04.Llufken Antu
“…una palabra dejé escapar, algo que repitiera de manera insistente…”
Algo…
Algo debe haber.
- Quedaos acá con tu hermano mayor -Antonio desordena el cabello de Benjamín con una sonrisa en la cara-, cuidadlo -dice a Martín, quien asiente con serio talante.
- Yo voy a cuidar de Martín también -se entromete el muchachito con un sonrisa. El aludido lo mira enternecido e incómodo.
Y como tantas otras veces, España se va en su caballo prometiendo volver pronto.
- Portaos bien, eso significa nada de árboles -le advierte el muchacho rubio al más pequeño-. Ahora vamos a leer un poco.
- No quiero leer, no te veo nunca.
- Benjamín…
- Quiero disfrutar de mi Llufken antu un poco más.
Martín se quedó de una pieza.
- ¿Qué? -Benjamín se tapó la boca con las manos y salió corriendo hacia el patio.
- Kalén.
Los susurros a través de la oscuridad vienen otra vez, pero son más insistentes que nunca en esta ocasión. Martín se despierta poco a poco, extrañado con aquel sueño, irritado un segundo después.
- Kalén.
No va a quedarse parado sin hacer nada hoy. Calcula la distancia que lo separa de esas voces y las sigue a través de la casa, de su pequeño campo, más y más cerca de las montañas, sin poder verlos. Por más de una hora cazó los susurros corriendo al comienzo, caminando cuando se le acabaron las fuerzas. Súbitamente las palabras cesan y él se encuentra solo en medio de la nada, dolorido, frustrado.
“Kalén” es todo lo que resuena en su cabeza, al ritmo de su propio corazón ¿Por qué se van? ¿Es un castigo?
La rabia le invade. Impotente, grita maldiciones que se pierden en el cielo prendado de estrellas, sin obtener respuesta.
- ¡Muéstrense! ¡¿Les entretiene joderme?! ¡¿Qué mierda les hice yo?! ¡Sino van a hablarme, déjenme en paz! -Se ha esforzado mucho por recuperar los pedazos de su vida ¡No es justo que lo sobresalten y después no aparezcan para asumir su responsabilidad! La humillación a la que es sometido en cada ocasión le parece demasiado.
Después de mucho tiempo llamando a esos seres burlones, Martín cae al suelo de rodillas, lágrimas de dolor corren por sus mejillas heladas. ¡Malditos Sebastián y Manuel! ¡Maldito sea Antonio y todo europeo que osó y osará poner los pies en su casa! ¡Malditos todos! ¿Por qué no lo dejan tranquilo? ¿Por qué revuelven lo que yace enterrado? Como si ya no tuviera bastante en lo cual pensar, de lo qué preocuparse. A nadie parece importarle el sufrimiento que atraviesa ¿Se sienten felices cuando lo quiebran así?
“No seguirán burlándose de mí”, reflexiona limpiándose la cara con el revés de la mano. “Nadie me hará pasar por esto otra vez”
Así, mascullando insultos a todo el mundo empieza el retorno a casa, con el paso traposo y la espalda doblada. Cada vez que “Kalén” suena en sus oídos una espina se le clava en la garganta, soltando lágrimas que no quiere dejar salir. Duele “Kalén”, desgarra la carne porque suena a insulto, a desesperanza, es amargo en su paladar, ácido en su piel.
Llega a casa con las botas llenas de tierra, la ropa desarreglada, el cabello revuelto de tanto secarse la cara. No es él mismo esa noche. O tal vez por fin es él ¿quién puede saberlo?
Manuel lo aguarda en la entrada de brazos cruzados, el mantón de color azul medianoche sobre sus hombros haciéndole ver más enjuto que de costumbre. Su expresión es áspera y Martín al verlo siente odio por él, por su fortuna, por no oponerse a lo que le hacen a su primera familia. Corre sin pensar, toma del poncho a Manuel y le clava las pupilas, verdes cuchillas.
