Titulo: ¡Hey, Kiku! ¿Cuándo vamos a tener nuestra primera vez?
Fandom: Hetalia
Claim: Japón/Fem!USA
Desafío: Ninguno
Reto: Ninguno
Clasificación: MA
Estado: 1/2
Advertencias: Lemon, romance, humor.
Palabras: 4702
Disclaimer: Hetalia no me pertenece, es de Hidekazu Himaruya. Hago esto por mera diversión.
Resumen: Todo era culpa de la nieve. Todo, absolutamente todo era su culpa. De no ser por ella, ellos dos no estarían...
Notas Adicionales: No lo había posteado aquí antes, así que le toca su sitio.
¡Hey, Kiku! ¿Cuándo vamos a tener nuestra primera vez?
“- ¡Hey, Kiku! ¿Cuándo vamos a tener nuestra primera vez?”
Todo era culpa de la nieve. Todo, absolutamente todo era su culpa.
La nieve había comenzado a caer esa misma mañana de invierno. No tenía más planes que quedarse en su casa bajo el calor del futón de la mesa, hasta que ella llegó.
- ¡Japón! ¡Abre la puerta que me estoy congelando! ¡Hace mucho frío aquí! ¡Japóooon!-Ella tenía una increíble habilidad para alargar su nombre a niveles impensados por el hombre hasta ese entonces. América era una interminable caja de sorpresas para él. Abandonando la calidez de su mesa con calefactor se acercó hasta la puerta. Ella se abrazó a él tiritando de frío y de forma repentina, tal que a él se le abrieron los ojos al sentirla tan cerca y, por otra parte, su abrazo le estaba quitando el aire.
-A-América-san-gesticuló por culpa de su cercanía. Y porque lo estaba asfixiando con la descomunal fuerza de sus brazos. América seguía abrazada a él, refregando su rostro en el hueco de su hombro. Iba vestida muy escasamente para la estación: al estilo vaquero, con shorts muy cortos, demasiado para su gusto. Y llevaba el vientre al aire-. ¡Uh…! ¡América-san… usted…está asfixiándome!
-Lo siento, Japón. -Ella se separó de él tan pronto como entendió el mensaje. Solía tener ese problema de ser impulsiva y no saber controlar su fuerza. Una muy mala combinación si se quería salir de una pieza de su lado. Por desgracia, Japón ya estaba jodido en ese aspecto-. ¡Tenía tanto frío allá afuera!
-América-san, ¿por qué no pasa y bebe un poco de té conmigo? -le ofreció Japón lo más cortésmente que puedo, considerando que estaba seguro de que se habían roto muchos huesos suyos con esa tan terrible muestra de afecto-. Se sentirá mejor después de eso.
A América se le iluminaron los ojos y nuevamente se abalanzó sobre él para abrazarlo.
-No recuerdo que hoy quedáramos de vernos. -Japón aceptó el abrazo y se quedó quieto, con las mejillas sonrojadas-. Si hubiera sabido que vendría yo…-No se habría vestido tan simple, habría preparado algo más delicioso para la cena, la hubiera recibido con más agasajos… Era un pésimo anfitrión.
-No, hoy no teníamos que vernos. -Ella se fregó su mejilla contra la de Japón-. Pero tenía ganas de ver a mi novio.
Sonaba tan extraño y hacía que resonara en su cabeza cuando ella lo decía. Tal vez, solo tal vez, no debía ponerse tan nervioso con su novia. Quizás debía relajarse… un poco. Pero era tan difícil para él.
XOX
-Ahora está nevando más fuerte-dijo América más como un puchero que como una observación de lo que veía en la ventana. Japón había encendido la televisión para ver el informe del clima: grados bajo cero, una tormenta que se haría más fuerte en las próximas horas, recomendaciones de quedarse en casa…
-Las autopistas están cerradas-le advirtió Japón apagando el televisor con el control remoto. América apoyó su cabeza en la mesa, tan calentita. Dijo unas cuantas cosas en voz tan baja que Japón no pudo escucharlas. Probablemente se estaba lamentando el venir y quedarse atrapada en su casa. Japón se sintió mal de solo pensar que ella se sintiera así al respecto. Quizás fue por ese miedo que hizo algo que días atrás no se hubiera atrevido a proponerle-. América-san ¿por qué no se queda esta noche en mi casa?
