A Reason To Live 15

Jan 07, 2012 23:06



Lay All Your Troubles Down.

Mientras se mordisqueaba el labio para impedir que una risotada escapara, pensaba en lo inusualmente inmaduro de su actuar. No, no inusual, pero si mucho más acentuado.
Su espalda intentaba por todos los medios fusionarse con el pilar de piedra sobre el que se apoyaba, tratando de hacer su presencia lo menos visible posible junto con disminuir al máximo las fluctuaciones de su cosmos. A pesar de que se encontraba al abrigo de las siempre acogedoras sombras.

Se mordió la lengua para suprimir una carcajada victoriosa cuando su hermano pasó a escasos metros de su escondite, gruñendo por lo bajo con una torre de libros en las manos, adentrándose hasta las habitaciones del tercer templo.

Si se concentraba lo suficiente, podía escuchar a Saga ir de una habitación a otra buscándolo, abriendo las puertas a empujones y dejando que se cerrasen con la fuerza del impulso. Si se esforzaba un poco más, podía escuchar que lo llamaba y al no obtener ningún tipo de respuesta, lo oía proferir uno que otro insulto en su contra. Estaba a segundos de sentir lástima por la frustración de su gemelo, sin embargo, recordar con qué se había comprometido a ayudarlo le hacia desistir de inmediato. Sólo le había prometido su ayuda esa mañana para que dejara de atosigarlo con preguntas de las cuales no ansiaba compartir respuestas con él. Ahora que había llegado a un nuevo nivel en eso de pasar inadvertido en las propias narices de los demás, se reprochaba no haber pensado en ello antes.

Estaba a un paso de escabullirse del templo cuando una ligera vibración en el cosmos llamó su atención. Se detuvo sorprendido por un momento y luego asomó apenas la cabeza por el pilar tras el cual se escondía, agudizando la mirada en dirección a la salida que daba a Cáncer. No pudo evitar que una amplia sonrisa cruzara su rostro al percatarse de quien se trataba.

Se escondió otra vez, sigiloso avanzando por las sombras para acercarse más al final del pasillo que cruzaba su templo. Varias columnas más allá, se asomó levemente de nuevo.
Le divertía ver a Dohko haciendo todo lo posible por esconder su cosmos a medida que se acercaba a Géminis, casi como si intentara evitarlo. No tardaba en recordar que él debería hacer lo mismo pero, para su molestia, nuevamente cumplir sus propósitos parecía imposible cuando se trataba del chino. Verlo debatirse entre adentrarse finalmente en el templo o buscar una forma de atravesar las Doce Casas sin pasar por Géminis, casi volteando a ver sus alrededores para comprobar que nadie era testigo de su indecisión, le producía algo muy similar a la ternura. Kanon sacudió la cabeza intentando deshacer la asociación que se había creado en su mente.

No había pasado por alto que Libra no vestía su armadura, sino que usaba un pantalón que parecía ligero y una de esas chaquetas que solían usar en su país; largas hasta un poco más abajo de las rodillas, las manos escondidas bajo mangas que igualmente eran demasiado largas. Le hacían creer que la ropa del moreno era, por lo menos, tres tallas más grandes de lo que necesitaba, acentuando una falsa apariencia de inocencia juvenil, que se incrementaba aún más con los ojos enormes y trasparentes del chino.

Esperó a que Dohko se acercara más a la posición en que se encontraba y sonrió para sus adentros cuando éste, concentrado como estaba en no ser descubierto, cometió el error de escudarse en el cobijo de los pilares, obviando que aquel sería el escondite perfecto para Kanon.

Aprovechándose de que contaba con cierta ventaja en esta ocasión, Kanon lo jaló del brazo, sin darle un margen de tiempo para reaccionar y lo aprisionó entre su cuerpo y el pilar de piedra, arrancándole un quejido con el impacto que fue rápidamente silenciado cuando el gemelo posó sus labios, sin delicadeza alguna, sobre los de Dohko.

