Notas: Es un fic fuerte y que dejaré sólo para mis amigos. Si de causalidad quieren que alguien más lo lea, que se adicione a mi lista y yaps.
Usted va bajo su propio riesgo.Es un fic de 8 páginas así que tómese se tiempo. Posturas políticas e históricas no representan el pensamiento de quien suscribe.
Hago esto con amor y deseando no ofender a nadie.
Pero si alguien quiere matarme digo que he de morir "por la libertad de América" (Ando jugosa, la falta de sueño LOL)
Martín visitó a Manuel esa mañana con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Ya salió! -exclamó en la entrada, abrazándose a su hermano sin que le preocupase la vieja de la esquina que barre más lento de lo normal, mirándolos.
- Lo que sea, dímelo en la casa, me aburre la gente intrusa -musita Manuel en su oído, sonriéndole cínicamente a su vecina mientras le hace pasar.
La mujer le devuelve la sonrisa, sus ojos destellando con la sabrosa copucha entre manos.
- ¡Estuvieron toda la noche deliberando, pero ya está! ¡Se aprobó la ley de matrimonio! ¿sabés lo que eso significa?
- Obvio, tus hijos por fin son iguales, en el papel.
- Es mucho más que eso…
- ¿A qué te refieres?
Martín se puso un poco más serio y Manuel se sonrojó, previendo una situación ridícula o peor… comprometedora. El rubio lo miró sonriente, haciendo venir al silencio por segundos que a Manuel le parecieron eternos.
- ¡Ja! Sos un loco, Manu. ¿Creés que voy a salir con anillo y todo a proponerte matrimonio?
Al ver cómo se le destensa cada músculo del cuerpo, Martín confirma que Manuel pensaba en eso exactamente. Confuso, el moreno se lleva una mano a la nuca, rodeando su cuello con esa manaza en tanto le mira con embarazo.
- Si no fueras tan extraño ni lo consideraría -replica en un tono bajo.
Martín se permite una carcajada burlona.
- ¿Y qué harías si te lo propongo?
Al hablar, Argentina se llevó una mano al bolsillo, tensando otra vez a Manuel.
- Estarías hablando en palabras con mayúsculas -acabó por decir, resignado a la idea de que lo tendrán en el banquillo un rato-, pedirías demasiado, muy pronto -poco a poco su tono se afianza-. Para mí dar ese paso no es fácil, representa algo demasiado grande.
- ¿Me decís que te da miedo?
- Es toda la vida ¿no te da miedo a ti?
- Ya que lo ponés así…
- No sabemos qué nos depara el futuro, ni si volveremos a pelear o nos separaremos por alguien más, como ya ha ocurrido. Y ahora… Ahora tengo demasiado en la cabeza, no puedo terminar con mis propios problemas y cada día hay algo más y yo…
Manuel se calla.
- ¿Quieres té? -termina por decir, recuperando el aplomo.
Martín se ve descolocado, sacando de su bolsillo unos cigarros.
- ¿En qué andás? -preguntó.
- Yo de verdad me alegro por tus hijos y por ti -comenta Manuel, acomodándose la coleta sobre un hombro - Es un gran paso el que acaban de dar ¿Sabes? , por otro lado acá apenas se ha aprobado el derecho a divorcio y fue todo un río de lágrimas hasta el último momento.
- Lo es, pero no me cambies el tema, boludo.
- Te quiero. Demasiado ¿Entiendes lo que significa eso, rucio pajarón? -dice Manuel acorralado, dejando la tetera sobre la mesa de la cocina.
- ¿Qué decís? -Martín luce descolocado- ¡Lo sé! ¡Soy irresistible!
- No hablo de eso -ese hombre parece estremecido por un recuerdo-. Yo no soy libre para irme enlazando con cualquiera y tú te metiste por los resquicios, tengo la cabeza contigo todo el santo día, me aburre, me ahoga, me… Me da miedo. De a poco vas adueñándote de mí, siempre ahí al lado, siempre pendiente. Me asustas a veces.
