A reason to live 22

Jan 09, 2012 18:03



Breakdown

Un par de días, unas cuantas horas, algunos minutos. Algunos minutos con Dohko y Kanon sabía que el moreno sospechaba que algo andaba mal. No iba a darse cuenta de la nada, por supuesto. Le había dado motivos de sobra, como por ejemplo, no escuchar todo lo que decía (porque últimamente encontraba divertidísimo eso de devanarse los sesos sacando conjeturas). O no pasar más que esos ‘algunos minutos’ dando vueltas por el séptimo templo, cuando en las últimas semanas prácticamente había vivido allí.

‘Tienes un cepillo de dientes en Libra’, se había burlado Milo uno de esos días y Camus le había seguido el juego a la primera señal, ‘Estás oficialmente casado’. Kanon no sabía porqué seguía teniéndolos de amigos. Incluso Saga, en medio de su mal genio, había encontrado la forma de hacerle saber que era obvio que Dohko pronto lo notaría. ‘¿Y tú que demonios haces aquí?’, le había gruñido su gemelo hace unas horas, cuando lo vio arrastrando los pies por los pasillos de Géminis. ‘Vivo aquí’, le había murmurado y Saga arrugó la frente un segundo. Luego, puso los ojos en blanco. Agitó la cabeza, diciéndole ‘Creí que habías dejado de hacer enfadar a Dohko cuando se te daba la gana’. Kanon no negó las palabras de su gemelo, pero tampoco le recalcó que no habían discutido. Mejor que creyera eso. Era más sencillo que tratar de explicarle cosas que, en realidad, no quería contarle. Casi enseguida, cometió la imprudencia de preguntarle por Aioros. Era la razón por la que en ese momento, cámara en mano, subía descuidadamente los peldaños hacia Escorpio. Bastó un cambio leve en la expresión de Saga y Kanon supo que sería mejor dejarlo solo, aunque fuese por un par de horas.

Hasta Libra, se llenó la cabeza de posibles excusas para justificar que iba de paso. Necesitaba excusarse, aunque no sabía a ciencia cierta porqué. Por estar evitando al chino, quizás. A lo mejor, por todas las cosas que se callaba. Talvez, por lo que tarde o temprano pasaría. Tenía una lista interminable de motivos por los que debería disculparse.

Nunca lo hacía, para ser sinceros. Esta vez, no lo hizo porque Dohko dormía. Tumbado de espaldas sobre la cama, con un brazo estirado sobre la cabeza y los pies rozando el suelo, como si se hubiese sentado al borde del colchón, se hubiese dejado caer resoplando y no se hubiese percatado de lo cansado que estaba hasta que los párpados le pesaron demasiado. La camiseta se le subía un poco, dejando una franja de piel a la vista; una mano descansaba allí, como si los dedos hubiesen estado acariciándole la tripa unos momentos antes.

Viendo la fotografía en la pantalla de la cámara, Kanon se felicitó por haber tomado la máquina antes de salir del tercer templo. No tenía planeado usarla para eso exactamente, pero cómo lo agradecía.

Regresó la cámara a la función de captura y dejó huir una sonrisa traviesa cuando estuvo frente a la puerta que daba a la sala principal, en Escorpio. La abrió lo suficiente para permitir que la cámara entrara por la abertura. Podía distinguir un murmullo tenue; probablemente, la televisión. Tomó una serie de fotografías, una tras otra, mientras movía la muñeca para tratar de abarcar el mayor espacio posible. Cuando retiró el brazo, pudo oír a Camus murmurando.

- ¿Qué cree que estamos haciendo? - había fastidio en su voz y Kanon sonrió, revisando las imágenes, completamente satisfecho.

- Follando - dijo y la voz de Milo lo acompañó casi al mismo tiempo. Luego de asegurarse de que su salud mental no corría peligro, empujó la puerta, riendo divertido. El francés detestaba cuando ambos hacían eso de hablar al mismo tiempo. Sobretodo porque siempre eran cosas de ese tipo. Kanon no estaba seguro si lo que le molestaba era que hablaran al mismo tiempo o que pensasen igual.

Camus hacía algo en la mesa, a un extremo de la sala - a Kanon no le importaba qué, porque tenía una torre de libros a un lado y no se veía especialmente contento - y Milo lo miraba alzándose sobre los codos, desde el extremo contrario. El escorpión enarcó una ceja.

- ¿Peleaste con el novio otra vez? - no le gustaba cómo cargaba la voz cuando se refería a Dohko como el novio. Hasta le daban ganas de zamarrearlo y esas cosas. Más todavía, si le sumaba la sonrisa burlona.

- Que yo sepa, nunca hemos peleado siendo ‘novios’ - contestó, imitando el tono de Milo y como no podía hablar con el más joven sin tocarse constantemente las narices, añadió - A diferencia de otros.

Fue Camus el que respondió, sin alzar la vista.