La satisfacción recorrió sus entrañas cuando Dohko pareció reconocerlo y dejó de forcejear para liberarse, besándolo de vuelta. Kanon rozó su lengua contra la del chino, succionado por un breve instante sus labios antes de apartarse ligeramente. Dohko permaneció con los ojos cerrados un par de segundos, inclinándose inconcientemente hacia delante en busca del contacto que acababa de perder, respirando agitadamente antes de alzar la vista hacia Kanon y arrugar la frente al notar la sonrisa del gemelo.

- ¿Por qué tratabas de esconderte? ¿No habrás intentado evitarme, verdad? - preguntó Kanon, extrañado ante la poca consecuencia en el actuar del chino y cínicamente ignorando que su situación no había sido muy distinta. Si no fuese porque el moreno se le hacia incontrolablemente irresistible, probablemente habría tenido éxito.

- Ni idea. No - contestó Dohko, aceleradamente para no perder el tiempo y sujetando al gemelo de la nuca para atraerlo y besarlo una vez más.

Kanon fue tomado por sorpresa con aquella reacción, sin embargo, no demoró en imitar las acciones del chino, demandante apoderándose de sus labios, empujándolo con el cuerpo para mantenerlo atrapado contra el pilar a pesar de que Dohko no parecía tener intenciones de alejarse de ahí en un futuro próximo. Pronto, el gemelo se encontraba intentando hacer pasar desapercibido un gemido cuando su lengua se frotaba frenéticamente contra la de Libra. En ese momento, no dejaba de maravillarle la facilidad con la que Dohko le dejaba la mente en blanco, únicamente conciente del constante contacto entre ambos.

Por su parte, Dohko seguía sin entender su forma de actuar cuando se trataba de Kanon. Las conversaciones intranscendentales eran comunes entre ambos, las burlas iban y venían con la confianza de amigos que se han conocido desde siempre, la necesidad de aparentar grandeza y sobriedad por algún motivo se desvanecía cuando eran tan solo él y el gemelo. Infinidad de veces se encontró actuando con la curiosidad e impulsividad de antaño, como si después de tantos años no solo hubiese recuperado su apariencia, sino también lo chispeante de su personalidad. Eran cosas que habían dejado de suceder hacia bastante tiempo. Sobretodo después de la muerte de Shion. Y ahora, nuevamente, se encontraba actuando como el muchacho inexperto que alguna vez había sido. Algo que, sin quererlo, había aumentado desde hace dos noches. Desde que Kanon abandonara su templo la mañana anterior, no había dejado de sentirse inquieto, cuestionándose a cada segundo las consecuencias de lo sucedido; las razones. Todo. Luego había comenzado a sentirse avergonzado. Algo de lo que se hizo particularmente consciente cuando se acercaba el atardecer del día anterior y se daba cuenta de que había pasado el día pendiente de que el gemelo se acercara a su templo. Después de eso, vino la ansiedad que le provocaba no saber que sucedería con ellos, cómo reaccionaría Shion - cosa que, aunque no quisiese admitir abiertamente, le preocupaba sobremanera - sentirse a la deriva cuando intentaba descifrar que era lo que Kanon buscaba. Esa mañana se sumó el nerviosismo cuando pensaba en la forma en que reaccionaría cuando se topase con el gemelo nuevamente.

Había, tácitamente, decidido retrasar tal acontecimiento, inseguro respecto al desenlace. Quizás había un poco de temor impregnado en su decisión. Temor que nacía a causa de lo moldeable que se volvía cerca del griego. Como si fuese incapaz de negarle alguna cosa. Le había sucedido antes ya, pero en cosas tan cotidianas que la importancia que se dignaba a darles era minima. Esta situación era diferente porque lo tenía actuando como un adolescente avergonzado que se escabullía a través de los doce templos, empeñado en pasar desapercibido para todos y especialmente, para el menor de los gemelos. Y lo peor de todo era que no tenía razones para justificar su actitud.

A pesar de eso, su plan de evitar al griego cueste lo que cueste se hizo humo tan pronto se vio estampado contra la piedra, con el gemelo comiéndole la boca, ahuyentando en un segundo la necesidad de huir sólo con sentir la respiración pesada del griego contra su rostro. De cierto modo, era atemorizante que no hubiese necesitado siquiera ver de quién se trataba; el sabor levemente salado de sus labios, en conjunto con ese sabor dulce y ligeramente amargo que podía distinguir en su lengua, siendo pistas suficientes para adivinarlo. No le había tomado demasiado tiempo memorizarlos.

