Mientras yo entonaba de nuevo aquel tango que te canté al oído, tú ametrallabas mi estómago y asesinabas a cuchilladas el último respiro que me iba a tocar vivir. Me emborraché con aguardiente de cereza y una tribu de indígenas con trajes blancos exquisitamente planchados se apoderaba de mi habitación y bailaba la conga hortera del escapulario de
(
Read more... )