América se levantó al oírlo con los ojos abiertos, parpadeando un par de veces antes de sonreír. ¡Vaya que sonreía! Japón se sintió satisfecho por ello, a la par que avergonzado. En aquel instante, no había medido la magnitud de sus actos hasta que América se lo hizo saber:
- ¡Hey! ¿Recuerdas que te pregunté la última vez cuándo tendríamos nuestra primera vez? -Los oídos de Japón enrojecieron de solo escucharla. Se llevó el té a la boca para disimular su evidente sonrojo. Ella hacía añicos la palabra “vergüenza ajena”. América se acercó hasta quedar a su lado, con ojos sospechosos-. ¿Por qué no lo hacemos hoy mismo, ahora?
Japón escupió el té que se había tomado. Y esta vez no pudo disimular que estaba más rojo que los tomates que cultivaba España. ¿Ella había dicho que hicieran qué? ¡Oh no, el clima debía estar afectándolo! No, esa idea quedaba descartada: América-san siempre había sido así de desvergonzada, pensaba Japón, así que era posible que no hubiera oído mal ¿qué iba a hacer para salir de esa?
- ¿Qué, qué?-tartamudeó. Estaba temblando y los nervios los tenía a flor de piel. América aprovechó para apretar la parte interna de su muslo sobre la yukata. Si antes estaba sonrojado, ahora estaba ardiendo. A América debió de divertirle su reacción porque comenzó a deslizar su mano desde su rodilla hasta la zona de su entrepierna, y luego volvía a bajar lentamente para comenzar de nuevo. Menos mal que estaba sentado al estilo seiza, porque si no… toda su pierna sería victima de su deseo-. América-san, p-por favor… compórtese. Esto…-intentó respirar ¡Ah! ¡Pero cuán difícil era hacerlo tratándose de América-san! -… no es correcto… América-san…
- ¿Por qué, Japón? -Acercó sus labios a sus oídos. Su pobre corazón sufría las consecuencias de ese acto.
-Porque…-No tenía clara sus ideas, no cuando ella lo miraba con esos ojos de perrito y de niña caprichosa al mismo tiempo-. Usted y yo no somos marido y mujer.
- ¿Y eso qué? -Ella no entendía nada de nada. Se sentó frente a él y lo obligó a prestarle atención. Sonrió. Guió su dedo índice por su cuello, jugando-. Yo te amo, tú me amas ¿no? Y algún día nos casaremos, ¿qué de malo tiene adelantar algunas cosas inevitables?-mentía. La verdad es que no había ningún crédito de que fueran a casarse, pero eso no le importaba en esos momentos.
-Uh…-Bajó la mirada y América la levantó nuevamente para verlo a los ojos. Estaba tan avergonzado que no quería que lo viera así de débil. América lo tranquilizó con una sonrisa. Y Japón pensó, de pronto, que aunque él dudara de la veracidad de las palabras de América, no hacer caso a ellas podía suponer un insulto para la cultura americana. No quería causar un conflicto mundial ¿cierto? Entonces estaba bien que accediera. Con esa idea como justificación contestó de forma tranquila, ansioso en su interior ante ese extraño sentimiento de adrenalina-. Está bien, América-san. Hagámoslo.
América chilló de la emoción tan fuerte que tuvo que taparse los oídos. Aprovechando ese descuido se lanzó sobre él. Lo besó. A Japón los besos de América siempre le habían hecho arder de deseo e imaginar mil y una cosas perversas que nunca iba a confesarle a alguien. La expectativa de que aquella noche esos sueños se hicieran realidad lo excitó como nunca, incluso él mismo se sorprendió por lo pronto que su virilidad reaccionó a los besos de América. Y esta vez no iba a frenarlo ¡No tenía que frenar sus deseos! Se sentía demasiado bien para ser cierto.
