A Reason To Live 16

Jan 08, 2012 11:18



It’s only natural

- ¿No te alegra que haya venido contigo?

Dohko apenas escuchó la voz de Kanon sobre el ruido acelerado que lo rodeaba, mientras evitaba que un nuevo grupo de transeúntes se estrellara contra él, un par de metros más allá. El moreno volteaba de lado a lado, intentando inútilmente absorber toda la información que bullía a sus alrededores.

Apenas puso un pie en Rodorio, se sintió abrumado al no reconocer al pequeño y tranquilo pueblo que lo había acogido de niño. Los habitantes corrían de un lado a otro, los coches hacían sonar sus bocinas al menos cada tres segundos, vendedores gritaban ofreciendo sus productos cada tanto en distintos lugares de la plazuela en la que se encontraban. Discusiones, mareas de personas con teléfonos pegados a la oreja estrellándose unas con otras e ignorándolo completamente. En esos momentos, el Santuario le parecía, en verdad, un oasis de paz y tranquilidad.

La velocidad a la que se movía la vida en la ciudad le parecía demasiado vertiginosa y aturdidora. Muy distinto a como todo se movía en Rozan. Se abrió paso con dificultad entre la multitud, eludiendo codazos y empujones en el breve trayecto que lo llevó a la fuente que se erigía en medio del pueblo. Eso era, quizás, lo único que se mantenía del Rodorio que conocía. En teoría, porque ya no era la pequeña fuente que le proporcionaba agua al pueblo entero ni el centro de encuentro de los habitantes. La pileta había sido reemplazada por una mucho más ostentosa, los alrededores brillaban con lozas lustrosas y numerosos y pequeños focos que seguramente se encargaban de darle vida durante la noche. En el fondo de la fuente, varias monedas descansaban guardando uno que otro deseo, así como envoltorios de caramelos y más de una botella vacía. Allí, con las piernas sobre el reborde de la fuente, que hacia las veces de asiento para quienes osaran detener el trajín del día por un momento, estaba Kanon; sus ojos vivaces moviéndose a la par con la multitud, curioso estudiando el ir y venir de los habitantes de Rodorio, ignorándolo por breves minutos. Con una de sus manos sostenía un algodón de azúcar, mientras que con los dedos de la otra enrollaba un poco, jugueteaba con él hasta reducirlo a una cuarta parte de su tamaño y se lo echaba a la boca igual de despreocupado. Volteó al sentirlo cerca y en silencio le ofreció un poco de caramelo, que el chino rechazó negando levemente con la cabeza.

- Tú te lo pierdes - murmuró encogiéndose de hombros.

Y siguió estudiando a los transeúntes - en su mayoría turistas - como si nada. Su atención saltaba de uno a otro después de algunos segundos, viéndose envidiablemente cómodo y relajado a pesar de la algarabía del pueblo. Dohko resopló algo molesto: la cabeza ya le daba vueltas con tanta información inundándole los sentidos.

- Esto no es para nada lo que solía ser - gruñó el chino segundos después. Escuchó a Kanon carcajearse y lo miró molesto. El gemelo sólo lo miró de reojo y pareció ignorarlo. Su voz jocosa lo probó equivocado.

- Han pasado doscientos años. ¿Qué esperabas?

- ¿Quieres dejar de burlarte de eso?

- No puedo. ¡Tienes más de doscientos años!

No pudo reprimir el puñetazo que le dio al hombro del griego, mientras Kanon se quejaba sin dejar de reír. Volvió a resoplar molesto y se cruzó de brazos, en un gesto aniñado que no recordaba haber utilizado en mucho tiempo. A pesar de que había abandonado el Santuario con la intención de pensar tranquilamente - cosa que no había logrado en absoluto - la compañía de Kanon lograba, al igual que siempre, relajarlo al extremo de permitirse actuar como no solía hacerlo frente a los demás santos de Athena. Seguramente se debía al carácter, entre infantil y rebelde, que el gemelo se encargaba de proyectar.

- ¿Es demasiado distinto este ritmo de vida con el que recuerdas? - preguntó de pronto el gemelo, llevándose a la boca el ultimo resto de dulce. Dohko contestó casi sin pensar.

- Pues si. Es demasiado rápido. No me agrada - contestó el moreno, volteando para observar al gemelo que se lamía los dedos intentando quitarse los restos de caramelo. Por segundos eternos sus ojos sólo fueron capaces de absorber aquella imagen hasta que, avergonzado, se percató de lo que hacía. Desvió la mirada rápidamente, tratando de evitar que el gemelo notara el sonrojo que le cubría las mejillas y de inmediato se puso de pie - En absoluto. De hecho, creo que volveré al Santuario.

- ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! - exclamó Kanon de improviso y sujetando con fuerza la muñeca de Dohko para que no diera otro paso.

Sabía que su voz había sonado inexplicablemente desesperada, sin embargo, en cuanto el chino se puso de pie, supo que aún no estaba preparado para que ese día llegara a término. El desconcierto en los ojos de Libra era evidente y Kanon, de repente, se sintió demasiado avergonzado para intentar sostenerle la mirada. Sin soltar el brazo de Dohko, lo jaló hasta que el moreno estuvo otra vez sentado junto a él.

