¡Feliz Amigo invisible Intimisky! 2/4

Jan 01, 2014 08:14

Título: Desde las sombras
Nombre de tu persona asignada: intimisky
Personaje/pareja: Sherlock, John, Molly, Lestrade, OCs (en orden alfabético: Harold J. Carter, William Clayworth, Phil Harmon, Carl Hewitt-Brown, Dean Jones, Mara Knight, Elizabeth McKinnon, James McKinnon, Nina Roberts, Penny Smith, Emma Stevens, Gary Weaver, Josh Weisz).
Clasificación y/o Género: Misterio
Resumen: John no ha vuelto a relacionarse con las investigaciones policiales desde la muerte de Sherlock. Sin embargo, cuando un ex compañero militar se pone en contacto con él, el doctor se vuelve a encontrar trabajando en la investigación de un crimen, el asesinato del famoso actor William Clayworth. Sin embargo, John no estará solo. Tendrá ayuda, desde las sombras.
Disclaimer: Los personajes de Sherlock, Watson y Lestrade son creación de sir Arthur Conan Doyle. Las versiones presentadas en esta historia, junto con Molly, pertenecen a la serie de la BBC “Sherlock”, creada por Steven Moffat y Mark Gattis.
Advertencias: referencias fandom por doquier, toca el tema de las enfermedades por transmisión sexual y la discriminación por orientación de género. Los datos médicos pueden no ser totalmente exactos. Hay algunos guiños al canon de los libros y cuentos.
Notas (si las necesitas): ¡Feliz Navidad! Me emocionó la idea de intentar hacer un case!fic y tengo que confesar que la cosa se me fue un poco de las manos. Espero que te guste y te interese el caso porque al final acabé bastante encariñada con todos los OC. No es algo propio de sir ACD pero te dejo una tabla de personajes al inicio que sirva de guía. En el texto sí es probable que encuentres varios guiños intencionales (y otros no tanto) a la obra de sir ACD.


Personajes originales:
-Harold J. Carter: creador y productor de la serie Hunter.
-William Clayworth: actor de la serie Hunter, interpreta a Matthew “Matt” Lovell, quien descubre a Hunter y se convierte en su aliado… o no. Ídolo de masas.
-Phil Harmon: exmilitar, médico y guardaespaldas de William Clayworth.
-Carl Hewitt-Brown: abogado de William Clayworth.
-Dean Jones: asistente de William Clayworth.
-Mara Knight: investigadora privada.
-Elizabeth McKinnon: Esposa de James, productora de la serie.
-James McKinnon: actor estelar de la serie Hunter, cuyo personaje Rob Hunter es un policía encubierto.
-Nina Roberts: agente de James McKinnon.
-Penny Smith: agente de William Clayworth.
-Emma Stevens: actriz de Hunter, interpreta a Kate Lovell, interés amoroso oficial de Rob Hunter.
-Gary Weaver: fotógrafo que seguía a William Clayworth.
-Josh Weisz: asistente de James McKinnon.

***

James McKinnon parecía realmente afectado. A pesar de que hasta ahora les habían hablado sobre la propaganda que realizaban con la interacción entre William y él, Phil ya le había adelantado que en realidad William y James se llevaban muy bien. Hablaron con él en las afueras del canal, el hombre no quería permanecer dentro de los camerinos.

Si por él fuera, no estaría trabajando siquiera. Parecía realmente afectado por la pérdida.

-Nunca trabajé con nadie más como él -declaró con tono calmado, aunque tenía unas fuertes sombras bajo los ojos y aspecto de no haber dormido demasiado en los últimos días-. Siempre sacaba lo mejor de mí.

Lestrade intercambió una mirada con él. ¿Pensaba darles el mismo discurso que a los periodistas? James notó sus miradas y sonrió con tristeza.

-Supongo que creen que todo era espectáculo para la prensa -suspiró, aunque la sonrisa no desapareció-. En parte sí. Lo planeábamos y vendíamos una idea. Pero la pasábamos tan bien haciéndolo… Confiaba en Wil y él en mí. Nos entendíamos y eso era lo que realmente vendía a Rob y Matt. Calzamos desde el primer día.

A John le sonaba a discurso ensayado, sin contar que evitaba el contacto visual. De no ser por eso, James McKinnon daba la sensación de ser una persona de fiar. Era un poco menos impresionante de lo que hacían creer los carteles promocionales pero no dejaba de ser un tipo fornido y bien parecido. Incluso con la descuidada barba de dos días que llevaba. ¿Estaba actuando para ellos? ¿Fingía su duelo? ¿O ciertamente lamentaba la muerte de su compañero?

-Fue una interacción particularmente beneficiosa para él -señaló Lestrade.

-Sí -admitió, y su sonrisa se ensanchó un poco-. La gente cree que debería molestarme, pero no. Yo ya tenía un nombre cuando empezó la serie. Harold me buscó directamente, quería que fuera Hunter. Will estaba empezando y hacía un gran trabajo para hacerse un hueco en este mundo. Se lo merecía.

En esta ocasión sí les sostuvo la mirada, como si los retara a contradecirlo. Lestrade decidió cambiar de tema, lo que le pareció a John lo más acertado.

-¿Dónde estaba la tarde del martes?

-Creí que ya lo sabían: estuve haciendo unas fotografías para una revista. No recuerdo el nombre, Nina hizo el contacto. Pueden preguntarle a ella. Después regresé con el chofer privado a casa.

-Su esposa dice que estaba tomando café con ella -señaló John al recordar el nombre de Nina Roberts, la agente del actor.

James asintió.

-No me extraña, se llevan muy bien -dijo encogiéndose de hombros-. No fui con Nina ese día, sólo con mi asistente, Josh. Aunque él no regresó conmigo. Salimos temprano y quería un tiempo para mí. A veces se echa en falta.

Aquello no era exactamente una coartada, aunque dependía de qué tan lejos se encontraba el lugar de las fotografías y el tiempo que hubiera tardado en regresar.

-Ya que te llevabas tan bien con Will, tal vez puedas decirnos si algo le preocupaba o si tenía algún problema con alguien -señaló John intentando sonar casual.

James lo miró con seriedad.

-No realmente. No le agradaba a Emma y Harold seguía muy molesto por el añadido de Matt a la historia, pero no imagino a nadie matándole por esas razones.

-¿Problemas, preocupaciones? -insistió Lestrade.

El actor negó lentamente.

-No. Nada que yo supiera.

De alguna forma la idea de no saber nada parecía hacerlo sentir más miserable todavía.

***

Harold J. Carter era toda una institución de la televisión inglesa. Creador de más de 20 exitosas series, productor de más de 50 películas para la pantalla chica y padrino de reconocidos actores, directores y guionistas, tenía en “Hunter” su último proyecto, aunque al parecer le había dado más disgustos que dicha.

