¡Feliz Amigo invisible Intimisky! 4/4

Jan 01, 2014 08:03

Título: Desde las sombras
Nombre de tu persona asignada: intimisky
Personaje/pareja: Sherlock, John, Molly, Lestrade, OCs (en orden alfabético: Harold J. Carter, William Clayworth, Phil Harmon, Carl Hewitt-Brown, Dean Jones, Mara Knight, Elizabeth McKinnon, James McKinnon, Nina Roberts, Penny Smith, Emma Stevens, Gary Weaver, Josh Weisz).
Clasificación y/o Género: Misterio
Resumen: John no ha vuelto a relacionarse con las investigaciones policiales desde la muerte de Sherlock. Sin embargo, cuando un ex compañero militar se pone en contacto con él, el doctor se vuelve a encontrar trabajando en la investigación de un crimen, el asesinato del famoso actor William Clayworth. Sin embargo, John no estará solo. Tendrá ayuda, desde las sombras.
Disclaimer: Los personajes de Sherlock, Watson y Lestrade son creación de sir Arthur Conan Doyle. Las versiones presentadas en esta historia, junto con Molly, pertenecen a la serie de la BBC “Sherlock”, creada por Steven Moffat y Mark Gattis.
Advertencias: referencias fandom por doquier, toca el tema de las enfermedades por transmisión sexual y la discriminación por orientación de género. Los datos médicos pueden no ser totalmente exactos. Hay algunos guiños al canon de los libros y cuentos.
Notas (si las necesitas): ¡Feliz Navidad! Me emocionó la idea de intentar hacer un case!fic y tengo que confesar que la cosa se me fue un poco de las manos. Espero que te guste y te interese el caso porque al final acabé bastante encariñada con todos los OC. No es algo propio de sir ACD pero te dejo una tabla de personajes al inicio que sirva de guía. En el texto sí es probable que encuentres varios guiños intencionales (y otros no tanto) a la obra de sir ACD.


Personajes originales:
-Harold J. Carter: creador y productor de la serie Hunter.
-William Clayworth: actor de la serie Hunter, interpreta a Matthew “Matt” Lovell, quien descubre a Hunter y se convierte en su aliado… o no. Ídolo de masas.
-Phil Harmon: exmilitar, médico y guardaespaldas de William Clayworth.
-Carl Hewitt-Brown: abogado de William Clayworth.
-Dean Jones: asistente de William Clayworth.
-Mara Knight: investigadora privada.
-Elizabeth McKinnon: Esposa de James, productora de la serie.
-James McKinnon: actor estelar de la serie Hunter, cuyo personaje Rob Hunter es un policía encubierto.
-Nina Roberts: agente de James McKinnon.
-Penny Smith: agente de William Clayworth.
-Emma Stevens: actriz de Hunter, interpreta a Kate Lovell, interés amoroso oficial de Rob Hunter.
-Gary Weaver: fotógrafo que seguía a William Clayworth.
-Josh Weisz: asistente de James McKinnon.

***

Los abogados de Elizabeth McKinnon le habían impedido decir media palabra más, pero el arresto se había llevado acabo. Lestrade le había dicho a John que se fuera a casa, y de ser posible, que redactara un informe de lo que había sucedido. Los curiosos de la escena habían tenido sus teléfonos a mano y alguien había subido en línea el video de la discusión entre James y Elizabeth. La red estaba ardiendo con las revelaciones.

Comió algo de camino, lo último que quería era cocinar. Tenía la mente llena de imágenes y recuerdos de la discusión y el arresto. Al fin todos empezaban a hablar con sinceridad de lo que pensaban de la relación de James y Will. El tono ensayado que tanto le había molestado había desaparecido. Aquella relación era el meollo de todo.

Al fin estaba terminado el caso y sólo quedaba cerrar los últimos detalles.

O eso le hubiera gustado pensar. Tenía la sensación de que algo no calzaba del todo, pero se dijo con amargura que cuando un caso no tenía una espectacular resolución final por parte de Sherlock, no funcionaba igual.

Encendió la computadora para hacer su informe, pero primero accedió a Internet. Al abrirse la su blog en la primera pestaña, suspiró. No sería lo mismo hacer eventualmente una entrada sobre ese caso. No había tenido nada impresionante.

Sin embargo, quería decir algo. Abrió el espacio para una entrada nueva y lo meditó un momento.

Antes de que escribiera algo, recibió la notificación de que tenía un mensaje.

Frunció el ceño. Nadie comentaba en su blog ya.

Lo abrió y parpadeó, sorprendido.

“No es un detective. Sea un doctor, y verá la verdad. Todo gira en torno a la jeringa.”

Había sido dejado por una cuenta desconocida hacía unos segundos. John lo miró perplejo. ¿Quién escribía esas palabras? No era uno de sus lectores habituales, y al entrar a su cuenta descubrió que era un usuario nuevo. ¿Se refería al caso de Clayworth? Por supuesto, no había ningún otro. Pero… ¿Por qué? ¿Por qué a él? Además, el caso estaba resuelto ya.

¿O no?

Después de todo, era una resolución hecha por Scotland Yard.

Intentó hablar con Lestrade al respecto por teléfono, pero el hombre desechó la idea de inmediato.

-Está resuelto, es normal que ella lo niegue, pero está clarísimo: hasta había advertido a su esposo de que estaría ocupada y se hizo con una coartada. Es culpable -declaró con absoluto convencimiento-. Alguien debió reconocerte durante la investigación y quiere molestarte.

La seguridad de Lestrade, curiosamente, fue lo que más inquietud le causó. Recordaba perfectamente que según Sherlock, el inspector solía precipitarse a conclusiones equivocadas sin dudarlo siquiera.

Decidió comer algo antes de continuar su trabajo. Al regresar, encontró otro mensaje en el blog.

“¿Qué tan fácil es acertar la vena de alguien que está forcejeando en un ángulo inclinado correcto?”

Su primer impulso fue bloquear al remitente, pero se detuvo de golpe. Era una pregunta interesante. Atender emergencias hacía que se desarrollaran ciertas habilidades, aunque con una persona en movimiento solían ponerse otro tipo de inyecciones, no unas tan precisas. Además, por el uso de la aguja habían deducido que había sido una persona sin experiencia quien había hecho la aplicación.

Entonces…

De repente sintió que le sudaban las manos. No podía ser.

Era como si acabaran de darle una bofetada. Aquello no tenía sentido. ¿O estaba imaginando cosas?

Buscó el archivo forense de nuevo y lo repasó. La teoría del forense era que Clayworth había forcejeado, lo habían inyectado con la sobredosis de droga y la aguja se había quebrado. Después, con una sobredosis en las venas había perdido el equilibrio al alejarse de su atacante y se había golpeado la nuca contra una mesa al caer hacia atrás.

Pero aquel anónimo tenía razón. ¿De qué manera habían logrado inyectarlo si forcejaba? Meter la aguja no era difícil, pero mantenerla dentro lo suficiente como para inyectar toda la sustancia antes de que se quebrara… No, no tenía sentido.

