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Cap. 16 Vivimos en el mundo cuando amamos. Sólo una vida
vivida para los demás merece la pena ser vivida.
Albert Einstein.
Capítulo 17
Casa del profesor Christopher Pike.
Walker Street, Des Moines. Estados Unidos de Norteamérica.
Sábado, Segunda semana de octubre 2003.
Esa mañana, Kirk se había despertado con la hiperactividad a tope.
Había reñido con Pike para que lo dejara regar el jardín del frente de la casa, y por terquedad le había ganado, amenazándolo con destrozar la cocina, ya que de no quedarse afuera, iría a preparar el desayuno. Christopher estuvo a punto de ahorcarlo, y decidió que dejarlo hacer lo que quería era lo mejor para su salud mental y la integridad de su cocina.
Cerca de las once de la mañana, un vehículo con un par de ruidosos pasajeros llegó justo ante él. Kirk sonrió ampliamente al verlos, soltando la manguera hacia un lado del jardín.
-¡¡Señor Kirk!! -El joven camarógrafo lo abrazó efusivo, casi tumbándolo, de no ser por la oportuna intervención de Scotty, quien al abrazarlos, los sostuvo antes de que trastabillaran-. ¡Me alegra verlo bien!
-¡Cuidado, que lo terminas de descomponer, Andrei! -Le riñó el mayor, deshaciendo el abrazo, cuando vio que no había mayor peligro, aunque sin soltarlos del todo-. ¡Hey, Jimmy! ¿Qué tal vas con esto?
-Mejor de lo que esperaba -respondió sonriente, revolviéndole el cabello al más joven cuando éste también lo soltó-. ¿Cómo me localizaron?
-¡No fue nada fácil! -Se adelantó Chékov en su habitual franqueza-. En el Herald nos dijeron que lo habían despedido.
-¡Por todos los cielos, Andrei! ¡Te dije que no fueras tan franco! -Scotty se llevó dramático una mano a la frente, exagerando la situación-. Este muchacho. Debo enseñarle a tener un poco más de tacto.
-No te preocupes. Es la verdad, así que debo afrontarla y aprender a superarlo -respondió Kirk sin dejar su sonrisa-. Además, esto me ha permitido buscar otros horizontes. Tengo al New York Times y al Washington Post esperando por la crónica, y una editorial quedó en confirmarme la semana siguiente, si les interesa comprar la historia para publicarla como libro, con el material fotográfico y eso.
-¡Bien por ti, Jim! -Scotty le palmeó un hombro, genuinamente feliz por él-. A propósito, hay dos personas que lamentan tu salida del Herald. Llegarán en cualquier momento, para ver si pueden convencerte de que les concedas también participar de tu historia en su publicación.
-¿Oh, si? ¿Quienes...? -un auto que llegaba en esos momentos lo hizo interrumpirse. Cuando pudo verlos bien, al salir del vehículo, se sorprendió bastante-. ¿Will Riker y Tom Paris?
-El señor Riker fue quien nos dijo en dónde podríamos encontrarlo -informó Chékov, mientras los dos mencionados se acercaban-. Teníamos varias semanas tratando de localizarlo.
Pike salió en esos momentos de la casa, observando con cierta curiosidad la reunión que empezaba a formarse en su jardín. Se acercó también a donde estaban, pensando que sería una mejor idea llevarlos a la estancia principal.
-Buenos días, señores.
-¡Chris! Ven, déjame presentarte -se apresuró Kirk, mientras Scotty y Riker adoptaron una actitud solemne con él-. Del Herald, William Riker, editor en jefe, y Tom Paris, corresponsal. Y los dos escandalosos, Montgomery Scott y Andrei Chékov.
-Profesor Pike -saludó el editor en jefe del informativo local, estrechándole la mano-. Me disculpo por lo del otro día en el periódico. Es un honor hablar con usted.
-Señor Riker, descuide. Eso fue un lamentable mal entendido -devolvió la cortesía con una sonrisa leve, atendiendo a Scotty-. Y señor Scott, al fin tengo el gusto de conocerlo. Jim me ha hablado de usted y su ayudante.