El hombre se prestó a interrogatorio aunque Lestrade tuvo que utilizar sus mejores maneras para hacerlo sentir invitado a declarar más que obligado. Era un hombre mayor ya, pero con la espada tan erguida como cualquier deportista, se notaba que toda la vida había realizado ejercicio e incluso ahora, en la tercera edad, se encontraba en buena forma. Tenía un porte altanero y muy pagado de sí mismo, que calzaba apenas con la actitud dominante con la que entró a la habitación y tomó asiento, ignorando olímpicamente a John.

Eso le permitió observarlo a sus anchas. Al contrario de James McKinnon, no daba la menor muestra de sentirse afectado de manera negativa por lo sucedido. Incluso Emma Stevens, con todo y su desprecio, había mostrado una educada actitud ante el hecho de que William Clayworth había muerto.

-No sé quién lo habrá hecho, pero seguro que Clayworth se lo vino buscando. El tipo estaba acostumbrado a que todos terminaran por comer de su mano. Es lamentable ver cómo un hombre tan completo como James se dejó manipular de esa manera. Estaba tan fascinado como el resto por ese marica.

Lestrade y él intercambiaron una mirada. Era la primera referencia que hacía en todas las entrevistas a la orientación sexual del difunto, pero podía ser tan solo un insulto. ¿O no? John no estaba llamado a engaño con los estereotipos: el VIH, el virus de sida, se transmitía tanto a homosexuales como a heterosexuales por igual si se tenían las conductas de riesgo: sexo sin protección y compartir agujas hipodérmicas.

¿Cómo había contraído Clayworth el virus? Tenía múltiples punciones, aunque según Phil eran por tratamientos que él mismo le daba, no compartía agujas para drogarse. Si era por un encuentro sexual, podría haber sido con cualquiera. No había datos sobre que el hombre hubiera mantenido ninguna relación, al menos ninguno que hubiera salido a la luz pública.

De todas maneras, aunque Carter fuera un tipo orientado por estereotipos, no sabía sobre la condición de salud de Will. ¿Cierto?

-Son un peligro -continuó Carter, encantado de tener un auditorio en ellos dos-. Están intentando dominar este mundo del espectáculo. A Elizabeth y a Nina les encantaba ganar dinero fácil haciendo que James se humillara a parecer otro de ellos junto a Clayworth. Se vende bien, Dios sepa por qué. Sin embargo, si todas esas mujeres se hubieran dado cuenta de que Clayworth era un asqueroso marica hubiera perdido el grueso de sus fans. Las mujeres quieren un hombre con el que puedan fantasear con ellas mismas, no con otros hombres.

John no estaba totalmente seguro sobre ese punto. En alguna ocasión se había encontrado cosas en Internet sobre Sherlock y él en las que prefería no pensar. Al parecer, había seguidores de su blog que estaban convencidos de que su antiguo compañero y él eran pareja. Escribían historias, hacían dibujos, interpretaban a su manera lo que él había escrito en su diario… Bajo la palabra clave “Johnlock” había muchas cosas que John prefería no recordar. No tenía que haberlas leído en primer lugar.

Sentía un profundo dolor cuando veía reflejados en las fantasías de desconocidos lo que había estado al alcance de su mano y había perdido.

Odiaba que lo hicieran pensar eso. Nunca había existido la oportunidad.

-¿No lamenta para nada su muerte, verdad? -preguntó John conteniendo a duras penas el asco que aquel hombre le estaba produciendo. De todas maneras, prefería que siguiera hablando y lo sacara de esa línea de pensamiento.

Carter rió.

-Es un trastorno para la producción, pero definitivamente es lo mejor que le pudo pasar a la historia de Hunter. Al fin podrá tomar el camino apropiado, el que yo planee desde un inicio. Esta es una serie sobre un macho de verdad, un policía encubierto pateando el trasero de los malos y cogiéndose a la chica guapa, como debe ser. No sobre un poli que se encuentra en las manos de un mocoso mafioso con el que tiene todo tipo de malsanos vínculos emocionales. Nunca he lamentado tanto vender los derechos de una historia.

Lestrade parecía tan incómodo como el mismo John se sentía. Optó por cortar la retahíla del hombre con una nueva pregunta.

-Ya que parece tan enterado… ¿Sabe si William Clayworth tenía alguna relación sentimental con alguien?

Hasta ahora, nadie había podido darles referencias sobre ese tema. Todos insistían en que era un tipo centrado en el trabajo.

Carter lo miró con desprecio.

-¿Relación sentimental? -Soltó una risita de desdén-. Cualquiera diría que se acostó con medio canal para lograr la propaganda que tenía. Pero no lo sé. Creía que ese asistente suyo que besaba el piso por el que caminaba era uno de sus amantes, pero el otro día lo vi en el parqueo metiéndole mano a una de las chicas de maquillaje.

Parecía que su concepto del asistente había mejorado mucho desde ese día.

-¿Sabe si alguien quería hacerle daño a William Clayworth? ¿Tenía problemas con alguien?

Carter se encogió de hombros.

-Todos en la mesa de producción se estaban volviendo locos con la posibilidad de que no renovara. Sólo a mí me parecía una buena idea. Pero si en este negocio se resolvieran esas cosas con asesinatos, no quedaría nadie. Acuérdense de mí: a este lo mató uno de los suyos.

Había pronunciado con tal asco y satisfacción la última frase que John decidió no pronunciar otra palabra: no podría contenerse.

***

Nina Roberts era todo estilo. John sabía poco de moda, pero siempre era posible distinguir cuando alguien solía estar la última en vestido y accesorios, siempre viéndose bien. Era una mujer refinada, de estatura baja pero una presencia imposible de ignorar. Se veía más joven de lo que él había imaginado aunque tenía una edad similar a la de Elizabeth McKinnon. Tal vez por eso se llevaban tan bien, como había declarado James.

En realidad, no habrían tenido necesidad de entrevistarla más allá de comprobar la coartada de Elizabeth, pero la mujer estaba en el canal y estaba más que dispuesta a colaborar.

-Will no era cliente mío. De hecho me gustaría ser la mitad de buena para mis clientes de lo que Penny es para él. Pero trabajamos mucho juntos. Desde que la relación de Rob y Matt tomó tanta importancia en la serie teníamos que planear juntos la promoción de todo. Penny, James, Will y yo. Éramos un equipo.

-Algunas personas dicen que aprovechaban la tendencia de cierta parte de la audiencia a emparejarlos -señaló Lestrade. En ocasiones no era necesario hacer una pregunta, tan sólo un comentario generaba más información.

La mujer sonrió con orgullo. Destilaba seguridad en sí misma, a pesar de que se acariciaba con frecuencia la sien, como si tuviera dolor de cabeza.

-Conocemos nuestro trabajo. Tampoco había que hacer demasiado. Empezaron a jugar tenis juntos, compramos ropas similares para que a veces se pusieran a pensar si se prestaban la ropa… Coincidíamos sus llegadas en las premieres, nos aseguráramos de hacer varias sesiones de fotos conjuntas… El resto lo hacían ellos en las entrevistas. Se llevaban tan bien que surgía de manera natural.

John seguía teniendo la sensación de que había algo extraño en la manera en que todos se referían a la relación de ambos actores. Demasiado ensayado.