Tal vez si se hubiera golpeado la cabeza antes, habría estado inconsciente. Pero no hubiera forcejado y quebrado la aguja…

A menos que el golpe no fuera lo suficientemente fuerte.

Cuando empezó a analizar las fotos de la autopsia del golpe bajo esa nueva idea se dio cuenta de que algo importante. El forense había dado aquella como una teoría posible, pero lo único claro era el trauma con un objeto con una esquina, un ángulo de 90º. Un trauma en la base de la cabeza, sobre el hueso occipital.

Tal vez había caído contra la mesa primero. Se había quedado medio inconsciente, luego se había despertado, encontrándose con la aguja dentro del brazo. Entonces había forcejado y se había quebrazo la aguja… Pero la dosis en su sangre era muy alta ya para defenderse bien.

¿Cuál era la dosis de nuevo?

Se sumergió en los datos de la escena del crimen y la autopsia. Revisó de nuevo las notas y las fotos. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado cuando despertó su computadora y se encontró con otro mensaje en el blog.

“Una mesa no puede ser lo único con una esquina en una habitación”.

Irritado, estuvo a punto de contestarle que si sabía algo lo dijera de un vez. Sin embargo, frunció el ceño pensativo. Si algún otro objeto en la habitación hubiera causado esa herida, tendría sangre. Lo habrían visto.

La persona que le escribía o sabía demasiado o le estaba tomando el pelo.

Sin embargo, tuvo la sensación de que debía prestar atención a ese dato también. Tal vez estaba imaginando cosas pero tal vez le había dado una información real.

¿Quién le escribía que sabía tanto?

Aún con dudas volvió a revisar todas las fotos de la habitación en busca de un objeto que hubiera podido causar un golpe semejante al reportado en la autopsia.

No había nada que calzara. Estaba buscando de nuevo cuando se quedó dormido sobre el escritorio.

Horas más tarde, cuando se despertó con dolor de cuello y la espalda resentida, se le ocurrió.

Tal vez lo que buscaba ya no estaba allí.

Tenía que ver la lista de objetos faltantes que había hecho Dean Jones.

Sin embargo, antes de hacerlo, se encontró con un nuevo mensaje en el blog. Tenía un link al archivo del video de lo sucedido en el arresto de Elizabeth, con la llegada de James McKinnon y la consecuente discusión. Se había vuelto viral, pero aquel parecía el video original. Las personas en los comentarios condenaban ya a la mujer, pero lo que llamó su atención fue el mensaje de descripción del video.

“Esta mujer clava una aguja en el brazo de un hombre enfermo, pero tiene miedo de que su esposo le pase una infección con solo tocarla.”

La idea hizo que le empezara a dar vueltas la cabeza.

***

John se presentó a primera hora en Scotland Yard. Lestrade lo miró con curiosidad y al escuchar lo que tenía que decirle puso los ojos en blanco.

-Aprecio tu preocupación, pero ya está resuelto -insistió el inspector-. Las pruebas son circunstanciales pero es suficiente. McKinnon probablemente haga un trato cuando se canse de negarlo.

-Hay una teoría alternativa de cómo sucedió -insistió John-. No digo que no sea ella. Aunque sí es curioso que si tanto miedo le tiene al VIH se arriesgue a usar una aguja en alguien infectado.

Lestrade lo miró muy serio. Empezaba a perder la paciencia.

-Sherlock solía llegar a última hora a desarmar mis casos con teorías alternativas, pero tenía pruebas y una lógica inefable para ellas. Déjalo ir, John.

Supo que iba a perder toda su atención en ese momento, por lo que se precipitó a hablar de nuevo.

-Alguien me lo dijo. La misma persona del mensaje de ayer en mi blog. Envió más. Me hizo ver que probablemente estemos viendo mal esto.

Aquello no fue del agrado del inspector.

-¿Alguien más? ¿Quién, si se puede saber? Sherlock está muerto -le recordó de mal modo.

John sintió una punzada en el pecho al escucharlo. También notó que el inspector se arrepentía de sus palabras, pero no podía retractarse. Era cierto. Él mismo se lo había recordado a sí mismo porque, aunque la idea fuera tentadora, evidentemente aquellos mensajes tenían que venir de alguien más.

-No lo sé -replicó John-, pero tiene sentido.

La irritación en el rostro de Lestrade era clara.

-Estoy ocupado ahora. Hablaremos después de esto.

Cuando el inspector se retiró a su oficina, supo que no valía la pena discutir más al respecto. Pero no podía dejar las cosas así.

***

En la casa de los McKinnon todo parecía dispuesto para repeler a curiosos, paparazzi y periodistas. Sin embargo, por alguna razón, cuando dio su nombre le dejaron pasar.

Tal vez lo habían reportado como parte del equipo de Scotland Yard.

James McKinnon lo recibió en la sala principal de la casa. No había rastros de la niña por ningún lado, supuso que alguien más estaría haciéndose cargo de ella. Algo sensato, considerando lo afectado que parecía el actor. No se había hecho la barba, llevaba el cabello desordenado y unas sombras cada vez más oscuras marcaban la parte inferior de sus ojos.

Parecía que había estado bebiendo.

-Will no podía beber -declaró al notar que la mirada de John se detenía en la botella vacía sobre la mesa-. Le decía a todos que se había hecho abstemio, pero el doctor le había recomendado no tomar licor, por la medicación. Yo había dejado de tomar también. Para hacérselo más fácil. Ahora ya no importa.

Era doloroso escucharlo.

John asintió, dándole a entender que estaba bien. Se sentó en el sillón frente al que se encontraba el actor tras dudar un momento. No había sido invitado a hacerlo pero tampoco rechazado.

-No vengo con la policía -declaró en primer lugar. No quería dar lugar a equívocos.

James se encogió de hombros.

-Da igual. Usted me agrada. Will era un fan de Sherlock. Siempre dijo que el día que hicieran la película sobre él, quería actuar en ella.

La idea le resultó dolorosa. ¿Algún día se haría una película inmortalizando las mentiras de Moriarty? ¿Pensarían usar su blog de base? Se sintió asqueado por la idea.

-A cualquiera le habría gustado hacer del Sherlock que conocí -declaró con firmeza.

El hombre sonrió.

-Le creo. Pero a William le hubiera gustado hacer el papel de usted, no el de su amigo.

Arqueó una ceja con incredulidad.

-Decía que admiraba su fe, su amor y su fidelidad a su memoria. La última entrada de su blog era su favorita -declaró. Luego rió sin ninguna alegría-. Una vez, cuando hablamos de esto, me sugirió que yo debería hacer a Sherlock. No soy tan listo como para eso, me temo.

-Ni yo tan atractivo. O tan alto, como Will -declaró John desviando la mirada.

Por alguna razón, James encontró divertido su comentario.

-Supongo que hubiera preferido que no fueran interpretados por dos amantes. Para evitar mal entendidos, al menos.

John suspiró. Eso no le hubiera importado en absoluto.

-Quería hablar con usted sobre su esposa -dijo tras limpiarse la garganta, cambiando de tema con cierta brusquedad que esperaba que no lo ofendiera. No podía hablar de eso-. Ayer parecía muy convencido de que ella no habría hecho algo así.

