Bueno, pues después de dar mucho la vara por ahí con el nuevo fic que estoy escribiendo, por fin me he decidido a empezar a colgarlo. Para las que esperáis muchos hurt y torturas a saco, deciros que lo siento mucho pero no es el caso. No es que los Js tengan una vida de ensueño, pero tampoco vamos a llegar al nivel de Real Movie o Fantasmas
. Incluso hay partes que me ha dado la sensación que me han quedado un tanto ñoñas
Pues nada, que espero que os guste aunque sea un poquito. Intentaré acutalizar todos los días, y como lo tengo bastante avanzado, espero que no me pille el toro, y sin más, vamos con el primer capi.
Título: Everyland
Autor: aisisgallo
Género: J2 AU
Capítulos : 23 + Epílogo
Pairings: Jared/Jensen ; Chris/Steve
Clasificación: NR-17
Palabras: 51.000 +/-
Resumen: El mundo de Jensen se ha hundido tras una tragedia que no está siendo capaz de superar. Y de pronto ocurre algo que le lleva a un lugar más allá del mundo real. Pero ¿es solo su imaginación quien le lleva hasta allí, o es algo más?
CAPÍTULO 1
Zester caminaba por las oscuras callejuelas del pueblo. Vestía una capa negra hasta los pies que casi arrastraba por el suelo al caminar, y que tenía una amplia capucha que llevaba sobre su cabeza.
Avanzó con paso rápido, pegado a los muros de las casas bajas que se alineaban a un lado de la calle, hasta llegar a una casa rodeada por una verja negra y alta. La construcción de piedra gris, tenía dos pisos de altura, y una estructura sobria y austera.
El hombre giró su cabeza recorriendo con la mirada las calles vacías en la fría y oscura noche, asegurándose de que nadie podía verle, y se adentró en el callejón lateral de la propiedad.
Al final del callejón, la verja tenía una estrecha puerta con una enorme cerradura. El hombre sacó de debajo de su camisa una llave que llevaba colgada del cuello con un cordón de cuero negro, abrió la puerta y atravesó el jardín que rodeaba la casa, hasta una puerta de madera maciza, prácticamente oculta entre algunos arbustos en la parte posterior del edificio.
Golpeó la puerta tres veces seguidas, espero unos segundos, y luego volvió a golpear dos veces más. Poco después, el ventanuco de la puerta se abrió ligeramente y unos ojos azules miraron a través de él. El ventanuco se volvió a cerrar e inmediatamente se oyó el cerrojo de la puerta al abrirse.
El hombre atravesó la puerta y avanzó por el estrecho pasillo que descendía hasta un arco cubierto por una cortina roja. Allí retiró la capucha de su cabeza, se quitó la capa que colgó en un gancho que había en la pared de piedra junto a la entrada y atravesó la cortina.
La estancia al otro lado era una sala circular, con suelo de piedra gris y paredes pintadas en color tierra. En la parte central del techo abovedado colgaba una enorme lámpara de hierro de doce brazos, bajo la cual había colocada una gran mesa redonda. Alrededor de la mesa, había nueve sillas, de las cuales ocho, estaban ocupadas por hombres de entre 50 y 60 años que se giraron en cuanto oyeron entrar a Zester.
Uno de los hombres sentado a la mesa, el que ocupaba una silla de madera con aspecto de trono, se puso en pie. Era un hombre de unos 60 años, alto, corpulento, de pelo blanco y facciones duras. Sus ojos grandes y negros se clavaron en Zester, mirándole con un brillo expectante.
- ¿Zester? - dijo casi conteniendo la respiración, - ¿alguna novedad?
Zester asintió aguantándole la mirada. - Ya ha llegado señor.
Cuatro horas antes
- ¡Joder Jensen! En serio, no me lo puedo creer. - Chris entró en el salón y se acercó al sofá en el que Jensen estaba tirado, con una botella de tequila en la mano y un porro en la otra.
Le quitó el porro de la mano y lo apagó en el cenicero que había sobre la mesa de centro, y luego cogió la botella y se fue hasta la cocina, donde la vació en el fregadero.