Silencio.
- ¿Es malo?
- No sé hasta dónde sea peligroso para ti, Martín.
Martín parece meditarlo.
- Siempre ha sido un peligro estar contigo, Manu. Cada vez que me acerco estoy en peligro de ser devorado por ti, no sé a qué te refieres ahora. Los Mapuches pudieron adueñarse de mí y arrancarme de Pampa, pudiste reducir mi Capitanía General, porque eras un punto estratégico importante para Antonio. Los Realistas pudieron retomar Argentina si la expedición de San Martín hubiese fallado o ustedes se hubiesen rendido. Si te hubieras aliado con Arthur, la fuerza militar podría haber tomado otra parte de mí hace tan poco. Pero todo pudo ser, nunca fue, ni será. Hablas siempre en posibilidades, juegos de estadística, juegos al final, cosas que existen en tu cabeza y nada más.
- Yo no hablo más en posibilidades, ni hablo de territorio, ni de tus hijos. Hablo de ti y de mi.
Con un gesto rápido, flexible, Manuel vuelve a aprisionar el cuello de Martín entre sus dedos, apretando con el fuego en los ojos más vivo que nunca. El aire empieza a irse.
- Podría obligarte a poner tus rodillas en el suelo, y sabes que soy capaz de hacerlo ¿Quieres estar en tus rodillas, Martín? ¿quieres ver las posibilidades? -¿está haciendo eso por orgullo?- Puedes decir mil cosas de mí, reírte de mi falta de valor, pero en el fondo sabes que yo soy fuerte. Más fuerte que tu boca.
- ¡Pará…!
- ¿Y si continúo hasta que pierdas el sentido? ¿Y si pierdes el sentido y despiertas con mi carne en la tuya, llorando como un niño? ¿Y si me atrevo a mostrarte las posibilidades de las que te burlas ahora?
Martín siente que está apunto de arrodillarse, pero no lo permite. Sus ojos verdes se fijan en Manuel, mostrándole que no lo vencerá.
- A pesar de todo aún somos enemigos… Enemigos mortales.
Manuel lo suelta y pone la tetera con calma, tanta que hace creer a Martín por un instante que todo fue ilusión.
Pero su vista desenfocada, su agitación le hacen recordar.
- Esta adicción por la violencia me carcome. Hay una bestia a la que no puedo controlar. Hablar de amor es algo que me hace bueno, pero a veces, cuando te miro y veo esa entrega, quiero romperla. La detesto. Me da rabia, no importa cuánto te muestro ni que sepas que un día podría destrozarte el alma por gusto, sigues allí, como si pudieras deshacer 500 años sólo con tu voluntad. Sólo diciendo que me amas.
- Manuel…
- Amarme significa mucho más que rosas rojas y nidos de seda. Significa estar dispuesto a morir allí, devorado por mi hambre. ¡No me toques! Aléjate, aún quiero destrozarte ¿por qué sigues haciendo lo mismo? ¿Es que te gusta que te maltrate, te humille y me burle de ti? No soy como tú o tu primo, ni como el brasileño ese… A mí no me mueve sólo el territorio o una equivocación profunda. Soy tan conciente de todo que el deseo de romper viene limpiamente. Y no importa cuánto esfuerzo emplee, ni cuántos métodos utilice… Necesito ser sometido cada tanto, he construido ritos que apenas palian esta sed.
- ¿Y qué?
- ¿Qué? -los ojos de Manuel están duros, vacíos- Sólo una persona en el mundo es capaz de someterme sin quebrarse en el proceso. Ese no eres tú. Aún si pudieras, Martín, te corromperías. Nadie puede ser inocente y criminal al mismo tiempo. Tú eres inocente, yo necesito un criminal. Somos enemigos, enemigos mortales, eso no distingue el amor que pueda sentir por ti; sólo lo vuelve más cruel.
- Aún así, me tenés más miedo del que yo te tendré jamás.