-Eso quería pensar -respondió el hombre adquiriendo un aire decepcionado y dolido-. Hace años no existe amor entre nosotros, pero éramos un equipo. Supongo que de la misma forma que no pude seguir con las mentiras, ella cambió.

-Matar a alguien no es fácil -declaró John. Lo sabía por experiencia-. No cualquiera lo hace. Usted no la creía capaz.

James suspiró.

-Aún me cuesta creerlo. Estaba enojada, pero creí que preferiría hacer nuestra vida un infierno. Amenazó con eso.

Ese era un punto interesante.

-¿Lo amenazó?

-Sí. Cuando recibió el informe de la detective no lo compartió con los demás en el canal. Vino hacia mí a pedirle que lo negara todo. No me vi capaz de hacerlo. El alivio de que la verdad saliera a la luz… William nunca pudo comprenderlo. Elizabeth me pidió que lo dejara, pero yo me negué. Cuando ella siguió leyendo el informe y supo sobre su enfermedad y los estimulantes, fue el punto de quiebre. Dijo que la había puesto en peligro, a ella y a nuestra hija. Sentenció que pediría el divorcio y haría un escándalo. Claro, cuando le recordé que eso afectaría las entradas de dinero para Lya se calmó un poco. Tocarle el bolsillo siempre fue mágico. Supongo que por eso habló con Nina.

El desaliento en sus palabras era palpable.

-¿Nina Roberts? ¿Sabía del romance? -También les había mentido entonces. No recordaba los detalles exactos de la entrevistas, pero se había ufanado de la manera en que habían utilizado la supuesta relación y lo innecesaria que resultaba para James.

No había dicho que supiera sobre ningún romance real entre su cliente y el muerto.

-Sí -replicó el hombre, ajeno a la reacción de John-. Intentó convencerme de terminarlo también. Nina todo lo que podía ver era que si se hacía pública nuestra relación, mi carrera podía verse afectada. Ninguna entendía que no me importaba.

Nina Roberts. Bajita, elegante y muy segura de sí misma. La recordaba perfectamente, había causado una buena impresión en él. No parecía el tipo de agente que iba a quedarse cruzada de brazos mientras la carrera de su cliente estrella se desvanecía.

-¿Qué hizo después de hablar con usted? -preguntó de la manera más casual que pudo. Por suerte, McKinnon no estaba en condiciones de ponerse demasiado suspicaz-. ¿Es posible que intentara hablar con William?

La idea le causó gracia, aunque su risa no tenía alegría en ella.

-Tal vez. No habría servido de nada. William me había prometido que si pensaba ser egoísta con algo hasta el final, era en seguir conmigo. Además, Nina y él nunca se agradaron. Penny era muy maternal con él, así que no podía entender la relación tan calculada que teníamos Nina y yo.

Tenía la sensación de estar sobre la pista correcta. Un cosquilleo de emoción lo recorrió. Hacía demasiado tiempo que no lo sentía.

-Ella dijo que estaba con su esposa a la hora del asesinato -dijo John con cautela. No quería disparar otro ataque de ira como el que había tenido contra su esposa el día anterior.

Sin embargo, James estaba empezando a adormecerse, probablemente producto del licor.

-Habría sido mala publicidad que sospecharan de mi esposa -replicó encogiéndose de hombros. Luego, una sonrisa sarcástica que resultaba dolorosa se formó en sus labios-. Debe tener alguna estrategia… Penny es buena, pero Nina también, siempre lo ha sido. Es la reina de las estrategias…

John sintió un escalofrío al escucharlo.

***

Acudir a la morgue del St. Bartolomé no era ninguna novedad para Lestrade. Mientras que el caso Clayworth parecía estar prácticamente resuelto, no dejaban de llegar nuevas muertes a su mesa a las cuales atender. Tenía que acudir a evaluar un nuevo caso, pero no le extrañó que Molly estuviera allí para recibirlo ni que el tema de Elizabeth McKinnon saliera a colación.

-Vi el video -declaró la chica con tristeza-. Quién lo hubiera creído. No entiendo cómo pudo hacerlo…

Lestrade se encogió de hombros.

-Los crímenes pasionales tienen eso.

La chica suspiró.

-Pensar que tuvo la cabeza fría como para intentar cubrir todo… ¡Y usar una aguja, con el miedo que parece tenerle al VIH!

Ese detalle. Había visto el comentario de quien había subido el video. Eran ganas de fastidiar y poner trabas a algo clarísimo, igual que John. Aunque en cierta forma tenía su punto.

-Usar una aguja contra alguien con el virus… Tiene su riesgo -aseguró Molly desviando la mirada, parecía a punto de llorar, esperaba que no lo hiciera-. Supongo que lo odiaba lo suficiente.

De acuerdo. Tampoco era el típico escenario de un crimen pasional. Parecía cuidadosamente planificado. Pero tampoco se fiaba de la astucia de una mujer despechada.

-¿Nos podemos centrar en este caso nuevo? -dijo de la manera más educada que pudo. La chica no puso objeción.

Era un caso sencillo, no tendría mayor problema con él. De hecho, al salir de la morgue seguía pensando en las palabras de Molly, las cuales se mezclaban con las de John Watson. ¿Tendrían razón en algo?

Elizabeth McKinnon era alta, pero no parecía estar en capacidad de forcejear físicamente con el difunto Clayworth. Además, si tenía tantísimo miedo al contagio lo de lanzarse contra el hombre con una aguja en la mano era temerario.

Pero no. Desechó la idea con decisión. Ni Molly ni John eran Sherlock Holmes. Tampoco ese remitente extraño que tenía el doctor.

Resopló al pensar en ello de nuevo. No sabía quién le escribía, pero no dejaba de ser cruel. Estaba seguro de que intentaban burlarse de él o algo por el estilo.

Si lo había aceptado a su lado en todo ese caso había sido no sólo por la conciencia intranquila sobre Sherlock. Apreciaba al doctor y aquel nuevo acercamiento parecía un intento de reconectar con todo lo que había dejado tras la muerte del detective consultor. Se había preguntado con frecuencia a lo largo del caso si le hacía un favor o no, pero al verlo tan animado se había convencido que sí.

Ahora, lo exponía a ser burlado como lo había sido por muchos tras la muerte de Sherlock. Había escuchado comentarios particularmente crueles sobre su blog y su relación con el que ahora todos consideraban un fraude.

Por esa misma razón había dado orden de rastrear los mensajes recibidos por el doctor. Localizaría a la persona que intentaba burlarse de él y se haría cargo.

Estaba tan convencido de eso que cuando recibió una llamada del laboratorio, se llevó una sorpresa.

Los mensajes habían sido enviados desde una IP bajo un nombre que no le era desconocido. Antes de decidir qué hacer al respecto, recibió otra llamada. Era el doctor Watson.

-Lestrade, tenemos que hablar sobre Nina Roberts. Sabía del romance.

El inspector torció el gesto.

