¤ Comunidades:
crack_and_roll [DAC] y
quinesob.
¤ Historia: Saga Larga (??).
¤ Claim: Brisa/Robin (más + que /).
¤ Actividad:
Dotación Anual de Crack.
¤ Reto:
01. Loco.
¤ Número de Palabras: 1,437.
¤ Advertencia: Narrado desde la perspectiva de Robin. Algo de spoilers, pero no están especificados directamente.
¤ Notas: Lo primero que se escribe de este par. Así que digamos que estoy experimentando con sus personalidades.
¤ Resumen:
Brisa es la friki, la que siempre saca comentarios totalmente fuera de lugar en situaciones de las más extrañas. Pero Robin acaba de confirmar que da más miedo cuando dice las cosas de manera sensata.
En el momento en que recuperé la conciencia una fuerte punzada me hizo quejarme. La cabeza me dolía horriblemente y sentía como si me hubieran golpeado por todo el cuerpo. No que antes me hubiera sucedido y por eso reconociera la sensación, pero cualquiera pensaría lo mismo si el más mínimo movimiento que hiciera te provocara sentir como si te estuvieran clavando muchas agujas. Deseaba no tener nada roto, ya que eso sería el colmo.
Respiré profundamente e intenté abrir los ojos, pero una mano que en ese momento se puso sobre los mismos me lo impidió.
―No te muevas ―Me susurró una voz que se me hizo muy conocida, luego sentí como unos dedos presionaban suavemente sobre mi brazo izquierdo y mi pecho. Volví a quejarme, pero ella no le dio importancia. Después de examinarme por varios segundos suspiró y dejó escapar una risita―. Bien, no pareces tener ninguna herida seria.
―Ya lo sabía ―mascullé, quitándome su mano de encima para por fin abrir los ojos. Grave error. No sabía cuanto tiempo había estado inconsciente, pero por la manera en la que aquella pequeña luz me cegó, debió de ser bastante. Ella volvió a reírse al ver como parpadeaba repetidamente.
―Debí de advertirte sobre eso.
―Sí, gracias, de nada ―gruñí. Intenté sentarme por mi mismo, pero tuve que recibir su ayuda al sentir un fuerte calambre. Al parecer me golpeé la espalda en algún momento en el que estuve inconsciente. Bueno, eso no importaba ahora. Me tallé los ojos, intentando que estos se acostumbraran rápido a ese ambiente. Cuando por fin dejé de ver flashes, pude vislumbrar donde estábamos. Aunque, la verdad, no tenía ni idea.
Recuerdo que, antes de caer inconsciente, me encontraba con los demás en un estilo de lago oscuro. Nuestro querido amigo fallecido dijo que por ahí encontraríamos un portal que nos llevaría a la casa del Guardián, pero cuando alguien tocó el agua por casualidad una fuerte luz surgió del lago, cegándonos a todos y al instante siguiente todo se había vuelto negro.
Ahora, en cambio, no me encontraba cerca de ningún lago. De hecho, parecía estar en una especie de agujero, el cual no tendría más de diez metros de diámetro, pero si unos cuantos kilómetros de profundidad. Lo que no entendía era el porqué estaba lleno de lámparas, las cuales emanaban una tenue -aunque molesta- luz amarillenta. Aunque comprendí porqué me dolía todo el cuerpo, posiblemente alguien o algo (en ese lugar nunca se sabía) nos había aventado ahí. Si fue así entonces era un milagro que estuviéramos intactos.
Hablando de eso, ¿por qué sólo Brisa y yo nos encontrábamos en ese lugar? ¿y dónde estaban los demás?
―No ―dijo ella de repente, llamándome la atención. Tenía sus ojos fijos en mí―. No sé qué pasó, no sé cómo terminamos en éste lugar y ni tengo la menor idea de por qué sólo estamos tú y yo juntos. Créeme, si hubiera elegido, tú serías mi última opción.
Le miré sorprendido, ¿leía la mente o cómo se había enterado de todo eso? Brisa suspiró, mirándome con el ceño fruncido.
―NO leo la mente. Sino que ahora estás como un libro abierto, ¿te habían dicho que tu rostro puede expresar perfectamente lo que andas pensando? Lo cual es raro, casi siempre tienes cara de malhumorado.
Volteé la cara en otra dirección. Rayos, debí de haberme golpeado la cabeza para haber bajado las defensas así. Iba a seguir maldiciéndome cuando su risa me distrajo, la miré de reojo, curioso.
―¿Qué? ―gruñí.
―Nada, sólo que resulta divertido ver que eres como un humano común y corriente ―Rodé lo ojos.
―Creo que no eres la mejor persona para decirme eso.
―Cierto, cierto. Soy un alien que viene del planeta frikilandia ―Volvió a reír, pero se detuvo bruscamente, soltando un quejido y se llevó la mano a la cintura. Fruncí el ceño y me le acerqué, pero ella se hizo para atrás.
―¿Qué te pasa?