-¿James estaba satisfecho con esa estrategia? -preguntó Lestrade. John tenía la impresión de que iba dando palos de ciego la mitad de los interrogatorios. Sherlock nunca preguntaba más que lo necesario para contestar y formar las hipótesis que tenía-. El señor Carter parece pensar que era humillante.

La mujer hizo una mueca de fastidio.

-Ese tipo retrógrado piensa así. Cree que estábamos debilitando la figura de James, pero le aseguro mi cliente estaba más que satisfecho con los resultados -aseguró Nina sin dudarlo-. Además, es una estrategia muy común en estos días. De todas formas, James tiene su propio nombre ya, esto era promoción para la serie y un poco para Will también. De hecho, ayer mismo cerré el trato para que James haga una película en el verano que va a ser justo lo que necesita su carrera: muchísima acción y testosterona. Lo justo para que tipos como Carter se queden callados.

Le dedicó la sonrisa de aprobación que la mujer evidentemente estaba esperando. Lestrade hizo otro tanto y John se preguntó si la de él se había visto tan cansada y por educación como esa.

-¿Qué nos puede decir sobre Will? ¿Sabía algo sobre su vida privada? ¿Algún problema?

La mujer no necesitó pensarlo demasiado. Negó de inmediato.

-Solamente le preocupaba su madre. Se mantenía alejado de relaciones amorosas y de grupos de amigos. Penny le insistía mucho al respecto. No quería que se hiciera ningún tipo de publicidad negativa o en la prensa rosa.

Lestrade la miró con incredulidad.

-Entonces, ¿tenía su vida en pausa?

Nina negó al tiempo que reía suavemente.

-No, claro que no. Pero Will tenía una vida simple. Supongo que tenía más compañeros de tenis en el club. Pero no sabría decirles mucho más. Era un hombre reservado.

Cierto tono de pena se coló al final de su frase. Se notaba que había tratado al hombre y le agradaba. Una expresión de malestar cruzó su rostro y se llevó una mano a la boca, como si necesitara un momento para contenerse.

-¿Está bien? -preguntó John con preocupación. La mujer asintió y recobró la compostura de inmediato.

-Gracias -dijo educadamente, pero si volvió a sentir algún malestar lo disimuló perfectamente.

-¿Le preocupaba la posibilidad de que Will no renovara con la serie? -preguntó Lestrade tras darle unos segundos.

La agente frunció ligeramente el ceño.

-Habría sido un revés. No sé por qué no habría de renovar, pero si no lo hubiera hecho los guionistas habrían estado en un apuro. Aunque no peor del que tienen ahora.

Suspiró y se encogió de hombros.

-Sé que harán lo mejor posible y sospecho que las fans de Will no dejarán la serie, por fidelidad. Pero, de todas formas, es sólo una serie. Les aseguro que la carrera de James va mucho más allá de Hunter.

***

Había resultado una jornada agotadora pero productiva. Cuando salió junto a Lestrade de los sets de Hunter vio de una manera distinta el gigante cartel promocional de la tercera temporada que estaba a la entrada: Un acercamiento de la cara de Rob Hunter cubría medio poster. Hacia atrás de él, Matt con aspecto de dominar totalmente su situación. Al fondo, la silueta incitante de Kate.

Pero John ya no veía a los personajes. El semblante serio y terrible de James McKinnon como Hunter lo impresionó menos. La silueta oscura y distante de Emma Stevens le dio algo de lástima, a pesar de que ella le había resultado chocante. En quien se enfocaba toda la atención del poster era en era William Clayworth, recostado contra una pared jugando con un encendedor en la mano izquierda. Tenía una media sonrisa enigmática que lo mosqueó un poco: después de todo un día oyendo hablar sobre él, John tenía la sensación de haber aprendido algo de todos menos del propio Will.

-Es la primera vez que haces trabajo policiaco de verdad, ¿eh? -señaló Lestrade con un humor particularmente bueno. John no lograba a deducir por qué, considerando que no habían sacado nada en claro. Ni siquiera parecía sentir picazón bajo el yeso, a pesar de lo mucho que lo había incomodado a lo largo de los interrogatorios.

-Iba a trabajar desde las escenas con Sherlock -le recordó. Casi nunca tenía oportunidad de hablar sobre su compañero con gente que lo había conocido. Solía evitarlo, aunque a veces cuando lo hacía tenía una sensación de no estar tan solo. Como en ese momento.

-Entrar, ver una escena, salir, hacer tres preguntas y pasar una tarde consumiendo parches de nicotina… Lo de Sherlock no era trabajo policiaco -definió el inspector con seguridad.

Había un deje de nostalgia en su voz que provocó una sensación de calidez en John. Tal vez ya había pasado suficiente tiempo para que en lugar de un dolor punzante, el recuerdo provocara un sabor agridulce.

-Era más efectivo -le recordó.

Lestrade suspiró. Seguro que en más de un caso lo extrañaba.

-Ahora tenemos que conformarnos con esto. Vamos por un café. Tenemos que acabar un día de trabajo policiaco como se merece.

Pronto se encontró en una cafetería tranquila que no conocía. Lestrade buscó una mesa apartada y sacó su Tablet, donde consultó el correo.

-Tenemos el reporte de autopsias, al fin -declaró haciéndole una seña para que se acercara a ver junto a él-. Así nos enteramos la mayoría de los mortales de lo que pasó en una escena del crimen.

John vio las fotos de la escena que hasta ahora desconocía. William Clayworth había aparecido muerto el día martes 4 de abril a las 5 de la tarde, cuando una empleada de vestuarios del set había pasado para dejar los trajes de Matt Lovell en el próximo capítulo. Lo había encontrado en el sueño, boca arriba, con una aguja hipodérmica al lado y algo de sangre bajo la cabeza, así como en la esquina de la mesita cuadrada que había detrás de su cabeza. No había señales de lucha, el camerino parecía perfectamente ordenado y según el asistente del actor, no faltaba nada.

La aguja hipodérmica había sido el arma asesina. Al revisarla, habían encontrado que tenía la punta quebrada. Aquel detalle prácticamente exoneraba a Phil, era poco probable que ocurriera algo así en manos de un experto médico que gozaba de la confianza plena del hombre para inyectarlo. Al parecer, Will había forcejado, pero no demasiado, la dosis había sido administrada.

-Al parecer el asesino tomó la jeringuilla y buscó las marcas de punciones que escondía debajo de esos brazaletes de tela que llevaba siempre en la muñeca. Empezó a inyectarlo pero el hombre forcejeó y rompió la aguja. Sin embargo, ya le habían administrado la sustancia, lo que le hizo perder el equilibrio: cayó hacia atrás, se golpeó la parte baja de la cabeza en la mesa y perdió el conocimiento -detalló Lestrade mientras leía el informe con toda prisa-. El exceso de sustancia en la sangre hizo lo demás.

-¿Por qué no se movió después, cuánto era la dosis? -preguntó John sin comprenderlo. Lo normal habría sido que intentara levantarse y buscar ayuda.