En esos momentos, una de sus manos se mantenía fija entre la nuca y el cuello del gemelo, obligándole a permanecer lo suficientemente cerca como para que una milésima de segundo le bastara para tomar un poco de aire y seguir arrancándole gemidos a esos delgados labios que con rapidez comenzaban a lucir enrojecidos. La otra se posaba contra el pecho del gemelo, debatiéndose entre mantener una ligera distancia entre ambos o definitivamente atraerlo más cerca, hasta que sus cuerpos parecieran haberse fusionado. Recién cuando sintió las manos del griego recorriéndole, ansiosas, la espalda y los costados, cayó en cuenta de lo que estaba haciendo.

Posó las manos en los hombros del gemelo, empujándolo con decisión para alejarlo suavemente, logrando con tal acción que su cuerpo se pegara más al pilar en vez de cumplir su propósito. Recargó la cabeza contra la piedra y reguló su respiración antes de abrir los ojos. Las palabras se le atascaron en la punta de la lengua cuando el gemelo le tapó la boca con una de sus manos. Dohko arrugó las cejas en desconcierto; su gesto rápidamente siendo sustituido por uno curioso mientras estudiaba el perfil de Kanon, quien miraba con concentración hacia un costado y al interior del templo, entrecerrando los ojos, apretando los labios y ladeando levemente la cabeza como si con eso consiguiera oír mejor. El geminiano le recordó a un cachorro que tuvo alguna vez en Rozan; asumía una postura muy parecida cada vez que le hablaba en griego. Una sonrisa cruzó los labios de Kanon antes de que sus ojos se encontraran nuevamente y el gemelo cerrara la distancia entre ambos, sin quitarle la mano de la boca. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo al sentir el aliento de Kanon chocar contra su oído, erizándole casi al instante los finos vellos del cuello.

- Si vas a intentar pasar desapercibido, sería útil que mantuvieses tu cosmos escondido - lo oyó susurrar, el tono burlón claro en su voz y recién entonces dándose cuenta de que su cosmos podría ser detectado sin problemas por un santo dorado. Gruñó al verse incapaz de detectar el del gemelo y quizás habría dicho algo si su concentración no hubiese sido nuevamente interrumpida por los labios de Kanon succionando suavemente el lóbulo de su oreja, delineando con la punta de la lengua la línea que dibujaba su mandíbula antes de dejar resbalar la mano que le tapaba la boca para sujetarle el mentón y dejar un breve beso sobre sus labios - Saga ya sabe que estás aquí. Viene en camino. Y cree que yo estoy muy lejos de Géminis así que te agradecería seguirle la corriente - agregó el gemelo, hablando en susurros acelerados segundos antes de empujarlo de vuelta al corredor principal del templo.

Dohko trastrabilló un par de pasos mientras intentaba recuperar el equilibrio, aún sorprendido. Su mirada perpleja se fijó en el pilar tras el cual - ahora estaba seguro de ello - Kanon se escondía, hasta un par de segundos antes de que la voz grave de Saga llegara a sus oídos.

- ¿Dohko? - el gemelo arrugó las cejas ante su obvia pregunta y rápidamente agregó una que, a su gusto, tenía más sentido - ¿Qué estás haciendo aquí?

En otros tiempos, aquella pregunta habría parecido casi tan ridícula como la primera, sin embargo, Dohko sabía que últimamente los demás santos dorados se sorprendían con facilidad al verlo realizar acciones que deberían ser cotidianas. Pocas veces había abandonado su templo en el último tiempo; muchas menos lo había hecho atravesando el camino que recorría las Doce Casas. La vez que se presentó en la arena de entrenamiento fue motivo de cuchicheos varios días seguidos, según lo que Shion le había comentado. Verlo deambular por los terrenos aledaños vistiendo su armadura dorada durante las guardias seguía siendo un motivo para que la sorpresa bailara en el rostro de los demás habitantes del Santuario. Suponía que era de esperarse cuando se había pasado semanas encerrado entre las paredes de su templo, rehusándose a participar de las actividades que le correspondían y por todos los medios, evitando las reuniones en las que todos los santos, Athena y el Patriarca estaban congregados.