-Tenemos que interrogarla sobre la coartada -dijo muy a su pesar. Inspiró profundo antes de continuar-. Si puedes venir, iremos a hacerlo a su casa, pero tenemos que hablar antes.

Por supuesto que podía. Al parecer tenía mucho que decir sobre Nina Roberts.

***

Había llamado a Lestrade ya convencido de que Nina Roberts era la asesina. Sin embargo, la idea de que los mensajes que había recibido vinieran de su dirección no tenía mucho sentido.

-Si hubiera sido ella, ¿por qué me escribiría? -le había preguntado al inspector con evidente desconfianza.

Lestrade ladeó al cabeza sin darle mucha importancia.

-A veces los asesinos cuando se creen muy seguros les gusta fanfarronear o burlarse de quienes investigan. De todas maneras no sabemos si es ella, vamos a interrogarla nada más.

El inspector parecía contrariado de tener que evaluar otra posibilidad cuando tenía un caso prácticamente resuelto y en la prensa nacional. Sin embargo, allí estaba, lo que era un gran avance. John creía reconocer en él las señas de saber que era posible estar equivocado. Era lo que más lo fastidiaba de todo.

Nina Roberts vivía en una elegante casa, sola. Era divorciada y no había tenido hijos, vivía dedicada a su carrera. Les abrió la puerta y John no pudo evitar ver sus pies para comprobar que no llevaba tacones: era todavía más pequeña de lo que recordaba. No tenía tan buen aspecto como el día del interrogatorio. De hecho, tenía aspecto de haber vomitado y estar muy cansada.

La mujer los miró perpleja.

-¿Inspector? -preguntó lanzando a Lestrade una mirada llena de dudas. Parecía particularmente cansada-. Creí que me llamarían a sus oficinas. Supongo que esto es sobre la coartada de Elizabeth.

-Sí -replicó el hombre-. ¿Podemos hablar dentro?

John tomó nota mental de que la mujer les estaba dando permiso de entrar cuando se hizo a un lado, lo que les libraba de necesitar una orden para revisar el lugar. Aunque Lestrade se lo había dicho claramente de camino: no podían registrar, sólo observar lo que estaba al alcance de su vista.

-Lo lamento mucho -declaró la mujer mientras les hacía señas de tomar asiento en las blanquísimos sillones que llenaban su sala. El lugar tenía un aspecto casi antiséptico-. Sé que les mentí y es obstrucción de justicia, pero nunca hubiera creído que Elizabeth fuera capaz de algo así…

-Entonces, ¿Por qué mentir? -preguntó Lestrade, mientras John se dedicaba a mirar a su alrededor.

Buscaba desesperadamente algo, pero no sabía qué. Algo que la relacionara con la muerte de Clayworth, preferiblemente.

-Hacía mi trabajo -aseguró la mujer con aplomo-. Elizabeth me llamó: había estado donde un abogado de familia para hablar del divorcio. Después de salir se había sentido tan afectada que se había marchado a caminar un rato, quería estar sola. No podría probarlo y temía que lo del romance saliera a la luz y la hicieran sospechosa.

-Un poco lo que sucede ahora -señaló John, ganándose una sonrisa simpática de parte de la mujer, quien no parecía sentirse alterada ni particularmente culpable por haberles mentido.

-Exacto. La idea de que pudieran considerarla sospechosa del crimen y en especial, que el romance saliera a la luz, eran dos cosas que tenía que evitar de ser posible. No hacen ningún bien a la imagen de James -aseguró con aire de entendida.

-¿Ella le pidió que la cubriera? -preguntó Lestrade sin demostrar alguna empatía con su planteamiento. Tenía que chocarle la falta de reconocimiento de haber infringido la ley.

Nina asintió.

-Me pidió que la ayudara. Como le dije, nunca pensé que hubiera hecho algo malo y accedí porque pensé que era lo mejor para todos.

John sintió la mirada de Lestrade sobre él. No le simpatizaba particularmente Nina Roberts pero no parecía considerarla sospechosa de acuerdo a sus respuestas. Le devolvió la mirada con una clara intención de no dejar las cosas ahí.

-Hay otro asunto -señaló. Distraídamente se rascó el brazo por debajo del borde del yeso-. El doctor Watson ha recibido unos mensajes en su foro que según nuestros análisis provienen de la dirección IP de esta casa.

Aquello la tomó evidentemente por sorpresa. Lo demás parecía haberlo esperado e incluso ensayado, pero eso no lo esperaba. Los miró perpleja.

-No sé de qué me hablan -replicó con sencillez.

Era la primera vez que John la sentía realmente sincera desde que la habían conocido.

Resopló y desvió la mirada de la mujer. Atrás del salón había una puertita que llevaba a un despacho. Allí, en el centro del escritorio, encontró algo que llamó poderosamente su atención.

Un galardón dorado, con dos siluetas andrógenas entrelazadas de pie sobre una base maciza. El mentado premio a la mejor química que James y William habían ganado la temporada anterior.

El mismo que según Dean Jones faltaba en la habitación pero porque había sido enviado a limpieza, no porque debiera estar allí.

De repente notó que Lestrade le hablaba y no se había enterado de lo último que había sido dicho en la habitación.

-…Un técnico puede venir a revisar la red inalámbrica para localizar cualquier brecha -estaba asegurando. Nina Roberts parecía genuinamente preocupada.

Sin embargo, tanto el inspector como la agente notaron su respingo al volver su atención al salón.

-¿Ocurre algo? -preguntó ella con afabilidad.

John vio su oportunidad. El trofeo estaba a simple vista.

-Acabo de ver el trofeo del premio a mejor química -dijo, al tiempo que levantaba la mano para señalarlo. Sonrió nervioso, seguro de que se notaba que mentía-. Nunca vi un premio de cerca.

La mujer le sonrió con una calidez ensayada que podía esconder perfectamente el más frío desdén.

-Así es -replicó con calma, desdeñando su fingido entusiasmo-. James y Will esperaban ganarlo de nuevo este año, pero mientras tanto se turnaban para tenerlo. Dean lo envió el día del homicidio pero lo intercepté. Prefiero dejar que James se haga un poco a la idea de la pérdida antes de tenerlo de nuevo, podría afectarle mucho.

Había bajado la voz con un tono de voz protector.

-¿Puedo verlo? -preguntó John precipitadamente. La mujer arqueó una ceja y tras dudarlo un momento se encogió de hombros y fue por él.

Lestrade lo tomó del brazo y lo miró confundido.

-¿Qué crees que haces? -preguntó sin comprender.

-La base es un cuadrado. Como el golpe en la cabeza -declaró John en un susurro rápido. La incomprensión seguía escrita en el rostro de Lestrade.

Antes de que el inspector pudiera preguntarle algo, la mujer estaba de vuelta. Cuando John tomó la pieza en sus manos la examinó por todo lado, pero en especial la base. Estaba reluciente.

-Huele a cloro -declaró tras acercársela un poco a la nariz. Sherlock hubiera estado orgulloso.

Alejó ese último pensamiento doloroso.

-Estaba en limpieza -replicó Nina sin dar ninguna seña de comprender el entusiasmo que se apoderaba de él viendo el trofeo.

