-> .::.
De acuerdo.
Si Gokudera no sabe cómo es que las cosas terminaron así esa noche, con él en el suelo y sin poder ver, siendo protegido por Uri contra ese grupo de pandilleros que lo desafiaron en un principio, Hibari mucho menos al ir pasando simplemente por ahí.
Pero tampoco es que importe realmente.
Lo único que el prefecto sabe, lo que llama en un principio su atención fueron aquellos herbívoros amontonados en la entrada de aquel callejón amenazando con la tranquilidad y calma nocturna de Namimori porque desde ahí, unos metros más allá, podía escuchar perfectamente sus risas y algunas de sus palabras, molestándolo pues los herbívoros estaban siendo muy ruidosos y escándalosos, y eso no lo podía tolerar.
Los mordería hasta la muerte si seguían actuando así.
- ¿Qué pasa? -dice de pronto uno de los tipos a alguien que de momento él no llega a ver.- ¿Ya no eres tan valiente, cierto?
- ¡Cállense! -contesta otra voz sin dejarse intimidar por estos sujetos.
Y lo que atrae la atención de Hibari es el siguiente elemento que procede a esta voz, pues ha sonado como el gruñido de un gato cuando se enoja y se eriza. Sí, ahí está de nuevo, acompañado ahora de las risas burlonas de estos herbívoros.
- ¡Jaja! ¡Miren eso, su gatito lo está defendiendo!
- ¡Qué patético!
Es entonces cuando Hibari decide intervenir e imponer orden de nuevo.
- ¿Qué es todo este escándalo? -pregunta tras sus espaldas, haciendo que ellos se giren para verlo.
Cinco herbívoros en total, y él sonríe de forma maliciosa.
No los conoce, nunca los ha visto antes pero eso no importa, es irrelevante. Ahora se han convertido en su presa y los morderá.
- ¿Eh? ¿Y tú quién eres, niño?
Le dice uno de ellos, siendo alto, robusto y con mala cara. Un pandillero, pero al Guardián no lo intimida en absoluto.
- ¿Qué quieres? ¡Vete de aquí, mocoso! -secunda otro, el líder del grupo, moviendo su mano con indiferencia para que se vaya. Ahora están ocupados, ¿qué no lo ve?
Claro que Kyoya no hará eso, y su media sonrisa, sádica en este caso, se los confirma.
- Me temo que eso será imposible. Ustedes herbívoros, están perturbando el orden de Namimori y deben de ser mordidos hasta la muerte por eso.
- ¿Eh, qué dijo?
- No sé, está loco. -comenta otro, restándole importancia a sus palabras para reírse entre ellos.
Sus risas son estridentes y vulgares, pero sobre todo molestas; eso es lo que más fastidia al prefecto.
- ¿Hibari?
De entre las risas escucha una voz que reconoce al instante.
Sí, es Gokudera Hayato como ve en ese momento, aunque hay algo extraño con él. Y no, no tiene que ver con que esté sentado en el suelo, las leves heridas o golpes que aprecia en su cuerpo o la sangre en la comisura de su labio, hay algo más, pero de momento no lo llega a vislumbra.
Quizá si hubiera detallado más en su cabello despeinado e indagado más en el motivo por el que éste cubría sus ojos, se habría dado cuenta de la causa y evitado lo que vendría después pero no lo hizo.
Su atención se posa en cambio en aquello que llama su atención en un principio.
- ¡Miau!
Uri (como que recuerda que así se llama su gato) al verlo parece que lo saluda feliz, teniendo que reprimir una pequeña sonrisa y centrándose brevemente en el herbívoro rebelde.
- ¿Qué estás haciendo ahí en el suelo, herbívoro?
"¿Pero qué pregunta absurda es esa?".
Piensa la Tormenta, chasqueando con molestia su lengua y no respondiendo a su pregunta. ¿Para qué? Es obvio que no está ahí tomando el té o disfrutando de una agradable velada con esos tipos.
