El otro día comentaba que había entrado en los sótanos del ordenador y empezado a abrir cajas que resultaron tener relatos raros, inacabados, inacabables y cosillas sin mayor importancia.
Nada que ver salvo el paisaje es de esos relatos que nunca serán y es uno de los que más me fastidian porque me gusta el principio y porque tengo el recuerdo vivo de por dónde iba. No a dónde, de ahí que sepa que no, que no lo acabaré.
Días contados era, si mal no recuerdo, parte de una tabla inacabada de
xf_30drabbles, pero al menos es un relato acabado.
Todos los públicos. Sin spoilers. Mulder y Scully no me pertenecen, son de Chris Carter, 1013 y Fox.
El primero está situado a principios de la 6º temporada. El segundo en Chinga (5x10) con Scully de vacaciones.
No había nada que ver salvo el paisaje. El faro lanzaba sus ráfagas de luz en su ritmo de años iluminando levemente las grises nubes. Habría tormenta antes de que acabara la noche.
Un barco, de nuevo pesquero, se acercaba al puerto lentamente. Pensó en aguantar hasta entonces, hasta que llegase. Nada que observar pero era un límite como otro cualquiera para rendirse al sueño. No esperó, sin embargo. Se acercó al bulto sobre el colchón y se sentó, a escuchar su respiración hasta ese momento imaginario en que el barco llegaría. Quiso acariciarle el pelo, sin embargo puso su mano sobre el hombro y lo sacudió levemente.
-Scully, despierta.
Ella murmuró algo sobre la hora y dio media vuelta.
-Las cuatro y media.
-Debiste despertarme a las doce, los turnos están para algo, -murmuró ella somnolienta.
No esperó a que se levantase, se dejó caer ya con los ojos cerrados pensando que quizá Scully se quedase un momento más.
-¿Por qué no me despertaste a las doce?
-Ya me he perdido cuatro horas de sueño, no me quites cinco minutos.
Scully se quedó sentada, mirándole. Interpretó un guiño en el gesto que hizo sin siquiera abrir los ojos y suspiró pesadamente.
Arrastró los pies hasta la ventana y se apoyó sobre el alféizar inspirando el fuerte olor del puerto mezclado con la brisa que llegaba de mar adentro, donde ya había estallado la tormenta. Sonrió, para su sorpresa, se sentía feliz.
Esta noche, no se preguntó qué sentido tenía sentirse feliz.
Solían desayunar en una pequeña cafetería frente al puerto, por costumbre y porque era coherente con su tapadera.
Casi desde que empezaron a trabajar juntos, inconscientemente, tomaban pequeñas costumbres que se esforzaban en mantener contra la constante corriente de todo lo que no se mantenía. Así, rara vezprobaban sitios nuevos mientras estaban en un lugar, sólo esperaban al indudable cambio geográfico para cambiar de hábitos. De modo que no importaba que aquel café tuviese un toque de sardinas fritas, según él, ni que los baños tuviesen un toque del propio puerto, según ella: Aquel sería su lugar para los desayunos mientras permaneciesen en el pueblo.
Mulder ojeaba el periódico sin demasiado interés, buscando nada, mirando fotos. Estaba seguro de que el accidente de avión que llenaba las páginas desde hace una semana tenía algo oculto, una sombra de misterio de la cuál hoy ya no iba a intentar convencer a Scully por la mezcla de tristeza y orgullo herido que había provocado su comentario de que, fuese lo que fuese, ya no era asunto suyo.
Scully, enfundada en su inmenso jersey de cuello alto, miraba por la ventana el mar rompiendo en el rompeolas. Tenía frío, como siempre antes de desayunar, sin que importase la temperatura. Se aferró con ambas manos a la taza de café en cuanto el viejo camarero la dejó en la mesa. Era la de Mulder, solo y cargado, pero sabía que él no le haría caso hasta mucho después de que llegase el suyo.
-Es mío, -replicó sin embargo, sin levantar la vista del periódico.
-Ya lo sé.
A Mulder no le gustaban los periódicos que no hablaban de niños-lagarto y de pruebas de que los extraterrestres ya vivían con nosotros, le resultaban sensacionalistas. A Scully no solía atraerle quedarse mirando por las ventanas de los bares en que desayunaban, prefería leer el periódico. Pero esta vez la costumbre era esa.
-¿De verdad nos pagan por estar aquí, Mulder? ¿De verdad crees en este caso?
Mulder sonrió mucho ante esa pregunta, aunque en su rostro sólo se reflejó la ironía.
-Temían que sospechásemos de unas vacaciones pagadas. Pero sabían que te las merecías.
[...]
DÍAS CONTADOS
Es el hecho de no poder comentar una noticia del periódico. No poder comentar nada. El despacho es distinto. No tiene sonidos ni olor, no tiene tu presencia. No tiene tus ojos azules, tus cejas levantadas, tus labios en un gesto de desacuerdo. Cuando hablamos por teléfono, todo está desvaído.
Te quiero aquí.
Podría buscar excusas en el aburrimiento, la falta de trabajo, pero sé que no es eso.
Es el hecho de no tener con quien hablar. Los espacios vacíos, no chocar contigo, no tener que preguntar tu opinión al poner música, no tenerte.
Echar de menos a alguien a quien ves demasiado es tan lógico como absurdo. Llevamos demasiado tiempo juntos y estamos demasiado tiempo juntos. Me voy a casa por la noche y sigo oliendo a ti, dando vueltas a lo que hemos discutido, pensando en si al día siguiente vas a estar de buen humor. Al final lo ocupas todo y es una sensación cómoda, de hogar, a la que es fácil acostumbrarse. Y sé hasta qué punto estoy acostumbrado, no necesito que te vayas de vacaciones para ello. No necesito la ausencia para valorar la presencia. Sencillamente no vi venir que sería tan duro. Nunca antes lo había sido tanto. Cada vez que ocurre pienso que nunca antes había sido tan duro.
Y eso sólo hace más fuerte la sensación de costumbre. Está hecho de melancolía pero no es triste este tiempo sin ti. Volverás, todo será como antes. Te contaré riendo la noticia del periódico y tú levantarás la mirada, esbozarás una sonrisa, elevarás una ceja y dirás algo ingenioso. Mucho más ingenioso que las respuestas que invento de tu parte en conversaciones imaginarias.
Esa sensación de echarte de menos sabiendo que volverás ya ni siquiera es melancólica, es bonita. Una sensación de hogar, cómodo, conocido, seguro. Con sus zonas oscuras, sus corrientes de frío, sus peligros, su necesidad de cuidado. Un hogar.
Un hogar, eso pienso mientras sonrío al vacío que has dejado. Sabiendo que tiene los días contados.