- ¿Crees que te tengo miedo?
- Es obvio. Quieres someterme porque te da terror sentir lo que sientes. Ponés por delante tu historia, la Patagonia, tantas cosas porque intentás convencerte de que no debemos estar juntos. Pretendés matarme porque te asustás ante la posibilidad de que yo sea quien purifique tu alma. Te aterrorizás ante la idea de que domine a tu Bestia con puro cariño ¿Es que pensás que te volverás un pusilánime si eso sucede? ¿Qué no serás capaz de cuidar a tus hijos como corresponde si te dejás vencer de amor por mí? Reducís todo a un enfrentamiento, quién mueve mejor las piezas, quién usa la estrategia perfecta.
>>Decilo, Manuel: el que tiene pavor de cambiar sos vos.
Manuel apaga la cocina apenas suena la tetera.
- ¿Cambiar? Yo no…
- Te equivocás. Como nunca, te equivocás. Yo no le tengo miedo a cambiar, a soltar las heridas, vos te aferrás a ellas porque entrás en pánico de puro pensar en que serás distinto. Por mí. Debés, tenés que dejar atrás todo eso.
- ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a navegar en las aguas negras con tal de hacerme cambiar? -Manuel ha cambiado, ha retornado a la fibra primitiva de su corazón -¿Crees que existe el amor entre nosotros? ¿Qué todo lo que te quiero y todo lo que siento es amor? ¿Y lo que tú sientes? ¿No estás confundiendo el deseo, las ganas de arrodillar a todos a tus pies, con amor?
- ¿Me creés tan frívolo?
- No, creo que no sabes de lo que hablas cuando dices que me amas.
- ¿Quieres que te lo demuestre? ¿Cómo? Ya no sé qué más hacer.
- Sacrifícate.
Martín sonrió con pena.
- Por supuesto que no serías capaz
- Esto es amor, no un culto, pensá por favor.
Manuel sonríe.
- Yo podría hacer lo que deseas, pero por algo a cambio. Si crees que puedes cambiarme, o ayudarme a cambiar, tienes que mostrar hasta qué punto llegarás. Si lo que sientes por mí es amor, sabrás cómo actuar, hasta dónde entrar. ¿No se supone que por amor uno está dispuesto a todo? Es así como sé que no te amo con amor mortal.
- Entonces no me amás, Benjamín. Me mentís, jugás conmigo y me hacés perder la compostura. Sino me amás, entonces nada tengo que hacer acá, estoy perdiendo mi tiempo contigo.
- Esto no se trata de si te amo o no, o si miento, tú siempre has sido conciente de qué amor siento por ti, en qué consiste, que no se trata del amor que se profesan nuestros hijos. Eres tú quien constantemente habla de amor y eternidad. Eres tú quién se ríe de mi preocupación por un anillo cuando tú fuiste quien lo trajo y lo tiene escondido en el bolsillo del polerón.
- ¿Lo sabías?
- Como se ha hecho desde hace años, mis hermanos creen que soy más tonto sólo porque me dejo llevar por las emociones con facilidad. No debieras sorprenderte. Yo sé muchas cosas, que no te las diga para no causarte un bochorno o un enojo, es otro tema. Incluso, puedo decirte que ese anillito viene en una caja azul, porque pensaste que me amargaría si traías colores de mina, como el rojo o el blanco. Escogiste el azul también porque cuando niño hablaba de lo lindo que era el cielo, de cómo contrastaba con tu cabellera rubia, Llufken antu.
- Eres increíble. Me conocés ¿eso creés?
- No lo creo, lo sé. Te observo, como hago con mis hermanos. ¿Crees que digo las palabras correctas para desconcertarte por casualidad? ¿Crees que puedo reconfortarte con un abrazo sólo porque somos hermanos? No, Martín, yo sé qué necesitas, qué buscas y lo que no sé, lo deduzco. Pienso, exactamente lo que estás pidiéndome que haga. Si tu deseo es que me ponga ese anillo y pueda dejar todo esto atrás, tendrás que sacarme. Yo no puedo solo con todo esto y no es cosa de dejar y hacer como que no pasó nunca.