Miró las fotos de nuevo. La alfombra parecía bastante removida, tal vez lo había intentado.

-El reporte de toxicología está por aquí -dijo Lestrade pasando de las fotos y buscando el informe.

John lo leyó con rapidez. Todo lo que Phil le había dicho se confirmaba allí. Suspiró aliviado. No había manera de que lo relacionaran con la muerte. De hecho, el tipo de estimulante utilizado ni siquiera era el mismo que él solía aplicarle. Además de aquella sustancia, se presentaban como era esperable los antirretrovirales que estaba tomando Will para luchar contra el VIH en su sangre, así como el tratamiento para refrenar el avance del cáncer. Aún no había empezado el tratamiento fuerte, a la espera de terminar las últimas dos semanas de grabación. Phil estaba muy enfadado por eso. Aunque de todas formas, debido a sus bajas defensas, no podían hacer mucho más todavía. En su sistema no había otras drogas recreativas, legales o ilegales.

-Entonces la causa de muerte es la sobredosis de estimulantes -señaló tras revisar una vez más. Buscó las fotos de la autopsia, aunque no las vio con demasiado detenimiento. El golpe en la cabeza, casi en la nunca, con esa forma cuadrada era fuerte: ameritaba pensar que perdiera el conocimiento por un tiempo-. Una sobredosis seguida de un fuerte golpe en la cabeza contra la mesa. Alguien lo empujó.

-Según la unidad de escenas del crimen no había huellas dactilares ni en la aguja ni cerca del cuerpo como para identificar al atacante, tampoco en la chaqueta que llevaba puesta -señaló Lestrade tomando la Tablet para retomar su exploración del archivo-. No se llevaron nada de la habitación, no intentaron disimular que se tratara de algo diferente a un asesinato… Necesitamos un motivo.

-Y una oportunidad -señaló John-. Aparentemente ya tenemos el cómo. ¿Puedo tener este archivo para estudiarlo?

Aunque una parte de él no estaba realmente convencido de que tuvieran totalmente el cómo. Sherlock desconfiaba mucho en los analistas de Scotland Yard, no veía por qué no hacerlo él también.

Lestrade lo miró con suspicacia. En buena teoría no debería dárselo, pero John sospechaba que estaba disfrutando tener compañía para investigar. Desde lo ocurrido con Sherlock, el inspector había logrado reconstruir su nombre dentro de Scotland Yard, pero la gente no se sentía muy inclinada a trabajar con él.

-Una noche -dijo finalmente, señalando la Tablet-. Llévatela. Que no quede constancia de que tuviste los archivos.

John se hizo el propósito de no volver a extorsionar a Lestrade con su sentimiento de culpa. Era un buen tipo.

***

Weaver había resultado toda una fuente de información. Le había hablado mucho de las rutinas de Clayworth, las cuales incluían horas con su ONG de voluntariado a hospitales donde no se podía tomar fotos, citas para tomar algo en la tarde o en la noche con alguno de sus contados conocidos y poco más. Ni siquiera en su juventud parecía haber tenido una etapa negra o convulsa. Se ofrecía suficiente dinero por cualquier cosa suya como para que fotos o videos de esa época no hubieran salido a la luz.

A Sherlock le interesaba poco devolverse tanto en el pasado de William Clayworth. El secretismo con el que manejaba su presente podría haberse relacionado con un oscuro pasado, pero sus hipótesis iban formándose en otra dirección: estaba demasiado preocupado por proteger su presente, del que no le quedaba demasiado.

Por tanto, si era su presente lo que quería esconder, eran las pocas personas de su presente las que interesaban. La más constante de todas, era su asistente.

Sherlock lo encontró en el bar que Weaver le había indicado. Al parecer, había vigilado un tiempo al asistente. Quería ofrecerle un trato para que le pasara información sobre la agenda de Clayworth y poder pillar exclusivas, pero el chico era incorruptible.

-Besa el suelo que se hombre pisa -le había asegurado el fotógrafo.

Había visto cientos de fotos de Dean Jones la noche anterior. Aparecía con frecuencia atrás de William, o cerca suyo, pendiente de todo lo que sucedía a su alrededor. Solía notarlo agitado o preocupado. Al comentarle a Molly sobre él, la chica no había tenido idea de sobre quién le hablaba. Típico. Tenía esas páginas suyas llenas de fotografías donde aparecía el chico más que visible y ella ni siquiera lo había determinado.

Sin embargo, otras personas sí. Había buscado en Google por el asistente personal de William y de inmediato había encontrado no sólo su nombre sino también un par de páginas dedicadas a él en ese extraño lugar que era Tumblr. Sin embargo, tampoco había demasiada información suya. Sólo la suficiente para sonsacar a Weaver sobre él.

Observando con atención, había encontrado la razón por la cual Dean Jones era tan devoto a su jefe. Ahí, guindando de su cuello, a la vista de todo el mundo, llevaba el símbolo de la Asociación de Ayuda a Personas con Enfermedades Raras. Esas enfermedades que afectaban a menos de 5 personas por cada 10 mil habitantes. Usualmente genéticas y terriblemente caras de atender. Dean parecía estar en perfecto estado y esos símbolos solían llevarlos los familiares de personas que padecían alguna de esas enfermedades.

Como siempre, deducir era cuestión de observar y tener los conocimientos para deducir lo correcto.

Estaba seguro de que William Clayworth, con su fama de filántropo y su debilidad por los enfermos debía ser toda una ayuda para la difícil situación que sin duda vivía la familia Jones.

Por supuesto que Clayworth utilizaba el trabajo en su ONG como tapadera para su propio tratamiento, pero el resto de su trabajo benéfico estaba dirigido a enfermedades también. Para hacerse publicidad, podría haber elegido una mayor variedad de temas.

Antes de acercarse a Dean Jones habló con el bartender, quien lo miró con suspicacia.

-Si es un periodista puede irse ya. El chico nunca va a traicionar la confianza de su jefe, ni siquiera ahora. Le aseguro que ya muchos otros lo han intentado. Ni siquiera le soltó prenda a esa mujer que vino a buscarlo hace una semana a pesar de que ella insistió bastante y parecía difícil decirle que no…

Esa mujer. Tenía que ser la misma que había descrito Weaver.

Pidió dos tragos de lo mismo que el asistente estaba tomando y se acercó a su mesa. Dean Jones parecía realmente afectado. Tenía unas pronunciadas sombras cafés bajo los ojos teñidos de rojo. Era evidente que tenía mínimo un par de horas tomando, a pesar de que aún no era siquiera de noche.

Sherlock no tenía unas grandes habilidades sociales, lo sabía, pero eso era en el ámbito personal. Cuando se trataba de trabajo, sabía hacer lo que fuera necesario. Tomó asiento en la misma mesa que Dean, sin esperar una invitación, poniendo el vaso frente a él.

-No soy buena compañía -le advirtió el asistente tomando un largo trago del que todavía sostenía en la mano.