Volteó despacio, recuperando en el proceso la postura erguida e imponente que se supone debía mostrar como uno de los santos más antiguos, fuertes y respetados del Santuario. Se encontró con los ojos de Saga escudriñándolo con interés; quizás preguntándose si ese sería el día en que definitivamente Libra volvería a abandonar su templo y regresaría a China. Dohko sonrió; esa era otra cosa que los santos se preguntaban constantemente. Le divertía, a la vez que le molestaba sobremanera, que todos estuviesen pendientes de cada paso que daba. Como si la forma en que él actuara les marcara una pauta sobre cómo deberían tomarse ellos también esta nueva vida. Que magnífico modelo resultó ser, pensaba mientras tomaba aire con cansancio.

- Sólo voy de paso - contestó dando un par de pasos al frente, con calma. Fríamente calculados. Como si ninguna duda atormentara su mente. Como debería ser.

- ¿Puedo preguntar dónde vas?

- A Rodorio - fue todo lo dijo al pasar junto al gemelo, sin despegar la vista de ese punto lejano en el que la había fijado al comenzar a andar.

Un silencio lleno de preguntas se cernió sobre ellos. Si el chino hubiese volteado en ese preciso instante, habría disfrutado de una expresión pasmada en el rostro del gemelo. Una expresión que pocas veces se veía en el rostro serio y de inquebrantable tranquilidad que Saga siempre mostraba frente al resto. Por esa misma razón fue que no volteo a verlo; no esperaba una reacción diferente.

- ¿Puedo preguntarte algo más?

Dohko se detuvo esta vez, apenas mirando sobre su hombro para indicarle al gemelo que lo escuchaba. De un momento a otro, Saga había perdido la seguridad que ostentaba continuamente frente a los demás dorados. De hecho, se veía notoriamente incómodo. El chino no podía adivinar si se debía a cierto temor de importunarlo con su insistencia o a la naturaleza de su pregunta. Saga se aclaró la garganta un par de veces y se rascó la cabeza antes de decidirse a hablar, captando inmediatamente la atención del moreno; ese era un gesto que había visto repetidamente en Kanon cuando éste dudaba en preguntarle algo.

- ¿No habrás visto a Kanon de casualidad?

Instintivamente, Dohko giró su cuerpo hasta enfrentar directamente al griego. Agradecía haber puesto ya una distancia entre ellos, de otro modo, el ligero calor que comenzaba a subir por su cuello podría haber sido detectado con facilidad por Saga, seguro de que un apenas visible rubor cubría sus mejillas en ese preciso momento. Intentó mantener la compostura, estampando en su rostro un gesto impasible que le indicara a Saga que no tendría como demonios saber dónde estaba su hermano. A pesar de su esfuerzo, no pudo evitar que inconcientemente sus ojos viajaran hasta un punto un poco más atrás del gemelo, posándose sobre el pilar donde el otro geminiano estaba escondido. Si es que éste aún permanecía dentro del templo.

Al parecer, formular una respuesta le tomó más tiempo de lo que hubiese deseado puesto que, cuando se aprestaba a hablar, Saga le interrumpió, creyendo necesario darle una explicación y oyéndose ligeramente contrariado.

- Lo que sucede es que esta mañana prometió ayudarme a ordenar los archivos de la biblioteca del templo. Ya sabes, con todo lo que ha sucedido en el último tiempo… - el gemelo hizo una pausa inconsciente, desviándose contra su voluntad del tema que le interesaba en esos momentos. Al darse cuenta, Saga sacudió la cabeza dedicándole una pequeña sonrisa a modo de disculpa - El punto es que desapareció en algún momento entre que dijo eso y yo terminaba de desayunar. Supuse que podrías haberlo visto, como ahora ultimo…

- ¿Kanon prometió ayudarte con eso? ¿Y aún esperas encontrarlo? - Dohko interrumpió a Saga intencionalmente, adelantándose al bochorno que oírlo terminar su frase probablemente le provocaría. Estampó en su rostro un gesto más seguro; alzó una ceja y sonrió burlón, como si al mofarse del gemelo lograra tapar toda la incomodidad que llevar ahí más de cinco minutos le generaba. Saga sólo atinó a encogerse de hombros y reír tan suavemente que Dohko pudo perfectamente habérselo imaginado.

