Título: Everyland
Autor: aisisgallo
Género: J2 AU
Capítulos : 23 + Epílogo
Pairings: Jared/Jensen ; Chris/Steve
Clasificación: NR-17
Palabras: 51.000 +/-
Resumen: El mundo de Jensen se ha hundido tras una tragedia que no está siendo capaz de superar. Y de pronto ocurre algo que le lleva a un lugar más allá del mundo real. Pero ¿es solo su imaginación quien le lleva hasta allí, o es algo más?
Capítulo 1,
Capítulo 2,
CAPÍTULO 3
Chris estaba sentado en la sala del personal de enfermería del hospital en el que trabajaba Steve. Habían llegado hacía aproximadamente tres horas, y Steve entró en urgencias con Jensen, dejando a Chris allí a pesar de sus protestas.
Desde entonces no había tenido noticias de ninguno de los dos, y los nervios ya estaban empezando a hacer mella en él. Se había tomado al menos cuatro cafés de la máquina que había en la sala de descanso para el personal, y entre el efecto de la cafeína y la preocupación por el estado de Jensen, estaba al borde del ataque de nervios.
Estaba dando vueltas por la sala como un león enjaulado cuando de pronto se abrió la puerta y un Steve con cara de cansancio entró cerrando tras de sí. Chris se acercó a él rápidamente. - ¿Cómo está? - dijo con preocupación.
- Saldrá de esta. Le hemos hecho un lavado de estómago, y tenía algo de hipotermia, pero se pondrá bien. En un par de días podrá irse a casa.
Chris soltó el aire que estaba reteniendo en los pulmones y se pasó la mano por la cara, luego se acercó a Steve y le rodeó con sus brazos apoyando la cabeza en su pecho. Steve le devolvió el abrazo frotándole la espalda para tranquilizarle.
- ¿Qué vamos a hacer con él Steve? Esto cada vez va a peor. Si sigue así va a terminar haciendo algo que no tenga remedio.
Steve apretó el abrazo y soltó un suspiro. - Sí, lo sé. Pero si no deja que le ayudemos, es difícil poder hacer nada. Lo único que podemos hacer es estar ahí cuando nos necesita.
- Tengo la sensación de que eso ya no es suficiente, si no se le hubiera caído la bufanda en esa esquina, ahora podría estar muerto.
- Pero no lo está Chris, tenemos que agarrarnos a eso, y seguir apoyándole en todo momento.
Chris se apartó un poco de Steve y le miró a los ojos. - Tienes cara de cansado, ¿quieres un café?
- Estaba pensando que podíamos irnos a casa unas horas a descansar. Jensen no va a despertar por lo menos hasta la mañana, está sedado, y yo tengo turno de mañana, así que nos vendrá bien dormir unas horas.
- Sí, claro. ¿Puedo verle antes de irnos?
- Sí. Carla está en el control, ella te acompañará, yo mientras voy a cambiarme y te espero fuera.
- Bien. Nos vemos fuera. - Chris le dio un suave beso a Steve en los labios y salió de la sala.
- ¿El cuarto islote de qué? - Jensen miraba la silueta del hombre que tenía delante totalmente alucinado. Aquello tenía que ser una broma o algo. Eso o estaba teniendo una pesadilla. - Yo estaba en Nueva York hace un momento.
- ¿Nueva York? No conozco ese pueblo señor. ¿En qué islote está?
- ¿Islote? ¡No está en ningún islote! - Aquello estaba empeorando su dolor de cabeza, y Jensen se llevó una mano a la sien cerrando los ojos un momento mientras soltaba un juramento.
- ¿Se encuentra bien señor? Si quiere puedo acompañarle a la posada, yo trabajo allí, y podrá descansar un poco.
- La posada. Bien. - Al menos era un comienzo, seguro que allí podría sacar algo en claro y conseguir información sobre lo que estaba pasando. - Sí, está bien, vayamos a la posada.
- Bien señor. Sígame.
Sin decir más, el hombre se giró y empezó a andar con la lámpara levantada delante de él para iluminar el camino.
Avanzaron unos cincuenta metros pendiente arriba y cuando llegaron a la zona más alta, de pronto apareció frente a ellos un pueblo que se asentaba en un pequeño valle a sus pies. Apenas se podían ver algunas luces que iluminaban las calles y las siluetas de las casas que formaban el pequeño pueblo. El chico se giró hacia Jensen y señalo con su mano libre hacia el valle.
- Ese es el pueblo de Khormik, señor. No es muy grande, pero es un buen pueblo para vivir.
Jensen iba a contestarle que no pensaba vivir en aquel pueblo de mala muerte, pero antes de que pudiera decir nada, el hombre empezó a descender por la pendiente en dirección a las casas.
Cuando se adentraron en lo que parecía la calle principal del pueblo, Jensen observó sorprendido que la mayoría de las casas eran construcciones de piedra de dos pisos, con aspecto sólido y diseñadas con muy buen gusto.
- Ahí está la posada. - dijo de pronto el joven señalando unos cien metros por delante de ellos, a un edificio de dos pisos que había en el lado derecho de la calle, iluminado por unas lámparas que colgaban a ambos lados de la puerta. - En esta época siempre hay habitaciones vacías, así que no tendrá ningún problema.
Cuando llegaron a la puerta de la posada, el hombre apagó la lámpara que llevaba en la mano y la dejó sobre un bloque de piedra que había en la entrada, luego abrió la puerta y entró seguido por Jensen.