>>Hubo un instante en que deseé con mi alma vivir a tu lado y creí que sólo con querer sanar, sanaría. Ni siquiera lo notaste, no me extraña. Intenté olvidar y acercarme a ti, más todo gesto murió antes de manifestarse porque el recuerdo de Antonio se interpuso. Muéstrame que eres tan impuro como yo y podré sentirme bien contigo. Apágame.
- ¿Apagarte?
- Yo no soy normal, lo sabes. Si de verdad estarás hasta el final a mi lado, debes aprender a apagarme. Cuando él me apaga se evita la guerra, me siento consolado. Si quieres tenerme, debes arrancarle esa parte que le pertenece.
- ¿De quién hablas así?
- ¿No lo notas?
- ¿Antonio?
- No, eso se ha aposado y ya entiendo qué es.
- ¿Te acostás con él?
- ¿Te sorprende? No me acuesto con él, él viene y me apaga. Él cierra la puerta de las pesadillas, es mi guardián, no mi amante. Y esa parte de mí que buscas hacer desaparecer, es suya.
Martín se sintió ofendido. Él, cerrándose a tantas cosas por pudor y Benjamín…
La rabia lo dominó.
Y con un gesto arrebatado se le fue encima, dolido por esta verdad que no deseó jamás escuchar.
- ¿Vas a dominarme? ¿Te molesta que tire con él?
- Callate Benja, callate -amenazó tapándole la boca, tironeándole la ropa. Arthur, él siempre rondaba alrededor, quitándole todo: Primero Banda Oriental, después su propia tierra… La imagen de Victoria, tomada de la mano de él mientras lo abandonaba cegó su corazón. ¿Cómo Benjamín osa sonreír ante su dolor? ¿Por qué lo contempla con esa contorsión silenciosa, burla y provocación al mismo tiempo?
En Martín no había lástima, frustración o desconcierto: Sólo el deseo de borrar a Inglaterra de la faz de la tierra, sus manos empujando a Benjamín, golpeándolo para sacarle a ese imbécil de la carne.
- ¿Por eso le entregaste tus bases entonces? -preguntó incoherentemente, echando a Benjamín sobre el piso de la cocina, la voz baja, ronca - ¿no entendés lo que se dijo de ti? ¿fue tan literal…?
- No me conoces Argentina. No sabes nada de mí…
- ¡Decimelo!
Benjamín volteó el rostro, sonriente.
- Piensa lo que quieras…
- Cobarde… ¡¿Querés que piense lo que quiera?!
- Exacto. ¡Muéstrame cuánto te duele! ¡Como me dolió a mí!
- ¿Qué decís?
- Te pedí ayuda esa vez ¿Recuerdas? El hermano que siempre estuvo a mi lado se lleva un pedazo de mí como trofeo de guerra, después de ayudar a Miguel… ¿Crees que se me olvidó?
- ¿Fue venganza?
- Yo aún no me he vengado de ti Martín. Pero si sigues así, podría hacerlo.
Ya no importa lo que diga Benjamín, su hermano no lo escucha.
- ¡Querés que te muestre quién soy! ¡No soy una nenaza llorona Benjamín!
El muchacho disfruta con el dolor que rompe la resistencia de Martín, mientras este se mueve sobre su cuerpo con gestos torpes, el animal encerrado en su cuerpo regodeándose ante el daño que provoca, sin culpa, sólo con curiosidad por tensar la cuerda hasta destrozarla. Sabe que Martín hace esto por celos, una sangre antigua y olvidada revolviéndose en las venas, despertando esa fibra que Antonio se ocupó tan bien de apagar cuando su hermano era apenas un niño, esa sangre original por la que Benjamín siempre se preguntó bullendo por cada poro, dándole un brillo fascinante a su piel cuando la luz del sol lo toca.