- A mí me gusta aquí - dijo el griego mirando al frente, un poco incómodo después del exabrupto que acababa de protagonizar - En el Santuario es todo tan monótono que me cansa. Todo sigue el mismo ritmo, como si el tiempo se hubiese detenido. Es enervante, porque vienes aquí y te das cuenta de que afuera pasan tantas cosas al mismo tiempo, y nosotros ni nos enteramos - a medida que hablaba, el gemelo parecía más relajado, como si lo que le decía a Dohko no se lo hubiese dicho nunca antes a otra persona. Libra, que hasta ese entonces miraba como el pulgar de Kanon dibujaba inconcientemente círculos sobre la piel de su muñeca, alzó la vista para estudiar el perfil de Kanon, fascinado con la suavidad que embargaba sus facciones en ese instante. De pronto, luego de una pausa que al chino le pareció de horas, el gemelo frunció el cejo - Nos perdemos de un sinnúmero de cosas importantes y ¿por qué? ¿Por servirle a una diosa caprichosa?

Dohko no sabía si Kanon esperaba una respuesta de su parte y sólo cuando el griego volteó hacia él, decidió que quizás eso era lo que buscaba.

- Sabes que nuestro deber es importante. No somos exactamente iguales a estas personas y eso, desgraciadamente, conlleva soportar la monotonía del Santuario y el renunciar a demasiadas cosas. Aunque sea por servirle a dioses caprichosos - se escuchó murmurar como un autómata y enseguida detestó sus palabras. Eso no era lo que realmente pensaba, pero lo había repetido tantas veces en ocasiones anteriores que ya casi no reflexionaba al decirlo. Kanon parecía tener la misma opinión.

- ¡Oh, por los dioses! No puedes hablar enserio - soltó el geminiano agitando los brazos - ¿No esperarás que te crean eso, cierto? Me decepcionaría si esperas que yo lo haga.

El griego lo miraba con un gesto ligeramente sorprendido y a pesar de todas las cosas que cruzaban su mente en ese momento, Dohko se vio nuevamente guardando silencio. Bajó la mirada reconsiderando sus palabras.

No era lo que creía.

De hecho, no creer en eso era lo que le daba problemas para concebir su misión como santo en esta nueva vida. Sin embargo, se sentía completamente fuera de lugar decir algo distinto, sobretodo cuando, indirectamente, se sentía responsable de guiar a los demás en el camino que significaba servirle a Athena. Era un sentido de responsabilidad que probablemente nunca lo abandonaría y vislumbrarse en aquella contradicción a futuro solía ponerlo de mal humor. Y eso, sumado al movimiento que había a su alrededor, el incipiente dolor de cabeza y el cosquilleo que ahora le recordaba la ausencia de los dedos de Kanon alrededor de su muñeca - más el hecho de que parecía extrañar esa presión - le hacían saber que no regresaría a su templo con el mejor ánimo.

Terminó por cruzarse de brazos y mirar hacia el otro lado, dándole a entender al gemelo que esta vez no obtendría otra respuesta de su parte. Fácilmente pudo sentir sus ojos taladrándole la nuca. Kanon no tenía intenciones de dejar el tema hasta allí.

- Te diré porque ninguno se ha movido del Santuario en estos años - le escuchó decir - Primero; lo que acabas de decir. Lo hemos escuchado tantas veces que, por algún estúpido motivo, nadie ha sido lo suficientemente valiente como para refutarlo. De frente; porque todos lo piensan y la mayoría sólo se queda en eso. Segundo; porque la mayoría son unos inútiles. No saben hacer nada, excepto ser santos de Athena.

- ¿Y te excluyes? - murmuró Dohko sonriendo, más para él que para el gemelo, como si tratara de esconder que escuchaba cada una de sus palabras.

- Claro que si. No me pase todos estos años fuera del Santuario sin hacer nada por mi vida, que te quede claro - dijo Kanon, alzando el pecho orgulloso. Dejó escapar el aire lentamente antes de continuar hablando - Pero la razón más importante, a mi parecer, es que ninguno de nosotros es lo suficientemente fuerte para largarse de aquí. De un modo u otro, siempre terminamos volviendo y creo que eso, de alguna forma, también se relaciona con lo que dijiste.

- ¿A qué te refieres?

Kanon contuvo la respiración unos segundos, no muy seguro de querer expresar lo que sentía al respecto.

- No regresé a pelear en nombre Athena porque me lo hayas pedido - dijo al fin - Ni porque quisiera resarcir mis errores o porque quisiera recuperar a mi hermano. Es decir, todo eso si tuvo mucho que ver, pero no fue la razón principal.

- ¿Y por qué, entonces? - preguntó el moreno con interés. En algún momento, entre que se sentaron al borde de la fuente y llegaron a ese tema, el ruido del pueblo dejo de irritarlo y en ese instante, prácticamente eran sólo ellos dos. Dohko no recordaba haberse sentido tan a gusto desde que fuera revivido.