Aunque tal vez sí había un destello de preocupación en sus ojos al captar la mirada intencionada que John le dirigió a Lestrade. Sin embargo, el inspector negó. Seguía sin considerar que tuviera algo.

Temiendo que sus próximas palabras fueran una despedida, John puso el trofeo sobre la mesita en la sala y se levantó.

-¿Podría usar su baño, por favor? -dijo precipitadamente.

Era la primera excusa que cruzaba por su cabeza para comprar tiempo dentro de la casa mientras se le ocurría algo mejor.

Nina arqueó una ceja y con un suspiro se levantó de nuevo. Realmente destilaba cansancio. Le hizo señas de que lo siguiera. Lestrade hizo otro tanto, tal vez preocupado por lo que pudiera hacer.

Lo que fue una suerte, pues al abrir la puerta del baño, el inspector también pudo ver la botellita de medicación al lado del lavatorio.

La inscripción señalaba un coctel que John conocía a la perfección.

Sé un doctor, no un detective. Un médico era justamente lo que necesitaba ser en ese momento.

-Antirretrovirales -dijo sin pensar si era buena idea. De repente las piezas cayeron dentro de su cabeza. ¿Así le sucedía a Sherlock? Lo dudaba, porque en su caso no tenía el menor control sobre las ideas que caían en desorden una tras otra pero parecían calzar-. Por eso le dolía la cabeza y el estómago en la entrevista, por eso el cansancio y su aspecto ahora... Es profilaxis post exposición, está teniendo efectos secundarios: se pinchó con la aguja.

El horror en el rostro de la mujer fue imposible de disimular. Lestrade también lo había notado.

John no sabía deducir como Sherlock, pero con el paso del tiempo había aprendido a distinguir la expresión de alguien cuando sabía que lo habían descubierto como culpable.

***

Nina Roberts había terminado por quebrarse. Ya sobre la pista correcta, Scotland Yard había podido ubicarla dentro del canal el día del homicidio gracias a uno de los hombres de la limpieza que recordaba haberla visto. Nadie había intentado hacerlo antes porque distaba mucho de ser sospechosa. También pudieron ligarla a la compra de la droga y la jeringa.

La mujer terminó por confesar que había ido a confrontar a William a su camerino, sabedora de que James estaría lejos. Había apelado al amor que decía sentir por su amante: iba a destruirle la vida y la carrera si no lo dejaba. Se había llevado consigo el trofeo a la mejor química que Dean había enviado por medio de Weisz, el asistente. Lo interceptó segura de que una u otra forma le iba a servir.

Sin embargo, apelar a los sentimientos del actor no había servido de nada. Parecía darle absolutamente igual que Elizabeth pidiera el divorcio. Le había confesado que por mucho tiempo había intentado proteger a James de aquello, pero ahora que al parecer iba a estallar tan cerca de su batalla con la muerte, no tenía fuerzas para ser bueno y renunciar a lo único que valía la pena en su vida.

Había contado con esa respuesta. Siempre había sabido que detrás de todas las acciones solidarias de William Clayworth no había más que un espíritu egoísta que intentaba compensarse a sí mismo. El hombre se había dignado a darle la espalda, esperando que se fuera.

Entonces se había puesto manos a la obra: lo había golpeado en la cabeza con la base del trofeo. Era mucho más baja que él, por lo que el golpe no había sido muy alto. El hombre había caído inconsciente y había procedido a inyectarlo lo mejor que había podido. Elizabeth la había dejado leer el informe de la investigadora, así que sabía de los estimulantes. Por eso se había armado con unos. Casi había terminado cuando Clayworth empezó a moverse, quebrando la aguja que había saltado y se había clavado en su piel.

Asustada, había retrocedido, pero el hombre no había logrado recuperarse, la droga era rápida. Lo giró para que pareciera que había caído de espaldas y se había golpeado la cabeza contra la mesa. Embarró algo de sangre en la punta de la mesa y luego, para cubrir los patrones rojos en la alfombra, había volcado el agua del florero procurando que difuminara los patrones que hubieran podido leerse. Después, en un ataque de inspiración, había limpiado la aguja y la había dejado junto a la cama.

Tras darse unos momentos para respirar y comprobar que nadie se acercaba atraído por el ruido, procedió a revisar la habitación: no dejaría ninguna prueba sobre la relación de William y James allí. Las encontró en una cajita metálica del actor que estaba cerrada. Se marchó con ella y el trofeo. Estaba todavía resolviendo lo de la coartada cuando había recibido la llamada de Elizabeth, solucionando ese detalle.

Había sido un acto perfecto. Había salvado a James del escándalo y la ruina de su carrera. Elizabeth, asustada por ser considerada sospechosa y aliviada por la desaparición del amante, tan sólo necesitaría pruebas de que James no estaba infectado para dejarlo todo en el pasado. La muerte trágica de Clayworth mantendría los raitings de Hunter incluso a pesar de la ausencia de Matt Lovell. Ni la carrera futura ni presente de James terminaría.

Había sido un trabajo perfecto. O lo hubiera sido si el cansancio y el malestar de los efectos secundarios de la profilaxis no la hubieran hecho mantener los medicamentos en el baño del primer piso de la casa. Nunca pasó por su cabeza que el consultor de la policía era un médico y podría identificar las medicinas. Había estado tan preocupada en disimular su malestar que no había pensado en ellas siquiera.

Ahora ya no valía la pena negar nada.

***

Cuando Molly encontró a Sherlock todavía en su casa se sintió gratamente sorprendida. Pensaba que ya se habría ido, ni siquiera tenía que empacar. El hombre nunca llegaba llevando maletas o mochilas, como si no necesitara de nada para pasar el día, ni siquiera en esa ocasión que se había quedado allí un par de noches.

El detective acababa de terminar una llamada, o esa fue la impresión que le dio. No se engañaba pensando que hubiera estado esperándola.

-Supongo que ya sabes del arresto de Nina Roberts -dijo con obligado entusiasmo.

Sherlock la miró de reojo mientras revisaba a su alrededor, como si quisiera asegurarse de no dejar nada.

-¿Alguien no lo sabe?

Molly había aprendido a ignorar sus impertinencias hacía mucho. Aunque era cierto: toda la prensa se había hecho eco del arresto.

-Todavía me gustaría saber cómo lo hiciste -dijo con rapidez. No quería perder su oportunidad.

El hombre la miró con impaciencia, aunque la manera en que se acomodó el saco sin desplazarse del lugar donde estaba le dio esperanzas de que pensara quedarse a hablar un poco todavía. Ella se recostó en el marco de la puerta que llevaba al saloncito.

-Es bastante claro -declaró con tranquilidad.

-Tal vez no tanto para los demás como para ti -replicó ella ladeando la cabeza y esperando que estuviera de suficiente buen humor como para estar comunicativo.

Estaba de suerte.

-Resultaba un caso de lo más sencillo -dijo con tranquilidad. Al menos no parecía tener prisa-. Si hubiera tenido acceso a la escena del crimen no hubieran sido necesarios tantos días para resolverlo.