Japón gimió cuando América besó su cuello. Sus manos fueron deshaciendo el obi de su atuendo de forma tan natural que parecía un quehacer común para ella. Quizás lo fuera desde entonces en adelante. Ella volvió a besarlo y él siguió con la boca abierta a pesar de que ella ya lo había abandonado. Nunca en su vida deseó tenerla más que en aquel momento. América hizo un sonido de disgusto al descubrir la cinta blanca bajo el obi.
-Tu vestimenta es tan complicada-dijo, rodeando su cuerpo otra vez. Sus pechos fueron a dar contra el rostro agachado de Japón. Él no fue capaz de procesar nada mientras estaba entre aquellos montes y ella no le reprochó en absoluto. Estaba más concentrada en desatar los nudos.
-Sumimasen…-pidió disculpas con la respiración cortada. Los pechos de América-san eran el paraíso, se dijo mentalmente a sí mismo. Deseaba fervientemente que ella le permitiera desarmar el nudo de su blusa que dejaba su vientre al aire. Ahora que la veía no lograba entender como no se resfriaba vestida así con ese frío, aunque ambos cuerpos estuvieran ardiendo. Quizás, reflexionó mientras ella le iba quitando la yukata, que así era como ella evitaba enfermarse con esa clase de ejercicios físicos. Él en verdad quería, quería poder mirarla a los ojos donde debía y no querer refregar su cara contra sus pechos. Pero era algo imposible incluso para él que siempre se jactó de tener una voluntad inquebrantable. América lo tenía agarrado en tantas formas…
Satisfecha consigo misma por al fin deshacerse de los nudos, América retrocedió hacia atrás en el suelo para contemplar su obra: Japón se veía adorable cuando se excitaba. Por ella. ¡Oh! Qué felicidad tan grande…. Vio la protuberancia en su entrepierna bajo su traje y se llenó de orgullo por dejarlo en tal estado con tan solo unas simples caricias. Viendo el cuerpo de Japón reclinado hacia atrás, sosteniéndose al suelo con sus manos mientras se negaba a abandonar su posición le hizo pensar que tal vez -por la forma en que respiraba, por la forma en cómo la miraba- no iba a aguantar demasiado. América supo que el mayor logro de esa noche sería hacer que durara hasta que estuvieran satisfechos ¡Y por su título de heroína, lo iba a hacer costara lo que costara!
-América-san… -suplicó al sentir que lo dejaba. La mirada de América lo evaluaba como una presa. Supo que si se hubiera tratado de un examen de escuela reprobaría por la forma en que ella lo estaba viendo. Era demasiado humillante y tiraba todo su pobre orgullo a la basura. ¿A cuántos chicos más había dejado así como él? Ese pensamiento lo llenó de algo semejante al enojo pese a que él no poseía esa clase de emociones -o al menos aparentara no tenerlas- y odió imaginar que de todos él estaba siendo el peor amante. Tenía que hacer algo. Pronto. Antes de que ella lo dejara por completo.
Con la mano temblorosa -no podía evitarlo, había sido así desde siempre- tocó con la yema de los dedos el nudo delantero de la blusa que sujetaba sus pechos ¿Estaría usando sostén? ¿De qué color sería? Su mayor deseo era impedido por esas ataduras. ¿Cuánto, cuánto había soñado con tocar y frotarlos con sus manos?
-Oppai…-gimió. América abrió los ojos captando la idea.
-Quieres tocar mis pechos ¿verdad? -lo tentó. Más que contestar, Japón quería gemir que sí, pero su orgullo o su cobardía se lo impedían.
Pero antes de que siquiera pudiera negar su ansiedad, América se había deshecho del nudo de su blusa. Y en ese preciso instante se la estaba quitando para mostrarle sus preciosos pechos. Japón tragó saliva: ella no estaba usando sostén. La boca se le hizo agua. América suponía que de haber tenido la boca abierta estaría babeando. Su cuerpo comenzaba a temblar y ella apostaría su vida a que está frenando sus ganas de tocarlos.
-Anda. Tócalas-incitó. Hizo un movimiento mal intencionado para que sus pechos se movieran. Y Japón los siguió con la mirada sin poder apartarla, completamente embelesado.
-América-san… yo no podría. -Temblaba por tocarlas. Moría por besarlas.
América entrecerró los ojos.
