Título: Desde las sombras
Nombre de tu persona asignada:
intimiskyPersonaje/pareja: Sherlock, John, Molly, Lestrade, OCs (en orden alfabético: Harold J. Carter, William Clayworth, Phil Harmon, Carl Hewitt-Brown, Dean Jones, Mara Knight, Elizabeth McKinnon, James McKinnon, Nina Roberts, Penny Smith, Emma Stevens, Gary Weaver, Josh Weisz).
Clasificación y/o Género: Misterio
Resumen: John no ha vuelto a relacionarse con las investigaciones policiales desde la muerte de Sherlock. Sin embargo, cuando un ex compañero militar se pone en contacto con él, el doctor se vuelve a encontrar trabajando en la investigación de un crimen, el asesinato del famoso actor William Clayworth. Sin embargo, John no estará solo. Tendrá ayuda, desde las sombras.
Disclaimer: Los personajes de Sherlock, Watson y Lestrade son creación de sir Arthur Conan Doyle. Las versiones presentadas en esta historia, junto con Molly, pertenecen a la serie de la BBC “Sherlock”, creada por Steven Moffat y Mark Gattis.
Advertencias: referencias fandom por doquier, toca el tema de las enfermedades por transmisión sexual y la discriminación por orientación de género. Los datos médicos pueden no ser totalmente exactos. Hay algunos guiños al canon de los libros y cuentos.
Notas (si las necesitas): ¡Feliz Navidad! Me emocionó la idea de intentar hacer un case!fic y tengo que confesar que la cosa se me fue un poco de las manos. Espero que te guste y te interese el caso porque al final acabé bastante encariñada con todos los OC. No es algo propio de sir ACD pero te dejo una tabla de personajes al inicio que sirva de guía. En el texto sí es probable que encuentres varios guiños intencionales (y otros no tanto) a la obra de sir ACD.
Personajes originales:
-Harold J. Carter: creador y productor de la serie Hunter.
-William Clayworth: actor de la serie Hunter, interpreta a Matthew “Matt” Lovell, quien descubre a Hunter y se convierte en su aliado… o no. Ídolo de masas.
-Phil Harmon: exmilitar, médico y guardaespaldas de William Clayworth.
-Carl Hewitt-Brown: abogado de William Clayworth.
-Dean Jones: asistente de William Clayworth.
-Mara Knight: investigadora privada.
-Elizabeth McKinnon: Esposa de James, productora de la serie.
-James McKinnon: actor estelar de la serie Hunter, cuyo personaje Rob Hunter es un policía encubierto.
-Nina Roberts: agente de James McKinnon.
-Penny Smith: agente de William Clayworth.
-Emma Stevens: actriz de Hunter, interpreta a Kate Lovell, interés amoroso oficial de Rob Hunter.
-Gary Weaver: fotógrafo que seguía a William Clayworth.
-Josh Weisz: asistente de James McKinnon.
John entró con paso firme a la oficina de Lestrade en Scotland Yard. Notó que Donovan lo miraba desde su escritorio pero la ignoró. El inspector levantó la mirada hacia él y arqueó una ceja.
-¿Pasa algo? -preguntó.
-Tenemos que interrogar a Dean Jones -declaró el doctor con resolución.
-¿Dean Jones? -Replicó Lestrade, frunciendo el ceño-. ¿El asistente? Ya hay una declaración suya en la escena.
-La leí -declaró John. No estaba dispuesto a ceder sobre ese punto, lo había pensado toda la noche-. Apenas y vio la habitación antes de declarar que todo estaba en orden y no faltaba nada. Fue como si me saltara a la vista cuando empecé a leer su entrevista. ¿Por qué tan rápido? ¿Cómo está tan seguro?
El inspector torció el gesto. No parecía convencido pero por algún lado tenían que tirar si querían seguir sobre el caso.
-Además -insistió John-, nadie parece haber conocido realmente a Clayworth. Phil sabía sobre su salud pero poco más, Penny Smith tampoco nos dijo demasiado y los demás eran sólo colegas laborales.
-Deberíamos tener algo más sobre él para hablarle -objetó Lestrade sin rebatir sus argumentos-. Es un poco distinto cuando trabajas con la autoridad oficial.
-Investiguémoslo entonces -propuso John con resolución.
Lestrade suspiró.
-De acuerdo, pondré a alguien en eso. Mientras, hay un favor que puedes hacerme.
Reconoció en los papeles que le pasó informes médicos y expedientes. Al parecer, Lestrade quería que los revisara por él y se los explicara. Lo escuchó dar órdenes por teléfono de hacer una primera revisión sobre Dean Jones.
John se concentró en los expedientes. Al parecer, Clayworth había sido diagnosticado como VIH positivo cuando sus defensas habían descendido lo suficiente como para que se le declarara el sida. La transmisión había sido sexual, presuntamente por parte de su pareja estable de esa época. Había entrado a tratamiento hacía cinco años, antes de trabajar en Hunter. La infección se podría haber dado unos cuatro años antes, cuando era todavía muy joven.
Se había recuperado lo suficiente para retomar su carrera, pero al parecer la cepa con la que se había contagiado había sido tratada antes con antirretrovirales por alguien que no había cuidado llevar su tratamiento de manera rigurosa, por lo que había desarrollado resistencia a muchos de los medicamentos disponibles.
Por suerte para Clayworth, tenía los medios económicos y la fortaleza para probar nuevos tratamientos. Sin embargo, el ritmo de vida del artista unido a las imprudencias que cometía para mantener en secreto su condición le hicieron llevar un tratamiento bastante irregular. Por ejemplo, en las giras promocionales evitaba llevar los medicamentos consigo o no los tomaba por miedo a ser descubierto. El estrés laboral unido a los desórdenes de horarios, comidas, descanso, no le habían hecho ningún bien. Tampoco el descuido de sus controles mensuales de salud.
Los factores se habían sumado para que sus defensas descendieran en picado, su carga viral subiera por los cielos y su hígado desarrollara células cancerígenas. Sus defensas estaban muy bajas para un tratamiento agresivo contra el cáncer. No era un panorama agradable. Cómo había accedido Phil a darle estimulantes para que pudiera trabajar era imposible de comprender para él.
Clayworth debió haber estado en un hospital, no en un set de filmación.
-Señor.
John se sobresaltó al escuchar una voz tras él. Se giró para encontrarse con la mirada dura y suspicaz de Donovan.
-Dime -dijo Lestrade extendiendo una mano hacia ella, para tomar el archivo que traía en la mano.