- Sos un tarado, un boludo -musita en un tono bajo y enronquecido que Manuel refuta endureciendo todavía más su rictus-. De chiquito esperás que yo te lo solucione todo, siempre te quejás de tu mala suerte y sos incapaz de ver la fortuna que te rodea. Tenés a toda tu familia junto a vos, a pesar de las atrocidades que han pasado te aman y no te han dejado. Sos un estúpido, permitís que unos cuantos pelotudos masacren a los tuyos sin hacer nada más que abrir la bocota para decir pavadas, cobarde. ¿Y tenés el descaro de venir hasta mí y exigir que revuelva mi pasado, con todo lo que significa eso, para complacer tu capricho porque sos demasiado flojo para aprender tu propio idioma y preguntarle a Mapuche cómo te llamás? ¡Andá! ¡Una patada en el culo! ¡Eso es lo que merecés! Me hinchás las pelotas con tus estupideces y no sos capaz de ver cómo estoy ¿Te gusta verme así? ¿Te entretienes haciéndome todo esto? ¡Vete de mi casa, la función ya se acabó!
El gesto arisco de Manuel no cambia.
- ¡¿Sos tarado?! ¡Andate de mi casa! ¿Qué esperás? ¡Dejame solo!
Manuel sigue impávido en su sitio.
- Yo sólo vine a hacerte una pregunta. No tengo nada que ver con tus problemas.
- ¿El señor quiere una respuesta? ¡Te la doy y te vas! -Prosigue en sus trece Argentina, los ojos velados por lágrimas que no dejará caer frente a este “boludo”-. ¿Te dice algo “Llufken antu”?
- ¿Llufken? -repite Manuel lento, una sensación cálida en su pecho. La cara se le descompone-, llufken antu -El impacto que refleja con todo su cuerpo sólo encoleriza a su compañero.
- ¿Estás feliz? Ahora que tenés lo que viniste a buscar, tomá tus cachivaches y lárgate.
Tras un par de segundos en que Manuel mira a su hermano como si este le hubiera pegado un puñetazo, absolutamente aturdido y sin responder a sus provocaciones, Martín se hastía y decide irse a dormir. Justo al pasar por el lado de Chile, éste levanta su brazo y lo agarra por la mano, volteándolo para quedar frente a frente.
- Llufken antu, Martín, llufken antu, Argentina. Kalén te hiere, Huinca te insulta, te gustaba cuando te llamaba así ¿te acuerdas? -habla mirándolo con fijeza pero no parece procesar nada de lo que sale por su boca-. Mapuche me dijo: “Cuídate de los huincas, de todos. Si el huinca de pelo amarillo se te acerca, dile Kalén, venganza, cuídate de él.
- ¿Qué hacés? -protesta al sentir cómo la mano nervuda se hunde en su muñeca, levantándola junto a su cabeza, el llanto otra vez palpitando -Soltame…
- Yo no quise oírlo, Mapuche me dijo cosas malas de ti y tú… Tú eras llufken antu para mí. Cuando me sonríes tendiéndome la mano, el sol brilla, no importa si hay sangre en nuestras palmas, eres un rayo del sol incluso en la oscuridad - Manuel parece volver en sí, está escuchando sus propias palabras. El agarre de su mano se vuelve más ligera. Nota las huellas de las lágrimas en las mejillas de Martín, su rabia y su pena. Sin dejarlo ir, le pasa una mano por el rostro, sacando esas testarudas gotas de la faz que quiere tanto mientras le sonríe con una mezcla de felicidad y de amargura. Con fuerza lo termina por apegar contra su cuerpo, aunque Martín se resiste ante el afecto que siente en su pecho por este contacto inesperado.
- No puedo ayudarte -musita en su oído, obligándolo a apoyar la cabeza contra su hombro-, lo sé, entonces tampoco pude; Antonio selló sus labios y nada dijo sobre tu nombre o tus antepasados, Miguel tampoco quiso hablar. Te incomodaba al comienzo, pero cuando te decía llufken antu, rayo del sol, tus ojos se iluminaban. En algún momento a ambos se nos olvidó y no te llamé así nunca más; eras Río de la Plata, te ocupaste de Banda Oriental, tus esfuerzos dedicados a otros hermanos, a separar a Sebastián de Luciano -inflexión molesta-. Así terminé olvidándome de llamarte, de hablarte o verte. Tenías mucho de qué ocuparte con los demás.
Si; otras guerras, otras personas, hasta que la vieja promesa fue conjurada para resistir a Antonio y alcanzar la libertad. Pero ya no había amor en esa época, sólo el engañoso lazo del juramento que los ató. Manuel escuchó decir a Rodríguez que todo se hizo por estrategia, por eso se portó distante después de que el guerrillero volvió de su exilio. Martín tenía a su hermano Uruguay junto a él, no necesitaba del pequeño y enojoso Benjamín ¿verdad? Celoso, se permitió desechar la oferta de abandonar su tierra tras Rancagua y el resto es historia conocida.