- Lo que me hace pensar que el día que la jodas de verdad, te va a ir un poco peor que a nosotros. Porque vas a liarla con ganas.

Era una broma, Kanon lo sabía. Pero no por eso la sensatez que se escondía tras ella le pasó inadvertida. Camus debía tener algo así como el doble de sentidos que ellos. No se explicaba de qué otra forma podría haber dicho algo semejante jugando y lograr dar en el clavo. Por suerte, Milo lo distrajo de profundizar en cuán de acuerdo estaba con el francés.

- ¿No te da envidia? - preguntó el griego, mirándolo fijamente mientras Kanon se sentaba cerca - Mi novio es listo. Aburridamente listo porque, además, es de los listos que tienen razón.

Kanon lo miró detenidamente un segundo, con la expresión terriblemente seria.

- Siempre tiene que haber uno listo y está clarísimo que no eres tú.

Milo estiró los labios y entrecerró los ojos, enfurruñado.

- Te acuestas con un tío de doscientos y tantos años, que probablemente es más listo que todos nosotros juntos. No sé que tan idiota te hace eso a ti.

Kanon prendió la cámara y se la acercó a Milo, enseñando los dientes al sonreír.

- No tan idiota como te imaginas, porque creo que debe ser el único hombre en el mundo que se ve así con esos años encima - dijo, enseñándole la imagen que le había tomado a Dohko momentos antes. Milo paseó los ojos, vivaces, de la cámara a Kanon.

- No sé si decirte que eres un cochino pervertido o que estás perdidamente enamorado. Como colegiala, de hecho.

La risa de Camus y el gesto de autosuficiencia de Milo lo hicieron rezongar de inmediato.

- Ah, cállate.

Cuando pasaba tiempo con ellos, Kanon quería distraerse de todas esas cosas que, estando solo, abarcaban cada uno de sus pensamientos. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, sobretodo después de que les contará que se había acostado con Dohko - pero específicamente desde hace poco más de un mes - Milo había tomado como pasatiempo burlarse de él valiéndose de su relación con el moreno. Le costaba trabajo no enfadarse por eso. No podía explicarlo, pero siempre se molestaba y eso significaba la victoria del otro griego, lo que lo hartaba aún más. Milo cambió de tema enseguida, como siempre.

- ¿Me prestas tu cámara un segundo? - susurró - Quiero una foto de Camus y ya sabes cómo las detesta, pero quiero tratar de convencerlo.

- No - no era una negativa como tal. Era una niñada y un bufido que decía ‘Al carajo. Me has ganado, es mi cámara y no’. Saga rodaría los ojos un millón de veces en un segundo si lo viese así, actuando tan infantilmente.

Milo puso esos ojos enormes que usaba cuando quería lograr algo. Por suerte, no era tan fácil de convencer como Camus.

- ¿Por qué no?

- ¡Porque eres torpe, Milo!

- ¡No es cierto!

- Lo eres - acotó Camus calmadamente. Milo hizo como que no escuchó, ¿Qué Camus no tenía trabajo que hacer?

- ¿Lo ves? - dijo Kanon con sorna - El ‘novio’ concuerda.

Alzaba las cejas para enfatizar la burla y Milo rezongó antes de que una idea le iluminara el rostro. Tardó, exactamente, tres segundos en arrojarse encima del gemelo, intentando torpemente arrebatarle la cámara. Kanon reaccionó a tiempo para sacarla de su camino, frunciendo el cejo, gruñendo ‘Quita, niño’ y forcejeando con el menor, hasta que perdieron el equilibrio y cayeron al suelo. Ni siquiera lo notaron. Siguieron luchando vanamente, intercambiando frases cada cual más insultante pero riéndose a carcajadas apenas las decían. Camus los miraba sonriendo, pero si creía que volteaban a mirarlo, arrugaba las cejas y con un gesto, condenaba sus actitudes.

- ¡Milo! ¡Basta! - chilló Kanon en un momento dado, cuando Milo casi logró salirse con la suya - Si la rompes, voy… ¡escúchame bien!, voy a tener que matarte. ¡Milo!

Milo hizo un gesto desdeñoso; altanero, murmuró que no sería capaz ni con ayuda. Se arrojó de nuevo sobre Kanon y lo atrapó bajo su cuerpo. El gemelo se removía, estirando los brazos y tratando de alejar la cámara del muchacho, al mismo tiempo que intentaba mantenerla a salvo. En medio de retorcimientos y frases hirientes o jocosas que los griegos se disparaban entre ellos, una tras otra y - lo más divertido - por turnos, ambos pasaron por alto que la puerta de la sala se abrió de golpe. Camus se puso de pie al instante, sin embargo, Kanon y Milo continuaban luchando, ajenos a los dos pares de ojos que los miraban; unos molestos, los otros…ligeramente avergonzados. Camus carraspeó.