- ¡Eh! - Jensen hizo amago de protestar, pero en cuanto intentó levantarse toda la habitación empezó a dar vueltas. - ¡Mmppff! ¡Mierda! - Se volvió a dejar caer en el sofá y se cubrió los ojos con el antebrazo.
Oyó cómo Chris volvía de la cocina y cruzaba el salón hasta el ventanal que había detrás del sofá. Luego oyó el sonido de las cortinas al abrirse y la luz invadió la estancia, haciendo que se le saltaran las lágrimas por la falta de costumbre.
Llevaba cuatro días allí encerrado, con la cortina echada y las luces apagadas, dejando que solo el resplandor de la televisión diera algo de luz al entorno, lo justo para poder hacerse un porro detrás de otro y ver la botella de la que estaba bebiendo.
- ¡Dios! ¡Esto apesta! De verdad que no sé cómo puedes aguantar aquí dentro, casi no se puede ni respirar. - dijo Chris mientras abría la ventana y luego volvía hasta el sofá y se sentaba a su lado con cara de pocos amigos. - Lo que me sorprende es que no hayas muerto por asfixia aquí dentro.
Jensen no se molestó en levantar el brazo de sus ojos, no tenía ninguna necesidad de ver la cara de amargado de Chris, bastante tenía con lo suyo. - Pues mira, no me importaría.
- ¡Ja! Muy gracioso. ¿Eso es lo que quieres? ¿Acabar con tu vida? ¡Entonces por qué coño no subes a la azotea y te tiras de una puta vez!
- ¡Pues tal vez lo haga!
- ¡Sí claro! No tienes huevos de superar lo que le pasó a Frank y los vas a tener para suicidarte. ¿Crees que soy idiota?
- ¿En serio tengo que contestar a eso?
- Vete a la mierda Jensen. ¿De verdad piensas que esto es lo que querría Frank?
- ¡Frank está muerto! - gritó Jensen apartando el brazo de sus ojos y lanzando una mirada furiosa a Chris. - ¡Está metido en una caja a dos metros bajo tierra! Y sinceramente, dudo mucho que ahora mismo Frank quiera o deje de querer nada en absoluto. ¿No te explicaron tus padres lo que es estar muerto?
- Que te jodan Jensen. Frank te estará viendo desde algún sitio…
- ¡No! - Jensen se levantó sujetándose al respaldo del sofá para aguantar el mareo y no terminar tirado en el suelo. - Eso sí que no Chris, no pienso quedarme a oírte decir esa estupidez. Frank está muerto. Punto. Ni me ve, ni me oye, ni me espera en ninguna puta parte, así que no vayas por ahí. - Una vez que su cuerpo se acostumbró a la posición vertical y el mareo cedió un poco, Jensen se calzó las botas que había junto a la puerta y cogió su abrigo.
- ¿Dónde coño vas?
- A comprar tequila, has tirado la última puta botella que me quedaba. - dijo Jensen mientras salía por la puerta sin molestarse en mirar a tras.
Chris, sin levantarse del sofá, dejó escapar un suspiro, apoyó los codos en sus rodillas y la cabeza en sus manos, y se quedó mirando fijamente el recorte de periódico que seguía encima de la mesita de centro.
TRAGICO ACCIDENTE DE COCHE.
El prestigioso cirujano plástico Jensen Ross Ackles, sufrió la pasada noche un trágico accidente cuando su vehículo se salió de la calzada por razones aún desconocidas.
El cirujano no sufrió ninguna herida de consideración, sin embargo su marido que le acompañaba en el coche, resultó muerto al instante.
Chris levantó la mirada del papel. Había leído la noticia miles de veces, sobre todo los dos primeros días, como si todavía no pudiera creerse lo que había pasado. Pero ahora tenía otras preocupaciones, Jensen se estaba hundiendo cada día más, y tenía que evitar que aquello acabara en una tragedia aún mayor.
- ¡Camarero! - Jensen levantó la mano para llamar la atención del hombre que servía copas en la barra. - ¡Ponme otra! - dijo arrastrando las palabras mientras señalaba el vaso vacío que había frente a él.