-Hay algunas irregularidades en la cuenta de Dean Jones. Recibía dos pagos mensuales distintos de William Clayworth. Uno normal, correspondiente al salario con todas las deducciones por ley. Pero tenía otro, sin más descripción en cada depósito que el nombre “Anne”. Además, recibe de una cuenta desconocida una fuerte cantidad de dinero mensual, pero la gasta toda en el alquiler de un inmueble céntrico que se encuentra en un segundo piso, sobre un consultorio de salud dental. Pero no hay registro de que Jones siquiera se acercara a esa zona de la ciudad. Mucho menos que viviera allí.
Lestrade frunció el ceño.
-¿No sabemos nada de esa cuenta desconocida? -preguntó mientras revisaba los papeles.
-Tal vez le pagaban para dar información sobre Clayworth -propuso Sally.
John arquéo una ceja.
-Por una cantidad mensual sabríamos más sobre Clayworth. No se sabe casi nada de él.
Donovan lo miró con desdén, pero Lestrade frunció el ceño.
-Tal vez le pagaban por su silencio. ¿Alguna idea de quién es Anne?
La mujer sonrió con orgullo.
-Sí. Creo que debe ser Anne Jones, la hermana menor de Dean Jones.
-La que está enferma -recordó John-. Se suponía que el día del asesinato, Dean Jones llevaba a su hermana al hospital.
-¿Dinero para su hermana? -preguntó Donovan arqueando una ceja.
Lestrade ladeó la cabeza.
-Podría explicar por qué le era tan devoto como dicen -dijo mientras continuaba viendo los papeles sobre la cuenta desconocida y el apartamento que alquilaba Dean Jones pero no utilizaba-. Se lo preguntaré. Veamos si conseguimos una orden para ver qué hay en ese apartamento.
La idea de la orden no había pasado por su cabeza. Resopló con resignación. Extrañaba la manera tan libre con que solía investigar junto a Sherlock. Ellos no tenían ese tipo de reglas.
Negó al tiempo que volvía a concentrarse en los expedientes.
Sherlock y él ya no tenían nada.
***
El chico podía estar nervioso, pero lo que resultaba evidente era que tenía una resaca de antología. Lestrade lo miró con atención. ¿Ahogaba una pena o una culpa? Seguramente que para Sherlock hubiera resultado transparente, pero para él era imposible distinguir nada en ese rostro más allá del dolor de cabeza que debía estar sintiendo.
El doctor Watson, por su parte, estaba ansioso. Lestrade no terminaba de creerse que tuviera una relación tan estrecha con el tal Phil Harmon como para seguir preocupado por él. Tenía la clara sensación de que estaba allí por Sherlock, aunque no lograba precisar porqué.
-William Clayworth le depositaba todos los meses una fuerte cantidad de dinero a nombre de “Anne”. ¿Le importaría explicarnos eso?
Dean lo miró con los ojos entrecerrados, con aire ofendido.
-Eso era entre él y nosotros. Me hizo prometer que nunca hablaría de ello.
-Estoy seguro de que no pensó que la policía te interrogaría al respecto por estar investigando su asesinato -señaló John con un tono empático que le daba un aire cálido a la frase.
El chico lo miró un momento y luego negó.
-No tiene nada que ver con su muerte. Lo juro.
-No jures y explícanos las cosas -replicó Lestrade-. ¿Se refiere a Anne, tu hermana? ¿Por qué te daba Clayworth dinero para ella? No se ve bien.
Dejó caer la insinuación de manera muy vaga y difusa. Sin embargo, el chico pareció captarla porque lo miró horrorizado.
-¡Anne está enferma! -declaró con la actitud que Lestrade conocía como odiarse a sí mismo por ceder-. Tiene una enfermedad rara, el tratamiento es muy caro y cuando Will se enteró quiso ayudarnos. Pero no quería que nadie supiera. No era publicidad.
Lo último lo dijo en voz más baja, como si no quisiera quedarse sin decirlo pero sabía que no le iban a hacer caso.
Sin embargo, Lestrade le creía que no era publicidad. No la habría perdido tan fácilmente. Tenía que tratarse de algo más.
-¿Nunca te pidió nada a cambio? -preguntó arqueando una ceja.
Dean Jones se ofuscó. Tuvo que respirar profundo y tomar un poco del vaso de agua que habían dejado ante él.
-Will era una buena persona. Nunca nos pidió nada a cambio más que hiciera mi trabajo.
-Tu trabajo -repitió Lestrade.
John pareció captarlo al vuelo. No le extrañaba que a Sherlock le gustara trabajar con él. El inspector era bastante claro. En aquella relación laboral tenía la impresión de que en ese caso el detective consultor era quien no había sido sencillo de entender.
-¿Qué cosas incluía tu trabajo, Dean? -Preguntó el doctor con amabilidad-. ¿Qué hacías para William?
El chico se atropelló explicando una serie de tareas minuciosas, tediosas y poco importantes. Nada de lo que les interesaba.
-¿Y qué hay de la discreción? Habría dicho que era parte de tu contrato de trabajo -señaló Lestrade cuando terminó la variada descripción de sus funciones.
-Soy una persona discreta -replicó Dean desviando la mirada.
Se acercó a él y puso sobre la mesa las fotos del camerino de William Clayworth tras el asesinato. El chico desvió la mirada.
-¿En serio? ¿Tal vez por eso le dijiste a la policía que no faltaba nada en la habitación sin siquiera dar un vistazo?
Notó la tensión que emanaba del cuerpo de John al llegar a ese punto. Dean Jones contempló las fotos unos momentos antes de responder.
-Will era muy ordenado. Si hubiera faltado algo, lo habría sabido de inmediato.
-En serio -replicó John con incredulidad-. ¿Incluso el interior de las gavetas?
La mirada de Dean se desvió de nuevo hacia las fotos. En especial hacia el acercamiento de las gavetas con cerradura.
-Tal vez no querías que encontráramos en ellas pistas sobre lo sucedido -sugirió, inclinándose sobre la mesa hacia él-. O cosas que nos hicieran entender qué hacías realmente para Clayworth. Tal vez alguna prueba de para qué te estaban pagando desde una cuenta fantasma. ¿Para qué te compraron, Jones? ¿Qué aceptaste hacerle al hombre que ayudaba a tu hermana?
-¡NADA! -la réplica de Dean fue un grito contundente que le hizo cerrar los ojos después con expresión de malestar. La resaca debía estarlo matando-. Nunca le hubiera hecho daño a Will. Nunca.
Notó que John se removía incómodo, miraba las fotos de nuevo y un destello de comprensión aparecía en su rostro.
-¿Entonces nos mintió para protegerlo? ¿No quería que encontráramos cosas sobre él en esas gavetas?