- Chicos - dijo y fue ignorado - Chicos - y nada - ¡Chicos! ¡El Patriarca!

El francés suspiró quedamente; no sólo les bastaba con quedar en vergüenza ellos, también lo obligaban a él a alzar la voz - porque con la edad mental que tenían los dos griegos en el suelo, únicamente entendían a los gritos - y unirse a ellos, con la diferencia que Camus tuvo la mala fortuna de sonrojarse. Los otros dos eran unos desvergonzados por naturaleza; a lo único que atinaron fue a quedarse quietos en el lugar, mirando fija y completamente mudos, a Shion. Tuvo que mirarlo él también para saber porque no reaccionaron distinto: Shion se veía notablemente enfadado. Tangiblemente. Espeluznantemente enfadado. Cruzaba mentalmente los dedos para que no fuera culpa de Milo. De todos modos, a Kanon le daba igual. Respiró aliviado cuando el Patriarca señaló a Kanon con un dedo.

- Tú…- dijo -… ven conmigo - se dio media vuelta, pero ni Kanon ni Milo se movieron, preguntándose a quien se dirigía específicamente - ¡Kanon! - alzó la voz y enseguida, volvió a bajarla, añadiendo - Ahora - tan rápido como apareció en la sala de Escorpio, Shion desapareció.

Milo volteó a verlo con interés, enarcando una ceja.

- ¿Qué hiciste esta vez?

Kanon chasqueó la lengua; sólo se le ocurría una razón para explicar la molestia de Shion. Empujó a Milo con un brazo, quitándoselo de encima.

- Seguro no le entregue algún informe - murmuró, poniéndose de pie. Le pasó la cámara a Milo, apuntándolo amenazadoramente - Si le haces algo, vas a arrepentirte tanto…

- Si, si, si - lo interrumpió Milo, batiendo una mano y con los ojos brillando - Vete antes de que Shion vuelva y quiera arrancarte la cabeza.

Kanon no demoró demasiado en alcanzar a Shion. Lo siguió en silencio por un pasadizo que daba directamente a sus aposentos. El Patriarca le hizo una seña para que pasara y cerró la puerta tras de si. El gemelo no esperó que le indicara nada; se acomodó rápidamente en uno de los asientos del cuarto y fijó los ojos en Shion, que se presionaba las sienes con los dedos, tratando de controlarse. No era una buena señal. Tampoco lo era que cuando hablase, lo hiciera tan calmadamente, como si de verdad intentase comprender.

- ¿Qué demonios estás haciendo? - preguntó. Kanon debió haber hecho un gesto de incomprensión, porque casi al instante, aclaró - Con Dohko.

- Pues - murmuró el griego, dubitativo - Sacarlo de su templo, ponerlo a entrenar. Que rompiera el cascarón, básicamente. Ya sabes, lo que acordamos - la última frase la pronunció con lentitud, sabiendo la reacción que obtendría.

- ¡Jamás acordamos que te acostarías con Dohko!

Kanon rodó los ojos. ¡Tanto problema por eso! El chino tenía razón, Shion debería buscarse pasatiempos diferentes.

- No tienes que hacer tanto escándalo por eso, ¡dioses! - gruñó - Simplemente…la estamos pasando bien. ¿Cuál es el maldito problema?

- ¡Sabes cuál es…

- ¡Si, lo sé! - Kanon no pretendía alzar la voz, pero no estaba especialmente dispuesto a escuchar la misma historia otra vez - Lo dejaste perfectamente claro en un comienzo - Shion seguía mirándolo como si fuese un imbécil - ¡Pasó! ¿De acuerdo? Fue algo que se dio, pasó, está pasando y no sacas nada con alterarte por ello porque, ¡adivina!, Dohko lo está sobrellevando bastante bien.

Ver cómo la expresión de Shion cambiaba de un segundo a otro, confundió a Kanon. Ya no lo miraba con esa expresión que le decía que estaba haciendo todo mal, sino que lo observaba como si no supiese toda la historia. Como si le estuviese ocultando el otro lado de la moneda a propósito. Frunció las cejas cuando notó una leve sonrisa.

- ¿Hasta cuando piensas seguir con esta farsa? - le preguntó y Kanon iba a preguntarle, molesto, qué quería decir cuando Shion le volvió a preguntar - ¿Cómo vas a terminar con esto sin contarle todo? ¿Estás dispuesto a contárselo?

Se mordisqueó los labios. Suspiró.

- No he pensado en eso todavía.

No le costó mucho adivinar que Shion sabía que haría. Talvez por eso estaba molesto. ¡Athena! Si él estuviese en su lugar, estaría furioso. También suponía que Shion podría ver a través de él y que era otra farsa a la que aludía, no a la que él había creído en un principio. Aún así, Kanon no quería darle la razón con tanta facilidad. Estaba acostumbrado a llevarle la contra y no dejaría de hacerlo pronto.

