Título: Sweet Dreams (are made of this)
AU:
Vampire: the Masquerade!AUFandom: EXO
Pairing: Chanyeol/Baekhyun
Rating: NC-17
Palabras: 3.971
Summary: La historia de un sueño que empezó con sangre y terminó con fuego. El cuento de un niño humano y un vampiro; de cómo todos, en el fondo, deseamos algo, y es ese mismo deseo el que puede conducirnos a nuestra propia perdición: Trasfondo de Chanyeol (humano) y Baekhyun (vampiro).
Notas: AU basado en Vampire: the Masquerade. Puede haber errores porque hace años que no juego.
Advertencias: Sangre, heridas, vampiros, etc. Gente muerta que no son los protagonistas.
Comentarios: Finalmente he decidido hacer los capítulos más cortos para poder ir subiendo más sin que se hagan tan pesados. Esperad más este fin de semana.
.
Demasiada sangre
Ha sido ya derramada en este mundo
Pero aún nos queda por erigir un sol
Hecho de sangre.
Escucha, amigo mío
Mi voz temblorosa:
Un segundo sol se alzará
Naciendo de nuestra sangre
Con la silueta de un corazón que palpita.
-Visar Zhiti-
Lo estaban persiguiendo con fuego.
Baekhyun estaba acostumbrado a huir, acostumbrado a esconderse. Estaba acostumbrado a esperar, a agazaparse donde no pudieran verlo, a atacar a quienes pretendían acorralarlo, a convertirse en uno con el hambre en su interior y manejar sus cartas hasta ganar la partida, pero si había algo que odiase, eran las llamas.
Había algo salvaje en el fuego, algo primitivo, hermoso y brutal que la parte animal en su interior era incapaz de controlar. Las llamas podían destruirlo, convertir su sangre en humo y su piel en cenizas, y por eso, quizás, fueran la única cosa que le diese miedo. Esa era la razón, también, de que los inquisidores estuvieran peinando los pasillos de su base con teas en las manos, y de que Baekhyun, con los ojos entornados y lo que había venido a robar a aquel lugar fuertemente sujeto entre los dedos, estuviese detenido en seco junto a la puerta entreabierta que comunicaba el claustro del monasterio con la oscura nave de la iglesia adyacente.
Como siempre, todo había sido culpa de Jongdae. Había sido el Maestro de los Secretos de la ciudad el que le había sonreído como el engreído que era desde el butacón de su salita de estar, y el que le había prometido información sobre el Príncipe, un secreto tan negro que podría garantizar su caída, si Baekhyun se infiltraba en la sede de la Sociedad de Leopoldo de la ciudad, se abría camino hasta la sección restringida de la biblioteca y robaba aquel libro para él.
“Eres pequeño, rápido y listo, Baekhyun” le había dicho, sin ni siquiera molestarse en parecer preocupado, o siquiera medianamente inocente. “Eres el único en quien puedo confiar para este trabajo.”
“¿Es lo que les dices a todos?” había replicado él.
“Sólo a los que son como tú.”
Baekhyun había querido preguntar cómo se suponía que era él, pero había sabido de antemano que Jongdae no daba respuestas si no se le pagaba por ellas, así que había aceptado la misión, había dado media vuelta y se había infiltrado en el viejo monasterio de los inquisidores aquella misma noche. No había supuesto ni por un instante que fuera a tratarse de una misión sencilla (había venido del embustero de Jongdae, después de todo), pero tampoco había esperado que lo descubrieran tan pronto, ni que todos los habitantes de aquel lugar hubieran salido a perseguirlo con frascos de agua bendita entre los dedos y antorchas llameantes en las manos.
Lo habían atacado y habían dado en la diana. Le habían roto la camisa de seda negra, y lo habían quemado con aquella estúpida agua, bendecida por el dios muerto que le había dado la espalda años atrás. Respaldándose en su velocidad, tal y como había previsto Jongdae, había logrado no acabar convertido en polvo al tratar de huir, pero más le valía al otro Vástago tener un secreto capaz de garantizarle la cabeza del Príncipe en una bandeja de plata, porque podía sentir a sus enemigos - y al fuego, brutal y destructivo - acercándose, y el único lugar que le quedaba para esconderse era la iglesia del complejo.