- Ajá. A mi también me pareció extraño pero prefiero no cuestionarlo cuando está así. Se veía contento. Supongo que se levantó de buen humor o que sé yo.

Esta vez, el moreno se removió nervioso y carraspeó tratando de ocultarlo, mientras hacía un gesto indicando sobre su hombro para recordarle al griego que estaba retrasándose. Saga arrugó la nariz, cayendo en cuenta de que era la segunda vez que comenzaba a divagar frente a Libra en menos de diez minutos.

- Claro. Lo siento - murmuró el griego cambiando el peso de pie - De todos modos, si ves a Kanon, dile que venga a ayudarme.

- De acuerdo.

Sin más palabras de por medio, Dohko giró sobre sus talones y retomó su camino, dejando escapar aliviado el aire que había retenido durante esos minutos. Podía sentir los ojos de Saga aún clavados en su espalda, el gemelo analizando y uniendo cabos en su mente. Mantuvo su postura erguida un poco más, hasta estar seguro de que no se encontraba dentro del rango de visión de Géminis. Casi llegando a Tauro, comenzó a apurar el paso, deseoso de salir de aquel terreno lo más rápido posible. El segundo templo se encontraba vacío y varios metros antes de llegar a Aries, pudo escuchar las risotadas estruendosas de Aldebarán provenientes del primer templo. Sacudió la cabeza sonriendo; no lograba recordar a ningún guardián de Tauro que no fuera capaz de remecer la tierra al reírse.

Adentrándose en Aries, apoyado contra los pilares que enmarcaban la entrada al primer templo, pudo distinguir la silueta de Aldebarán sacudiéndose de risa. Mu se encontraba un poco más allá, negando con la cabeza pero sonriendo suavemente mientras a su lado, su discípulo miraba enfurruñado al santo de Tauro. La sonrisa de Mu se ensanchó un poco más al notar su presencia.

- Maestro - saludó el lemuriano, inclinando levemente la cabeza. Los otros dos lo imitaron y Dohko sólo contestó saludándolos con la mano; a pesar de que la compañía de aquellos santos le resultaba mucho más agradable que la de varios de sus demás compañeros, no tenía intenciones de quedarse a charlar con ellos por el momento.

Siguió su camino presuroso, agradeciendo en silencio que los muchachos a sus espaldas no hiciesen ningún tipo de preguntas. Conociéndolos, Aldebarán habría estado a segundos de inquirir sobre su destino y Mu, cortésmente, le habría indicado que era mejor dejarlo pasar. De seguro, saber cuando mantener la boca cerrada no era algo que había aprendido de Shion.

Pocos minutos después, Dohko abandonaba los terrenos cercanos a las Doce Casas y se internaba por un estrecho camino, rodeado de ruinas y arbustos, cuyo fin se perdía más allá de las tierras pertenecientes al Santuario. Si las cosas no habían cambiado demasiado y si su memoria no le jugaba una mala pasada, ese camino debería llevarlo directo al centro de Rodorio. Aminoró la velocidad de su andar, intentando extender cada segundo al máximo, tomándose su tiempo al inhalar el aire fresco de aquella mañana, imaginándose alejado de todo lo que lo uniera a su vida como caballero.
Necesitaba desesperadamente pensar con claridad.

Había aprendido, con el tiempo, a establecer un orden lógico cuando trataba de llegar a alguna respuesta importante. Había aprendido a neutralizar el caos en que el pensamiento se desarrollaba. Sin embargo, en el último tiempo, parecía haber perdido tal capacidad. En los últimos días, había dudado incluso que la hubiese tenido en algún momento. Superada la etapa de aceptación, tenía que tomar una decisión y nunca en su vida aquello le había parecido tan complicado como en esa ocasión. Por lo general, podía tomar una decisión con rapidez y seguirla hasta el final, haciendo una que otra modificación en el trayecto si es que se había equivocado. Ahora, carecía de la seguridad necesaria para hacer tal cosa.