-Caramba, eso me preocupa -Scotty sonrió de lado, estrechando la mano de Pike también.
-Sólo han sido cosas buenas, no seas desconfiado -aseveró Kirk, sonriéndole en un gesto travieso. Y mientras Pike y los otros tres periodistas charlaban, buscó al corresponsal del Herald, extrañado-. Thomas Paris, no creí que quisieras venir a visitarme.
Paris hizo un leve gesto de obviedad, justificándose.
-Will me dijo lo que había ocurrido cuando fuiste a hablar con Pikard. Te confieso que tuve una insana satisfacción en el primer minuto, pero cuando consideré que podría haber ocurrido lo mismo conmigo, eso desapareció. Lo lamento, Kirk.
Al escucharlo, aceptó estrechar la mano que le ofrecía, más al hacerlo, lo jaló hacia sí, abrazándolo, en una rara muestra de agradecimiento. Paris sólo permaneció tenso e inmóvil en medio de ese gesto, hasta que Kirk lo separó un poco.
-Tom, te pido disculpas por haber sido un desgraciado contigo. Aunque no me arrepiento de haber tomado ventaja para quedarme con ese lugar del cuerpo diplomático. Necesitaba ir a Sudán para darme cuenta que mi vida entera apestaba. Lo siento.
-Bueno, siempre habrá más oportunidades para ir -Paris asintió, aceptando sus palabras. Aunque reconoció que era la reconciliación más extraña que hubiese tenido con alguien del medio.
De pronto, Scotty y Chékov empezaron a bromear con ellos, montando una rechifla al verlos aún abrazados.
-¡Hey, ese abrazo ya fue demasiado largo!
-Ah, señor Kirk. No pierde oportunidades.
Eso los hizo separarse por completo, aunque alivió un poco la tensión que aún había entre ellos.
-¡Ustedes dos! ¡Yo los mato!
-Primero invítalos a pasar, James. No seas descortés -regañó Pike, siguiéndoles el juego-. Ya ahí, pueden hacer lo que quieran. Vamos, tengo algunas bebidas preparadas.
Poco después, los seis estaban sentados en el cómodo mueble del recibidor, hablando acerca de los planes de publicación. Kirk aprovechó un momento en que su protector hablaba con los demás para preguntar a Scotty por los voluntarios de Ardimi.
-Según supe, casi todos lograron llegar a Al-Junaynah. Cuando Jonathan y yo alcanzamos la frontera, nos enteramos que dos grupos se habían desviado hacia el norte, y que permanecían en otro de los campamentos, cerca del oasis. El patriarca de la tribu berebere les ofreció protección.
-Bien, es bueno saber que no todos los árabes odian a los africanos. ¿Qué me dices de Spock y Uhura?
-Están bien. Aunque tienen mucho trabajo en los campamentos en los que se han involucrado. Varios de los voluntarios de Ardimi, la hermana Louis, el pastor y la hermana Anna están también con ellos.
Kirk asintió en silencio, cobrando fuerzas para hacer la pregunta que no se atrevía. Finalmente, decidió saber.
-Scotty, sé que es oficial, pero necesito confirmarlo. ¿Bones...?
-Tú los has dicho. Es oficial -la expresión sombría de su interlocutor reforzó sus palabras-. Sé que es doloroso aceptarlo, pero así es. McCoy se ha ido. No han encontrado sus restos, y nadie lo ha visto en las aldeas de las orillas del río. Lo siento mucho.
Kirk asintió, silencioso. Por casi un largo minuto permaneció así, pensativo, hasta que volvió a fijar su mirada en la del otro periodista.
-Debo regresar a Sudán, Scotty. -La expresión incrédula y un tanto reticente del otro, lo animó para explicar sus palabras-. No voy a ir a buscarlo, despreocúpate. Debo regresar porque le hice la promesa de que le ayudaría a cumplir la encomienda que le dejó su hija.