-Si no lo haces voy a enfadarme. -Japón sabía perfectamente lo vengativa que podía ser América cuando se lo proponía. Y de primera mano.
Intentó moverse y no parecer un idiota embobado mirando los hermosos pechos de América-san, pero era realmente difícil cuando estaba viendo embobado los hermosos pechos de América-san. Trató de no abrir la boca para no babear. Eso sería terrible y humillante y con esa situación tenía demasiado. Los pechos blancos con la punta rosa lo llamaban y le pedían que los tocara. Él quería tocarlos y todo su cuerpo quería, pero era demasiado tímido para hacer cualquier movimiento.
Con sumo cuidado fue estirando la mano para tocar su seno derecho. Lentamente. Su lentitud la exasperó tanto que finalmente fue ella la que tomó su mano por la muñeca y la pegó a su pecho como debió ser desde el principio.
-Oh…-Fue todo lo que pudo decir sin parecer idiota. La estaba tocando finalmente. Al fin podía experimentar por su propia mano lo que era tocar un pecho tan hermoso como los que dibujaba en sus mangas y las personas de su casa tanto apreciaban. No podía creérselo. Tenía que captar el momento. Pero estaba seguro de que América lo mataría si salía a buscar la cámara; eso si antes era capaz de levantarse y quitar su mano de ese hermoso loto.
-No te quedes ahí. Haz algo con las manos ¿no eras bueno haciendo cosas con ellas?-Era la primera vez que veía a América sonrojarse durante el acto o todas las cosas que habían hecho juntos. Eso le emocionó y subió un poco su autoestima. Tan sólo debía hacer que durara, pero primero tenía que encontrar la forma de hacer que su mano se moviera y complacerla. Solo tenía que dejarse llevar un poco y ser creativo. Lo había hecho cientos de veces en sus hentais ¿qué tan difícil podía ser en la vida real?
La realidad lo sobrepasaba completamente. Cerró los ojos e intentó concentrarse en las sensaciones que América causaba en él. Rodeó su seno con su mano en forma de copa y después fue apretándolo cada vez más fuerte. ¿Eso había sido un gemido de América-san? Alentado con ese pensamiento, fue manoseándolo de arriba y abajo lentamente hasta que su piel se oscureció y su botón rosado enrojecía al tacto de su mano. Abrió los ojos y fijó su mirada en América para verla tan sonrojada como soñó verla en esos momentos. Alentado por esa visión, cumplió una de sus tantas fantasías que creyó jamás realizar.
Se llevó la punta a la boca. Sin moverla. Hizo hacia adelante su cuerpo y sujetó sus manos al piso frente a sus rodillas y obligó a América a hacerse hacia atrás, sujetada por sus manos de la misma forma que él al costado de sus caderas. América en verdad no había esperado nunca esa jugada.
-Japón…-alcanzó a decir antes de que lo sintiera mover la lengua sobre esa parte sensible de su cuerpo. Oh my God! Y pensar que él mismo se negaba minutos atrás. Le gustaba como estaba usando su boca y su lengua en ese instante. Le gustaba, le gustaba mucho que hiciera eso. Le gustaba esa sensación de sus labios contra su pecho y… ¿era idea suya o Japón había comenzado a succionar? Tenía que reconocer que la idea de aquello no sonaba tan bien como se sentía. Podía incluso perder la cabeza si él seguía así si es que alguna vez estuvo cuerda, como las demás naciones creían de ella.
Trató de alejar la cabeza de Japón de su pecho pero al parecer él lo interpretó todo al revés: apenas hubo puesto sus manos a ambos costados de su cráneo él comenzó a lamer y succionar más rápido. Muy rápido. Demasiado incluso para ella. Japón refregó las yemas de sus dedos en seno abandonado y fue estirándolo con su pulgar e índice en forma de pinzas. Estaba loco y ella debía estarlo más porque le estaba gustando sentir esa punzada de placer y dolor ahí, justo donde quería.
Toda ella estaba pendiente de sus pechos y de lo que Japón hacía con ellos. Lamiendo, besando y acariciando. América sintió que el mundo daba vueltas alrededor de su cabeza, su cuerpo le ardía y se comenzaba a arquear bajo las atenciones de sus manos. Abrazó la cabeza de Japón entre sus pechos justo antes de sentir un huracán recorriendo toda América.