Tierra sangrada. Maldita tierra sagrada.
Baekhyun jamás había sido muy temeroso de dios, ni siquiera cuando estaba vivo, pero había aprendido a tener miedo de los que blandían su propia fe como un arma, y la tierra sagrada siempre le había producido una irracional y casi inaguantable sensación de incomodidad. Sabía del caso de Vástagos que no habían podido cruzar los límites que marcaban las puertas de las iglesias, de otros que vomitaban al entrar la sangre maldita que habían bebido, y de algunos que se habían visto obligados a salir corriendo, afectados por el frenesí, de lugares como aquel, pero él siempre había sido más fuerte, nunca había tenido miedo; y mucho menos cuando estaba tan cerca de salir de allí y lo estaban persiguiendo para matarlo.
El primer paso sobre suelo sagrado le hizo apretar los dientes, encogerse sobre sí mismo, sentir nauseas. El segundo logró que la vista se le nublara en rojo, que la bestia en su interior luchara por ganar el control de su cuerpo, por dar media vuelta y salir huyendo de allí. Pero la tierra bendecida era mejor que el fuego de las antorchas de los inquisidores, así que Baekhyun se forzó a seguir caminando, a adentrarse en la nave oscura y desierta de la pequeña iglesia de piedra, agudizando sus sentidos para tratar de distinguir la puerta que lo conduciría al exterior en la penumbra.
Sonrió cuando vio el portón, una enorme superficie de madera y remaches de metal que se alzaba frente al altar, tras hileras e hileras de bancos. El gesto le tembló en los labios, sustituido por una mueca hastiada, al comprobar que éste estaba firmemente cerrado desde fuera, y que la madera era demasiado gruesa como para que alguien como él pudiera romperla.
El Cambio afectaba a cada vampiro de un modo diferente, y a él le había otorgado velocidad y belleza, inteligencia y encanto, pero ni un ápice de fuerza. Probablemente su sangre fuera lo suficientemente fuerte como para poder oponerse a un humano normal con facilidad en una pelea cuerpo a cuerpo, pero jamás le habría bastado para destrozar una puerta reforzada con metal.
-Maldita sea -murmuró, girando sobre sus talones. Sus sentidos hiperdesarrollados podían captar el olor a incienso y a polvo, a madera quemada, a fuego, a llamas, y ahora sí que estaba acorralado. Tendría que afilar sus colmillos, prepararse para matar o morir, pero primero necesitaba salir de allí, abandonar aquel suelo bendecido, que le robaba la energía, lo debilitaba, antes de que sus perseguidores lo encontrasen en terreno desventajoso y fuese demasiado tarde.
Había dado la vuelto y estaba a poco más de veinte metros de la puerta, sin embargo, cuando una figura con el quinqué en la mano apareció en el umbral de la única salida al claustro.
El cuerpo de Baekhyun reaccionó casi al instante, todo él miembros finos y sentidos perfectamente entrenados para la caza, y en menos de un segundo el chico estaba agazapado entre las sombras, con las extremidades en tensión y los ojos entrecerrados.
Quien había entrado allí, mirando a su alrededor con un aire curioso bastante poco característico de un inquisidor entrenado, era un ser humano, un hombre joven y delgado, alto y quizás un poco desgarbado de más, que estaba mirando a su alrededor como si buscase alguna cosa.
Olía bien, pensó Baekhyun. Incluso desde allí, a sangre y a vida. A corazón palpitante, y juventud.
-Te he visto entrar aquí -el desconocido habló con una voz sorprendentemente grave, que rebotó en las paredes de piedra en un eco que hizo que Baekhyun desnudase los colmillos sin moverse, entre sorprendido, curioso y alerta-. La otra puerta está cerrada, reforzada con una barra de hierro. A no ser que seas muy fuerte, no vas a conseguir escapar.
Estaba más que claro que las palabras iban dirigidas hacia él, pero Baekhyun permaneció donde estaba, considerando sus opciones, la situación.