El agrado se desvanece, Manuel soltando lentamente a Martín de su abrazo, su cara recobrando el gesto adusto de siempre.
- Gracias -La rudeza de su mirar abandona a Martín a la confusión-. No recuperé mi nombre, pero esto me ha calmado, parece que me importaba más -admite con algo de exasperación.
- ¿Qué mierda te pasa? -Martín siente que otra vez lo han usado ¿por qué Manuel se pone tan serio? Es un desgraciado: primero lo enfurece, después lo obliga a olvidar el enfado y ahora se pone así, distante como siempre.
- A mí, nada. Yo no puedo ayudarte, porque te di un nombre aparte. Tu enojo no es por mí, yo sólo agravo tus problemas ¿no fue eso lo que dijiste? -es cruel el tonito amable que usa- Ya casi amanece. No estás bien, tienes que dormir, ven.
Al comienzo Martín se niega, pero deja que la cortesía de su hermano lo rodee y le conduzca a su cama, para acabar con esta jornada amarga de una buena vez.
***
La mañana está bastante avanzada cuando Argentina se despereza. Percibe el olor de Manuel y nota que éste le ha abrigado con su propio manto en vez de meterlo bajo las tapas ¿Cómo fue que se quedó dormido en primer lugar? Desorientado al no verlo en la habitación, sale a buscarlo al cuarto de huéspedes. Sólo encuentra un papel sobre la cama, las pertenencias de su hermano han desaparecido junto a él, quedándole nada más que el chamanto con que le veló el sueño.
No era necesario despertarte para decirte adiós. Partí a mi casa apenas despuntó el alba, así que esta es la despedida, no voy a volver en un buen tiempo.
Ojalá soluciones tus problemas con Uruguay y no me cargues con ellos, te deseo lo mejor y que por fin encuentres tus raíces. Por mi lado, dedicaré mis esfuerzos a educar a mis hijos; como bien dijiste, no debo aguardar a que tú lo hagas todo por mí. Gracias por ayudarme una vez más.
***
Rodeado por el ruido del carruaje, Manuel deja escapar un suspiro y siente el agotamiento invadiéndole con languidez.
No era importante marchar tan temprano, sin embargo, mientras pasó las horas del amanecer mirando a su rayo de sol sumido en sueño plácido no pudo evitar que la gangrena de su alma volviera a aflorar, arruinándole el cariño. Tan hermoso e intenso como era, Martín jamás le iba a pertenecer; tenerlo para él equivale a una quimera con Sebastián rondando en su corazón, permanecerá como una fantasía mientras los únicos habitantes de la tierra no sean ellos dos.
¿Cómo puede sentir eso? Es embarazoso. Martín no estaba enojado con él sino con Sebastián y eso fue lo que más le dolió, porque no le gusta ver sufrir a su hermano por otra persona, menos cuando ese sufrimiento se lo termina echando encima a él. Ya está visto; A Martín le importa más ese rubio extraño, ni siquiera merece darle otra mirada al tema. Aunque no quería marcharse debía hacerlo, es peligroso tener por mucho tiempo a Martín cerca, lo hace pensar en cosas que no son relevantes, lo distrae…
“Seamos honestos: Quiero que pienses sólo en mí, no tolero que menciones ni la sombra que tienes a la espalda. Es insano pensar así. Te prefiero lejos, así no provoco tu llanto nuevamente ni te escucho decir que te hago sufrir”
Mejor es sostener la distancia; mientras no lo viese, podía controlar los celos, mientras no le escuchase hablar no sentiría la necesidad de odiar a Sebastián, después de todo ¿Qué culpa tienen ellos de que él sea más…irracional, más confuso?
Y así, Manuel finalmente se duerme, la tibieza de su sol engreído aún enroscado en los dedos vacíos.
Notas:
Llufken Antu: Significa "Rayo del Sol", es el nombre que Benjamín le dio a Martín por el color de su cabello. Con el tiempo ha adquirido un significado más profundo.
He tomado la idea de Galatea D'Negro sobre los orígenes de Martín y la figura de Pampa para este fanfic.