Estos, reparan en sus palabras y comienza a preguntar.
- ¿Qué, se conocen?
- ¿Es tu amigo? -cuestiona otro, ligeramente interesado en golpearlos a los dos.
- ¡Por supuesto que no! -aclara molesto el italiano, pues eso es lo que le faltaba. ¡Qué pensaran los idiotas que son amigos!
¡Si claro, cómo no! ¿Ellos? ¡Ni en mil años!
Las preguntas y absurdas conjeturas continúan un poco más.
- ¿Eh?
- ¿No lo son?
- ¿El herbívoro y yo? Por supuesto que no. -contesta esta vez el prefecto con su voz neutra al mirar al mencionado de reojo.
- ¡Pues que raro! -apunta el líder, caminando alrededor de ellos al no creérselo.- A mí me da la impresión de que ustedes se conocen de algún lugar. ¿Qué, no es así?
Hibari y Gokudera no contestan, el de ojos azules sigue cada movimiento del otro herbívoro por el rabillo de sus ojos pues sabe que lo está evaluado, analizando, y no le gusta esa sensación de ser una presa.
Él, es un carnívoro ante todo.
- ¡Bueno, da igual! -el tipo se detiene en el mismo lugar que ocupaba antes.- ¿Dónde nos quedamos? ¡Ah, sí! En que tú nos interrumpiste, ¿cierto?
- Eso dices, tú.
La sonrisa torcida de este tal "Hibari", lo fastidia. Eso, y la actitud presuntuosa que tiene ante ellos. No les teme en absoluto. Sí será…
- Jefe…
- Sí, creo que tendremos que darte una lección sobre no meterte en los asuntos de otras personas.
- ¡Wao! ¿Eso es una amenaza?
- Será más que eso. -le aclara otro de los tipos, el más alto y fornido de ellos, dando un paso al frente y tronándose sus dedos al ser el primero en enfrentarse a él.
- Bien. Más les vale no defraudarme o los morderé de nuevo hasta la muerte aunque ya estén muertos. -saca sus tonfas, sorprendiéndolos momentáneamente.
- ¡Je! Esto se pondrá interesante. ¿No cree, Jefe?
- Sí. -asiente el mencionado, retrocediendo para recargarse en una de las paredes sin dejar de sonreír, complacido por la escena que ve.
¿Qué? ¡Esperen!
Gokudera no puede ver qué es lo que está pasando exactamente pero por lo que ha escuchado es que ellos, ¿van a pelear? ¿En serio?
Si es así, tiene que advertirle al bastardo del prefecto aunque la idea no le haga la menor gracia, aunque tampoco lo puede dejar pasar así como así. Ambos son Guardianes Vongola después de todo, por lo que al final lo hace; le dice.
- ¡Hibari…! -le llama, atrayendo su atención y la del resto.- Cuidado… ¡Estos malditos juegan sucio!
- Hn.
Sus palabras lo sorprenden ligeramente. Eso explicaría porque el herbívoro rebelde estaba y sigue estando en el suelo siendo protegido por su caja animal antes de que él interviniera.
Ahora lo entiende.
Así que estos herbívoros hicieron algo sucio para dejar a Gokudera Hayato en ese estado y fuera de combate. Sí, debió suponerlo antes, esa es la única forma de frenar a la Tormenta.
- Y ustedes dicen que no son amigos ni se conocen, eh. -comenta el líder, dirigiéndoles a ambos una mirada condescendiente.
- Déjelos, Jefe. -se ríe el tipo que luchara con Hibari.- Les ha de dar pena o algo admitirlo ante alguien más.
El prefecto ignora la observación del otro, lanzándose a morder al herbívoro que tiene enfrente y hacer que deje de reírse. Su comentario no le hace la menor gracia.
El herbívoro rebelde y él, no son nada de lo que ellos están diciendo.
- Cállate. Estás siendo muy ruidoso, herbívoro, guarda silencio.