El extraño tenía una cierta envergadura, pero ni iba armado ni parecía peligroso, y Baekhyun estaba seguro de ser más rápido y más fuerte que él. Necesitaba sangre para restaurar la piel quemada por el agua bendita en sus hombros y brazos, y el vampiro casi pudo escuchar el pulso en las venas de aquel pobre idiota, tan joven que apenas habría dejado atrás la adolescencia y que estaba volviendo a llamarlo, ahora en voz más suave, como si temiera que alguien más lo descubriese allí.
Lanzarse encima de él habría sido sencillo: su cuerpo sabía cómo sin que él lo controlase, guiado por la sed y el instinto, pero Baekhyun se contuvo, retrocediendo hasta ocultarse entre la pared y la estructura de madera de uno de los confesionarios, con el libro para Jongdae aún fuertemente sujeto en las manos. Parecía que sí, pero no podía estar seguro de que el humano estuviese solo, ni de que cincuenta inquisidores armados no fueran a aparecer de la nada si él lo atacaba, debilitado por la falta de sangre y el suelo sagrado, y al muy idiota se le ocurría pedir ayuda o gritar.
Tenía que salir de allí. Necesitaba escapar y, cuando el desconocido lo llamó una vez más, rogándole que saliera, Baekhyun sonrió. Su principal arma como depredador no era ser grande ni fuerte, sino hermoso. Hermoso como la luz de la luna contra la nieve, como el filo de un cuchillo contra la piel; una belleza intensa y letal que atraía a sus presas hacia él, que los dejaba indefensos ante una muerte segura cuando se acercaban a él, creyendo que podían hacerlo suyo.
Si Baekhyun quería que el chico no gritara, lo mejor que podía hacer era partirle el cuello mientras le sonreía; beber su sangre sin tener que correr tras él, cuando su víctima lo hubiera dejado acercarse hasta el punto en el que no quedara apenas espacio entre los dos.
Aquella era su forma favorita de caza. Y siempre, siempre, funcionaba.
-¿Qué es lo que quieres? -preguntó en voz baja, modulando su voz para hacerla parecer relativamente inocente, conteniendo una carcajada al ver que el humano se detenía, sorprendido, en mitad de la nave de la iglesia, con la tenue llama del quinqué reflejándosele en unos ojos enormes y oscuros, brillantes e ingenuos-. ¿Vas a entregarme a los tuyos?
El desconocido dudó, tragando saliva de modo visible, pero negó con la cabeza.
-Sé lo que eres -replicó, con la voz ligeramente temblorosa-. He oído a los Padres comentarlo, encender el fuego y preparar el agua bendita para ir a por ti. Hacía años que no veía a un vampiro.
Baekhyun no pudo decir que se sintiera sorprendido - cualquiera que estuviese en la base de la Sociedad de Leopoldo en una noche como aquella conocía, obviamente, la existencia de los que eran como él, y aquel no era el primer idiota capaz de arriesgar su propia entereza física con tal de ver de cerca a un Vástago, ni dentro ni fuera de ella - así que, mientras seguía avanzando, curvó los labios en una sonrisa que era casi dulce.
-Y bien, ahora que me has visto, ¿qué es lo que quieres de mí? -susurró, extendiendo los dedos hacia él, rozándole el brazo antes de que el otro chico pudiera verlo venir.
Bajo su contacto, el humano tembló inconscientemente, una masa frágil de vida y calor, haciendo que la náusea producida por el suelo santo en la garganta de Baekhyun remitiera, dando paso al hambre de nuevo.
-Yo sólo quería preguntar… -comenzó su interlocutor, sin embargo, controlando el miedo en su voz de un modo loable y girando sobre sus talones con una mueca resuelta en la cara. Por primera vez, las pupilas dilatadas de Baekhyun pudieron captar sus rasgos con claridad: pelo oscuro, ojos grandes y labios entreabiertos en un rostro joven, quizá más que el suyo propio, atractivo, con la fuerza de la vida y el candor de la inexperiencia latiendo tras cada poro, cada vena azulada bajo la piel. Baekhyun conocía a aquel tipo de humanos, eran sus favoritos cuando tenía que matar. Y le hubiera gustado hacerlo poco a poco, ver cómo la vida se le escapaba de entre los dedos mientras él le susurraba al oído, como si fuera el encargado de darle su último beso de buenas noches. Y estaba acostumbrado al modo en el que el desconocido, al verlo, lo observó de arriba a abajo como si no fuese capaz de creer lo que tenía delante, pero no esperaba, sin embargo, que el rostro del humano cambiase de pronto y éste pasara a mirarlo de repente con aquellos ojos tan grandes completamente abiertos-. Tú -susurró-. Eres tú
-¿Yo?