-Pero James. En tu estado...
-No me voy a ir mañana. Mira, tengo pensado ir en cuanto entregue la crónica, y me quiten esta molesta cosa de mi pierna. Así podré cumplir con esto sin presiones de ningún tipo.
Scotty se rascó la barbilla, y sin dejar de verlo le hizo saber que no lo dejaría ir solo.
-Pues tendremos que ponernos de acuerdo, porque Andrei y yo nos vamos contigo. No pienso dejar que te diviertas a tus anchas sin nosotros, James Kirk. Y menos, que no nos dejes manejar la exclusiva de esa noticia. He dicho.
Con una leve sonrisa asintió, chocando su botella de cerveza con la del otro, haciendo una especie de pacto con ello.
Mercy Medical Center, consultorio externo No. 5.
Des Moines, Iowa. Estados Unidos de Norteamérica.
Última semana de Octubre 2003.
Rodeados por adornos alusivos a la celebración de Halloween, mientras esperaban al médico que atendería a Kirk, Chris Pike y él jugaban con un bolígrafo y una servilleta. Parecían un par de adolescentes, hasta que una enfermera llamó al periodista.
-Mi turno, Chris. Deséame suerte -comentó al tiempo que se ponía de pie, diestro y rápido en el uso de las muletas.
El mayor suspiró, viéndolo entrar al consultorio, pensando que los días se habían ido más rápido de lo que hubiese deseado.
Durante ese tiempo, totalmente asesorado por su ex profesor, Kirk había enviado la crónica completa a los dos informativos más importantes a nivel nacional, y a la editorial que lo había contactado, mandándoles también un bien elegido material fotográfico, y un trabajo extra, como una crónica de viajes y turismo dedicada a las ciudades de Sudán. Por supuesto, los periódicos le habían pagado demasiado bien, y tenía varias propuestas de trabajo muy interesantes. Mientras se decidía para aceptar alguna de ellas, su ingreso económico estaba asegurado por algunos meses.
Además de eso, su recuperación había sido más rápida de lo que se esperaba. En una semana, les había comentado el médico un día antes, estaría caminando sin ayuda de las muletas, y con la rehabilitación, podría incluso correr en menos de seis meses.
Esos serían probablemente los últimos días que permanecería en su casa, y para su mala suerte, a pesar de que se había propuesto con todas sus fuerzas no volver a caer bajo su encanto, había fallado estrepitosamente. Así que volvía a la misma situación que atravesara casi dos años atrás, aunque esta vez no sería tan doloroso.
Kirk era sólo parte de su pasado, y él tenía a una mujer extraordinaria ahora. Debía afrontar ese hecho, y definitivamente, dejarlo de esa forma.
Media hora más tarde, Kirk salió con una paleta en forma de fantasma en una mano, y la pierna libre de la bota de escayola, aunque ayudado por las muletas todavía. Pike se levantó de la silla en la que estaba, acercándosele.
-Gracias, doc -se despidió el muchacho del médico, con una enorme sonrisa. -Espero no volver aquí en circunstancias como estas.
-¿No tendrás rehabilitación? -le preguntó su acompañante, mientras se dirigían a la salida del hospital.
-Por supuesto. Pero puedo hacerla en casa. -suspiró más como una exhalación rápida, y se volvió hacia él. Su mirada había cambiado un poco, aunque aún mostraba una sombra de tristeza-. ¡Por fin podré ir a mi departamento! Vas a librarte de mi y mis desplantes.
-No digas eso. Te ofrecí mi casa con mucho gusto, así que ni se te ocurra pensar que has sido una carga.
Kirk se detuvo, haciendo que el otro lo imitara. Esta vez, el abrazo en el que el muchacho lo envolvió fue seguro y estrecho. Sus labios rozaron su oreja, y sus palabras mostraron todo su agradecimiento.
-Chris, no sé que habría hecho sin ti. Te debo tanto...