Ella se dejó caer de espalda aún con las piernas dobladas. Con el corazón agitado dentro de su pecho y la respiración entrecortada después del orgasmo. Sabía que podía hacerse, solo que nunca imaginó que ella podía alcanzarlo solo con que sus pechos fueran acariciados de esa forma; mucho menos vio a Japón como el causante de aquel suceso. Parpadeando, lo vio acercase a su lado con la mano cubierta por esa manga azul cerca de la boca. Y él aún llevaba su yutaka a medio desvestir. No era justo que solo ella estuviera en el piso.
- ¿Se encuentra bien, América-san? ¿Le he hecho daño? -Por su mirada supo que eso era lo último que quería. Y que seguro se veía abatida bajo él. Una heroína no podía rendirse sin ser la salvadora del día y él le estaba haciendo ver que era ella quien necesitaba ser socorrida.
-Estoy bien-dijo, quitándose el sudor de la frente. Aún no podía dar crédito a lo qué había sucedido-. ¿Dónde aprendiste a hacer eso?
Japón se enrojeció e hizo una mueca preocupada en la cara. Comenzó a hacerse un manojo de nervios antes de contestar. Él no comprendía cuán bien había estado lo que había sucedido.
- ¿Estuvo mal? Gommen ne… no quería lastimarla. -Se agachó en señal de disculpa unas tres veces antes de levantar su rostro para que viera lo arrepentido que estaba.
-No, no estuvo mal-lo tranquilizó acariciándole el rostro después de sentarse otra vez frente a él-. ¡Fue fantástico!
Algo parecido a la alegría se dibujo en el inexpresivo rostro de Japón.
- ¿Habla en serio?
-Yes!-Levantó los brazos y sus pechos se movieron. Solo cuando captó la mirada atenta de Japón sobre ellos fue que recordó que estaba desnuda de la cintura para arriba. Y él aún estaba vestido. Debía revertir pronto esa situación.
Como un gato asechando a su presa se lanzó sobre Japón mientras estaba descuidado. Japón hizo un vano intento contra su fuerza sobre humana por apartarla sobre él -y se había sonrojado completamente y América no entendía cómo era posible si acaba de hacer algo mucho más atrevido que eso con sus pechos-. Fue bajando la parte superior de la vestimenta de Japón tanto como podía. Hasta que sus hombros quedaron descubiertos y ellas lo iba besando entre risas. Y él gemía demasiado por algo como eso ¡era tan divertido!
Deslizó la yutaka y todo lo que pudiera llevar debajo por sus hombros mientras lo iba besando. Él tocó su pelo y lo fue peinando entre sus dedos mientras la acercaba al hueco de su hombro. Ella no podía ver su cara, pero se la imaginaba. Y sonrió con ese pensamiento tan enternecedor. ¡Estaba cediendo! Sentía su aliento cerca de la oreja y eso le excitó. Si quería darle un beso caliente entonces había perdido su oportunidad.
Porque se abalanzó sobre él hecha una fiera hambrienta de deseo que tenía una sola cosa en mente. Y un demonio, no quería esperar más para ver el orgullo japonés. Japón se estrelló en el piso de tatami bajo ella. América le enseñó una sonrisa traviesa antes de descender a sus piernas, separándolas con amabas manos para que Japón no pudiera cerrarlas durante su búsqueda.
-No sabes cuánto me gusta la exploración. -dijo entre risas. Japón se sonrojó y su boca se deformó en una expresión nerviosa ante lo que ella iba a hacerle. A América por fin comenzó a agradarle la idea de que no usara pantalón y que de esa forma fuera más fácil acceder a él. La expresión que hizo en su rostro cuando subió su vestimenta con sus piernas separadas para encontrar los interiores de Japón fue una mezcla de risa y confusión.
- ¿Estás usando tanga? -Hizo un gesto cómplice con las cejas mientras adquiría una expresión felina. Japón se indignó a la vez que se sonrojó. Iba a darle una explicación de cómo estaba confundiendo su cultura tanto como sus nervios y sus continuos temblores se lo permitieran. Hasta que ella lanzó un alarido y lo calló antes de que pudiera decir algo-. ¡No! ¡Más nudos no!