La sonrisa de Baekhyun se mantuvo, fija y suave, en sus labios, pero sus ojos observaron al desconocido de la cabeza a los pies, con los músculos tensos, alerta. Estaba llegando el momento en el que debía matarlo y correr. Ya estaba lo suficientemente cerca como para no poder resistirse.
-Yo… No puedo creerme que seas tú -dijo el humano entonces-. Pensé que no serías real, que ya no estarías vivo. Creí que no iba a encontrarte nunca.
Baekhyun notaba ya el roce de sus colmillos retráctiles contra el labio inferior, pero sentía curiosidad, así que decidió posponerlo no hacer caso a su instinto y preguntar, con una sonrisita suave que apenas dejó sus dientes al descubierto.
-¿Nos conocemos? -susurró-. Creo que no te había visto antes, y tengo buena memoria, créeme.
-No me reconoces -su interlocutor parecía repentinamente frustrado, y Baekhyun arqueó una ceja, acercándose un paso más. Casi podía sentir el calor del cuerpo vivo junto a él, tentador sobre el aire frío de la iglesia-. Verás, hace tiempo, tú…
Baekhyun escuchó el sonido antes de que el humano pudiera decir - sentir - nada, y en menos de un segundo, había desnudado los colmillos, siseado y retrocedido hasta la oscuridad de la pared del confesionario de nuevo, agazapándose en las sombras como un animal acorralado. El otro chico lo perdió durante un momento, pero no tardó en seguirlo con los ojos, como si no entendiera. Baekhyun acababa de cubrirse del todo cuando la puerta del claustro se abrió de golpe y tres inquisidores entraron en la habitación, con sus frascos de agua bendita, su ropa negra y su maldito fuego.
-Chanyeol -llamó el que parecía más anciano, el líder, un hombre de unos sesenta años cuyos músculos todavía se intuían bajo la raída levita que llevaba sobre los hombros. El joven humano dio un respingo sobresaltado, inclinando la cabeza en una reverencia.
-Maestro… -comenzó.
-¿Qué estás haciendo aquí? No se te ha entrenado para luchar. ¿Es que no sabes que hay un vampiro en los terrenos de la Sociedad?
El chico humano lo miró con unos ojos enormes, en una mueca de inocencia tan creíble que incluso Baekhyun se hubiera sentido tentado de confiar en él si no hubiera sabido que, claramente, no estaba siendo del todo sincero.
-¿Puede el vampiro hacerme daño aquí, si es que viene? ¿No estoy en terreno sagrado? Creía que estaba a salvo en este lugar.
-Vuelve a tu habitación, Chanyeol. Detecto la presencia del monstruo cerca, y Minseok debe de estar preocupado por ti.
El hombre había hablado con seriedad, pero el muchacho - ¿Chanyeol, lo había llamado? - le dedicó una sonrisa brillante e introdujo las manos en los bolsillos de los viejos pantalones grises que llevaba. No parecía encajar, desarmado y casi despreocupado, entre los tres sacerdotes armados y la criatura agazapada entre las sombras que era Baekhyun.
-No se preocupe por mí, Maestro. Regresaré ahora mismo -anunció con una sonrisa.
Su interlocutor no parecía tenerlas todas consigo, pero finalmente suspiró e hizo un gesto a sus acompañantes para que lo siguieran de vuelta al claustro.
-Grita si ves al monstruo -dijo antes de desaparecer, entre el sonido de pasos y el susurro de tela negra de su sotana oscura.
Todo lo que quedó en la vieja iglesia entonces fue silencio, sólo roto por el sonido constante de la respiración del humano, que se había tornado levemente agitada al marcharse los otros hombres de allí. Baekhyun lo había sentido tensarse en el momento en el que los tres inquisidores habían entrado en la habitación y lo notó relajarse en aquel instante, como si la presencia del hombre al que había llamado Maestro fuera, en realidad, más amenazante que el hecho de encontrarse a solas con una criatura más que dispuesta a matarlo si eso le permitía salir de una pieza de allí.
