Título: The Winning Scenario
Autores:
virtualpersonal y
brimstonegold Traducción: asisigallo
Art:
inanna_maat Pairing: Sam/Dean, AU (en un mundo futuro de fantasía & no hermanos)
Fandom: SPN (AU) / BSG (original)
Ratings/Warnings: NC 17, bondage suave, hurt/comfort, non-con.
Summary: Disfrazado como un comerciante durante una misión de recopilación de información en una estación de juego y placer, el capitán Dean gana el gran premio. Sorprendido de saber que su premio incluye una noche de placer con un esclavo, está dispuesto a rechazar los servicios de este, hasta que se entera de que el esclavo es humano. De ninguna manera dejará a uno de su especie atrás, nunca. El esclavo sexual, Sam, tiene sus propios secretos. La tortura Cylon y el condicionamiento para hacer de él un producto apto para el comercio de esclavos, le han arrebatado la mitad de sus recuerdos, y le provocan pesadillas y problemas psicológicos. Si hubiera sabido que Dean era un piloto colonial, jamás se habría ido con él, y jamás se habría acercado siquiera a donde estaba destinado, la estrella de combate Galactica.
Enlace al fic original:
http://virtualpersonal.livejournal.com/241801.html Capítulo 1a,
Capítulo 1b,
Capítulo 2a,
Capítulo 2b,
CAPÍTULO 3 (Primera parte)
La radio crepitó y luego se escuchó una voz alta y clara. - Todas las naves que hayan abandonado Thiros en la última hora, deben volver a los muelles inmediatamente.
- Y una mierda que vamos a volver. - Poniéndose en pie, Dean siguió mirando a Sin mientras volvía a la parte delantera, luego se giró y tomó los mandos. - Si vas a sentarte aquí, ahora es el momento. Si no, Átate las correas de seguridad. - dijo pasando la nave a control manual y dando un brusco giro para desviarse de su ruta.
Sam volvió a guardar rápidamente las cosas en la bolsa, que había vuelto del revés para que no fuera tan llamativa, y luego se dirigió a la parte delantera y se instaló en el asiento del copiloto. Sus manos se movieron con rapidez sobre las correas, cerrándolas de forma casi mecánica, como si conocieran los movimientos. Miró los controles y se le cortó la respiración. Tragando con dificultad, se obligó a mirar a través de la cristalera frontal y no a las luces parpadeantes del panel. Pero no pudo evitar que sus ojos se desviaran hacia el panel de coordenadas de destino.
- ¡No! ¡No podemos ir por ahí! - dijo casi presa del pánico. - Eso nos llevara… ¡Nos llevara a un mal sector! Un rumbo 3.24 por 90 y por 67, eso nos alejara de Thiros y de donde… donde no queremos ir.
Frunciendo el ceño, Dean perdió unos preciosos segundos mirando a Sin y evaluando las coordenadas que había programado. - ¿Y a dónde es a donde no queremos ir? - preguntó. Mantuvo el rumbo durante unos segundos más mientras esperaba la respuesta, pero al no recibir ninguna, soltó un juramento y redirigió la nave. Lanzó una mirada a la pantalla del escáner, que mostraba que ninguna nave estaba en la zona. - No nos siguen… creo que estamos a salvo. - dijo trazando una ruta que les llevaría cerca de un sol que prácticamente garantizaba que estarían ocultos de los escáneres.
Sam estaba a punto de lanzarse sobre el testarudo mercader, cuando este finalmente cambió de rumbo. Aliviado se relajó en el asiento reclinándose hacia atrás. Rodeó su cuerpo con sus brazos, casi como si se estuviera abrazando a sí mismo. Después de tres yahrens de pocos cambios, suponía que no era ninguna sorpresa que estuviera nervioso. Había puesto su confianza en Dean, y solo podía rezar para que donde fuera que terminara, tuviera una vida mejor que cuando era esclavo… o que antes de eso.
Dean se volvió otra vez hacia Sin. - Tenemos que hablar. ¿Eres de la tierra? - dijo fijando su mirada en el hombre e inclinándose hacia él. - Esta vez la verdad. No estoy jugando.