-Lo sé -replicó Sherlock con voz grave.

El hombre se dignó a mirarlo entonces.

-Váyase -dijo de mala gana-. No voy a decir nada sobre Will. Nada. Nunca.

Pero tenía algo que decir. Mucho que decir, de hecho. Algo temblaba en su voz.

-Lo sé -repitió-. Sólo distinguí esa expresión de culpa con la que me puedo identificar. Es un mal lugar para estar solo.

Dean lo miró con más detenimiento.

-No sé de qué habla.

Sherlock observó con atención. El estado etílico del asistente iba en avance, de manera que no debería ser tan difícil llevarlo a hablar.

-A veces hacemos daño a quienes más queremos sin tener intención de hacerlo. Hace el duelo más difícil.

Había calculado con cuidado sus palabras. Esperaba que tuvieran el peso indicado sobre el hombre, quien asustado, triste y ebrio como estaba no parecía más que un chico. Sin embargo, al pronunciarlas la imagen de John vino a su mente. Frunció el ceño ligeramente: fingir su muerte había sido lo mejor que podía haber hecho por él. No debería relacionar ese recuerdo con sentimientos como la culpa o la tristeza. Había hecho lo que debía.

-Yo nunca lastimaría a Will -declaró Dean con convicción, aunque su voz se quebró y apuró su nuevo trago.

-No, no lo harías -señaló Sherlock-. Yo tampoco habría lastimado John, pero lo hice.

Poco sentido tenía cambiar el nombre de su compañero. Era lo suficientemente común para que no hiciera la relación. Tampoco estaba diciendo algo realmente cierto, pero inspirarse en algo real solía hacer una mentira más sólida para quien sabía hacerlo.

Dean lo miró con una mezcla de intriga y suspicacia.

-¿Qué hiciste? ¿Terminó muerto?

Sherlock desvió la mirada.

-Con una depresión severa. Meses de un tratamiento que no terminó. No está bien aún.

Aquello no impresionó al chico.

-Si está vivo, aún puedes arreglarlo. -Había amargura en su voz.

-Le fallé y él lo sabe -añadió Sherlock antes de dar un trago pequeño al vaso que había llevado consigo y mantenía intacto. Ningún hombre confiaba en otro que no bebía lo que tenía en la mano.

Dejó que el silencio pendiera entre ellos. Dean inspiró profundo, como si quisiera ahogar un sollozo, y terminó el trago que Sherlock le había acercado.

-Will nunca tuvo un reproche sobre mí. Y no lo tendrá, tampoco ahora. Nunca revelé ninguno de sus secretos. Nunca.

-Pero la gente sabía que tú tenías esos secretos -señaló Sherlock. Había sido una suerte encontrarlo tan bebido, no había cuestionado su identidad todavía, ni su interés en el tema.

-Lo sabían, e insistían, pero yo nunca… Nunca…

Se le quebró la voz y no pudo seguir. Sherlock se inclinó hacia él con aire de confidencia.

-¿Nunca? ¿Ni una sola indiscreción?

Dean negó, aunque ya podían verse las señas de lágrimas acumulándose en el borde de sus ojos.

-No. Pero esa mujer, esa maldita mujer… -Miró a Sherlock suplicante, como si necesitara que alguien creyera lo que iba a decirle-. No le dije nada, pero parecía saber cosas. Debí decirle a Will, sé que debí decirle que lo estaban investigando, pero no quería que se preocupara.

Ese fue el momento en que Dean Jones empezó a llorar y ya no fue posible sacar más información de él. Sin embargo, Sherlock había averiguado suficiente.

***

Cuando Sherlock volvió al apartamento esa noche entró sin llamar a la puerta. Molly le había dejado su juego extra de llaves, de manera que no tuvo que contener la urgencia de asomarse a ver que no hubiera nadie en el pasillo. Él entró de manera natural, como si lo hiciera todos los días.

Molly estaba terminando de alistarse para su cena con John.

-¿Conseguiste los tiquetes?

Le había insistido en que comprara los tiquetes para los oficios que se harían en el canal en honor a Clayworth, sin importar el precio. Menos mal que se lo había advertido o no lo hubiera hecho. Si no había ido nunca a los tour del set no era sólo por falta de tiempo: aquello era demasiado dinero.

-Sí. Aunque no fue fácil.

En parte se sentía asqueada por la manera en que el canal estaba sacando provecho de la muerte del actor: maratones especiales, programas a todas horas con imágenes de galas y actividades a las que había asistido, venta de souvenirs sobre Matt Lovell… y ahora incluso el tour especial por el set.

Sherlock soltó una expresión de fastidio.

-Por supuesto que Scotland Yard no tiene ningún interés en conservar las zonas del set para investigar. Estoy seguro que ni siquiera revisaron los camerinos de los otros actores.

Molly suspiró. Según le había dicho John cuando lo había llamado, estaban pasando el día haciendo interrogatorios, así que dudaba que hubieran estado examinando el resto del set del programa.

-¿Hiciste tu tarea? -preguntó Sherlock sin darle tiempo de replicar-. Sobre Dean Jones.

Asintió. A pesar del miedo a que la pillaran había roto una de sus reglas personales y había entrado a Tumblr desde la oficina para estudiar la página de Dean Jones que Sherlock le había indicado. Estaba llena de fotos de Will en las que aparecía Dean también, e incluso algunas de él solo. ¿Dónde había existido esa fracción del fandom durante tanto tiempo sin que ella la conociera?

-Sí, lo tengo bajo control -dijo con seguridad. Recordaba a la perfección sus instrucciones. Esperaba que John no sospechara nada. Aunque desde que ocultaba que Sherlock estaba vivo empezaba a creer que era mejor mintiendo de lo que había creído.

-Necesitaré un par de horas al menos -le recordó. Molly asintió.

-¿Averiguaste algo? -preguntó por toda respuesta. Se felicitó a sí misma, se había contenido más de un par de minutos completos antes de hacerle la pregunta.

El detective la miró airado. Por supuesto que había averiguado algo.

-¿Qué sabes de la rutina de James McKinnon? -preguntó, sin dignarse a responder.

Ella arqueó ambas cejas. Nunca se había considerado fan personal de James, aunque el McWorth le gustaba tanto como a cualquiera.

-No mucho. Supongo que hace mucha preparación física y creo que también seguía teniendo sesiones de asesoramiento en actuación como Will. Siempre decían que era bueno seguir practicando, creo que compartían profesor.

Sherlock sonrió de medio lado. Parecía particularmente satisfecho.

-Eso no suena muy profesional -comentó con un tono que dejaba claro que sabía más de lo que decía.

-Muchos actores lo hacen, pero no hablan de ello -replicó Molly a la defensiva-. ¿A qué viene? ¿Sospechas de su profesor?

-No tengo por qué. Creo que comparten algo más que eso -dijo antes de hacer una pausa teatral. A Molly le encantaba su estilo, nunca lo había escondido-: Creo que comparten dentista.