Era una criatura un tanto extraña, aquel chico. Necio, pero curioso a fin de cuentas.
-Me has encubierto -declaró Baekhyun, casi acusándolo, cuando su oído dejó de captar los pasos de los inquisidores con claridad. Todo parecía estar en falsa calma, y el humano se giró cuando él salió de su escondite, sintiéndose cada vez más asfixiado por el poder que emanaba del suelo, del techo, las paredes a su alrededor, atrapándolo-. Sabes lo que soy. ¿Por qué me has encubierto?
-Yo nunca miento -el chico ladeó la cabeza para mirarlo, sonriéndole como si Baekhyun fuera su amigo y el hecho de decir la verdad pudiera considerarse como una cualidad positiva en una situación como aquella-. Pero lo he hecho ahora. Porque quería hablar contigo. Necesito hablar contigo de algo.
-Lo que yo necesito es sangre -intervino Baekhyun, forzando a su rostro a permanecer calmado, a sus labios a curvarse otra vez en una sonrisa burlona. La presión del aire sagrado a su alrededor era casi inaguantable, y él tenía que salir ya de allí si no quería perder el control. Notaba los primeros indicios de cordura, desvaneciéndose, y estaba seguro de que, en un lugar como aquel, acabaría cazado y muerto si dejaba a la Bestia en su interior tomar las riendas-. ¿No has pensado que aquí no hay nadie más? ¿Que tal vez necesite alimentarme y que tú no estás entrenado para resistirte?
El humano pareció ofendido.
-¿Cómo que no?
Baekhyun simplemente arqueó las cejas y descubrió los colmillos, inclinándose hacia delante y siseando como un animal. Su interlocutor soltó una exclamación y retrocedió un paso y Baekhyun le dedicó una sonrisa que habría podido pasar por angelical de no ser por los caninos que le rozaban el labio inferior.
-¿Decías? -susurró, aferrándolo por la manga de su vieja camisa blanca para hacerlo inclinarse hasta quedar a su altura-. No. Tienes. Entrenamiento. ¿Verdad? Podría matarte con una mano a la espalda.
-Tú no me matarías.
El muy idiota parecía convencido, y Baekhyun estaba empezando a perder la paciencia.
-Ponme a prueba.
-Si me matas, te matarían a ti. Y yo puedo ayudarte a escapar. Por una ruta por la que ellos no te encuentren.
Esta vez, fue el turno de Baekhyun de soltarlo y retroceder un paso, sintiéndose ligeramente más confuso de lo que le hubiera gustado admitir. ¿Ayudarlo a escapar? ¿Un desconocido, humano, en un lugar como aquel?
-¿Qué quieres a cambio? -preguntó en tono seco, y el otro chico sonrió, pareciendo casi culpable.
-Hablar. Hablar contigo, ya te lo he dicho. De cosas, de tu mundo, de los tuyos. Sólo eso. No tiene por qué ser ahora ni aquí; sólo… luego. Nunca he podido hablar con un vampiro, y quiero saber.
-Tal vez no hayas podido hablar con uno de los nuestros porque el tipo de conversación que pides rompe todas nuestras normas -gruñó Baekhyun, casi sin pensar. Todos los Vástagos civilizados tenían las Tradiciones grabadas más o menos a fuego en el cerebro; sabían que la Mascarada que los mantenía ocultos al ganado no debía, bajo ningún concepto, romperse, y mucho menos porque a un humano le apeteciese hablar.
El humano en cuestión, sin embargo, parecía bastante poco considerado en lo que respectaba a sus tradiciones milenarias, porque le dedicó una sonrisa que era todo dientes y se encogió de hombros otra vez.
-Mis normas me dicen que debería gritar y entregarte. Tus normas por las mías. Es justo -replicó.
Baekhyun abrió la boca para replicar, sintiéndose débil, cansado y mareado, pero volvió a tensarse antes de poder pronunciar una sola palabra. Oía el ruido de pasos, haciéndose más y más fuerte desde la lejanía, y supo que estaban cruzando el claustro, dirigiéndose a aquel lugar otra vez, y que no le quedaba tiempo.
