Luna de hiel

Jan 13, 2012 09:38

Fandom: Sherlock Holmes - A Game Of Shadows (kind of crossover, leer las notas)
Título: Luna de hiel
Personajes: Lestrade/Mary (one sided? - Mary/Watson)
Advertencias: spoilers importantes de A Game Of Shadows. Sí, más de los que ya creen tener por haber leído los libros.
Notas: Tomen el universo de Ritchie. Miren la segunda película. Busquen a Lestrade. Bórrenlo. Pongan al Lestrade de BBC en ese puesto. ¿Listos? Bien. Ya pueden leer este fic.
Agradecimientos: gracias a esciam por animarme a escribirlo y el beteo,  gracias a thefrozenyogurt por el apoyo a lo largo del proceso, y gracias a perlita_negra por los datos que me consiguió de la película que mi pobre memoria no había retenido. Oh, y gracias a Rupert Graves por darme esta nueva perspectiva de Lestrade.

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-¿Señora Watson?

Lestrade hizo una seña al policía que custodiaba la casa de los Watson para que lo esperara fuera. La esposa del doctor había regresado de su luna de miel sola, trayendo consigo un papel oficial de lo alto del gobierno con una orden de brindarle protección 24 horas al día.

El inspector se había encargado en persona de coordinar la protección. Le parecía que la mujer se había tomado con bastante entereza la situación. Le preocupación por el bienestar de su esposo eclipsaba el malestar por no haber tenido viaje de novios.

Típico de Sherlock, robarse al doctor Watson de su propia luna de miel.

-¡Señor Lestrade!

Antes de la boda no había tenido oportunidad de apreciar a la señora Watson. Había escuchado varios comentarios sobre la prometida del doctor, pero en general dirigidos a qué sucedería con Sherlock Holmes ahora que su fiel aliado se retiraba para casarse.

No había escuchado sobre la novia en sí.

Alta, refinada, de facciones estilizadas y sonrisa amable, pero una chispa en los ojos muy particular. En ese momento venía hacia él con premura, recogiéndose la falda del vestido con una mano para no tropezar. Le tendió la otra con delicadeza, sorprendiéndolo con la firmeza de sus dedos al tomarlos entre sus manos para saludarla.

-Gracias por venir. Parece que tengo mucho que explicarle, y no sé bien cómo hacerlo, pero se me dijo que usted es la única persona en la que puedo confiar.

Esperó encontrar miedo en la expresión de la mujer, alarma al menos. Lo que encontró sin embargo fue la chispa de la emoción. La adrenalina de la cacería que Sherlock sabía inducir en los demás.

Aquello que había llevado a Watson lejos de esa hermosa criatura incluso durante su luna de miel.

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La señora Watson debía ser una maestra excelente. Su explicación había sido impecable. Tal vez él hubiera estudiado más de tener una institutriz así.

O se habría distraído más, no podía asegurarlo.

Claro, la historia era impresionante y la hubiera considerado inverosímil de no ser porque conocía a Sherlock Holmes.

Tomó la pequeña libreta roja y la revisó. A él no le decían nada todos esos números, pero al parecer la señora Watson había entendido rápidamente la explicación del detective sobre el código.

-Entonces, tenemos que seguir el código -replicó Lestrade frunciendo ligeramente el ceño.

-Ya lo hice -señaló Mary con una sonrisa corta pero cargada de orgullo. Empezó a enseñarle las hojas con su letra pulcra y clara. Había tenido que invertir mucho tiempo en ello.

Sherlock había sabido exactamente a quién enviarle la información.

-Entonces, ¿para qué me necesita, señora Watson? -preguntó sin ocultar lo impresionado que se sentía.

Era imposible que la mujer ocultara la emoción cuando los ojos le brillaban de esa forma.

-Necesito ir al banco, inspector.

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A lo largo del día, Lestrade había llegado a concluir que el doctor Watson era un hombre extremadamente afortunado. Tras dar las órdenes iniciales, había dejado todo en manos de la señora Watson, quien había dirigido todo con fluidez y presteza. Como si hiciera cosas como aquellas todo el tiempo.