- ¡Agh!
Dos golpes con sus tonfas son suficientes para sacarle el aire y mandarlo contra el muro que tienen a un costado.
¿El resultado de este encuentro? Un herbívoro menos... de momento.
- ¡Tú, maldito!
A sus amigos no les gusta lo que han visto y se enojan al instante. Tres de ellos se lanza para atacar a Hibari.
- ¿Qué? ¿Esto ya dejó de ser uno contra uno? -su media sonrisa de amplía un poco más.- Mejor para mí. Los morderé a todos al mismo tiempo.
Desde su puesto, Gokudera escucha como el de ojos azules golpea a uno y a otro con sus tonfas, identificando los sonidos de sus golpes o los quejidos de estos bastardos al ser golpeados por él.
Por un momento se alegra de no ser en está ocasión su oponente y estar recibiendo aquellos golpes que sin duda duelen, y mucho.
Aun así, estos tipos se niegan a perder contra alguien como él, un mocoso de secundaria por el uniforme que lleva, pues resulta sumamente humillante.
- ¡M-Maldición!
Se reincorporan como pueden, e ignoran el dolor intenso o la sangre que sale de sus heridas para tratar de enfrentarlo de nuevo. Esto, sencillamente no se puede quedar así. ¡Ellos lo superan tanto en número como en "fuerza física" y aun así están perdiendo! ¡Por qué!
- ¿Eso es todo lo que tienen, herbívoros? Qué decepción.
Hibari se jacta ante ellos, fastidiándolos y enfureciéndolos más.
- ¡C-Cállate! -le dice el tipo que se enfrento primero a él, tratando de golpearlo con todo lo que tiene pero falla.
Sin ningún problema el Guardián de la Nube esquiva sus golpes y con su sonrisa sádica en sus labios termina aquello con tres movimientos que le rompe algunos huesos.
- ¡Cabrón!
Dos de ellos vuelven a lanzarse contra él, atacándolo al mismo tiempo pero aun así no logran ni golpearlo ni causarle el menor daño. Uno más trata de atacarlo por la espalda pero eso también falla.
Es detenido por el golpe certero de una de sus tonfas al moverla hacia atrás, y un golpe más que lo hace caer al suelo de rodillas al sacarle el aire.
Luego de ver como se han suscitados los acontecimientos y la clara desventaja en la que se encuentran, el Jefe de la pandilla decide que es el momento preciso de cambiar las cosas a su favor por lo que camina hacia Hibari al mismo tiempo que saca algo de la bolsa de su pantalón.
La sonrisa maliciosa que tiene en sus labios sólo es el reflejo de lo que va a hacer.
- ¡Miau!
- ¿Qué pasa, Uri?
El mínimo se eriza y gruñe más al ver lo que el líder trama, alertando de esta manera a su amo que sigue sin poder ver qué es lo que está pasando al igual que Hibari que sigue ocupado mordiendo a otro de los sujetos.
- ¿Eh? -Gokudera escucha el sonido de una bolsa de plástico y la risa de uno de los tipos. Una imagen como Deja Vu viene a su mente y lo entiende.- ¡Cuidado, Hibari!
Pero todo ocurre demasiado rápido como para que éste pueda hacer algo al girarse al sentir la presencia de alguien más tras su espalda.
- ¡Demasiado tarde!
Pese a su advertencia, el prefecto no puede hacer nada para cubrirse del polvo gris que este idiota le lanza en la cara.
- … Qué herbívoros tan sucios. -dice por lo bajo, tratando de quitárselo de los ojos, pero estos no hacen más que arderle y picarle más.
Como es de esperarse, no puede abrir sus ojos por más que se los talle o lo intente.
- ¡Ja! -se ríe divertido el Jefe un par de veces más.- ¡Di lo que quieras, pero ahora ya no serás capaz de ver! Ese mismo polvo fue el que le lanzamos a tu amigo.
¡Y que decirlo! Gokudera lo sabe muy bien.