Christopher Pike tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que ese abrazo permaneciera así, de camaradería, de amistad. Cerró los ojos, sosteniéndolo contra su pecho, sujetándolo con nostalgia. Hasta que fue él mismo quien lo deshizo.
-Vámonos ya, Jimmy. Estamos haciendo un papelón en medio del pasillo del hospital.
Kirk asintió, sonriente, recargándose otra vez en las muletas.
-Siempre me salvas de hacer el ridículo. Gracias.
-No es para tanto. A propósito, encontré un mensaje en mi buzón de voz hace un rato. Derek Nolan desea entrevistarte.
-¿Cuándo sería? -cuestionó curioso.
-En un par de semanas. Leyó tu artículo en el Washington Post, y se interesó en la historia.
-Pero no voy a poder. Planeo irme en esas fechas a África.
-James, los médicos no te lo permitirán -comentó Pike con cierta alarma. Dos semanas y media era muy poco tiempo.
-Bueno, los médicos dirán que no, pero no pueden atarme a una cama de hospital para impedirlo. ¿O si?-Pike sólo entornó la mirada, en un gesto de resignación. La cabezonería de Kirk relucía por sí sola-. Dejemos eso, Chris. ¿Ya estás listo para la fiesta de Halloween con tus alumnos?
-Estamos en eso. ¿Nos acompañarás?
-Aún no sé qué disfraz sería adecuado...
-Podrías ir como pirata. Tu condición y tu terquedad van muy de acuerdo a eso.
-¿Tú crees?
Buscó su mirada, al tiempo que asentía. Caminaron en silencio hasta el estacionamiento, ambos envueltos en sus pensamientos. Fue en ese corto trayecto que Pike pudo darse cuenta que Kirk estaría bien. Sabía que sobreviviría, pues esa misma terquedad era lo que podría sostenerlo en pie por mucho tiempo.
-Es bueno verte de vuelta, Jimmy. -le dijo antes de que ambos subieran al auto.
Kirk sólo le dedicó esa enorme y luminosa sonrisa que le confirmaba sus pensamientos.
Campamento de Amnistía Internacional en Adré.
Territorio de Ouaddaï. Frontera de Chad. 10:50 am.
Cuarta semana de Noviembre 2003.
Con una gorra un poco amplia, y los lentes para sol puestos, James Kirk se bajó del bokasi de la Cruz Roja que lo había llevado hasta ahí, después de haber pasado cuatro días completos en la ciudad de Yamena, la capital de Chad, al recibir la noticia de que Sudán no le permitiría la entrada al país. Iba acompañado por Tom Paris, quien se había ofrecido asistirlo en ese viaje para facilitarle los trámites y todo el proceso aduanal, además de que sería partícipe junto con Scotty y Chékov de la exclusiva de cualquier situación que surgiera. Ellos llegaban justo detrás. Scotty se apeó también, y le señaló una parte del lugar.
-Allá es la base de operaciones principales. El dispensario. Tal vez encuentres a Spock ahí.
Asintió con un cabeceo, y apoyado en el bastón que temporalmente le habían recomendado los médicos que usara, caminó algunos metros por el polvoriento sendero que era la calle principal, hacia un grupo de personas que se apiñaban afuera de una de las tiendas hospital. Los otros tres lo siguieron, preparando las cámaras y grabadoras.
La primera en verlo cuando se abrió paso entre la multitud, fue la Hermana Louis, quien se apresuró a llegar hasta él y abrazarlo emotiva.
-¡¡Jimmy!! ¡¡Deseaba saber qué te había ocurrido, y si estabas bien!! ¡¡El cielo escuchó mis oraciones!!
Kirk la abrazó también, correspondiendo a ese afecto genuino de la religiosa. Varios de los voluntarios se acercaban también, al reconocerlo. Kirk los saludó a todos, sonriente y agradecido al ver que no lo habían olvidado, mientras los otros periodistas tomaban fotografías.
Uhura y Spock llegaron sumamente agitados, minutos después. Habían sido llamados por radio, y desde el extremo del campamento en el que estaban, salieron corriendo para encontrarse con el recién llegado.
