... en favor de los ratones.

Jan 25, 2006 03:10


A ella no le gustan nada los ratones.
A mi me dan igual.

Y no es que suela pensar en esas cosas, pero es que mientras espero que llegue el tren los miro corretear entre las vías y desaparecer en el interior de bolsas de papel que parecen cobrar vida de repente y me parecen unos animalillos de lo más simpático y no entiendo como ella puede odiarlos tanto.
Aunque bueno; ella odia muchas cosas. Sobretodo últimamente - me digo. Incluso las cosas que más le gustaban; como el chocolate caliente o las nubes con formas extrañas. Ahora odia esta ciudad y salir a la calle, odia acostarse tarde y el sexo nada más despertarnos, odia ir al cine y las tardes de lluvia y aunque no quiera reconocerlo sé que lleva un tiempo odiando a Marcello Mastroianni y no creo que vuelva a conocer a nadie a quien Mastroianni no le caiga simpático.

Espero que cuando llegué a casa ella no esté, que haya guardado sus cosas en una maleta y se haya marchado a otra ciudad libre de ratones, de tardes de lluvias y de películas con actores italianos porque si al volver la encuentro esperándome en el portal - con el abrigo puesto - y me dice que me quiere; yo le diré que lo siento y puede que me quede a su lado para siempre y no estaría bien porque ya no estoy enamorado de ella ni volveré a estarlo.
Además, admitámoslo, prefiero pensar en esto como una catástrofe - y hablar de ello en mi cuaderno de notas apuntándolo bajo el título de catastrofe nº17 - y guardar luto algunos meses que arreglarlo y planificar vacaciones de verano y partos.

Y el tren que no llega, y miro las caras inexpresivas de la gente a mi alrededor y luego vuelvo a perseguir con la mirada a los ratones que parecen ser los únicos que se divierten aquí - absortos en la disputa pacífica de un cuarto de manzana - y yo que daría un brazo por un cigarro que distendiera la espera porque me he quedado sin tabaco y no me apetece salir a comprar a la calle.
Y entonces dos luces se iluminan y un chirrido se oye a lo lejos.
Y los ratones se esfuman y aunque busco su escondite, no adivino cual debe ser y la gente se agolpa en el andén y el tren se acerca despacio.

Si no se ha ido, esta noche prepararé la cena - pienso. Y cenaremos con Jeff Buckley de fondo y velas. Tampoco es tan grave. Al fin y al cabo mucha gente odia los ratones.
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