiempo.

- Hace que me sienta culpable - la voz de Kanon se perdía entre los pliegues de la camiseta del chino.

- No tienes nada que ver en esto, Kanon.

- Lo sé - gruñó el gemelo y se levantó, poniendo su rostro a la altura de Dohko - Lo sé, pero yo también lo he sabido todo este tiempo y podría habérselo dicho a Saga. Tendría que habérselo dicho; antes de que arreglase las cosas con Aioros. Debería haberse enterado antes y así, esto no estaría sucediendo ahora. Fue una mala jugada; dejar que encontrara una forma de hacer las pases con su pasado y después, dejar que todo se cayera a pedazos. Tendría que haber sucedido al revés. No sé…

Dohko le apartó el cabello del rostro, acariciándole la mejilla con los nudillos y lo acercó hasta besarle suavemente la comisura de los labios. Suspiró.

- Kanon, esto tienen que arreglarlo ellos. Ya has hecho mucho…ahora tienes que dejárselo a ellos.

Kanon tardó en responder. Se veía afligido, ligeramente culpable. Y Dohko no soportaba verlo de ese modo.

- Quizás tengas razón - susurró Kanon, con la mirada perdida. No sonaba muy convencido. Parecía tener otra opinión en mente, sin embargo, se la calló.

No era la primera vez que a Dohko le habría gustado saber que pasaba por la mente del griego y hacer de sus preocupaciones algo suyo. A pesar de no poder hacerlo, tenía otros modos para, al menos, distraerlo. Volvió a acercarlo y lo besó con calma, lamiéndole los labios tentativamente antes de buscarle la lengua. Susurró contra su boca:

- Ahora, para ese aburrimiento tuyo, tengo algo que puede servir.

Kanon sonrió enseñando los colmillos y Dohko lo imitó cuando, al ponerse de pie, la sonrisa se le esfumó.

- Encontré un libro divertidísimo hace unos días…

El gemelo refunfuñó cuando lo vio acercarse, realmente, a la estantería.

- ¿No te parece triste caer tan rápido? En serio, ¿cuánto tardé? ¿Cinco segundos? - Kanon no se veía contento cuando le lanzó el libro - Haz que parezca un desafío de vez en cuando - agregó con burla.

- Más te vale que sea bueno - rezongó Kanon, hojeando el pequeño libro - O me veré obligado a desquitarme contigo.

Las carcajadas retumbaron contra las paredes durante varios segundos.

***

Horas más tarde, Kanon se medio recostaba contra un pilar, a la entrada de Libra. Tenía una pierna contra el suelo y la otra recogida y con el pie metido bajo la primera. Sostenía el torso sobre un antebrazo, cuya mano sostenía, a su vez, el libro que Dohko le había arrojado antes. Lo leía sólo para fastidiar al chino. Sabía que le había pasado ese libro en particular con el único fin de molestarlo (porque ¡dioses, si que era aburrido!) y con la única finalidad de no darle en el gusto, había comenzado a leerlo. Llevaba minutos en la misma página. Toda la tarde y no había alcanzado aún la mitad.

A decir verdad, llevaba mucho tiempo simulando leer, porque hace bastante rato que su mente había abandonado esa tortura y pensaba en otras cosas. En Dohko, por ejemplo, que se sentaba a un brazo de distancia, en el primer escaloncillo, observando como las tonalidades del cielo variaban a medida que avanzaban los segundos. Una de sus tantas costumbres; ver atardecer y cuando tenía ganas, ver amanecer. Kanon apretó los labios.

El chino llevaba ya varios minutos perdido en sus ideas, talvez pensando, quizás reflexionando en vaya a saber uno que cosa. Kanon apostaba a que recordaba. A veces lo oía murmurar ‘¿Qué tal?’ en relación al libro, pero su voz no sonaba divertida, sino que distante y algo abstracta. El gemelo suspiraba fastidiado, para simular que sufría y, sin embargo, su fastidio era real pero por una razón completamente diferente.