Japón levantó la cabeza. Ciertamente su propia fundoshi le apretaba e iba a perder su hombría al paso en que la estaba reprimiendo, ya que los nudos lo oprimían tanto como su miembro quería alzarse. Si América no se daba prisa, su hombría quedaría inutilizable. Y por el bien de ambos, eso no era algo que debía suceder. Sobre todo para él.
- ¡Estoy harta de todos esos nudos! -América retrocedió, se cruzó de brazos e hizo un puchero con su boca-. O quitas esos nudos, baby, o no pienso metérmela en la boca. -Eso echaba por la borda una buena parte de sus fantasías. Ignorando el temblor de su mano, deshizo los nudos a los que estaba tan acostumbrado hacer y deshacer, levantó la pelvis y se la quitó. Aún así, la vergüenza hizo que rápidamente cubriera sus partes nobles con ambas manos y que cerrara las piernas ante la inquisitiva mirada de América. Ella arqueó una ceja al ver lo que hacía con desaprobación.
Estaba echándolo todo a perder, pero nunca creyó que llegarían tan lejos. La sola idea de estar vulnerable frente a ella le estremecía para mal y para bien. Deseaba, ansiaba y fantaseaba con ese momento en que ella lo tomara y a la vez temía decepcionarla. Sabía por parte de algunas mujeres de su casa que preferían a los estadounidenses por muchas razones, esa entre ellas. Luego, la verdad de ese pensamiento le atravesó: América estaba acostumbrada a cosas más grandes de las que él podía ofrecerle en esa parte. Se sintió tan mal que no fue capaz de mirarla a los ojos por un buen tiempo hasta que ella intentó separar sus rodillas una vez más.
-Yamero…-Se sonrojó y no sonó tan firme como hubiera querido. Bajó la vista impidiendo que ella viera la deformada mueca de nerviosismo en sus labios.
-Vamos, ¡no puede estar tan mal!-Para ser mujer, América tenía mucha más fuerza que la de un hombre común incluso para alguien como Japón que había practicado artes marciales toda su vida. Para ella, separar sus rodillas y quitar sus manos de su hombría era pan comido. Así que cuando lo hizo, lo tomó directamente con su mano. Justo ahí. Japón estaba atrapado. Y excitado al mismo tiempo.
- ¡Si te mueves no seré responsable de lo que pueda pasarte!-dijo. América iba completamente en serio. Japón se estremeció solo de pensar en lo capaz que era ella de dejarlo como eunuco. Se obligó a respirar y a meditar para tranquilizarse y no salir corriendo. América sonrió complacida y fue quitando los dedos para ver su hombría entre ellos. Luego cerró su mano completamente alrededor de él y comenzó a masturbarlo. Japón no pudo evitar gemir ante esa atención y arquear su cuerpo ante ese toque.
-Yamete, kudasai…-habló en su propio idioma. Abriendo la boca e intentando gesticular algo más-. Duele, América-san… -Ella apenas era consciente de su fuerza, mucho menos de la excesiva cantidad que estaba usando para complacerlo. Quizás debió haberlo adivinado porque él estaba gimiendo así de fuerte pero ¡duh!, gemía de dolor igual que lo hacía de placer. Además su pene estaba hinchado y en esos momentos prefería pensar en que era porque se había puesto erecto a porque lo había estado lastimando. Y el rollo de llamar una ambulancia y explicar qué estaban haciendo no se le antojaba nada bien.
-I am sorry, Japón. -Se desplazó sin soltarlo hasta donde estaba su rostro contorsionado en una extraña mueca que no supo descifrar si buena o mala. Lo besó en la mejilla para acentuar aún más su disculpa y Japón cerró sus ojos al contacto y como siempre, enrojeció-. Prometo que seré más cuidadosa, ¿ok?