- No importa lo que hagas, nunca serás como él -lo acicatea- todos te amaremos y te abandonaremos por él -la maldad habla por su boca, esa corrupción de la que Mapuche huyó a tiempo en cada centímetro de su piel, veneno que Martín bebió a mordidas, puso bajo sus uñas mientras lo araña.
- Sos lo peor Benjamín…
- Apágame o te haré más daño. Sé cómo volverte la nenaza llorona que no quieres ser.
Martín vuelve a poner su mano en la boca de Benjamín, mirándolo a los ojos con sincero odio, herido en lo más recóndito. Las viejas rencillas salen a la luz y Martín busca cobrárselas todas, callarlo y hacerlo llorar, llorar a gritos.
- Me pedirás perdón -declara, soltándole la cara.
- Nunca me arrodillaré ante ti, no vales lo suficiente -se burla, sonriendo con la mueca espantosa que le sobrecogió el alma a Antonio alguna vez.
- Me pedirás perdón por cada traición.
El joven rubio se soltó la ropa, lanzó su polerón lejos y con una ondulación suave como caricia apegó su pecho al de Benjamín, su calma tan profunda que el hombre bajo él se desconcertó. Allí estaba; la sangre orgullosa que comparten todavía, el fulgor jactancioso tras el tono verde de su mirada, una mirada dolida, furiosa, pero todavía viva…
¡Cuánto le envidió Benjamín en ese instante!
- Soy mejor que vos -afirmó Martín, casi desnudo sobre él- sin mí, no serías nada.
- Te equivocas; sólo eres un ladrón.
- Entonces ¿Qué sos vos? ¿eh?
Argentina no lo nota, pero su hermano no está excitado. Enterrándole las uñas, hace que Benjamín separe las piernas, preparándose para recibirlo.
- Pedime perdón…
- Nunca…
Reducís todo a un enfrentamiento, quién mueve mejor las piezas, quién usa la estrategia perfecta…
Martín toma el cuello de Benjamín con una mano, inexperto, en tanto la otra le anticipa lo que planea hacer. Su hermano se ve tan extraño, el gesto arrogante y enfermizo de su cara se ha desvanecido ¿Culpa? ¿En sus ojos, en su boca?, mas su corazón no se ocupa de lo que encuentra en el rostro ajeno.
“Te lo quitaré todo, me robaré a ese hombre de tu cuerpo”
El primer embate consigue que Benjamín grite por el dolor y la sorpresa, la mano de Martín quitándole el aire, llenándolo de calor, una sensación absolutamente nueva e indeseada. Duele, arde y humilla en un sentido desconocido para él.
Benjamín, ahora lo sabe, ha encontrado por fin el fondo de su ávido, oscuro pozo.
Martín no lo disfruta, no lo sufre. Ni siquiera se ha ido, como pasa con algunos cuando se los quiebra así. Porque su hermano no ha sido quebrado, lo nota en el dolor de sus ojos todavía brillantes, en el reflejo luminoso del sol en su pelo amarillo. Él había enterrado el puñal, seguro de rasgar la carne suave de ese corazón, pero el corazón no estaba allí, se ha equivocado y el puñal lo buscó entonces a él, rompiendo algo más. De alguna manera ese hombre que ahora lo somete sin resistencia puso un espejo, devolviendo los ataques de Benjamín y poniendo sus sentimientos muy lejos de su alcance.
En cada movimiento Benjamín no encontró a la Bestia atormentada de Antonio, o la maldad llena de palabras seductoras que Arthur deja escapar. Ni siquiera pudo encontrar su propio goce desacertado o el regodeo de su mente retorcida. Simplemente no había nada.
La mano se aprieta más, regresándolo a su cuerpo, Martín no sonríe, no exhibe emociones, parece concentrado en otra cosa, pero no distante… ¡Es todo muy confuso! No entiende qué pasa, no es capaz de explicarlo y eso, el mero hecho de no entender qué sucede, lo saca de control y lo pone a llorar.