―Nada, estoy bien ―Me contestó, desviando la mirada. Aquello me dio mala espina. Sin preguntarle, me acerqué lo suficiente para tomar su mano―. ¡Oye! ¡No! ―No le hice caso, en cambio, le alcé la sudadera que traía y lo que vi me molestó.
Al parecer ella si había recibido un buen golpe, porque su blusa mostraba una mancha rojiza en el costado.
―Idiota ―Le murmuré, a la vez que intentaba examinar mejor la herida, pero colocó su mano sobre la mía. Le miré interrogante.
―¿Qué piensas que estás haciendo? ―preguntó, extrañamente seria y ¿sonrojada? Miré nuestras manos y no pude evitar soltarla bruscamente, sonrojándome también. Inconscientemente estaba a punto de alzarle la blusa, y, por como estaba la mancha, la herida debería de estar un poco debajo de su pecho.
―Sólo quería saber que tan grave es ―Me excusé.
―Te dije que estoy bien. He recibido heridas peores. Créeme, esto no es nada.
Le gruñí como toda respuesta, mirando como se recargaba contra la pared. Hice lo mismo, pero del lado contrario, quedando frente a ella.
―Me pregunto dónde estamos ―Habló, luego de unos instantes de que ninguno de los dos había dicho nada. Se notaba que no le gustaba para nada el silencio.
―No nos dio tiempo de pedir mapa del mundo de los muertos ―Estaba molesto. Bueno, no por ese momento, sino desde que habíamos llegado a ese mundo, pero aquella situación era el colmo y tenía que desquitarme con alguien. Ya después le pediría disculpas por usarla de blanco... o tal vez no.
―¿Qué? ¿Si lo hubiéramos pedido sabrías donde estábamos? ¡Vaya! ¿Tan genial eres? Entonces el nombre de Robin te queda muy bien. ¡Mi héroe! ―Volvió a reírse. Ya, en serio, ¿no había nada que la hiciera actuar como alguien normal? ¿Acaso no estaba asustada? Esa chica era en verdad increíble.
―Esto te divierte mucho, ¿no? ―pregunté, con evidente cansancio. Brisa meditó un poco antes de contestarme. Incluso se llevo un dedo a la boca, en gesto pensativo, para al final me dedicó una sonrisa tan sincera que no supe como reaccionar.
―Un poco, la verdad. Estoy viviendo uno de mis sueños, ¡tener aventuras en otro mundo! Pero a la vez estoy asustada. No conocemos éste lugar ni tenemos idea de porqué estamos aquí. Además, ahora estamos separados de los demás ¿qué nos garantiza que ellos estén bien o que nosotros salgamos bien de esta? Como sea, sólo puedo tener una actitud positiva, pensar que nos irá bien. Así que no te preocupes, si sucede algo te protegeré ―Terminó su discurso con un guiño de ojo juguetón, para después recargar su cabeza en la pared y mirar hacia lo poco que podía verse del cielo nocturno―. Aunque, bueno, creo que ahora no soy de mucha ayuda. Creo que por el momento sólo podemos contar con tu astucia, chico maravilla.
Parpadeé, incrédulo. Había dicho todo con una seriedad que le desconocía, pero creo que me hubiera asustado sino terminaba aquello con alguno de sus comentarios frikis.
―Oye, ¿no sé supone que tengo que ser yo el que te anime? ¡Soy el hombre! ―Me quejé, más relajado. Sus palabras me habían animado, un poco, cosa que nunca aceptaré en voz alta.
Brisa me miró, con una gran sonrisa de autosuficiencia.
―¿Quién dice que tiene que ser siempre el hombre quien anime a la mujer? ¡Vivimos en una época moderna! O, bueno, en nuestro mundo la época es moderna, acá ningún reloj se mueve. Tú me entiendes.
―Ya ―Reí un poco, sin poder evitar girar los ojos.
―Creo que lo mejor es descansar, ya que recuperemos energías intentemos salir de este agujero, ¿te parece?
Aquel mundo estaba definitivamente loco. ¿Brisa animándome? ¿Diciendo cosas sensatas? ¿Sensata, ella? Creo que ya había llegado la hora de ponerle una camisa de fuerza. A mi también, de paso, por tan siquiera pensar en que todo lo que dijo era de lo más cierto.
―Esto que diré disfrútalo, que me aseguraré de no repetirlo nunca más: Tienes toda la razón.
Brisa sonrió. Y no, su sonrisa definitivamente no pareció linda.
―Sabes que siempre tengo la razón.
―Sí, ajá, en tu planeta quizás.
―Oh, eres imposible.
Se quitó la sudadera y se la acomodo como almohada, murmuró un ‘buenas noches’ y al poco rato escuché su respiración acompasada. En verdad era increíble, ¿cómo podía dormirse tan fácilmente en esa situación? Suspiré, lo mejor sería que no me carcomiera la cabeza pensando en cosas que, por el momento, no tenían respuesta y aceptara su sugerencia.
Me acomodé lo más cómodo que pude e intenté relajarme, dejándome llevar por el sonido de su respiración.
Sólo esperaba que los demás estuvieran en una situación mejor que la nuestra.