Sam se echo hacia atrás, apartándose de Dean, desconcertado por su intensa mirada. - ¡Nunca he dicho que lo fuera! He oído hablar de ella. Viejas historias, viejas leyendas, pero no recuerdo mucho de ellas. Los rebeldes se fueron por su cuenta, abandonando a las otras tribus. - Miró a Dean durante un momento y luego bajó la vista de su piel todavía pintada de azul. - Esto no tiene nada que ver con que no quisieras dejarme atrás ¿verdad? Pensaste que yo era de la tierra y tú la estás buscando. - Sam soltó un bufido, y una pequeña risa amarga salió de sus labios mientras se soltaba las correas con un movimiento experto de su muñeca. - Bueno, después de que te cobres el castigo por la decepción, puedes pedir un rescate por mí y recuperar lo que sea que hayas perdido. O puedes venderme. Valgo una pequeña fortuna. Todos los que pasan por Thiros conocen a Sin. - Sam cogió uno de los pañuelos que llevaba en la bolsa y volvió a la parte trasera de la nave.
La repentina retahíla, dejó a Dean anonadado, y mirando con la boca medio abierta la silla en la que había estado sentado Sin hasta hacía un momento. Así que no era de la tierra, vale, no había sido más que una remota posibilidad, aunque no podía negar que había tenido alguna esperanza. Pero por otra parte, durante yahrens, se había acostumbrado a que le arrebataran la esperanza una y otra vez.
Dean miró a la parte trasera de la nave, al baño. ¿Había dicho Sin todo aquello en serio? ¿Creía que iba a hacer alguna de esas cosas? Decidió darle al chico algo de tiempo para recuperarse y recobrar la razón.
Después de quitarse las dos camisas, Sam empezó a usar el pañuelo mojado para quitarse la pintura azul de la piel. Se miró a sí mismo en el espejo durante un momento, y volvió a enjabonar el pañuelo mientras sacudía la cabeza intentando contener las lágrimas. No iba a llorar. Era un jodido hombre adulto, y los hombres adultos no lloran.
Se había quitado casi toda la pintura de sus brazos y parte de la de su cara cuando los nervios pudieron con él y calló de rodillas al suelo. Se encontró en un rincón, sollozando en silencio, con los brazos alrededor de sus rodillas y su cabeza escondida entre ellos. Ojalá le hubieran matado. Habría sido mejor que hacerle vivir todo aquello. Quizá Dean se hubiera enfadado lo suficiente, a lo mejor le mataba. ¡Él no había intentando engañar a Dean!
Pensó en el bote de pastillas que tenía. Si tomaba un par de ellas, no le importaría nada durante un tiempo. Dean podría golpearle hasta dejarle sin sentido y simplemente no le importaría. Era una puta pena que no pudiera tomarse una sobredosis, porque Thiros se aseguraba de eso. Cualquier intento, y el collar le castigaría. Aunque ya no estuvieran en Thiros, el collar seguía funcionando. Él todavía era un esclavo y el collar reconocería a Dean como su nuevo dueño muy pronto. Su piel desnuda contra el frío metal de la nave, le hizo temblar, pero no se molestó en coger su camisa, Dean le querría sin ellas cuando fuera a castigarle, de eso estaba seguro. Se preguntó si Dean iría a usar el escalpelo o simplemente sus puños. O quizá ambas cosas.
Cuando le quedó claro que Sin no iba a salir del baño, y tras teclear las coordenadas de su destino y confirmarlas, Dean pasó la nave a control automático y levantándose de su asiento se dirigió al baño. La luz amarilla indicaba que la puerta no estaba cerrada. Llamó dos veces, esperó un poco, y luego abrió la puerta y entró en el pequeño espacio. - ¡Sin! - gritó Dean al verle sentado en el suelo llorando. Al no obtener respuesta, se acuclilló junto a él.
Sam no levantó la mirada al oír el golpe en la puerta, ni el grito de Dean. Solamente tembló con más violencia, manteniendo su cara enterrada entre sus brazos. Esperó a ser golpeado por no haber respondido inmediatamente, por haber engañado al hombre, por cualquier razón que el mercader quisiera utilizar. Sintió a Dean cuando este se agachó junto a él, y simplemente se encogió un poco más sobre sí mismo y se pegó todo lo que pudo a la pared metálica.