Y todo se debía a un simple factor. La causa de su confusión, que se atravesaba sin permiso en medio de sus intentos por llegar a un punto culmine en el aparente problema que lo aquejaba, llevaba días llenando sus pensamientos. Horas interminables en las que solo parecía poder pensar en la forma en que sus dedos memorizaban cada parte de su cuerpo, la manera en que su respiración se volvía pesada cuando lo besaba, el tacto suave de sus labios rozándose lentamente o con desesperación contra los suyos, dependiendo del grado de ansiedad que presentara en esos momentos. Cómo no pensar en ello, se preguntaba, si de improviso el mismo culpable se había encargado de recordárselo hacía tan solo unos minutos. Cómo no añorar semejantes contactos si el muchacho irreverente y malcriado en cuestión venía siguiéndolo unos metros más atrás, despreocupadamente desde que se alejara de Aries y, con toda seguridad, sigilosamente desde que abandonara Géminis.

- ¿Nunca te cansas de esconderte?

- Honestamente…no - Kanon respondió antes de arrugar las cejas en un gesto concentrado, interponiendo la lengua entre los dientes y abriendo los brazos hacia los lados, equilibrándose por las ruinas y troncos caídos que enmarcaban el sendero que seguían. Dohko lo observaba de reojo, incapaz de comprender la necesidad del griego por aparentar que se esforzaba por hacer tal cosa, hasta que el peliazul alzó la cabeza y le dedicó una sonrisa resplandeciente que le obligó a desviar la mirada hacia el frente, avergonzado. No pasó mucho tiempo antes de que lo escuchara hablar de nuevo - ¿Tú nunca te cansas de saberlo todo?

- Honestamente, no - no tenía intenciones de contestar de ese modo, pero la risa que llego a sus oídos formó una sonrisa en sus labios que no se molestó en ocultar. La interacción entre ellos se sentía fluida y natural, como si nada hubiese cambiado, como si nada hubiese ocurrido entre ambos que afectara la forma en que debían comportarse uno con el otro. Tal vez, si dejaba de premeditar tanto cómo comportarse con Kanon ahora, el embrollo en su cabeza se desataría por su cuenta, ¿cómo saberlo? - No lo sé todo.

- Pero sabes mucho más que el resto de nosotros. Ya sabes, en el reino de los ciegos…

- Las cosas no funcionan exactamente así, Kanon.

Kanon no contestó pero hizo un ruidito que Dohko pudo traducir fácilmente como que no creía una palabra de lo que decía. El gemelo caminaba, ahora a su lado, en completo silencio. Un silencio que al chino le pareció demasiado confortable dada la situación. Un silencio que afortunadamente no duró demasiado; Kanon era de esas personas que se sentían rápidamente incómodas si no había barullo a su alrededor. O si no se estaba moviendo, por lo visto, pues no dejaba de tamborilear incesablemente los dedos contra una de sus piernas y su estómago.

- Entonces… ¿a qué vamos a Rodorio? - preguntó el griego luego de unos segundos que deben haberle parecido eternos. Dohko no pudo evitar reír secamente.

- ¿Ves? Eso es algo que no sé. No tengo ni la más minima idea de porqué vas TÚ a Rodorio - murmuró Libra, haciendo especial énfasis en que no contaba con que la compañía del gemelo se extendiera hasta se momento.

- Pues yo sé a que vas TÚ a Rodorio - Kanon no tardó en imitar su tono con burla, logrando que frunciera el cejo.

- ¿De verdad?

- Tratas de alejarte de mí.

- Obviamente.

La sonrisa autosuficiente en el rostro de Kanon le indicó que no bromeaba. Y muy a su pesar, por mucho que su respuesta hubiese intentado ser irónica, no podía negar que en el fondo esa era la verdad. No se lo dijo directamente porque le pareció descortés y, extrañamente, no tenía intenciones de librarse del gemelo actuando de esa forma. En realidad, no le fue necesario decir nada porque por lo visto, Kanon ya había formado una clara imagen de la situación en su mente.