- ¡Malditos! ¡Son unos tramposos!
Se queja la Tormenta, pues con esa sucia jugarreta y al igual que con el prefecto al ver que no lo podían vencer, le lanzaron esa cosa a la cara y aún sigue sin poder ver. Sin poder hacerles frente y acabar con ellos de una maldita vez.
- ¡Miren eso!
Los demás comienzan a levantarse y reírse con algo de dificultad al ver como el de cabellos negros ha sido incapacitado y ahora no se mueve de su sitio. A sus ojos, ha quedado indefenso.
Para ellos, ha llegado el momento de la dulce venganza contra este tal "Hibari". Le darán una lección que nunca olvidará.
- ¿Y ahora que vas a hacer, bastardo?
- ¡Ya no eres tan fuerte! -pregonan.
- Silencio. -sentencia éste, aferrándose con más fuerza a sus tonfas. Esto todavía no ha terminado.- Aun así los enfrentaré. ¡Los morderé a todos hasta la muerte, herbívoros!
El italiano nota en su voz lo enojado que está. ¿Y cómo no estarlo? Si estos malditos son de lo peor; son escoria.
- ¿Sí? -se burla otro.- ¿Y cómo es que harás eso, eh? Ni siquiera puedes vernos, imbécil.
- ¡Qué iluso!
- ¡Eres un idiota! -comenta otro, ignorando todos el aura amenazante que el prefecto emana.
Al notar este detalle, como puede, Gokudera se pone de pie. No es momento para estar ahí, sentado, percibiendo cómo es que suscitan las cosas sin su intervención o participación.
- ¡Los idiotas aquí son ustedes! -les dice, atrayendo con esto su atención.
- ¿Y a ti quién te preguntó?
- ¿Por qué mejor no te quedas ahí sentado, con tu gatito en el regazo, eh?
- ¡Bastardo! ¿Qué diablos insinúan, eh? -da un paso al frente, queriendo golpear a todos aunque sabe que de momento no puede.- ¡Si no fuera por su sucia jugada ya los hubiera mandado a volar desde hace rato!
- ¡Si, claro! ¿Tú y cuántos más?
- ¡Malditos!
El ambiente entre ellos parece calentarse más con cada segundo que pasa hasta que su líder vuelve a hablar.
- Chicos, basta de eso… no caigan en su juego. El idiota está frustrado porque sabe que ahora nadie los podrá ayudar.
- ¡Muy cierto, Jefe!
El aludido camina un poco más, adentrándose más en el oscuro callejón. ¿Su objetivo? Recoger algunas cosas que ha visto desde hace rato.
- Lo que ellos no saben... -continúa con sus palabras, haciéndoles algunas señas a sus hombres para que vayan con él.- Es que no permitiremos que las cosas terminen así.
- Muy cierto. ¡Jaja!
Ambos Guardianes escuchan como recogen algunos tubos de fierro, palos y demás objetos, rodeándolos poco a poco.
"¡Maldición!".
La Tormenta no deja de tallarse los ojos en un intento desesperado y fallido por recuperar su vista y hacerles frente a estos malditos bastardos.
- Démosle su merecido para que dejen de decir tantas estupideces y creerse tanto. -propone uno.
- Me parece bien.
Uri se eriza más, alertando eso a Gokudera de lo seria y crítica que se está poniendo la situación, y lo peor de todo es que ni Hibari ni él pueden hacer nada. Eso lo tiene muy en claro y sobre todo, frustrado.
- ¿Con quien jugaremos primero? ¿Con el dueño del gatito o con el de las tonfas?
Tanto uno como otro permanecen a la expectativa, escuchando la voz del líder y por lo bajo las risas de los demás al ir acorralándolos más.
- ¡Ah, creo que lo tengo! ¡Lo he decidido!
Sin esperar nada más levanta al aire la botella que ha recogido para golpear a uno de los dos.
- ¡Miau!