-¿Qué habríamos encontrado? -preguntó Lestrade sin darle tiempo de respirar y procesar las palabras del doctor hasta encontrar manera de tranquilizarse a sí misma-. ¿Qué era tan terrible para que William Clayworth no quisiera que nadie lo sospechara siquiera?
-No puedo -murmuró Dean, como si hablara consigo mismo.
-William está muerto -dijo John con voz grave. Lestrade lo contempló preocupado, no sonaba bien. Parecía costarle lo que estaba diciendo-. Aunque lo extrañes, aunque lo quisieras… Ya no puedes hacerle daño diciendo la verdad, pero su asesino podría salir libre. Con eso sí que no podrías vivir.
Notó como el doctor tragaba grueso y se empeñaba por guardar la compostura. Lestrade tuvo que hacer otro tanto, seguro de que John no hablaba de la situación de Clayworth y Jones.
-No puedo decir nada -insistió Dean, aunque sus ojos empezaban a notarse enrojecidos. Estaba cerca de quebrarse.
-¿Por el recuerdo de Clayworth? -preguntó él con indiferencia.
Sin embargo, la expresión de Jones cambió por completo, como si hubiera dado en el blanco. Miró al doctor y botó que había captado lo mismo que él: estaba protegiendo a alguien más.
¿Al asesino o a alguien más?
***
Con las declaraciones de Jones y gracias al alto perfil del caso, no tuvieron más problema para conseguir la orden para el segundo piso. John no preguntó si estaba invitado a ir y se limitó a seguir a Lestrade, quien le miró de reojo cuando le abrió la puerta del auto. Después de todo, tenía un brazo inutilizado. Subieron al auto y si Donovan tenía una opinión sobre su presencia con ellos, se la reservó para después.
El edificio estaba ubicado en una zona céntrica y primariamente comercial. Un gran anuncio de clínica dental identificaba al inmueble, el cual tenía dos pisos pero no tenía acceso desde la calle principal al segundo. Había dos opciones: entrar desde unas escaleras internas en el recibidor del consultorio o bien entrar por las escaleras de atrás. La recepcionista del consultorio les comunicó que un hombre solía acudir unas dos o tres veces por semana y subir por las escaleras internas, pero esa semana no le habían visto.
Cuando ellos subieron, encontraron un apartamento perfectamente amueblado pero vacío.
-No parece que alguien viva aquí -señaló Donovan mirando a su alrededor.
John empezó a moverse por el lugar tras ponerse los guantes de látex que Lestrade le tendió. El lugar estaba increíblemente ordenado y limpio. Había una cocinita pequeña, una mesa redonda, una habitación y un baño. La habitación tenía una cama matrimonial y el baño tenía una bañera doble.
Lestrade abrió la gaveta de la mesita de noche y sacó una caja medio vacía de condones.
-¿Jones tiene una amante y vienen aquí? -preguntó con tono de duda en la voz.
La recepcionista no había reconocido a Dean en las fotos que le habían enseñado. Había dicho que nunca había podido ver bien el rostro del hombre del segundo piso, pero le parecía que era más alto.
Donovan abrió las puertas del armario y empezó a sacar ropa.
-Esto es un poco grande para Jones -declaró frunciendo el ceño.
John, por su parte, encontró que la gaveta superior del mueble de la ropa tenía llave. Cuando la abrieron, encontraron unos papeles adentro que reconoció de inmediato.
-Son reportes de exámenes de laboratorio y recetas para tratamiento -declaró mientras empezaba a leerlos. Lo primero que llamó su atención fue el nombre de los medicamentos y las pruebas: antirretrovirales y pruebas de carga viral. Fue entonces cuando miró a nombre de quien estaban los papeles-: son de Clayworth.
-Tal vez Carter tiene razón, Jones y él eran amantes -sugirió Lestrade. Luego señaló la caja de condones-. Si son de Clayworth, es un hecho que alguien lo quería demasiado.
John sabía que una persona con VIH podía llevar una vida sexual activa si tomaba todas las precauciones necesarias para no transmitir la infección a la otra persona, pero ciertamente no le extrañaba que las personas lo vieran como un riesgo que asumía su pareja.
En el caso de que supiera que el otro tenía el virus.
-Si el otro no sabía que podía ser infectado pudo tomárselo muy mal al enterarse -sugirió Donovan. John odió que fuera ella quien hiciera eco a sus pensamientos.
-Clayworth podría ser el dueño de la cuenta fantasma. Pasarle dinero así para que costeara este lugar sin que su nombre se viera envuelto en ello -continuó Lestrade.
Sin embargo, algo le sonaba mal a John. Demasiadas suposiciones. Cuando Sherlock daba una teoría, solía tener observaciones en las cuales basarse.
-También pudo pasarle el dinero para que lo pagara para estar con alguien más -señaló. Ninguno de los inspectores pareció muy convencido con la idea, pero siguieron revisando el lugar.
-Hay dos cepillos de dientes en el baño -declaró John tras abrir la puerta-. Con eso podríamos confirmarlo, ¿no creen?
-Las huellas son más rápidas -declaró Lestrade-. Que venga la unidad de investigación de escenas: necesitamos saber qué pasaba aquí.
John miró la caja de condones y pensó que lo que necesitaban saber era quiénes, no qué.
***
Esperar en la oscuridad a las personas era parte de lo que John solía calificar como teatral. Él lo seguía considerando útil, daba un golpe de efecto imperdible. Aunque esperar solo no era lo mismo que hacerlo con John.
Si bien trabajar solo tenía sus ventajas, la ausencia de John le daba una perspectiva diferente a todo.
Cuando la puerta se abrió, reconoció la silueta de Mara Knight contra la luz del sol en la calle. La mujer entró a paso rápido hasta su escritorio, donde encendió la luz de su oscura oficina tal y, como Sherlock había deducido que haría. El desgaste en el apagador de la lámpara evidenciaba el uso constante.
-Scotland Yard necesita tu informe sobre William Clayworth -dijo en voz grave.
Sintió como Mara se tensaba. Había calculado todas sus posibles reacciones y armas a mano, pero sabía que intentaría no causar problemas dentro de su propio despacho. No querría a la policía husmeando entre sus archivos. Se giró de golpe para encararlo.
-Es privado -replicó con la voz controlada, la voz distorsionada de furia.
Sherlock sonrió. Confiaba en su disfraz por completo. Mara nunca había sido una persona observadora y el hecho de estar muerto lo descalificaba como una opción si intentaba identificarlo. El cabello de otro color, la fingida curvatura de la espalda, la falsa cicatriz y el relleno en sus mejillas hacían el resto.
-Ya no. Hace unos minutos lo enviaste a la inspectora Donovan, una de las personas que está trabajando el caso. Ella estará muy agradecida y vendrá a hacerte una visita. Sé buena.
