Título: Me agarraste por dentro (fuerte)
Fandom: Sé lo que hicisteis.
Pairing: M2 (Ángel/Dani)
Rating: NC-17.
Resumen: Ángel y Dani queriéndose cotidianamente en viñetas de tres párrafos. :D
Notas: Estoy bastante satisfecha con éste. Tenía que sacarme la espinita de un M2 en la que se quisiesen de esta forma. ¡Espero que os guste!
Me agarraste por dentro (fuerte)
Ángel toma el café con un terrón de azúcar y un chorrito de leche. No mucha, porque le gusta sentir el sabor del café en el paladar y lo necesita para ponerse en marcha por las mañanas.
Cuando llega a la redacción, lo primero que hace es ponerse uno de esos cafés. Y como él siempre llega antes que Dani, a veces, si sabe que llegará antes de lo habitual, le prepara otro para él. Dani lo bebe con mucha leche y tres terrones de azúcar, porque es igual que un crío: si no hay azúcar, no es digno de atención. Cuando llega, lo primero que hace es saludar a todo el mundo, dejar sus cosas en un rincón y sentarse frente al ordenador.
Entonces es cuando Ángel pasa tras él, cuando Dani llega temprano, para sentarse en su propio ordenador, que es el contiguo. Deja la taza sobre la mesa y le revuelve el pelo y a veces se saludan así, con los dedos de Ángel entre los mechones de Dani. No hay nada más cómodo en el mundo.
Se pasan las horas metidos en el piso del otro. El de Dani no está mal, aunque a veces la ropa sucia se amontona en un rincón de su habitación hasta alcanzar la altura de Ángel. Entonces él le insulta sin veneno “venga, cerdo, arregla la pocilga”, y Dani acaba haciendo la colada a regañadientes, antes de echar un número inconfesable de partidas de Mortal Kombat 9 con varios botellines de cerveza. Y luego está el piso de Ángel, que no es demasiado grande pero está bastante bien. También está el hecho de que el sofá de su salón es prácticamente el lugar favorito de Dani, así que pasan mucho tiempo allí.
Sí, francamente mucho tiempo.
Al principio, a Ángel le costaba conciliar la idea de que un tío tuviera la necesidad de sobar constantemente a otras personas y por eso cuando Dani empezó la lenta conquista de su salón, defendía su lado del sofá como los galos. Ahora ya sabe que da igual cómo se sienten, porque siempre acaban igual: con Dani ocupando más de medio sofá, él en un rincón y las piernas enredadas, a veces por peleas inofensivas, otras por simple costumbre.
La primera vez que se besan, están tan borrachos que Ángel tiene problemas para caminar y respirar a la vez. Dani lleva puesta esa sonrisa peligrosa toda la noche, enseñando los colmillos con descaro. Recuerdan muchos tugurios oscuros, bares insalubres de las calles de Madrid y el frío que hacía aquella noche. A Dani le suena que fue al acabar el invierno. Ángel sabe con certeza que fue en marzo, pero no lo admitirá jamás.
Había decidido que la última se la tomaban en su casa, con toda la determinación que otorgan las borracheras monumentales. Logró arrastrar a Dani hasta el rellano de su piso y cuando estaban allí, frente a la puerta de entrada, habló. A Dani le hacía gracia cómo le resbalaban las consonantes en la lengua y pensó que igual sería buena idea ver cómo sabían en su paladar.
Las recogió, una a una, con su propia lengua y mucha saliva. Se besaron un poco desesperados, ahogados, sin coordinación ni técnica, pero más calientes de lo que recuerdan en sus vidas. Ángel pensaba que todo esto estaba muy mal, porque era su colega y se estaba frotando contra su muslo, pero era demasiado bueno para siquiera pensar en parar. En cambio Dani sólo podía procesar que estaba caliente, metiéndole la lengua en la boca a su mejor amigo, que al parecer era jodidamente guapo, y cómo no se había enterado antes, era un misterio.
(Aquel primer beso fueron muchos más en el sofá de Ángel. Fueron más líquidos y más profundos y hubo gemidos desde el fondo de la garganta. Se besaron borrachos y torpes, como si tuviesen quince años, sin tocarse por debajo de la cintura. Se quedaron dormidos en los rincones del otro y Ángel despertó con Dani por todas partes.)
A veces Dani llega a casa de Ángel de repente y le pilla hablando por teléfono con Barcelona. Habla catalán de capital, con sus os bien abiertas y su acento marcado. Se tumba en el sofá, porque no se ha dado cuenta de que está allí, y contempla cómo mira por la ventana.