Llevaba más de dos horas bebiendo un tequila detrás de otro, y ya apenas era capaz de mantenerse en pie, así que hacía un rato que había decidido que era mejor sentarse en una de las sillas altas que había junto a la barra.
El camarero se acercó a él y le miró un momento con una ceja levantada. - ¿No crees que ya has bebido bastante por hoy?
Jensen se llevó torpemente la mano al bolsillo y puso sobre la barra un billete de cincuenta dólares. - No, yo creo que todavía no ha sido bastante. - dijo señalando el vaso vacío una vez más.
- Mira chaval, está claro que tienes algún problema que quieres ahogar en alcohol, pero te aseguro que a estas alturas, tu problema ya debe estar hundido en el fondo de la botella de tequila que te has bebido. José Cuervo murió hace más de 200 años, no necesita que le hagas rico.
Jensen soltó un resoplido despectivo. Estaba claro que aquel maldito camarero no tenía ni puta idea de lo que estaba hablando. Ni todo el abastecimiento de tequila de la ciudad podía ahogar su problema. Nada podía acabar con su problema. Su marido estaba muerto, y a él ya todo le daba lo mismo. Sin Frank, nada merecía la pena.
- He dicho que me pongas otra. - esta vez cogió el vaso y lo levanto hacia el camarero mientras le miraba desafiante.
El camarero aceptó el desafío y con un movimiento rápido le quitó el baso de la mano y lo dejó en el fregadero detrás de la barra. - Y yo he dicho que ya has bebido bastante, así que haz el favor de irte a casa a dormir la mona, sal de mi bar ahora mismo.
- ¡Serás hijo de…! - Jensen se levantó de la silla en la que estaba sentado haciéndola caer al suelo. El estruendo de la silla metálica al golpear contra la baldosa, hizo que el resto de los ocupantes del bar se giraran a mirar en dirección al ruido, y Jensen se encontró de pronto observado por todos aquellos ojos, con miradas de fastidio en unos casos, y lo que más le irritó, de compasión en otros.
- ¡Que os jodan a todos! - gritó todavía sujetándose a la barra con una mano, luego cogió el billete de cincuenta que había dejado en el mostrador y se dirigió hacia la puerta, haciendo un esfuerzo casi sobre humano para poder llegar a ella sin caerse al suelo.
Nada más abrir la puerta, Jensen sintió el frío nocturno golpeándole la cara y dejándole casi sin aliento. Estaban en pleno mes de enero, y toda la ciudad de Nueva York llevaba varios días nevada.
Jensen avanzó por la acera apoyándose en la pared del edificio, trastabillando a cada dos pasos mientras intentaba enfocar la mirada y ver con algo de claridad por dónde estaba andando.
De pronto, el estómago le dio un vuelco. Jensen se detuvo un momento y se llevó la mano a la boca, mientras respiraba profundamente intentando evitar vomitar todo lo que había bebido.
Odiaba vomitar. Siempre había tenido envidia de la gente que era capaz de vomitar y después quedarse como nueva. Para él era agotador, terminaba como si le acabaran de dar una soberana paliza, eso sin contar lo repugnante del hecho en sí.
Tras unos segundos intentando controlar sus tripas, Jensen se convenció de que iba a ser imposible, y se dirigió lo más rápido que su borrachera le permitía a un estrecho callejón que había a su derecha. Allí al menos tendría algo más de intimidad para echar las tripas por la boca.
El callejón estaba bastante oscuro en su parte trasera, ya que no había iluminación en él, y al ser tan estrecho, la luz de la calle principal no llegaba hasta el fondo. Jensen se adentró en la oscuridad y apoyándose en una de las paredes, inclinó su cuerpo hacia delante y empezó a vomitar todo lo que había bebido.
Unos minutos después, con todo su cuerpo sudado por el esfuerzo, dio un par de pasos hacia atrás y se dejó caer de rodillas. Tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia delante, y lentamente, su cuerpo fue dejándose caer, hasta que estuvo tumbado en el suelo. Se limpió la boca con la manga del abrigo y dejó que el agotamiento se hiciera dueño de su cuerpo, hasta que la mezcla de alcohol y cansancio le vencieron y se quedó dormido en el frío suelo.
CAPÍTULO 2.