El silencio reinó durante un momento. Dean no era el mejor diplomático de la galaxia, ni experto en dar consuelo. - Sin… mírame. - dijo cogiendo la cara del hombre y haciéndole levantar la mirada. - Así que no eres de la tierra. Eso solo significa que tendremos que seguir buscándola, la tierra, eso es todo. Nada ha cambiado. Nada. Fuiste libre desde el momento en que entraste en esta nave. No va a haber rescates, ni nada de venderte ni… dios, castigarte. Vamos. - deslizó su mano por la garganta de Sin hasta su hombro, tirando de él suavemente. - Vamos a un sitio donde no estemos tan apretados ¿eh?
Dejó que Dean levantara su cara. Sabía que todavía estaba surcada por las lágrimas. Patético. Era un jodido patético. Escuchó las palabras del mercader, pero en realidad no le creía. Había escuchado palabras amables antes, solo para convencerle, para conseguir un mejor acceso a él. No importaba. Dean era su nuevo dueño ahora, y lo que fuera que Dean quisiera, él no tenía más opción que aceptarlo.
Sam se puso en pie. Dejando su camisa en el suelo y salió del baño con la cabeza agachada. - ¿Cómo debo dirigirme a usted señor? ¿Dónde quiere que me sitúe? - preguntó en un susurro. Esperaba que Dean no le quitara su colgante ni su planta, porque eran sus únicas posesiones. No. Él era un esclavo. Él no tenía nada. Ahora eran de Dean.
- Maldita sea. - Dean se pasó una mano por la cara y empujó a Sin suavemente hacia el asiento. Una vez que estuvo sentado, carraspeó. - Escucha. No sé cómo decirte esto de forma más clara. No eres un esclavo… no eres un esclavo, ¿vale?. Nadie es dueño de nadie… somos hombre libres. Humanos, y no quedamos muchos de nuestra especie, así que tenemos que mantenernos unidos. - Puso su mano en el hombro de Sin y luego la deslizó hasta el lado de su cara para asegurarse de que tenía toda su atención. - ¿De qué planeta eres? - Intentaría acomodar a Sin en una nave con supervivientes de su planeta, su cultura. También podrían buscar en la base de datos a familiares o amigos, aunque había muy pocas posibilidades de encontrar algo.
Sam dejó que Dean le guiara y se sentó, y cuando el mercader insistió en que era un hombre libre, negó con la cabeza. Nunca volvería a ser libre. Sintió cómo se le cortaba la respiración por un momento cuando Dean dijo que no quedaban muchos humanos. Sí. Él lo sabía. Lo sabía demasiado bien. Era agradable sentir la mano cálida de Dean contra su cara, y no pudo evitar inclinarse un poco buscando el contacto. Cuando el hombre le preguntó por su planeta de origen, fijó la mirada en sus ojos verdes.
- No está… fue destruido… no importa.
- Lo sé. Eso lo sé. - Por segunda vez, Dean se acuclilló frente a Sin, que había pasado de ser un hombre lleno de confianza a parecer prácticamente un niño pequeño. - Es lo mismo para todos, pero también muchos de nosotros escapamos. - Cuando vio que Sin seguía sin darle ninguna información, Dean se levantó y se sentó a su lado. - Yo soy de Caprica, - dijo sabiendo que no importaba de qué rincón del universo era Sin, le gustaba saber sobre él, sobre su mundo, aunque solo fueran las leyendas. - Somos unos pocos cientos de miles de humanos, - dijo asintiendo con la cabeza a la vez que sentía un nudo formarse en su garganta. Habían sido billones antes de la destrucción final. - Dime cuál es tu planeta.
- ¿Caprica? - susurró Sam mirando a Dean conmocionado. - Sabía que unos pocos escaparon de Caprica. ¿Unos pocos cientos de miles? ¿De las doce colonias? ¿O solo de Caprica?
- Sí. - Asintió Dean sonriendo levemente. - Solo de Caprica. Sobrevivió más gente de las otras colonias. - Las estadísticas habían sido terribles. La destrucción total. Pero ahora que los yahrens habían pasado, era más fácil estar agradecido por el número de supervivientes. Dando una palmada en la espalda de Sin, Dean señaló hacia el espacio que se veía a través de la cristalera delantera. - Todos juntos, contando todas las colonias, hay un cuarto de millón de naves ahí fuera. Todas transportando a humanos… a nosotros. Estás volviendo a casa, con tu gente.