- Miedo, primordialmente - lanzó el griego sin preámbulos, sorprendiendo al chino en un arranque de sinceridad - Y debilidad. No soy tan fuerte como para saber que tengo el poder, la habilidad o como quieras llamarlo, de proteger a mucha gente, decidir no hacerlo y quedarme muy tranquilo, ignorarlo. No podría.

- ¿Miedo por qué?

- Por lo mismo. Me aterra pensar que si no hago algo para lo que tengo todas las herramientas - luchar en nombre de Athena en este caso - viviré con ese peso, esa culpa el resto de mi vida. Sé que, aunque no lo quiera, me sentiré responsable. O que cada vez que suceda algo, que yo sepa que tiene relación con estas cosas, me diré que, quizás, pude haberlo evitado. Odio decir esto, pero…eso es algo en lo que no quiero parecerme a Saga - murmuró el gemelo con voz queda. Dohko pudo distinguir un ligero tono de reproche en su voz ante la relación con su hermano y sonrió muy levemente; Kanon quizás prefería olvidarlo pero Dohko, habiendo seguido todo el embrollo con Poseidón desde Rozan, sabía que el menor de los gemelos siempre se sentiría responsable de las catástrofes que el dios había generado gracias a él. De la misma forma que Saga se responsabilizaba de lo sucedido en el Santuario mucho antes.

- Ahí tienes la razón al porqué yo sigo aquí después de tantos años. Ese es un miedo que no se te va ni viviendo doscientos años.

Un silencio pesado cayó entre ellos. Para Kanon, era extremadamente desagradable la tensión que estos temas generaban y por eso, huía de ellos ante la señal más minima. Se arrepentía de haber continuado con aquella conversación, sobretodo, porque Dohko - tal vez sin siquiera tener la intención de hacerlo - guió sus palabras hasta que él mismo respondió sus preguntas. No le gustaba cuando el chino hacía eso; lo hacía sentir como un niño preguntando bobadas. Respiró pesado, como poniéndole punto final al problema y trató de volver a entablar una conversación con el moreno. De otro modo, no diría nunca lo que realmente había ido a decirle.

- Me gusta el desorden de esta ciudad - dijo, como si hablara del clima y alzando las cejas mientras daba otro vistazo a los alrededores. Escuchó a Dohko reír suavemente. Una buena señal.

- Eso es porque te encanta el caos.

- ¡No es cierto!

- Kanon, desde niño lo único que has hecho es poner todo patas arriba. No puedes negar que es el caos lo que te gusta de este lugar.

- De acuerdo, quizás me gusta desordenar un poco las cosas de vez en cuando - terminó por aceptar el gemelo - Pero no es precisamente por eso que me gusta este lugar. Vengo aquí de vez en cuando, a veces varios días seguidos. Me gusta ver como actúan las personas que no tienen responsabilidades como nosotros. Me gusta ver como se inventan problemas de la nada. A veces, hasta les invento una historia.

Dohko volteó a mirar al griego con una expresión extrañada adornándole el rostro. Esa era otra cosa que no esperaba escuchar del griego. Kanon miraba hacia el lado contrario, estirando el cuello mientras buscaba algo en la multitud y el moreno no perdía de vista ninguno de sus gestos. Siendo sincero, se sentía fascinado con cada nueva faceta que descubría del gemelo. Conocía muy bien a Kanon, santo de Géminis y guerrero de élite, pero tenía que aceptar que de Kanon, el muchacho que había vivido exiliado del Santuario por más de diez años, no sabía nada. Y para él, estudiar algo desconocido siempre era un desafío que no podía rechazar. En ese momento, Kanon giró buscándolo, con una sonrisa divertida curvándole los labios y la excitación haciendo brillar sus ojos.

- Mira…- le dijo atrayéndolo un poco hacia él para indicarle lo que había llamado su atención -…si te fijas bien, hay puntos donde el alboroto de la ciudad se detiene. Son como…las rocas que detienen el cause de un río en determinados lugares. Por si se te hace más familiar.

Dohko prefirió ignorar las bromas de Kanon y se concentró en obviar que estaban demasiado cerca para su comodidad, prestando atención a cada lugar que el griego apuntaba con el dedo.

- Ella, por ejemplo - apuntó a una jovencita sentada en un banco del parque frente a ellos, con un libro en las manos - Creo que viene cada día después de clases. Cada vez que la veo hace lo mismo. Se compra un café en la cafetería de la vuelta, elije un banco, se pone los audífonos y se olvida del mundo por un rato. Entre el café, la música y el libro hace una burbuja que la separa del apuro del resto, que camina a tropezones frente a sus narices.

Enseguida, Kanon apuntó al muchacho que vendía los algodones de azúcar, no lejos de allí.

- Él…está perdidamente enamorado de ella - dijo, indicando con la cabeza a la muchacha de la que había hablado primero - Van a la misma escuela pero hoy, él no fue a clases. Le ayuda a su padre vendiendo dulces. Su padre está enfermo y tiene una hermana pequeña que quiere ser abogada, así que prefiere perder clases para que puedan pagarle la escuela a su hermana.

- ¿Cómo sabes que está enamorado de ella? - preguntó Dohko, atrapado con las historias de Kanon. Era probable que el gemelo estuviese inventando todo pero aún así se le hacía entretenido.