Ella no tenía ninguna duda de que eso era cierto. Guardó silencio esperando y se vio recompensada. Sherlock resopló y, como si acabara de decidirse a hacerlo, empezó a narrar con fría precisión de manera concisa.

-Obligado a trabajar sin datos, recurrí a los recursos que me expusiste. Tumblr fue la primera fuente de información valiosa. En medio de tanta gente que presumía de ver indicios en detalles insignificantes y fantasías carentes de lógica, me fue posible hacerme una idea de todos los implicados y descubrí algunos detalles interesantes. Por ejemplo, la familiaridad de Clayworth y McKinnon me resultó evidente en aquellas fotos que muchos desdeñaban por cotidianas o simples.

Ardía en deseos de saber más al respecto, pero decidió no interrumpirlo. No era usual que se mostrara tan comunicativo.

-Sin embargo, lo más importante que averigüé era la relevancia de los paparazzi como fuente de información y procedí a localizar al hombre responsable de la mayoría de las fotografías de Clayworth. Como deduje, conocía al rutina del actor a la perfección y me brindó detalles que nunca consideró importantes, como las visitas tres veces a la semana que hacía el actor al dentista. Por suerte, el actor era muy dado a sonreír y reír a carcajadas, lo que me daba criterios de observación para dudar que necesitara de tantísima atención dental. Conseguí la dirección del especialista y me apersoné en el lugar para hacer una cita. Pude comprobar mis sospechas de que en el interior del local había un acceso a un piso superior que según una comunicativa secretaria, era alquilado por un joven reservado que acudía a él unas tres veces a la semana.

En ese momento recordó su comentario sobre el interés que podía tener para sus amigas del Tumblr en que Will y James compartían dentista. ¡A eso se había referido!

-Una revisión del exterior de la estructura me permitió observar que había una manera de acceder al apartamento del piso superior por medio de una escalera de emergencia en el exterior -continuó con gravedad-. El profesor de actuación tenía su lugar de trabajo en otra calle, pero con salida al mismo callejón. No me fue necesario allanar el apartamento para saber lo que la policía iba a encontrar allí.

-¿Y cómo sabías que era relevante para el caso? -preguntó sin contenerse más de intervenir.

Sherlock torció el gesto molesto.

-Este caso fue necesario trabajarlo al revés, empezando por el móvil antes que los hechos. Sin embargo, cuando hay secretos de esta índole pocas veces no son importantes.

Por suerte, a ella no le molestaba el tono de superioridad del hombre.

-De mi noche navegando en Tumblr obtuve otro dato -continuó con todas las señas de querer hacer un repaso completo de su proceso deductivo en el caso-: la persona que estaba más cerca de William Clayworth era su asistente, Dean Jones, y por lo tanto, quien estaba en mayor disposición de conocer sus secretos. Hay páginas completas dedicadas a fotografías del chico, en compañía del actor o solo. Incluso más delirantes fantasías sexuales entre ambos. Me informé con el fotógrafo sobre él y fui en su busca. Hablando con el joven descubrí, por la descripción que me brindó, que una investigadora privada que no me es del todo desconocida había estado indagando sobre Clayworth. Me metí en su oficina, encontré su archivo sobre el actor y más importante aún, su cliente.

-La producción de Hunter -completó Molly por él.

Sherlock desvió la mirada hacia la derecha de ella, como si estuviera visualizando los hechos tras ella.

-Elizabeth McKinnon en específico -señaló. Le había reportado directamente todo lo averiguado sobre el hombre, lo que incluía su condición de salud, el uso de estimulantes y su relación con James McKinnon.

-¿Sospechaste de ella entonces? -preguntó Molly con genuino interés.

-No contaba con suficientes datos para deducciones tan arriesgadas -le recriminó Sherlock ante la sugerencia-. Sin embargo, un vistazo a la escena del crimen dejaba claro que era poco probable que se tratara de ella. ¿Viste las fotos?

El hombre sacó su Tablet y puso las fotos en pantalla. Era ilegal que las tuviera, pero ella no iba a decir nada. Molly se estremeció al ver el cuerpo sin vida de Will una vez más. Intentó apartar la mirada de él y poner atención a todo lo demás, pero no comprendió nada. Sherlock en cambio, había visto mucho más, como siempre.

-Noté las marcas en la alfombra. Al contrario de los policías y trabajadores de la escena del crimen, hay huellas aún marcadas de zapatos femeninos de tacón delgado, en especial cerca del cuerpo. La presión había sido tanta que aún se notaba: alguien en zapatos de tacón había utilizado una gran fuerza. ¿Para qué? Mira la ropa del muerto: no es un desarreglo natural para alguien que cayó de espaldas y quedó inconsciente. No: alguien lo tomó de la ropa para girarlo sobre sí mismo, lo que le resultó difícil al encontrarlo particularmente pesado. Siendo Clayworth de una constitución delgada, me incliné a pensar que su asesina era particularmente pequeña y menuda.

Como siempre, hacía sonar todo tan lógico… había tomado velocidad para hablar y tenía que escuchar con la máxima atención para no perderse nada.

-Las deducciones de Scotland Yard eran erróneas, aunque no hay novedad en eso. Ya habíamos hablado de esto: la aguja fue colocada después al lado de la cama, en realidad la inyección fue en el suelo tras haber sido golpeado en la cabeza. El intento de hacer pasar lo sucedido por un suicidio hablaba de cierta sangre fría en la ejecución. La manera en que se había quebrado la aguja y el ángulo en que había entrado en el brazo descartaba la idea de la inyección durante el forcejeo. No había huellas dactilares, lo que apuntaba otro tanto a la premeditación. Las marcas en las gavetas con llavín señalaban el registro de las pertenencias del muerto al que la policía no había puesto atención. La manera en que se había volcado el jarrón de agua sobre la mesa no tenía lógica: el único sentido era alterar las manchas de sangre en la alfombra. Nada en la habitación cumplía las características para ser el producto del golpe en la cabeza, por lo que la asesina debía haberlo llevado con ella.

Sí, lo sucedido dentro del camerino Molly lo tenía bastante claro ya.

-Pero, ¿cómo supiste que era Nina? -preguntó, tentando a la suerte.

Sherlock parecía dispuesto a decirlo todo.

-Tenía una idea aproximada de la estatura y complexión de la asesina, las cuales no coincidían con la señora McKinnon, a quien el móvil que conocía señalaba y a quien estaba seguro se dirigirían las sospechas de Scotland Yard en caso de tener la información con la que yo contaba.

Recordaba que la había prevenido al respecto de un error en las deducciones de la policía con marcado fastidio.

-Las fotografías del cast permitieron descartar a las otras mujeres del grupo, por lo que me quedaba personal administrativo. La policía hizo un trabajo medianamente decente al descartar sospechosos y las entrevistas realizadas por Lestrade y cuidadosamente detalladas por John fueron de ayuda. Nina Roberts era la opción más viable, tenía intereses personales altamente vinculados a la situación, la contextura apropiada y suficiente relación como para que William la dejara entrar a su camerino sin levantar ninguna sospecha. Como dije: de haber podido examinar la escena del crimen desde un inicio, la resolución hubiera sido mucho más rápida.