- ¿En… en qué yahren estamos?
- 6575.
- Los ojos de Sam se abrieron como platos. - Oh. - dijo en voz baja. 24 yahrens. Habían pasado 24 yahrens desde… Solo había sido un esclavo durante unos dos años y medio si sus cálculos eran correctos, aunque los primeros meses eran un tanto confusos para él. - Entonces… ¿de verdad eres un mercader? ¿Sobrevivió alguna Estrella de Combate? Oí rumores de que Pegasus y Galáctica lo hicieron. ¿Están con esa flota de un cuarto de millón de naves?
- Sobrevivieron a la gran destrucción pero… la Pegasus fue destruida después. Fue una gran pérdida. Es un poco difícil de creer, pero a veces nuestra propia gente nos traiciona. - Estaba dándole a Sin mucha información que probablemente no debería darle, no hasta que fuera interrogado, pero no podía evitarlo. - ¿Qué te pasó a ti? - Imaginaba que los esclavistas debían haber ido al planeta de Sin a llevarse a los supervivientes y que no había tenido forma de escapar.
"A veces, nuestra propia gente nos traiciona". Las palabras resonaron en la mente de Sam. Sí. Eso también lo sabía demasiado bien. Se estremeció y rodeó con sus brazos su pecho desnudo, intentando mantenerse caliente. No porque tuviera derecho a ninguna comodidad de ningún tipo nunca más. Sam sacudió su cabeza lentamente. - Dejado atrás. Abandonado. Vendido como esclavo. Fin de la historia. - Miró otra vez a Dean. - ¿Sabes si sobrevivió alguno de los pilotos más veteranos? - Sabía que era horrible desear que ninguno lo hubiera hecho, pero lo deseaba. Galáctica. Era la Estrella de Combate de Caprica. Buscó en sus recuerdos. - ¿Adama es todavía comandante? El coronel… Tigh. Tigh era su segundo ¿verdad? ¿Sobrevivió? ¿Alguno más de las otras Estrellas de Combate?
- Sí. Adama es todavía comandante, y el coronel Tigh. Allí es donde vamos. Estoy destinado en Galáctica. - Apretó el brazo de Sam. - No abandonamos a los nuestros. Mi padre me enseñó eso.
Sam soltó un pequeño bufido. Claro. Los humanos eran jodidamente buenos abandonando a los suyos. De pronto frunció el ceño. - ¿Destinado? ¿Eres… eres piloto?
- Soy tan mercader como tú eres un Selaran de piel azul. - dijo buscando la mirada de Sin y achacó su reacción al hecho de que había sido capturado. - No pudieron salvar a todos. Sé que para lo que has pasado… no es un consuelo. - Levantándose, fue hasta el baño y volvió con la camisa de Sin. - Tienes frío. Ponte esto. - dijo ofreciéndole la camisa. - Son muchas cosas que asimilar. Yo te ayudaré.
Sam dudó un momento y luego aceptó la camisa. Se la puso haciendo una mueca cuando rozó la herida del hombro. ¿Qué se suponía que tenía que decir? ¿Que te jodan? Hasta que Dean le quitara el collar, era su esclavo, tanto si Dean quería aceptarlo como si no. - Voy a ir a terminar de quitarme el maquillaje. ¿Le parece bien, señor?
- Haz lo que quieras Sin. Lo que quieras. - repitió Dean levantándose y apoyándose contra la pared mientras le observaba exasperado. - Supongo que pensé que estarías… más feliz. - murmuró. Luego se acercó a la parte delantera de la nave y se dejó caer en su asiento pesadamente. - Los próximos doce centars no van a ser tan… divertidos como los últimos.