La verdad, no tenía idea de cómo había disfrutado John tanto eso de investigar casos con él. Parecía imposible que se explicara con algo. Sin embargo, era todo un privilegio observarlo mientras trabajaba aunque no entendiera nada.

-¿Eso es relevante? -preguntó con tono de duda.

-Mucho -declaró con absoluta seguridad, parecía divertido con la idea-. Tus amigos en Tumblr estarían de acuerdo.

***

John tenía que hacer un esfuerzo para mantenerse centrado en su conversación con Molly. Cuando le había dicho a Lestrade que iría a cenar con ella el hombre le había advertido que probablemente era una fan más de Clayworth y querría información sobre el caso. De todas formas había regresado a su apartamento rápido, había pasado en limpio las notas sobre las entrevistas que habían realizado ese día y finalmente, al ver el reloj sobresaltado, se había apresurado para llegar a tiempo a la cita.

Lestrade no se había equivocado del todo, aunque la verdad la chica no le preguntó cómo iba la investigación sino sobre el set y los actores. Los manejaba todos al dedillo, probablemente había seguido la serie religiosamente desde el inicio.

-¿Emma Stevens es tan guapa como parece? ¿Y James?

-Ella sí, él… lo ayudan con photoshop a verse más impresionante de lo que es.

Molly suspiró. John supuso que estaba recordando la impresión de ver a su ídolo en persona pero ya en una cama de la morgue.

-¿Y qué hay de Dean? ¿Lo viste a él también?

Dean. El nombre le sonaba vagamente familiar pero no lograba ubicarlo. Estaba prácticamente seguro de que ninguno de los actores de la serie se llamaba así. De todas maneras, Donavan y otros detectives habían estado haciendo interrogatorios también.

-No sé quién es Dean -confesó tras pensarlo unos momentos.

La mirada sorprendida de Molly le hizo sentirse en falta.

-Dean Jones. ¡Es el asistente de Will! Son inseparables, hay fotos de ambos juntos en todo lado. Tengo muchas guardadas. De hecho hay páginas de fans dedicadas a Dean Jones.

El mundo estaba loco. Sonrió con tristeza al pensar en cómo podría haber reaccionado Sherlock de escuchar eso. Si ya creía que el sol no tenía relevancia alguna, probablemente el hecho de que las personas invirtiesen su tiempo en el asistente de una persona, cuyo trabajo se limitaba a seguir a otro que era famoso solamente por aparecer frente a una cámara…

Frunció el ceño. Tenía que detenerse. Eran casi dos años ya luchando contra los pensamientos recurrentes sobre Sherlock. Esos últimos dos días, con ese caso ardiendo constante en su cabeza, el recuerdo había estado más a flor de piel que nunca.

-No, no lo vi -respondió tras pensarlo un momento. Ahora lo ubicaba de referencia-. Ya no trabaja allí, era asistente personal de Clayworth, no era del canal.

Molly lo miró con lo que parecía ser incredulidad. O estaba asustada, no podía definirlo.

-Pero Dean conocía Will mejor que nadie -señaló.

-Lo interrogaron el primer día -replicó tras hacer un poco de memoria-. Fue quien dijo que no faltaba nada en la habitación y le dio el itinerario de Clayworth a la policía. No había que interrogarlo de nuevo.

-Oh -la chica dudó un momento y después suspiró-. Me habría encantado tener su trabajo. Su asistente tiene que haber sido la persona más presente en su vida. Seguro que si alguien sabía todo sobre él, era Dean.

Las palabras de la chica resonaron en su cerebro, a pesar de que le llamó la atención que parecía nerviosa de expresarse de esa manera. Seguía teniendo la sensación de que la persona de la que menos habían averiguado en todo el día era sobre el propio Clayworth. Tal vez habían estado hablando con las personas equivocadas si eso era lo que pretendían. Aunque no lo era, claro. Buscaban pistas o pruebas y ya sabían que Dean Jones había estado libre el día del asesinato para acompañar a su hermana a realizarse unas pruebas médicas especiales.

-Phil sabía mucho también, era su guardaespaldas y médico -le recordó.

Molly no parecía convencida de sus palabras. La vio morderse el labio inferior.

-¿Realmente crees que sabía tanto de él? O sea, era su guardaespaldas para premieres, eventos y esas cosas, pero Dean era su asistente diario. ¿O Will llevaba a Phil a todos lados? No lo recuerdo de las fotos.

Tal vez debería hacerle caso a la chica. Después de todo, parecía haber invertido mucho tiempo en conocer más sobre Will Clayworth y la serie. Sin embargo, no le dio tiempo de pensar mucho más al respecto. Pronto se encontró respondiendo preguntas sobre el hospital donde estaba trabajando y compartiendo anécdotas de pacientes. Había olvidado lo dulce que resultaba Molly cuando quería y lo fácil que era hablar con ella.

Sin embargo, tampoco tenía intenciones quedarse demasiado tiempo hablando: quería llegar a casa temprano para estudiar de nuevo el caso.

***

Sherlock metió la llave en la cerradura. Hacía mucho tiempo que se había hecho con ella, pero no había llegado a utilizarla. Había sido precaución. No sabía en qué momento iba a tener que volver a la vida de John para protegerlo. Después de todo, Moriarty lo había usado de amenaza en más de una ocasión y al morir había dejado colgando una sentencia tanto sobre él como sobre Lestrade y la señora Hudson.

Entró con naturalidad y cerró la puerta tras sí. No causaría sospechas de nadie si le veían entrar con su propia llave y sin menor señal de culpabilidad. No tenía que preocuparse por John: Molly estaba con él y le avisaría si volvía a casa. Podía fiarse de ella. Que el secreto de su condición como viviente aún se mantuviera era una prueba sólida de ello.

Inspiró profundo mientras miraba a su alrededor, observando la distribución del apartamento. No había sorpresas allí. Lo que veía era todo John. Sonrió para sí al tiempo que se dirigió hacia la computadora. Ni siquiera tenía que tenerse a deducir dónde la tenía: lo sabía.

Se detuvo un momento cuando reconoció al cráneo que tenía en Baker Street colocado sobre una repisa. Sabía que no estaba en su apartamento (había pasado por allí en alguna ocasión para confirmar que todo marchaba bien con la señora Hudson). En cierta forma, le gustaba que lo tuviera John.

Encendió la computadora y miró por un momento la pantalla que le pedía una clave. Puso los ojos en blanco. John seguía usando la misma clave desde que se había dado por vencido en encontrar una que Sherlock no pudiera descifrar.

La tecleó, confirmando que no se equivocaba.

Cuando abrió el explorador de Internet se encontró sin embargo con una sorpresa. La primera pestaña abierta que le aparecía, era el blog donde John había contado sus aventuras juntos. El mismo blog en el que no escribía nada desde que Sherlock había “muerto”.

Lo sabía. Lo había consultado regularmente.

Se reprendió a sí mismo cuando notó que estaba desperdiciando minutos viendo una página que no tenía nada nuevo desde hacía casi dos años. Revisando rápidamente notó que John no tenía mucha más información allí que la que había salido a la prensa, la cual él ya había revisado. Copió los archivos en limpio de las entrevistas que habían realizado ese día.