- Y en el fondo, si sabes a que voy a Rodorio - le oyó decir - Necesitas un guía.

- No lo necesito, Kanon. Tampoco necesito niñera - replicó Dohko sin pensar, sintiéndose de pronto agobiado con la presencia de Kanon. Sinceramente agobiado porque estando a un brazo de distancia aún le parecía demasiado lejano. Todo porque él mismo no se atrevía a estirar la mano y acercarlo un poco más - Y la verdad, no tengo intenciones de que me acompañes.

- Eso dices ahora. La ultima vez que estuviste allí fue hace… ¿Cuánto? ¿más de cien años? - el gemelo se oía divertido. Casi disfrutando la forma en que Dohko intentaba poner distancia entre ambos y fallaba irremediablemente - Las ciudades crecen más rápido de lo que pareces creer y a diferencia de ti, no suelo pasarme todo el tiempo en el santuario. Créeme, me necesitaras.

Dohko se mordió la lengua para evitar que palabras de las que más tarde podría arrepentirse salieran de su boca. No tenía porque informárselo a Kanon pero ni él podía mentirse tan descaradamente; si Kanon supiese de la forma en que lo necesitaba en ese momento, lo tendría atado del cuello. Prefirió dejarlo; de todos modos, era algo que el gemelo ya había decidido por su cuenta y a esas alturas, Dohko ya debería estar acostumbrado a que el muchacho hacía lo que le daba la gana. Kanon, por su lado, volvió a sonreír victorioso al notar que Dohko se daba por vencido en librarse de él y se vio forzado a meter las manos en los bolsillos cuando lo vio tragar saliva con dificultad, casi ansioso, las ganas de obligarlo a detenerse y besarlo, como momentos antes lo había hecho en Géminis, dificultándole la sencilla tarea que significaba caminar junto al moreno casi rozándole los hombros. No debía apresurar los hechos; estaba, quizás por primera vez en su vida, tratando de hacer las cosas de la forma más correcta posible. No iba a arruinarlo en esos momentos por no poder controlar sus acciones. Apretó los dientes un segundo después de haber pensado eso; ahí iba, nuevamente, su estudiado plan de tomarse el tema con Dohko como algo sin importancia. Tal vez debía aceptar de una vez que algo así le resultaría definitivamente imposible cuando se trataba del chino. Ya no sabía cuantas veces debería repetirse lo mismo para terminar de asumirlo.

***

Saga observaba a Dohko abandonar su templo con el cejo fruncido. De por si, ya le parecía raro que Kanon hubiese aceptado de buenas a primeras su petición de ayudarlo con los archivos. Chasqueó la lengua; no era raro, era francamente sospechoso. Kanon odiaba el papeleo. Tanto como para rogarle que le hiciera el suyo. Ahora, con Dohko manifestando que iba de visita a Rodorio, coincidentemente el mismo día, sus sospechas dejaban de parecer infundadas. De un momento a otro recordó el descabellado plan que Milo había puesto sobre la mesa no hace mucho. Eso también dejaba de parecerle tan irracional en ese instante.

Giró rápidamente sobre sus talones y se apresuró en subir a Escorpio. En su carrera se topó con Aioros en Leo y apenas alcanzó a murmurarle una explicación, excusándose con que tenía prisa, cuando lo dejo allí, con la palabra en la boca y un mohín desconcertado en el rostro. Tendría que disculparse más tarde con él. Y muy probablemente compensárselo como correspondía. En ese momento, estuvo a segundos de abandonar su travesía y volver sobre sus pasos hasta el Quinto templo, sin embargo, la curiosidad permanecía fuerte y le faltaron palabras para maldecirla en ese instante.

Llegó a Escorpio boqueando por aire. Recorrió presuroso los pasillos llamando a Milo; al tercer intento se dio por vencido. Reanudó su ascenso por las Doce Casas, nuevamente apurando el paso para dirigirse a Acuario. Si no se encontraba en su templo, el único otro lugar donde podría encontrar con seguridad al joven griego sería con Camus.