- ¡Míralo! Cada dos segundos la mira como si temiese que se fuera a ir de un momento a otro - contestó Kanon y añadió sonriendo - Cada vez que coinciden ambos en el parque, se despide regalándole un algodón de azúcar. De seguro, ella se lo retribuye prestándole las notas de la escuela y el pobre lo único que quiere es invitarla a salir.

- De haber sabido que tenías un lado tan blandito, no me habría esforzado tanto en convencerte para que lucharas contra Hades - susurró Dohko y Kanon le picó el costado con un dedo, en señal de venganza.

- Muy gracioso - gruñó el gemelo e inmediatamente se dio vuelta, apuntando al lado contrario - ¡Ah! Mira el tipo de ahí. Trabaja en esas oficinas de por allá. Todo el día. Baja un par de veces al día a fumarse un cigarrillo, habla por teléfono un par de segundos y después sigue fumando, con la mirada fija en el suelo. Mi teoría es que, o tiene problemas en casa o acaba de perder a alguien y se evade trabajando. Todos ellos deciden detener el ritmo desbocado de este lugar por un par de minutos. Igual que nosotros ahora. Tantos contrastes en un solo lugar es lo que me hace salir del Santuario tan seguido. Insisto, allá esto no sucede en absoluto.

Ambos recuperaron su posición inicial y Kanon cerró los ojos, aspirando el aire húmedo debido a la fuente. Gotitas de sudor le perlaban la piel y se pasaba la lengua sobre los labios cada tanto, intentando humedecerlos. Aunque Dohko podría jurar que sólo lo hacía para provocarlo. Ya había perdido la cuenta del número de veces en que se había obligado a desviar la vista, el beso que Kanon le había dado aquella mañana pareciéndole demasiado lejano como para evitar que sus ojos insistieran en posarse sobre los labios del griego contra su voluntad. A su lado, el gemelo suspiró.

- Además, este lugar tiene los mejores helados artesanales del mundo y estoy muriéndome por tomar uno - dijo Kanon poniéndose de pie - El único problema es que abren demasiado tarde.

Dohko rodó los ojos y se pellizco el puente de la nariz en un intento por guardar la compostura.

- Todo lo que acabas de decirme… ¿lo inventaste para pasar el tiempo, verdad?

- Acabas de ganarte un helado - sonrió inocentemente el gemelo - Aunque lo del chico si es verdad. Todo. Ahora, anda, levántate. No quiero hacer cola dos horas para poder tener mi helado.

***

Talvez media hora después, Dohko miraba receloso su helado, revolviéndolo con la cucharilla de plástico mientras Kanon lo guiaba a un claro a las afueras del pueblo.

- ¿Sabes? Saben mucho mejor si te los comes antes de que se derritan - murmuró el gemelo al tiempo que se sentaba bajo un frondoso árbol. Alzó la vista para observar al moreno, que seguía sin estar muy convencido de querer arriesgar su vida probando el mentado helado. Recién entonces cayó en cuenta de que lo había elegido al azar y le ofreció el suyo - Lo siento. No sé porque pensé que te gustaría el helado de vainilla. Quizás el de chocolate te parezca más apetitoso.

- No, está bien - susurró Dohko, sonando un poco avergonzado - Es sólo que…

Kanon alzó una ceja, mirándolo con sorpresa.

- ¿No irás a decirme que es primera vez que comes esto? - el chino carraspeó y se sentó junto a Kanon únicamente para tener algo que hacer - ¡Por todos los dioses! ¿Qué demonios has estado haciendo todo este tiempo? ¿Viviendo en una cueva?

Dohko frunció el entrecejo y apretó los labios.

- En una cascada, en realidad - gruñó, ignorando la mirada arrepentida del griego - Y, digamos que soy de esos que no saben hacer muy bien nada que no tenga que ver con guerras o con formar guerreros.

- No quise decir eso.

- Déjalo, Kanon.

Libra volvió a concentrarse en juguetear con su helado, sacando pequeñas cantidades con la cuchara para luego volverlas a revolver en el vasito, sin terminar de decidirse a darle una probada. En medio de aquella tarea, pudo sentir la intensa mirada del gemelo sobre él y sin siquiera intentar evitarlo, levantó el rostro para toparse con la expresión maravillada del griego y una sonrisa enorme adornándole las facciones.

- ¿Qué?

- Si supieses lo infantil que te ves haciendo eso, te reirías de ti mismo.

- ¡Cielos! ¿No puedes estar diez minutos sin burlarte de mí? - resopló el chino, apoyando la espalda contra el tronco del árbol, que resultó ser una efectiva protección contra el sol a esas horas. Kanon aprovechó la ocasión para robarle una cucharada de su helado y negó con la cabeza, sus ojos verdes fijos en el perfil de Dohko.

- No. Tengo tendencia a hacer esas cosas cuando estoy nervioso - balbuceó con la cucharilla en la boca. Dohko ahogó una carcajada

- ¿Y por qué habrías de estar nervioso? - preguntó. Entre conversaciones y discusiones con el gemelo, el moreno parecía haber olvidado que hace un par de horas, el nerviosismo había demorado su paso por el tercer templo en, al menos, el doble del tiempo que normalmente requería.