-¡Jim! -llamó Spock casi cuando llegaron a él, sin esperar a que los demás se apartaran un poco.
-¡Hey, hola S...!
Sorpresivamente, los dos lo abrazaron con fuerza, demostrándole la alegría de verlo vivo. Kirk alcanzó a escuchar un leve sollozo que ella no evitó, sintiendo también el cálido tacto de Spock, tocándolo como si no pudiese creer que estuviera ahí.
-Vaya, si hubiese sabido que me abrazarían así -dijo con su tono pícaro, aunque lleno de una agradable emoción-, desde que los conocí me hubiese dejado herir.
Con una leve risa apagada contra su pecho, Nyota le dio un pequeño golpe en la espalda, sin soltarlo, y Spock sólo sonrió, separándose un poco de él.
-Por todos los cielos, Jim. No cambias.
Kirk lo observó detenidamente, descubriendo un pequeñísimo rastro húmedo que bajaba por la mejilla izquierda del activista.
-Spock, ¿eso es una lágrima? -y de pronto, hizo todo un acontecimiento de eso-. ¡Estás llorando! ¡Estás...! ¿Por mí? ¿Lloras por mí?
-Disfrútalo, James Kirk -dijo la joven que aún lo abrazaba-. Eres de los pocos privilegiados por los que Spock ha derramado una lágrima. Esto es histórico.
-Nyota... -dijo Spock con gesto serio, mientras limpiaba su mejilla.
Sin embargo, Kirk volvió a estrecharlos, esta vez, sin ocultar su propia emoción.
-Está bien... Yo... -Tuvo que carraspear un poco antes de poder hablar-. Nadie había llorado por mí antes. No de manera genuina, ni porque realmente me apreciara. Esto es... Gracias.
Permanecieron abrazados casi por un largo minuto, mismo que los otros tres periodistas captaron en distintas tomas fotográficas.
Campamento de Amnistía Internacional en Adré.
Territorio de Ouaddaï. Frontera de Chad. 6:20 pm.
Cuarta semana de Noviembre 2003.
Ese día, las actividades en el campamento se detuvieron casi por completo.
Sentado en una de las mesas del comedor, en el interior de una de las carpas más grandes, rodeado prácticamente por casi todos los voluntarios que conociera en Ardimi, Kirk respondía y formulaba preguntas. Compartió con todos ellos la idea que habían fraguado McCoy y él para ponerlos fuera del alcance de la patrulla militar, y les habló de la forma en que el médico se había sacrificado para salvarle la vida. Sin embargo, no dejó que el intenso silencio que siguiera a sus palabras al terminar de decírselos continuara, adoptando la forma en que el médico los animaba, y les recordó el aprecio que sentía por ellos.
-...los llevaba en el corazón. A todos y cada uno de ustedes, porque fueron muy especiales para él, y no se cansaba de repetirlo -Bajó la cabeza un momento, y decidió agradecerles en su nombre la gran labor que hacían en el campamento-. Han sido extraordinarios, y han hecho tanto por este país... Bones vivía agradecido con ustedes por eso. Quiero que sepan... que si hubiese podido despedirse de todos, lo hubiese hecho con un abrazo...
Su voz se quebró, y trató de evitar que sus lágrimas fluyeran, en vano. Sin embargo, pudo darse cuenta que la mayoría de los voluntarios se le habían unido en ese lamentable dolor de haber perdido a quien fuera un buen dirigente del campamento, llorando en silencio.
Kirk se limpió el rostro, y buscó su mochila, sacando de ella la caja que el médico le confiara, haciéndoles saber la promesa que debía cumplir.
-Esta es la encomienda que me dejó Bones -les dijo mientras la abría, mostrándoles el interior.
Todos pudieron apreciar las tres muñecas que contenía la caja, con vestiditos tornasolados y un par de alas, así como distintas diademas, simulando coronas. Kirk continuó hablando.