Sam se detuvo a mitad de camino y frunció el ceño. Se giró y volvió a la parte delantera de la nave. - Dean, estoy asustado, ¿vale? Mi vida en los últimos yahrens ha consistido en levantarme, comer, estudiar y servir. Aquellos a los que servía, eran en parte o totalmente incompatibles con los humanos. Ahora… de repente… No sé lo que pasará mañana. Tú dices que soy libre, pero todavía tengo el collar. Otros antes me dijeron que era libre, y luego descubrí que deshacerme del collar significaba solo una cosa. Ejecución. Así que supliqué para que no me dejaran libre. No te conozco. Eres un cliente. Y ahora me entero de que eres un piloto y que me vas a llevar con la gente que… que me abandonó. Si quieres que finja estar feliz, puedo hacerlo. Pero eso no cambiará el hecho de que estoy asustado.
- No… no quiero que hagas eso. No quiero que actúes para mí. Nunca más. - Buscó la mirada de Sin. Los últimos doce centars habían sido una mentira. No importa cómo quisiera recordarlo. Eso lo entendía alto y claro, pero no quería más mentiras. - Quiero que recuerdes cómo eras antes, antes de ser abandonado. Si no eres ese hombre ahora, volverás a serlo. Sin collar, te lo prometo… ese collar va a desaparecer en cuanto lleguemos a casa y tenga el equipo necesario para quitártelo.
- Nunca volveré a ser ese hombre. - Susurró Sam. Consiguió mostrar una leve sonrisa para Dean, y después de un momento de vacilación, se inclinó y le besó, sin dejar que esa vez tomara el control. Empujó su lengua entre los labios de Dean y le dio el puto mejor beso que era capaz. Finalmente rompió el beso y con aspecto de estar satisfecho de sí mismo, se dirigió hacia el baño. - Y para que conste. - dijo por encima de su hombro. - los próximos doce centars pueden ser tan divertidos como los últimos si tú quieres. No estaba fingiendo, disfruté haciendo el amor contigo, y realmente odio estar aburrido. Eso le da a uno demasiado tiempo para pensar en cosas en las que no quiere pensar.
Echando la cabeza hacia atrás, Dean soltó una carcajada, una carcajada de verdad, por primera vez desde que habían embarcado en la nave. La boca le quemaba. Quería rodear con sus brazos a Sin y pegarse a él. El beso… había sido diferente. Miró hacia la parte trasera de la nave pero Sin ya estaba dentro del baño. - Podríamos jugar a las cartas. Puedo enseñarte. - dijo con una sonrisa en los labios.
Sam dejó escapar una pequeña risa mientras volvía a coger el pañuelo, lo mojaba en agua caliente y terminaba de quitarse la pintura azul que quedaba en su cara y en su cuello. Pasó sus dedos ligeramente sobre su collar. No podía recordar verse sin él puesto, y no podía negar que el miedo provocaba un nudo en su garganta al pensarlo. Se fue con Dean porque Dean era humano, y porque… porque había disfrutado pasando la noche con él más de lo que recordaba haberlo hecho con nadie más. Bueno, había unos pocos que se habían acercado bastante, pero Dean había sido francamente sorprendente. No se había ido con Dean porque esperara ser libre, sino porque… porque quería estar con él. No esperaba que Dean le amara. Él no amaba a Dean. Era solo la mentalidad de un esclavo y lo sabía. Si encuentras a alguien que te gusta y se porta bien contigo, tienes la esperanza de que te compre o vaya a verte a menudo. Había estado solo durante muchos yahrens, quizá pensó que con Dean no volvería a estar solo. Pero si Dean le liberaba, estaría solo otra vez, y él no quería eso. No estaba preparado para eso. Quizá pudiera convencer a Dean para que se quedara con él durante un tiempo. Se quitó las lentillas azules que todavía llevaba puestas, las enjuagó y las secó, y luego aclaró el pañuelo y lo colgó para que se secara.
Sam salió del baño y se acercó al armario de suministros de emergencia. Sacó dos colchonetas hinchables y unas mantas térmicas. - Entonces, ¿por qué no enciendes el climatizador y vienes a enseñarme a jugar a las cartas? - dijo mientras pulsaba el botón para hinchar las colchonetas y las ponía una junto a la otra. Luego levantó la mirada hacia Dean y dijo, - Estoy seguro de que podría conseguir una pirámide completa en pocos centons.