- Lo haré cuando sea necesario - le dijo - Veré cómo. Te lo diré en su momento. Aún tengo que pensarlo.

- ¿Evitarlo es parte de tu plan?

El gemelo sonrió; Shion veía mucho más de lo que era bueno ver y peor aún, lo dejaba hacer a su antojo.

- ¿No vas a hacer nada? - preguntó.

Shion resopló resignado.

- No puedo - contestó Shion - Te lo advertí en un principio. Es todo lo que puedo hacer. Me gustaría saber porqué.

Kanon se encogió de hombros y Shion agitó la cabeza. Kanon lo sabía, pero no se había dado cuenta aún. Talvez, porque estaba demasiado cerca para notarlo. Quizás, hacer lo que pretendía le ayudaría a verlo al final. Esperaba que para entonces no fuese muy tarde. Como siempre, él sólo podría sentarse a ver como se desenvolvía la historia. Era lo que hacía, después de todo; conformarse con ser un espectador. A veces, era el director de la obra, pero la mayor parte del tiempo, sólo podía mirar. Era desesperante y sin embargo, no había nada más que hacer: era, por decirlo de algún modo, su destino. El gemelo agachó la mirada y apenas susurró:

- ¿Eso era todo?

No era ni la mitad, pero una vez más, Shion optó por morderse la lengua.

- Si - le dijo y cuando Kanon pasó junto a él, en su camino a la salida, agregó - Sólo…piensa bien lo que haces. Por favor.

- Lo haré.

Shion sabía que Kanon llevaba días haciéndolo y, sin embargo, no parecía ser suficiente. Se estaba volviendo cansador. Eso de no poder decir todo lo que le pasaba por la cabeza, estaba resultando ser demasiado agotador.

***

Kanon cumplió su promesa. Pensó una y mil veces en lo que hacía. Pensó hasta que ya no tuvo ganas de pensar y pensó hasta que se enfadó consigo mismo por no llegar a nada. Dormía poco, se trenzaba en discusiones con Saga cada cuatro horas aproximadamente, intentando que su hermano dejara de sufrir por elección, que se portara como un hombre adulto y subiese a arreglar las cosas con Aioros. La tensión aumentaba con cada día que pasaba y no sabía cuánto más lograría soportarlo sin explotar. Incluso, había discutido otra vez con Dohko.

Todo partió, cómo no, con su afán por evitarlo. Ya ni siquiera estaba seguro de porqué lo hacía. Hasta que Dohko le preguntó ‘¿Estás así porque hablé con Shion?’ y no podía estar más equivocado, pero Kanon se valió de esa excusa para explicar su repentino mal humor. Al final, Dohko había terminado un poco molesto, gruñendo que si dejara de evitarlo con tanto entusiasmo y gastara más energía en decirle que le pasaba por la cabeza, podría haber actuado diferente. ‘Si me hubieses dicho que, en realidad, preferías que no se lo dijese, podría haber esperado’, le dijo. También le dijo ‘Tienes que hablarme de vez en cuando’ y era todo calma, a pesar de que fruncía las cejas y tenía el cuello tenso, ‘No puedo saber que piensas si no me dices nada’. Dohko esperó y Kanon guardó silencio. Al final, el moreno suspiró mientras Kanon se rozaba los labios con los dedos, los ojos fijos en cualquier otro lugar que no estuviese lleno de Dohko.

‘Sabes dónde encontrarme cuando se te pase lo idiota’, murmuró finalmente, soltándole la mano que mantenía prisionera para no dejarlo huir y marchándose, confundido. Frustrado y tratando de comprender que estaba pasando. Seguramente, se preguntaba si de verdad se había equivocado tanto al decirle a Shion que estaban saliendo. No sabía que no tenía nada que ver con él y, paradójicamente, era todo por su causa.

No lo había visto desde entonces. Y ahora, llegando a Sagitario, no hacía más que pensar que iba en la dirección equivocada.

Entró en la cocina de Aioros y un gruñido le dio la bienvenida. El arquero le arrojó una manzana a la cara, rezongando. Kanon reaccionó con rapidez y la atrapó a pocos centímetros de su rostro. Entrecerró los ojos, viendo cómo Aioros masticaba enojo y quitaba los pies de la mesa, dejándolos caer pesadamente contra el suelo.

- Estoy bastante seguro de que no estás enfadado conmigo - dijo Kanon y sopló la manzana antes de frotarla contra su camiseta.

- Soy oficialmente incapaz de partirle la cara a tu hermano - contestó el castaño, sin pronunciar el nombre de Saga a propósito.

- Te dije que deberías habérselo dicho antes - una mascada para esconder una sonrisa cuando Aioros resopló.

- No necesito esto ahora, Kanon.

El gemelo se sentó frente a él, estudiándolo.