Sonrió pensando en todos los temores que había escuchado sobre el retiro de Watson de los casos de su amigo. Si bien él nunca había pensado que la resolución de los mismos fuera a resentirse por la ausencia del doctor, tampoco había creído nunca que Watson pudiera separarse totalmente de su amigo.

Ahora tenía claro que no lo harían. Mary Watson parecía haber nacido para esto. Se recostó en la pared observándola dar órdenes y revisar las cajas que le traían. ¿A penas por la segunda página? Aquello iba para largo.

Siguió supervisando que se sacaran todas las cajas y se llevara el orden de lo recuperado.

La señora Watson lo miró un momento por encima de las páginas de la libreta mientras pasaba una página y sonrió.

Complicidad. Emoción.

Lestrade le sonrió de vuelta.

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Escoltó a la señora Watson de vuelta ya tarde. Otros dos oficiales de Scotland Yard los acompañaban, relevarían a los que se habían quedando cuidando la casa.

Al inicio había recibido el encargo con algo de reticencia, pues se lo habían dado específicamente por su relación con Sherlock Holmes. Generalmente no era labor de un inspector coordinar la protección de civiles. Sin embargo, ese día había terminado por asustarse. Habían movido muchísimo dinero. No le extrañaba que Sherlock previera alguna represalia.

Al llegar a la casa dejó a los oficiales haciendo cambio de turno fuera, mientras él acompañaba a la señora Watson al interior de la casa. La emoción del día todavía brillaba en los ojos de la mujer. Por primera vez la había visto reír cuando habían terminado con la última caja. Tenía una risa muy bonita.

De hecho, Mary Watson era una de las mujeres más encantadoras que había conocido. Una mezcla de inteligencia, energía y delicadeza muy particular.

No podía ser cualquier mujer por la que el doctor Watson hubiera decidido dejar finalmente a Sherlock Holmes para establecerse.

Una vez dentro de la casa, Lestrade se quedó de pie en el centro del saloncito mientras la señora Watson iba a quitarse el sombrero y dejar su bolso. La mujer seguía hablando de lo que habían hecho. Su entusiasmo era palpable.

Lestrade mientras tanto tenía un debate mental. ¿Debía irse o quedarse? Había ya dos oficiales afuera. Mary Watson estaría protegida…

Pero la cantidad de dinero que habían movido no lo dejaría dormir. Alguien debía ser muy poderoso para tener tanto dinero. Al enterarse de su pérdida podría tratar de devolver el golpe con más fuerza.

Peligro de muerte, había dicho la advertencia que había llegado con Mary Watson.

Sí, estaba repasando mentalmente todas las razones por las cuales debía quedarse. Ayudaba a pensar que su motivación era absolutamente profesional.

-¿Quiere comer algo, señor Inspector? -preguntó la señora Watson entrando de nuevo al salón-. No hemos probado bocado desde temprano.

Lestrade se debatió inquieto, miró un momento hacia afuera.

-No sé si sea apropiado, señora Watson. Es tarde.

Ella lo miró sorprendida.

-Tenemos escolta, si es lo que le preocupa. -una sonrisa corta se formó en sus labios, aunque no ocultó bien la amargura de sus siguientes palabras-. Tampoco es apropiado que una esposa esté sola durante su luna de miel.

No era solo amargura. Había una sombra de preocupación en sus ojos. En medio de toda la emoción del día la había notado más de una vez. La falta de noticias de su esposo la torturaba pero parecía más tranquila de lo que hubiera esperado de una mujer en su posición. En algún momento se lo había mencionado y ella había declarado que, a pesar de todo, había aprendido algo sobre Sherlock Holmes: cuidar a Watson era una de sus prioridades. Al parecer, según lo que le había dicho, el problema era que quisiera cuidarlo incluso de ella.

La señora Watson esperaba una respuesta. Lestrade respiró profundamente y asintió. Ella le sonrió. Parecía agradecida.

Antes de acompañarla a la cocina le informó a los oficiales que se quedaría un rato más en la casa.

Un rato, aunque hubiera preferido quedarse allí esa noche, por la seguridad de ella.

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Sherlock Holmes vestido de mujer debía ser francamente horrible. La descripción de Mary no era particularmente favorecedora. Lo que se iban a reír en Scotland Yard con la historia. Pero tenía que admitir que estaba impresionado.