-Todos saben que Leonard llegó aquí como un voluntario más. Lo que no saben es que lo hizo motivado por una promesa hecha a su hijita, Joanna McCoy. Venía a cumplir la última voluntad de la niña, pero todo se le complicó desde el momento en que pisó tierra sudanesa. Aduanas lo obligó a quedarse, al confiscar esta caja. Al hacer esto, el destino lo obligó a abrir los ojos, y a darse cuenta que esto era más grande que sus intenciones, y que su hija había tenido mayor visión que él al hacerle prometer que vendría a entregar estas muñecas a las niñas que sufrían más que ella. -Se detuvo unos segundos, observándolos a todos, y continuó-. Al saber que no podría cumplir la promesa hecha a su hija, me encomendó que yo lo hiciera. Sin embargo, tuve que irme no por mi voluntad, y por eso me propuse regresar en cuanto pudiera hacerlo. Ahora estoy aquí, y no voy a dejar esta tierra, hasta que el deseo de Joanna McCoy se cumpla en su totalidad. Yo no conozco a quienes están en los campamentos, pero ustedes sí: por eso vine a pedirles ayuda, porque sé que todos los días ven historias de horror y dolor, y puedo confiar en que me indicarán a qué pequeñas puedo entregárselas. Sé que me ayudarán a hacer cumplir esta promesa.
Hubo un espeso silencio tras sus palabras, mientras todos volteaban a verse unos a otros, sin decidirse a hablar. Chékov, acompañado por Sulu, el joven misionero que conociera en Al-Shebire, y uno de los ingenieros que había viajado con ellos desde Jartum, Tucker, se acercaron desde la entrada de la tienda. Tenían pocos minutos que habían llegado de otro de los campamentos. Fue el último quien tomó la palabra, deteniéndose a un par de metros de donde estaba el periodista, y los otros permanecieron a su lado.
-Kirk… volviste -musitó al encontrar su mirada. Su expresión era una mezcla de sorpresa e incredulidad-. No pensé que te vería jamás por aquí.
-Tengo una promesa qué cumplir -le respondió con una leve sonrisa, asintiendo con la cabeza.
-Señor Kirk -interrumpió el joven camarógrafo, acercándosele-. Tiene que escuchar esto.
Esta vez, entre Tucker y Sulu hablaron.
-Fuimos a hacer una ronda de inspección a Time, las regiones cercanas a Farchana e Iridimi, los campamentos más cercanos.
-Hace unas semanas, uno de los grupos janjaweed más letales que ronda la frontera, atacó varias poblaciones -explicó el ingeniero-. Hay tres pequeñas en uno de los campamentos con mayor número de huérfanos y heridos; ellas fueron las únicas sobrevivientes de sus aldeas. Dos hermanas y una niña que se ha quedado totalmente sola.
-De las dos hermanas, una de ellas perdió una pierna y una mano al proteger a su hermanita del bombardeo -comentó el misionero, sacando algunas fotografías instantáneas de la bolsa que llevaba al hombro, entregándoselas-. La tercera tiene quemaduras de segundo y tercer grado en una gran parte de su cuerpo y cabeza. Nadie creyó que sobreviviría, pero lo hizo.
-Les espera una vida muy difícil, James.
Ambos guardaron silencio, al igual que Kirk, quien lo pensó por algunos segundos, recorriendo con la vista el grupo que tenía a su alrededor
-¿Alguien tiene otra propuesta? -Preguntó al no haber más comentarios al respecto-. Bien, queda decidido. Las muñecas se les entregarán a estas tres niñas.
-Iremos contigo -se adelantó Uhura, sujetando con fuerza a su prometido por un brazo.
-Ow… Nyota -Spock se quejó un poco debido a la brusquedad con que era tratado-. Vas a arrancarme el brazo.
-Ay, cariño. Siempre exagerando.