- ¡DYEL! ¡Maldito vago! - Jensen se giró hacia el lugar de donde llegaban los gritos y vio cómo una mujer de unos cincuenta años, bastante sobrada de peso y con un vestido azul en parte cubierto por un delantal blanco, salía de detrás de la barra del bar con cara de pocos amigos y se dirigía hacia el chico que le había acompañado hasta allí. - ¡Estoy harta de que desaparezcas siempre cuando más trabajo hay, Dyel! ¡La próxima vez te dejo en la calle!
La mujer llegó en un momento hasta donde estaba el joven, que parecía haberse encogido de repente, y estaba allí parado, con la cabeza agachada y los brazos cubriendo su cara, mientras ella le daba manotazos con una mano sin parar de gritarle.
- ¡YA BASTA! - Las palabras salieron de la boca de Jensen casi por voluntad propia. No es que tuviera nada especial con aquel chico, no le había salvado la vida ni nada, pero al ver cómo se encogía literalmente de miedo delante de la mujer, imaginó que los golpes eran algo que sufría habitualmente, y no pudo evitar que una especie de necesidad de protegerle le invadiera de repente.
La mujer se giró al oír la voz de Jensen, y el joven aprovechó la distracción para salir corriendo hacia la puerta que había en la parte posterior de la posada y desaparecer por ella.
Al ver a Jensen, la mujer cambió su expresión inmediatamente y una falsa sonrisa apareció en su cara. - Vaya, buenas noches señor. ¿Es nuevo en el pueblo? Si necesita un sitio donde dormir, aquí tenemos las mejores habitaciones. - dijo mientras agarraba a Jensen por el brazo y le llevaba hasta una de las mesas. - Pero antes, seguro que quiere cenar algo, ¿acaba de llegar al pueblo? Estará cansado del viaje. ¡DYEL! ¡Mueve tu culo aquí ahora mismo y trae café para el caballero!
Dyel apareció casi inmediatamente detrás de la barra y tras coger un vaso y una jarra se acercó a la mesa en la que estaba sentado Jensen. Este no pudo evitar fijarse en que a pesar de que hacía calor allí dentro, el chico seguía con la larga túnica, la capucha todavía le cubría la cara, y llevaba las manoplas puestas.
Con dificultad por culpa las prendas de lana que cubrían sus manos, Dyel dejó el vaso en la mesa y sirvió a Jensen el café de la jarra, derramando un poco.
- ¡ Estúpido! - La mujer le soltó un manotazo a la cabeza y le quitó la jarra de las manos antes de darle un empujón para que se apartara de la mesa, luego se giró otra vez hacia Jensen con su falsa sonrisa en los labios mientras secaba el café derramado con un trapo que llevaba colgado del delantal. - Este chico es un desastre. No sé por qué le sigo teniendo aquí, supongo que en el fondo me da pena y no quiero dejarle tirado en la calle.
Jensen le devolvió una sonrisa igual de falsa y luego desvió su mirada hacia la figura del chico, que se había quedado a unos metros de la mesa, encogido como si estuviera esperando algún golpe más. No pudo evitar que se le formara un nudo en la garganta. Por alguna razón sentía como si debiera cuidar de aquel chico, pero la verdad era, que en esos momentos, ni siquiera sabía cómo cuidar de sí mismo.
La única explicación que encontraba para toda aquella situación, era que se había vuelto completamente loco, y que su mente divagaba totalmente perdida en algún mundo imaginario del que era incapaz de salir. Difícilmente iba a poder cuidar de nadie cuando probablemente lo que necesitaba era una camisa de fuerza.
Aldoun golpeó la mesa con el puño y luego respiró profundamente intentando calmarse. Rahim estaba de pie junto a la mesa, mientras los nueve hombres sentados en las sillas le miraban esperando que explicara lo que había pasado.
- Señor, no pude hacer nada, - dijo Rahim retorciéndose las manos con nerviosismo. - Estaba esperando a que despertara, pero en cuanto se levantó, ese maldito chico de la posada apareció entre los árboles y no pude acercarme a él.
- ¿El chico de la posada?
- Sí, señor. Dyel. Se acercó a él y se lo llevó a la posada.
- ¿Y ya está? ¿Dejaste que se lo llevara sin más? - dijo Aldoun cada vez más enfadado.
- ¡No! No señor. Les seguí. El forastero fue a la posada y Rhaima le dio una habitación para pasar la noche. Estuvo cenando antes de irse a la habitación, y hablando con ella, lo único que decía todo el rato era que quería volver a Nueva York, que lo único que quería era que le dijeran cómo podía volver a Nueva York.
Aldoun bajó la mirada a la mesa y soltó un suspiro. - Bien, si quiere saber cómo volver a Nueva York, nosotros se lo diremos. Zester, - dijo girándose hacia el hombre.
- ¿Sí señor?
- Quiero que mañana te acerques a la posada, irás a hablar con él y le dirás que tú sabes cómo puede volver a Nueva York.
- ¿Puede volver, señor?
- Sí. Si la puerta se abre, podrá ir donde él quiera. Una vez que abra la puerta para nosotros, ya no le necesitaremos, entonces podrá irse a Nueva York si eso es lo que quiere.
Una sonrisa apareció en la cara de Zester. - Claro señor.
- Quiero que mañana estés aquí al amanecer, prepararemos lo que vas a decirle.
Dicho esto, Aldoun se levantó de su silla y salió de la sala.
CAPÍTULO 4.