Apagó la computadora y la puso a un lado, justo como la había encontrado. Junto las puntas de los dedos y los acercó a sus labios mientras pensaba. La información venía de Lestrade si estaba en poder de John, así que debía deducir lo que haría el inspector, no el doctor.

Lo tenía.

Se levantó y se dirigió al cuarto de John. Por alguna razón, siempre había parecido creer que lo que estuviera dentro de su habitación estaba más protegido que en cualquier otro lugar de la casa.

Se detuvo una vez en el interior y miró a su alrededor. El ambiente de la habitación era austero. Incluso… triste. Aunque las emociones no eran su adjetivo favorito para describir lugares, resultaban bastante inexactas.

Se talló los guantes de cuero que usaba. No se los quitaba prácticamente nunca. Ya corría bastante riesgo con las huellas de ADN inevitables que todos los seres humanos dejaban tras sí: no se arriesgaría a que sus huellas dactilares aparecieran de repente en algún lugar. Trabajar en crímenes dejaba claro que nunca se sabía en qué lugar iba a terminar la policía levantando huellas dactilares.

La mesita de noche tenía tan solo una lámpara y un viejo libro que tenía semanas sin abrir, juzgando por la fina capa de polvo que lo cubría. Se acercó y tomó asiento en la cama. Inspiró profundo. Aquel lugar olía a John, tal y como lo recordaba. Era una de sus tantas habilidades, recordar aromas y relacionarlos con personas.

Algunas personas.

Después de tanto tiempo, John.

Frunció el ceño. Era normal tras compartir casa.

Pasó la mano sobre la superficie del colchón distraídamente. Sabía que había tenido problemas para dormir. Lo había observado de lejos en varias ocasiones y era fácil deducirlo. Aún no superaba lo que creía que había sucedido: había visto a Sherlock tirarse desde una azotea.

Pero aunque se sintiera mal, podía agradecer el hecho de que seguía vivo.

Con resolución metió la mano bajo la almohada y encontró lo que buscaba. Sacó la Tablet y se apresuró a conectarla al dispositivo USB que llevaba con él: tenía que copiar toda la información sobre el caso. Si no había podido poner un pie en la escena del crimen y probablemente no podría hacerlo, iba a necesitar toda lo ayuda externa posible para reconstruir lo que había que observar en ella.

Abrió los archivos del caso. Decidió leer después los apuntes de las entrevistas que habían realizado ese día y fue directo a la información de la que tenía mayor necesidad: fotos y reporte de la escena del crimen.

Leyó de prisa y arqueó las cejas al contemplar las fotografías. Lanzó un bufido de descontento ante la pésima labor de Scotland Yard para trabajar las escenas de crimen. Lo primero que notó era el ángulo en que se había quebrado la aguja hipodérmica. En segundo lugar, las marcas en la alfombra alrededor del cadáver. Estaban tan poco acostumbrados a leer las impresiones que dejaban las personas en la tierra que eran incapaces de fijarse en unas tan claras como las marcadas en esa textil. En tercer lugar, las manchas de sangre emborronadas por el agua regada del florero caído con respecto a la posición del cuerpo. En cuarto lugar, cuando amplió las fotos para revisar los muebles a la orilla de la habitación, notó las señales en las cerraduras de las gavetas. No había fotos después que sugiriera que la policía hubiera revisado esos muebles.

Sin mucha esperanza empezó a leer la bitácora de la revisión de la escena, llevándose unas cuantas sorpresas: el tal subinspector Hopkins que había tomado las notas era buen observador, aunque hubiera fallado en deducir algo correcto de los buenos detalles que había captado.

Uno en particular llamó su atención poderosamente. Era un punto clave.

Abrió el documento y modificó en medio punto el tamaño de los caracteres en esa parte. Un cambio apenas perceptible sería suficiente para asegurarse de que no pasara desapercibido para John al leerlo, aunque no supiera por qué.

Luego ojeó las fotos de la autopsia, específicamente el ángulo del golpe en la cabeza. Sonrió al ver que su deducción era correcta.

Cerró los archivos y los copió todos a su propio dispositivo. Ya lo trabajaría con calma más tarde, aunque tenía una idea formada de lo que había sucedido en el camerino de William Clayworth. La pregunta seguía siendo quién, aunque tenía una teoría factible.

Tenía que apresurarse a resolver ese caso si quería que John se alejara de Lestrade lo antes posible. Aún le faltaba algún trabajo que hacer con la red de Moriarty antes de poder creer que estaba seguro y no iba a arriesgarse.

Si la gente de Moriarty deducía algo incorrecto de la asociación de John y Lestrade tanto tiempo después de su supuesta muerte, podría ser fatal.

Terminó la copia y se levantó para marcharse. Por un momento consideró quedarse un poco más para terminar de revisar el apartamento y saber cómo estaba John realmente, pero desechó la idea de inmediato.

Debería ser racional. El sentimiento sólo tenía cabida en el bando perdedor.

Salió del lugar a paso firme y marcha segura, con la información que necesitaba guardada en aquel minúsculo aparato que protegía con la palma de su mano.

***

Cuando John regresó a casa notó que a pesar de la hora y el trabajo del día, no se sentía cansado. Reconocía la sensación: era la emoción de estar en medio de un caso. Por supuesto, nunca había tenido la capacidad de Sherlock de no necesitar dormir o comer mientras estaban sobre una pista, pero sí que su tiempo de descanso se reducía considerablemente.

Decidió echar un vistazo a las fotos de la escena del crimen. Había muchas de ellas.

El cuerpo de William Clayworth había sido encontrado en el centro de la habitación, boca arriba, con los ojos abiertos y las extremidades en ángulos extraños. Había un charco de sangre debajo de su cabeza, aunque había más mancha de sangre alrededor, al igual que en la esquina de la mesa contra la que había golpeado al caer. Un florero estaba volcado en la mesa y el agua se había regado sobre la alfombra, emborronando la sangre.

La aguja hipodérmica había aparecido en la mesilla al lado del sofá cama, en la esquina izquierda de la habitación. Todos los actores tenían un sofá cama en el cual descansar en sus camerinos. La cama estaba perfectamente tendida, Clayworth no la había utilizado. Había un acercamiento de la punta quebrada de la aguja.

La hipótesis que manejaba la policía inicialmente era que el actor se había inyectado en la cama. Posteriormente se había levantado, pero afectado por la sobredosis se había descompuesto, cayendo contra la mesa y rompiéndose la cabeza. Sin embargo, la aguja quebrada les había hecho sospechar de algo más: la cantidad de punzadas bajo los brazaletes del muerto indicaban práctica.

El hecho descubierto después de que Phil era quien aplicaba las inyecciones y no Will podría haber fortalecido esa hipótesis, pero el médico había declarado que el actor era perfectamente capaz de inyectarse a sí mismo. La aguja quebrada era una señal de que había peleado contra la inyección.