Pudo notar cómo la mujer se hacía con el gas pimienta que llevaba en el bolsillo, pero interceptó su mano antes de que lo atacara.
-¿Y qué si no colaboro? Puede decirle que violó mis archivos, es un delito.
-Puede hacerlo -concedió Sherlock-. Pero en ese caso me pondré en contacto con varios de sus clientes para explicarles por qué están erradas las conclusiones que usted les entregó sobre las investigaciones que le encargaron.
Luego, con una sonrisa torcida, empezó a numerarle varios ejemplos. Cuando Mara palideció lo suficiente, se dijo que tenía aquella pequeña batalla ganada.
-Eres un demonio -masculló la mujer.
Prefería que pensara eso a que dijera que era un fantasma.
***
Al regresar a Scotland Yard se encontraron con que Dean Jones ahora tenía un abogado. Carl Hewitt-Brown se había presentado exigiendo hablar con su cliente, aunque nadie tenía muy claro cómo se había enterado considerando que Jones no había hecho ninguna llamada. Además, el asistente no podía tener dinero para costear un abogado de su calibre.
-El señor Clayworth lo dejó todo bien establecido -declaró el abogado cuando Lestrade lo cuestionó al respecto-. Los hermanos Jones debían quedar cubiertos: el tratamiento de la chica económicamente y legalmente por mis servicios. Aunque no pensaba morir de esta manera repentina, estaba tomando todas las precauciones del caso por si su enfermedad avanzaba demasiado rápido. Le preocupaba que Dean pudiera tener algún problema por alguno de los favores que había hecho para él.
-Los problemas de Dean son porque no quiere decirnos nada -le señaló el inspector.
El abogado pidió tiempo para hablar con su cliente.
Lestrade mientras tanto convenció a John de que no podía entrar a la sala de interrogatorio con el abogado, pero lo dejaría observar desde el otro lado del vidrio en la cámara de interrogatorios.
Cuando se reunió en ella con Dean Jones y el abogado Hewitt-Brown notó que habían discutido. Esperaba que el abogado y el sentido común hubieran ganado.
-Te voy a explicar la situación, chico -dijo en tono controlado y serio-. Encontramos el apartamento. Sabemos que la cantidad de dinero que te entra de la cuenta fantasma es la mismo que gastas en costear el alquiler a tu nombre. Encontramos papeles de William Clayworth en una de los muebles. Me resisto a creer que estás negociando con sus papeles, en especial porque una noticia así habría estallado de inmediato… En poco, por medio de las huellas digitales, comprobaremos que Clayworth solía acudir a ese apartamento.
Se detuvo para dejar que las palabras se asentaran en el pensamiento del chico. Miró de reojo al abogado, quien tenía un aspecto serio y preocupado.
-En breve tendremos los resultados de las huellas digitales. Las tuyas están en la caja de condones y las de Clayworth también. ¿Es eso lo que te impide hablar? ¿No quieres admitir que eran amantes?
Hewitt y Jones intercambiaron una mirada que no supo interpretar. El abogado parecía enojado y el chico esperanzado.
-¡Sí, es eso! -declaró el chico demasiado deprisa.
-Dean. A William no le gustaría esto.
El chico torció el gesto.
-Aún puedo hacer esto por él. No querría lo otro tampoco.
-No puedo dejarte cometer perjurio -insistió el abogado.
Lestrade arqueó una ceja.
-Es cierto: no puede. Esto no quedará aquí. Si lo que sucedía en ese apartamento tiene relación con su muerte iremos hasta el juicio.
Hewitt-Brown se inclinó hacia su cliente.
-Piensa en Anne. Eso te habría dicho William.
Aquello era una novedad: contar con la ayuda del abogado defensor no era frecuente. Al parecer, el hombre sabía exactamente lo que tenía que decir. El chico se quebró al escucharlo. Agachó la cara y Lestrade pudo ver una lágrima en su mejilla.
-Si no tiene nada que ver con su muerte, ¿no dirán nada? -preguntó con cierta inseguridad.
Ese tono que presagiaba que estaba pronto a hablar.
-No, no lo haremos. Pero tenemos que estar seguros primero.
Dean desvió la mirada. Prácticamente pudo verlo retroceder en sus intenciones. Probablemente él también quería estar seguro.
-No éramos amantes -dijo en voz grave, afectada-. Sólo lo ayudaba. No quería que pudieran llegar hasta el apartamento siguiendo su nombre y sus cuentas. El lugar era suyo, yo no iba allí.
Lestrade arqueó una ceja, incrédulo.
-Tus huellas estaban en la caja de condones.
-Sí. Compraba los condones por ellos -declaró cerrando los ojos, como si le resultara terrible escucharse decirle esas cosas-. Will era una cara conocida, no quería preguntas o paparazzi tras él cuando iba a la farmacia. Yo me encargaba de esas cosas.
Aquello tenía sentido, en cierta forma.
-Entonces, Clayworth tenía un amante-señaló Lestrade-. Necesitamos saber quién es.
Dean negó y se tapó la cara con las manos.
-Prometí que no diría nada.
Lanzó una mirada al abogado, quien suspiró resignado.
Aquello era ilógico. Al parecer a quien el chico protegía era al amante de su empleador muerto. Habría expresado al abogado y al chico lo que pensaba de su actitud de no ser por el toque enérgico con el que llamaron a la puerta de la sala de interrogatorios. Cuando se acercó y abrió, se encontró con Donovan.
-Habían huellas de otra persona -declaró, entregándole una hoja.
Cuando Lestrade la leyó arqueó ambas cejas y se giró con total sorpresa hacia el detenido.
-¿James McKinnon? -preguntó con incredulidad.
Notó que el chico se estremecía y Hewitt suspiraba.
Aquel era un giro que no había esperado.
***
James McKinnon y William Clayworth eran amantes. John no había terminado de procesar la información cuando el interrogatorio había continuado. El chico tenía más de un año de sostener la fachada del apartamento, aunque hacía menos tiempo que sabía la identidad del amante de su jefe. Estaba seguro de que nadie más en el canal lo sabía, eran increíblemente prudentes. De hecho, aparte de Dean nadie más que el abogado Hewitt-Brown lo sabía. Ni Penny y Phil tenían idea al respecto. John Weisz, el asistente de James, tampoco tenía idea.
Sin embargo, había titubeado ante la pregunta de si alguien más podía saberlo.
-No lo sé -había admitido finalmente. Parecía realmente alicaído-. Tal vez alguien más lo sabe. Hubo una mujer haciéndome preguntas hace una semana, una periodista, creo. No le dije nada, pero… sonaba como si supiera cosas. No quise alertar a Will, no había estado bien de salud esa semana. Pero tampoco logré averiguar quién era la mujer.