A lo largo del día, su humor había ido empeorando y en ese momento, tenía un humor de perros. Y así, Kanon era de esos perros que, enrabiados, se valían de cualquier excusa para enfurecerse y clavarle los dientes a lo que se le cruzara, zarandearlo de un lado a otro y gruñir si alguien se acercaba para arrebatárselo. No lo había demostrado en ninguna ocasión, pero se imaginaba así, ahora y cada vez que Dohko hacía eso de ponerse a pensar y olvidar que había gente como él, que no tenía intenciones de compartirlo con recuerdos. Se mordió el labio, preguntándose por qué pensaba en esas cosas y por qué consideraba tener el derecho a reaccionar así. Se lo preguntaba, más que nada, por tranquilidad propia, al tomar decisiones que le arrebataban ese derecho. Quizás porque aún no estaba muy seguro de lo que hacía.

Cerró el libro, considerando que anochecía deprisa y ya no tenía suficiente luz para leer con facilidad (lo que no era completamente cierto pero le permitía hacer las paces con su conciencia). Siguió con los ojos el camino que su largo cabello marcaba hasta Dohko. Observó las ondas que formaba en el suelo, cómo cerca del moreno se elevaban, subían por su espalda y llegaban a su hombro, donde se sostenían precariamente de los dedos del chino. Cuando el sol casi desaparecía, allá, muy lejos, la mano de Dohko abandonó su lugar - sobre su hombro - y Kanon sintió el jaloncito que trajo como consecuencia. Tuvo que inclinarse un poco hacia delante y cuando lo hizo, vio que Dohko daba un rápido vistazo en su dirección. Casi al segundo, el jalón se intensificó y quejándose, se vio obligado a gatear hasta el moreno. Arrugaba las cejas, molesto.

- ¿Pero qué demonios estás…?

No logró completar su reclamo porque, para entonces, llegaba a la altura de Dohko y el chino apenas se volteaba un poco, girando levemente el cuerpo, para besarlo. Kanon abrió los ojos tanto que imaginaba verse gracioso. Como una caricatura. Sería divertido, excepto que en medio de su molestia, no lo era. De hecho, era todo lo contrario, porque de un tiempo a esta parte, Kanon había comenzado a detestar esa forma que Dohko tenía para besarlo. Tan despacio que le dolía. Tan suave que le quemaba y hacia que todo dentro de él se hiciera cenizas. Con tanto cuidado que, a veces, Kanon se preguntaba a quién rayos estaba besando el moreno en realidad.

Por eso el gemelo solía besarlo con tanta desesperación; porque así, dolía de verdad, quemaba pero era como una combustión espontánea y especialmente, no le dejaba pensar en nada más. No le dejaba dudar, a diferencia de lo que le sucedía cuando el chino lo besaba con esa devoción; más aún, cuando Dohko le rozaba el ángulo de mandíbula con los pulgares y se separaba muy lento, como a la fuerza y sin ganas, y lo miraba con esa profundidad asfixiante que le recordaba que esos ojos no eran los de un chiquillo de diecinueve años, sino que los de alguien que había tenido que levantarse de tropezones una y otra vez y no conforme con eso, obligar a otros a imitarlo. Kanon podía sentir el peso de cientos de años sobre los hombros cuando Dohko lo miraba así.

Quería dejar de tenerle miedo a esos besos, porque con esos besos, la sangre se le volvía espesa y el corazón se le detenía un segundo y al siguiente, latía con más fuerza y sin embargo, todo lo que sabía le impedía dejar de temerles. Le impedía creer que eran para él.

Dohko le sonrió, pasándole las manos por los costados de la cabeza, despejándole el rostro; le apartaba el cabello que se alborotaba allí, antes de levantarse.

- Tengo hambre - murmuró y se adentró en el templo.

Kanon apretó los ojos y se sentó sobre los talones, respirando un poco agitado y pasando saliva con mucho esfuerzo, tratando de contener sus emociones. Pensó en que era lo único de lo que tenía que estar seguro para decidir completamente qué hacer. Lo que ese beso acababa de decirle era todo lo que necesitaba saber.

- ¡Oye! - el grito de Dohko apenas llegó a sus oídos - ¿Vienes?

Esperaba que la distancia entre ellos opacara el temblor que se le escapó en la voz.

- ¡Voy!

TBC

- Cap. 20 - // - Cap. 22 -

a reason to live, kanonxdohko, saint seiya, fic

Previous post Next post
Up