Y al parecer, Kanon tenía todas las intenciones de recordárselo. En un parpadeo, el gemelo se adueñaba delicadamente de sus labios y al siguiente, Dohko se encontraba saboreando su helado a través de la lengua del griego. Kanon se separó apenas del sorprendido guerrero, lo suficiente para que sus labios rozaran los del moreno al hablar.

- Llevo toda la mañana deseando hacer eso de nuevo - murmuró, su aliento cálido generando leves estremecimientos en la piel de Dohko. El chino tragó pesado.

- Creo que me estoy sintiendo un poco nervioso ahora mismo - masculló y Kanon reaccionó alejándose hasta estar sentado sobre sus talones.

Ninguno abrió la boca por un par de segundos, hasta que el gemelo tomó otra cucharadita del helado de vainilla y llevándosela a la boca, volvió a sentarse con la espalda contra el árbol.

- Mejor te comes eso de una vez. No dejará de derretirse en lo que te decides a probarlo.

Y siguió comiendo lo que quedaba de su propio helado. Mientras, Dohko intentaba que el corazón dejara de palpitarle en la garganta. Se sentía nervioso y confundido otra vez, y la cercanía del gemelo no hacía nada por relajarlo. En un impulso, casi le pide al muchacho que se ponga a parlotear de nuevo. Todo, con tal de romper lo más pronto posible el mutismo en que ambos cayeron a continuación. Sin embargo, se mantuvo con la boca cerrada hasta que minutos después, viendo que Kanon estaba mucho más concentrado en raspar los restos de helado de su vaso que en buscar un tema de conversación, decidió ser quien tomara las riendas. Para variar.

- ¿Qué es todo eso que compraste? - preguntó al fin, apuntando con un pie dos bolsas junto a Kanon. Dohko creyó verlo resoplar, casi decepcionado, antes de estirarse para poner las bolsas a la sombra.

- Dulces. Y chocolates - contestó el peliazul - Los chocolates son míos. Los dulces son para los niños del refugio. Son imprescindibles cuando no quieren hacerte caso.

- ¿Y funcionan?

Kanon volteó a ver al moreno de reojo, curioso al escuchar su voz sonando un poco apagada. Lo descubrió quitándose la cucharilla de la boca y saboreando concentradamente el helado.

- De maravilla - contestó, sonriendo cuando el chino tomó otra cucharada - ¿Y? ¿Qué te parece?

- Puede llegar a gustarme - murmuró Dohko, escondiendo una sonrisa.

Kanon rió agitando la cabeza y se acomodó hasta tenderse sobre el pasto, apoyando la nuca contra la pierna de Dohko. Libra se inclinó levemente sobre él, escudriñándolo con los ojos entrecerrados.

- ¿Qué haces?

- De acuerdo, creo que tenemos que hablar de esto - musitó el gemelo, levantándose y sentándose frente a Dohko, buscando las palabras adecuadas para ponerle nombre a lo que sucedía entre ellos.

- Espera un minuto. ¿De qué “esto” hablas exactamente? - tartamudeó el chino. No se sentía listo para discutir el tema. Sobretodo porque no sabía que pensar, no tenía idea de hacia donde iban las cosas y se había pasado el día esforzándose por controlar los impulsos que le rogaban dejar de negar lo que el griego le provocaba.

- Pues…esto - decía Kanon, rodando los ojos y dejando caer los hombros en señal de derrota - Tú. Yo. Nosotros. Y lo de la otra noche. No puedo creer que me hagas decir todo esto.

- Kanon, no es necesario que…

Dohko no pudo terminar de hablar, el geminiano impidiéndoselo al callarlo con un beso. Tomado por sorpresa una vez más, el chino se vio tentado a besarlo de vuelta, pero terminó por apartar al muchacho con un ligero empujón. Hizo su mejor esfuerzo para hablarle con voz firme, enfatizando sus palabras con la mirada más dura que pudo poner en cuestión de segundos.

- Basta.

- ¡A eso me refiero! - bufó Kanon, mirándolo con incredulidad. Dohko permanecía impasible, pero sabía que no se sentía cómodo. Él mismo sentía que los nervios se lo comían por dentro, sin embargo, ya había tomado una decisión y la seguiría hasta el final, a pesar de los riesgos que estaba corriendo. Cuando el moreno siguió en silencio, optó por hablar - Hablar de esto no se me hace más fácil que a ti, pero estoy tan confundido que está empezando a molestarme. Si te beso, por un segundo me respondes y después, o me alejas o me evitas. Y por momentos, pareciera que me buscas. Entonces, ¿cómo demonios se supone que tengo que actuar? Porque a ratos siento que lo estoy haciendo bien y de pronto, de un momento a otro, siento que estoy metiendo la pata. ¡Necesito que me digas algo!

Kanon no había reparado en la expresión de Dohko mientras hablaba, pero ahora que cerraba la boca y lo urgía a responderle, clavándole una mirada que bordeaba la molestia, lo podía ver tragando con dificultad, desviando la mirada hacia un costado y perdiendo la dureza en sus facciones. La expresión de sus ojos era, a lo menos, aproblemada.

