Luna llena en Aries.
Mariana yacía en el suelo. Rogaba. Imploraba. Se aferraba. La bota de Miguel, negra y pesada, se movía, quería volar. Ella imprimía todas sus fuerzas en mantenerse en el suelo. En mantener, en conservar
su mano larga sobre su cabello castaño que finalmente crecía después del último ataque de nervios hacía mes y medio
su lengua suave humectar el tatuaje de piscis en su pierna antes de llegar
su torso delgado caído sobre su pecho, fatigado del movimiento
que simula las olas
y el mar
sus pies huesudos
que se encogen en éxtasis
que fríos en las noches
se enroscaban en las sábanas hasta amanecer.
su cuello, pálido
que rodeaba con sus manos y apretaba mientras decía
te amo más de lo que puedo soportar.
sus ojeras abultadas
ocasionadas por el llanto y la soledad acompañada
el estar y no estar
sus cabellos azabaches revueltos e incontrolables
que acariciaba en las tardes
después de des-ayunar.
No puede dejarlo ir. Aun cuando el nudo en su garganta debilita su agarre, el mundo le dé vueltas y tambalee en cada paso, mire cuatro pies y no sea un gato sigiloso.
Aun así, Mariana se aferra y él voltea indiferente, voltea fastidiado, asqueado, seguro estuvo con alguien más. Sacude su pie, la zarandea y arrastra hasta compadecerse de la rodilla hinchada, de los ojos rojos, y en su mutua embriaguez la levanta, la abraza, le dice está bien, te amo, vamos a casa, estamos bien.
Y la lleva, seca sus lágrimas, sólo para revivirlas en su propio cuerpo y pide disculpas porque es un idiota, celoso, la quiere sólo para sí y ella sólo coquetea, busca recordarle que tiene una mujer valiosa y anhelada, y sólo sufre pensando en su cuerpo frágil sobre alguien más y la besa y acaricia sus brazos congelados y la abraza hasta juntar sus huesos rotos.
Promete cambiar promete no mirar a alguien más promete no beber promete no engañar. Mariana suspira, asiente, ella es la elegida, aliviada, ella es la luna y la culpa, es siempre luna en Aries, ansiosa, todo vuelve a empezar.
es la luna llena en Aries
el inicio después del otoño,
es el ímpetu de siempre
es el sentir
es lo real
es fuego
que no
puede
cesar
y la destruye
los destruye
y el alcohol solo lo aviva
así como el largo beso
y cada
impulsiva
herida
aquí