- Una pirámide completa en pocos centons, uh. Ya veremos. - Contestó Dean poniéndose en pie y estirando sus brazos por encima de la cabeza. Observó que Sin se movía con comodidad por la nave, la facilidad con la que había manejado las correas de seguridad de los asientos, y cómo había encontrado el equipo de descanso… moviéndose por la nave como si le fuera familiar, como si estuviera acostumbrado a los viajes espaciales. Viendo la expresión de ansiedad en la cara de Sin, decidió no presionarle. Otras muchas personas iban a hacerle preguntas cuando llegaran a la flota. Había gente mejor capacitada para preguntar de forma más diplomática y menos amenazante, se lo dejaría a ellos.
Cruzó la pequeña distancia que había entre ellos y se paró frente a Sin un momento, buscando su mirada cuando sintió la electricidad entre ellos. Sí, no parecía que aquello fuera a desaparecer sin más. Si la atracción no hubiera sido tan fuerte, nunca habría… Apartó la mirada y pasó de largo, rozándose ligeramente con Sin al ir hacia el armario, y volviendo con una baraja completa de cartas que dejó caer sobre la colchoneta.
Cuando Dean le tocó, aunque fuera tan suavemente, Sam sintió un deseo ardiente de volver a ser tocado. De ser tocado en cualquier parte. Pero cuando vio que Dean realmente había sacado las cartas, rodó los ojos. - No era ese el tipo de pirámide del que estaba hablando. - dijo mirándose la entrepierna. - Se dejó caer sobre la cama y cruzó las piernas. - Pero si prefieres jugar a las cartas que ayudarme a construir mi propia pirámide…. - Sam dejó la frase sin terminar y luego sonrió. - Después de todo, lo único que tienes que hacer es mirarme. Ya lo demostraste.
Sam decidió no decirle a Dean que en realidad ya sabía jugar, aunque sospechaba que Dean ya debía saberlo. ¿Cómo iba a trabajar, siendo el premio de la partida, y no saber cómo jugar? Aunque era cierto que muchos esclavos sexuales no se molestaban en aprender todos los juegos de cartas, y la pirámide era solo uno de muchos. Por supuesto, Sam sabía cómo jugar a las cartas desde que tenía 4 años. Cuando su padre, para gran disgusto de su madre, le enseñó a contar y a leer los números jugando a las cartas. La verdad era que las cartas se le daban bastante bien. Por otra parte, había visto cómo Dean había mantenido la calma mientras jugaba para ganarle a él. Tal vez una partida fuera divertida. Divertida… ¿cuándo era la última vez que hizo algo divertido que no fuera sexual? Realmente no podía recordarlo. A algunos de sus clientes les había gustado jugar y él les había ofrecido un reto, pero finalmente les dejaba ganar. ¿Debería dejar ganar a Dean? No, a Dean le gustaban los retos. Si podía ganar, lo haría. Eso asumiendo que Dean todavía quisiera jugar a las cartas.
- Yo dije eso ¿verdad? - Dean le lanzó una mirada tímida mientras se rascaba la cabeza recordando su fanfarronada. - Debía estar bastante borracho y tú debiste hacer un buen trabajo haciéndome creer que era un gran polvo. - Un buen acompañante haría eso por todos sus clientes, y tenía la sensación de que Sin estaba muy por encima de la media. Levantó los ojos, y se encontró mirando la “pirámide” de Sin, y sacudió la cabeza para si mismo mientras empezaba a barajar las cartas con más concentración de lo necesario. - Que me pillen volando con los pantalones bajados, no quedaría demasiado bien en mi expediente. - dijo moviéndose e indicando a Sin que se sentara junto a él. - Yo barajo, tú abres.
- Creo recordar que estuviste a punto de lograr que me corriera solo mirándome. Si no te hubiera suplicado que me enseñaras cuánto tiempo podías aguantar bajo el agua, lo habrías conseguido. Eres un amante fantástico, no te menosprecies. - Sam sonrió cuando vio la mirada de Dean detenerse en su entrepierna. - Has dicho que tenemos doce centars, así que probablemente no entraremos en contacto con Galáctica al menos en seis centars ¿no? O quizá hasta diez. ¿Cómo es posible que te pillen?