- ¿Qué pasó? - preguntó al fin. Aioros alzó el rostro. El corte en el labio estaba a medio camino de sanar, probablemente, porque Aioros continuaba mordisqueándolo. Los moretones en la base del cuello tenían un color entre verdoso y amarillento. El arquero los cubrió con la camisa cuando notó que los observaba. Kanon lo miró a los ojos, incrédulo y los ojos azules le rehuyeron la mirada casi de inmediato - Vaya - murmuró. No necesitó que Aioros le dijera a qué se debían las marcas; podía reconocerlas sin dificultad - Vaya, lo siento - volvió a decir. De pronto se sintió incomodo. No se esperaba algo así. Tampoco esperaba lo que Aioros le susurró.

- No tienes porqué. Yo se lo permití. ¿Cuán patético me hace que lo haya hecho? - Aioros escondió el rostro contra las manos - Creí que no lo tendría de otra forma. Sucedió que, al parecer, tenía razón.

Kanon sintió algo muy parecido a la lástima. Trató, lo mejor que pudo, de esconderla.

- Eres idiota - le dijo - Eso es lo que eres.

- Lo extraño - a Aioros se le cortaba la voz - ¡Dioses! Lo extraño más que al principio - y de pronto, empezó a escupirlo todo, desesperado - No quería decírselo. Sabía que iba a destruirlo y tenía miedo de que dejase de verme así. No sabes cómo me hace sentir que me mire de esa forma - le decía y cuando se quitó las manos del rostro, le brillaban los ojos - No puedes ni imaginarte cuánto lo quiero - Aioros no sabía que tenía una idea bastante buena al respecto y que le encontraba la razón cuando le decía no saber que se sentía que lo miraran como si fuese la cosa más magnífica que haya pisado la tierra nunca - Se me escapó. Estaba tan frustrado en ese momento que no pensé en lo que decía. No viste toda esa decepción en sus ojos, no tienes idea cómo me dolió todo cuando se dio media vuelta y se marchó.

Kanon nunca pensó que vería a Aioros derrumbarse de esa forma. Quebrarse así no le parecía concebible en un soldado de los dioses. Quizás, en realidad, no sabía cómo era tener a alguien tan metido bajo la piel. No de la forma en que Aioros tenía a su hermano, anclado, en cada célula del cuerpo.

- No quería decírselo - volvió a murmurar Aioros - Y por una estupidez, lo hice y mira…Lo perdí del todo.

- No es cierto.

Aioros rió con amargura. Se refregó los ojos con vergüenza y agitó la cabeza, negando las palabras de Kanon.

- No es cierto - volvió a decir Kanon y él mismo quería creerlo - Ustedes siempre vuelven a encontrarse. Esta vez será igual - Aioros seguía sin parecer convencido - Saga vendrá por ti, te lo aseguro.

Aioros resopló y agitó los brazos. Creyó que era una broma demasiado cruel, incluso para Kanon.

- ¿Cómo? - le preguntó, con la voz venenosa - ¿Por qué? ¡Tú lo conoces mejor que todos! Jamás lo haría.

- Antes no lo habría hecho - Kanon le concedió eso, sin embargo, agregó - Pero Saga no es el mismo de antes. Saga sabe que necesita de alguien a su lado y si no soy yo, no hay nadie además de ti que pueda ocupar ese lugar - Aioros se quedó inmóvil. No lograba comprender a lo que se refería y Kanon suavizó su expresión al continuar hablando - Me largo - le dijo, sin preámbulos. La sorpresa se adueño de Aioros.

- ¿Qué?

- ¡Cielos! - farfulló, rodando los ojos - Que me largo.

Aioros seguía sin creerle. Luego, se enfadó.

- No puedes hacer eso - protestó - No puedes dejar a tu hermano solo - sintiéndose culpable, añadió - No ahora.

- Puedo - dijo Kanon. El arquero se limpió las mejillas torpemente - Eres el primero que se entera. Saga no sabe. Nadie sabe. Saga vendrá por ti…cuando me vaya. Necesita de uno de los dos y estando yo lejos, no le quedará más remedio que recuperarte - lo tenía todo calculado. Fríamente analizado. Se sentía un poquito hijo de puta, pero sabía que funcionaría.

- ¿Por eso? - preguntó Aioros - ¿Lo haces por eso?

Kanon negó.

- No. No es sólo por eso - tamborileó los dedos sobre la mesa, sintiendo los ojos de Aioros sobre él en todo momento - Pero también. Sé cuanto quieres a Saga. También sé cuánto te duele quererlo. Cuánto le duele a Saga esto de quererte ahora. Pero también sé que les duele mucho más cuando no están juntos. Quiero que estés con él…y que lo cuides cuando yo me vaya - el arquero no lograba encontrar palabras para hablarle y Kanon sonrió tristemente al admitirle el porqué - Yo ya no puedo con esto. Con nada. Necesito salir de aquí.