La hermana Louis y otros voluntarios los llamaron entonces a poner orden en el comedor, pues tenían la cena ya preparada. Se habían dado prisa para tenerla a tiempo, y compartir con todos esa inesperada reunión. Así que pasaron esa velada en gran plática, en grupos que iban y venían entre mesas, saludando a Kirk y a los recién llegados. Hasta que Scotty se levantó ya que tenían un buen rato que terminaran con la cena.
-Bien, creo que es hora de que nos vayamos a descansar. Recuerden que nos iremos temprano, mañana en la mañana -comentó, dándole un gran trago a la lata de jugo que llevaba consigo-, a menos que algo nos logre detener. ¡Pero no será así, porque somos los mejores activistas y voluntarios que Chad y Sudán han visto juntos! Así que, ¡SALUD!, y buenas noches.
Todos estallaron en vítores y alguno que otro chiflido para el improvisado animador, mientras Kirk sonreía complacido. Volvían a ser un equipo de voluntarios y activistas, más que corresponsales.
Campamento de Amnistía Internacional en Adré.
Territorio de Ouaddaï. Frontera de Chad. 12:55 am.
Cuarta semana de Noviembre 2003.
Kirk despertó al sentir que alguien lo sacudía un poco. El haz de luz de una lámpara de mano iluminó por momentos el lugar en donde estaba, haciéndolo reaccionar.
Se percató que alguien lo había sacado de la pesadilla que lo consumía, pues estaba bañado en sudor, a pesar del frío de la noche, agitado y tembloroso. Aún confundía la realidad con esas terribles reminiscencias, escuchando gritos y disparos, a pesar del silencio que reinaba en el lugar.
-Jim…-entre las sombras extrañas que se formaban con la luz de la lámpara, reconoció el rostro impasible, aunque preocupado, de Spock, quien aún lo sujetaba por un hombro-. Jim, ¿estás bien?
El periodista se incorporó un poco, recuperándose de la agitación. Volteó hacia todos lados, viendo que los demás dormían. Volvió entonces su vista al diplomático, un tanto más tranquilo.
-S-sí… fue sólo… un mal sueño.
Spock lo soltó, sentándose a su lado, en el mismo camastro.
-Antes de salir de Al-Shebire, Bones nos comentó que sufres pesadillas. -Ambos permanecieron silenciosos por algunos segundos, observándose fijamente. Entonces, Spock continuó-. También nos dijo que sólo puedes dormir si alguien te abraza.
-No puede ser… -agachó la cabeza, sonriendo con melancolía-. Se suponía que yo no le iba a decir a nadie, y él va y se los cuenta a ustedes en cuanto los ve. Miserable…
El otro sonrió, asintiendo. Alguien más se acercó al camastro por otro lado.
-Bien, entonces confirmaremos hoy que el suelo es más cómodo que los camastros -se escuchó una voz femenina, sobresaltando al periodista.
-¿U-Uhura?¿Qué…?
-Ven, Jim. -Spock entonces le sujetó una mano, jalándolo al tiempo que se ponía de pie, obligándolo a seguirlo-. Vamos a aplicar el método de Bones. Así que tendrás que acompañarnos.
Obedeció, sorprendido y sin saber qué decir. Lo llevaron hacia un extremo de la tienda, en donde habían acomodado dos colchonetas en el piso. Ya ahí, lo hicieron ocupar el centro de las mismas, mientras los otros se acostaron a cada lado de él. Kirk no salía de su asombro, un poco tenso debido a la forma como se estaban dando las cosas. Jamás hubiese imaginado que estaría en una posición igual. Recostado boca arriba, no se atrevió a moverse al sentirlos a sus costados.
Fue ella quien primero pasó un brazo sobre su pecho, acurrucándose en su hombro. Spock hizo lo mismo, descansando una mano sobre su abdomen, por sobre la tela de la camiseta que usaba.
-Respira, Jim -susurró Spock en su oído, tratando de tranquilizarlo-. Sólo dormiremos.
Antes de que pudiera decir algo, Uhura le sujetó la barbilla y lo hizo voltear, alcanzando su boca en un beso ligero. En seguida, Spock la imitó, acariciando al petrificado americano sólo en un roce.