-¿Alguna vez había manejado un arma, señora Watson?

La mujer se ruborizó mientras negaba categóricamente.

-No realmente. Había visto a John limpiando la suya, de niña mi padre me había explicado lo básico, como no tenía hermanos creía que debía aprender a defenderme… Pero nunca había usado una en una situación real. No sé cómo no me temblaron las manos. Aunque no sé si hubiera sido capaz de disparar.

-Si la vida de alguno hubiera estado en peligro, no lo dudo -replicó Lestrade dejando su copa sobre la mesa-. Tiene usted temple de acero.

Ella sonrió con orgullo, aunque el rubor no había desaparecido de sus mejillas.

-Nos estaban atacando. Tenía que hacer algo -replicó con modestia.

Lestrade conocía pocas mujeres que hubieran tomado el arma de su atacante y lo hubieran empujado fuera del tren. También conocía a pocas que hubieran sido tiradas de un tren por el mejor amigo de su esposo, eso también era cierto.

No conocía a ninguna mujer como Mary Watson, de hecho.

-¿Pasa algo, Inspector?

Las palabras de la señora Watson lo hicieron darse cuenta que se había sumido en sus propios pensamientos, quedándose en silencio.

-Lo siento -dijo precipitadamente al tiempo que se incorporaba para concentrarse en la conversación y dejar de divagar en sus pensamientos-. Estaba… Creo que entiendo ahora por qué Sherlock le envió esa libreta a usted y no a Scotland Yard.

La expresión de ella se tiñó de sorpresa.

-¿Ah sí? ¿Por qué? Yo aún me lo pregunto.

Lestrade sonrió forzadamente. ¿Para qué había hablado? No sabía si lograría explicarse.

-Bueno, necesitaba alguien en quien confiara.

Mary abrió mucho los ojos y luego empezó a reír con suavidad.

-¿Confiar? No creo que sea la palabra apropiada. Sherlock Holmes ha llegado a soportarme, tal vez, pero…

El inspector negó de inmediato.

-No dije “querer” o “apreciar”. Sólo… confiar. Podía confiar en que usted haría lo correcto. Confiaría en él y haría lo solicitado.

-John está con él, ¿cómo no iba a hacerlo? -replicó la mujer ligeramente a la defensiva.

Lestrade sonrió un poco.

-Es la misma lógica que él debe haber usado sobre usted. ¿No cree? Creo que le probó en ese tren que podía confiar en usted. Créeme, no le hubiera mandado semejante tesoro de otra forma.

La señora Watson guardó silencio, procesando lo que le había dicho. Una chispa de comprensión en su mirada le dio a entender que captaba su punto. Sonrió incómodo ante la mirada de interés que ella le dedicó en ese momento y tomó un poco más de su copa.

-Parece saber mucho sobre Sherlock Holmes, Inspector.

-Tengo que. Estoy donde estoy en Scotland Yard gracias a él -declaró sin vergüenza. ¿Para qué ocultarlo? Ella lo sabía-. Es así, dice que soy un inútil, pero cuando necesita algo de Scotland Yard es a mí a quien busca.

Mary Watson rió ante su expresión.

-Vaya, eso hace sentir a una mujer segura sobre quién le cuida.

Lestrade se atragantó y sintió como empezaba a ruborizarse su propio rostro. Eso le pasaba por no medir lo que decía. Sin embargo, la señora Watson no parecía contrariada. Aún reía.

-No se preocupe Inspector: ya tengo alguna experiencia con Sherlock Holmes como para entender lo que quiere decir.

Lestrade levantó su copa.

-Por Sherlock Holmes y sus problemas de confianza.

Mary Watson levantó su copa a la vez.

-Salud.

Justo en ese momento, uno de los oficiales de guardia llamó a la puerta.

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No podía ser cierto.

El telegrama que les había llevado el oficial estaba sobre la mesa. Era insuficiente y sin embargo les había dado a saber lo importante: Sherlock Holmes estaba muerto. Caída mortal en unas cataratas. Watson lo había visto.

