Aridez: 03.Encuentro

Aug 22, 2010 02:30


 03. Encuentro

Las cosas han cambiado: Cuando eran niños, Manuel se le colgaba al cuello, trepándolo como si fuese otro de sus árboles, sonriente.

Tras la independencia, el abrazo era apenas un roce, tan breve que parecía imaginario.

Hoy, Manuel le ha extendido una mano, rostro serio, mirada distante y solemne.

Martín, aturdido, responde con un apretón que congela todo el cariño guardado tras la larga ausencia.

-Hola -formal, su tono tiene un desagradable resabio inglés.
-Hola Manuel -intenta decir con más calidez, pero le parece hasta ridícula la inflexión de su voz. El visitante se queda parado en la entrada, inseguro de qué hacer -. Por favor, pasá.
-Gracias.

Ambos se introducen en la casa de Martín, dirigiéndose al despacho de éste. La ceremonia es chocante para el joven rubio, sin embargo Manuel parece cómodo y hasta agradado con tanto protocolo.

-¿Vienes por un tema oficial? -inquiere, extendiéndole a su invitado la tabaquera dorada, sus labios rectos, cada músculo de su cara revelando el fastidio.
-No, para nada -dedos moviéndose en busca de la pipa-, vengo de visita como te reseñé en la carta.
- ¿Cómo has estado?
- Algo incómodo, a decir verdad -Manuel ni siquiera nota la atribulación en las facciones de su hermano; viene tan enfocado en su predicamento que no detecta nada más allá de sus propios problemas-. Ya han pasado más de ochenta años desde que nos independizamos tú y yo. Tras la guerra he intentado recordar cómo era todo antes de que viniese España y nos “salvase” -irritante ironía…-, pero no soy capaz. Por eso he recurrido a ti.

El aire cambia cuando vuelve a mirar a los ojos a Argentina. Ese frío y distante Manuel parece desdibujarse, emerge la expresión decidida de antaño en la faz morena. El joven se pone de pie, pipa en mano y rodea el escritorio para estrechar su distancia con Martín, una mano en el apoyabrazos de la silla, el aroma del tabaco rodeándolos con su halo enigmático.

- Eres la única persona que puede ayudarme. Mapuche ha renunciado a hablar conmigo en español y siento la necesidad de recordar mi vida anterior. Los primeros contactos después de que Antonio me encontrara fueron contigo, tú eres un poco mayor, de seguro debes saber cosas de cuando estuve al cuidado de Mapuche -Las pupilas castañas muestran a Martín la esperanza infinita que tiene en él-. Una palabra dejé escapar, algo que repitiera de manera insistente. No pude olvidar tan rápido mi lengua original.
- Manuel, no sé nada -reconoce molesto-. Cuando llegaste a mí, Antonio me dijo que ya sabías leer y escribir. Hablabas en español con acento, punto. No hay manera en que te ayude con esto.
- Haz un esfuerzo Martín -el rostro de Manuel se aproxima más-. Yo no lo recuerdo. Algo debió decirte Antonio entonces, yo sé que tiene que haber una palabra, la sueño pero cuando me despierto no puedo recuperarla.
- Lo siento. No le des tantas vueltas Manuel. Llevo unos minutos contigo y ya me parece que estás obsesionado.
- ¿Cómo no estarlo? -El joven se aleja y empieza a gesticular con energía a la vez que habla-. Antonio borró mi memoria de forma completa. Tengo una confusión enorme en la cabeza; aromas, la sensación del viento en mi cara, aire helado que baja de la montaña y después de eso vienen las memorias que más odio: La cara de la madre que tuve cuando llegó él, cómo la mató frente a mi y después me acunó en sus brazos con ese amor ¿Cómo alguien que te quiere así te abraza siendo el verdugo de tu familia? Yo le tuve mucho cariño y se me olvidó todo lo demás ¡Es vergonzoso! Y lo más terrible es que tras años de ser independiente mis jefes siguen sometiendo a los mapuches, mis hijos los rechazan y yo no sé cómo hacerles entender que es tonto. Que yo odio cuando sucede.