-Buenas noches -dijo ella mientras volvía a acurrucarse en su hombro.
-Espero que no vuelvan las pesadillas -secundó Spock, acomodándose también-. Descansa.
Kirk carraspeó, tratando de que la leve agitación que todo eso le provocara, no fuese tan evidente.
-Ten por seguro que no volverán -dijo al fin, dándose cuenta que no habría nada más que esa extraña solidaridad para que pudiese conciliar el sueño. Así que, suspirando aliviado, cerró los ojos al tiempo que se relajaba-. Buenas noches.
No duró mucho tiempo despierto. En menos de media hora, los tres dormían plácidamente, en un estrecho y confortable abrazo.
Iridimi, Campamento de Amnistía Internacional.
Territorio de Ouaddaï. Frontera de Chad. 11:05 am.
Final de la Primera semana de Diciembre 2003.
Entre trámites burocráticos y algunos descalabros, arribaron a Iridimi casi una semana después de haber dejado Adré. Mientras era llevado por los activistas y los corresponsales al hospital del campamento, James Kirk comentaba cada paso que daban para el video que Chékov tomaba, hablando de las condiciones en las que se encontraba el lugar. Mientras, Tom Paris y Scotty tomaban fotografías de todo lo que podían, completando la documentación que se haría en ese reporte.
Habían entrevistado a varias personas, a unos cuantos activistas de ese campamento, y varios soldados de las Naciones Unidas que permanecían como respaldo.
Al ingresar en el hospital, el periodista tuvo que reprimir el nudo que se formó en su garganta, al ver una enorme cantidad de niños heridos y mutilados; la gran mayoría, con la tristeza y la desolación reflejados en sus ojos.
Las tres niñas de las que le hablaran Sulu y Tucker estaban en el mismo pabellón. Cuando Kirk las vio, sintió que su corazón se encogía aún más. Apretó la caja contra su pecho, pasando saliva con dificultad, sintiendo que sus manos temblaban.
Dos traductoras lo ayudaron mientras él hablaba con cada una de las pequeñas, preguntando sus nombres y edades, lo que les gustaba de sus ahora inexistentes aldeas, o la escuela a la que habían asistido, antes del ataque. Finalmente, cuando ellas le hablaron en muy grandes rasgos y de manera vaga de su aterradora experiencia, el periodista supo que había llegado el momento de que la encomienda se llevara a cabo.
Seguido por los corresponsales, quienes registraban todo en video, grabaciones de audio y fotografías, la pareja de activistas Spock y Uhura, además de otros voluntarios de Iridimi, Kirk les habló de Joanna, y de su padre, Leonard McCoy.
Les dijo, como en un cuento, lo que había descubierto de la niña, en palabras escritas en el diario del médico. Les habló del Reino de las Mariposas, mientras les entregaba las muñecas, asegurándoles que ellas eran parte de ese reino mágico, y les pidió que no olvidaran ese regalo de la familia McCoy. Las tres niñas lo abrazaron, sonriendo felices mientras sostenían en sus manos los juguetes, haciéndole saber con eso que la promesa estaba cumplida.
Minutos después, cuando salían del hospital, Kirk se detuvo ante todo el grupo. Spock fue el primero en notar que algo no estaba bien con él.
-Jim. ¿Sucede algo?
Al voltear a verlos, les sonrió con un gesto hueco, y les hizo saber cómo se sentía.
-Cumplí mi promesa, pero ahora estoy vacío. No sé si después de esto pueda volver a casa…
En ese momento, Tom Paris los alcanzó. Se había apartado del grupo un momento, respondiendo al radio que llevaba consigo.
-Kirk -llamó al periodista con expresión seria-. Nos llamaron de la embajada en Yamena. Te requieren en la Sede de las Naciones Unidas en unos días, para darte respuesta a lo que les hiciste llegar.
El periodista asintió con cansancio. No podría quedarse, por más que deseara hacerlo.
-------------------CONTINUARÁ....
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Epílogo