Lestrade no estaba seguro de cómo había terminado sentado en el salón de la casa de los Watson. Cuando se dio cuenta, Mary estaba dándole una taza de té caliente. Estaba pálida y su mirada indicaba que se sentía impresionada por la noticia, a pesar de su aparente tranquilidad.

-No puede ser verdad -pronunció él en voz alta. Tenía la garganta reseca-. Tiene que ser… un truco, algo.

Sabía que estaba diciendo tonterías. Todas las personas buscaban salidas inverosímiles cuando se les comunicaba la muerte de alguien a quien querían.

Era su turno, suponía, aunque no nunca había pensado en términos de querer a Sherlock. Pero eso era lo que su mente repetía una y otra vez: no podía estar muerto.

-John lo vio -le recordó Mary. Su voz sonaba apagada. Lestrade notó vagamente que ahora en su mente era “Mary” y no “la señora Watson”. No se había dado cuenta en qué momento había hecho el cambio, pero no estaba de ánimo para corregirse.

Sí, lo sabía. La idea de que Sherlock Holmes estuviera muerto era terrible, pero no hacía ningún bien negándolo. Al menos, según decía también el telegrama, el peligroso criminal al que investigaba había muerto también.

El matrimonio Watson estaría a salvo.

Buscó con la mirada a Mary, quien se había alejado de él tras dejarle el té. La encontró de pie junto a la mesita, sosteniendo el telegrama entre las manos mientras su mirada se posaba sobre el papel sin moverse, como si no lo estuviera leyendo a pesar de tenerlo ante sus ojos.

Se levantó y se aproximó a ella por detrás despacio.

-Sé que no eran lo que se dice cercanos… pero la noticia debe haberla afectado también, señora Watson.

Ella giró la cabeza un poco, lo justo para verlo. Pudo ver que tenía los ojos ligeramente vidriosos.

-John debe estar destrozado -dijo en voz baja. Podía percibir el dolor en la voz-. Está desconsolado y no tiene quien lo apoye allá. Sólo está el hermano de Sherlock y debe estar igual… ¡Yo debería estar con John!

Lestrade no podía haber previsto que la mujer empezaría a llorar. Asustado buscó un pañuelo para prestarle. Se acercó un poco más para dárselo y ella lo tomó agradecida. No tenía un llanto desesperado, como ese que era tan común en los familiares de las víctimas. Pero sus ojos se habían puesto rojos, ligeramente inflamados, mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.

Decirle que no era su culpa no estar allí, que Watson y Sherlock la habían mandado de vuelta, que ellos conocían y asumían los riesgos que corrían… No creía poder hacerle ningún bien con esas palabras y no tenía otras para decirle. Era una esposa que lloraba por el dolor de su esposo.

Tenía que respetar eso.

-Creo que será mejor que me vaya -le dijo en voz baja. Le daría su espacio-. Debería ir a Scotland Yard para informarles y…

Se detuvo cuando Mary lo tomó de la mano con fuerza. Lo miró a los ojos negando.

-No, por favor. Quédese. John debe haber mandado un telegrama a Scotland Yard también.

Lestrade miró la mano, blanca, delicada pero fuerte, posada sobre su brazo. Luego volvió a mirar los ojos enrojecidos que lo miraban fijamente.

-Por favor -repitió Mary con suavidad.

Lestrade respiró hondo una vez más. No se iría a ningún lado a menos que ella se lo pidiera.

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Lestrade tardó tres días en convencerse de retirar la vigilancia de la casa de los Watson. El tipo que Sherlock perseguía podía estar muerto, pero nada le aseguraba que no tuviera amigos o socios que quisieran vengarse.

Finalmente la misma Mary le pidió que retirara a los oficiales. La ponían nerviosa. Lestrade coordinó algo de vigilancia en la calle y él mismo se pasaba en la mañana y en la tarde. Después de todo tenía motivos. Mary había asumido la responsabilidad de organizar el servicio que se brindaría en honor a Sherlock cuando al fin Watson y Mycroft Holmes regresaran a casa.

-Es lo único que puedo hacer por mi marido desde aquí -había declarado ella.