Era un dato curioso, aunque no pudieran hacer mucho con respecto a él. ¿Cuántas periodistas podían tener interés en William Clayworth?
Después de decidir que no podrían conseguir más información de él al respecto, le pidieron que hiciera una lista de lo que faltaban en el camerino, sobre lo que había mentido en la escena del crimen.
La lista estaba llena de cosas que podían relacionar a William con James.
Después del interrogatorio, Lestrade llamó a John su oficina. Donovan lo miró de reojo pero no dijo nada sobre su presencia. Ya había estado a su lado en el otro lado del vidrio oscuro y sólo le había dejado caer un comentario sobre lo contagioso de las aficiones extrañas.
-Esto puede cambiar las cosas -declaró el inspector con gravedad-. ¿Qué tal si no era tan secreto como Jones piensa? Alguien en el canal pudo enterarse. Incluida la esposa del propio McKinnon.
John hizo memoria. Elizabeth McKinnon parecía una mujer fuerte y centrada. ¿Estaba sugiriendo Lestrade que podría haber matado al amante de su marido? Tal vez era mucho suponer.
Donovan parecía tener otra teoría.
-Tampoco deberíamos despertar al propio McKinnon. ¿Y si tenían problemas? Clayworth podría amenazar con exponerlo. Además, por más amantes que fueran, no podía sentarle bien que el otro se dejara toda la fama. O tal vez se enteró sobre la infección y no le hizo nada de gracia…
-No creo que no lo supiera -dijo John de inmediato.
La mujer lo miró con escepticismo.
-¿Crees que se habría acostado con él sabiéndolo?
Sí. Por supuesto que lo creía. Tal vez se debía a que sabía que utilizando la protección adecuada una persona con VIH podía tener una vida sexual activa con seguridad para su pareja.
O tal vez sólo estaba convencido de que si se amaba a alguien, se estaba dispuesto a correr riesgos por estar con él. Incluso sin garantías. En este caso, sabían cómo cuidarse y la caja de condones en el apartamento le hacía pensar que lo hacían.
Sin embargo, no llegó a decir nada de eso. Lestrade se le adelantó.
-No tenemos pruebas para ninguno de esos casos.
-Tal vez sí -propuso Donovan, sonriendo con una satisfacción insufrible-. Revisé la coartada de McKinnon. El chofer confirma la ruta, pero también asegura que dejó al actor antes de llegar a su destino porque quería tomarse un tiempo solo. Al parecer, es común que lo haga y al hombre no le extrañó.
-¿Lo dejó cerca del estudio? -preguntó John con interés, a su pesar.
-Da igual -dijo Lestrade tomando su saco-. Nos mintió. Es suficiente para interrogarlo de nuevo.
***
James McKinnon no reaccionó como John hubiera esperado. De hecho, la primera emoción que cruzó su rostro fue un alivio profundo. Luego, una tristeza real inundó sus facciones. Pronto había lágrimas en sus ojos. Bajó la cabeza cerrando los párpados.
-Al fin -susurró con voz cortada antes de inspirar profundo y levantar el rostro hacia ellos-. Sí, éramos amantes.
Parecía profundamente complacido de decirlo en voz alta.
Incluso se permitió sonreír un momento de manera débil y vacilante.
-Nos mintió cuando lo interrogamos -señaló Lestrade de nuevo.
No parecía cómodo con cuestionar al hombre en la oficina su propia casa, pero al actor no pareció importarle. Asintió de inmediato.
-Le había prometido a Will que si moría antes de que fuera pública nuestra relación, no diría nada. Él no quería que nadie supiera lo nuestro. Temía que fuera negativo para mí, por mi carrera y mi familia.
El despacho era lujoso, cómodo y acogedor, aunque John sospechaba que no solía ser utilizado. Sherlock lo hubiera sabido a ciencia cierta por el grosor de lo que a él le parecía una fina capa de polvo o algo por el estilo, pero él se limitaba a observar que todo estaba demasiado ordenado para ser utilizado con frecuencia.
-¿Pensaban hacerlo público si él mejoraba? -preguntó John frunciendo el ceño.
McKinnon negó de inmediato. Tenía un trago de licor en la mano. Les había ofrecido uno al llegar, pero ambos habían declinado. John tenía la impresión de que Lestrade hubiera preferido que él tampoco bebiera, pero no estaba arrestado y estaba en su propia casa, no se lo podía impedir.
-Amaba a Will -declaró con seguridad. Incluso levantó un poco más la barbilla, como si quisiera demostrar que estaba orgulloso de lo que decía-. Pero había complicaciones. Carter nunca lo hubiera aceptado y mi esposa tampoco. Con suerte, se habrían limitado a echar a Will de la serie, pero yo no quería correr ese riesgo: esta era su oportunidad de hacerse un gran nombre en el medio.
El recuerdo de la actitud de Harold J. Carter ante la homosexualidad le hizo pensar a John que el actor no estaba tan perdido al respecto.
-Además -continuó McKinnon-, Will decía que esperáramos a que mi hija estuviera más grande y pudiera lidiar mejor con todo.
John intercambió una mirada con Lestrade. Se aclaró la garganta.
-¿Cuánto tiempo tenían Will y usted juntos?
James McKinnon sonrió antes de sorber un trago pequeño. Sus ojos seguían acuosos pero el recuerdo parecía ser grato.
-Casi los tres años. Era imposible trabajar con Will y mantenerse indiferente. Ninguno lo planeó, sólo nos reuníamos a preparar nuestras escenas. Eran sólo nueve capítulos en un inicio… sólo trabajo. Pero…
Se calló y su mirada se perdió en un punto en el vacío detrás de John. Parecía estar viendo de nuevo todo lo que había vivido con Clayworth. Como si pudiera retroceder en el tiempo con la memoria.
-La química era real -dijo tras unos momentos que tanto Lestrade como él respetaron-. Lo que gente percibía… Al parecer ninguno era lo suficientemente bueno actuando para disimularlo. Elizabeth estaba encantada de poder utilizar nuestra supuesta relación como publicidad. Nosotros disfrutábamos fingir porque… no fingíamos. No lo que ellos creían al menos.
Suspiró y dio otro trago al vaso que mecía entre sus dedos mientras se dejaba vagar entre sus recuerdos.
John notó, por la tensión en el rostro de Lestrade, que iba a hacer una pregunta importante.
-¿Sabía que William estaba enfermo?
El actor asintió de inmediato, mientras su rostro se ensombrecía.