Lo hacía sonar simple, pero estaba segura de que nadie más hubiera podido hacer el mismo tipo de deducciones que él.

-Lo demás fue encaminar a Scotland Yard y a John. Ayudaste a plantar la idea sobre Dean Jones en su mente, la cual lo orientó en la dirección correcta. Por mi parte, modifiqué medio punto el tamaño de la fuente de la letra en las notas sobre la escena donde se decía que el asistente se había apresurado a señalar que no faltaba nada en la habitación: bastaría para llamar su atención sobre la frase sin que notara el por qué. Puedes intentarlo un día, si quieres.

Ahora estaba presumiendo, pero siempre le había gustado cuando lo hacía.

-Volví a la oficina de la investigadora privada y envié un mensaje con el informe sobre Clayworth a una de las inspectoras que trabajaba el caso. -En ese punto, la expresión de sentirse complacido consigo mismo se acentuó-. Convencí a la investigadora de que le convenía colaborar y después, confiando en la rapidez con la que Lestrade se precipita a sacar conclusiones cuando una pieza le calza, me dirigí a la actividad en el canal a la que acudimos, seguro de que podría confirmar mis deducciones al mirar a Nina Roberts, tal y como sucedió. Además, esperaba echar manos de sucesos que pudieran ser de ayuda para después. Así fue. Haciéndome pasar como un empleado para que no me sacaran del set, pudo obtener el video del enfrentamiento de los McKinnon y el arresto de la mujer. Fue un buen pie para introducir dudas sobre la disposición de la mujer para clavar una aguja en el brazo de Clayworth.

Tomó conciencia de la expresión de admiración que debía leerse en su rostro al ver la sonrisa de medio lado que esbozó Sherlock al mirarla. El hombre continuó. Probablemente tenía mucho tiempo de no poder lucirse de esa manera.

-Contaba con dos recursos más: en primer lugar, envié mensajes a John desde una cuenta falsa en su foro. Sabía que vigilaba con frecuencia su propio sitio y lo conozco lo suficiente para saber que una idea que toque su mente siempre causará suficiente curiosidad como para no dejarla ir así no más. De igual forma, me fio de su criterio médico mucho más que del de Scotland Yard.

-¿No temiste que pasara más tiempo tratando de averiguar quién le hablaba? -preguntó ella haciendo manifiesto un temor que en lo personal había tenido.

La pregunta no pareció impresionarlo, de hecho la desdeñó sin mayor consideración.

-La falta de miedo de John raya la imprudencia en ocasiones, en especial cuando se trata de un misterio por resolver. Nunca ha desconfiado de mí, incluso antes de conocerme -declaró con orgullo.

Molly estaba segura de que Sherlock no terminaba de entender al doctor Watson, igual que no lo hacía con nadie más, pero estaba muy seguro de la confianza de su compañero en él.

-Sin embargo -continuó el detective consultor-, contaba con ese segundo recurso. Sabía que Lestrade querría saber quién le enviaba los mensajes y no confiaría en ellos, así que los envié desde la IP de Nina Roberts. También conozco al inspector lo suficiente para saber que sacaría conclusiones ilógicas uniendo las pistas que tuviera disponibles, por lo que sospecharía de la agente de McKinnon desde ese momento.

Los ojos de Sherlock se fijaron en el reloj. Molly no necesitaba sus habilidades para comprender que estaba pensando en irse ya.

-¿Cómo lo dedujo John? -preguntó ella precipitadamente, temerosa de quedarse a medias con la historia.

Sherlock se acomodó los puños de la camisa.

-Actuó como un doctor, no un sólo un detective -fue su única respuesta. Sin embargo, la breve sonrisa que acompañó la palabra “sólo” la hizo pensar que estaba particularmente orgulloso de que detective fuera ahora parte de la ecuación.

Se dio por satisfecha. Nunca le había explicado tanto antes. Ahora probablemente desaparecería y no lo vería en mucho tiempo, lo que sería una buena señal. Lo importante era que ahora John estaría fuera de peligro y Sherlock podría regresar a poner fin a la tarea que le mantenía alejado del mundo de los vivos.

-¿No crees que ahora querrá saber quién le enviaba los mensajes? -se atrevió a preguntar.

Sherlock se dirigió hacia la puerta.

-Eso ya está resuelto -respondió sin mayor explicación.

Cuando se despidió solamente asintiendo con la cabeza y dirigiéndose a la salida sin mayores ceremonias, Molly suspiró. No se engañaba, ni necesitaba pruebas de que Sherlock confiaba en ella. Pero el hecho de que le explicara a ella cómo había resuelto el caso lo relacionaba más con la terrible falta que le debía hacer tener a John para hablar de eso.

De eso, y de mucho más.

***

El arresto de Nina Roberts se hizo un hecho público menos de 24 horas después del de Elizabeth McKinnon. Scotland Yard pudo relacionar a la mujer con la compra de la droga administrada a Clayworth y posteriormente descubierta en la oficina de la esposa del actor principal de Hunter, plantada como la caja de recuerdos de James y Will.

Para John resultaba extraordinaria la idea de que la mujer hubiera matado al actor pensando que sería lo mejor para todos. Según Lestrade, al confrontarla con las pruebas había declarado que su primera intención no era matarlo sino convencerlo de dejar a James. Según su versión, William Clayworth era una criatura egoísta y sólo pensaba en su propia felicidad. Se había negado en redondo y Nina había decidido poner las cosas en su lugar: de todas formas, habría muerto en unos meses. Así, su muerte evitaría la revelación de verdades incómodas que arruinarían el show y la carrera de ambos, en especial de James, con nefastas consecuencias para ella misma.

El fiscal no estaba dispuesto a tenerle la menor clemencia y la opinión pública tampoco.

Sin embargo, John empezaba a ver una mayor cantidad de artículos y comentarios referidos a la relación homosexual de James McKinnon que a la resolución del homicidio en sí. Era un momento delicado de su carrera y no contaba con una agente que lidiara con ello. Probablemente, el actor ni siquiera pensaba en ello: John lo había visto demasiado afectado por la pérdida de William como para que estuviera preocupándose por algo más.

Guardando las distancias, lo entendía.

Dos días después se reunió con Lestrade a la salida del trabajo para tomar algo y que le pusiera al tanto del final del proceso del caso. A Sherlock nunca le había importado mucho el manejo legal de los arrestos después de descubrir y demostrar irrefutablemente la culpabilidad, pero él tenía interés en el tema. Además, había recibido un sentido mensaje por parte de James McKinnon agradeciéndole su sensibilidad e interés en el caso. También había recibido sendas misivas de Dean Jones, Penny Smith y Hewitt-Brown, en el caso del primero rogándole hablar bien de William en cualquier escrito que hiciera sobre el caso y en el caso de los otros dos, pidiéndole encarecidamente no escribir nada sobre el tema.

Lestrade era de la opinión de seguir la segunda indicación.

Él, por su parte, no había tenido intención de escribir al respecto. Al menos no de momento. Algo más era lo que ocupaba su mente.