Aioros tragó pesado. No le gustaba; no era la forma de recuperar a Saga. Pero seguía estando patéticamente enamorado de él, igual que hace muchos años. Si era lo que tenía que aceptar para mantenerlo cerca, lo haría sin dudarlo. Kanon lo sabía, por eso había decidido contarle que se marchaba. Sintió la voz rasposa cuando habló.

- Sabes que siempre estaré disponible si se trata de Saga - Kanon sonrió; lo sabía - Pero…

- No te preocupes - contestó Kanon, volcando su atención a la manzana que había olvidado - Estaré en contacto con él.

- ¿Y Dohko? - Aioros tenía que preguntarlo. Parecía un poco más tranquilo, pero seguía sin aceptar la decisión del menor de los gemelos. Se le notaba en la cara - ¿Qué pasa con él? - Kanon se puso de pie sin darle más vueltas al asunto. Por eso no había estado especialmente contento cuando el resto se enteró de su relación con el moreno. Haría todo más complicado. Antes de abandonar la cocina, murmuró convencido.

- Estará bien - en realidad, lo que quería era estar convencido.

Aioros seguía sin estar de acuerdo. Últimamente, se le había vuelto una costumbre no estar convencido de nada. Las cosas no eran cómo se veían a simple vista. Él era el mejor ejemplo. Escondió el rostro contra los brazos otra vez, apenas sintió la puerta cerrarse con un suave golpe.

***

Sucedió esa noche.

Para Saga, el ambiente se había enrarecido súbitamente. Tenía una intuición y su intuición no fallaba jamás. Las cosas se desmoronaban. Frente a sus narices y sin poder hacer nada. Las ilusiones de que las cosas marchaban bien comenzaron a desvanecerse con los ataques de pánico de Kanon. Se resquebrajaron cuando Aioros le dijo que podría haber evitado su rebelión hace catorce años. Que podría haber evitado todo el sufrimiento que causó y que hasta ese día, le aplastaba los hombros. Desde entonces había caído en ese limbo extraño y doloroso que era amar al arquero y aborrecerlo al mismo tiempo. Extrañarlo y no querer verle ni la sombra. Entró en esa lucha constante consigo mismo, en esa lucha que le hacía pensar que debía perdonarlo con la misma facilidad con la que Aioros le perdonaba todo. O que debía detestarlo con la misma fuerza con la que se detestaba él mismo la mayor parte del tiempo.

La ilusión terminó por destruirse esa noche, con Kanon boqueando por aire, soñando que se ahogaba. Pataleando desesperado para evitarlo, balbuceando - inconcientemente - su nombre. Saga logró dilucidar su nombre seguido de ruegos varios. ‘No lo hagas’ y Saga se recordó arrastrándolo a Cabo Sunión, o ‘Sácame de aquí’ y se recordaba observándolo cuando la marea subía. Se sobreponía a su propia falta de aire para tratar de despertar a su gemelo. Para tratar de que no dejara de respirar. Kanon sudaba frío, temblaba, a ratos parecía perder el conocimiento pero enseguida se removía con desesperación. Saga no sabía cómo lograba resistir a su lado, estoico. Quizás, era porque pensaba ‘Dioses, esto es culpa mía’ y saberse culpable le calmaba algo la ansiedad. Al cabo de unos minutos, logró que su hermano recuperara la conciencia. Los ojos asustados se fijaban en los suyos, buscando algo que le indicara que el sueño había terminado. Kanon estaba pálido, helado, sudando y aún así, al reconocerlo, le sonreía suavemente. A continuación, el menor se dobló y tuvo arcadas que no llegaron a nada.
Saga lo arrastró al baño y le quitó la camiseta empapada. Con ella, le secó el sudor del rostro y del pecho. Entonces, la respiración de Kanon se aceleró y las náuseas lo hicieron tropezar hasta la taza del baño. Cayó de rodillas y Saga sólo atinó a sostenerle el cabello.

- ¿Qué pasa? - preguntó cuando Kanon controló los estertores. El menor negó con la cabeza - Hace semanas que no tenías ataques de pánico y aunque no lo creas, he notado que son más frecuentes cuando estás estresado, así que, dime, ¿Qué sucede? - Kanon no contestó su pregunta.

- Viene alguien - balbuceó y recién entonces, Saga notó las voces en la sala de su templo. Le secó la frente a Kanon y le prometió que volvería pronto.

Cerró la puerta tras su espalda antes de ir en busca de los intrusos; eran Camus y Milo. Por supuesto. Debió haberlo sospechado. Escuchó que discutían.

- ¡Milo! - Camus no parecía de buen humor - ¡Milo, detente!

- Te digo que algo no anda bien - al parecer, Milo forcejeaba con Camus para que lo dejase avanzar.

- Quizás, pero Milo, no puedes llegar y meterte en los asuntos de los gemelos - Camus perdía la paciencia.

