Esto es producto de muchas paranoias y de querer demasiado a dos personas muy majas que me hacen ver Glee de una manera totalmente diferente xD Por eso mismo, y porque ya acabe los request del año pasado de navidad, pues ahora empezamos tanta de fics que han estado por mi ordenador perdidos este año.
Titulo: La Curiosidad Mato al Gato.
Fandom: Glee
Pairing: Brittany/Santana
Dedicado: a
malale y
luandachan porque son geniales y las culpables de todos los fics de Glee que he escrito.
Notas: Esto es un poco fuerte y algo yuri para que negarlo pero me ha encantado escribirlo y eso xD (Si, soy una pervert y no tengo piedad con el pobre Jacob xD)
La Curiosidad Mato al Gato.
Tenía suerte de que la entrenadora Sylvester no estuviese por allí ya; si no Jacob no podría entrar tan fácilmente en los vestuarios de las Cheerios, eso lo tenía muy claro. Pero tampoco era tan malo lo que hacía. Como reportero del Instituto tenía que cubrir todas las noticias de interés y las Cheerios y lo que hacían en los vestuarios tras los entrenamientos eran noticias de interés (para él y sus amigos).
Por eso aquel viernes tuvo suerte al poder escurrirse de la férrea vigilancia de la entrenadora y entrar para echar un vistazo. Se estaba poniendo el sol y aún no habían encendido todas las luces por lo que los vestuarios estaban algo en penumbra.
Caminó lentamente por entre las taquillas sin casi respirar esperando que en cualquier momento alguien le dijese que no podía estar allí. Para su suerte, nadie apareció y siguió caminando hasta el final de los vestuarios donde sabía que estaban las duchas. Le resultó extraño que a esas horas ya no hubiese nadie por allí, pero después de todo era viernes y hacía una hora que habían acabado el entrenamiento.
Pensándolo bien, Jacob empezaba a pensar que no había sido buena idea entrar allí para nada.
Fue entonces cuando lo oyó. Un jadeo rompiendo el silencio de los vestuarios. Seguramente no había sido tan alto, pero la falta de gente amplificaba los sonidos entre aquellas paredes. No podía ni imaginar de dónde salía aquel sonido y, aún menos, quién podría haberlo producido.
Se acercó a la última isla de taquillas y asomó la cabeza investigando prudentemente qué sucedía al otro lado (si tenía que huir quería tener ventaja). No se esperaba aquello. Casi se muere allí mismo.
Prácticamente era como si sus más locas fantasías se hubiesen hecho realidad.
Había un banco. El típico banco de los vestuarios de instituto donde todo el mundo dejaba su bolsa de deporte mientras se vestía. Bueno, pues había un banco y sobre ese banco había dos chicas muy juntas sentadas la una mirando a la otra en medio del banco.
Jacob no tuvo que hacer mucho esfuerzo para reconocerlas. La rubia que tenía enfrente era Brittany, la Brittany que todo el mundo decía que no era muy lista; y la que tenía enfrente con esa piel bronceada y el pelo negro como el carbón no podía ser otra que Santana. Y se estaban besando.
Sí, no se lo estaba imaginando. Las dos chicas más populares de los Cheerios estaban en medio de los vestuarios tras un entrenamiento besándose como si el mundo se acabase mañana y descolocándose la ropa la una a la otra. Casi podía ver las bragas de Santana, negras por supuesto, cada vez que se movía para acercarse más a la rubia.
Aquello era como estar en el cielo, no podía esperar a contárselo a sus amigos, estaba seguro de que no le creerían una palabra. Bien pensado apenas podía creérselo él. No podía creer su suerte al estar viendo algo así, era como su paraíso soñado y ni siquiera estaba muerto.
Entonces fue cuando un gemido le devolvió a la realidad y a lo que debería estar haciendo; observando. La escena seguía siendo más o menos la misma, pero algo había cambiado. Brittany tenía los ojos entrecerrados y se revolvía contra el cuerpo de Santana que la sujetaba con un brazo tras su espalda. Jacob tuvo apenas un segundo para deducir dónde estaba la otra mano de Santana que no veía a la vista. Y en ese momento, justo en ese momento, fue cuando la morena decidió que era el momento de hablar.
-“Vamos Brit. Vamos. Se una niña buena y déjaselo todo a tu San.”
Nuestro pobre mirón no pudo aguantar más aquella visión. Sabiendo que si seguía allí iba a delatarse y estaba seguro que Santana le sacaría los ojos por aquella intromisión, hizo acopio de toda su voluntad y volvió sobre sus pasos para poder salir del vestuario.
En su trayecto no dejó de oír las obscenidades de Santana y los ruiditos que producía Brittany y, que estaba seguro, le acompañarían todo el resto del día y la noche.
Decir que no se lo contó a sus amigos, no porque no quisiera o porque pensaba que no le creerían. No se lo contó porque al lunes siguiente se cruzó con Santana nada más llegar al instituto y estaba más que seguro que aquella mirada que la morena le regaló era una auténtica amenaza. Es más, podría jurar que si las miradas matasen; él ya estaría muerto.