El chino contuvo la respiración unos instantes antes de exhalar pausadamente. Se pasó una mano por el rostro en un gesto agobiado y se despejó la frente, pasándose los dedos por el cabello desordenado. ¿Qué se suponía que debía responderle a Kanon? No podía decirle que no había significado nada, porque para él si lo había hecho. De lo contrario, no llevaría días atormentándose con ello. Aunque no sabía si para el gemelo la situación sería igual.

- ¿No puedes dejar de pensar tanto las cosas, por lo menos una vez en tu vida? - escuchó que el griego le preguntaba luego de unos minutos de silencio. Giró hacia él, pero Kanon bajó la mirada tan pronto lo hizo - ¿Por qué le das tantas vueltas? Quiero decir…no puede ser tan difícil dejar que las cosas vayan pasando a su ritmo, ver a dónde llegan por su cuenta. ¿Qué hay de malo en eso?

Dohko sonrió al escucharlo. Podría contarle la verdad de lo que había sucedido cuando era más joven y quizás, así, el muchacho podría entender porque le daba tantas vueltas. Podría decirle que era la viva imagen de aquel del que se había enamorado perdidamente cuando era un muchachito. Que probablemente nunca había dejado de amarlo, a pesar del tiempo que había pasado. Que quizás por eso había terminado teniendo sexo con él hace un par de días. Porque talvez seguía enamorado de alguien que no era más que un recuerdo, pero que había extrañado por demasiado tiempo, y que de pronto, apareció él, luciendo tan igual pero siendo tan diferente al mismo tiempo, haciéndole imposible mantener dormidos aquellos sentimientos. Era lo que se preguntaba constantemente. ¿Usaba a Kanon para sacarse de encima el recuerdo de Defteros? Sabía que eran demasiado distintos, pero ¿y si inconcientemente todo había sucedido por ese motivo? Cada vez que se respondía que no, se preguntaba si estaba realmente seguro. Y reconsiderándolo, no podía responder con total convicción. Cada vez que su respuesta era afirmativa, terminaba diciéndose que eso era tremendamente injusto para el griego que, en esos momentos, jugueteaba con el pasto que acababa de arrancar.

- ¿Y si no nos lleva a nada? - preguntó Dohko por fin, recostando nuevamente la cabeza contra el árbol. Talvez saber que pensaba Kanon al respecto podría aclararle las ideas - ¿Y si fue cosa del momento y nos estamos machacando los sesos inútilmente tratando de encontrarle más razón que esa?

- ¿Y si fuese así, qué? - cuestionó Kanon, echando una mirada distraída a los alrededores. Dohko suspiró en respuesta, atrayendo nuevamente la atención del griego, que gruñó fastidiado - ¡Dioses! A ti no hay cómo darte en el gusto.

El moreno dio un respingo cuando el gemelo lo sujetó por los hombros, sacudiéndolo ligeramente para obligarlo a prestarle atención.

- Ten por seguro que si hubiese querido un revolcón de una noche, primero, no te habría buscado a ti. Segundo, no me habría quedado la noche. Tercero, no estaría aquí en estos momentos - dijo Kanon, tratando de zanjar el asunto de una vez.

Dohko, sin la determinación que solía caracterizarlo, intentó alejar al griego, pero el muchacho se lo impidió, sujetándole el rostro con ambas manos y clavando sus ojos relampagueantes en los suyos. Kanon iba a continuar hablando con la misma firmeza, sin embargo, titubeó al ver la angustia que bullía en las pupilas de Libra. Tomó aire lentamente y se dio el lujo de avergonzarse por lo iba a admitir a continuación.

- Me gustas, ¿de acuerdo? - susurró con suavidad. Dohko abrió los ojos sorprendido, pero casi de inmediato, los cerró con fuerza y dejó escapar el aire en un suspiro tembloroso. Kanon podía sentir las manos del chino temblando al sujetarle las muñecas. Por algún motivo, Dohko parecía afectado al escuchar sus palabras y él sólo podía imaginarse la razón exacta. Acercó su rostro al del moreno hasta que sus labios casi rozaron los de Dohko y sonrió, seguro de que el otro santo lo notaría - No sé que es lo que tienes, pero me gustas. Y me siento tranquilo estando cerca de ti. Eso no me pasa seguido, así que tiene que significar algo - rió despacio y le besó, apenas, la comisura de los labios - Quiero ver a dónde nos lleva esto, quiero descubrir si hay algo más aquí - le acarició las mejillas con los pulgares, intentando relajarlo - Pero necesito saber si ambos queremos lo mismo. De otro modo…dímelo y prometo que te dejaré en paz.

Sin saber cómo, Dohko se las arregló para enredar los dedos en el cabello de Kanon y buscar a tientas la boca del gemelo. Lo besó, dudoso al principio, como si él mismo buscase convencerse de que quería arriesgarse a creer lo que el griego le decía. De algún modo, la noción de que Kanon cumpliría su palabra y lo dejaría tranquilo si él no decía nada en ese instante, lo impulsó a actuar, presa del temor inexplicable que le daba perderlo definitivamente. Luego, lo besó con más fuerza, desesperado tratando de callar la voz que, en su mente, preguntaba incansable si ese temor no era más que la terquedad de evitar que el recuerdo de Defteros se esfumara de una buena vez.