-Al inicio me rechazó por lo mismo. Insistía en que era demasiado peligroso que estuviéramos juntos -declaró con calma. John tenía la sensación de que encontraba liberador responder a esas preguntas, lo que no resultaba muy propio de un asesino. A menos que fuera psicópata. McKinnon sonrió de repente-. Me costó un poco de trabajo convencerlo…
Parecía extasiado en un recuerdo particularmente bueno.
Lestrade volvió a limpiarse la garganta, como había hecho John, para llamar su atención.
-Según el forense, estaba grave.
El actor asintió, perdiendo la sonrisa. Su expresión se tornó profundamente grave.
-Lo era. Intenté convencerlo de que no renovara su contrato. Me daba igual que cancelaran la serie si Matt Lovell dejaba de salir: Will necesitaba tratamiento urgentemente.
-¿No le importaba si cancelaban la serie? -repitió John.
McKinnon no dudó en reafirmarlo. De hecho, parecía ligeramente ofendido de tener que hacerlo.
-Will era más importante -declaró con seguridad. Luego, como si entendiera de repente que ellos no sabían de qué les hablaba, los miró a ambos con la expresión de quien pretende ser comprendido-. Estaba muy solo. Aparte de su agente, su abogado y su asistente, casi no tenía personas constantes en su vida y ninguna que se hiciera cargo de él sin que le pagara para ello. Si hubiera dejado la serie y hubiera aceptado lo mal que estaba, tal vez habría logrado que aceptara que me necesitaba. Podría haber dicho toda la verdad e irme con él a cuidarle.
Por un momento, John se preguntó qué diría Elizabeth McKinnon en caso de escucharlo. No sabía si sentirse impresionado por la intensidad de sus palabras o por la indiferencia con la que hablaba de dejar a su esposa y su hija. ¿Era egoísmo querer dejar todo botado, incluida esposa, hija y el trabajo que era el sustento de todos ellos, por amar a alguien así?
John se removió con incomodidad al plantearse la pregunta. Reconocía algo en la voz de McKinnon que no le dejaba dudar amor que profesaba tenerle a Clayworth. Ahora, al contrario de en el interrogatorio, no tenía la sensación de estar escuchando respuestas ensayadas.
-¿Su esposa lo sabía? -preguntó Lestrade continuando con la línea de cuestionamientos que tenían que hacerle.
El actor negó, con aspecto pensativo.
-No. Tampoco estoy seguro de que le importara demasiado. La propaganda que conseguíamos cuando fingíamos ante las cámaras que teníamos algo que ocultar la entusiasmaba. En cada mirada que Will y yo intercambiábamos, Elizabeth veía libras.
Había un resentimiento claro en su voz.
-¿Pero habría sido malo que el público se supiera la verdad? -recopiló John, ligeramente confundido.
McKinnon asintió mientras deformaba su rostro con una muesca de asco.
-¿Quién quiere contratar un actor de acción conocido por tener una relación homosexual? Nadie quiere ver a un gay pegando patadas y haciendo explotar bombas en la gran pantalla. No es algo para el gran público. Ése no es el héroe que quieren.
-¿Dónde estaba el martes en la tarde? -continuó Lestrade cambiando de tema, ignorando la mirada retadora de McKinnon, como si quisiera conocer su posición al respecto-. Sabemos que no regresó con su chofer después de la sesión.
El actor suspiró.
-Estaba en el apartamento que Will y yo compartimos. Tiene una entrada que permite el acceso a la escalera de incendios desde el callejón posterior. Habíamos quedado de vernos. Lo esperé por dos horas y no apareció: en su lugar recibí una llamada del canal notificándome del asesinato.
Suspiró profundamente.
-Nadie puede comprobarlo -se adelantó a decir, robando la siguiente pregunta de los labios de Lestrade-. Queríamos estar solos, pero nunca podíamos. Fingimos contratar un mismo profesor de actuación que en realidad era una fachada para tener un lugar donde reunirnos y luego Will consiguió otro apartamento más para ambos, ahí cerca, en el piso superior de una clínica dentista. Ese día salí temprano de la sesión de fotos y Elizabeth me había dicho que tenía planes, así que le escribí a Will al teléfono desechable que usábamos. Le dije que lo esperaría en casa por si podía llegar. Pero no llegó.
En ese punto, los ojos claros del fornido actor volvieron a llenarse de lágrimas.
***
-¿Qué opinas? -preguntó Lestrade tras salir de la casa de los McKinnon. El actor les había agradecido su interés y se había excusado porque tenía que marchar hacia el canal: ese día era el acto oficial en memoria de Will y tenía que ir lo más presentable posible.
Elizabeth no estaba en casa. Tenían que interrogarla también, averiguar si sabía lo de su marido, pero para ello deberían verla en los estudios del canal. Al menos si querían hacerlo ese día. Con todo el revuelo de la ceremonia en honor a Clayworth tal vez lo hicieran hasta la mañana siguiente a primera hora.
John lanzó una mirada hacia la casa. Rumbo a la salida había podido ver a James alzando a su niña pequeña, no tendría más de 6 años. Jugaba con un perrito pequeño, que no le extrañaría que fuera el de William Clayworth. Había visto fotos del actor con su mascota en algunas de las memorias que se habían publicado sobre él.
-No creo que lo matara -dijo con sinceridad.
Lestrade arqueó una ceja.
-Suenas seguro. ¿Por qué?
Se encogió de hombros. Sherlock no habría aceptado una apreciación como esa probablemente.
-Creo que en verdad lo amaba.
El inspector parecía indeciso al respecto.
-Pudieron suceder muchas cosas, incluso si lo quería. Pudo ser un ataque de celos. O un caso de eutanasia incluso.
John arqueó una ceja. ¿Eutanasia con una sobredosis en el camerino del canal? Tenía que haber mejores maneras de planificar algo así.
Sin embargo, no tuvo opción de replicar. El teléfono de Lestrade sonó en ese momento.
-¡Tenemos algo! -logró escuchar cuando el inspector respondió. Donovan hablaba tan fuerte que casi era innecesario que el inspector pusiera la llamada en altavoz-. ¿Recuerda a la mujer que mencionó Jones que investigaba a Clayworth? La encontré. Alguien más sabía sobre el romance con McKinnon.
***
El ambiente en el lugar era extraño. Había cientos de personas con los ojos llorosos pero radiantes de emoción a la vez. Sherlock no quería desentonar, así que compró dos camisetas a uno de los vendedores oportunistas de la ocasión. Molly no iba a quejarse. De hecho, le había costado mantener la compostura cuando le había entregado una camiseta de Matt Lovell. También le había costado no reírse al verlo ponerse una camiseta con el poster oficial de la última temporada. Entre el atuendo y ese cabello de tono rojizo, era imposible reconocerlo a simple vista.