Lestrade se había asegurado de que Scotland Yard participara. Después de todo, aunque a muchos les ardiera, tenían demasiado que agradecer al detective. Él primero que nadie. En un inicio había encontrado resistencia. Bien pensado, tampoco había nadie en el cuerpo policial que no hubiera sido humillado en algún momento por la superioridad de Sherlock Holmes.

Sin embargo, nunca hay muerto malo. Cuando le dijo a Mary que Scotland Yard participaría del servicio y recepción en honor del difunto, pudo ver el agradecimiento en su mirada.

-No sé qué hubiera hecho en esta semana sin usted, Inspector Lestrade.

Él empezaba a preguntarse qué haría la semana siguiente, cuando el doctor Watson estuviera de regreso y Mary Watson no volviera a necesitarlo.

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John Watson estaba destrozado. No había que ser Sherlock Holmes para deducirlo. Había llegado al servicio totalmente impecable, de negro absoluto, con una expresión ausente y la mirada perdida. Daba la impresión de que seguía viendo ante sí la caída de su amigo por aquella catarata.

Lestrade lo encontró sentado al fondo del salón, aparte de todos los demás, ligeramente escondido. No le extrañaba. Había escuchado a sus compañeros hablando sobre preguntarle cómo había sido todo realmente. De hecho, en ese momento dos oficiales se acercaban al doctor.

Pensó en ir a alejarlos, pero justo cuando iniciaba su camino hacia allí, alguien se le adelantó.

No estaba lo suficientemente cerca para alcanzar a oírla, pero era un hecho que Mary acababa de echarlos de allí. Sonrió orgulloso. Era extraño e ilógico, pero se sentía así cada vez que veía a la propia y delicada Mary Watson tomando control de las situaciones. Algo que, según había aprendido esa semana, hacía todo el tiempo.

No le extrañaba que Sherlock hubiera tenido más de un enfrentamiento con ella. Sonrió con tristeza al pensar en el detective.

De lejos, vio como Mary se inclinaba a hablarle a su marido y le daba un suave beso en la cabeza. Le había llevado un vaso de agua y como una guardiana temible, se quedó a su lado, fulminando con la mirada a cualquiera que se acercara.

De repente levantó la mirada y sus ojos se encontraron, como en el banco el día que habían vaciado las cuentas de Moriarty.

Lestrade sonrió levemente y ella hizo otro tanto, inclinando la cabeza en señal de saludo.

Él tampoco era recibido en ese momento.

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Se quedó hasta el final del servicio. Cuando la mayor parte de Scotland Yard se fue, se atrevió a acercarse a los Watson. Mary lo recibió con una cálida sonrisa y pudo ver la manera en que estrechaba el brazo de su esposo para llamarle la atención.

-John, cariño, aquí está el Inspector Lestrade. -Esperó un momento para que el doctor alzara la vista, le costó un momento ubicarse-. Ha sido realmente amable conmigo. Me ha ayudado mucho.

El doctor Watson se levantó y le tendió una mano con firmeza. La tristeza y el cansancio se le podían leer en la cara.

-Gracias por cuidar de mi esposa, Lestrade. No lo olvidaré.

El inspector miró a Mary y sonrió con educación.

-Fue un placer.

Le hubiera gustado no quedarse con ese sabor amargo al decirlo.

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Mary había insistido en que su marido se fuera para la casa a descansar. Mientras tanto, ella se había quedado terminando de coordinar que se recogiera y se limpiara todo lo del servicio. Lestrade se había enterado cuando, a su regreso de la oficina, había pasado de nuevo por el lugar.

Al ver las luces encendidas había regresado, sólo para encontrarse a Mary sola, sosteniendo entre sus manos el cartel donde se ponía el nombre del difunto Sherlock Holmes.

-Pareces agotada -le había comentado él después que ella le explicara por qué seguía allí.

Mary suspiró y se sentó en una de las bancas.

-Lo estoy -dijo con voz cansada al tiempo que hacía una mueca de dolor.

-¿Los pies? -preguntó Lestrade señalando los elegantes zapatos negros que llevaba la mujer.

Ella asintió ligeramente sonrojada. Se agachó para masajearse el tobillo. Lestrade notó que el pelo empezaba a soltarse del moño que había llevado.