Se tranquilizó al notar que Kanon le respondía con calma, con sus manos deslizándose por sus costados en un gesto que descubrió reconfortante y que, contrario a lo que habría esperado, no intentaba atraerlo más cerca. Terminó hundiendo la nariz en el cuello del gemelo, respirando agitado y crispando sus dedos en la camiseta del muchacho, manteniéndolo cerca. Se sentía horriblemente fatigado y muy a su pesar, totalmente a merced del griego. Estaba demasiado cansado para seguir buscando la mejor respuesta y cabía la posibilidad de que ni siquiera existiese. Por otro lado, no le quedaba más que admitir que se sentía a gusto entre los brazos del griego. Al parecer, no le quedaría otra que cerrar los ojos y saltar al vacío, fuese cual fuese el resultado. Lo único que deseaba, era no lamentarlo después.

Minutos después, habiendo controlado su respiración, notó que las manos de Kanon se habían quedado inmóviles sobre caderas y que el peliazul había recargado la mejilla sobre su cabeza, hundiendo la nariz entre sus cabellos y esperando pacientemente que se dignara a dar una respuesta. Suspirando profundo, decidió que se la había ganado.

- Está bien - murmuró, sentándose sobre sus talones. Se rascó la nuca, arrugando las cejas en un gesto poco decidido, pero luego miró a Kanon directo a los ojos, sólo para asegurarle al gemelo que hablaba en serio, y agregó con voz decidida - Quiero intentarlo. Es decir, creo que es obvio que me gustas, sobretodo tratándose de mí, y no eres idiota, así que lo sabes muy bien - el griego tuvo el descaro de sonreírle inocentemente - Así que quiero intentarlo.

La sonrisa de Kanon se amplió aún más.

- Sabía que el helado funcionaría - Dohko rodó los ojos y se palmeó la frente, dispuesto a retirar lo que acababa de decir, sin embargo, Kanon lo interrumpió riendo - ¡No, no, no! ¡No puedes arrepentirte ahora!

Y gateó hacia el chino, quitándole la mano del rostro para descubrir que sonreía. Casi con parsimonia, le dio un suave beso. Como si estuviesen cerrando un trato.

- ¿Sabes que no es buena idea que Shion se entere de esto, verdad? - le preguntó Dohko segundos después, su semblante tornándose serio de un momento a otro - Al menos por el momento. Porque si lo hace, creo que te meterás en un par de problemas.

- Tu amigo y sus obsesiones sobre-protectoras contigo me tienen sin cuidado - masculló Kanon besándolo otra vez - Y sea como sea, siempre, ¡Siempre!, termino metiéndome en problemas con él.

Mientras se ponía de pie de un salto, Kanon escuchó que Dohko se carcajeaba dándole la razón. Después de todo, era cierto. Lo que acababa de hacer no estaba ni siquiera contemplado como una posibilidad dentro del plan y más de un regaño se ganaría por eso. Lo bueno era que Dohko no tenía intenciones de decírselo a Shion y mientras se mantuviese en secreto, no debería tener de que preocuparse. Al menos, eso era lo que esperaba.

- ¿Qué dices de…cine y palomitas ahora? - preguntó el griego, tendiéndole una mano al moreno que lo miraba recostado desde el suelo, enarcando una ceja - ¡Vamos! ¿Un paseo por Rodorio hablando cosas sin importancia? ¿Un helado y una declaración bajo un árbol en un día asquerosamente caluroso, con besos incluidos? Sería el broche de oro para una cita totalmente cliché, no tienes como negarlo.

Dohko negó con la cabeza, sonriendo, pero aún así aceptó la mano que el gemelo le ofrecía.

- Creo que ves demasiadas películas para adolescentes - dijo, caminando junto al muchacho de vuelta al pueblo.

Kanon le pasó el brazo por los hombros y le dio un sonoro beso en la mejilla.

- No es cierto.

Tuvo que alejarse de golpe para evitar los manotazos que el moreno le lanzó en venganza y no pudo evitar reírse hasta que le dolió el estómago al verlo refregarse la cara con asco. Dohko puede no haber estado muy seguro al decirle que quería intentar esta relación con él, pero Kanon le agradecería a quien fuese necesario por ello. Cuando le dijo al chino que se sentía tranquilo con él, nunca había sido más honesto. Y si le hubiese dicho que no recordaba haber estado tan contento desde que era un niño, no habría mentido en absoluto. Pero esa era una de las cosas que prefería mantener sólo para él. Egoísta como solía ser, sabía que así tendría mucho más valor y probablemente, duraría más tiempo.