-¿Nina Roberts no confesó haberme enviado esos mensajes, verdad? -preguntó después de que el inspector intentara evadir el tema un par de veces.

-No -contestó finalmente, con un suspiro-. No te obsesiones con eso. No pensaba decírtelo, pero Sherlock no es el único colaborador que ha tenido Scotland Yard a lo largo del tiempo. Creo que cruzaste con otro.

Parecía realmente incómodo con el tema.

-¿Qué quieres decir? -preguntó John sin entenderle.

Lestrade resopló.

-Después de lo que sucedió con Sherlock se nos pide que no recibamos ese tipo de colaboraciones, pero algunos se las ingenian para hacérnoslas llegar. Probablemente alguno de ellos dedujo que se trataba de Roberts y utilizó su IP para enviarnos allí -declaró de corrido, como si ahora que se había decidido a decirlo quisiera hacerlo rápido para dejar el tema.

La idea de que alguien más hubiera podido resolver el tema no dejaba de resultarle extraña y molesta, pero tenía sentido. Aunque no del todo.

-¿Cómo sabía tanto? -preguntó todavía sin convencerse.

El inspector se encogió de hombros, no parecía preocupado al respecto. Le prometió que registrarían el incidente pero no podían hacer mucho más. Las pruebas contra Nina Roberts junto a la confesión eran más que suficiente. Después de asegurarle que aquel caso estaba bien atado, cambió de tema.

De camino a casa, sin embargo, John se encontró pensando de nuevo en el asunto. La explicación de Lestrade era más que incompleta y no lo satisfacía, pero tampoco tenía muchas otras opciones. Había intentado escribirle al usuario en el foro, pero había borrado su cuenta. Sin los recursos de la policía para rastrearlo no tenía otras opciones, y de todas maneras, ya sabía que lo llevaría de vuelta a la casa de Nina Roberts.

Al llegar a su apartamento, entró con tranquilidad y prendió la luz. Suspiró al ver el ambiente ordenado y sosegado de su hogar, tan normal e inalterable que resultaba a veces intolerable. Se dirigió a la cocina donde abrió la refrigeradora y buscó algo de comer en medio del electrodoméstico lleno de productos perfectamente normales y comestibles.

Al pensarlo, se le quitó el hambre y la cerró de nuevo.

Se dirigió hacia el sofá, donde encontró su computadora, en el mismo lugar que la había dejado la noche anterior. La encendió y cuando abrió el navegador, se encontró con su blog una vez más.

Lo miró por largo rato. No había mensajes nuevos, lo que tampoco debía extrañarle. Tan sólo habían durado un par de meses los mensajes de apoyo o de burla que había recibido tras la muerte de Sherlock.

¿Qué esperaba? Tal vez una parte de él guardaba la esperanza de que apareciera otro mensaje. Muy en el fondo, una parte irracional de él, cargada de sentimientos y recuerdos, había pensado que la única persona que podía saber tanto y resolver un caso sin intervenir en él, era Sherlock.

Pero estaba muerto y él no podía olvidarlo.

Suspiró y tras un momento, se incorporó con decisión. Era hora de cerrar la pestaña de su blog del navegador.

Dirigió el puntero hacia la pequeña equis en la esquina de la pestaña, pero desistió a último minuto. Llamaría a Phil primero, tenía que hablar con él sobre el caso. También sobre eso de darle estimulantes a un paciente en lugar de asegurarse de que recibiera el tratamiento apropiado.

Ya podría cerrar la pestaña luego.

***

Lestrade contuvo las ganas de meterse un lapicero dentro del yeso una vez más. O al menos lo intentó, porque terminó claudicando mientras sostenía el teléfono con el hombro. El alivio era inmejorable.

La llamada fue rápidamente respondida. Era curioso, porque si intentaba llamarlo alguna vez por su cuenta, nunca recibía respuesta. Sin embargo, cuando le había sido dicho que llamara, nunca se tardaba en contestar.

-¿Lo hiciste? -preguntó el hombre sin mayor ceremonia.

-Sí -replicó él. No había sido difícil. John tampoco había tenido mayores argumentos para discutir con él-. Tu historia funcionó perfectamente.

Prácticamente podía visualizar la satisfacción en el rostro del otro.

-¿Te creyó?

-Sí -replicó con seguridad. Una parte de él esperaba que eso fueratodo.

-Bien -dijo finalmente.

Lestrade no debería entusiasmarse con una palabra, pero sabía lo poco dado a prodigarlas que era su interlocutor. No podía evitar sentirse satisfecho.

Sin embargo, no dejaba de sentirse inquieto.

-¿Está todo bien? -Preguntó tras un momento-. ¿Fue alguien de los tuyos quien le dio la información?

El chasquido de impaciencia al otro lado de la línea no se hizo esperar.

-No necesitas saberlo -replicó la voz con brusquedad-. Todo está bien. Hasta la próxima, Greg.

La comunicación se cortó antes de que pudiera replicar. Si todavía le molestaba la consciencia por haberle mentido a John, aquella llamada ayudó a calmarlo un poco.

Mycroft nunca explicaba mucho, pero no se había arrepentido de seguir sus indicaciones ni siquiera una vez desde lo conocía. Así había ayudado a Sherlock con las drogas y ahora, esperaba estar ayudando a John de alguna forma.

***

-Está hecho -declaró Mycroft Holmes después de colgar el teléfono.

Sherlock asintió. Había juntado las yemas de los dedos mientras apoyaba la barbilla en las puntas de sus dedos. No debía dedicar más tiempo a pensar en el asunto si ya estaba resuelto: una vez puesto John fuera de peligro tenía que regresar al trabajo. Ya se había encargado su hermano, por medio de Lestrade, de cerrar el último cabo suelto.

-Aún te queda mucho material para trabajar -comentó Mycroft acercando hacia él una memoria flash con la información que había estado esperando.

-Así es. Tal vez un año más -calculó, lamentando no poder tener más precisión.

Sabía que su hermano estaba de acuerdo en que aquel trabajo debía ser realizado con la mayor discreción, cuidado y paciencia posible. Había estado con él desde el inicio, algo que Moriarty no había previsto.

Nadie parecía entender la relación de los hermanos Holmes, lo que era una suerte para todos.

Si aquella pausa para asegurarse de sacar a John del escenario criminal le había molestado a su hermano, había hecho bien en callárselo y ayudar de todos modos.

-John estará bien -declaró Mycroft volviendo a dirigir la atención a los documentos que tenía frente a él.

Sherlock sonrió de medio lado. Eso era lo más parecido a unas palabras de consuelo que había escuchado en la boca de su hermano. Aunque no las necesitaba. Sabía que estaba haciendo lo necesario, ya retomaría su relación con John cuando fuera posible.

Mientras tanto, Mycroft se equivocaba si no pensaba que él tenía la certeza de que John estaría bien.

Ya se encargaría personalmente de ello siempre que fuera necesario.

!amigo invisible 2013, personaje: molly hooper, personaje: greg lestrade, personaje: john watson, personaje: sherlock holmes, work: fanfiction

Previous post Next post
Up