-¿Tienes el programa? -preguntó Sherlock con cierto tono de impaciencia. Por suerte todo el mundo estaba muy concentrado en sus propias emociones como para notar que el detective se encontraba más tenso y menos extasiado que los demás.
-¡Es precioso! -exclamó Molly con entusiasmo. La mirada de reojo que le dedicó Sherlock antes de seguir examinando todo la hizo bajar la cabeza hacia el programa. Realmente era bello. Para el tributo a la memoria de William Clayworth habían impreso aquellos panfletos con fotos suyas que no recordaba de antes-. Primero, la venta de souvernirs y exposición de la serie. Segundo, es el acto donde van a hablar los actores y el equipo de la serie: van a presentar el video en memoria de William. Tercero, el tour por las instalaciones. Aunque puede haber sorpresas en medio de todo.
Nunca había ido a un evento como ese. Sherlock probablemente observaba otras cosas, pero a ella le hubiera gustado tener la posibilidad de ver más cosas a la vez. Los cosplayers de la serie la tenían fascinada. Ya le hubiera gustado a ella vestirse de Kate Lovell. Miró de reojo al detective. Nunca, ni en sus más disparatadas fantasías, había imaginado que iría a un evento de ese tipo con Sherlock Holmes.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que hubiera dado por salir con el detective y que él tuviera confianza de compartir algo con ella, habría disfrutado mucho más el evento si no hubiera ido con él. Era difícil concentrarse en lo emocional de todo lo que sucedía en el escenario sin dejar de pensar en qué estaría observando Sherlock.
Al dirigir una mirada de reojo al hombre a su lado notó que se mantenía impasible y su mirada se dirigía más bien al resto del cast y equipo de producción que se encontraban sentados atrás del micrófono desde el que cada persona se dirigía a la multitud, en el escenario que habían armado para el evento. Le dolió el corazón cuando a James se le quebró la voz al empezar a hablar de por qué Will había sido único como compañero.
También le dolió ver cómo el actor se retiraba del escenario. Nina Roberts, su agente, lo siguió. Molly la reconocía de las fotos de los eventos oficiales. Los vio discutir. Al mirar de reojo a Sherlock, notó que por primera vez ponía atención a lo mismo que ella.
-Es una pena que se vaya -murmuró Molly.
Sherlock arqueó una ceja.
-¿Lamentando la pérdida de fotografías y gifs de James McKinnon sufriendo por Clayworth? -No tuvo que responder, el detective ya se había hecho una idea al respecto-. Su ausencia es más significativa, pero por supuesto van a obviar ese detalle, como todos los significativos.
No hizo más comentarios al respecto y continuó con su impasible evaluación del evento.
Tampoco se sumó a las reacciones generales cuando pasaron videos de detrás de cámaras nunca visto hasta entonces y una escena que ya se había filmado del siguiente capítulo, donde Matt y Hunter tenían que pelear juntos por sus vidas, negándose a abandonar al otro y ponerse a salvo. La gente estaba enloqueciendo, así que había poco peligro de que repararan en el impasible Sherlock.
Cuando inició el tour pasó algo similar. A Molly le hubiera gustado poder concentrarse en la experiencia pero no podía evitar estar pendiente del detective. En especial porque cada vez que seguía su mirada no le encontraba el menor sentido a lo que estaba observando.
De hecho, Sherlock desapareció de su lado durante un rato y ni siquiera le extrañó. Habría sido un alivio si no se hubiera preocupado siempre por él de manera natural. Se dedicó a aprovechar la oportunidad dentro de lo posible. Tomó fotos en la puerta del camerino de cada uno de los actores y consiguió algunos autógrafos.
Aunque la oportunidad de conseguir más terminó cuando la policía hizo su entrada en las instalaciones preguntando por Elizabeth McKinnon y se desató un infierno.
***
Elizabeth McKinnon sabía mantener la cabeza en alto con dignidad. Lestrade había ignorado su pose ofendida mientras el equipo de Scotland Yard registraba su cubículo. Otro equipo hacía lo mismo con su casa. Tras escuchar las averiguaciones de Sally habían esperado la orden y el equipo para presentarse en el estudio a realizar el registro antes del interrogatorio.
En el set se había armado un revuelo increíble. Más valía que aquello resultara bien, porque habían irrumpido al final de la conmemoración en honor a William Clayworth y llegarían a las portadas de todos los periódicos.
Había escuchado como mandaban a llamar por teléfono al abogado de la compañía, al abogado de la mujer y al propio James McKinnon. Sabía que una vez que todos llegaran perdería su oportunidad, así que decidió empezar a hablar con ella desde ese momento.
-Sabemos que tenía una detective privada investigando a Clayworth -señaló cuando la mujer demandó conocer las razones para aquel atropello-. Averiguó varias cosas interesantes.
El aire de impaciencia de Elizabeth McKinnon no escondía su inquietud del todo.
-Queríamos saber las razones por las cuales dudaba de renovar su contrato. Es algo habitual -respondió con sequedad.
-Pero descubrió algunas cosas más -dejó caer Lestrade. Notó como John se acercaba a escuchar la conversación. No podía andar dentro de la oficina durante el registro, pero oficialmente tomaba notas por él.
La mujer desvió la mirada.
-Son cosas privadas -declaró con un intento de desdén que no fue exitoso. Estaba asustada.
-O motivos para un homicidio -señaló Lestrade con gravedad-. Era el amante de su marido. Lo sabía.
La ira destelló en los ojos de Elizabeth.
-Sí. El hombre perfecto, amable, caballeroso, dulce y consentido por todo el país se estaba acostando con mi esposo. Me enteré -respondió con tono golpeado.
El bullicio a su espalda lo hizo girarse. Varios de los empleados del canal se habían quedado afuera del pasillo, los curiosos habituales de siempre cuando se hacían esos procedimientos. A la gente del tour la habían sacado de las instalaciones. Eran las personas que quedaban quienes estaban haciendo el ruido ahora y pudo ver por qué.
James McKinnon acababa de llegar.
-¿Qué sucede? -preguntó en un tono golpeado que difería mucho de su actitud horas antes cuando le habían interrogado. Su físico resultaba imponente al verle enfadado. Sin embargo, Lestrade no estaba seguro de que fuera con él con quien estuviera enojado-. ¿Por qué investigan a mi esposa?
-¡Es tu culpa! -Le reprochó la mujer con despecho-. Si no te hubieras metido en su cama…
-Nunca creí que te molestara demasiado -replicó con furia y resentimiento. No parecía sorprendido-. Pensé que celebrabas lo bien que nos salía el papel.