Japón asintió ¡era tan humillante! Justo cuando creyó que no podía ir peor, sintió cómo lo movía otra vez hacia adelante y hacia tras. Ella le dio un último beso corto en los labios antes de bajar donde lo tenía agarrado. Lo miró desde su entrepierna, se acomodó un poco más en el suelo mientras él intentaba inclinarse hacia adelante para tocarle el rostro. América asomó la lengua por la comisura de sus labios y Japón supo que estaba completamente perdido cuando ella lo tomó en su boca.
En ese instante intentó recordar a Grecia cuando le dijo que tenía que ser más relajado en momentos como esos, pero en ese preciso instante el cuerpo entero le temblaba y sus caderas se movían involuntariamente contra su boca ¿o era la boca de América-san la que se movía alrededor de él?, pensaba sin claridad. Si sus pequeños ojos fueran más grandes se abrían abierto mucho más cuando probó el contraste de la temperatura de la boca de América con la del frío ambiente y eso le calentó. Ella movía su lengua de formas que jamás imaginó. Cuando se sentara a dibujar manga la próximas vez, se dijo, debía recordar bien esa sensación.
Pero era difícil intentar grabar cada sensación en su mente cuando se estremecía mientras ella lo tocaba y probaba, como lo apartaba, lo miraba y sonreía para masturbarlo otra vez. El pensar que era su juguete en vez de aminorarlo lo excitó mucho más. Tenía un lado masoquista que admitir y un deseo irrefrenable por ella. Su cuerpo se fue arqueando a medida en que veía venir las oleadas del orgasmo mientras ella lo recorría desde la base hasta la punta una y otra vez.
-América-san… voy a…. ¡ah! -intentaba decirle para que se apartara pronto de él, porque iba a explotar como un cohete. Controlarse le estaba costando bastante. Por suerte, sesiones enteras de sexo solitario le había ayudado a conocer su cuerpo y a distinguir la llegada de la eyaculación-. América-san, voy a correrme…
Ella levantó los ojos aún sosteniéndolo en la boca. Esa imagen pudo más que sus intentos por reprimirse y apartó a América de los hombros con energía justo antes de que su semilla fuera disparada hasta el suelo en su intento por levantarse, lo que fue inútil dado a que las piernas le temblaron como gelatina cuando lo intentó. De rodillas y sujetado por las manos, Japón se estaba recuperando del que había sido su más fantástico orgasmo en su historia. Y América echada a un lado se acercó hasta él para terminar de quitarle lentamente lo que quedaba de su atuendo en aquel instante donde sus pensamientos estaban bloqueados y no él podía objetar. Ahora, a excepción de sus raros calcetines, él estaba desnudo. Y ella seguía vestida de la cintura hacia abajo.
- ¡Oh! -El semblante de Japón se oscureció cuando la oyó suspirar aquello. Seguramente estaba desconforme, sí, debía ser eso: porque era un asco como amante y ella ya se había dado cuenta de eso. Ya ni siquiera podía preocuparse de la mancha en el suelo que debía limpiar de su propia esencia. Volteó el rostro para verla. Ella le acarició la cara y le dio un beso profundo acunando su rostro entre las manos.
De rodillas, condujo las manos de Japón desde sus pechos hasta sus caderas. Ahí ella lo hizo tantear el cierre de su short vaquero. Japón la miró y su mirada se lo confirmó: ella quería que él terminara de desnudarla. Saber que no lo había rechazado y que quería continuar el acto sexual lo llenó de energías nuevamente. Con cuidado fue bajando el cierre. Las manos volvieron a temblarle mientras a cada lado iba bajando la prenda por sus largas piernas. Y finalmente su ropa interior color negro era lo único que lo separaba de entrar en la parte más íntima de ella. Nervioso, la quitó en lo que a ambos le pareció una eternidad deslizándola por sus caderas. Cuando la quitó, notó los fluidos de América que caían sobre las pantaletas y anotó eso mentalmente. Ambos terminaros de desvestirse.
-América-san…-Cogió su pelo entre los dedos, es tan hermosa, iba a decirle, pero las palabras murieron en su boca antes de salir cuando se dio cuenta donde estaban y lo que estaban haciendo. En ese momento, supo que quería tomar cada parte de ella como correspondía y no en el suelo como animales. Ella merecía más que eso porque era su persona después de todo-. ¿Desea ir a mi habitación para...?
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