-De acuerdo. Sácame de aquí -ordenó, sintiendo cómo sus instintos comenzaban a tomar de nuevo el control, cómo la Bestia luchaba por liberarse. El humano asintió, y Baekhyun volvió a concentrarse en el calor de su piel, en el modo en el que el aire de sus pulmones creaba una nube de vapor al respirar. Tenía, tenía que salir de allí y, si aquel chico era su última alternativa, debía tomarla y encargarse de atar los cabos sueltos después.
El chiquillo era solamente humano. Podía sonreírle, engatusarlo para que lo guiara al exterior - precisamente como se estaba ofreciendo a hacer - y matarlo después, sin dejarle oportunidad de escapar, dejarlo como aviso para que su Maestro tuviera claro que a él no se lo amenazaba con agua bendita y antorchas.
-Muy bien -su interlocutor asintió-. Te guiaré hasta el exterior ahora mismo pero, sintiéndolo mucho -añadió, sonriendo otra vez-, no puedes llevarte ese libro.
Baekhyun parpadeó, un gesto curiosamente humano en un rostro acostumbrado a reflejar únicamente las emociones que él quería mostrar de cara al exterior. Todavía tenía en las manos el tomo encuadernado en cuero oscuro que había ido a robar para Jongdae, y ni siquiera había podido suponer que el tan Chanyeol se hubiera fijado en él.
-Necesito este libro -susurró, suavizando su voz con su tono más dulce, tratando de utilizar el poder de persuasión que dormía en su propia sangre. En condiciones normales era fácil, manipular las emociones del ganado humano, hacerles entregarle absolutamente todo por una mera sonrisa de sus labios, pero aquella noche estaba débil y cansado, los pasos de sus perseguidores se acercaban y él necesitaba salir de allí, por mucho que Chanyeol no estuviese siendo en absoluto considerado.
-Supongo que lo necesitas, sí, pero no puedes llevártelo. No quiero que me mates en cuanto salgamos de aquí y ya no me necesites. Eso sería horrible.
-Si no me dejas llevarme el libro, te juro que te mataré aquí mismo.
-Y entonces los míos te matarán a ti -Chanyeol lo miró con las cejas arqueadas, y Baekhyun se sintió tentado de volver a mostrarle los colmillos, y a ser posible clavárselos en el cuello hasta que lo dejase en paz. Aquello era absurdo, rotundamente absurdo; él no negociaba, nunca adaptaba las reglas de su juego-. Te propongo un trato. Yo no soy inquisidor, no estoy entrenado para luchar, pero tengo acceso a los libros, a todos ellos. Copiaré las páginas de ese tomo para ti, te las iré dando noche tras noche, si tú me hablas de los tuyos. El camino de salida y páginas de tu libro a cambio de mi vida e información.
Baekhyun frunció el ceño.
-No.
-¿Estás seguro?
-Nadie juega conmigo así. Nadie me pone condiciones.
El humano no dijo nada, pero lo miró con un brillo en los ojos oscuros que era casi expectante. Era como un niño, ávido de respuestas positivas, de información, y Baekhyun gruñó, porque no iba a poder convencerlo y ya podía oír los pasos con claridad, podía escuchar los viales de agua bendita chocando entre sí en los compartimentos de los cinturones de los inquisidores. Podía oler el fuego, quemando la madera como podía quemar su piel si llegaba a alcanzarlo.
Y supo que necesitaba salir de allí, de aquel maldito lugar, del suelo sagrado bajo sus pies, de la sensación de malestar que invadía su cabeza.
-Muy bien -cedió, tendiéndole el libro a Chanyeol, observándolo sonreír mientras lo aceptaba como si todo aquello fuera una cosa buena, divertida. Como si no se le hubiera ocurrido pensar que, por mucho que pretendiera intercambiar páginas por datos sobre los suyos, por mucho que Baekhyun tuviera que arriesgarse a romper la mascarada, habría un momento en el que ya no quedarían más páginas por copiar, no tendría con qué resguardarse. Como si no supiese que Baekhyun se encargaría de matarlo entonces.
Unos cuantos días no eran nada, cuando uno había existido durante casi cien años.
Y un humano, un simple humano, no podía suponer ningún problema.
Vivían al límite. Morían fácil. Era su razón de ser.
.
[Prólogo] [Capítulo II].
.