Cuando abrió la puerta que daba a la cocina, quizás con demasiada fuerza por la forma en que el francés lo miraba desde la mesa, apenas asomando los ojos por sobre un grueso libro, dio gracias por no haberlos encontrado en una situación comprometedora. Siempre olvidaba que tratándose de ellos, sobretodo considerando el factor Milo, era mejor anunciar su llegada con anterioridad. Desde Capricornio por seguridad.

- ¿Y Milo? - el gemelo permaneció bajo el marco de la puerta con los ojos clavados en Camus, ignorando el tenue barullo que se oía hacia la derecha del francés y que se detuvo tan pronto preguntó por el joven escorpión.

- Aquí - la voz de Milo se escuchaba enérgica como siempre y apenas Saga dirigió su mirada hacia el lugar de donde provino la respuesta, Milo asomó la cabeza por sobre la puerta abierta del refrigerador que el gemelo no había notado antes. El griego alzaba la mano para remarcar su ubicación y una vez Saga estuvo dentro de su rango de visión, la sonrisa en su rostro se incrementó hasta estar a la par con el entusiasmo de su voz - ¡Saga! Que bueno verte por acá. ¿Desayuno? Haré huevos con…

- Esta noche - Saga lo interrumpió apuntándolo con un dedo, imprimiéndole la fuerza necesaria a su voz para que Milo cerrara la boca sin chistar.

- ¿Qué sucede esta noche? - preguntó Camus, la curiosidad llevándole a hablar por primera vez aquella mañana. Saga creía que era bastante obvio a qué se refería y se lo hizo saber volteando para mirarlo como si fuese idiota.

- Emborrachar a Kanon, claro. Quiero saber que sucede. ¡Necesito saber que sucede!

Una sonrisa volvió a apoderarse del rostro de Milo y cuando Acuario se giró hacia él, supo por el brillo en sus ojos - ese que se encendía cuando el entusiasmo del muchacho alcanzaba límites peligrosos para la tranquilidad del resto - que su mente ya tenía todo planeado y en ese preciso instante trabajaba en los detalles. Dejó caer el libro sobre la mesa y golpeó la frente contra las páginas abiertas, suspirando derrotado.

- ¿Por qué tienes que exhortar las locuras de Milo, tú entre todos? - murmuró pero el geminiano lo ignoró, colocando toda su atención en el santo de Escorpio, quien había dejado completamente de lado cualquier otro asunto que no fuese el que Saga le exponía.

- Pero tiene que ser tequila.

- A tu hermano no le gusta el tequila - Milo entrecerró los ojos, confuso. Una que otra vez se había escabullido con Kanon fuera del Santuario para ir por un par de copas y distraerse un rato. Estaba seguro de que el vodka era algo que Kanon aceptaría sin muchas dificultades.

- Le encanta. Pero no lo bebe porque no lo tolera bien…y no sabe cuando detenerse una vez que ha empezado - contestó Saga, rodando los ojos al recordar un par de incidentes que involucraban unas cuantas de botellas de tequila, un resto de sal, varios limones y la expresión frustrada en el rostro de su hermano al arrastrar las palabras para hablar - Podríamos pasarnos la noche bebiendo vodka y aún estaría lo suficientemente sobrio para no decirnos la verdad.

Milo hizo un gesto dándole la razón. Considerando que todo lo importante había sido puesto sobre la mesa, Saga dio media vuelta.

- Está decidido entonces. Tú encárgate de los preparativos, yo me encargaré de arrastrar a Kanon hasta tu templo.

Segundos después abandonaba el onceavo templo, dejando a Milo y Camus solos nuevamente. Milo se acercó a Camus con el rostro resplandeciente. El francés frunció el ceño y se cruzó de brazos casi automáticamente.

- Ni lo sueñes. Yo no voy a participar de esto.

- Sí que lo harás - sonrío Milo, atrayendo el rostro de Camus para besarlo. Volvió a sonreír ante el bufidito frustrado del francés y murmuró despacio contra sus labios, una expresión de autosuficiencia adornándole el rostro - Lo sabía.

TBC

- Cap. 14 - // - Cap. 16 -

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