-Yo podría… -se detuvo de inmediato, no era apropiado. Ella lo miró con curiosidad-. Nada. Una tontería. Iba a decirle que sabía una cosa o dos de pies cansados. Ya sabe, en mi tiempo de oficial tenía que caminar mucho.

Mary suspiró, incorporándose.

-Pero no con zapatos de mujer, inspector.

-No, definitivamente no.

Por un momento ambos se contuvieron pero luego ambos empezaron a reír. Una risa suave, cansada, de esas que botan la tensión de un largo día y están carentes de verdadera alegría.

-Lo siento, Inspector - dijo todavía sonriendo, mirándolo con calidez-. Sólo estoy cansada y no pienso con claridad.

Se levantó sin poder ocultar un pequeño gesto de incomodidad. Miró de nuevo el cartel.

-No sé si John quiera conservarlo -comentó-. Ha estado tan…

-¿Triste? -preguntó Lestrade al escucharla dudar.

Ella ladeó la cabeza pensándolo.

-Deprimido… Encerrado en sí mismo… -Acarició las letras de molde que formaban el nombre de Sherlock Holmes- Una parte de él cayó en esa catarata.

-Eso suena a que una parte de usted es viuda -replicó Lestrade.

No había esperado que sus palabras sonaran tan serias o profundas como lo hicieron. Mary lo miró a los ojos, parecía asustada.

-No debería decir algo así -le recriminó.

Lestrade suspiró.

-Lo siento, yo también estoy cansado. - Tras un momento de duda señaló el letrero -. Si quiere, puedo guardárselo. Si el doctor lo quiere luego, sólo tiene que pedirlo.

Ella miró una vez más el cartel, valorando la opción. Luego se acercó para dárselo.

-Es una buena idea, gracias. -Lestrade tomó el cartel pero ella no lo soltó de inmediato. Maldición, todo aquello se estaba poniendo muy peligroso. Debía salir de ahí. Sin embargo, no se movió-. De hecho, gracias por todo, Inspector. Sé que ya se lo dije, pero sin usted…

Lestrade negó, poniendo su mano izquierda sobre una de las de Mary, al tiempo que sostenía el cartel con la otra todavía.

-No es necesario. Si me necesita alguna vez solo tiene que mandarme a llamar. -Soltó su mano y con delicadeza acercó el cartel hacia él, logrando que ella lo soltara-. ¿De acuerdo?

Mary asintió tras un momento, como si hubiera pensado en replicar algo más. Lestrade suspiró aliviado de que no lo hiciera.

-De acuerdo -repitió. Miró hacia afuera, ya estaba oscuro-. ¿La acompaño a casa? Seguro que el doctor Watson no querrá que ande sola afuera a esta hora.

Mary suspiró.

-Espero que haya logrado dormir y no se dé cuenta de mi ausencia todavía -replicó-. Ha dormido mal desde que vino.

Lestrade señaló la puerta con la cabeza y empezaron a avanzar hacia afuera.

-Bueno, seguro que su compañía y el paso de los días le ayudarán a asimilar lo sucedido. -Se esforzó con éxito en sonar positivo. Por su experiencia sabía que a pesar de que la pérdida nunca dejaba de doler, con el paso de las semanas los familiares de las víctimas parecían reponerse al menos a niveles funcionales-. Habrá sido muy duro para él pasar todo esto solo allá.

Mary asintió al tiempo que se ponía el abrigo grueso para salir a la calle.

-Vaya luna de miel, ¿no? -comentó con ironía-. Hoy deberíamos regresar de Brigthon.

Lestrade miró a ambos lados de la calle antes de salir del salón y tomar dirección hacia la casa de los Watson.

-Ya irán a Brigthon, ya lo verá… Después de todo, Sherlock Holmes no se tiró con ese hombre en la catarata por nada. Ustedes están a salvo ahora.

Mary lo miró y sonrió ligeramente, aunque pudo notar que no estaba totalmente convencida.

Él sí lo estaba. En toda su carrera Sherlock Holmes no lo había decepcionado una sola vez y el amor de Mary Watson por su esposo encontraría la manera de aliviarlo de todo.