Había otras fotos de la habitación. Al lado derecho, opuesto a sofá cama, se encontraba un mueble con gaveteros y un amplio espejo, frente al cual había una silla en la cual el actor podía tomar asiento para prepararse. Las gavetas superiores tenían llavín aunque la llave no estaba en la cerradura. En la esquina del espejo había una foto. Ampliando la imagen, logró distinguir a Emma, James, Will y otros actores en una de las fotos de la gira promocional de Hunter. Había una serie de productos de belleza masculinos frente al espejo. En la otra pared había un armario de dos puertas que estaba cerrado.

Todo parecía en perfecto orden, tal y como Dean Jones había declarado.

John contempló las fotos con aire pensativo, pasando de una a otra. Las palabras de Molly seguían presentes en él. ¿Y si el asistente sabía más de lo que les había dicho?

Aparte de las marcas en la alfombra del camerino, que estaba mal pegada en algunas partes, todo se veía en perfecto estado. Tal vez demasiado para que se tratara de la habitación donde había sucedido un asesinato.

***

Había otro lugar que Sherlock debía visitar antes de regresar al apartamento de Molly. Cuando Weaver le había dicho que tal vez conocía a su guapa colega, no se había equivocado del todo. Ninguno de los dos eran escritores tratando de lucrar con la fama de un actor, pero ambos se dedicaban a un gremio emparentado.

Cuando Sherlock había iniciado su carrera como detective consultor, el único de su clase, había causado cierta suspicacia entre un gremio que pensó poder verse afectado: los detectives privados de toda la vida. Posteriormente, muchos habían terminado consultándole para más de un caso. Entre ellos, la chica rubia bajita de atributos físicos generosos, como la había descrito el fotógrafo: Mara Knight.

No había muchas dentro del gremio que calzaran con la descripción. Para su suerte, su oficina seguía siendo la misma y como había esperado, no se encontraba allí a esas horas de la noche.

Si Mara estaba investigando a William Clayworth era porque alguien estaba pagando muy bien por ello. ¿Quién le estaba pagando y cuánta información había conseguido? ¿Había entregado ya su informe? ¿Quién sabía sobre el dentista y las clases de actuación? E incluso, porque dudaba que Mara lo hubiera pasado por alto… ¿quién sabía sobre las citas en el hospital?

Dean Jones no se equivocaba. El secretismo de Clayworth había sido roto en algún momento. La información que tan celosamente guardaba era conocida por alguien más, pero no había salido a la luz. En su lugar, el hombre había aparecido muerto.

Deducir la contraseña de Mara no era difícil. Era de las personas que se tenían en tan buen concepto a sí mismas que se consideraba lo suficientemente lista para dar con una contraseña que nadie fuera a averiguar y prescindir de aquellas más seguras formadas por combinaciones de caracteres al azar.

Pronto tuvo acceso a los archivos. No decían mucho sobre Clayworth que no hubiera deducido ya él mismo, pero el dato que le interesaba estaba allí.

Mara Knight había entregado su informe y ahora Sherlock sabía a quién.

***

La noche anterior, Sherlock había estado poco comunicativo. El gruñido que le había dirigido al preguntarle si había conseguido lo que necesitaba le había dado a entender que sí. Cuando le preguntó si quería que le contara cómo había encontrado a John, la había dejado hablando sola tras declarar que tenía mucho trabajo que hacer.

Cuando se había ido a acostar había pasado a despedirse de él al sofá, donde se había instalado a trabajar. Con costos se había inmutado, pero ella había notado que estaba repasando las fotos de la escena del crimen, así como veía en Tumblr fotos del cast de la serie en la alfombra roja de presentación de la temporada en curso.

Le recordaba cuando ella tenía que hacer un trabajo y alternaba los documentos que debía trabajar con su dash de Tumblr y los tableros de Pinterest. Sin embargo, dudaba que fuera el caso de Sherlock. Estaba trabajando.

A la mañana siguiente lo encontró tal y como le había dejado en el salón. Ella estaba hecha un desastre y él tan bien como había quedado la noche anterior o quizá aún mejor. Había un brillo en él que la hizo pensar que había avanzado bastante en el caso.

-¿Hay progresos? -preguntó conteniendo el entusiasmo al tiempo que se recostaba en el marco de la puerta de la sala y se tallaba la bata de levantarse, incómoda. Si su apartamento hubiera tenido un baño dentro del cuarto se hubiera ahorrado aquello.

-Tenemos que llegar a tiempo de conseguir un buen campo en el evento de hoy en la tarde -le recordó con firmeza, aunque sin esconder su satisfacción-.No soy quien tiene que hacer progresos.

Molly suspiró. De acuerdo. Tocaba bañarse, alistarse y desayunar. Tal vez Sherlock podía vivir del aire pero ella no. Sin embargo, no se movió. Lo contempló unos momentos hasta que él volvió a dedicarle una mirada cargada de molestia por no ponerse manos a la obra.

-¿Vas a explicarme al final cómo lo resolviste? -preguntó ella con timidez. Notó como el ceño de él se marcaba un poco-. Sé que no soy John, pero me gustaría saber. Al menos al final.

El extremo izquierdo de los labios de Sherlock se curvó ligeramente hacia arriba, aunque su mirada no varió.

-Hay que llegar al final primero -fue toda su réplica.

-¿Crees que te falte mucho para saber quién lo hizo?

Sherlock arqueó una ceja.

-Sé quién lo hizo -declaró con seguridad, aunque era evidente que algo le molestaba.

-Oh. Entonces, ¿para saber cómo lo hizo? -tanteó Molly.

-Sé cómo. También sé por qué -se adelantó a decirle Sherlock con cierta rudeza.

Molly se mordió el labio inferior y se sentó a su lado.

-Entonces, ¿qué te falta?

Aquello era lo que lo estaba fastidiando, lo notó en su expresión.

-Ellos no lo saben -dijo, haciendo énfasis en el pronombre. Claramente, se refería a la policía.

-Me hiciste decirle a John que investigaran más a Dean Jones. Llegarán a la conclusión con las pistas adecuadas.

-Como siempre, Scotland Yard hará un brillante uso de todas sus facultades para llegar a una conclusión errada -declaró con desdén.

Estaba segura de que no había citado a propósito una película de Harry Potter y se contuvo de hacer ningún comentario al respecto.

-Si eso crees, señálales el camino correcto.

-¿Cómo le señalas a alguien que no sabe ver? -bufó con hastío.

-Entonces díselos directamente. Si estás convencido de que no ven, ¿por qué piensas que se darán cuenta de que estás vivo?

Notó cómo Sherlock sonreía de medio lado, pero no replicaba nada.

-Tengo algunas cosas que hacer -dijo levantándose para dirigirse hacia la puerta-. Nos vemos en el canal. Llega a tiempo.

Pensaba llegar más que temprano: necesitarían un buen campo.

Parte 3

!amigo invisible 2013, personaje: molly hooper, personaje: greg lestrade, personaje: john watson, personaje: sherlock holmes, work: fanfiction

Previous post Next post
Up