- Kanon es mi amigo - gruñó Milo - Y no le creo una mierda eso de que está bien. Voy a averiguarlo como sea.

- ¿Qué sucede aquí?

Saga alzó la voz, luchando por sonar molesto. Los muchachos se detuvieron a unos pasos de él; Milo arrugaba las cejas y Camus parecía querer salir corriendo de allí.

- ¿Dónde está Kanon? - el escorpión sonaba fastidiado. Parecía sospechar algo y nada ni nadie le impediría averiguar si sus sospechas eran ciertas o no.

- Son las dos de la mañana, Milo ¿Dónde crees? Kanon está durmiendo, ¿qué…

Un golpe seco se escuchó a sus espaldas y Milo torció los labios, furioso. Lo apartó con brusquedad y se encaminó hacia el baño, de donde dedujo que provenía el sonido y pronto, reconoció jadeos.

- ¡Milo! - Saga rugió pero el muchacho lo ignoró - ¡Milo, detente ahora mismo!

El griego abrió la puerta de par en par y se quedó inmóvil, sin creer lo que veía; Kanon había pasado a botar los accesorios de baño y jadeaba, tratando de respirar. Le costaba trabajo. Tenía lágrimas empañándole los ojos y lucía desesperado. Saga empujó a Milo con violencia, quitándolo de su camino.

- Si no vas a ayudar, quítate de en medio.

En cuatro zancadas, Saga tuvo a Kanon de nuevo entre sus brazos. Le sujetaba el rostro con las manos, llamándolo y el menor se aferraba a sus brazos, angustiado. Saga le susurraba cosas y, ante la mirada atónita de Milo, Kanon apretaba los ojos y trataba de respirar con calma, siguiendo las instrucciones de su gemelo.

Milo sintió que Camus le buscaba las manos. No fue hasta que sintió los dedos del francés cerrándose contra los suyos que notó que temblaba. Había sospechado que algo andaba mal, pero no había supuesto que vería, alguna vez, a Kanon en una situación semejante. No lo creía posible. Camus lo jaló, tratando de sacarlo del baño.

- ¿Puedo quedarme? - susurró, apenas audible. Saga lo miró de reojo y asintió en silencio.

El mayor tardó poco más de dos horas en controlar completamente a Kanon. Camus, sentado con la espalda pegada a la bañera, buscaba una conversación insustancial con Saga para distraerlo, mientras el gemelo se mantenía sentado bajo el lavamanos, con los dedos metidos en el cabello de Kanon, que permanecía hecho un ovillo, con la cabeza en su regazo. Milo estaba metido en la bañera, con el mentón apoyado en ella junto al hombro de Camus. Tenía una mano entrelazada con la del francés y el otro brazo colgando fuera. No había dicho una palabra en todo el tiempo que llevaba allí. Parecía molesto. Miraba fijamente al menor de los gemelos.

- Deja de mirarme - gimió Kanon, de pronto, sintiendo los turquesas sobre él, insistentes.

- Cállate - escupió Milo y Camus tuvo que llamarle la atención. Los gemelos sonreían y Milo no lograba verle la gracia - ¿Tú sabías algo? - le preguntó Milo a Camus y cuando éste negó, volvió a mirar a los gemelos - ¿Hace cuánto que tienes pesadillas? - Saga contestó.

- Desde el comienzo.

Milo resopló. Volvió a preguntar.

- ¿Dohko lo sabe? - Kanon gimió y negó enterrando la nariz en el estómago de Saga; la voz le sonaba apagada.

- Y espero que no se entere.

- ¿Por qué ocultas algo como esto? - gruñó. Estaba molesto, principalmente, porque Kanon no había tenido la confianza para contárselo. Egoístamente, le tranquilizó saber que el chino tampoco estaba enterado.

- De ser por él… - murmuró Saga - Nadie se habría enterado. Digamos que tuve suerte - agregó.

- Eres un imbécil - volvió a escupir Milo y se puso de pie, dispuesto a marcharse. El enojo no lo abandonaría de un momento a otro, no hasta que lograra comprender la situación y si dependiese de él, se quedaría ahí, vapuleando con preguntas a Kanon hasta comprenderlo; sin embargo, tenía una guardia que cumplir en unas horas más. Camus lo imitó, poniéndose de pie cuando salió de la bañera. Al pasar junto a los gemelos, le dio una patadita al menor en la pierna - No vuelvas a esconderme cosas - le dijo y Kanon murmuró ‘Lo siento’ contra la camiseta de Saga - Haces que me preocupe - añadió haciendo lo imposible por ocultar una sonrisa, a pesar de todo - No me gusta preocuparme.

Se marchó finalmente, arrastrando a Camus. Cuando se quedaron solos, Saga se encontró sonriendo.

- Tienes suerte - dijo - Milo es de esos amigos que no se encuentran con facilidad.