***

Era ya entrada la noche cuando regresó a Géminis y si hubiese dependido completamente de él, el día no habría terminado aún. Sin embargo, debía admitir que, considerando todo lo que había sucedido ese día, había sido una jornada agotadora, emocionalmente hablando. Hacia años que no demostraba sus sentimientos tan abiertamente y el cansancio que eso había traído consigo, había comenzado a hacerse notorio un par de horas antes, en forma de bostezos que se repetían cada vez con más frecuencia y una que otra ocasión en que se refregó los ojos en un intento desesperado por mantenerse despierto. Dohko no se hizo mayor problema. Aprovechando que algo había llamado la atención de Kanon, apoyó la cabeza contra su hombro y se dedicó a dormitar, completamente relajado. Kanon se había visto tentado a despertarlo varias veces, pero sabía que las noches anteriores no había dormido bien, así que lo dejó. Cuando el sueño comenzó a vencerlo también, lo sacudió un par de veces, hasta que Dohko logró mantener los ojos abiertos el tiempo suficiente como para que el gemelo se despidiese como correspondía.

El griego nunca imagino que hacerlo sería tan difícil.

Descubrió que medio dormido, Dohko era puro instinto. Nada de pensar y pensar cada cosa que hacia y así, el chino se pasó casi una hora besándolo con torpeza, a un ritmo tan aletargado que Kanon sentía que los huesos se le harían agua si seguía lamiéndole los labios tan despacio, y que no sería capaz de levantarse de allí en un par de días. No quería hacerlo.

A regañadientes, se separó del moreno, con la promesa de encontrarse con él al día siguiente, y abandonó Libra lo más rápido que pudo, consciente de que si permanecía más tiempo allí, no sería capaz de controlar las ansias de meterle las manos bajo la camiseta. Ansias que llevaba gran parte del día reprimiendo.

Sonrió fugazmente antes de entrar al tercer templo. Se había divertido como nunca. Las horas se le habían pasado volando y se sentía tan contento, que todas sus preocupaciones parecían no tener importancia alguna.

- ¿Dónde demonios has estado? ¡Me pase el día buscándote como imbécil por todo el Santuario!

Casi todas.

Saga se oía molesto. Sin embargo, cuando le puso los ojos encima, notó que su voz contrastaba con la expresión intrigada de su rostro. Probablemente, se debía a la sonrisita estúpida que no había podido quitarse de la boca desde que saliera de Libra.

- Estuve en el pueblo.

- ¿Todo el día? - le cuestionó su gemelo, no muy convencido - ¿Qué hay de interesante en el pueblo como para estar allí tanto tiempo?

Kanon reflexionó unos segundos, sólo para darle en el gusto a su hermano.

- Nada, la verdad - dijo encogiéndose de hombros - Pero estoy muerto. Me voy a la cama.

Bostezó para darle énfasis a sus palabras y se dirigió a su cuarto, pasando junto a Saga con un ademán con el que acostumbraban darse las buenas noches, sin embargo, Saga lo detuvo, tomándolo del brazo.

- No estuve buscándote todo el día porque si, ¿sabes? - Kanon le devolvió una mirada interrogante - Ven conmigo.

El mayor lo arrastró por los pasillos del templo hasta llegar a uno de los pasadizos ocultos en él. Kanon, que hasta ese momento lo había seguido dócilmente, se detuvo en seco.

- ¿Dónde vamos? - preguntó con desconfianza, obteniendo como respuesta un fuerte tirón por parte de su gemelo, obligándolo a seguirlo - ¡Saga!

- Milo quiere celebrar el cumpleaños de Camus - fue la única excusa que se le ocurrió en ese momento.

- ¡El cumpleaños de Camus fue hace meses! - replicó exasperado el menor.

- ¡Lo sé! - gimió Saga, sin detenerse. Daba gracias que Kanon pusiese más esfuerzos en comprender las ridiculeces que le decía que en evitar que lo siguiese arrastrando por el pasadizo - Asumo que es una excusa para beber algo y divertirse un poco.

- Saga, estoy cansado. Quiero irme a dormir - murmuró Kanon, frenando de golpe y logrando que Saga se detuviese y lo enfrentara.

- Sólo acompáñame un momento, ¿de acuerdo? - si el mayor se veía forzado a rogarle, lo haría. Hasta jugaría sucio, de ser necesario - No me siento muy cómodo sólo con Milo y Camus en la habitación. Menos si cabe la posibilidad de que alguno termine hablando más de la cuenta.

- ¿Y crees qué conmigo allí va a ser diferente? ¿¡Conmigo!? - Saga empuñó las manos. No había sido una elección demasiado inteligente usar ese tema como excusa. - ¿Por qué no le pides a Aioros que te acompañe?

- Ya estamos aquí, no te cuesta nada.

Kanon no se había percatado de que ya se encontraban a metros de Escorpio. Miró a sus espaldas, preguntándose cómo habían llegado allí tan rápido y arrugó las cejas al mirar a Saga nuevamente, que se encogía de hombros acusando inocencia. De seguro el mal nacido los había transportado hasta allí mientras él se preocupaba de discutir. Suspiró derrotado. Al menos podría disfrutar la velada. O quedarse dormido con la frente estampada en la mesa. Lo que ocurriese primero.

- Está bien.

- Sabía que podía contar contigo.

TBC

- Cap. 15 - // - Cap. 17 -

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