Lestrade los miró alternativamente. Empezaba a sospechar que el actor le había mentido de nuevo. Sabía que su esposa estaba al tanto de su romance. Aquella no era una discusión donde un secreto como aquel acababa de ser revelado.
-¡Eso era antes de saber que nos ponías a Lya y a mí en peligro! Acostándote con un enfermo de esos… ¡¿Cómo te atrevías a tocarnos siquiera después de estar con él?! -La furia era evidente en la voz de Elizabeth, quien parecía haber olvidado que estaba siendo investigada en ese momento-. Si llegaste a enfermarnos haré tu vida un infierno.
Él no era ningún experto, pero estaba seguro de que el VIH no se transmitía por tocar a alguien nada más. La mujer parecía particularmente aterrada además de asqueada. Carraspeó para recobrar la atención del matrimonio.
-¿Se enteró de la enfermedad por el reporte de la investigadora?
Elizabeth lo miró con asco.
-Ahí me enteré de todo. Pero no he matado a nadie.
McKinnon pareció recordar su presencia en ese momento también. Se giró hacia él con seriedad.
-Por eso no le dije nada -señaló en tono de disculpa-. Es la madre de mi hija, no creo que fuera capaz.
-Eso nos toca determinarlo a nosotros -le reprochó Lestrade.
No parecían estar demasiado lejos de hacerlo.
-Tenemos algo -declaró Sally acercándose con una sonrisa satisfecha. Sostenía una caja plateada en la mano. Reconocía la descripción entre los objetos faltantes que había listado Jones.
Además, la mancha oscura en la esquina inferior era sangre. Resultaba inconfundible.
James McKinnon reaccionó antes que él. Un lamento inhumano rasgó sus cuerdas vocales, como un animal herido.
-¡Es de Will! -Gritó con furia. Tomó a su esposa por el brazo, cuyo rostro se había descompuesto de miedo al verse descubierta-. ¡¿Cómo pudiste hacerlo?!
-¡No me toques! -vociferó Elizabeth empujándolo lejos de ella.
Los oficiales en la escena se apresuraron a separarlos, aunque los gritos continuaron. Cuando Lestrade dio la orden de llevarse a la mujer bajo arresto, James le dirigió una mirada enloquecida antes de apoyar la espalda en la pared y con un lamento cargado de rabia, deslizarse hasta sentarse en el suelo, tapándose la cara con las manos.
Lestrade lo contempló con lástima, pero eso no evitó la sensación de triunfo: habían resuelto aquel maldito caso al fin.
***
-No puede ser verdad -declaró una perpleja Molly al ver el video por segunda vez-. ¿James y Will? ¿De verdad?
En un video tomado con un teléfono celular que se había vuelto viral se veía a Elizabeth y James McKinnon en una acalorada discusión momentos antes de que la mujer fuera arrestada por el asesinato de William Clayworth.
-¿Por qué no? -preguntó Sherlock con calma mientras revisaba el periódico desde una Tablet en la sala de la chica -Estabas ahí.
Molly lo miró incrédula.
-Nos sacaron a todos cuando llegó la policía. No sé dónde estabas en ese momento pero no nos dejaron quedarnos.
Sherlock sonrió con suficiencia.
-¿Qué te da a entender el video? -preguntó con tono complaciente. Al parecer estaba de mucho mejor humor que horas antes.
-Pareciera que Elizabeth está diciendo que se acostó con alguien enfermo y tenía miedo de que la contagiara a ella y su hija. ¿De verdad se refiere a…?
La chica se detuvo a media frase, como si temiera decirla. Sherlock asintió.
-William, sí -completó por ella-. No debería sorprenderte tanto. Tienes páginas de páginas de post de Tumblr demostrando su relación.
La mujer lo miró perpleja.
-Una cosa es decirlo, pero que sea verdad…
-Lo es -reafirmó Sherlock-. Lo supuse desde que deduje lo inapropiado que era que un dentista lo examinara tres veces a la semana. Recordarás que te pregunté por su profesor de actuación. Las visitas al dentista disimulaban los encuentros pasionales. Estuve en la clínica, observé las escaleras que llevaban arriba y luego, desde la parte anterior, un acceso a la escalera de incendios. El local del supuesto profesor de actuación, también lleva a ese callejón. Era la cubierta perfecta contra los paparazzi.
Molly no podía creerlo. Lo primero que pensó era que tenía que entrar a Tumblr de inmediato, lo que era bastante inadecuado. Había algo más importante todavía.
-¿Elizabeth lo mató? -preguntó con incredulidad.
Sherlock arqueó una ceja.
-Supongo que la duda expresada en el comentario del video es demasiado lógica como para ser tomada en cuenta.
Por un momento no entendió a lo que se refería, pero después buscó la fuente original del video y leyó la leyenda al pie. Frunció el ceño, aquello tenía sentido.
-Tal vez fue un crimen pasional -dijo con tono inseguro.
La mueca sarcástica en el rostro de Sherlock desechó aquella idea de inmediato.
-Un asesinato con tanta elaboración en encubrimiento e inculpación no puede ser meramente pasional -dijo con firmeza.
Aún conservaba esa facilidad de hacer sentir idiotas a los demás cuando expresaban sus ideas.
De repente, otra duda cruzó la mente de Molly, quien frunció el ceño confusa.
-¿Cómo sabías del comentario del video? ¿Estás de acuerdo con quien lo subió?
La sonrisa de suficiencia que siguió a esa pregunta la dejó perpleja, hasta que Sherlock le pasó su teléfono. En la galería de videos tomados, vio que estaba corriendo el mismo archivo que acababa de ver.
La sospecha le hizo sentir cosquillas en la boca del estómago.
-¿Tú lo tomaste? ¿Sabías que esto iba a pasar? ¿Por eso te perdiste durante el tour? -Sherlock no respondió a ninguna de sus preguntas, pero el silencio era elocuente-. ¿Cómo hiciste para que no te vieran?
-He potenciado esa habilidad estos dos años -declaró.
Si en algún momento Molly había admirado a Sherlock con todo su ser, no podía ser más que la admiración que sentía en ese momento. Sabía que no lo hacía por ella ni mucho menos, pero sentía el caso de Will como algo tan cercano que el hecho de que estuviera tan empeñado en resolverlo la llenaba de una calidez especial.
-Entonces, ¿no fue Elizabeth?
Sherlock negó.
-Todo es bastante obvio si ves las fotos de la escena del crimen.
Sin embargo, si Molly quería una explicación completa, iba a tener que esperar un poco más. De momento, Sherlock tenía que salir de nuevo.
Parte 4