Kanon se giró levemente, con la mirada un poco ausente.

- Lo sé - Saga lo empujó con suavidad.

- Vamos, está empezando a hacer frío.

***

Había aguantado demasiadas niñerías de Kanon para entonces.

Le costó decidirse, pero al final, Dohko llegó a la conclusión de que ya había dejado que el gemelo huyera demasiado. Decidió que él también ya llevaba muchos días haciéndolo. Además, estaba empezando a extrañarlo. Había vivido perfectamente sin él por casi dos siglos y ahora no podía pasar una semana sin el muchacho rondando su templo. La ultima vez no había reaccionado bien, sin embargo, ¿qué otra cosa podría haber hecho? La tensión era obvia. Y Dohko sabía que, para solucionarlo, tendría que ir y afrontar a Kanon. Decirle todo lo que quisiese saber, si era necesario.

Con esa resolución, llegó a Géminis.

- ¿Dohko? - era Saga, obviamente. Kanon habría dicho algo más del estilo ‘¿Qué estás haciendo aquí?’(sonando escandalizado) o ‘¿Se te perdió algo?’(con un gesto claramente irreverente).

Dudó en contestarle. Al final, optó por lo mejor; no dar rodeos. Muchos.

- Saga…hola - el gemelo lo miró interrogante, seguramente preguntándose que hacía allí cuando rara vez abandonaba su propio templo - Eh…busco a tu hermano - dijo y trató de explicarse - Necesito hacerle un par de consultas.

Saga no titubeó al responderle.

- No lo he visto - y era cierto. Le había perdido la pista temprano ese día. Dohko parecía ligeramente decepcionado.

- Ah, bueno - murmuró - Si lo ves, dile que venga a verme.

Estaba dispuesto a marcharse cuando Saga llamó su atención nuevamente.

- ¿Kanon habla contigo? - el chino no comprendió la naturaleza de la pregunta, así que no contestó. Además, Kanon raramente le decía cosas sobre si mismo. Al notar que no respondía, Saga tanteó el terreno - Sé lo de ustedes - dijo y Dohko se puso visiblemente nervioso - Lo he sabido un tiempo ya. Tenía la esperanza de que te hablara…- dudó - Que te hablara de todas las cosas que ha vivido…ya sabes…

Dohko arrugó las cejas. En esta ocasión, no dudó al preguntarle a Saga de qué hablaba. El gemelo pasó saliva, decidiendo si debería o no contarle. Estaban saliendo, después de todo, ¿no tenía Dohko el derecho a saber porqué trasnochaba de esa manera? ¿El porqué de sus bruscos cambios de humor?

- Kanon tiene pesadillas hace tiempo - dijo al fin - Y ataques de pánico. No duerme y a veces, se pone de un genio horrible por eso. ¿No sabías nada de eso?

Dohko fue tomado por sorpresa. No lo sabía. Podía esperar las pesadillas, pero no se imaginaba los ataques de pánico. Eso podría explicar, efectivamente, el mal genio que se traía últimamente. Cómo estar seguro. Sin embargo, seguía siendo una posibilidad.

- No - dijo y de un momento a otro, ya no le importó que Saga estuviese al tanto de su relación - No me dice nada. De hecho, hace días que no hace más que discutir conmigo.

- Ah - Saga lucía decepcionado. Se quedó callado un segundo y de pronto, contrajo el rostro y se palmeó la frente, maldiciendo - ¡Por supuesto!

- ¿Qué pasa? - preguntó Dohko y como una idea relámpago, supuso de qué se trataba - ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?

- No puedo creer que no lo pensara antes - rezongó el griego, súbitamente molesto - Cabo Sunión - resopló y Dohko pareció comprender todo de inmediato. Aún así, lo dijo - Kanon va al risco que da a Cabo Sunión cuando no se siente…cuando no se siente muy bien. Hace eso de sentarse allí, sobretodo si ha tenido una pesadilla muy real. Lógico - murmuró más para si mismo.

Dohko lo miró extrañado y Saga agitó la cabeza, con una mezcla de vergüenza y melancolía infinita.

- Es una larga historia - dijo Saga y cuando Dohko pasó junto a él, el moreno le palmeó el brazo. De pronto, tenía mucha prisa.

- Me la contarás otro día. Yo me encargo de tu hermano.

El moreno no demoró en desaparecer de la vista de Saga. Quisiera ser él quien corría en busca de su hermano pero se contuvo, recordando los balbuceos que se le habían escapado a Kanon durante el último ataque de pánico. Retumbaban en su conciencia como golpes que descargaban dolorosamente a lo profundo de su alma. Si no necesitara tanto de su presencia, probablemente también habría encontrado una forma estúpida e hiriente para alejarlo.

TBC

- Cap. 21 - // - Cap. 23 -

a reason to live, kanonxdohko, saint seiya, fic

Previous post Next post
Up