Las protestas no hacen efecto, la culpa no conmueve a Martín, él continúa poseyéndolo sin decir una sola palabra, inescrutable, indefinible. Benjamín sigue llorando, intenta hablar pero no puede respirar, su cuerpo no siente nada más aparte del dolor tibio de sus entrañas, cada rasguño o mordida ardiendo como si estuvieran infectadas. Pronto nota que su amante va a correrse, lo sabe por la forma en que arquea la espalda, se muerde el labio con una sonrisa a medio camino igual que siempre, entrecierra los ojos iluminados y acercándole la boca al oído le grita que es una puta mientras el orgasmo lo arrebata a un nuevo sitio, la palabra resonando en la cabeza de Benjamín por largo rato, incluso después de que Martín se recupera y se mete a la ducha.
***
Una vez limpio, toalla en la cintura, el joven rubio se encuentra a Benjamín en la misma posición en que lo ha dejado. Con rapidez lo toma en brazos, como si fuera un niño y lo baña con cuidado, el jabón en cada herida escuece como limón. Y entonces Martín se da a la tarea de reconfortarlo, besándolo con cariño, el mismo cariño de la noche anterior, del día anterior, de toda la vida.
Y no pidió perdón, vencido y suplicante como hizo Antonio, ni escondió la culpa tras el desprecio, ni tampoco lo maldijo borracho como hizo Arthur al comienzo, también ahíto de arrepentimiento. Martín lo secó con otra toalla y lo dejó en su cama, tapándolo hasta las orejas. Benjamín lo tomó de la mano y le rogó que lo abrazase, porque no está bien, porque no entiende por qué su cuerpo duele así…
- ¿Por qué?
- ¿Qué cosa? -preguntó Argentina, metiéndose a la cama para abrazarlo con todo el cuerpo, sólo cariño, sólo respeto, incongruencias por todos lados para Benjamín.
- No lo entiendo…
- Lo que pasa es sencillo de explicar -musitó su amante, acariciándole el pelo largo, mojado -: Vos no me controlás, no sos mi dueño, chilenito. Si estoy aquí es porque quiero, no porque te deba algo. Siempre te has sentido una obligación para los demás y así los chantajeás, reclamándoles por todo, buscándoles la culpa para someterlos. Por eso no me aguantás, pero me querés cerca: yo no soy ni un príncipe de caballo blanco, ni un megalómano sin cerebro, pija alegre. Soy alguien completamente distinto y a veces me odiás por ello, a veces me querés romper y siempre pretendés cuidarme de vos -sonrió-. En el fondo sos un pobre weón sin autoestima, dependiente de la aprobación ajena, complicás todo para darle un significado porque no soportás la monotonía. Por eso tenés miedo de cambiar. ¿Está claro? ¿o te hago un dibujito?
- Huinca imbécil …
- Aún así me amás, Besame…
- ¡Córrete weón!
- Besame chilenito acomplejado …
- ¡Que erís hinchacooooocooos!
***
En todo el trajín del orden, Martín volvió a toparse con la caja. Miró a Benjamín (quien se queja audiblemente de cuánto le duele la espalda mientras cocina) y se preguntó si era prudente dárselo tras demostrarle cuán equivocado estaba en todas las boludeces que dijo por la mañana.
Para su sorpresa, Benja le arrebata la caja.
- ¿Tienes una cadena para esto? -pregunta con la boca llena de papa.
- ¿Una cadena?
- No pretenderás que lo lleve en el dedo ¿verdad?
- Con lo enano que sos te parecerás al peludo de la película…
Benjamín le hace cosquillas a Misiones con el talón de su zapatilla.
- ¿Aún soy un enano?
- Andate a la cocina, sino el monstruo de papa se levantará de la olla…
- ¡conchetumadre!
¿La cadena? ¡Obvio que lleva una! Como sino lo conociera, con lo acomplejado que es.