Lo siguiente que se escucha en un golpe seco y algunos cristales rotos caer al piso.
"¡Pero qué diablos…!".
El sonido, el maullido de Uri y un pequeño quejido (casi imperceptible) le dicen a Gokudera qué es lo ha pasado.
- ¡Hibari!
- ¡Jaja! -los tipos se ríen al ver como el prefecto pese a retroceder y tratar de golpearlos, aun así no logra esquivar el golpe, quebrándole al final la botella en la espalda.
Una lástima sin duda, que se haya movido y no se la hayan podido quebrar en la cabeza.
- ¡Hey! ¿Estás bien…?
- ... No te metas en esto, herbívoro. -le interrumpe de inmediato, y sin quererlo escuchar. Su humor, no hace más que empeorar.- Vamos, vengan por mí, herbívoros. ¿O es que me tienen miedo?
"¿Pero qué diablos es lo que pretendes hacer con provocarlos más, Hibari? ¡Es una locura!".
Es claro que él no lo entiende. Y ellos sólo se molestan más al verlo ponerse en posición de batalla y esperar en su lugar a que lo ataquen.
- ¿Hah?
- ¡Este tipo me pone los nervios de punta!
- ¿Jefe?
- ¡Acabemos de una vez por todas con él!
- ¡Sí!
Siendo esa su intención y siendo el tal "Jefe" en lanzarse contra el Guardián de la Nube con la botella rota en mano, su plan se ve truncado al desaparecer de su mano dicho objeto por un rayo rojo que termina impactándose unos metros más allá.
- ¡Miau!
- ¡Es que estás loco! ¿O qué, Hibari?
Gokudera le grita enfurecido con su brazo extendido al ser él quién lanzó un ataque con su Flame Arrow, derribando la botella rota con la que pretendían atacarlo de nuevo y haciendo al mismo tiempo que el prefecto se quedara en su sitio al saltarle a su hombro, Uri.
- ¡Maldición!
Su vista sigue siendo borrosa, pero al menos pudo identificar una de las figuras difusas que pretendían atacar al bastardo del prefecto y salvarlo de esa. Claro que a Hibari no le gusta la idea y se lo reclama.
- Te dije que…
Pero con lo que él no contaba es que el Guardián de la Tormenta estaba en realidad más que furioso; cansado de todo eso y sin ganas de escuchar sus tonterías.
- ¡Deja de ser tan imprudente! ¿Quieres? ¡Es claro que no los puedes vencer tú solo en esas condiciones!
Hibari se toma un par de segundos antes de contestar.
- ¿Y qué sugieres, entonces? ¿Qué huya como un herbívoro?
- No… en definitiva eso no va contigo, Hibari.
Tanto su respuesta como su tono más calmado, lo sorprenden. Aunque tampoco deja que el herbívoro se dé cuenta.
- Si quieres morder a estos bastardos hasta la muerte no te detendré. Pero creo que necesitarás unos ojos para hacerlo.
Una pequeña sonrisa curva sus labios, esperando que éste entienda que ahora puede ver un poco. Lo suficiente, para acabar de una vez por todas con ellos.
- Sólo por esta vez, herbívoro. Que te quede claro.
- Bien.
Tal y como acuerdan, Gokudera se vuelve sus ojos y le dice hacia dónde y cuando debe de atacar. De está forma, Hibari logra golpearlos con sus tonfas sin un gramo de compasión hasta dejarlos en el suelo inconscientes y seriamente heridos.
Cinco minutos después, no queda ninguno herbívoro de pie más que Gokudera Hayato a su lado.
- ¡Eso les enseñara a no meterse conmigo, bastardos!
- ¡Miau!
Uri apoya la moción, rasguñando a uno de los tipos.
Dos pasos más allá, se encuentra Hibari con sus ojos aún cerrados y sus tonfas en sus manos. Sigue sin poder ver, aunque el ardor ha disminuido un poco.