Ante la insistencia de Dean, Sam se sentó a su lado, inclinándose hacia él y aceptando las cartas que le ofrecía, asegurándose de que sus dedos rozaran los del piloto, mientras pasaba su lengua por el cuello de Dean. Luego, como si no hubiera pasado nada, levantó su mano y observó sus cartas.
Dean contuvo el aliento, luchando por no coger a Sin y pegarlo a su cuerpo, por no atrapar aquella lengua en su boca y… Parpadeó. - ¡Estás hacienda trampas! Estás intentando distraerme, y no va a funcionar. A no ser que vuelvas a doblarte hacia atrás de esa forma que ningún humano debería ser capaz de hacer. - Añadió casi para sí mismo mientras cogía sus cartas. El baile de Sin durante la partida le había distraído, y también había tenido que luchar contra aquello. Doce centars… iban a parecer por lo menos 24.
- No estoy haciendo trampas, y no estoy intentando distraerte. Lo que estoy intentando conseguir, es que vuelvas a hacerme el amor. - Dijo Sam, y tras escuchar lo que Dean había murmurado, añadió, - y estaría encantado de doblarme para ti cuando quieras. Apenas tuviste tiempo de ver el repertorio de todas las formas en las que soy capaz de doblarme.
Entrecerrando los ojos, Dean luchó por mantener alejadas de su mente las imágenes de el Sin flexible. El hombre no tenía ni idea de lo difícil que le estaba resultando comportarse de forma “honorable”.
Sam miró alrededor y se puso en pie para coger el botiquín, y luego volvió a sentarse junto a Dean otra vez, asegurándose de que sus muslos se estuvieran tocando. Abrió el botiquín y sacó todas las vendas. Rápidamente contó la mitad de ellas. - Cuanto más grandes, más valen, tres pequeñas como una de las del tamaño siguiente. Apuesta.
Sam puso una de las vendas más pequeñas en el centro, y luego giró su cabeza y susurró al oído de Dean. - Solo para que conste. Soy tan bueno a las cartas como en el sexo.
- Es bueno saberlo… - El calor del cuerpo de Sin se filtraba a través de los pantalones de Dean haciéndole ser muy consciente de su presencia a su lado, y luego tuvo que lidiar con su aliento caliente sobre su oreja y el recuerdo de lo capaz que era en el terreno sexual. Su mente debía haberse paralizado, o no estaba pensando con su cerebro de arriba, porque de pronto las palabras salieron de su boca sin control. - Veamos entonces si puedes ganarme. - Su mirada se encontró con la de Sin y se le formó un nudo en el estómago al darse cuenta de lo estúpido que era. Sin probablemente había interpretado que si ganaba, Dean sería el premio, y que si Dean ganaba, él volvería a ser suyo para poder hacer lo que quisiera. Se humedeció los labios. - Si gano, me dices algo sobre ti que de otra forma nunca me hubieras dicho.
- ¿Te estás poniendo en juego a ti mismo? - Los ojos de Sam se iluminaron. - Me tienes absolutamente motivado. - dijo. - Aunque creo que estás haciendo un mal trato pidiendo solo palabras en lugar de servicios. Eso es aburrido.
- Te he dicho que no volverás a ser un esclavo nunca más. - Respondió Dean en tono serio. Luego el juego empezó.
Las cartas hexagonales eran barajadas una y otra vez. Se formaban pirámides y las vendas que hacían de moneda de intercambio cambiaban de lado continuamente. Los dos hombres fruncían el ceño mientras hacían todo lo posible por ganar. Dean se quejaba amargamente de que Sin le estaba haciendo trampas, y luego se veía incapaz de explicar por qué morderse un labio pasarse una mano por el muslo y acariciar las cartas con el pulgar era hacer trampas. El juego les llevó más tiempo del que habían imaginado incluso después de que Dean aceptara que Sin era un jugador experto. Al final, Dean se echó un farol, Sin lo descubrió, y el piloto acabó empujando la caja de las vendas hacia el lado de Sin.
Sam sonrió. - ¡He ganado! ¿Puedo conseguir lo que quiera de ti?
- No. Solo a mí. Eso es lo que ganas. - respondió mirando con recelo a Sin mientras recogía las cartas.
