A los once, cuando te compraron tu primer móvil, nos pasábamos las noches al teléfono. Hablábamos de todo y de nada, tan sólo queriendo escuchar al otro y prolongar los momentos antes de que la oscuridad nos envolviera en su soledad venenosa. Inevitablemente, tenía miedo.
Te me acercaste, y yo permanecí inmóvil. Alargaste una mano, y yo retrocedí
(
Read more... )