Ángel tiene arruguitas alrededor de los ojos cuando se ríe. Y vale, está perdiendo pelo, pero tiene unos brazos que te cagas. Dani se siente un poco adolescente, porque no está bien que con treinta tacos haya mariposas en el estómago y las virtudes de tu Julieta sean lo que arreglen un día de mierda. O Romeo. Bueno, habrá lo que él diga que haya y punto.
- Adéu, adéu.
Cuando Ángel cuelga y le ve allí, le manda a cagar primero y luego le dice, aún en catalán, que compre cerveza o esta noche no habrá premio, noi.
A veces no pueden evitarlo y hacen locuras porque los parieron así. Porque el cerebro de Dani es una máquina de gilipolleces brillantes y el de Ángel, una bomba de relojería.
- Dani, ¿me quieres recordar por qué ésta es una buena idea?
- ¿Porque es mía?
- Me cago en la leche, si es que soy imbécil.
Las Vegas brilla a todo color y un Elvis enfundado en su traje blanco les hace señas para que pasen. En la capilla, la última pareja de recién casados se tambalea para alcanzar el último banco sin morir en el intento. Ángel llega frente al cura con el ceño fruncido, porque nunca admitirá que a él también le pareció una buena idea, y Dani es todo sonrisa, con sus dientes blancos y el ridículo brillo emocionado en sus ojos. A ambos les tiembla la voz cuando dicen “Yes, yes, venga” y “I do, que hay que ser solemne, Ángel”. El viejo del alzacuellos de pega los mira con una sonrisa rara.
Dani empieza a vivir (otra vez) en el piso de Ángel sin darse cuenta. Tiene cosas allí. Tiene un cepillo de dientes y un pijama, por si acaso. Si necesita calzoncillos, se los pide prestados, porque ya es demasiado tarde para andarse con remilgos. Y luego cada vez hay más cosas de Dani en el apartamento.
- Joder, ¿qué es esto?
Una tarde, Ángel está solo en casa y lee en el sofá, cuando algo duro se le clava en la espalda al cambiar de postura. Está incrustado entre los cojines y resulta difícil sacarlo de allí, pero finalmente lo logra. No me jodas, Daniel Mateo. Es una cajita de CD, de los noventa claramente, con una portada hortera como ella sola. En letras amarillas, un rótulo gigantesco: “Nino Bravo: Grandes Éxitos”. No me jodas.
Cuando follan, no hay preguntas. Ni al principio, ni después. Para qué arruinarlo con palabras si pueden abrirse en canal sin explicaciones.
(Hay gemidos. Hay roces y jadeos y a veces Dani sí habla, porque es Dani y eso de estarse callado nunca se le ha dado bien. A veces le dice “venga, venga” y otras “más, ahí” y a veces maldice, y eso a Ángel le pone mucho. Dani aprieta los dientes y masculla “joder, Ángel, hostia puta, qué cabrón” y envía impulsos eléctricos a todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo y tiene que haber más. Más fricción, más gemidos, más fuerte, más rápido, para que Dani no piense que Ángel es un cabrón.)
Hay tres palabras que Ángel se permite decir durante el sexo. Son las únicas que se le vienen a la cabeza cuando está en la cama con Dani y están sudando y moviéndose a un ritmo demencial. Tres palabras que se reserva para el final, cuando son dos pesos muertos sobre el colchón y las respiraciones aún están agitadas. “Dani, Dani, Dani, Dani… joder, noi”.
- Venga, Dani, no fastidies…
- ¡Que te digo que la había dejado aquí!
- Lo que no entiendo es por qué tienes que usar la mía.
- ¡Porque la mía está en mi casa!
- Si ya más o menos vives aquí, no me fastidies.
Hay un silencio.
- Da igual, ya nos afeitaremos mañana. Eso sí: tráete las cuchillas. Bueno, y todo lo que quede en tu piso, qué remedio.
Ahora desayunan juntos antes de irse a trabajar. Sigue habiendo dedos enredados en el pelo de Dani por las mañanas, con respiraciones pegadas a la nuca y polvos rápidos antes del primer café. También hay tostadas y cereales de chocolate, porque -insiste- Dani es un crío.
Siguen llegando uno antes y otro después, hay segundo y tercer café de la mañana, bromas internas, partidas de Play y películas de culto que se ven con las piernas enredadas en un sofá con mucha historia.
Hay muchas otras cosas de las que no hablan, como compromisos u oficializaciones. Pero ya habrá tiempo de pensar en eso luego. Ahora, hay Ángel y Dani, y es suficiente.