- Al menos vos te acordás -murmura con enojo-. Disculpame Manuel, necesito salir un momento. Quedate aquí, fumá tu pipa tranquilo, que yo vuelvo pronto.
- ¿Estás bien?
- Si, claro, quedate acá -reitera sin darle importancia a la preocupación de su hermano. Ya es tarde para considerar su aflicción.

Con zancadas absolutamente serenas Martín abandona su casa, se acerca a un vetusto palto y lo hace tambalear con una recia patada. ¿Qué mierda se proponen Sebastián y Manuel? ¿Hacerle sentir mal? Que sean felices; lograron su cometido. La onda dolorosa le obliga a apoyar sus manos sobre el tronco para no caerse, no debe salirse de control con Manuel, no es un…

…Indio salvaje.

¡Cuánta eficacia! Si no estuviese involucrado, se admiraría.

- ¡Martín!

“¿Es que no puede obedecer una simple orden?”

- Quiero estar solo - Manuel le ignora olímpicamente y pronto se sitúa a su lado.
- Vi que tienes ahora un establo. No te molestes -añade, callando a su hermano-. Ensillo uno de tus caballos y salgo a dar una vuelta por tu terreno. Vuelvo en un rato más, nos vemos.

Sin admitir más plática el joven se da la media vuelta y avanza hacia las caballerizas.

Martín suspira sin despegar sus ojos de la espalda enfundada en una camisa blanca que se aleja de él. La situación fue incómoda e innecesaria; si ya se dio cuenta, mejor se queda en el despacho, sin molestar.

***
Como lo prometió, Manuel regresó a la hora del almuerzo con mucho sueño. Ambos muchachos se alimentaron en tenso silencio, tras lo cual el huésped anunció que se devolvía a Chile a la mañana siguiente.

- No es necesario que hagas eso -aunque sinceras esas palabras, Manuel sabe que Martín está regañándolo.
- Mira - empezó mirándole fijamente-: No tengo ni idea de si te pillé en mala luna o qué, pero clarito me quedó que no andas de buenas. Yo me disculpo si te eché a perder el día, no era esa mi intención. Te extraño harto y quise visitarte -Allí está: nadie como él utiliza la sinceridad para justificar un error que no quiere reconocer como tal-, si te molesta mucho, me dices y mejor me vas a ver cuando no andes atravesado. ¿Estamos de acuerdo?
- No se trata de eso, dejá de hacerte la víctima, che -replica cabreado su interlocutor-. Es sólo que viene Artigas y me pregunta por el pasado y venís vos dos días después a hacer lo mismo. Me molesta hablar de ese tema ¿Es que nadie lo puede entender?
- Me parece perfecto -sentenció con frialdad-. Yo por mi lado, me busco un hostal. Ha sido un placer visitarte, hermano -Manuel se levanta de la mesa sin pedir permiso y se encamina a la habitación de visitas a buscar sus cosas.

- ¡Carajo!

- Te lo digo por última vez; pasá la noche acá y te vas mañana.
- No es necesario que me quede. Vine a verte y ya lo hice, estás lo bastante bien como para permitirte el mal genio -comentó Manuel en voz baja, asegurando su pequeño baúl.
- ¡Hacé lo que quieras, boludo! - ¿Ahora se pone en la pose de ofendido? ¡Que lo parta un rayo por pelotudo!

Ofuscado, Martín se marchó dando un portazo.

“Me encantaría hacer lo que quiero”, piensa Manuel. De verdad tenía ganas de quedarse y ojalá comprender por qué su hermano se pone tan sensible con algo como esto. Sin embargo, no se iba a disculpar otra vez por llegar en mal momento ¿Qué culpa tiene él de que aparezca Uruguay y hable del pasado? ¿Es tan terrible discutir de la época antes de que llegara Antonio?

Confundido, abre de nuevo el baúl y toma uno de sus libros, sentándose en la cama. Mientras tanto, Martín se encierra en su despacho con claras intenciones de no salir por un tiempo.

Así, llega la noche sin que Manuel se marche y sin que Martín abandone el escritorio.

livejournal, Fanfic Martín Manuel Fancannon Argentina

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