Malditos, herbívoros… es lo que piensa, guardando sus tonfas entre sus ropas ahora que esa pelea a terminado.
Gokudera voltea a verlo, notando la molestia que aún tiene y acordándose de otra cosa. Sin pensarlo mucho (porque si lo hace no lo hará) se acerca a él para decirle.
- ¡Vamos! -mira hacia otro lado aunque aquellos ojos azules no puedan verlo.- ¡Vayamos a un hospital!
- De ninguna manera. -se niega, consiguiendo con su respuesta que el otro lo mire.
- ¡Hibari!
- Yo no necesito ir al hospital por esta clase de rasguños. Si quieres ir… ve tú solo, herbívoro.
Se gira, cruzándose de brazos sin tener esa intención.
Aquella herida en su espalda no es nada que él no pueda curar en su casa…
… aunque de momento no pueda ir a ninguna parte.
El italiano murmura algo por lo bajo, acercándose de nuevo a él.
- ¡De acuerdo! -le pasa un brazo por la espalda, teniendo cuidado de no tocar el área donde hay sangre y cristales incrustados.
- ¿Qué crees que estás haciendo, Gokudera Hayato? Suéltame o te morderé hasta la muerte. -le advierte, poniendo su mano en una de sus tonfas.
- ¡Te regreso el favor, imbécil! -es la respuesta que le da, cambiado un poco el tema y su tono de voz para preguntarle lo siguiente con el ceño fruncido y un puchero que ignora que hace.- ¿Ir a la escuela está bien, cierto?
- Miau~.
El mínimo maúlla feliz sobre la cabeza de Gokudera, esperando ambos que el presuntuoso prefecto acepte. Tal y como le ha dicho, sólo le está regresando el favor. Eso es todo.
Aunque quizá, también tenga que ver con que Hibari sea parte de la Familia y un Guardián para estar ahí, tratando de ayudarlo.
- Hn.
Kyoya no dice nada más, y entonces se deja guiar por el herbívoro rebelde por las calles oscuras de Namimori a paso lento.
En el trayecto ninguno de los dos vuelve a decir nada y tampoco lo hacen cuando llegan hasta su oficina o cuando tiempo después, y luego de discutir un poco, el herbívoro rebelde termina atendiendo sus heridas de la espalda y ojos debido a la ceguera que aún tiene.
Eso es sumamente extraño e inverosímil. Y es que ninguno de los dos se imaginó nunca que esa noche o cualquier otro día, pudieran terminar así.
Uno muy cerca del otro, sin pelear o morderse hasta la muerte, ayudándose mutuamente en un completo silencio que no es tan incómodo como podría parecer.
Lo cierto es que ninguno de los dos habla sobre eso o lo mencionan siquiera, simplemente se percatan de eso y lo ignoran como es de esperarse en ellos dos.
Pero no pueden hacerlo por mucho tiempo si alguno de los dos de una u otra forma lo mencionan.
.::.
Al día siguiente, a mitad del día, y como ya es su costumbre, Hibari sube a la azotea a tomar una siesta pero en cuanto abre la puerta ve al herbívoro rebelde mirando por la reja del lugar.
No le sorprende y en realidad no le molesta como otros días, por lo que camina hacia él. Algo le dice que quiere algo de su persona.
- ¿Qué estás haciendo aquí, herbívoro? No se supone que deberías de estar en clases.
- ¡Sí, ya lo sé! ¡Ya voy! -sólo cuando pasa a su lado con el ceño fruncido y le da la espalda, es cuando se detiene y le pregunta.- Hibari… ¿Cómo sigue tu herida?
Hay un pequeño silencio entre los dos en el que se escucha el silbido del viento.
- Eh… -se gira para verlo.- ¿Acaso estás preocupado por mí, Gokudera Hayato?
- ¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no, idiota! -lo mira.- ¿Por qué diablos estaría preocupado por un bastardo como tú, eh? ¡Claro que no! -niega, buscando una excusa.- ¡Yo… simplemente lo hacía por cortesía, como la Mano Derecha del Décimo que soy, eso es todo!