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Era un día precioso. Lestrade tenía que admitir que las últimas semanas habían sido una maravilla. Según le había entendido al doctor Watson, Sherlock había estado seguro de que mucho del crimen y caos en las calles se debían al profesor Moriarty. Probablemente había tenido razón. Se habían desintegrado varias bandas de ladrones y no habían ocurrido casos de peso durante ese tiempo.

Había necesitado la ayuda de Sherlock en unas dos ocasiones, pero se las había ingeniado con muchísimo trabajo y el doble o triple de tiempo para resolverlos por sí mismo.

Sin embargo, esa mañana no era ningún caso el que lo llevaba a esa calle. Ya había un carruaje en la puerta de la casa de los Watson y estaban terminando de subir las maletas de los señores de la casa.

El doctor Watson lo había saludado con un entusiasmo poco habitual. Algo dijo a su esposa que necesitaba recoger y desapareció en el interior de la casa.

Mary, quien había salido al escucharlo llegar, lo recibió con una cálida sonrisa y un apretón de manos. Estaba radiante.

-Inspector -exclamó con una nota no ajena de cariño-. Veo que vino a despedirse.

Lestrade asintió, inclinándose con cortesía.

-Así es. Recibí su mensaje. -Miró el carruaje-. Me alegra que vaya a Brigthon después de todo.

Mary sonrió, evidentemente complacida.

-Como usted dijo.

Le alegraba haber acertado si permitía que la señora Watson, como se recordaba todavía de vez en cuando que debía llamarla, podía estar tan feliz.

-Bueno, de algo sirve la experiencia -bromeó mirando hacia arriba, en alusión a su pelo poblado de gris-. Me alegra que mi predicción se cumpliera.

-Y a mí -declaró ella mirando a su alrededor. Parecía asegurarse de que no había nadie más-. Pero necesito pedirle un favor.

Lestrade frunció ligeramente el ceño, preocupado.

-¿Sí?

Mary miró nuevamente por encima del hombro hacia la casa donde el doctor había entrado.

-John recibió un paquete temprano que lo puso de un humor… extraño. No me ha hablado de ello pero lo conozco, y sólo se ponía así cuando… - la vio dudar, como si no estuviera segura de que fuera correcto decir lo que estaba pensando- cuando se trataba de algo relacionado con Sherlock.

Lestrade se había inclinado hacia adelante para escucharla, porque había bajado la voz. Sorprendido, se hizo hacia atrás.

-Pero Sherlock…

-Lo sé -lo cortó ella-. Pero lo conocí suficiente como para saber que podría haber dejado algo montado desde antes o… no sé. Estoy preocupada.

El inspector asintió. Lo comprendía.

-¿Quiere que hable con el doctor?

Ella negó de inmediato.

-No. Sólo me gustaría pensar que nada va a pasar en Brigthon. ¿Conoce a alguien allá? Ya sabe, como…

Lestrade la interrumpió. Él también había empezado a mirar hacia la casa por encima del hombro de ella, vigilando el regreso del doctor Watson.

-Sí. Tengo contactos en Brigthon. Les diré que estén alerta. -La miró fijamente a los ojos, como si quisiera hacerla sentir segura solo con eso. Para su satisfacción, efectivamente pudo ver alivio en su mirada-. Pero no se preocupe. Esa historia es acabada. Es normal que esté nerviosa… va para su luna de miel.

Mary se ruborizó ante su último comentario, pero también sonrió, relajando su expresión. Poco después volvió el doctor Watson y se despidió de ambos.

Al ver alejarse el carruaje suspiró. Iría a mandar unos cuantos mensajes a Brigthon. Si no lograba contactar con alguien, ya pediría él unos días de permiso, no creía que con el ambiente calmado de esos días en la ciudad se lo negaran. Se aseguraría de que los Watson estuvieran seguros en Brigthon.

-Siempre tarde, ¿no, Lestrade?

Se sobresaltó al escuchar una voz mal humorada hablar detrás de él, pero al girarse no vio a nadie. Frunció el ceño confundido. Debía haber sido su mente dándole una mala pasada.

personaje: mary morstan, fandom: sherlock holmes, personaje: lestrade, shipper: mary/lestrade

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