Sam se mordió el labio inferior. - Vale… entonces, quiero que seas mi nuevo dueño. - ¡Lo sé! - le cortó a Dean antes de que pudiera protestar. - Soy libre. Eso es lo que tú dices, y sé que lo dices en serio. Pero… yo, yo no estoy preparado para ser libre. - Miró a Dean suplicándole con la mirada que le comprendiera. En ese momento, la idea de la libertad le aterraba. - Solo por un tiempo. - suplicó.
Dean tuvo que reprimir la ya familiar sensación de frustración. Por alguna razón, Sin le irritaba con demasiada facilidad. - ¿Quieres decir hasta que estemos en Galáctica? - La frase fue más una afirmación que una pregunta.
Sam vio la mirada en los ojos de Dean. La repuesta iba a ser no por mucho que suplicara. - Da lo mismo. - dijo suavemente, sintiendo una punzada de desesperación atravesar su pecho. - Solo… solo duerme a mi lado y abrázame. ¿Vale? - dijo finalmente mientras empezaba a guardar las vendas en el botiquín.
- Claro. - Acercándose, Dean le ayudó con las vendas, y luego colocó el botiquín en la silla que había a su lado. - Ven aquí. - Abrió sus brazos mientras buscaba con la mirada la cara de Sin. - Has pasado por muchas cosas. Tu vida va a cambiar, y sé que estás preocupado, pero… mira, lo peor ya ha pasado, ahora solo puede ir a mejor ¿no?
Sam apretó la mandíbula. Mejor. Claro. Y si descubrían quién era realmente, iba a cambiar una cárcel muy bonita por una celda horrible. De todas formas, era lo que se merecía. Se acercó y dejó que Dean le rodeara con sus brazos mientras observaba su bonita cara. - Por supuesto. - dijo, poniendo en sus palabras todo el convencimiento que fue capaz. Empujó a Dean hacia abajo, haciéndole tumbarse a su lado y apoyó la cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su corazón. No pudo evitar que un pequeño escalofrío le recorriera el cuerpo.
Dean cerró sus brazos alrededor de Sin, abrazándole para darle seguridad, sabiendo que era lo que necesitaba. Al sentir el escalofrío, le abrazó aún más fuerte, subiendo su mano a lo largo del pecho de Sin, hasta su garganta, acariciando un lado de su cara. No tenía palabras para tranquilizarle, pero para él estaba claro que Sin no lo estaba asimilando bien. Dejando escapar un suspiro suave, inclinó su cabeza y dejó un beso en la frente de Sin, luego habló con sus labios todavía pegado a su piel. - Apuesto a que hace mucho, mucho tiempo que no has visto una buena película interpretada por humanos. Ni jugado una partida a la triada, ni hincado tus dientes en una buena hamburguesa al estilo antiguo, ¿eh?
- No. Solía ser bueno a la triada, y he probado las mejores comidas de varios mundos, pero no eran… mi comida. - sonrió un poco. - Y era extraño cuando uno de mis clientes era del tipo menos compatible. Sus delicatesen podían ser cualquier cosa entre aterradores y asquerosas. Algunas de esas cosas probablemente te habrían hecho vomitar. - Sam inclinó la cabeza hacia atrás. - Hey, de verdad que mi frente no puede apreciar ese beso como lo harían mis labios. ¿Quieres intentarlo otra vez?
- Pensé que querías dormir. - Sonriendo, Dean deslizó su boca por la mejilla de Sin, susurrando en su oído. - No creo que un beso en los labios sea inductor al sueño.
- Y yo pensé que tú no querías que te pillaran con los pantalones bajados, así que quizá sea mejor que nos divirtamos ahora y durmamos después. He decidido que prefiero que mi premio sea que me folles hasta dejarme sin sentido. Eso suena mucho mejor que dormir, y luego puedo dormir en tus brazos. ¿Es esa modificación de mis deseos aceptable, Lord Dean? - Sam se frotó contra Dean y pasó la mano de forma sugestiva por la curva de su culo. El sexo era bueno. Su mente podía perderse en el sexo y olvidar… que pronto volvería a estar solo.
- Déjame pensarlo. - dijo Dean sintiendo cómo todo su cuerpo se tensaba por la anticipación. - Menos de un segundo después dijo, - Creo que la modificación es aceptable.
CAPÍTULO 3b.