Título: Una extraña forma de decir las cosas
Fandom: Historia Original [LD].
Claim: Leve Nathan/David
Reto:
Loco.
Palabras: 748
Advertencia: Flashback que no se entiende mucho.
Notas: Es demasiado sin sentido ;OO; Perdón
Resumen: La gente hace dice cosas estúpidas sobre David.
¡Cuántas veces habría escuchado Nathan los comentarios sobre David! Cuando creían que éste no prestaba atención (y, la mayoría de las veces, tenían razón), miles de críticas inundaban el aire, frases insultantes y burlonas, que ninguno de los cobardes quería que fuesen percatadas por el muchacho, debido al miedo que le tenían a Priscilla.
-¡Ese tipo es una vergüenza! No sólo no lleva a cabo todas las tareas que un criado debería, sino que además ni siquiera es exactamente eso, es un simple bastardo que se quedó con los Mosat. Y además, ¡la forma en que se comporta! Es completamente inadecuada para alguien que está en su nivel.
-Sí, le falta seriedad para servir a personas de clase alta.
¿Qué si el muchacho saltaba de emoción cada vez que veía algo brillar? ¿Qué si parecía un niño de ocho años viviendo en un mundo de azúcar?
La verdad, aunque infantil, David era una persona muy agradable y sobre todo, sensible cuando de la reputación de las Mosat se trataba.
-¿Crees en verdad que las hago quedar en vergüenza? -preguntó David, al tiempo que intentaba sacarle brillo a los platos que acababa de lavar, actividad que realizaba sólo cuando estaba preocupado. ¿Y por qué lo estaba? Porque esta era una de las pocas veces que había escuchado los comentarios insultantes.
Nate interrumpió por un momento el secado de la vajilla y comenzó a escribir en un papel, que luego pasó a David.
“Mira, no es como tuvieses una actitud exactamente correcta, pero de todas formas, sólo dicen eso porque no han visto cómo te comportas cuando estás serio.”
David le dirigió una sonrisa torcida. En cierta forma, el comentario de Nathan le apoyaba, pero también le recordaba uno de sus errores más grandes. Y Nate lo sabía perfectamente, porque el había estado ahí… y tampoco era un buen recuerdo.
Siete años atrás, el día que había hecho que Nathan dejase de hablar, había sido bastante agitado. Ya se había prevenido el desastre, pero Simone todavía temblaba y lloraba de miedo, aferrada su hermana mayor, que le devolvía el gesto. El chico había sido abandonado por sus amigos y estaba planeando escapar también, cuando alguien le cogió el hombro.
Nate levantó la vista y vio a David, de once años y bastante más altura que él. Cerró los ojos, quizás esperando que el mayor le golpease con el mismo entusiasmo que le ponía a todo.
-¿Qué? -preguntó quien lo mantenía agarrado- ¿Crees que te voy a pegar? No, no te lo mereces.
El otro chico se atrevió a abrir un ojo, sin entender mucho lo que sucedía, para encontrarse a aquel sirviente de las Mosat casi irreconocible. Medio mundo sabía que él era un niño muy “apasionado”, sin embargo, en ese entonces estaba calmado, frío. Casi solemne. Parecía tan racional, que Nathan incluso dejó de temblar por un rato.
Claro, hasta que David volvió a abrir la boca:
-Te mereces algo peor que los golpes -continuó, aún con esa innatural calma -. Algo que en verdad te mantenga callado por siempre. Talvez así no hagas más idioteces.
Nathan en verdad sintió que su vida estaba bajo amenaza o, más que nada, en peligro inminente, cuando David continuó insultándole por un rato, sin levantar el volumen de su voz, al tiempo que lo levantaba del hombro en el aire.
Nunca supo cuánto tiempo pasó, si segundos, horas, o minutos.
Sólo recuerda que en un momento, lo soltaron y escuchó a Priscilla decir, firmemente, pero con cierto cariño:
-David, ya es suficiente.
Nathan suspiró. Después de eso, sólo recordaba haber corrido hacia su casa y terminar encerrado en su habitación, llorando.
Miró a David, que seguía limpiando y sacándole brillo a todo lo que veía. Estaba más preocupado que antes.
Nate se marchó de la habitación, indiferente. Después de todo, le había recordado ese episodio a David a propósito.
¿Por qué? Talvez por venganza, por el miedo que le había dado, por la cercanía que tenía con Priscilla.
Pero no, ninguna de las anteriores.
En cierta forma, sí, estaba siendo rencoroso y echándole sal a las heridas, mas lo que en verdad quería decir era que no le hiciese caso a los otros estúpidos comentarios. ¿Quién lo quería serio y digno de servir a la nobleza? Sólo los idiotas ignorantes que no habían visto ni sentido a ese chico actuando con frialdad y casi a punto de matarlo.
Era su manera particular de decir, pero no admitir, que le gustaba como era.