El de ojos azules lo observa un par de segundos más en silencio, entrecerrando sus ojos al final y esbozando una pequeña sonrisa antes de contestarle.
- Mejor. Te dije que no era nada.
- ¿No era nada? -camina dos pasos hacia él sin creer lo que le está diciendo.- ¡Pero si tenías algunos cristales incrustados en la espalda y perdiste sangre! ¡Cómo diablos no iba a ser nada si yo mismo te los tuve que quitar!
No hay duda de que Hibari le está restando importancia a su herida y se está haciendo el fuerte...
… que lo es, es cierto, aunque eso es otro tema. No tiene que ver con esto en este instante.
- Pues estoy bien. -es la respuesta que le da, curvándose su sonrisa en una presuntuosa.
¿Por qué la Tormenta no le cree?
Ambos vuelven a quedarse en silencio, observando detenidamente al otro.
Simplemente, Gokudera no lo entiende por más que lo mira.
- … No hay duda de que eres un sádico.
- Y tú un herbívoro rebelde. -comenta, girándose para darle la espalda.- Vuelve a clases Gokudera Hayato, o de lo contrario tendré que morderte hasta la muerte.
- ¡Ja! -se ríe con sarcasmo.- ¡Cómo si pudieras hacer eso en tu estado!
- No tientes a tu suerte, herbívoro.
- ¡Bien! -mira hacia otro lado levemente frustrado.- ¡Pero sólo porque no quiero preocupar al Décimo ni al idiota del béisbol por mi repentina salida!
- Claro.
Una vez más el de cabellos grises se gira con dirección a la puerta, camina un par de pasos y vuelve a detenerse. No puede irse y dejar las cosas así, es la Mano Derecha del Décimo Vongola después de todo y es su deber como Guardián.
- Eh, Hibari…
No quiere decirle esto, o más bien, no sabe cómo hacerlo. El aludido lo mira mientras tanto.
- S-Si necesitas ayuda con tu…
- No la necesitaré. -le interrumpe al ver por dónde van sus palabras, haciéndolo enojar.
- ¡Bien! ¡Cómo quieras! ¡Pero si te mueres o te da una infección no será mi culpa! ¿Me oyes?
Gokudera ahora si se va, siguiéndolo con la mirada el japonés. Una pequeña sonrisa burlona se instaura en sus labios.
¿El herbívoro rebelde está preocupado por él?
Quién lo diría.
Aquello, queda confirmado al día siguiente cuando la Tormenta vuelve a aparecerse ante él, pero esta vez en su oficina.
Va ahí media hora antes de que las clases terminen, y curiosamente y de forma civilizada llama a la puerta y entra con calma y en completo silencio hasta que él le da permiso.
Desde su escritorio y al ver que no le dice nada, le pregunta.
- ¿Qué quieres, herbívoro?
Ante eso, la proclamada Mano Derecha de Sawada Tsunayoshi lo mira fijamente.
- ¿No es obvio? -da un paso hacia él con su característico ceño fruncido y una expresión determinada.- ¡Vamos, déjame ver eso, Hibari!
- … ¿Disculpa?
- ¡Ya me oíste, así que quítate la camisa!
La Tormenta le muestra el pequeño botiquín que lleva, revelando su expresión y gritos que a él tampoco le hace mucha gracia tener que hacer eso, pero lo hará, como una muestra de "agradecimiento" por haberlo ayudado el día anterior.
Y es que él, no quiere deberle nada a Hibari Kyoya por mínimo que sea, y eso incluye lo de la otra noche.
¿Pero qué pensaría Yamamoto si se enterara de esto? ¿Se daría cuenta de que en los próximos días la interacción entre ambos iba a cambiar o simplemente pasaría inadvertido ante sus ojos como otras cosas más?
Eso, al día siguiente se sabría.
Continuará...